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L e c t u ra s b re v e s p a ra r e fl e xi o n ar

Esta selección de cuentos para reflexionar nos invita a que saquemos un aprendizaje de cada uno de
ellos, que podemos llevar a nuestras propias vidas. Ofreciendo así útiles recursos para reflexionar sobre
la vida que nos gustaría vivir y transitar.
El Cojo y el Ciego

En un bosque cerca de la ciudad vivían dos vagabundos. Uno era ciego y otro cojo; durante el día entero en la ciudad
competían el uno con el otro.

Pero una noche sus chozas se incendiaron porque todo el bosque ardió.

El ciego podía escapar, pero no podía ver hacia donde correr, no podía ver hacia donde todavía no se había
extendido el fuego. El cojo podía ver que aún existía la posibilidad de escapar, pero no podía salir corriendo - el
fuego era demasiado rápido, salvaje-, así pues, lo único que podía ver con seguridad era que se acercaba el momento
de la muerte.

Los dos se dieron cuenta que se necesitaban el uno al otro. El cojo tuvo una repentina claridad: "el otro hombre, el
ciego, puede correr, y yo puedo ver". Olvidaron toda su competitividad.

En estos momentos críticos en los cuales ambos se enfrentaron a la muerte, necesariamente se olvidaron de toda
estúpida enemistad, crearon una gran síntesis; se pusieron de acuerdo en que el hombre ciego cargaría al cojo sobre
sus hombros y así funcionarían como un solo hombre, el cojo puede ver, y el ciego puede correr. Así salvaron sus
vidas. Y por salvarse naturalmente la vida, se hicieron amigos; dejaron su antagonismo.
El Bambú Japonés

No hay que ser agricultor para saber que una buena cosecha requiere de buena semilla, buen abono y riego.
También es obvio que quien cultiva la tierra no se detiene impaciente frente a la semilla sembrada, y grita con todas
sus fuerzas: ¡Crece, maldita sea! Hay algo muy curioso que sucede con el bambú y que lo transforma en no apto para
impacientes:

Siembras la semilla, la abonas, y te ocupas de regarla constantemente.

Durante los primeros meses no sucede nada apreciable. En realidad no pasa nada con la semilla durante los
primeros siete años, a tal punto que un cultivador inexperto estaría convencido de haber comprado semillas
infértiles.

Sin embargo, durante el séptimo año, en un período de sólo seis semanas la planta de bambú crece ¡más de 30
metros!

¿Tardó sólo seis semanas crecer?

No, la verdad es que se tomó siete años y seis semanas en desarrollarse.

Durante los primeros siete años de aparente inactividad, este bambú estaba generando un complejo sistema de
raíces que le permitirían sostener el crecimiento que iba a tener después de siete años.

Sin embargo, en la vida cotidiana, muchas personas tratan de encontrar soluciones rápidas, triunfos apresurados,
sin entender que el éxito es simplemente resultado del crecimiento interno y que éste requiere tiempo.
El elefante encadenado

Cuando yo era chico me encantaban los circos, y lo que más me gustaba de los circos eran los animales. También a
mí como a otros, después me enteré, me llamaba la atención el elefante. Durante la función, la enorme bestia hacia
despliegue de su tamaño, peso y fuerza descomunal... pero después de su actuación y hasta un rato antes de volver
al escenario, el elefante quedaba sujeto solamente por una cadena que aprisionaba una de sus patas, clavada a una
pequeña estaca clavada en el suelo. Sin embargo, la estaca era solo un minúsculo pedazo de madera apenas
enterrado unos centímetros en la tierra. Y aunque la cadena era gruesa y poderosa me parecía obvio que ese animal
capaz de arrancar un árbol de cuajo con su propia fuerza, podría, con facilidad, arrancar la estaca y huir.

El misterio es evidente: ¿Qué lo mantiene entonces? ¿Por qué no huye? Cuando tenía 5 o 6 años yo todavía en la
sabiduría de los grandes. Pregunté entonces a algún maestro, a algún padre, o a algún tío por el misterio del
elefante. Alguno de ellos me explicó que el elefante no se escapaba porque estaba amaestrado. Hice entonces la
pregunta obvia: -Si está amaestrado, ¿por qué lo encadenan? No recuerdo haber recibido ninguna respuesta
coherente. Con el tiempo me olvide del misterio del elefante y la estaca... y sólo lo recordaba cuando me encontraba
con otros que también se habían hecho la misma pregunta.

Hace algunos años descubrí que por suerte para mí alguien había sido lo bastante sabio como para encontrar la
respuesta: El elefante del circo no se escapa porque ha estado atado a una estaca parecida desde muy, muy
pequeño. Cerré los ojos y me imaginé al pequeño recién nacido sujeto a la estaca. Estoy seguro de que en aquel
momento el elefantito empujó, tiró, sudó, tratando de soltarse. Y a pesar de todo su esfuerzo, no pudo. La estaca era
ciertamente muy fuerte para él. Juraría que se durmió agotado, y que al día siguiente volvió a probar, y también al
otro y al que le seguía... Hasta que un día, un terrible día para su historia, el animal aceptó su impotencia y se
resignó a su destino.
Este elefante enorme y poderoso, que vemos en el circo, no se escapa porque cree -pobre- que NO PUEDE. Él tiene
registro y recuerdo de su impotencia, de aquella impotencia que sintió poco después de nacer. Y lo peor es que
jamás se ha vuelto a cuestionar seriamente ese registro. Jamás... jamás... intentó poner a prueba su fuerza otra vez...
La Tristeza y la Furia

En un reino encantado donde los hombres nunca pueden llegar, o quizás donde los hombres transitan eternamente
sin darse cuenta...
En un reino mágico, donde las cosas no tangibles, se vuelven concretas.
Había una vez... un estanque maravilloso. Era una laguna de agua cristalina y pura donde nadaban peces de todos los
colores existentes y donde todas las tonalidades del verde se reflejaban permanentemente... Hasta ese estanque
mágico y transparente se acercaron a bañarse haciéndose mutua compañía, la tristeza y la furia.
Las dos se quitaron sus vestimentas y desnudas las dos entraron al estanque. La furia, apurada (como siempre está
la furia), urgida -sin saber por qué- se bañó rápidamente y más rápidamente aún, salió del agua... Pero la furia es
ciega, o por lo menos no distingue claramente la realidad, así que, desnuda y apurada, se puso, al salir, la primera
ropa que encontró... Y sucedió que esa ropa no era la suya, sino la de la tristeza... Y así vestida de tristeza, la furia se
fue. Muy calma, y muy serena, dispuesta como siempre a quedarse en el lugar donde está, la tristeza terminó su
baño y sin ningún apuro (o mejor dicho, sin conciencia del paso del tiempo), con pereza y lentamente, salió del
estanque. En la orilla se encontró con que su ropa ya no estaba.
Como todos sabemos, si hay algo que a la tristeza no le gusta es quedar al desnudo, así que se puso la única ropa que
había junto al estanque, la ropa de la furia.
Cuentan que desde entonces, muchas veces uno se encuentra con la furia, ciega, cruel, terrible y enfadada, pero si
nos damos el tiempo de mirar bien, encontramos que esta furia que vemos es sólo un disfraz, y que detrás del disfraz
de la furia, en realidad..., está escondida la tristeza.
La Casa Imperfecta

Un maestro de construcción ya entrado en años estaba listo para retirarse a disfrutar su pensión de jubilación. Le
contó a su jefe acerca de sus planes de dejar el trabajo para llevar una vida más placentera con su esposa y su familia.
Iba a extrañar su salario mensual, pero necesitaba retirarse; ya se las arreglarían de alguna manera.

El jefe se dio cuenta de que era inevitable que su buen empleado dejara la compañía y le pidió, como favor personal,
que hiciera el último esfuerzo: construir una casa más. El hombre accedió y comenzó su trabajo, pero se veía a las
claras que no estaba poniendo el corazón en lo que hacía y su trabajo, lo mismo que el de sus ayudantes, era
deficiente.

Era una infortunada manera de poner punto final a su carrera.

Cuando el albañil terminó el trabajo, el jefe fue a inspeccionar la casa y le extendió las llaves de la puerta principal.
"Esta es tu casa, querido amigo -dijo-. Es un regalo para ti".

Si el albañil hubiera sabido que estaba construyendo su propia casa, seguramente la hubiera hecho totalmente
diferente.

¡Ahora tendría que vivir en la casa imperfecta que había construido!

Reflexión: ¿Sí lo hubiera sabido antes, la habría hecho diferente?


Tu vida, ahora, es el resultado de tus actitudes y elecciones del pasado. ¡Tu vida de mañana será el resultado de tus
actitudes y elecciones de hoy!

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