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Lo peor que le podía pasar a un ninja era perder un combate, perder un ojo, perder la vida, y peor
todavía, perder el honor.
-¡Voy a hacer rehabilitación, y voy a ser un ejemplo para los ninjas derrotados- se empecinaba
Lee- y voy a recuperar mi honor!
Poco a poco, consiguió volver a respirar, a moverse, a manejar la catana y la tarjeta de débito.
Cuando estaba listo para vengarse se deslizó por las sombras hasta la quinta torre del palacio de
Pu.
-Vengo a demostrar lo que puede hacer la fuerza de voluntad, la autodeterminación, las ganas de
superarse, el poder del pensamiento positivo, y una dieta equilibrada – vociferó Lee, mientras
ensartaba al señor Pu, y retiraba la catana cubierta de entrañas.
El señor Pu, ofendido y dolorido, pero iluminado, dijo simplemente – tienes razón, Lee, he
desperdiciado mi vida- y se tiró al piso a desangrarse y a pensar en un cambio de rumbo para su
vida.