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En Francia se juega el desarrollo social de la crisis en Europa

Jesús Sánchez Rodríguez1

Desde el inicio de la actual crisis, y especialmente desde que sus consecuencias


económicas se empezaron a traducir en efectos sociales, golpeando a las capas más
desprotegidas y menos organizadas, desde los trabajadores con una posición más
débil, como los de las empresas pequeñas, hasta los inmigrantes, se inició en Europa
un pulso irregular, que ha ido creciendo, entre las fuerzas del capital y el trabajo. Esto
no se ha traducido en una lucha directa entre los sindicatos y empresas concretas o las
organizaciones patronales, sin que hayan faltado ejemplos, sino entre aquéllos y los
respectivos gobiernos.

Así pues, se puede constatar en primer lugar la consolidación de una tendencia que se
ha venido agudizando desde el final de la segunda guerra mundial. Aunque por el
propio lugar ocupado en el sistema capitalista, el Estado ha representado la defensa
global de éste, su papel ha ido creciendo en importancia conforme ha avanzado la
madurez del capitalismo, si bien es cierto que, dada la mundialización de éste, han sido
necesarias continua y nuevas instancias internacionales que ayudasen en la gestión de
los intereses del capitalismo.

Qué el Estado se configura como el principal actor en la defensa de la burguesía es


claramente visible cuando se aprecia que son los distintos gobiernos los que
finalmente toman las medidas principales en defensa del mantenimiento de las
condiciones de acumulación en una época de crisis. Igualmente se aprecia este hecho
en que estas medidas gubernamentales son aplicadas tanto por partidos
conservadores como socialdemócratas. La importancia del papel del Estado, y la lucha
por su control, se hace más evidente en las épocas de crisis.

Las medidas gubernamentales orientadas a trasladar el coste de la actual crisis a las


capas populares, con el objetivo de mantener el proceso de acumulación, han sido
diversas: reformas laborales que empeoran las condiciones de trabajo y aumentan el
poder patronal; reforma del sistema de pensiones retrasando la edad de retiro,
dificultando las condiciones de acceso a la pensión y rebajando su cuantía; congelación

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Se pueden consultar otros artículos y libros del autor en el blog :
http://miradacrtica.blogspot.com/

1
o reducción de los salarios de funcionarios y pensionistas; aumento de los impuestos
indirectos; reducción de los gastos en servicios y prestaciones sociales, etc.

Por tanto, las luchas principales en esta etapa iniciada en septiembre de 2008 han
tenido lugar en torno a las medidas gubernamentales y las movilizaciones sindicales. El
consenso social de toda una época se está rompiendo por las costuras, posiblemente
muy a pesar de las direcciones sindicales.

El pulso se ha mantenido en diferentes países y parecía que el punto de desenlace se


iría a producir en Grecia, donde las duras medidas del gobierno contra las clases
populares habían producido una reacción de fuerte resistencia, incluyendo varias
huelgas generales. No obstante el verano y la firmeza del gobierno del PASOK llevaron
a una declinación, al menos por el momento, en ese país. Así que, finalmente, el punto
de desenlace parece haberse trasladado a Francia.

Las medidas del gobierno Sarkozy no tienen la dureza de las tomadas por el gobierno
griego, o incluso de las tomadas por el gobierno español. En realidad, y en
comparación con estos dos países u otros del este europeo, las medidas de
endurecimiento de las pensiones francesas podían haber sido objeto de movilizaciones
menores.

Pero había dos elementos distintivos para que finalmente el pulso fundamental que se
está desarrollando en Europa se haya producido en Francia, y su desenlace va a
repercutir sobre toda la clase obrera europea y el desarrollo posterior de la crisis.

Intentemos una explicación a estos dos hechos. El primero es la pregunta de porque en


Francia se ha producido una reacción tan vigorosa de los sindicatos y la clase obrera. La
causa puede estar en dos características que se reúnen en Francia. La primera es su
tradición de organización y lucha, tanto entre la clase obrera como entre los jóvenes,
que, además, ha conseguido algunos éxitos importantes en los últimos años (en 1995
Alain Juppé tuvo que retirar su proyecto de pensiones, en 2006 Chirac y Villepin
tuvieron que retirar su proyecto de contrato de primer empleo). Además, las
movilizaciones durante la actual crisis ya comenzaron con una huelga general en enero
de 2009, y en febrero del mismo año las huelgas y revueltas en Guadalupe obligaron al
gobierno a ceder en algunas de las peticiones salariales. La segunda característica es el
hecho de que las movilizaciones se dirigen contra un gobierno conservador, al
contrario del carácter de otros gobiernos que han impuesto medidas más duras y han
suscitado diferentes respuestas sindicales. Grecia, España y Portugal tienen gobiernos
socialdemócratas – tres de los últimos seis que se mantienen en la Unión Europea – y
sus medidas han dado lugar a varias huelgas generales en Grecia, una en España,
además de otras parciales, y otra huelga general prevista en Portugal en noviembre.

Por tanto, los sindicatos franceses pueden plantear la batalla en dos etapas. Si las
movilizaciones consiguen su objetivo de retirar ahora la ley de pensiones y,

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posteriormente, Sarkozy es derrotado electoralmente en 2012, la victoria sería
absoluta. Si por el contrario, no consiguen el objetivo ahora por la firmeza del gobierno
de Sarkozy, pero consiguen desgastarle, contribuyendo a su derrota electoral ante la
izquierda, entonces una batalla perdida ahora podría ser, y utilizamos el condicional,
un paso a una victoria definitiva más tarde. Finalmente, el escenario más pesimista
sería la derrota de las movilizaciones ahora, al no conseguir su objetivo, y de la
izquierda en las posteriores elecciones.

Hemos utilizado el condicional porque dada la actitud de los gobiernos


socialdemócratas en los países latinos que hemos mencionado, no hay ninguna
seguridad sobre el comportamiento de los socialistas franceses si accediesen al
gobierno, dependería entre otras cosas de si esa victoria es fruto del primero de los
escenarios señalados, con unos sindicatos que salen reforzados, o del segundo, con
unos sindicatos que salen debilitados. Pero también tendría una influencia importante
el peso que obtuvieran en esas elecciones las formaciones a la izquierda del PS.

Esta estrategia y este escenario se presentan más problemáticos para los sindicatos de
Grecia, España y Portugal. Las movilizaciones intensas, incluso si consiguiesen sus
objetivos, desgastarían a los gobiernos socialdemócratas, y la alternativa más probable
no es un gobierno más a la izquierda, sino uno conservador que profundizaría las
medidas contra las clases populares. El ejemplo de España es claro, desde hace meses
las encuestas reflejan como el conservador Partido Popular aumenta su distancia en
intención de voto respecto al PSOE, hasta el punto de hacer saltar todas las alarmas en
este partido. Por tanto puede entenderse la cautela de los sindicatos, más allá de las
críticas que se les pueda hacer a su trayectoria y papel jugado. Sería interesante saber
el peso de estos argumentos en la actual fase de calma en Grecia, después de las
fuertes movilizaciones hasta el verano pasado

Obtener una victoria ahora contra un gobierno socialdemócrata, que ha abrazado el


neoliberalismo, puede convertirse en pírrica si abre las puertas a una victoria electoral
contundente de la derecha. Y, si, además, ni siquiera consiguen la victoria y gana la
derecha el escenario se convierte en catastrófico. El ejemplo que más rápidamente
acude a la memoria es el de Margaret Thatcher en Gran Bretaña.

El segundo hecho a analizar son las consecuencias de un resultado u otro en la lucha


que tiene lugar en Francia actualmente, y porque utilizamos el concepto de punto de
desenlace. A cualquier observador un poco agudo no se le escapa que lo que está en
juego en Francia es mucho más que el alargamiento de dos años en la edad de
jubilación. La clase trabajadora francesa ha retomado el testigo de la griega, en
condiciones más favorables para la lucha, y ha puesto sobre la mesa un punto esencial,
si la salida de la actual crisis va a seguir produciéndose a espaldas y contra la clase
trabajadora o, si por el contrario ésta va a conseguir imponer condiciones. No se está
hablando ni de acabar con el capitalismo, ni de revoluciones, sino de algo más

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modesto, pero también muy difícil en las actuales condiciones, evitar una recuperación
con nuevos bríos de un neoliberalismo, debilitado inicialmente al desencadenarse la
crisis, que profundizaría, si lo consiguiese, el programa que levantaron Thatcher y
Reagan en 1979-80.

Las escaramuzas hasta ahora en Europa, con la salvedad de Grecia, se han


transformado en una verdadera lucha en torno al objetivo citado. Si la izquierda
sindical y política vence en las dos batallas, la actual y la electoral, puede actuar como
un revulsivo en otros países y gobiernos europeos, haciendo que cambie la actual
dinámica y se vean obligados a pactar con los sindicatos las medidas económicas y
sociales. Puede que no parezca un objetivo muy heroico, pero es vital en las actuales
circunstancias. Si por el contrario, la izquierda francesa es derrotada en esta lucha, la
que está planteando la clase obrera más motivada y en mejores condiciones de
Europa, entonces el panorama se va a volver bastante más sombrío para las clases
populares en Europa, siendo necesario advertir una vez más sobre el ascenso continuo
de las opciones de extrema derecha.

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