Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Integrantes:
PROFESOR:
Lima – Perú
2018
INDICE
INTRODUCCION ...................................................................................... 3
“automático” ........................................................................................ 10
Al fijar el último año de la estimación en 2009 se difuminan algo las extraordinarias tasas de
crecimiento alcanzadas en el conjunto del decenio de 2000, aunque se retrata mejor así el
panorama del comercio internacional después de la crisis, que se caracteriza por una
intensificación de las relaciones Sur-Sur. Gran parte de la expansión comercial se ha alcanzado
en el marco de las RPM y no tanto a través de las relaciones tradicionales de plena
independencia de las partes que se dan por supuestas en la competencia internacional reinante
en los mercados de bienes y servicios finales.
En diversos estudios recientes se indica que del 35 al 40 por ciento del crecimiento del
comercio de China durante el período 1992-2003 es atribuible a la especialización vertical, con
un crecimiento muy rápido de esta fórmula a lo largo de la década de 2000, en la que llegó a
superar el 50 por ciento del comercio total en algunos sectores (OIT, 2008, pág. 8). La
globalización de la producción se plasma en los datos sobre la «externización» emprendida por
los países desarrollados. La «externización» de materiales y servicios, medida por la cantidad
de insumos importados en el total de insumos —exceptuando los energéticos—, fue
difundiéndose a lo largo de los años noventa; la de materiales llegó casi al 30 por ciento en el
Reino Unido, al 23por ciento en Alemania y a más del 17 por ciento en los Estados Unidos. Los
niveles de los dos últimos países mencionados indican un crecimiento lento, pero sostenido, del
uso de insumos materiales importados, que aumentó en alrededor del 50 por ciento durante el
decenio de 2000. Las cifras relativas a los servicios son más bajas (entre el 0,8 y el 3 por
ciento), aunque las tasas de crecimiento fueron superiores a las de la «externización» de
materiales en los tres países citados. Como indican algunos estudios recientes, es probable
que en los años venideros la «externización» de servicios mantenga un ritmo más rápido que la
de materiales (véanse las estimaciones que se hacen en Blinder, 2007, sobre los puestos de
trabajo del sector que pueden verse en peligro por esta causa). Aunque la «externización»
tiene ya una larga historia, fue en los años noventa cuando la gestión de cadenas mundiales de
suministro llegó a ser en sí misma un “activo estratégico”
Según Sturgeon (2001) define las RPM como «un conjunto de relaciones interempresariales
que integran a un grupo de empresas en una unidad económica de mayores dimensiones».
Son hoy en día un instrumento formidable para estudiar el progreso económico, pues
constituyen la base sobre la cual las empresas han reforzado su capacidad productiva,
especialmente por lo que aprenden en sus relaciones con los compradores; no hay que olvidar
que son empresas proveedoras cuyo propósito es producir bienes y servicios competitivos en la
arena internacional. Con respecto a la considerable mejora de sus resultados lograda por las
empresas industriales de algunos países en desarrollo en los años noventa, en un informe de la
Organización de las Naciones Unidas para el Desarrollo Industrial (ONUDI) se decía que
«parece que la causa principal de este gran salto adelante es la participación en redes de
producción mundiales integradas, que elevan considerablemente la proporción de productos
complejos en las exportaciones» (ONUDI, 2002, pág. 42).
Bueno según la vasta bibliografía publicada acerca del progreso en las RPM predominan los
estudios monográficos de países o sectores, que han servido para conocer más a fondo el
funcionamiento del progreso, el papel que desempeñan en él los diversos agentes principales y
los obstáculos con que tropiezan las empresas en las cadenas mundiales de valor. En esta
bibliografía monográfica cabe observar algunos patrones generales: el progreso económico
suele medirse por la variación del volumen de las exportaciones o por el valor unitario de éstas;
el progreso social suele valorarse por la evolución del empleo o de los salarios. Los estudios de
este tipo ofrecen información de inestimable valor sobre las circunstancias locales que sirven
para entender las condiciones en las que se fragua el progreso; pero suelen hacer hincapié en
uno de los dos aspectos del progreso, no en ambos. Y los fenómenos que se estudian suelen
ser experiencias que han acabado bien, por lo que puede haber un sesgo de selección que
desvirtúe toda generalización que se realice con la bibliografía. Junto a esta abundante
investigación monográfica y sectorial sobre las cadenas mundiales de valor hay otros dos
importantes enfoques metodológicos del estudio del progreso y el comercio, que se basan en la
contabilidad y la econometría.
Π = Q/L (1)
Así, la variación de la productividad del trabajo (Π) tiene, a su vez, dos componentes: la
variación del producto (Q) y la variación del empleo (L):
Π=Q−L
Q=Π+L
La conclusión de que hay muy pocos países que logren un progreso económico de base amplia
se ve respaldada por estudios recientes según los cuales la estrategia de crecimiento fundada
en las exportaciones que abrazaron la mayoría de los países en desarrollo tras la crisis de la
deuda del decenio de 1980 (en lugar de la estrategia anterior de industrialización basada en la
sustitución de importaciones) adolecía de un «error de composición». Es decir, conseguir
exportar en un determinado sector o ramo puede ser beneficioso para un país solo; pero si
muchos países se hacen ese mismo cálculo, ninguno de ellos alcanzará una ventaja
semejante, ya que los precios descenderán si se expande la oferta a nivel mundial.
La relación positiva que se percibe entre exportaciones y empleo es, sin duda, una de las
razones por las que los países siguen apostando hoy por las zonas francas industriales. El
número de países que las tienen ascendía a 130 en 2006, frente a 116 en 2002 y 25 en 1975
(véase Milberg, 2007). Estos 130 países contaban con 3.500 zonas francas industriales, que
daban empleo a 66 millones de personas. Se estima que en China, que es, con mucho, el país
en donde más se han extendido, trabajaban en zonas francas industriales o en sistemas
similares 40 millones de personas en 2006. Fuera de China, la ocupación de las zonas francas
industriales se duplicó entre 2002 y 2006, pasando de 13 a 26 millones de trabajadores. Estas
zonas tenían en 2006 una presencia bastante notable en el empleo de todas las regiones del
mundo, salvo Sudamérica por otro lado las zonas francas industriales siguen aportando una
parte muy importante a las exportaciones nacionales en numerosos países, a veces más del
80%.
Los estudios sobre el cumplimiento de las normas en los propios centros de trabajo parten de
que para conseguir objetivos de progreso social son suficientes las leyes y la vigilancia, sin
necesidad ni de progreso económico ni siquiera de crecimiento económico como condición
previa. Esta opinión choca con la mayor parte de la teoría económica, tanto la neoclásica como
la keynesiana, que consideran el progreso social un efecto automático del progreso de la
economía y la productividad. Para los neoclásicos, una mayor productividad marginal se
traduce en salarios más elevados. Para los keynesianos, unos niveles más altos de demanda
agregada conducen a una mayor demanda de fuerza de trabajo y (a igualdad de los demás
factores) a unos salarios más elevados. Estos dos puntos de vista sobre el progreso social,
además de condicionar en gran medida la orientación de los programas de investigación,
arrojan conclusiones programáticas muy distintas. Es probable que ambas interpretaciones
Sean parcialmente acertadas. Kucera y Sarna (2004, pág. 9), por ejemplo, sostienen que
algunas normas del trabajo (como, por ejemplo, las relativas al trabajo infantil) son una
función del ingreso por habitante, mientras que otras no lo son (como, por ejemplo, las
referentes a los derechos de libertad de asociación y negociación colectiva)
Segundo, es necesaria una reflexión pausada sobre el nexo entre progreso económico
y progreso social. Y, para ello, hay que abordar las tensiones teóricas que acabamos
de mencionar. Existen dos posiciones distintas; ambas cuentan con partidarios, y
ambas tienen también consecuencias programáticas. Una sostiene que el progreso
económico y el progreso social son un producto automático del proceso de crecimiento
económico Una es que el progreso económico que se consigue en un determinado
sector no llega a difundirse ampliamente por el resto de la economía. La otra es que
las RPM están gobernadas por las empresas más importantes y están al servicio de
sus intereses. Por tanto, los efectos del aumento de la productividad en una red
determinada pueden trasvasarse a las empresas principales en forma de más
beneficios.
Cuarto, se precisa una teoría del retroceso. Los resultados que arroja nuestro estudio
sobre múltiples países coinciden con las conclusiones de muchos otros autores en el
sentido de que la mayoría de los países y sectores no están progresando según las
definiciones convenidas de este fenómeno. Como estos casos son los mayoritarios,
sería conveniente elaborar una teoría al respecto en vez de ponerles simplemente la
etiqueta de falta de progreso.