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UNIVERSIDAD NACIONAL DE PIURA

Facultad de Derecho y Ciencias Políticas


“AÑO DEL DIALOGO Y LA RECONCILIACIÓN NACIONAL”

 TEMA:
AUTONOMIA PROCESAL

 CURSO:
SEMINARIO DE DERECHO CONSTITUCIONAL

 DOCENTE:
DR. GUILLERMO CEVALLOS LOPEZ

 INTEGRANTES:

CISNEROS DUQUE KATIA ALEJANDRA


GUERRERO HUALPA MIRTHA TATIANA
URBINA CHAPILLIQUEN ROCIO DEL ABRIL

 CICLO:
XII

 SEMESTRE:
II - 2018

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LA AUTONOMÍA PROCESAL CONSTITUCIONAL

I. INTRODUCCIÓN

El presente trabajo tiene como objeto el tratamiento del principio de autonomía


procesal constitucional. Este principio establece una potestad del juez constitucional
para la interpretación e integración de las normas procesales constitucionales. En tal
sentido, se abordará la jurisprudencia más representativa del Tribunal Constitucional
al respecto, el análisis de la misma y su fundamento en nuestro ordenamiento
procesal constitucional.

La aparición de este principio en el contexto del derecho procesal constitucional tuvo


lugar en el ámbito de la jurisprudencia constitucional alemana. En efecto, una
dificultad que el Tribunal Constitucional alemán tuvo que enfrentar en los albores de
sus funciones, en la década de 1950, fue el planteamiento de aspectos de naturaleza
procesal que no se hallaban previstos en la Ley del Tribunal Constitucional Federal
alemán y que, aun cuando podían ser resueltos a través de la aplicación supletoria de
las normas procesales ordinarias, tales soluciones resultaban insatisfactorias o
inadecuadas a la finalidad de los procesos constitucionales. La respuesta a este
concreto problema dio lugar al desarrollo de una actividad de interpretación e
integración cuya singularidad residía en su distanciamiento de las regulaciones
procesales ordinarias e, incluso, de los más connotados y tradicionales principios
generales del derecho procesal.

En el tratamiento de esta problemática las respuestas del Tribunal Constitucional


alemán se han sustentado en premisas relativas a su reivindicación de su condición
de “Señor del proceso” o en otras donde ha puesto de la “particularidad del proceso
constitucional”, la potestad que detenta para “conformar su proceso en amplia
medida”, la naturaleza “lagunosa” de la regulación procesal constitucional, entre
otras.

Como no podía ser de otro modo, este problema también se ha planteado en el


derecho procesal constitucional peruano y, concretamente, en la función jurisdiccional
del Tribunal Constitucional peruano. El Código Procesal Constitucional, la Ley
Orgánica del Tribunal Constitucional y el Reglamento Normativo del Tribunal
Constitucional, pero fundamentalmente el primero, regulan en detalle los procesos
constitucionales. No obstante ello, la detección de lagunas e indeterminaciones en
este conjunto de normas procesales constitucionales no ha sido extraña al Tribunal y,
con ello, el imperativo de su integración o su interpretación (concretización) también
se ha planteado ante el Tribunal Constitucional.

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La jurisprudencia es una forma de creación o producción del derecho. Desde una
perspectiva general, los jueces crean normas sustantivas y procesales. Si esto es así,
debe indagarse sin embargo dónde reside entonces la peculiaridad o lo particular del
principio de autonomía procesal constitucional. Al margen de la denominación,
importa establecer si existe un rasgo particular de la actuación del Tribunal
Constitucional en la configuración de los procesos constitucionales que difiere de
aquella que efectúa la judicatura ordinaria ejerce en los procesos ordinarios.

II. AUTONOMÍA PROCESAL CONSTITUCIONAL: CONCEPTO

La autonomía procesal constitucional denota la potestad de creación judicial del


derecho, más específicamente, la potestad de creación judicial del derecho procesal
constitucional. Se trata de la creación de derecho procesal constitucional, pero no
derecho constitucional sustantivo. En tanto se trata de creación judicial, ella viene a
ser el producto del ejercicio de función jurisdiccional y, por ello, son las resoluciones
(autos y sentencias) los medios a través de los cuales se crea ese derecho procesal
constitucional.

Las normas procesales constitucionales creadas en virtud del principio de autonomía


procesal constitucional deben ser distinguidas de las regulaciones del proceso que
de modo complementario (praeter legem) a las normas procesales constitucionales
(Código Procesal Constitucional y Ley Orgánica del Tribunal Constitucional) expide el
Tribunal Constitucional (Reglamento Normativo del Tribunal Constitucional).
Evidentemente, si bien el elemento común entre ambos es la creación o el
establecimiento de normas procesales constitucionales, el título bajo el que son
realizadas es absolutamente diferente. Una se realiza bajo el título de una potestad
normativa, la otra, en cambio, en ejercicio de una función jurisdiccional. Este
principio aparece como una concreta respuesta a un problema concreto inherente a
todo proceso constitucional. Por esto, adviene como una forma de derecho judicial
del derecho procesal constitucional.

Cuando se afirma que se trata de derecho judicial, debe precisarse que, en principio,
ello compete a todo órgano jurisdiccional que conoce y resuelve procesos
constitucionales. Desde tal perspectiva, resulta claro que también los jueces ordinarios
cuando han de integrar y, así, crear derecho procesal constitucional, concretamente
en lo que concierne a los procesos de tutela de derechos hábeas corpus, amparo,
hábeas data y cumplimiento. Sin embargo, dado que hay un supremo intérprete de la
Constitución, también a éste corresponde la supremacía de la interpretación del
derecho procesal constitucional. Así, los pronunciamientos de los jueces del poder

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judicial estarán siempre “bajo condición”. Por esta razón, la potestad de creación de
derecho procesal constitucional está reservada al Tribunal Constitucional. Así las
cosas, en sentido estricto, la autonomía procesal constitucional viene a ser la potestad
de creación judicial de derecho procesal constitucional por el Tribunal Constitucional.

III. NATURALEZA DE LA AUTONOMÍA PROCESAL DEL TRIBUNAL


CONSTITUCIONAL

La naturaleza de la autonomía encuentra su raíz en dos principios del Estado


Constitucional; uno propio del Derecho privado, en virtud del cual nadie está obligado
a hacer lo que la ley no manda, ni impedido de hacer lo que ella no prohíbe, fundado
en la autonomía de la voluntad privada. Otro propio del Derecho público, basado en la
autonomía de los poderes públicos y los organismos constitucionales, que encuentra
su fundamento en el principio de división y control de poderes.

La autonomía procesal de los procesos constitucionales se asienta en la idea de la


autonomía del Derecho Público; la misma que tiene su razón de ser en la
Constitución como norma suprema –lex legis– y como norma fuente de Derecho –
norma normarum-: En virtud de la cual emana su fuerza normativa para: por un lado,
subordinar a las normas legales como los códigos procesales a los mandatos
constitucionales y; por otro lado, ser fuente de creación del Derecho, es decir principio
y límite para la expedición de las normas legales y la jurisprudencia constitucional.

Es que no sólo la ley crea el Derecho sino también la jurisprudencia constitucional; al


respecto, CAPPELLETTI, ha señalado que “la interpretación que reconoce a los jueces una
función creadora de la elaboración de las leyes y en la evolución de los valores parece a
la vez inevitable y legítima, siendo el verdadero problema concreto un
problema del grado de la fuerza creadora o de las autolimitaciones”.

Por ello, la autonomía en el Derecho público se funda en el derecho objetivo,


establecido en el sistema de fuentes del Derecho, donde no sólo las normas, sino
también la jurisprudencia, de manera subsidiaria, se constituyen en fuente de
irradiación del Derecho. Tal es el caso de las sentencias del Tribunal Constitucional, que
habiendo sido emitidas por el supremo intérprete de la Constitución, constituyen una
fuente del Derecho y vinculan a todos los poderes del Estado, puesto que todos
estamos bajo la Constitución; pero los jueces dicen en última instancia qué es la
Constitución.

Entonces, la autonomía es tanto un atributo de un poder u organismo independiente


como la capacidad de actuación de dicho organismo constitucional –como el Tribunal
Constitucional– para cumplir sus fines de control constitucional con las limitaciones y
responsabilidades que la propia Constitución y las leyes establecen.

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Así, las implicancias que se derivan de reconocer la especial naturaleza del Tribunal
Constitucional, en tanto órgano constitucional, jurisdiccional y político, y su posición en
nuestro ordenamiento jurídico, en tanto supremo intérprete de la Constitución, no son
irrelevantes. En efecto, en el marco de un Estado constitucional y democrático de
Derecho, la labor del Tribunal Constitucional es de integración jurídica de las normas,
fallos y actos presuntamente violatorios con la Constitución. En dicha labor integradora
se manifiesta:

“ (…) la vinculación que existe entre integración material y legitimidad específica. La


jurisprudencia de carácter formalista, que relativiza estos hechos a favor del
ordenamiento de los órganos y las funciones prescritas en la Constitución, no hace sino
invertir el orden de prelación de importancia que de forma contundente quiere establecer
la Constitución.”.

Por ello, la labor del Tribunal Constitucional trasciende la labor jurisdiccional del juez
ordinario, a quien revisa, en última y definitiva instancia, sus fallos; motivo por el cual
requiere de un mayor nivel de autonomía procesal que le permita flexibilizar las
formalidades de los procedimientos con el objeto de alcanzar los fines constitucionales
del mismo, a través de un Derecho Constitucional y Procesal dúctil.

En consecuencia, en el actual proceso de fortalecimiento de la democracia, la


autonomía procesal es una necesidad inexorable del Tribunal Constitucional, a través
de su regulación en su Reglamento y sus sentencias, si se quiere cumplir a cabalidad el
principio de supremacía constitucional y la tutela de los derechos fundamentales.

Dicha autonomía –que no es autarquía– le confiere al Tribunal Constitucional un


importante grado de libertad y responsabilidad al momento de definir,
subsidiariamente a la ley, su derecho procesal; permitiéndole desarrollar principios con
pretensión de generalidad a través de la doctrina jurisprudencial y los precedentes
vinculantes –stare decisis–, de modo que puedan ser aplicados a casos similares
posteriores. Al respecto, se ha señalado lo siguiente:

“podríamos calificar la ‘autonomía procesal’, como el perfeccionamiento jurisdiccional


que de su regulación procesal realiza el TC, más allá de los métodos convencionales de
interpretación e integración del Derecho (cuando éstos se revelan insuficientes dada la
especialidad del proceso constitucional). A través de ella, el TC, en el seno de procesos
concretos, crea reglas y principios procesales generales más o menos estables, de acuerdo
con consideraciones de oportunidad.”

Esta última afirmación, ha llevado a algunos autores a proponer la “capacidad cuasi-


legislativa” del Tribunal Constitucional, que si bien tiene un alcance limitado, se origina
en la especial dificultad que tienen las tesis clásicas del proceso para cumplir con los

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fines esenciales de los procesos constitucionales, al no distinguir entre creación de la
ley y creación del Derecho. Más aún, en determinados momentos y casos
constitucionales, parafraseando a Napoleón, “hay que salir de la ley para regresar al
Derecho”. Por cuanto, no es la mera aplicación de la ley, sino la interpretación
constitucional y la argumentación jurídica las que permiten integrar y concretizar las
disposiciones constitucionales a efectos de no dejar de impartir justicia por vacío o
deficiencia de las normas.

Por ello, es aquí donde se sitúa el verdadero debate de los alcances y límites del
quehacer jurisdiccional del Tribunal Constitucional. Estas facultades judiciales de recrear
el Derecho son compatibles con la concepción general de Constitución y proceso
garantistas antes señalada; pero sin llegar a concebir que “el derecho consiste en las
reglas establecidas por los tribunales al decidir los casos y que todo lo demás, incluido
leyes y precedentes pasados, son solamente fuentes del derecho”, como señalaba GRAY.

En suma, si bien delimitar con precisión el contenido de lo que se ha venido a llamar


“autonomía procesal” no es un tarea sencilla, podemos considerar como rasgos
característicos de la misma el que esté reservada al Tribunal Constitucional, en tanto
intérprete supremo de la Constitución. En virtud de la cual, ante las antinomias y
lagunas del derecho, el Tribunal tendrá la posibilidad de desarrollar o reconstruir las
normas constitucionales, sustantivas o procesales, objeto de aplicación, cuando los
métodos tradicionales de interpretación e integración del derecho se demuestren
insuficientes para llevar a cabo las tareas que le son propias, en el ejercicio de sus
funciones como supremo intérprete de la Constitución y, en última instancia, como
vocero del poder constituyente.

Tales funciones reafirman la misión tutelar del Tribunal Constitucional de garantizar los
fines esenciales de los procesos constitucionales: “la primacía de la Constitución y la
vigencia efectiva de los derechos constitucionales” (artículo II del Título Preliminar del
Código Procesal Constitucional). Al respecto, es pertinente señalar que, además de
orientar la labor interpretativa e integradora del Tribunal Constitucional, dichos fines
constitucionales se configuran como límites propios de su autonomía procesal. Así, “[l]a
posición del TC como órgano constitucional y Tribunal especial no sólo resulta ser el
origen de la libertad demostrada en la configuración de su Derecho procesal, sino que
también ha de ser la principal fuente que determine sus límites”.

En consecuencia, esta potestad, como cualquier otra del Tribunal Constitucional,


evidentemente, tiene límites en su ejercicio. Sobre ellos trataremos más adelante, luego
de abordar los argumentos que justifican la incorporación del principio de autonomía
procesal en nuestro sistema constitucional y sus manifestaciones.

1. Legitimidad de la institución

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Desde nuestro punto de vista, existen también razones de carácter histórico, normativo
y técnico – jurídico que confieren legitimidad a la autonomía procesal del Tribunal
Constitucional en nuestro país.

2. Legitimación histórica

Luego de la caída de los autoritarismos con la Segunda Guerra Mundial y la caída del
Muro de Berlín, como fruto del éxito del constitucionalismo europeo, se llevó a cabo
una expansión de los Tribunales Constitucionales en diversas latitudes. Este hecho trajo
consigo tensiones entre la justicia constitucional y los clásicos poderes del Estado
debido al desafío que la creación y el desarrollo de los tribunales constitucionales
representaba frente al tradicional principio de separación de poderes. Cumpliendo, la
justicia constitucional en su versión europea y norteamericana tuvo una labor activa,
convirtiendo a los jueces y tribunales en auténticos recreadores del Derecho.

En el Perú, la creación de la justicia constitucional concentrada se puso en evidencia,


tardíamente, con la Constitución de 1979, a través del denominado Tribunal de
Garantías Constitucionales. Desde su establecimiento, en 1982, hasta su clausura, en
1992 (tras el autogolpe de Estado de Alberto Fujimori), el Tribunal de Garantías
Constitucionales dejó una débil convicción, ante la ciudadanía y ante los poderes
públicos, de ser un auténtico defensor de la constitucionalidad.

Por su parte, con la Constitución de 1993, se incorporó el modelo actual del Tribunal
Constitucional. Sin embargo, en el año 1996, a menos de un año de su instalación,
quedó anulado nuevamente por el gobierno de entonces, luego de que el Congreso
expulsara a tres de sus magistrados, por haber declarado la inconstitucionalidad de la
Ley de reelección presidencial. Habiendo quedado mutilado el Tribunal Constitucional,
con solo cuatro magistrados, se hizo imposible que pudiera resolver demandas de
inconstitucionalidad contra leyes.

Estos hechos ponen en evidencia que, en un inicio, no existió una verdadera reflexión
sobre la posición y función democrática del Tribunal Constitucional, así como
convicción sobre la implementación de la justicia constitucional concentrada como
órgano de control constitucional en nuestro ordenamiento jurídico. Al parecer, la
creación de este órgano respondió, en un primer momento, a la desconfianza que el
Poder Judicial despertó en los constituyentes de 1979 y a su arraigada necesidad por
los constituyentes de 1993.

No obstante, tras su recomposición democrática, en el año 2002, el Tribunal


Constitucional ha cobrado un rol más activo, asumiendo no sólo la defensa del

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principio de supremacía constitucional y la tutela de derechos fundamentales, sino
también la labor de preservar valores constitucionales como son la justicia, la
transparencia y, en el marco de la lucha anticorrupción, el fortalecimiento democrático
de nuestro país.

Es en este contexto que adquiere pleno sentido legitimar la “autonomía procesal” del
Tribunal Constitucional, a fin de permitir que este órgano, ante el vacío o deficiencia de
la ley, configure su derecho procesal de modo que le sea posible adecuar las
formalidades del proceso al cumplimiento de sus fines constitucionales; y es que “(…) el
Tribunal Constitucional es la verdadera ‘corporeización’ de la Constitución, tanto para
su garantía y protección como para su desarrollo y adaptación a lo largo del tiempo”.

3. Legitimación normativa

En cuanto al fundamento de carácter normativo podemos hacer referencia al artículo


201° de la Constitución, que establece: “El Tribunal Constitucional es el órgano de
control de la Constitución. Es autónomo e independiente. (…)”. El poder constituyente
al consagrar la autonomía e independencia constitucional y política de dicho órgano –
en su relación con los demás poderes y órganos constitucionales del Estado–, y como
órgano jurisdiccional por excelencia, es razonable interpretar que le faculta para gozar
de legitimidad normativa para ejercer limitadamente también su autonomía procesal,
dada su especial naturaleza y posición dentro de nuestro ordenamiento jurídico, como
intérprete supremo de la Constitución.

Por su parte, el artículo III del Título Preliminar del Código Procesal Constitucional
señala que “(…) el Juez y el Tribunal Constitucional deben adecuar la exigencia de las
formalidades previstas en este Código al logro de los fines de los procesos
constitucionales.” De este modo, se reconoce, normativamente, la potestad del Tribunal
Constitucional de adecuar las exigencias de las formalidades previstas en el Código
Procesal Constitucional con el objeto de alcanzar los fines de los procesos
constitucionales.

Esta disposición sustenta también la autonomía procesal del Tribunal Constitucional en


la medida que reconoce a su favor la potestad de adecuar las formalidades
contempladas en el Código Procesal Constitucional y, en particular, en los códigos
procesales adjetivos que se aplican supletoriamente, cuando ello sea necesario para dar
cumplimiento a los fines esenciales de los procesos constitucionales que, de
conformidad con el artículo II del Título Preliminar del Código Procesal Constitucional,
son los de “garantizar la primacía de la Constitución y la vigencia efectiva de los
derechos constitucionales”.

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4. Legitimación técnico – jurídica

Atendiendo a la especialidad del Derecho Procesal Constitucional, en tanto Derecho


Constitucional concretizado, es posible sostener que ante el vacío o la deficiencia
legislativa, no siempre es pertinente recurrir supletoriamente a los códigos procesales
afines a la materia discutida, por resultar insuficientes para resolver conflictos de
naturaleza constitucional. En consecuencia, el Tribunal Constitucional ha llevado a cabo
una labor de recreación y reinterpretación de aquellas normas procesales que resulten
insuficientes para garantizar el objetivo de los procesos constitucionales. Por ello, se ha
opinado en el sentido de admitir que:

“[l]os Tribunales constitucionales, a diferencia de los otros jueces, gozan en general de


márgenes de discrecionalidad significativos según la interpretación y la aplicación de las
reglas procesales, que les permitan modificar la praxis anterior o derogar las normas
procesales; pueden aprobar autónomamente normas integrativas o bien adoptar
decisiones procesales.”

Se deja atrás la atávica idea de Montesquieu sobre la naturaleza del juez como aquel
poder nulo, que es sólo la boca que pronuncia las palabras establecidas por la
ley.

Cabe señalar que esta tarea exige del Tribunal Constitucional una especial calificación
en la integración de sus miembros, toda vez que está facultado para declarar la
inconstitucionalidad de las normas legales y conocer en última y definitiva instancia las
resoluciones denegatorias de hábeas corpus, amparo, hábeas data y proceso de
cumplimiento; y resolver en única y definitiva instancia los procesos competenciales
(artículo 202° de la Constitución). Dichas competencias, que le han sido conferidas
constitucionalmente, dan cuenta de su carácter de supremo intérprete de la
Constitución.

Atendiendo a ello, y tal como hemos señalado en anteriores trabajos, un magistrado


del Tribunal Constitucional debe ser, ante todo, un jurista que a través de la ciencia
constitucional y de sus cualidades humanas, pueda aportar sus conocimientos del
Derecho y su experiencia frente a las causas, manteniendo neutralidad,
incorruptibilidad y claridad en sus opiniones. Solo así, el Tribunal Constitucional estará
en la capacidad de dar una respuesta razonada, justificada y coherente ante los
problemas que se generen como consecuencia de los vacíos o deficiencias de la ley
procesal.

IV. AUTONOMÍA PROCESAL EN LA ACCIÓN, JURISDICCIÓN Y PROCESO

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En el Perú la autonomía procesal del Tribunal Constitucional es un principio e instituto
embrionario que ha permitido que dicho órgano constitucional perfeccione, a través de
su Reglamento Normativo y, sobre todo, sus resoluciones, su rol tutelar de los derechos
fundamentales y de defensa de la primacía de la Constitución, que le es inherente. Por
ello, a continuación, identificaremos algunas de las manifestaciones que ha tenido la
autonomía procesal del Tribunal Constitucional, a través de la acción, jurisdicción y el
proceso.

1. El Reglamento normativo del Tribunal Constitucional

El segundo párrafo del artículo 2° de la Ley Orgánica del Tribunal Constitucional –Ley
28301– establece lo siguiente:

“[e]l Tribunal puede dictar reglamentos para su propio funcionamiento, así como sobre el
régimen de trabajo de su personal y servidores dentro del ámbito de la presente Ley.
Dichos reglamentos, una vez aprobados por el pleno del Tribunal y autorizados por su
Presidente, se publican en el Diario Oficial El Peruano.”

Mediante la citada disposición, la Ley Orgánica del Tribunal Constitucional, le delega


positivamente a dicho órgano constitucional la potestad de reglamentar su propio
funcionamiento; así como el régimen de trabajo de su personal y servidores. En
ejercicio de esta facultad delegada por el legislador, en la sesión del día 14 de
setiembre de 2004, el Pleno del Tribunal Constitucional aprobó el Reglamento
Normativo correspondiente a su funcionamiento y al Régimen de trabajo de su
personal y servidores, mediante Resolución Administrativa N.° 095-2004-P/TC.

En la parte considerativa de dicha Resolución, el Pleno del Tribunal Constitucional


expresa la necesidad de contar con disposiciones normativas internas que permitan
reordenar y mejorar aspectos jurisdiccionales con el objeto de que los procesos
constitucionales puedan ser resueltos en el menor tiempo posible. De esta manera se
ha fijado reglamentariamente cuestiones de carácter procedimental, que regulan la
tramitación de algunos procesos que tienen lugar ante el Tribunal Constitucional.

Por un lado, ello se pone en evidencia en el artículo 11° del citado Reglamento
Normativo, que señala:

(…) una de las Salas se encargará de calificar la procedencia de las causas que lleguen al
Tribunal. La Sala determinará si, tras la presentación de los recursos de agravio
constitucional, se debe ingresar a resolver sobre el fondo. Para realizar tal análisis,
aparte de los criterios establecidos en el artículo 18º del Código Procesal
Constitucional, la Sala declarará su improcedencia, a través de un Auto, en los

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siguientes supuestos: si el recurso no se refiere a la protección del contenido esencial
del ámbito constitucionalmente protegido de un derecho fundamental; si el objeto del
recurso, o de la demanda, es manifiestamente infundado, por ser fútil o inconsistente;
o, si ya se ha decidido de manera desestimatoria en casos sustancialmente idénticos,
pudiendo acumularse. (…)

La justificación de esta norma radica en el desmesurado aumento de carga procesal


que ha sufrido el Tribunal Constitucional desde su creación[50]. Si bien, esto es una
muestra de la confianza que los ciudadanos han ido depositando en este órgano
constitucional, no se puede perder de vista que la sobrecarga procesal del Tribunal
Constitucional podría incidir negativamente en el rol tutelar de los derechos
fundamentales que la Constitución le reconoce.

Por otro lado, en su artículo 13° A se ha establecido que:

“El Pleno o las Salas pueden solicitar los informes que estimen necesarios a los órganos
de Gobierno y de la Administración y requerir respuesta oportuna de ellos, de acuerdo al
artículo 119 del Código Procesal Constitucional; así como solicitar información del (los)
amicus curiae (amici curiarum), si fuera el caso, que permita establecer aspectos
especializados que puedan surgir del estudio de los actuados.”

En virtud del cual se regula la capacidad del Pleno o Salas que, para mejor
resolver, pueden solicitar informes a las entidades estatales; así como a los particulares,
a través de la incorporación de la figura del amicus curiae, cuya intervención puede
contribuir a dar solución a cuestiones controvertidas y que presenten importantes
problemas éticos o de otra índole. Es así que la incorporación de este “amigo de la
corte”, responde a las necesidades de una moderna regulación procesal, vinculada al
principio de socialización; en virtud del cual se pretende alcanzar la democratización
del proceso.

Así, en el ejercicio de su autonomía procesal, y sin transgredir las normas


constitucionales y legales que regulan su quehacer jurisdiccional, el Tribunal
Constitucional ha procedido a regular, por un lado, la forma en que debe organizarse la
tramitación de los expedientes que ingresen a esta sede, con la finalidad de llevar a
cabo, de manera más efectiva, su función de control de la constitucionalidad y de
protección de los derechos fundamentales; como, por otro lado, la incorporación
del amicus curiae en la práctica no sólo para solicitar informes, sino también para
recibirlos.

2. Jurisprudencia constitucional sobre la materia

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En el Perú, la doctrina jurisprudencial sobre la materia se ha referido al “principio de
autonomía procesal” que alude a la facultad del Tribunal Constitucional, en virtud de la
cual tiene la posibilidad de desarrollar y complementar la regulación procesal
constitucional, en el marco de los principios generales del Derecho Constitucional
material y de los fines de los procesos constitucionales[54]. En tal sentido, y ante la
ausencia de regulación positiva sobre la materia, el Tribunal Constitucional ha
incorporado dentro de los institutos de la acción, la jurisdicción y el proceso
determinadas garantías procesales.

a) Acción

Básicamente, en cuanto a la acción –entendida ésta como el derecho de activar la


actividad jurisdiccional del Estado–, se puede dar cuenta de (1) la figura del
litisconsorte facultativo, (2) del “partícipe’’, así como (3) de la legitimidad procesal
activa de los Colegios Profesionales en los procesos de inconstitucionalidad de las
normas legales.

(1) La incorporación del la figura del litisconsorte facultativo por parte del Tribunal
Constitucional tuvo lugar en el marco de un proceso de inconstitucionalidad instaurado
por el Presidente de la República contra una Ordenanza Regional (Exp. N.° 020-2005-
AI/TC); puesto que 31 integrantes del Congreso de la República solicitaron ser
incorporados en dicho proceso como litisconsortes facultativos.

Luego de constatar que el Código Procesal Constitucional no establece, expresamente,


la institución del litisconsorte facultativo en el proceso de inconstitucionalidad, el
Tribunal Constitucional, en ejercicio de su autonomía procesal, declaró ser competente
para cubrir dicha laguna de la legislación procesal. Habida cuenta que ante un proceso
eminentemente público, como la declaración de inconstitucionalidad de una ley, no es
lógico aplicar supletoriamente el Código Procesal Civil.

Por cuanto la declaración de inconstitucionalidad es el proceso constitucional por


excelencia que no se condice con las reglas del principio dispositivo de las partes del
Código Procesal Civil, al punto que “admitida la demanda, y en atención al interés
público de la pretensión discutida, el Tribunal Constitucional impulsará el proceso de
oficio con prescindencia de la actividad o el interés de la partes. El proceso sólo termina
por sentencia”, señala el artículo 106º del Código Procesal Constitucional. Lo que pone
en evidencia que la naturaleza de las partes y el carácter de su actuación procesal está
subordinada al interés público del proceso constitucional, conforme a la interpretación
razonable que realice el TC, en el marco de su autonomía procesal.

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Así, luego de reconocer el carácter de numerus clausus con el que se ha regulado la
legitimación activa en el proceso de inconstitucionalidad, el Tribunal Constitucional
estableció que:

“solo pueden actuar en la calidad de litisconsortes facultativos los órganos y sujetos a los
que se refiere el artículo 203° de la Constitución Política del Estado, y dentro de las
características y limitaciones propias de un proceso objetivo como éste.“

En consecuencia, admitió la solicitud planteada por los integrantes del Congreso, toda
vez que dicho número de congresistas se encuentra legitimado para interponer una
demanda de inconstitucionalidad, de conformidad con el artículo 203° de la
Constitución.

(2) En el marco de otro proceso constitucional (Exp. N.° 0025-2005-PI/TC y 0026-2005-


PI/TC, acumulados), el Tribunal Constitucional evaluó la pertinencia de aplicar
supletoriamente al proceso de inconstitucionalidad la regulación del Código Procesal
Civil relativa a la intervención de sujetos procesales que no son parte demandada ni
demandante y concluyó lo siguiente:

[e]n este contexto, tanto la institución del litisconsorcio como la del tercero (…) han de ser
excluidas debido a que el presupuesto de su intervención es que el sujeto a ser
incorporado detente un derecho subjetivo o interés que pudiera verse afectado con la
sentencia. Es precisamente este elemento el que descarta la posibilidad de aplicar estas
instituciones dado que (…) el presupuesto de la incorporación al proceso de
inconstitucionalidad de otros sujetos, distintos al emisor de la norma impugnada, es
totalmente diferente.”

Es así que, en aplicación del principio de autonomía procesal, el Tribunal Constitucional


incorporó la figura del “partícipe” al proceso de inconstitucionalidad.

El sustento de dicha inclusión radica en el interés del Tribunal Constitucional de


enriquecer los puntos de vista a partir de los cuales deberá examinar el proceso de
inconstitucionalidad; más aún si la intervención de los partícipes en el proceso no
obedece a la defensa de interés o derecho alguno, sino más bien, tiene por objeto
aportar una tesis interpretativa en la controversia constitucional.

Así, en otro pronunciamiento, el Tribunal Constitucional señaló que para dar


cumplimiento a sus fines constitucionales, el partícipe deberá ser notificado de la
demanda y de la contestación, teniendo la posibilidad solamente de presentar informe
escrito e intervenir en la vista de la causa: “[s]iendo la razón y propósito de su
intervención enriquecer el proceso interpretativo en la controversia, es su intervención
en la vista de la causa el momento estelar y trascendental de su actuación.”

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Finalmente, el Tribunal Constitucional ha advertido la importancia de que la
intervención del partícipe no ocasione el entorpecimiento del procedimiento ni de las
actuaciones procesales ordenadas por éste, en tanto director del proceso.

(3) En nuestro ordenamiento jurídico-constitucional, los colegios profesionales, de


conformidad con el artículo 203º, inciso 7) de la Constitución y los artículos 98º y 99º
del Código Procesal Constitucional, gozan de legitimación activa para interponer
demandas de inconstitucionalidad, pero en las materias de su especialidad. Esto se
justifica en la medida que

(…) debido a la particularidad, singularidad y especialidad de los conocimientos


científicos y técnicos que caracterizan a las diferentes profesiones (Medicina, Abogacía,
Ingeniería, Arquitectura, Contabilidad, Química-farmacéutica, Periodismo, Psicología y
Biología, entre otras), estas instituciones se sitúan en una posición idónea para poder
apreciar, por una parte, si una determinada ley o disposición con rango de ley –que
regula una materia que se encuentra directamente relacionada con los conocimientos de
una determinada profesión– vulnera disposiciones de la Norma Fundamental; y, por otra,
si resulta necesaria la expedición de una determinada ley que regule las materias que se
encuentren relacionadas con los referidos conocimientos.

Sin embargo, estando expresamente prevista la legitimación activa de los colegios


profesionales en los procesos de inconstitucionalidad, el Tribunal Constitucional ha
delimitado el marco sustantivo y procesal de los mismos. Así, desde la perspectiva
sustantiva, se reconoce que de los roles constitucionales que le corresponde
desempeñar, tal vez el de velar por la vigencia del principio de supremacía
constitucional sea uno de los de mayor relevancia.

Por su parte, la perspectiva procesal nos indica, de acuerdo con lo señalado por el
supremo intérprete de la Constitución que, por un lado, los colegios profesionales, si
bien tienen legitimidad procesal para interponer demandas de inconstitucionalidad, no
pueden cuestionar cualquier tipo de leyes, sino aquellas circunscritas a su ámbito de
conocimientos; y, de otro, que esta legitimidad no puede servir de instrumento para
viabilizar, soterradamente, intereses particulares o de grupos de presión, sino más bien
accionar en cautela de intereses generales o que atañen a la sociedad en su conjunto.

La regulación jurisprudencial complementaria realizada por el TC de los sujetos o partes


procesales atípicos y de las características necesarias para la legitimidad procesal es
imposible de realizarse sin un mandato legal en una lógica procesal clásica. Sin
embargo, en los procesos constitucionales la reserva de ley no constituye una
condición absoluta ante los vacíos o lagunas de las normas procesales constitucionales,
en razón del principio jurídico de la supremacía constitucional. Ello sólo es posible de
concretizarse en base a la autonomía procesal del TC en tanto que este órgano no sólo

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interpreta la Constitución y las leyes en función de la norma suprema, sino que
extraordinariamente también puede crear Derecho procesal para no dejar de impartir
justicia constitucional ante el vacío o deficiencia de la ley procesal ordinaria..

b) Jurisdicción

Al relacionar la autonomía procesal del Tribunal Constitucional con la jurisdicción, es


decir, con la potestad que emana de la soberanía del Estado para realizar el Derecho a
través de la solución de las controversias jurídicas, se puede apreciar que aquella se ha
ido manifestando, principalmente, cuando, por ejemplo, definió su competencia para
realizar el control constitucional de las leyes que entraron en vigencia con anterioridad
a la creación e implementación del Tribunal Constitucional en nuestro sistema
ordenamiento jurídico.

Así, señaló que tratándose de leyes o normas con rango de ley anteriores a la
constitución del Tribunal, el plazo para interponer la acción de inconstitucionalidad no
podía comenzar a contarse sino a partir del día en que éste quedó constituido; vale
decir, a partir del 24 de junio de 1996.

También se puede señalar el caso de la sentencia de inconstitucionalidad de la


derogada Ley Wolfenson, en la medida que el TC interpretó en base a su autonomía
procesal que era factible la declaración de invalidez de los efectos jurídicos de una
norma legal derogada; por cuanto, la inconstitucionalidad no sólo era posible
declararla sobre el texto de la ley –entendido como disposición o norma-, sino también
contra los perniciosos efectos jurídicos en la lucha anticorrupción que aún continuaban
rigiendo en el tiempo, a pesar de su origen constitucional espurio.

Esta sentencia del Tribunal Constitucional peruano fue un caso de laboratorio del
ejercicio razonable de su autonomía procesal, ya tempranamente, sostenida por Hans
Kelsen con respecto al control de constitucionalidad de leyes derogadas .

Del mismo modo, aunque ahora ha sido recogida en el Reglamento Normativo del
Tribunal Constitucional, la figura procesal del amicus curiae ha realizado una
configuración propia. Ello en el sentido que es el propio Tribunal el que define quiénes
son sus amici y el momento procesal en el que pueden actuar en el marco de un
proceso constitucional. Del mismo modo ha definido las facultades y límites de los
mismos.

Así, por ejemplo, cuando el Instituto de Defensa Legal puso a consideración del
Tribunal Constitucional su Informe Amicus Curiae, en relación a las acciones de
inconstitucionalidad promovidas por la Defensoría del Pueblo contra la Ley N.° 24150 y
el Código de Justicia Militar; o en el caso de la demanda de inconstitucionalidad contra

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dos ordenanzas regionales relacionadas con el cultivo de la hoja de coca, proceso en el
cual la Defensoría del Pueblo se presentó como amicus curiae.

Igual consideración merecen, es decir, como una manifestación de la autonomía


procesal del Tribunal, aquellos casos en los que se ha constituido al lugar de la
supuesta afectación de los derechos fundamentales –visita in loco– o de otros bienes
constitucionales; o cuando, no obstante no estar previsto en su normativa procesal, y
con un criterio de razonabilidad, ha estimado pertinente recepcionar informes de
hechos en las audiencias públicas o de vista de la causa.

Muchos institutos procesales no son concordantes con los fines de los procesos
constitucionales; de allí que en el Código Procesal Constitucional el legislador haya
suprimido algunos institutos como la reconvención, el abandono, la etapa probatoria
propiamente dicha, la nulidad de sentencias, la recusación de magistrados, o, que a
través de la jurisprudencia vinculante el TC haya incorporado nuevos institutos o les
haya dotado de contenido constitucional a los existentes; lo cual ha permitido valorar
de manera diferente a las disposiciones procesales señaladas.

De allí que los institutos procesales ordinarios semánticamente pueden ser idénticos
a los del CPConst., pero en los procesos constitucionales adquieren sustancialmente un
significado diferente acorde con los principios y valores constitucionales. Actuación que
se fundamenta en la autonomía procesal, entendida como la capacidad del TC para
establecer reglas vinculantes ante los vacíos procesales legales o suplir las deficiencias
procesales de las mismas, a través de la utilización de los principios y métodos de
interpretación constitucionales.

c) Proceso

Pero también propiamente en relación con el proceso –que es el medio o instrumento


mediante el cual se actúa la jurisdicción del Estado– en sí, el Tribunal Constitucional ha
tenido la oportunidad de recurrir a su autonomía procesal para dar plena vigencia a los
principios del pro homine, pro actione y de precaución. Así, dicha autonomía se
manifiesta cuando se pronuncia más allá del petitorio de la demanda en aras de una
adecuada protección de los derechos fundamentales, especialmente, en los procesos
constitucionales de amparo; de esta manera, bajo una interpretación conforme con los
principios señalados, se pronuncia distanciándose de la concepción clásica del principio
de congruencia procesal, según el cual el juez no puede fallar otorgando más ni menos
de lo pedido o algo no solicitado por el demandante.

Los tipos de hábeas corpus y su desarrollo jurisprudencial también constituye, en


último término, la manifestación de la autonomía procesal que ostenta el Tribunal; de
la misma forma como lo es la configuración jurisprudencial de algunos derechos

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fundamentales como el derecho a la verdad y el derecho de acceso a la justicia. En
otros casos, dicha autonomía se refleja cuando el Tribunal Constitucional, en virtud de
los principios procesales de economía y celeridad, y aun cuando no existe una norma
que así lo prevea, reconduce un determinado proceso constitucional a otro. Por
ejemplo, cuando estima que en una demanda de hábeas corpus no existe una
afectación concreta o una amenaza cierta e inminente de la libertad personal, lo
reconduce como una demanda de amparo y se pronuncia sobre el mismo.

El establecimiento de los tipos de sentencias de inconstitucionalidad de las normas


legales, quizás es la expresión más acabada de la autonomía procesal del Tribunal. Fue
desarrollado de manera sistemática por vez primera por el Tribunal Constitucional
peruano cuando resolvió un proceso de inconstitucionalidad interpuesto contra la
legislación antiterrorista. En dicho proceso se puso en evidencia que la declaración de
inconstitucionalidad de una norma puede terminar siendo más gravosa, desde un
punto de vista político, jurídico, económico o social, que su permanencia dentro del
ordenamiento jurídico. Ello se debe a que el vacío normativo suscitado tras la
declaración de inconstitucionalidad de una ley (u otra norma con rango de ley) puede
ser perjudicial para la sociedad.

Es así que sobre la base de la distinción entre disposición –es decir, el enunciado
lingüístico, texto o conjunto de palabras– y norma –esto es, el (los) sentido(s)
interpretativo(s) que derivan de la disposición–, el Tribunal Constitucional peruano
desarrolló sentencias de principio, a partir de la interpretación del sentido y alcance de
las normas constitucionales, a fin de integrar la jurisprudencia y colmar los vacíos
normativos. De acuerdo a la clasificación elaborada por el Tribunal Constitucional[78],
dichas sentencias pueden ser:

A. Sentencias estimativas.- Son aquellas que declaran fundada una demanda. Su


consecuencia es la eliminación o expulsión de la norma inconstitucional del
ordenamiento jurídico y, a su vez, se clasifican en:

a. Sentencias de simple anulación: dejan sin efecto una parte o la integridad del
contenido de un texto normativo.

b. Sentencias interpretativas propiamente dichas: declaran la inconstitucionalidad


de una interpretación errónea efectuada por algún operador judicial.

c. Sentencias interpretativas-manipulativas (normativas): detectan y determinan la


existencia de un contenido normativo inconstitucional dentro de una ley o
norma con rango de ley. La elaboración de este tipo de sentencias se sujeta

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alternativa y acumulativamente a dos tipos de operaciones: la ablativa y la
reconstructiva. Adicionalmente, las sentencias interpretativas-manipulativas
admiten la siguiente clasificación: sentencias reductoras, sentencias aditivas,
sentencias sustitutivas, sentencias exhortativas y sentencias estipulativas.

B. Sentencias desestimativas.- Son aquellas que declaran, según corresponda,


inadmisible, improcedente o infundada la demanda.

De acuerdo a lo expresado por el propio Tribunal Constitucional, el fundamento de las


sentencias interpretativas se encuentra en los artículos 38º, 45º y 51º de la
Constitución, que la reconocen como norma jurídica (suprema); así como en el
principio de presunción de constitucionalidad de las leyes, derivado de los artículos
102° inciso 2, 103º y 109° de la Constitución.

Sobre este punto, aún resta señalar que, en la sentencia recaída en el Exp. N.° 030-
2005-AI/TC, el propio Tribunal Constitucional estableció límites a su labor interpretativa
e integrativa, señalando que:

a) En ningún caso podrá vulnerar el principio de separación de poderes dado que

“las sentencias interpretativas e integrativas sólo pueden concretizar una


regla de derecho a partir de una derivación directa de las disposiciones
de la Constitución e incluso de las leyes dictadas por el Parlamento
‘conforme a ellas’”(fundamento 61-a).

b) No cabe emitirlas cuando el vacío normativo de la declaración de


inconstitucionalidad pueda ser cubierto de varias maneras.

“En dichos casos, corresponde al Congreso de la República y no a este


Tribunal optar por alguna de las distintas fórmulas constitucionales que
permitan reparar la inconstitucionalidad, en la que la ley cuestionada
incurre, por lo que sólo compete a este Tribunal apreciar si ella es
declarada de inmediato o se le concede al Parlamento un plazo
prudencial para actuar conforme a sus competencias y atribuciones.”
(fundamento 61-b)

c) Sólo pueden ser dictadas, con las limitaciones que la Constitución y las leyes
establecen (artículo 45° de la Constitución), para evitar que la declaración de
inconstitucionalidad de una norma con rango de ley genere efectos aún más perversos
–e inconstitucionales– para el Estado constitucional y democrático de Derecho, que su
permanencia en el ordenamiento jurídico. (fundamento 61-c)

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d) Resultan legítimas sólo si el Tribunal Constitucional argumenta debidamente las
razones y los fundamentos normativos constitucionales que justifican su dictado.
(fundamento 61-d)

e) Su emisión requiere de la mayoría calificada de votos de los miembros de dicho


Tribunal (fundamento 61-e)

De acuerdo a lo expresado en el texto de la sentencia, estas limitaciones constituyen un


precedente de observancia obligatoria, en aplicación del artículo VII del Título
Preliminar del Código Procesal Constitucional que establece que: “las sentencias del
Tribunal Constitucional que adquieran la autoridad de cosa juzgada constituyen
precedente vinculante cuando así lo exprese la sentencia, precisando el extremo de su
efecto normativo”.

Otros pronunciamientos en los cuales el Tribunal Constitucional también se ha remitido


al principio de autonomía procesal son:

– A efectos de realizar un cambio de precedente en materia pensionaria. En efecto, en


la sentencia recaída en el expediente N.° 1417-2005-AA/TC, que constituye un
precedente, el Tribunal Constitucional determinó el contenido esencial
constitucionalmente protegido del derecho fundamental a la pensión de jubilación;
distinguiendo el contenido esencial, del contenido no esencial y del contenido adicional.
Al respecto, señaló que: “dicho cambio de precedente se encuentra amparado por el
principio de autonomía procesal que informa a las funciones de valoración, ordenación y
pacificación de este Tribunal (…)”

– Asimismo, en la sentencia recaída en el expediente N.° 4119-2005-AA/TC, en que se


desarrolla el tema de la sentencia constitucional, el Tribunal ha puesto especial énfasis
en la posición de primer orden que la sentencia constitucional ostenta entre las
decisiones del Estado Democrático de Derecho, dadas sus particulares características.
Respecto de tales características ha señalado que:

” [l]a configuración del proceso mismo queda sujeta, en buena parte, a la capacidad
procesal del Tribunal para “fijarse” sus propios límites (piénsese en el principio iura nóvit
curia o en las propias lecturas que suele hacer el Tribunal a partir de la narración
propuesta por las partes). El Tribunal ha encontrado, en más de una ocasión, una
pretensión distinta o, en algunos casos, incluso ha podido “convertir” un proceso de
cumplimiento en amparo a efectos de dar “una mejor protección” al recurrente [STC Exp.
N.° 4080-2004-PC/TC].“[84]

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– En otra ocasión, el Tribunal Constitucional invocó su autonomía procesal a efectos de
ir determinando aquellos aspectos del

recurso de agravio constitucional que no fueron intencionalmente regulados por el


legislador y que son necesarios para llevar a cabo sus fines constitucionales.

Se trata de la sentencia recaída en el expediente N.° 2877-2005-PHC, en que el Tribunal


admitió la importancia de implementar disposiciones en su reglamento normativo que,
sin vulnerar los principios procesales generales que se desprenden de la Constitución y
las leyes, regulen la procedencia del recurso de agravio constitucional de manera más
efectiva.

La novedad de incorporar la autonomía procesal del TC yace en que a diferencia de los


jueces ordinarios del Poder Judicial que se encargan, en principio, sólo de aplicar la ley
a través de subsumir el hecho en una norma, su independencia estaba garantizada por
su subordinación a la ley, en los procesos constitucionales los jueces especiales y en
última instancia el Tribunal Constitucional se encarga de controlar a la ley y darle el
sentido interpretativo, inaplicarla o dejarla sin efectos de manera particular o general,
conforme a la norma suprema. Esto solo es posible en la medida que la autonomía
procesal le otorga al TC la capacidad para crear normas procesales, vía su reglamento
y/o sentencias vinculantes, para la consecución de los fines de los procesos
constitucionales .

V. LÍMITES A LA AUTONOMÍA PROCESAL DEL TRIBUNAL


CONSTITUCIONAL

Si bien la denominada “autonomía procesal” le confiere al Tribunal Constitucional un


importante grado de libertad al momento de definir su derecho procesal, se debe tener
presente que toda libertad –que no es autarquía– debe ser ejercida en el marco de
ciertos límites que garanticen su legitimidad.

Los límites pueden ser de dos tipos: formales y materiales. Los límites formales están
establecidos en el Derecho objetivo, es decir, en las normas jurídicas; mientras que los
límites materiales se expresan en la jurisprudencia constitucional en la medida que
desarrolla los vacíos procesales de las normas. Por tanto, es posible afirmar que prima
facie los límites materiales se encuentran en función de los límites formales.

1. Límites formales
a) La Constitución y las leyes

Si bien la autonomía procesal le permite al Tribunal Constitucional integrar los vacíos o


deficiencias que presenta la normatividad que regula los procesos constitucionales,
dicha autonomía no supone ampliar las competencias que le han sido constitucional y

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legalmente conferidas reformándolas o contradiciéndolas, por cuanto ello es tarea
soberana del legislador.

Este límite ha sido concebido como una manifestación del principio de separación de
poderes, toda vez que el Tribunal no podrá interferir, en el ejercicio de su autonomía
procesal, en la esfera de competencias de otro órgano o poder del Estado, en particular
del Poder Legislativo; lo cual “(…) le obliga, en el ejercicio de su función jurisdiccional, a
una autocontención también en el campo procesal, equiparable a la que ha de practicar
respecto a las cualidades constitucionales materiales.”

En consecuencia, el Tribunal Constitucional no podrá apartarse de aquellas normas


constitucionales y legales en que se han establecido los principios fundamentales de
los procesos constitucionales, pero sí interpretarlas e integrarlas de ser necesario, como
son el artículo 200° de la Constitución, el Código Procesal Constitucional –Ley N.°
28237– y la Ley Orgánica del Tribunal Constitucional –Ley N.° 28301–.

2. Los tratados internacionales

Los tratados expresan un acuerdo de voluntades entre sujetos de derecho


internacional; y han sido reconocido como fuentes normativas porque la Constitución
así lo dispone: “[l]os tratados celebrados por el Estado y en vigor forman parte del
derecho nacional” (artículo 55° de la Constitución). Sin embargo, en materia de derecho
humanos, la Constitución establece un tratamiento diferenciado a través de su Cuarta
Disposición Final y Transitoria:

“Las normas relativas a los derechos y a las libertades que la Constitución reconoce se
interpretan de conformidad con la Declaración Universal de Derechos Humanos y con los
tratados y acuerdos internacionales sobre las mismas materias ratificados por el Perú.”

Como puede apreciarse, la Constitución reconoce que los tratados de derechos


humanos sirven para interpretar derechos y libertades que han sido reconocidos
constitucionalmente[88]. En tal medida, los tratados internacionales constituyen
también una fuente del Derecho Procesal Constitucional, principalmente, en tanto
reconocen el derecho a un “recurso efectivo” frente a las violaciones de derechos
humanos. Así, el artículo 25° inciso 1 de la Convención Americana sobre Derecho
Humanos, establece que:

“Toda persona tiene derecho a un recurso sencillo y rápido o a cualquier otro recurso
efectivo ante los jueces o tribunales competentes, que la ampare contra actos que violen
sus derechos fundamentales reconocidos por la Constitución, la ley o la presente
Convención, aun cuando tal violación sea cometida por personas que actúen en el
ejercicio de sus funciones oficiales”.

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Al respecto, la exigencia de interpretar las normas que reconocen, regulan o limitan
derechos fundamentales, de conformidad con los tratados suscritos por el Perú en
materia de derechos humanos, deriva no sólo de la Cuarta Disposición Final y
Transitoria de la Constitución, sino también del hecho que los tratados, una vez
ratificados por el Estado peruano, forman parte del derecho nacional.

En consecuencia, en ejercicio de su autonomía procesal, el Tribunal Constitucional no


está facultado para limitar o restringir el alcance que los tratados internacionales
reconocen a los procesos constitucionales sino, por el contrario, para cumplirlos y
desarrollarlos en caso de vacío o deficiencia de sus disposiciones y resoluciones. En
particular, las decisiones adoptadas por los tribunales internacionales sobre derechos
humanos, como el de acceder a un recurso sencillo y rápido para la tutela de derechos
fundamentales, constituyen también un parámetro de interpretación que deberá
observar el Tribunal Constitucional en el ejercicio de su labor jurisdiccional.

3. La vigencia efectiva de los derechos fundamentales y la primacía de la


Constitución: Artículo II del Título Preliminar del Código Procesal
Constitucional

El ejercicio de la autonomía procesal por parte del Tribunal Constitucional no puede


desarrollarse al margen de los fines constitucionales que este órgano está llamado a
garantizar. Por ello, y en aras de dar cumplimiento a lo dispuesto en el artículo II del
Título Preliminar del Código Procesal Constitucional, el Tribunal Constitucional está
llamado a garantizar que la vigencia efectiva de los derechos fundamentales y la
primacía de la Constitución no cedan ante la ausencia o la deficiencia de normas
procesales.

Es así que el sustento de la institución opera también como un límite a la misma;


puesto que el Tribunal Constitucional está obligado a expresar las razones que
justifican, en el marco de un caso concreto, la necesidad de recurrir al principio de
autonomía procesal; con lo cual debería poner en evidencia los valores y principios
constitucionales que orientan y legitiman su labor. En este mismo sentido, el Tribunal
Constitucional ha señalado:

“[e]ste “sacrificio de las formas procesales” sólo puede encontrar respaldo en una única
razón: la tutela de los derechos, por lo que toda práctica procesal que se apoye en este
andamiaje teórico para atropellar los derechos o para disminuir su cobertura debe ser
rechazado como un poder peligroso en manos de los jueces.“

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4. El reconocimiento de los principios procesales: Artículo III del Título
Preliminar del Código Procesal Constitucional

Este límite ha sido recogido en una de las resoluciones emitidas por el Tribunal
Constitucional (Resolución de admisibilidad recaída en el expediente N.° 020-2005-AI,
de fecha 8 de agosto de 2005). En dicha resolución se afirma “la naturaleza del Tribunal
Constitucional como órgano jurisdiccional, sin que ello suponga negar las
singularidades de la jurisdicción constitucional y los principios materiales que la
informan” (fundamento 3).

Al respecto, es importante señalar que la especial naturaleza del Derecho Procesal


Constitucional, en tanto Derecho Constitucional concretizado, justifica la aplicación de
los principios de dirección judicial del proceso, gratuidad en la actuación del
demandante, economía, inmediación, socialización procesales y antiformalismo
(artículo III del Título Preliminar del Código Procesal Constitucional),que trascienden a
los que son tradicionalmente invocados en el marco de un proceso ordinario. De lo
contrario, los procesos constitucionales correrían el riesgo de ser sometidos a un
positivismo jurídico procesal basado en la ley, que no se condice con los fines
constitucionales que estos procesos están llamados a tutelar.

VI. LÍMITES MATERIALES

1. El principio de subsidiariedad

Sobre este principio, cabe señalar que en caso de detectar lagunas procesales legales,
el Tribunal Constitucional puede integrarlas empleando para ello determinadas
instituciones procesales, sin que ello implique, evidentemente, trasladar dichas
instituciones mecánicamente.

Tal es el caso de la resolución de admisibilidad recaída en el expediente N.° 020-2005-


AI, de fecha 8 de agosto de 2005, en que el Tribunal Constitucional reconoció la figura
del litisconsorte facultativo, señalando además, que la gama de instituciones procesales
aplicables a los procesos constitucionales puede ser bastante amplia, por ejemplo, en
lo referido a plazos, notificaciones, acumulación y separación de demandas,
admisibilidad de demandas subsidiarias y condicionales, procedimiento de
determinación de costas, capacidad procesal, consecuencias de la muerte del
demandante, retroacción de las actuaciones; y demás situaciones que,

“(…) no habiendo sido previstas por el legislador, podrían ser el indicio claro de la
intención del mismo de dejar ciertas cuestiones para que el Tribunal mismo las regule a
través de su praxis jurisprudencial, bajo la forma de principios y reglas como parte de un
pronunciamiento judicial en un caso concreto.”

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2. Los principios de razonabilidad y proporcionalidad

En el Estado Constitucional de Derecho, los principios de razonabilidad y


proporcionalidad, previstos en el artículo 200° de la Constitución, son aplicables a todo
el ordenamiento constitucional[93] y, por ende, limitan también la autonomía procesal
del Tribunal Constitucional.

Dichos principios exigen que la configuración autónoma del proceso, se justifique


plenamente en los fines que el Tribunal Constitucional persigue garantizar; y
presuponen, por parte de dicho órgano constitucional, la necesidad de evaluar a) si la
aplicación del principio de autonomía procesal es idónea para conseguir el fin
constitucional que se pretende con tal medida, b) si existe una auténtica necesidad de
aplicar dicho principio; y c) si el grado de libertad que asume el Tribunal Constitucional
en la configuración de su derecho procesal, es proporcional con los fines que se
persigue alcanzar.

3. El principio de interdicción de la arbitrariedad

Si bien la Constitución no ha establecido expresamente este principio, bien puede


desprenderse de su artículo 45°, que señala lo siguiente: “El poder del Estado emana
del pueblo. Quienes lo ejercen lo hacen con las limitaciones y responsabilidades que la
Constitución y las leyes establecen”. Asimismo, ha sido reconocido en la jurisprudencia
del Tribunal Constitucional, en el sentido de proscribir los excesos de poder por parte
de los órganos del Estado, que deben actuar legítimamente en el marco de las
atribuciones que les han sido constitucional y legalmente conferidas. Así, ha señalado
que dicho principio tiene un doble significado:

“a) En un sentido clásico y genérico, la arbitrariedad aparece como el reverso de la


justicia y el derecho. b) En un sentido moderno y concreto, la arbitrariedad aparece como
lo carente de fundamentación objetiva; como lo incongruente y contradictorio con la
realidad que ha de servir de base a toda decisión. Es decir, como aquello desprendido o
ajeno a toda razón de explicarlo.“

En consecuencia, en ejercicio de su autonomía procesal, el Tribunal Constitucional debe


ejercer una labor acorde con los fines de los procesos constitucionales, cuidando de
motivar adecuadamente sus resoluciones y procurando que éstas sirvan como
referente para los futuros procesos que deberá resolver.

Son éstos los principales límites que, a nuestro juicio, debe respetar el Tribunal
Constitucional en el ejercicio de su autonomía procesal.

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VII. CONCLUSIONES

 En la Constitución de 1993 se ha incorporado normas regla pero sobretodo


normas de principio os cuales a través de conceptos jurídicos indeterminados o
abiertos como el debido proceso, la tutela judicial o la dignidad humana, es
innegable que la justicia constitucional para adquirir certeza y predictibilidad en
sus decisiones, requiere de normas procesales con dos condiciones: una, que
sean adecuadas a dichos principios-derechos y segundo que sean afines a los
procesos constitucionales que los
 Con la restauración del Estado Constitucional y democrático de Derecho a
partir del año 2001, el Tribunal Constitucional ha empezado a desarrollarse en
libertad, a través de una jurisprudencia creativa en ese sentido ante la existencia
de vacíos o deficiencias en las normas procesales constitucionales, la autonomía
procesal se ha configurado como una necesidad inexorable del Tribunal
Constitucional, que a través de la interpretación constitucional y la
argumentación jurídica lo que hace es integrar y concretizar las disposiciones
constitucionales a fin de asegurar los fines esenciales de los procesos
constitucionales: garantizarla primacía de la Constitución y la vigencia efectiva
de los derechos constitucionales.
 La autonomía procesal del TC es una potestad que admite límites formales y
materiales en su ejercicio. Tal como se ha señalado, los primeros han sido
establecidos en el Derecho objetivo, es decir, en las normas jurídicas; mientras
que los segundos se expresan en la jurisprudencia constitucional, en la medida
que ésta suple y desarrolla los vacíos procesales de las normas jurídicas.
 El Tribunal Constitucional frente a situaciones que han sido reguladas de
manera insuficiente frente éste tipo de supuestos es que la aplicación del
principio de autonomía procesal del Tribunal Constitucional se justifica
plenamente, ante la necesidad del Tribunal de no dejar de impartir justicia ante
los vacíos o defectos de la legislación procesal.
 La autonomía procesal aborda un conjunto de principios propios de las
controversias constitucionales y como tal, el asunto central en este tratamiento
muchas veces aborda el sacrificio, precisemos siempre temporal, de los
principios de legalidad y congruencia procesal en aras de la protección urgente
de los derechos fundamentales.

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VIII. JURISPRUDENCIA

EXP. N.° 1417-2005-AA/TC


LIMA
MANUEL ANICAMA HERNÁNDEZ

SENTENCIA DEL TRIBUNAL CONSTITUCIONAL

En Lima, a los 8 días del mes julio de 2005, el Tribunal Constitucional, en sesión
de Pleno Jurisdiccional, con la asistencia de los señores Magistrados Alva Orlandini,
Presidente; Bardelli Lartirigoyen, Vicepresidente; Gonzales Ojeda, García Toma,
Vergara Gotelli y Landa Arroyo, pronuncia la siguiente sentencia

ASUNTO

Recurso de agravio constitucional interpuesto por don Manuel Anicama


Hernández, contra la sentencia de la Cuarta Sala Civil de la Corte Superior de
Justicia de Lima, de fojas 148, su fecha 6 de octubre de 2004, que declaró
improcedente la demanda de amparo de autos.

ANTECEDENTES

Con fecha 6 de mayo de 2003, el recurrente interpone demanda de


amparo contra la Oficina de Normalización Previsional (ONP), con el objeto
que se declare la nulidad de la Resolución N.º 0000041215-2002-
ONP/DC/DL 19990, de fecha 2 de agosto de 2002, por considerar que vulnera
su derecho fundamental a la pensión, toda vez que resolvió denegar su
solicitud de pensión de jubilación adelantada.

Manifiesta que cesó en sus actividades laborales el 25 de mayo de


1992 contando con más de 20 años de aportaciones, luego de que la Autoridad
Administrativa de Trabajo autorizó a su empresa empleadora a reducir
personal; sin embargo, al calificar su solicitud de pensión de jubilación, la
entidad demandada consideró que las aportaciones efectuadas durante los años
1964 y 1965 habían perdido validez conforme al Reglamento de la Ley N.º
13640, por lo que, incluso si realizara la verificación de las aportaciones
efectuadas desde 1973 a 1992 no reuniría los 20 años de aportación al Sistema
Nacional de Pensiones que se requieren como mínimo para obtener el derecho
a la pensión de jubilación por reducción de personal. Agrega que el Tribunal
Constitucional en reiterada jurisprudencia ha señalado que los períodos de
aportación no pierden validez, y que sumados sus períodos de aportaciones,
acredita los exigidos por la legislación vigente, razón por la que solicita el
reconocimiento de su derecho a la pensión, así como los devengados e
intereses generados desde la vulneración de su derecho fundamental.

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La demandada deduce las excepciones de falta de agotamiento de la vía
administrativa y de caducidad, y solicita que se declare improcedente la
demanada, por considerar que la vía del amparo no es la adecuada para
dilucidar la pretensión del recurrente, siendo necesario acudir a la vía judicial
ordinaria donde existe una estación probatoria.

El Décimo Cuarto Juzgado Civil de Lima, con fecha 8 de enero de


2003, declaró fundada la demanda en el extremo en que se solicita la validez
de las aportaciones efectuadas en los años 1964 y 1965, ordenando su
reconocimiento y la verificación del periodo de aportaciones de 1973 a 1992,
respecto del cual no se ha emitido pronunciamiento administrativo.

La recurrida reformó la apelada declarándola improcedente, por estimar


que es necesario que la pretensión se ventile en la vía judicial ordinaria, toda
vez que el proceso de amparo carece de estación probatoria.

FUNDAMENTOS

1. El inciso 2) del artículo 200º de la Constitución, establece que el proceso


de amparo procede contra el acto u omisión, por parte de cualquier
persona, que vulnera o amenaza los derechos reconocidos por la
Constitución, distintos de aquellos protegidos por el hábeas corpus
(libertad individual y derechos conexos) y el hábeas data (acceso a la
información y autodeterminación informativa). En tal sentido, es
presupuesto para la procedencia del proceso de amparo (y en general, de
cualquier proceso constitucional) que el derecho que se alegue afectado sea
uno reconocido directamente por la Constitución.

§1. Los derechos fundamentales de la persona humana


2. El concepto de derechos fundamentales comprende
“tanto los presupuestos éticos como los componentes jurídicos,
significando la relevancia moral de una idea que compromete la
dignidad humana y sus objetivos de autonomía moral, y también
la relevancia jurídica que convierte a los derechos en norma
básica material del Ordenamiento, y es instrumento necesario
para que el individuo desarrolle en la sociedad todas sus
potencialidades. Los derechos fundamentales expresan tanto una
moralidad básica como una juridicidad básica.” (Peces-Barba,
Gregorio. Curso de Derechos Fundamentales. Teoría
General. Madrid: Universidad Carlos III de Madrid. Boletín
Oficial del Estado, 1999, pág. 37).

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Consecuentemente, si bien el reconocimiento positivo de los derechos
fundamentales (comúnmente, en la Norma Fundamental de un
ordenamiento) es presupuesto de su exigibilidad como límite al accionar del
Estado y de los propios particulares, también lo es su connotación ética y
axiológica, en tanto manifiestas concreciones positivas del principio-
derecho de dignidad humana, preexistente al orden estatal y proyectado en
él como fin supremo de la sociedad y del Estado (artículo 1º de la
Constitución).

3. Es por ello que el Capítulo I del Título I de la Constitución, denominado


“Derechos Fundamentales de la Persona”, además de reconocer al
principio-derecho de dignidad humana como el presupuesto jurídico de los
demás derechos fundamentales (artículo 1º) y de enumerar a buena parte de
ellos en su artículo 2º, prevé en su artículo 3º que dicha enumeración no
excluye los demás derechos reconocidos en el texto constitucional (vg. los
derechos fundamentales de carácter social y económico reconocidos en el
Capítulo II y los políticos contenidos en el Capítulo III),
“ni otros de naturaleza análoga o que se fundan en la dignidad
del hombre, o en los principios de soberanía del pueblo, del
Estado democrático de derecho y de la forma republicana de
gobierno”.

4. De esta manera, la enumeración de los derechos fundamentales previstos


en la Constitución, y la cláusula de los derechos implícitos o no
enumerados, da lugar a que en nuestro ordenamiento todos los derechos
fundamentales sean a su vez derechos constitucionales, en tanto es la propia
Constitución la que incorpora en el orden constitucional no sólo a los
derechos expresamente contemplados en su texto, sino a todos aquellos
que, de manera implícita, se deriven de los mismos principios y valores que
sirvieron de base histórica y dogmática para el reconocimiento de los
derechos fundamentales.

5. Así, por ejemplo, con relación al derecho a la verdad el Tribunal


Constitucional ha sostenido que
“[n]uestra Constitución Política reconoce, en su artículo 3º, una
`enumeración abierta´ de derechos fundamentales que, sin estar
en el texto de la Constitución, surgen de la dignidad del hombre,
o en los principios de soberanía del pueblo, del Estado
democrático de derecho o de la forma republicana de gobierno.
Así, el derecho a la verdad, aunque no tiene un reconocimiento
expreso en nuestro texto constitucional, es un derecho
plenamente protegido, derivado (...) de la obligación estatal de
proteger los derechos fundamentales y de la tutela jurisdiccional.
(...) [E]l Tribunal Constitucional considera que, en una medida
razonablemente posible y en casos especiales y novísimos, deben
AUTONOMIA PROCESAL Página 28
desarrollarse los derechos constitucionales implícitos,
permitiendo así una mejor garantía y respeto a los derechos del
hombre, pues ello contribuirá a fortalecer la democracia y el
Estado, tal como lo ordena la Constitución vigente.

El Tribunal Constitucional considera que si bien detrás del


derecho a la verdad se encuentran comprometidos otros derechos
fundamentales, como la vida, la libertad o la seguridad personal,
entre otros, éste tiene una configuración autónoma, una textura
propia, que la distingue de los otros derechos fundamentales a los
cuales se encuentra vinculado, debido tanto al objeto protegido,
como al telos que con su reconocimiento se persigue alcanzar”
(STC 2488-2002-HC/TC, Fundamentos 13 a 15).

Consecuentemente, expresos o implícitos, los derechos fundamentales


pertenecen al ordenamiento constitucional vigente.

6. Por su parte, los derechos fundamentales, como objetivo de autonomía


moral, sirven para
“designar los derechos humanos positivizados a nivel interno, en
tanto que la fórmula derechos humanos es la más usual en el
plano de las declaraciones y convenciones internacionales”
(Pérez Luño, Antonio. Derechos Humanos. Estado de Derecho y
Constitución. 4ta. ed. Madrid: Tecnos, 1991, p 31)

7. A lo cual cabe agregar que, según la Cuarta Disposición Final y Transitoria


de la Constitución, los derechos fundamentales reconocidos en la
Constitución, deben ser interpretados de conformidad con los tratados
sobre derechos humanos ratificados por el Perú.

§2. Proceso de amparo y derechos fundamentales


8. Reconocer que el proceso de amparo sólo procede en caso de afectación
directa de los derechos fundamentales (expresos o implícitos), implica, ante
todo, determinar si la supuesta afectación en la que incurre el acto u
omisión reputada de inconstitucional, en efecto, incide sobre el ámbito que
resulta directamente protegido por dicho derecho.

Este presupuesto procesal, consustancial a la naturaleza de todo proceso


constitucional, ha sido advertido por el legislador del Código Procesal
Constitucional (CPConst.), al precisar en el inciso 1) de su artículo 5º que
los procesos constitucionales no proceden cuando

“[l]os hechos y el petitorio de la demanda no están referidos en


forma directa al contenido constitucionalmente protegido del
derecho invocado”.
AUTONOMIA PROCESAL Página 29
Asimismo, y con relación al proceso de amparo en particular, el artículo
38º del CPConst., establece que éste no procede

“en defensa de un derecho que carece de sustento constitucional


directo o que no está referido a los aspectos constitucionalmente
protegidos del mismo”.

En estricto, pues, con los dispositivos citados, el legislador del CPConst.


no ha incorporado al ordenamiento jurídico una nueva regla de procedencia
para los procesos constitucionales de la libertad. Tan sólo ha precisado
legislativamente determinados presupuestos procesales que son inherentes
a su naturaleza. En efecto, en tanto procesos constitucionales, el hábeas
corpus, el amparo y el hábeas data, sólo pueden encontrarse habilitados
para proteger derechos de origen constitucional y no así para defender
derechos de origen legal.

Sin embargo, es preciso que este Tribunal analice, de un lado, el sustento


constitucional directo del derecho invocado, y de otro, el contenido
constitucionalmente protegido del derecho, como presupuestos procesales
del proceso de amparo.

§2.1 Los derechos de sustento constitucional directo


9. Existen determinados derechos de origen internacional, legal,
consuetudinario, administrativo, contractual, etc., que carecen de
fundamento constitucional directo, y que, consecuentemente, no
sonsuceptibles de ser protegidos a través del proceso de amparo.

La noción de “sustento constitucional directo” a que hace referencia el


artículo 38º del CPConst., no se reduce a una tutela normativa del texto
constitucional formal. Alude, antes bien, a una protección de la
Constitución en sentido material (pro homine), en el que se integra la
Norma Fundamental con los tratados de derechos humanos, tanto a nivel
positivo (artículo 55º de la Constitución), como a nivel interpretativo
(Cuarta Disposición Final y Transitoria de la Constitución); y con las
disposiciones legales que desarrollan directamente el contenido esencial de
los derechos fundamentales que así lo requieran. Tales disposiciones
conforman el denominado cánon de control constitucional o “bloque de
constitucionalidad”.

De ahí que el artículo 79º del CPConst., establezca que


“[p]ara apreciar la validez constitucional de las normas el
Tribunal Constitucional considerará, además de las normas
constitucionales, las leyes que, dentro del marco constitucional,

AUTONOMIA PROCESAL Página 30


se hayan dictado para determinar (...) el ejercicio de los derechos
fundamentales”.

10.Un derecho tiene sustento constitucional directo, cuando la Constitución


ha reconocido, explícita o implícitamente, un marco de referencia que
delimita nominalmente el bien jurídico susceptible de protección. Es decir,
existe un baremo de delimitación de ese marco garantista, que transita
desde la delimitación más abierta a la más precisa.
Correspondiendo un mayor o menor desarrollo legislativo, en función de la
opción legislativa de desarrollar los derechos fundamentales establecidos
por el constituyente.

§2.2 Los derechos fundamentales de configuración legal


11. Las distinta eficacia de las disposiciones constitucionales, da lugar a que éstas
puedan ser divididas entre “normas regla” y “normas principio”. Mientras que
las primeras se identifican con mandatos concretos de carácter autoaplicativo y
son, consecuentemente, judicializables, las segundas constituyen mandatos de
optimización, normas abiertas de eficacia diferida, que requieren de la
intermediación de la fuente legal, para alcanzar plena concreción y ser
susceptibles de judicialización.

En tal perspectiva, existen determinados derechos fundamentales cuyo


contenido constitucional directamente protegido, requiere ser
delimitado por la ley, sea porque así lo ha previsto la propia Carta
Fundamental (vg. el artículo 27º de la Constitución en relación con el
derecho a la estabilidad laboral. Cfr. STC 0976-2001-AA, Fundamento
11 y ss.) o en razón de su propia naturaleza (vg. los derechos sociales,
económicos y culturales). En estos casos, nos encontramos ante las
denominadas leyes de configuración de derechos fundamentales.

12. Los derechos fundamentales cuya configuración requiera de la asistencia


de la ley no carecen de un contenido per se inmediatamente exigible a los
poderes públicos, pues una interpretación en ese sentido sería contraria al
principio de fuerza normativa de la Constitución. Lo único que ello implica
es que, en tales supuestos, la ley se convierte en un requisito sine qua
non para la culminación de la delimitación concreta del contenido
directamente atribuible al derecho fundamental.

Y es que si bien algunos derechos fundamentales pueden tener un carácter


jurídico abierto, ello no significa que se traten de derechos “en blanco”, es
decir, expuestos a la discrecional regulación del legislador, pues el
constituyente ha planteado un grado de certeza interpretativa en su
reconocimiento constitucional directo.

AUTONOMIA PROCESAL Página 31


Aquí se encuentra de por medio el principio de “libre configuración de la
ley por el legislador”, conforme al cual debe entenderse que es el
legislador el llamado a definir la política social del Estado social y
democrático de derecho. En tal sentido, éste goza de una amplia reserva
legal como instrumento de la formación de la voluntad política en materia
social. Sin embargo, dicha capacidad configuradora se encuentra limitada
por el contenido esencial de los derechos fundamentales, de manera tal que
la voluntad política expresada en la ley debe desenvolverse dentro de las
fronteras jurídicas de los derechos, principios y valores constitucionales.

§2.3 La distinta eficacia de los derechos fundamentales

13. De esta manera, la distinta eficacia que presentan los derechos


fundamentales entre sí, no sólo reposa en cuestiones teóricas de carácter
histórico, sino que estas diferencias revisten significativas
repercusiones prácticas. En tal sentido, cabe distinguir los derechos de
preceptividad inmediata o autoaplicativos, de aquellos otros
denominados prestacionales, de preceptividad diferida, progresivos o
programáticos (STC 0011-2002-AI, Fundamento 9).

A esta última categoría pertenecen los derechos fundamentales económicos,


sociales y culturales (DESC) que, en tanto derechos subjetivos de los
particulares y obligaciones mediatas del Estado, necesitan de un proceso de
ejecución de políticas sociales para que el ciudadano pueda gozar de ellos o
ejercitarlos de manera plena. Tal es el sentido de la Undécima Disposición
Final y Transitoria (UDFT) de la Constitución, al establecer que
“[l]as disposiciones de la Constitución que exijan nuevos y mayores
gastos públicos se aplican progresivamente”.

14. Si bien los DESC son derechos fundamentales, tienen la naturaleza propia
de un derecho público subjetivo, antes que la de un derecho de aplicación
directa. Lo cual no significa que sean “creación” del legislador. En tanto
derechos fundamentales, son derechos de la persona reconocidos por el
Estado y no otorgados por éste.

Sin embargo, su reconocimiento constitucional no es suficiente para


dotarlos de eficacia plena, pues su vinculación jurídica sólo queda
configurada a partir de su regulación legal, la que los convierte en
judicialmente exigibles. Por ello, en la Constitución mantienen la condición
de una declaración jurídica formal, mientras que la ley los convierte en un
mandato jurídico aprobatorio de un derecho social.

15. Lo expuesto significa que en determinadas circunstancias los DESC no


pueden ser objeto de una pretensión susceptible de estimación al interior
del proceso de amparo (vg. la exigencia judicial al Estado de un puesto de
AUTONOMIA PROCESAL Página 32
trabajo o una prestación de vivienda). Ello, sin embargo, no puede ser
considerado como una regla absoluta.

En efecto, tal como se ha precisado en otro momento, el principio de


progresividad en el gasto a que hace alusión la UDFT de la Constitución,
“no puede ser entendido con carácter indeterminado y, de este
modo, servir de alegato frecuente ante la inacción del Estado,
pues para este Colegiado la progresividad del gasto no está
exenta de observar el establecimiento de plazos razonables, ni de
acciones concretas y constantes del Estado para la
implementación de políticas públicas”. (STC 2945-2003-AA,
Fundamento 36).

En esa perspectiva, entre los deberes del Estado previstos en el artículo 44º
de la Constitución, no sólo se encuentra el garantizar la plena vigencia de
los derechos fundamentales, sino también
“promover el bienestar general que se fundamenta en la justicia y
en el desarrollo integral y equilibrado de la Nación”.

16. Por ello, si bien es cierto que la efectividad de los DESC requiere
la actuación del Estado a través del establecimiento de servicios públicos,
así como de la sociedad mediante la contribución de impuestos, ya que
toda política social necesita de una ejecución presupuestal, también lo es
que estos derivan en obligaciones concretas por cumplir, por lo que los
Estados deben adoptar medidas constantes y eficaces para lograr
progresivamente la plena efectividad de los mismos en igualdad de
condiciones para la totalidad de la población.

17. Los DESC cumplen efectos positivos, vinculando al Estado y a los


particulares en la promoción de las condiciones para su cabal eficacia.
Asimismo, generan efectos negativos, al proscribir toda conducta
gubernamental o particular que niegue u obstaculice su goce y ejercicio.

18. Debe recordarse que


“toda política pública nace de obligaciones objetivas concretas
que tienen como finalidad primordial el resguardo de derechos
tomando como base el respeto a la dignidad de la persona, y que
en el caso de la ejecución presupuestal para fines sociales, esta no
debe considerarse como un gasto sino como una inversión social.
Por esta razón, sostener que los derechos sociales se reducen a un
vínculo de responsabilidad política entre el constituyente y el
legislador, no solo es una ingenuidad en cuanto a la existencia de
dicho vínculo, sino también una distorsión evidente en cuanto al
sentido y coherencia que debe mantener la Constitución (Morón
Diaz, Fabio. La dignidad y la solidaridad como principios
AUTONOMIA PROCESAL Página 33
rectores del diseño y aplicación de la legislación en materia de
seguridad social. Anuario de Derecho Constitucional. CIEDLA.
Buenos Aires 2000. Pág. 668). (...).
En consecuencia, la exigencia judicial de un derecho social
dependerá de factores tales como la gravedad y razonabilidad del
caso, su vinculación o afectación de otros derechos y la
disponibilidad presupuestal del Estado, siempre y cuando puedan
comprobarse acciones concretas de su parte para la ejecución de
políticas sociales”. (STC 2945-2003-AA, Fundamentos 18 y 33).

19. Así las cosas, en el Estado social y democrático de derecho, la ratio


fundamentalis no puede ser privativa de los denominados derechos de
defensa, es decir, de aquellos derechos cuya plena vigencia se encuentra,
en principio, garantizada con una conducta estatal abstencionista, sino que
es compartida también por los derechos de prestación que reclaman del
Estado una intervención concreta, dinámica y eficiente, a efectos de
asegurar las condiciones mínimas para una vida acorde con el principio-
derecho de dignidad humana.

§2.4 El contenido constitucionalmente protegido de los derechos


fundamentales
20. Tal como refiere Manuel Medina Guerrero,
“en cuanto integrantes del contenido constitucionalmente
protegido, cabría distinguir, de un lado, un contenido no
esencial, esto es, claudicante ante los límites proporcionados que
el legislador establezca a fin de proteger otros derechos o bienes
constitucionalmente garantizados, y, de otra parte, el contenido
esencial, absolutamente intangible para el legislador; y,
extramuros del contenido constitucionalmente protegido, un
contenido adicional formado por aquellas facultades y derechos
concretos que el legislador quiera crear impulsado por el
mandato genérico de asegurar la plena eficacia de los derechos
fundamentales” (La vinculación negativa del legislador a los
derechos fundamentales. Madrid: McGraw-Hill, 1996, p. 41)

21. Así las cosas, todo ámbito contitucionalmente protegido de un derecho


fundamental se reconduce en mayor o menor grado a su contenido
esencial, pues todo límite al derecho fundamental sólo resulta válido en la
medida de que el contenido esencial se mantenga incólume.

Este Tribunal Constitucional considera que la determinación del contenido


esencial de los derechos fundamentales no puede efectuarse a priori, es
decir, al margen de los principios, los valores y los demás derechos
fundamentales que la Constitución reconoce. En efecto, en tanto el
contenido esencial de un derecho fundamental es la concreción de las
AUTONOMIA PROCESAL Página 34
esenciales manifestaciones de los principios y valores que lo informan, su
determinación requiere un análisis sistemático de este conjunto de bienes
constitucionales, en el que adquiere participación medular el principio-
derecho de dignidad humana, al que se reconducen, en última instancia,
todos los derechos fundamentales de la persona.

En tal sentido, el contenido esencial de un derecho fundamental y los


límites que sobre la base de éste resultan admisibles, forman una unidad
(Häberle, Peter. La libertad fundamental en el Estado
Constitucional. Lima: Fondo Editorial de la PUCP, 1997, p. 117); por lo
que, en la ponderación que resulte necesaria a efectos de determinar la
validez de tales límites, cumplen una función vital los principios de
interpretación constitucional de “unidad de la Constitución” y de
“concordancia práctica”, cuyo principal cometido es opmitimizar la fuerza
normativo-axiológica de la Constitución en su conjunto.

22. Si bien es cierto que la exactitud de aquello que constituye o no el


contenido protegido por parte de un derecho fundamental, y, más
específicamente, el contenido esencial de dicho derecho, sólo puede ser
determinado a la luz de cada caso concreto, no menos cierto es que existen
determinadas premisas generales que pueden coadyuvar en su ubicación.
Para ello, es preciso tener presente la estructura de todo derecho
fundamental.

§2.5 La estructura de los derechos fundamentales: las disposiciones, las


normas y las posiciones de derecho fundamental
23. Tal como expresa Bernal Pulido, siguiendo la doctrina que Robert Alexy
expone en su Teoría de los derechos fundamentales. (Madrid: Centro de
Estudios Constitucionales, 1997),
“todo derecho fundamental se estructura como un haz de
posiciones y normas, vinculadas interpretativamente a una
disposición de derecho fundamental” (Bernal Pulido, Carlos. El
principio de proporcionalidad y los derechos
fundamentales. Madrid: Centro de Estudios Políticos y
Constitucionales, 2003, pág. 76).

De esta forma cabe distinguir entre las disposiciones de derecho


fundamental, las normas de derecho fundamental y las posiciones de
derecho fundamental.

24. Las disposiciones de derecho fundamental son los enunciados lingüísticos


de la Constitución que reconocen los derechos fundamentales de la
persona. Las normas de derecho fundamental son los sentidos
interpretativos atribuibles a esas disposiciones. Mientras que las posiciones
de derecho fundamental, son las exigencias concretas que al amparo de un
AUTONOMIA PROCESAL Página 35
determinado sentido interpretativo válidamente atribuible a una
disposición de derecho fundamental, se buscan hacer valer frente a una
determinada persona o entidad.

25. Tal como refiere el mismo Bernal Pulido,


“Las posiciones de derecho fundamental son relaciones jurídicas
que (...) presentan una estructura triádica, compuesta por un
sujeto activo, un sujeto pasivo y un objeto. El objeto de las
posiciones de derecho fundamental es siempre una conducta de
acción o de omisión, prescrita por una norma que el sujeto pasivo
debe desarrollar en favor del sujeto activo, y sobre cuya
ejecución el sujeto activo tiene un derecho, susceptible de ser
ejercido sobre el sujeto pasivo”. (Op. cit. pág. 80. Un criterio
similar, Cfr. Alexy, Robert. La institucionalización de los
derechos humanos en el Estado Constitucional Democrático,
D&L, Nro. 8, 2000, pág. 12 y ss.).

Por ello, cabe afirmar que las posiciones de derecho fundamental, son los
derechos fundamentales en sentido estricto, pues son los concretos
atributos que la persona humana ostenta al amparo de las normas (sentidos
interpretativos) válidas derivadas directamente de las disposiciones
contenidas en la Constitución que reconocen derechos.

26. Estas atributos que, como se ha dicho, vinculan a todas las personas y que,
por tanto, pueden ser exigidas al sujeto pasivo, se presentan en una
relación jurídica sustancial, susceptibles de ser proyectadas en una relación
jurídica procesal en forma de pretensiones al interior de los procesos
constitucionales de la libertad (sea el amparo, el hábeas corpus o el hábeas
data).

27. Así las cosas, la estimación en un proceso constitucional de las


pretensiones que pretendan hacerse valer en reclamo de la aplicación de
una determinada disposición que reconozca un derecho fundamental, se
encuentran condicionadas, cuando menos, a las siguientes exigencias:

a) A que dicha pretensión sea válida, o, dicho de otro modo, a que sea
consecuencia de un sentido interpretativo (norma) que sea válidamente
atribuible a la disposición constitucional que reconoce un derecho.

Por ejemplo, no sería válida la pretensión que amparándose en el


derecho constitucional a la libertad de expresión, reconocido en el
inciso 4) del artículo 2º de la Constitución, pretenda que se reconozca
como legítimo el insulto proferido contra una persona, pues se estaría
vulnerando el contenido protegido por el derecho constitucional a la

AUTONOMIA PROCESAL Página 36


buena reputación, reconocido en el inciso 7º del mismo artículo de la
Constitución.

En consecuencia, la demanda de amparo que so pretexto de ejercer el


derecho a la libertad de expresión pretenda el reconocimiento de la
validez de dicha pretensión, será declarada infundada, pues ella no
forma parte del contenido constitucionalmente protegido por tal
derecho; o, dicho de otro modo, se fundamenta en una norma inválida
atribuida a la disposición contenida en el inciso 4) del artículo 2º
constitucional.

b) A que en los casos de pretensiones válidas, éstas deriven directamente


del contenido esencial de un derecho protegido por una disposición
constitucional. En otras palabras, una demanda planteada en un proceso
constitucional de la libertad, resultará procedente toda vez que la
protección de la esfera subjetiva que se aduzca violada pertenezca al
contenido esencial del derecho fundamental o tenga una relación directa
con él. Y, contrario sensu, resultará improcedente cuando la titularidad
subjetiva afectada tenga su origen en la ley o, en general, en
disposiciones infraconstitucionales.

En efecto, dado que los procesos constitucionales de la libertad son la


garantía jurisdiccional de protección de los derechos fundamentales, no
pueden encontrarse orientados a la defensa de los derechos creados por
el legislador, sino sólo aquellos reconocidos por el Poder Constituyente
en su creación; a saber, la Constitución.

En consecuencia, si bien el legislador es competente para crear derechos


subjetivos a través de la ley, empero, la protección jurisdiccional de
éstos debe verificarse en los procesos ordinarios. Mientras que, por
imperio del artículo 200º de la Constitución y del artículo 38º del
CPConst., a los procesos constitucionales de la libertad es privativa la
protección de los derechos de sustento constitucional directo.

Lo expuesto no podría ser interpretado en el sentido de que los derechos


fundamentales de configuración legal, carezcan de protección a través
del amparo constitucional, pues resulta claro, en virtud de lo expuesto
en el Fundamento 11 y ss. supra, que las posiciones subjetivas previstas
en la ley que concretizan el contenido esencial de los derechos
fundamentales, o los ámbitos a él directamente vinculados, no tienen
sustento directo en la fuente legal, sino, justamente, en la disposición
constitucional que reconoce el respectivo derecho fundamental.

Sin embargo, es preciso tener presente que prima facie las posiciones
jurídicas que se deriven válidamente de la ley y no directamente del
AUTONOMIA PROCESAL Página 37
contenido esencial de un derecho fundamental, no son susceptibles de
ser estimadas en el proceso de amparo constitucional, pues ello
implicaría pretender otorgar protección mediante los procesos
constitucionales a derechos que carecen de un sustento constitucional
directo, lo que conllevaría su desnaturalización.

Y si bien la distinción concreta entre aquello regulado por la ley que


forma parte de la delimitación del contenido directamente protegido por
un derecho fundamental y aquello que carece de relevancia
constitucional directa no es una tarea sencilla, los criterios de
interpretación que sirvan a tal cometido deberán encontrarse inspirados,
en última instancia, en el principio-derecho de dignidad humana, pues,
como ha señalado Ingo Von Münch, si bien resulta sumamente difícil
determinar de modo satisfactorio qué es la dignidad humana,
“manifiestamente sí es posible fijar cuándo se la está
vulnerando” (Von Münch, Ingo. La dignidad del hombre en el
derecho constitucional. En:
Revista Española de Derecho Constitucional. Madrid: Centro de
Estudios Constitucionales. Año 2, Nro. 5, mayo – agosto, 1982,
pág. 21).

§3. La garantía institucional de la seguridad social


28. El artículo 10º de la Constitución reconoce
“el derecho universal y progresivo de toda persona a la
seguridad social, para su protección frente a las contingencias
que precise la ley y para la elevación de su calidad de vida”.

Por su parte, el artículo 11º constitucional, estipula la obligación del Estado


de garantizar y supervisar eficazmente el libre acceso a prestaciones de
salud y a pensiones, a través de entidades públicas, privadas o mixtas.

29. Tal como ha establecido el Tribunal Constitucional en el Fundamento 54


de la STC 0050-2004-AI / 0051-2004-AI / 0004-2005-AI / 0007-2005-AI /
0009-2005-AI (acumulados)
“La seguridad social es la garantía institucional que expresa por
excelencia la función social del Estado. Se concreta en un
complejo normativo estructurado -por imperio del artículo 10 de
la Constitución- al amparo de la ‘doctrina de la contingencia’ y
la calidad de vida; por ello, requiere de la presencia de un
supuesto fáctico al que acompaña una presunción de estado de
necesidad (cese en el empleo, viudez, orfandad, invalidez, entre
otras) que condiciona el otorgamiento de una prestación
pecuniaria y/o asistencial, regida por los principios de
progresividad, universalidad y solidaridad, y fundada en la

AUTONOMIA PROCESAL Página 38


exigencia no sólo del mantenimiento, sino en ‘la elevación de la
calidad de vida’”.

La seguridad social
“es un sistema institucionalizado de prestaciones individualizadas,
basado en la prevención del riesgo y en la redistribución de
recursos, con el único propósito de coadyuvar en la calidad y el
proyecto de vida de la comunidad. Es de reconocerse el fuerte
contenido axiológico de la seguridad social, cuyo principio de
solidaridad genera que los aportes de los trabajadores activos
sirvan de sustento a los retirados mediante los cobros mensuales
de las pensiones” (STC 0011-2002-AI, Fundamento 14).

30. Su condición de sistema institucionalizado imprescindible para la defensa


y desarrollo de diversos principios y derechos fundamentales, permite
reconocer a la seguridad social como una garantía institucional.

El Tribunal Constitucional español, en criterio mutatis mutandis aplicable al


contexto constitucional peruano, ha señalado que la seguridad social es una
garantía institucional
“cuya preservación se juzga indispensable para asegurar los
principios constitucionales estableciendo un núcleo o reducto
indisponible por el legislador (...), de tal suerte que ha de ser
preservado en términos reconocibles para la imagen que de la
misma tiene la conciencia social en cada tiempo y lugar” (STC
37/1994, Fundamento 3).

§4. El derecho fundamental a la pensión


31. Tal como se ha precisado, los derechos fundamentales reconocidos por la
Norma Fundamental, no se agotan en aquellos enumerados en su artículo
2º, pues además de los derechos implícitos, dicha condición es atribuible a
otros derechos reconocidos en la propia Constitución. Tal es el caso de los
derechos a prestaciones de salud y a la pensión, contemplados en el
artículo 11º, y que deben ser otorgados en el marco del sistema de
seguridad social, reconocido en el artículo 10º.

32. El Tribunal Constitucional ha referido que el derecho fundamental a la


pensión
“tiene la naturaleza de derecho social -de contenido económico-.
Surgido históricamente en el tránsito del Estado liberal al Estado
social de Derecho, impone a los poderes públicos la obligación
de proporcionar las prestaciones adecuadas a las personas en
función a criterios y requisitos determinados legislativamente,
para subvenir sus necesidades vitales y satisfacer los estándares
AUTONOMIA PROCESAL Página 39
de la ‘procura existencial’. De esta forma se supera la visión
tradicional que suponía distintos niveles de protección entre los
derechos civiles, políticos, sociales y económicos, atendiendo al
principio de indivisibilidad de los derechos fundamentales y a
que cada uno formaba un complejo de obligaciones de respeto y
protección -negativas- y de garantía y promoción -positivas- por
parte del Estado.” (STC 0050-2004-AI / 0051-2004-AI / 0004-
2005-AI / 0007-2005-AI / 0009-2005-AI, acumulados,
Fundamento 74)

“Este derecho es una concreción del derecho a la vida, en su


sentido material, en atención al principio de indivisibilidad de los
derechos fundamentales y al telos constitucional orientado a la
protección de la dignidad de la persona humana, consagrado en
el artículo 1 de la Constitución Política, en los siguientes
términos:
'(...) la defensa de la persona humana y el respeto de su dignidad
son el fin supremo de la sociedad y del Estado'.

De esta forma, nuestro texto constitucional consagra la


promoción de una digna calidad de vida entre sus ciudadanos
como un auténtico deber jurídico, lo que comporta al mismo
tiempo una definida opción en favor de un modelo cualitativo de
Estado que encuentre en la persona humana su presupuesto
ontológico, de expreso rechazo a una forma de mero desarrollo
social y económico cuantitativo.

Es de esta forma como el derecho fundamental a la pensión


permite alcanzar el desarrollo de la dignidad de los pensionistas.
De ello se deriva su carácter de derecho fundamental específico,
que supera las posiciones liberales que no aceptan un concepto
de igualdad como diferenciación, pero que tampoco supone
privilegios medievales que tengan por objeto un trato
diferenciado estático a determinado colectivo para conseguir y
mantener la desigualdad.

En la definición del contenido de este derecho fundamental es


factor gravitante el esfuerzo económico que el proceso
pensionario exige de los poderes públicos y de la capacidad
presupuestaria.” (STC 0050-2004-AI / 0051-2004-AI / 0004-
2005-AI / 0007-2005-AI / 0009-2005-AI, acumulados,
Fundamento 76).

§4.1 El derecho fundamental a la pensión como derecho fundamental de


configuración legal

AUTONOMIA PROCESAL Página 40


33. Tal como ha referido este Colegiado
“[e]l artículo 11 de la Constitución no tiene la naturaleza de una
norma jurídica tradicional, pues se trata de una disposición de
textura abierta que consagra un derecho fundamental; en esa
medida hace referencia a un contenido esencial
constitucionalmente protegido, el cual tiene como substrato el
resto de bienes y valores constitucionales; pero, a su vez, alude a
una serie de garantías que no conforman su contenido
irreductible, pero que son constitucionalmente protegidas y
sujetas a desarrollo legislativo -en función a determinados
criterios y límites-, dada su naturaleza de derecho de
configuración legal.” (STC 0050-2004-AI / 0051-2004-AI /
0004-2005-AI / 0007-2005-AI / 0009-2005-AI, acumulados,
Fundamento 73).

34. Referir que el derecho fundamental a la pensión es uno de configuración


legal, alude a que la ley constituye fuente normativa vital para delimitar el
contenido directamente protegido por dicho derecho fundamental y dotarle
de plena eficacia.

En efecto, tal como ha establecido el Tribunal Constitucional,


“Si bien la expresión normativo-constitucional de un derecho le
confiere el sentido de jurídicamente exigible y vinculante al
poder político y a los particulares, no se puede soslayar que parte
de la plena eficacia de determinados derechos constitucionales se
encuentra sujeta al desarrollo que de estos pueda hacer el
legislador, cuyo ámbito de determinación es amplio, sin que ello
suponga la potestad de ejercer arbitrariamente sus competencias.
En tanto que la plena exigibilidad de los contenidos del derecho
fundamental a la pensión resulta de su desarrollo legislativo, éste
es un derecho fundamental de configuración legal, y por ello,
dentro de los límites del conjunto de valores que la Constitución
recoge, queda librada al legislador ordinario la regulación de los
requisitos de acceso y goce de las prestaciones pensionarias.

Por otra parte, es preciso tener en cuenta que no todas las


disposiciones de la legislación ordinaria que tienen por objeto
precisar los beneficios o prestaciones relacionadas con materia
previsional, dotan de contenido esencial al derecho fundamental
a la pensión. Sólo cumplen dicha condición aquellas
disposiciones legales que lo desarrollan de manera directa (tal
como ocurre, por ejemplo, con las condiciones para obtener una
pensión dentro de un determinado régimen). Por el contrario, las
condiciones indirectas relativas al goce efectivo de determinadas
prestaciones, como por ejemplo, asuntos relacionados al monto
AUTONOMIA PROCESAL Página 41
de la pensión (en la medida que no se comprometa el mínimo
vital), topes, mecanismos de reajuste, entre otros, no podrían
considerarse como componentes esenciales del derecho
fundamental referido, sino como contenidos no esenciales y, en
su caso, adicionales, y, en tal medida, tampoco como
disposiciones legales que lo configuran.” (STC 0050-2004-AI /
0051-2004-AI / 0004-2005-AI / 0007-2005-AI / 0009-2005-AI,
acumulados, Fundamento 120).

35. Así las cosas, cuando el inciso 20) del artículo 37º del CPConst. establece
que el amparo procede en defensa del derecho a la pensión, ello no supone
que todos los derechos subjetivos que se deduzcan de las disposiciones
contenidas en el régimen legal relacionado al sistema previsional público o
privado, habilitan un pronunciamiento sobre el fondo en un proceso de
amparo, pues un razonamiento en ese sentido apuntaría a una virtual
identidad entre derecho legal y derecho constitucional de configuración
legal, lo que a todas luces resulta inaceptable.

§4.2 Determinación del contenido esencial del derecho fundamental a la


pensión
36. El análisis sistemático de la disposición constitucional que reconoce el
derecho fundamental a la pensión (artículo 11º) con los principios y
valores que lo informan, es el que permite determinar los componentes de
su contenido esencial. Dichos principios y valores son el principio-derecho
de dignidad y los valores de igualdad material y solidaridad.

37. En base a dicha premisa, sobre la base de los alcances del derecho
fundamental a la pensión como derecho de configuración legal y de lo
expuesto a propósito del contenido esencial y la estructura de los derechos
fundamentales, este Colegiado procede a delimitar los lineamientos
jurídicos que permitirán ubicar las pretensiones que, por pertenecer al
contenido esencial dicho derecho fundamental o estar directamente
relacionadas a él, merecen protección a través del proceso de amparo:

a) En primer término, forman parte del contenido esencial directamente


protegido por el derecho fundamental a la pensión, las disposiciones
legales que establecen los requisitos del libre acceso al sistema de
seguridad social consustanciales a la actividad laboral pública o
privada, dependiente o independiente, y que permite dar inicio al
período de aportaciones al Sistema Nacional de Pensiones. Por tal
motivo, serán objeto de protección por vía del amparo los supuestos en
los que habiendo el demandante cumplido dichos requisitos legales se
le niegue el acceso al sistema de seguridad social.

AUTONOMIA PROCESAL Página 42


b) En segundo lugar, forma parte del contenido esencial directamente
protegido por el derecho fundamental a la pensión, las disposiciones
legales que establecen los requisitos para la obtención de un derecho a
la pensión. Así, será objeto de protección en la vía de amparo los
supuestos en los que, presentada la contingencia, se deniegue a una
persona el reconocimiento de una pensión de jubilación o cesantía, a
pesar de haber cumplido los requisitos legales para obtenerla (edad
requerida y determinados años de aportación), o de una pensión de
invalidez, presentados los supuestos previstos en la ley que determinan
su procedencia.

Tal como ha tenido oportunidad de precisar la Corte Constitucional


colombiana, en criterio que este Colegido comparte, el derecho a la
pensión
"adquiere el carácter de fundamental cuando a su
desconocimiento sigue la vulneración o la amenaza de derechos
o principios de esa categoría y su protección resulta
indispensable tratándose de la solicitud de pago oportuno de las
pensiones reconocidas, ya que la pensión guarda una estrecha
relación con el trabajo, principio fundante del Estado Social de
Derecho, por derivar de una relación laboral y constituir una
especie de salario diferido al que se accede previo el
cumplimiento de las exigencias legales.” (Cfr. Corte
Constitucional colombiana. Sala Tercera de Revisión. Sentencia
T-608 del 13 de noviembre de 1996. M.P. Dr. Eduardo Cifuentes
Muñoz).

c) Por otra parte, dado que, como quedó dicho, el derecho fundamental a
la pensión tiene una estrecha relación con el derecho a una vida acorde
con el principio-derecho de dignidad, es decir, con la trascendencia
vital propia de una dimensión sustancial de la vida, antes que una
dimensión meramente existencial o formal, forman parte de su
contenido esencial aquellas pretensiones mediante las cuales se busque
preservar el derecho concreto a un `mínimo vital´, es decir,
“aquella porción de ingresos indispensable e insustituible para
atender las necesidades básicas y permitir así una subsistencia
digna de la persona y de su familia; sin un ingreso adecuado a
ese mínimo no es posible asumir los gastos más elementales
(...) en forma tal que su ausencia atenta en forma grave y
directa contra la dignidad humana.” (Cfr. Corte Constitucional
colombiana. Sala Quinta de Revisión. Sentencia T-1001 del 9
de diciembre de 1999. M.P. José Gregorio Hernández
Galindo).

AUTONOMIA PROCESAL Página 43


En tal sentido, en los supuestos en los que se pretenda ventilar en sede
constitucional pretensiones relacionadas no con el reconocimiento de
la pensión que debe conceder el sistema previsional público o privado,
sino con su específico monto, ello sólo será procedente cuando se
encuentre comprometido el derecho al mínimo vital.

Por ello, tomando como referente objetivo que el monto más alto de lo
que en nuestro ordenamiento previsional es denominado “pensión
mínima”, asciende a S/. 415,00 (Disposición Transitoria de la Ley N.º
27617 e inciso 1 de la Cuarta Disposición Transitoria de la Ley N.º
28449), el Tribunal Constitucional considera que, prima facie,
cualquier persona que sea titular de una prestación que sea igual o
superior a dicho monto, deberá acudir a la vía judicial ordinaria a
efectos de dilucidar en dicha sede los cuestionamientos existentes en
relación a la suma específica de la prestación que le corresponde, a
menos que, a pesar de percibir una pensión o renta superior, por las
objetivas circunstancias del caso, resulte urgente su verificación a
efectos de evitar consecuencias irreparables (vg. los supuestos
acreditados de graves estados de salud).

d) Asimismo, aún cuando, prima facie, las pensiones de viudez, orfandad


y ascendientes, no forman parte del contenido esencial del derecho
fundamental a la pensión, en la medida de que el acceso a las
prestaciones pensionarias sí lo es, son susceptibles de protección a
través del amparo los supuestos en los que se deniegue el otorgamiento
de una pensión de sobrevivencia, a pesar de cumplir con los requisitos
legales para obtenerla.

e) En tanto el valor de igualdad material informa directamente el derecho


fundamental a la pensión, las afectaciones al derecho a la igualdad
como consecuencia del distinto tratamiento (en la ley o en la aplicación
de la ley) que dicho sistema dispense a personas que se encuentran en
situación idéntica o sustancialmente análoga, serán susceptibles de ser
protegidos mediante el proceso de amparo, siempre que el término de
comparación propuesto resulte válido.

En efecto, en tanto derecho fundamental relacional, el derecho a la


igualdad se encontrará afectado ante la ausencia de bases razonables,
proporcionales y objetivas que justifiquen el referido tratamiento
disímil en el libre acceso a prestaciones pensionarias.

f) Adicionalmente, es preciso tener en cuenta que para que quepa un


pronunciamiento de mérito en los procesos de amparo, la titularidad
del derecho subjetivo concreto de que se trate debe encontrarse

AUTONOMIA PROCESAL Página 44


suficientemente acreditada. Y es que como se ha precisado, en el
proceso de amparo
“no se dilucida la titularidad de un derecho, como sucede en
otros, sino sólo se restablece su ejercicio. Ello supone, como
es obvio, que quien solicita tutela en esta vía mínimamente
tenga que acreditar la titularidad del derecho constitucional
cuyo restablecimiento invoca, en tanto que este requisito
constituye un presupuesto procesal, a lo que se suma la
exigencia de tener que demostrar la existencia del acto [u
omisión] cuestionado”. (STC 0976-2001-AA, Fundamento
3).

g) Debido a que las disposiciones legales referidas al reajuste


pensionario o a la estipulación de un concreto tope máximo a las
pensiones, no se encuentran relacionadas a aspectos constitucionales
directamente protegidos por el contenido esencial del derecho
fundamental a la pensión, prima facie, las pretensiones relacionadas a
dichos asuntos deben ser ventiladas en la vía judicial ordinaria.

Las pretensiones vinculadas a la nivelación como sistema de reajuste


de las pensiones o a la aplicación de la teoría de los derechos
adquiridos en materia pensionaria, no son susceptibles de protección a
través del amparo constitucional, no sólo porque no forman parte del
contenido protegido del derecho fundamental a la pensión, sino
también, y fundamentalmente, porque han sido proscritas
constitucionalmente, mediante la Primera Disposición Final y el
artículo 103º de la Constitución, respectivamente.

§5. Determinación de la procedencia de la pretensión en la presente causa


38. Analizados los componentes que por derivar directamente del
contenido constitucionalmente protegido por el derecho fundamental a la
pensión, merecen protección a través del proceso de amparo, corresponde
analizar si la pretensión en el presente caso se encuentra referida a alguno
de dichos ámbitos y si, en consecuencia, corresponde expedir un
pronunciamiento sobre el fondo del asunto.

39. En el presente caso el demandante pretende el reconocimiento de la


pensión de jubilación adelantada por reducción de personal, que le fue
denegada porque a juicio de la ONP no reunía el mínimo de aportaciones
necesarias para obtener el derecho. En consecuencia, al recurrente le ha
sido denegada la pensión, a pesar de que, según alega, cumple con los
requisitos legales para obtenerla. Consecuentemente, la pretensión del
recurrente ingresa dentro del supuesto previsto en el Fundamento 37.b,
motivo por el cual este Colegiado procede a analizar el fondo de la
cuestión controvertida.
AUTONOMIA PROCESAL Página 45
§6. Análisis del agravio constitucional alegado
40. El segundo párrafo del artículo 44º del Decreto Ley N.º 19990, el artículo
1º Decreto Ley N.º 25967 y el artículo 17º de la Ley N.º 24514,
constituyen las disposiciones legales que configuran el derecho
constitucionalmente protegido para acceder a la pensión reclamada. En
ellos se establece que en los casos de reducción o despido total del
personal, tienen derecho a pensión de jubilación los trabajadores afectados
que: i) tengan cuando menos 55 o 50 años de edad, según sean hombres o
mujeres; ii) acrediten por lo menos 20 años de aportaciones; y, iii) el
empleador haya sido autorizado por el Ministerio de Trabajo para despedir
a su personal luego de seguir el procedimiento previsto en la Ley N.º
24514, sustitutoria del Decreto Ley N.º 18471.

41. Este Tribunal ha precisado en reiteradas ejecutorias, que constituyen


precedentes de observancia obligatoria, que para la calificación de las
pensiones se debe tener en cuenta que:
a) A tenor del artículo 57º del Decreto Supremo N.º 011-74-TR,
Reglamento del Decreto Ley N.º 19990, los períodos de aportación no
pierden su validez, excepto en los casos de caducidad de las
aportaciones declaradas por resoluciones consentidas o ejecutoriadas
con fecha anterior al 1 de mayo de 1973. En ese sentido, la Ley N.º
28407, vigente desde el 3 de diciembre de 2004, recogió este criterio y
declaró expedito el derecho de cualquier aportante para solicitar la
revisión de cualquier resolución que se hubiera expedido contraviniendo
lo dispuesto en los artículos 56º y 57º del decreto supremo referido,
Reglamento del Decreto Ley N.º 19990.

b) En cuanto a las aportaciones de los asegurados obligatorios, los


artículos 11° y 70° del Decreto Ley N.° 19990 establecen,
respectivamente, que “Los empleadores (...) están obligados a retener las
aportaciones de los trabajadores asegurados obligatorios (...)”, y que
“Para los asegurados obligatorios son períodos de aportación los meses,
semanas o días en que presten, o hayan prestado servicios que generen
la obligación de abonar las aportaciones a que se refieren los artículos 7º
al 13º, aún cuando el empleador (...) no hubiese efectuado el pago de las
aportaciones”. Más aún, el artículo 13° de esta norma dispone que la
emplazada se encuentra obligada a iniciar el procedimiento coactivo si
el empleador no cumple con efectuar el abono de las aportaciones
indicadas. A mayor abundamiento, el inciso d), artículo 7.° de la
Resolución Suprema N.º 306-2001-EF, Reglamento de Organización y
Funciones de la Oficina de Normalización Previsional (ONP), dispone
que la emplazada debe “Efectuar la verificación, liquidación y
fiscalización de derechos pensionarios que sean necesarias para
garantizar su otorgamiento con arreglo a Ley”.
AUTONOMIA PROCESAL Página 46
42. En ese sentido, para acreditar la titularidad de derecho a la pensión y el
cumplimiento de los requisitos legales que configuran el derecho, el
demandante ha acompañado una serie de documentos, respecto de los
cuales este Tribunal determina los siguiente:

42.1. Edad
1) Copia de su Documento Nacional de Identidad, con el cual se constata
que nació el 16 de junio de 1945, y que, por tanto, cumplió la edad
requerida para la pensión reclamada el 16 de junio de 2000.

42.2 Años de aportaciones


1) Copia de la Resolución N.º 0000041215-2002-ONP/DC/DL 19990
(Expediente N.º 01300311802) y del Cuadro de Resumen de
Aportaciones, de donde se evidencia que en aplicación del artículo 95º
del Decreto Supremo N.º 013-61-TR, Reglamento de la Ley N.º 13640,
la ONP desconoció la validez de las aportaciones realizadas durante 1
año y 1 mes en los años 1964 y 1965, y decidió no continuar su labor
inspectiva porque presumió que el demandante no acreditaría el mínimo
de años de aportaciones requeridos.
2) Copia de dos Certificados de Trabajo expedidos por Motor Perú S.A. en
el año 1992, en papel membretado y en formato del IPSS, y
adicionalmente, otro Certificado de Trabajo otorgado en el año 1994 por
Motor Perú S.A. en liquidación, en todos los cuales se certifica que el
demandante trabajó en la empresa desde el 5 de marzo de 1973 hasta el
25 de mayo de 1992, es decir, por un periodo de 19 años, 2 meses y 20
días.

42.3 Autorización de la Autoridad de Trabajo y afectación por reducción de


personal
1) Copia de la Resolución Sub-Directoral N.º 018-92-1SD-NEC y la
Resolución Directoral N.º 046-92-DR-LIM, del 21 de febrero y 24 de
marzo de 1992, respectivamente, en las que consta la autorización de la
Autoridad de Trabajo para que Motor Perú S.A. reduzca personal al
haber acreditado causal económica conforme a lo señalado en la Ley N.º
24514.
2) Copia del Acta de Extraproceso de fecha 3 de julio de 1992, suscrita
ante el Director Regional de Trabajo de Lima, por los representantes de
Motor Perú S.A. y el Sindicato de Trabajadores de la empresa, en la cual
se transcribe la relación del personal afectado por la reducción de
personal, entre los que se encuentra el demandante. Asimismo, el
cronograma de pago de los beneficios sociales que se entregará
conjuntamente con el certificado de trabajo, previa presentación de las
cartas de renuncia de los trabajadores con fecha 25 de mayo de 1992.

AUTONOMIA PROCESAL Página 47


43. En consecuencia, el Tribunal Constitucional considera que aun cuando en
el proceso de amparo no se encuentra prevista una etapa probatoria, el
demandante ha presentado suficiente medios probatorios que no requieren
actuación (artículo 9º del CPConst.), que demuestran: i) que cumple con el
requisito de edad exigido para obtener la pensión solicitada; ii) que fue
cesado en el empleo por causal de reducción de personal; y, iii) que
teniendo en cuenta su tiempo de servicios en Motor Perú S.A. –
corroborados previamente por la Autoridad de Trabajo– y las aportaciones
realizadas durante el período cuya validez indebidamente no se reconoció,
acredita por lo menos 20 años de aportaciones al Sistema Nacional de
Pensiones.

En tal sentido, ha acreditado que reúne todos los requisitos legales exigidos
para la percepción de la pensión de jubilación adelantada por reducción de
personal reclamada, y consiguientemente, que se ha desconocido
arbitrariamente el derecho constitucional a la pensión que le asiste, por lo
que la demandada debe reconocer su derecho a la pensión de jubilación y
disponer su percepción desde la fecha en que se verifica el agravio
constitucional, es decir, en la fecha de la apertura del expediente N.º
01300311802 en el que consta la solicitud de la pensión denegada.

Adicionalmente, se debe ordenar a la ONP que efectúe el cálculo de los


devengados correspondientes desde la fecha del agravio constitucional, así
como el de los intereses legales generados de acuerdo a la tasa señalada en
el artículo 1246.º del Código Civil, y proceda a su pago, en la forma y
modo establecido por el artículo 2.º de la Ley N.º 28266.

§7. Precedente vinculante


44. Es evidente que con relación al derecho fundamental a la pensión
reconocido en el artículo 11º de la Constitución, en la jurisprudencia de
este Tribunal ha existido un criterio de procedibilidad más flexible que
aquel desarrollado en el Fundamento 37 supra. Ello, en su momento, se
encontraba plenamente justificado en aras de proyectar desde la
jurisprudencia de este Colegiado las pautas de interpretación que permitan
convertir al sistema de seguridad social, y, concretamente, al derecho
fundamental a la pensión, en uno plenamente identificado con los
principios constitucionales que lo informan (dignidad, igualdad y
solidaridad).

45. Las materias que son competencia de la jurisdicción constitucional no se


desarrollan sobre un espectro rígido e inmutable. Por el contrario, la
incuestionable ligazón existente entre realidad social y Constitución en los
Estados sociales y democráticos de derecho, imponen un margen de
razonable flexibilidad al momento de decidir las causas que merecen un
pronunciamiento por parte de la jurisdicción constitucional, sobre todo en
AUTONOMIA PROCESAL Página 48
aquellas latitudes en las que ésta tiene reciente data. Sólo así es posible
sentar por vía de la jurisprudencia las bases mínimas para una verdadera
identidad constitucional en cada uno de los ámbitos del derecho, y sólo así
es posible que este Tribunal mantenga incólumes sus funciones de
valoración, ordenación y pacificación.

46. El Tribunal Constitucional considera que dicho cometido ha sido cubierto


con la abundante jurisprudencia emitida en materia pensionaria, motivo
por el cual considera pertinente, a partir de la presente sentencia, restringir
los criterios de procedibibilidad en dicha materia sobre la base de pautas
bastante más identificadas con la naturaleza de urgencia del proceso de
amparo.

47. En tal sentido, este Tribunal advierte que los criterios jurídicos contenidos
en el Fundamento 37 supra para determinar la procedencia de demandas
de amparo en materia pensionaria, a partir de la determinación del
contenido esencial del derecho fundamental a la pensión, reconocido en el
artículo 11º de la Constitución, constituyen precedente vinculante, de
conformidad con lo dispuesto en el artículo VII del Título Preliminar del
CPConst.

48. Por lo demás, dicho cambio de precedente se encuentra amparado por el


principio de autonomía procesal que informa a las funciones de valoración,
ordenación y pacificación de este Tribunal, conforme al cual, dentro del
marco normativo de las reglas procesales que le resultan aplicables, éste
goza de un margen razonable de flexibilidad en su aplicación, de manera
que toda formalidad resulta finalmente supeditada a la finalidad de los
procesos constitucionales: la efectividad del principio de supremacía de la
Constitución y la vigencia de los derechos fundamentales (artículo II del
Título Preliminar del CPConst.).

El artículo III del Título preliminar del CPConst. establece la obligación del
juez constitucional de
“adecuar la exigencia de las formalidades previstas en éste
Código al logro de los fines de los procesos constitucionales”,
por lo que goza de cierto grado de autonomía para establecer determinadas
reglas procesales o interpretar las ya estipuladas, cuando se trate de
efectivizar los fines de los procesos constitucionales.

En efecto, mediante su autonomía procesal el Tribunal Constitucional


puede establecer reglas que tengan una pretensión de generalidad y que
puedan aplicarse posteriormente a casos similares, siempre que estas reglas
tengan como finalidad perfeccionar el proceso constitucional, y se
encuentren limitadas por el principio de separación de poderes, la ya

AUTONOMIA PROCESAL Página 49


mencionada vigencia efectiva de los derechos fundamentales y los
principios de razonabilidad y proporcionalidad.

49. El precedente sentado es de vinculación inmediata, motivo por el cual a


partir del día siguiente de la publicación de la presente sentencia en el
diario oficial El Peruano, toda demanda de amparo que sea presentada o
que se encuentre en trámite y cuya pretensión no verse sobre el contenido
constitucional directamente protegido por el derecho fundamental a la
pensión (Fundamento 37 supra), debe ser declarada improcedente.

§8. Vía jurisdiccional ordinaria para la dilucidación de asuntos


previsionales que no versen sobre el contenido directamente protegido
por el derecho fundamental a la pensión
50. No obstante, en atención a su función de ordenación, el Tribunal
Constitucional no puede limitarse a precisar los criterios que
procedibilidad del amparo constitucional en materia pensionaria, sino que,
a su vez, debe determinar la vía judicial en las que deban ventilarse la
pretensiones sobre dicha materia que por no gozar de protección
constitucional directa, no son susceptibles de revisarse en sede
constitucional. Asimismo, debe determinar las reglas necesarias para
encausar las demandas de amparo en trámite cuya improcedencia debe ser
declarada tras la publicación de la presente sentencia en el diario oficial El
Peruano.

51. La vía idónea para dilucidar los asuntos pensionarios que no versen sobre
el contenido directamente protegido por el derecho fundamental a la
pensión, es el proceso contencioso administrativo. En efecto, en tanto que
es la Administración Pública la encargada de efectuar el otorgamiento de
las pensiones específicas una vez cumplidos los requisitos previstos en la
ley, es el proceso contencioso administrativo la vía orientada a solicitar la
nulidad de los actos administrativos que se consideren contrarios a los
derechos subjetivos que a pesar de encontrarse relacionados con materia
previsional, sin embargo, no derivan directamente del contenido
constitucionalmente protegido por el derecho fundamental a la pensión.
Así lo estipula el artículo 1º de la Ley N.º 27584.
“La acción contencioso administrativa prevista en el Artículo
148 de la Constitución Política tiene por finalidad el control
jurídico por el Poder Judicial de las actuaciones de la
administración pública sujetas al derecho administrativo y la
efectiva tutela de los derechos e intereses de los
administrados. (...)”

52. Por ende, en los supuestos en los que se pretenda la estimación en juicio
de pretensiones que no se encuentren relacionadas con el contenido
directamente protegido por el derecho fundamental a la pensión, los
AUTONOMIA PROCESAL Página 50
justiciables deberán acudir el proceso contencioso administrativo a efectos
de dilucidar el asunto controvertido.

En tal perspectiva, el artículo 3º de la Ley N.º 27584 establece, de


conformidad con el principio de exlusividad, lo siguiente:
“las actuaciones de la administración pública sólo pueden
ser impugnadas en el proceso contencioso administrativo,
salvo en los casos en que se pueda recurrir a los procesos
constitucionales”,
es decir, salvo en los casos en los que la actuación (u omisión) de la
Administración Pública genere la afectación del contenido directamente
protegido por un derecho constitucional.

53. De conformidad con los artículos 8º y 9º de la Ley N.º 27584 es


competente para conocer la demanda el Juez Especializado en lo
Contencioso Administrativo (o el Juez Civil o Mixto en los lugares en que
no exista Juez Especializado en lo Contencioso Administrativo), del lugar
del domicilio del demandado o del lugar donde se produjo la actuación
impugnable, a elección del demandante.

§9. Reglas procesales aplicables a las demandas de amparo en trámite


que sean declaradas improcedentes como consecuencia del precedente
vinculante contenido en esta sentencia
54. Las demandas de amparo en trámite que, en aplicación de los criterios de
procedibilidad previstos en el Fundamento 37 supra, sean declaradas
improcedentes, deberán ser remitidas al juzgado de origen (Juez Civil
encargado de merituar el proceso de amparo en primera instancia), quien
deberá remitir el expediente judicial al Juez Especializado en lo
Contencioso Administrativo (en los lugares en los que éstos existan) o
deberá avocarse al conocimiento del proceso (en los lugares en los que no
existan Jueces Especializados en lo Contencioso Administrativo).

Una vez que el Juez competente del proceso contencioso administrativo se


avoque al conocimiento de la causa, deberá entenderse presentada y
admitida la demanda contencioso administrativa, y, en aplicación del
principio de suplencia previsto en el inciso 4) del artículo 2º de la Ley N.º
27584, se otorgará al demandante un plazo razonable a efectos de que
adecúe su demanda conforme a las reglas previstas para la etapa
postulatoria del proceso contencioso administrativo. Transcurrido dicho
plazo sin que el demandante realice la respectiva adecuación, procederá el
archivo del proceso.

AUTONOMIA PROCESAL Página 51


Estas reglas son dictadas en virtud del principio de autonomía procesal del
Tribunal Constitucional al que se ha hecho alusión en el Fundamento
48 supra.

55. Por otra parte, en aplicación del principio pro actione que impone al
Juez intepretar los requisitos de admisibilidad de las demandas en el
sentido que más favorezca el derecho de acceso a la jurisdicción, en los
supuestos en los que en el expediente de amparo obre escrito en el que la
Administración contradiga la pretensión del recurrente, el Juez del
contencioso administrativo, no podrá exigir el agotamiento de la vía
administrativa.

En efecto, dado que la finalidad de la interposición de los recursos


administrativos de impugnación consiste en darle la oportunidad a la propia
Administración de revisar su actuación o reevaluarla y, en su caso, disponer
el cese de la vulneración del derecho, sería manifiestamente contrario al
principio de razonablidad y al derecho fundamental de acceso a la
jurisdicción, exigir el agotamiento de la vía adminitrativa en los casos en
los que resulta evidente que la propia Administración se ha ratificado en la
supuesta validez del acto considerado ilegal.

56. Por el contrario, los expedientes de amparo en los que no sea posible
verificar si la Administración se ha o no ratificado en torno a la supuesta
validez del acto considerado atentatorio de los derechos previsionales que
no configuran el contenido directamente protegido por el derecho
fundamental a la pensión, no serán remitidos al Juez del contencioso
administrativo, pues dado que en estos supuestos es plenamente exigible el
agotamiento de la vía administrativa prevista en el artículo 18º de la Ley
N.º 27584, los recurrentes deberán agotarla para encontrarse habilitados a
presentar la demanda contencioso administrativa.

57. En todo caso, es deber del Juez del contencioso administrativo, aplicar el
principio de favorecimiento del proceso, previsto en el inciso 3) del
artículo 2º de la Ley N.º 27584, conforme al cual:
“Principio de favorecimiento del proceso.- El Juez no podrá
rechazar liminarmente la demanda en aquellos casos en los que
por falta de precisión del marco legal exista incertidumbre
respecto del agotamiento de la vía previa.
Asimismo, en caso de que el Juez tenga cualquier otra duda
razonable sobre la procedencia o no de la demanda, deberá
preferir darle trámite a la misma.”

58. Por otra parte, dado que en los asuntos previsionales, es la Administración
o, en su caso, la entidad en la que prestó servicios el ex trabajador, las que
se encuentran en mayor capacidad de proveer al Juez de los medios
AUTONOMIA PROCESAL Página 52
probatorios que coadyuven a formar convicción en relación con el asunto
controvertido, el hecho de que el recurrente no haya presentado los medios
probatorios suficientes que permitan acreditar su pretensión, en principio,
no puede considerarse como motivo suficiente para desestimar la demanda.
En tales circunstancias, es obligación del Juez recabar de oficio los medios
probatorios que juzque pertinentes; máxime si el artículo 22º de la Ley N.º
27584, establece que:
“Al admitir a trámite la demanda el Juez ordenará a la entidad
administrativa que remita el expediente relacionado con la
actuación impugnable.
Si la entidad no cumple con remitir el expediente administrativo
el órgano jurisdiccional podrá prescindir del mismo o en su caso
reiterar el pedido bajo apercibimiento de poner el hecho en
conocimiento del Ministerio Público para el inicio del proceso
penal correspondiente (...).
El incumplimiento de lo ordenado a la entidad administrativa no
suspende la tramitación del proceso, debiendo el juez en este
caso aplicar al momento de resolver lo dispuesto en el Artículo
282 del Código Procesal Civil.”

Dicho artículo del Código Procesal Civil, establece:


“El Juez puede extraer conclusiones en contra de los intereses de
las partes atendiendo a la conducta que éstas asumen en el
proceso, particularmente cuando se manifiesta notoriamente en
la falta de cooperación para lograr la finalidad de los medios
probatorios, o con otras actitudes de obstrucción. Las
conclusiones del Juez estarán debidamente fundamentadas.”

Por su parte, el artículo 29º de la Ley N.º 27584, dispone:


“Cuando los medios probatorios ofrecidos por las partes sean
insuficientes para formar convicción, el Juez en decisión
motivada e inimpugnable, puede ordenar la actuación de los
medios probatorios adicionales que considere convenientes.”

§10. Vulneración continuada y ausencia de plazos de prescripción en


asuntos que versen sobre materia pensionaria
59. Todos los poderes públicos, incluida la Administración Pública, deberán
tener presente, tal como lo ha precisado este Colegiado de manera
uniforme y constante —en criterio que mutatis mutandis es aplicable a
cualquier proceso judicial o procedimiento administrativo que prevea
plazos de prescripción o caducidad— que las afectaciones en materia
pensionaria tienen la calidad de una vulneración continuada, pues tienen
lugar mes a mes, motivo por el cual no existe posibilidad de rechazar
reclamos, recursos o demandas que versen sobre materia previsional,
argumentando el vencimiento de plazos prescriptorios o de caducidad.
AUTONOMIA PROCESAL Página 53
En tal sentido, en los casos de demandas contencioso administrativas que
versen sobre materia pensionaria, el Juez se encuentra en la obligación de
considerar el inicio del cómputo de los plazos de caducidad previstos en el
artículo 17º de la Ley N.º 27584, a partir del mes inmediatamente anterior a
aquel en que es presentada la demanda, lo que equivale a decir, que, en
ningún caso, podrá declararse la improcedencia de tales demandas por el
supuesto cumplimiento del plazo de caducidad.

§11. Jurisprudencia vinculante y exhortación


60. Es preciso enfatizar que los criterios uniformes y reiterados contenidos en
las sentencias expedidas por el Tribunal Constitucional en materia
pensionaria, mantienen sus efectos vinculantes. En consecuencia, a pesar
de que determinadas pretensiones sobre la materia no puedan en el futuro
ser ventiladas en sede constitucional, la judicatura ordinaria se encuentra
vinculada por las sentencias en materia pensionaria expedidas por este
Colegiado.

61. Finalmente, el Tribunal Constitucional exhorta al Poder Judicial a


aumentar el número de Juzgados Especializados en lo Contencioso
Administrativo en el Distrito Judicial de Lima y a crearlos en el resto de
Distritos Judiciales de la República, a efectos de atender con diligencia y
celeridad las pretensiones que correspondan ser dilucidadas por la
jurisdicción ordinaria, como consecuencia de la expedición de la presente
sentencia.

Por estas consideraciones, el Tribunal Constitucional con la autoridad


que le confiere la Constitución y su Ley Orgánica,

HA RESUELTO

1. Declarar FUNDADA la demanda.

2. Declarar la NULIDAD de la Resolución N.º 0000041215-2002-


ONP/DC/DL 19990.

3. Ordena que la entidad demandada cumpla con reconocer la pensión de


jubilación adelantada por reducción de personal que corresponde al
demandante, y abone las pensiones devengadas, reintegros e intereses
legales correspondientes, conforme a los Fundamentos 40 a 43 supra.

4. Declarar que los criterios de procedibilidad de las demandas de amparo


que versen sobre materia pensionaria, previstos en el Fundamento
37 supra, constituyen precedente vinculante inmediato, de conformidad
con el artículo VII del Título Preliminar del CPConst.; motivo por el cual,
AUTONOMIA PROCESAL Página 54
a partir del día siguiente de la publicación de la presente sentencia en el
diario oficial El Peruano, toda demanda de amparo que sea presentada o
que se encuentre en trámite y cuya pretensión no verse sobre el contenido
constitucional directamente protegido por el derecho fundamental a la
pensión, debe ser declarada improcedente.

5. Declarar que las reglas procesales de aplicación a las demandas de amparo


que a la fecha de publicación de esta sentencia se encuentren en trámite,
previstas en los Fundamentos 54 a 58 supra, resultan vinculantes tanto
para los Jueces que conocen los procesos de amparo, como para los Jueces
que resulten competentes para conocer las demandas contencioso
administrativas.

6. Se EXHORTA al Poder Judicial, para que, de conformidad con el


Fundamento 61 supra, aumente el número de Juzgados Especializados en
lo Contencioso Administrativo en el Distrito Judicial de Lima y los cree en
el resto de Distritos Judiciales de la República.

Publíquese y notifíquese.

SS.

ALVA ORLANDINI
BARDELLI LARTIRIGOYEN
GONZALES OJEDA
GARCÍA TOMA
VERGARA GOTELLI
LANDA ARROYO

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