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La Cesión Del "Derecho Real" de Herencia y de Una Cuota Hereditaria
La Cesión Del "Derecho Real" de Herencia y de Una Cuota Hereditaria
Cuota Hereditaria
Resumen
La primera parte del trabajo es un análisis dogmático del llamado “ derecho real de
herencia” , en el que se vierte la opinión de la autora respecto de la abstracción de
esta figura y de su escasa utilidad para resolver asuntos prácticos como la petición
de herencia y la cesión de derechos hereditarios. En la segunda parte se estudia,
sobre la base de la legislación vigente relativa a la cesión de derechos hereditarios,
la naturaleza de esta institución, así como la forma de realizar la cesión cuando en
ella quedan comprendidos bienes inmuebles.
Abstract
The first part of this paper is a theoretical examination of the so called in rem right
on inheritance (“ derecho real de herencia” ) in which the author considers this
legal construct as abstract and scarcely useful when applied to solving practical
matters such as legal claims to receive part of an estate and the assignment or
transfer of rights in an estate. In the second part the author examines, by
attending to current law on transfer of inheritance rights, the fundamentals of this
institution, and also the transfer procedure when real property is part of the estate.
En efecto, y sin necesidad de entrar al fondo del asunto, debe admitirse que los
bienes de la herencia, antes de radicarse en el o los herederos, tienen una cierta
cohesión, y, en este sentido, puede hablarse de universitas iuris o universalidad de
derecho,5 pero que, una vez aceptada la herencia, tanto los créditos como las
deudas se dividen entre los herederos, no teniendo, a este respecto, más conexión
entre ellos ni con la supuesta universalidad jurídica. En esto, nuestra legislación
sigue el principio romano que afirma: nomina ipso iure dividuntur,6 siendo
los nomina precisamente lo que Gayo llama cosas incorporales: los créditos y las
deudas.
Y si ya no hay cohesión respecto de los créditos y las deudas, podría pensarse que
la hay respecto de las cosas corporales, en el sentido de existir una universalidad
de hecho (universitas rerum). Sin embargo, tampoco la hay en el caso del heredero
único, quien se hace propietario de las cosas heredadas, las cuales se confunden
con las suyas propias e ingresan a su patrimonio.7 Y, en caso de ser varios los
herederos, es la misma comunidad hereditaria la que da trabazón a esos bienes.
Podría aceptarse que esta comunidad sí que es una universalidad de hecho, en el
sentido de que los bienes tienen una cierta unidad intelectual porque provienen
todos de una sucesión hereditaria, pero dicha universalidad, de existir, está
destinada a desaparecer prontamente por la adjudicación.
En efecto, en nuestro derecho la apertura de la sucesión no genera inmediatamente
el dominio a favor de los herederos. A nuestro modo de ver, con el fallecimiento del
causante y consiguiente apertura de la sucesión nace el derecho a la
herencia,8 derecho subjetivo a tomar posesión de ella. En otras palabras, la
apertura de la herencia no produce ipso iure la adquisición de todo o parte de la
herencia, como sí ocurre en otros derechos, siendo necesario el acto de
aceptación.9 De este modo, entre la muerte y la aceptación de la herencia no hay
derecho “ sobre” las cosas de la herencia sino derecho “ a” esas cosas.10 Este es
el momento en que puede hablarse de universalidad jurídica como hemos dicho
más arriba, dado que los efectos hereditarios, tanto corporales como incorporales,
aún se mantienen cohesionados. De este modo, entonces, antes de la aceptación
no hay derecho real de herencia, sino una universalidad que aún no tiene titular
(herencia yacente), y, desde la aceptación, hay dominio o condominio de los
efectos hereditarios, según se trate de uno o de varios herederos.
3. La conexión entre
el “ derecho real de herencia” y la acción de petición de herencia
Se ha dicho que la creación del llamado derecho real de herencia habría obedecido
a la necesidad de aunar los bienes hereditarios a efectos de intentar la acción de
petición de herencia.15 Sin embargo, creemos que ésta puede descansar en otros
fundamentos jurídicos, sin que sea menester recurrir a esta compleja construcción.
Pero hay, por otra parte, la tendencia a afirmar, sobre la base del dogma de que
todo derecho real engendra una acción real, que la acción de petición de herencia
es una acción real porque emana de un derecho real.16 No es necesario, a nuestro
juicio, encasillar excesivamente la acción, cuando en la misma descripción de la
acción que hace la ley solo dice “ el que probare su derecho a una herencia” ,
afirmación de contenido bastante difuso.17
Tampoco en este caso, a nuestro juicio, se justifica la existencia del derecho real de
herencia, ya que, para la reclamación de dichos bienes que, en estos supuestos, se
hará normalmente por la vía de la acción de petición de herencia, basta con invocar
la condición de heredero. En efecto, el art. 1264 de nuestro Código, donde queda
descrita la acción de petición de herencia, no exige que se invoque el derecho real
de herencia para la reclamación de los efectos hereditarios: “ El que probare su
derecho a una herencia… tendrá acción para que se le adjudique la herencia, y se le
restituyan las cosas hereditarias, tanto corporales como incorporales; y aun
aquellas de que el difunto era mero tenedor, como depositario, comodatario,
prendario, arrendatario, etc., y que no hubieren vuelto legítimamente a sus
dueños” . ¿Quién tiene “ derecho a la herencia” , sino el que detenta la condición
de heredero?
1. Consideraciones dogmáticas
La cesión de los derechos hereditarios es un acto inter vivos que encuentra sus
antecedentes en instituciones del Derecho Romano en las que el adquirente de un
patrimonio asumía la posición del heredero, si bien no siempre a todos los efectos
(casos del fideicomisario de herencia, el comprador de la herencia –
venditio hereditatis–, entre otros). En nuestro derecho, la institución tiene unos
rasgos particulares que hacen que el adquirente difícilmente pueda quedar colocado
en la posición de heredero, de modo que se trataría, según se expondrá más
adelante, de un acto adquisitivo que no implica la asunción de la condición
hereditaria en el cesionario.
Vemos que la consideración de la herencia como derecho real acarrea una serie de
problemas en torno a la acción de petición de herencia, pero más aun los produce
en lo que se refiere a la figura de la cesión de derechos hereditarios. En efecto, si
consideramos la herencia como derecho real, cuando se efectúa la cesión, el
cedente se desprende de su derecho real de herencia para entregárselo al
cesionario, lo cual va contra las más elementales reglas de la sucesión hereditaria.
En efecto, la adquisición del derecho real de herencia significaría para el cesionario
asumir la condición de heredero, lo cual naturalmente no ocurre, ya que la asunción
de deudas, por ejemplo, que es la característica prototípica de la herencia, no se
produce en este mecanismo, sino cuando expresamente se conviene así. En opinión
de Domínguez,19 la idea de que por tradición se adquiere el derecho de herencia no
es totalmente justificada: sólo se traspasa el activo sucesorio que se encuentre en
la herencia, mientras que, tanto la calidad de heredero como las deudas de la
herencia, continúan en manos del heredero. Por esta razón, nos inclinamos a
afirmar que el cesionario no adquiere un derecho real de herencia, sino un conjunto
de bienes o una cuota, según el caso, cuyo titular anterior era el heredero.
2. El objeto de la cesión
Según se ha dicho más arriba, nos cuesta entender que en nuestro derecho la
herencia pueda concebirse como un derecho real, y nos parece más congruente con
la realidad de las cosas y con el conjunto de las disposiciones relativas a esta
materia afirmar que el único heredero o el conjunto de herederos no son titulares
de un derecho real de herencia y, en consecuencia, que no se cede en todo o en
parte un derecho real de herencia. Veamos, entonces, qué es realmente lo que se
transfiere.
Esta es, a nuestro modo de ver, otra dificultad que tiene la figura analizada. Por la
ubicación que tiene la institución dentro del Código, debe decirse que es un
contrato (se ubica entre el contrato de permuta y el de arrendamiento). Sin
embargo, suele decirse más bien que es la forma de hacer la tradición del derecho
de herencia, ya que el título parece ser cosa aparte, y anterior a la cesión. 22
Así lo explica Claro Solar,28 quien afirma, a propósito del comentario de un fallo,
que la única comunidad a título universal que se reconoce en nuestra legislación es
la hereditaria, y en ella los herederos se constituyen en condóminos de los bienes
que la forman. En consecuencia, deben aplicarse a esta materia las reglas relativas
a la comunidad. Y, por lo que se refiere al tema concreto que analizamos, añade
que la venta de cuota en la comunidad no es la venta de determinados bienes; se
vende un derecho: “ el coasignatario o comunero que vende o cede su derecho
hereditario o su cuota en la comunidad de que es partícipe, no transfiere propiedad
alguna particular, sino ese derecho proindiviso que tiene en la comunidad,
transferencia que le permite al cesionario o adquirente pedir precisamente la
partición o liquidación y división de la comunidad a fin de que se le entere la parte
que ha adquirido con bienes singulares o con los valores, que podrían haber
correspondido al cedente o vendedor” .29
También lo dice Somarriva:30 “ La cesión de la cuota parte es la enajenación que
hace el indivisario del derecho que le corresponde en la comunidad” . Victorio
Pescio,31 por su parte, afirma que puede el copropietario enajenar libremente su
cuota sin que necesite la aprobación de los demás copropietarios, pudiendo cederla
a quien le parezca, cualquiera que sea el origen de la comunidad.
Pero la comunidad que se forma entre los herederos no afecta a los créditos y a las
deudas, que, aun dependiendo estrictamente de la condición de heredero, se
dividen entre los coherederos de modo automático por efecto de la delación. De
este modo, al producirse la cesión, la asunción de deudas y la adquisición de
derechos, créditos y acciones deben regirse, no por la cesión de la cuota en la
comunidad hereditaria, sino por las reglas específicas que para estos efectos se
establecen en el Código Civil y de Comercio.
El debate, que es antiguo, gira en torno a las opiniones vertidas por don Leopoldo
Urrutia, en torno a la no exigibilidad de la inscripción conservatoria de los
inmuebles comprendidos en la herencia cedida. En sustancia, el argumento dice
que el art. 686 no menciona la necesidad de inscribir el derecho real de herencia,
de modo que, por exclusión, habría que decir que debe regirse esta transferencia
por el art. 684, es decir, por la entrega de bienes muebles, que es la regla
general.38
Esta opinión, pese a contar con muchos seguidores, y con sólida jurisprudencia,
también ha sido objeto de duras críticas. Varias de ellas se relacionan con el
perjuicio que ello supondría para la conservación de la historia de la propiedad raíz
en Chile, y también en relación con el eventual fraude que se podría producir en la
enajenación de bienes raíces pertenecientes a personas incapaces. En efecto, según
expone claramente Gonzalo Figueroa,39 de ser así las cosas, los representantes
legales de estas personas podrían eludir impunemente los resguardos que establece
la ley en beneficio de los incapaces.
Claro Solar sostiene que si hay inmuebles entre los bienes de la sucesión, no sería
necesaria la inscripción de la escritura pública de venta o cesión de la cuota
hereditaria en el Registro del Conservador de Bienes Raíces, afirmación que apoya
en diversos fallos.40
Conecta también con este tema la afirmación de Somarriva en el sentido de que la
prohibición de disponer de los inmuebles con anterioridad a la inscripción de la
posesión efectiva, la inscripción especial de herencia y la inscripción de la
adjudicación, establecida en el art. 688 del Código Civil, no se aplica a la cesión de
derechos hereditarios. Se entiende que está pensando en la cesión de derechos
hereditarios consistentes en una cuota. En otras palabras, cuando hay inmuebles en
la herencia, perfectamente puede hacerse cesión de derechos antes de las referidas
inscripciones. Así, por otra parte lo ha sostenido nuestra jurisprudencia. 41 En
efecto, no se ceden o transfieren inmuebles al efectuarse la cesión de derechos
hereditarios, sino que precisamente una cuota en una indivisión, de modo que en
ese mismo acto no se produce enajenación física material de ningún bien
determinado.
A nuestro juicio, para el análisis de esta cuestión, hay que distinguir entre la cesión
que hace uno de los consignatarios de cuota y la que hace el único heredero de la
herencia entera.
En primer lugar, debe decirse que no parece haber inconveniente para que el
heredero ceda su cuota antes de pedir la posesión efectiva, ya que el art. 1230 dice
claramente: “ Si un asignatario vende, dona, o transfiere de cualquier modo a otra
persona el objeto que se le ha deferido o el derecho de suceder en él, se entiende
que por el mismo hecho acepta.” Dicho de otro modo, no se exige al cedente, para
efectuar una cesión de derechos hereditarios, que primero acepte de un modo
expreso como sería si se le exigiera la petición previa de la posesión efectiva. 46
Pero tampoco debe exigirse al cesionario que solicite la posesión efectiva ni que
ésta se inscriba a su nombre, ya que, aunque el heredero cedente no figura como
tal en la posesión efectiva, al disponer de su cuota ha hecho un acto tácito de
aceptación. En efecto, la posesión efectiva no es un trámite que se exija al
cesionario ya que él, en rigor, no es heredero, sino adquirente inter vivos.47 Pero,
en caso de haber inmuebles, deberán éstos inscribirse a nombre del
cesionario,48 pero estas inscripciones no significan transferencia alguna, sino sólo
requisito necesario para que los herederos (y cesionarios) puedan disponer de
consuno de los inmuebles comprendidos en la sucesión, según lo exige el art. 688,
Nº 2.
Con respecto a este último punto, creemos que este derecho a pedir la partición
que tiene cualquier comunero se desprende del art. 1320 del Código Civil: “ Si un
consignatario vende o cede su cuota a un extraño, tendrá éste igual derecho que el
vendedor o cedente a pedir la partición e intervenir en ella” . Dicho de otro modo,
para participar en la partición no es necesario que se inscriba la posesión efectiva a
nombre del cesionario, ya que su sola condición de comunero le habilita para
participar en las gestiones relativas a la herencia al igual que el resto de los
componentes de la comunidad hereditaria.
En caso de haber un solo heredero, nos parece que éste, para ceder la herencia,
debe primero pedir la posesión efectiva e inscribirla a su nombre.53 En efecto, se
trata, como ya hemos dicho, de un acto inter vivos en el que se transfiere el
contenido económico de la herencia y no el título de heredero, de modo que no
cabe que el cesionario obtenga el “ certificado de heredero” 54 en que consiste la
posesión efectiva sin que realmente lo sea. Sólo una vez que haya realizado este
trámite podrá enajenar los efectos hereditarios.
2. La cesión en nuestro derecho debe ser calificada como título y no como modo de
efectuar la tradición de lo cedido. De esta forma, debe hacerse entrega de la
herencia o de la cuota cedida.
NOTAS
1 Domínguez B., R. y Domínguez A., R., Derecho Sucesorio, tomo I, 2ª edición
actualizada, Editorial Jurídica de Chile, Santiago, 1998, p. 149ss.
3 Domínguez B., R. y Domínguez A., R., Derecho Sucesorio cit., tomo 1, p. 155.
6 Vid. Guzmán B., A., Derecho Privado Romano, tomo II, Editorial Jurídica de Chile,
Santiago, 1996, p. 555.
10 Aunque escapa ya de la materia que se analiza en este trabajo, hay aquí otro
tema sumamente interesante: el de la consideración de la herencia como modo de
adquirir el dominio en el derecho chileno. En realidad, al momento de la apertura
de la sucesión no se produce adquisición dominical.
14 Vid. por todos, Somarriva U., M., Derecho Sucesorio, tomo I, 5ª edición,
Editorial Jurídica de Chile, Santiago, 1996, p. 49.
16 Vid., entre otros, a Somarriva U., M., Derecho Sucesorio, tomo I, cit., p. 47ss.;
Olavarría, O., Elementos deDerecho Sucesorio cit., p. 176.
19 Domínguez B., R. y Domínguez A., R., Derecho Sucesorio cit., tomo I, p. 158.
23 No concordamos con Somarriva U., M., Indivisión cit., p. 96ss., quien afirma que
la cesión de derechos hereditarios constituye la tradición de los mismos. La cesión
está regulada como contrato, y creemos que es un negocio obligatorio: una vez
hecha la cesión, que puede ser onerosa o gratuita, el cedente queda obligado a
transferir los bienes cedidos de acuerdo con las formas que se describen en esta
parte del trabajo. El hecho de usar Bello la palabra cesión, no tiene otra función que
la de permitir que este negocio tenga la suficiente abstracción como para
fundamentar una transferencia que se base en distintos tipos de títulos, y la de
ahorrarse, por otra parte, la tarea de regular esta figura varias veces: en la
compraventa, en la donación, la permuta, etc. En otras palabras, la cesión en sí
misma es el título o negocio obligatorio abstracto, en realidad mera forma negocial,
susceptible de acoger, en concepto de causa, múltiples contenidos jurídicos.
28 Claro S., L., Explicaciones de Derecho Civil chileno y comparado, tomo XVII
(tomo V de sucesión), Establecimiento Poligráfico Roma, Santiago, 1944, p. 12.
29 Claro S., L., Explicaciones de Derecho Civil cit., tomo XVII (tomo V de sucesión),
p. 21.
35 Silva S., M., La partición de bienes, Editorial Jurídica de Chile, Santiago, 1948,
p. 46.
36 Domínguez B., R. y Domínguez A., R., Derecho Sucesorio cit., tomo III, p. 1208.
42 Hay autores, vid, entre otros, Silva S., M., La partición cit., p. 47, que vinculan
excesivamente esta cuestión al problema de la comunicabilidad o no de la cuota a
los bienes singulares que componen el conjunto hereditario. A su juicio, el heredero
no tiene un derecho proporcional a su cuota hereditaria en cada objeto de la
herencia, sino un derecho cuotativo en la universalidad, y haciendo aplicación del
art. 580 del Código Civil llega a la conclusión de que, al ser los bienes de la
universalidad cambiables o sustituibles unos por otros, pudiendo o no serle
adjudicados al cedente, el derecho que éste cede es mueble. El argumento no nos
convence ya que hay, a nuestro juicio, suficientes argumentos normativos como
para sostener que nuestro Código habría adoptado el concepto típicamente romano
de cuota parte, que se comunica a todos y cada uno de los bienes que forman parte
de la copropiedad. Así lo afirma claramente Peñailillo,
D., Los bienes, la propiedad y otros derechos reales, 2ª edición actualizada,
Editorial Jurídica de Chile, Santiago, 1990, p. 96. Vid. también n. 55. En cualquier
caso, no radica en este punto la esencia de la discusión: la forma de transferencia
de la cuota cedida se vincula de modo mucho más claro a su carácter inmaterial.
44 De todos modos, este aspecto del trámite puede ser discutible desde la
modificación introducida por la ley 19.903. Vid. infra, n. 51.
46 Arts. 1241 y 1242 del Código Civil: la aceptación es expresa cuando se toma el
título de heredero, como, por ejemplo, cuando lo hace en escritura pública o
privada o en un acto de tramitación judicial.
47 Naturalmente que el cedente puede ceder su cuota a uno de los herederos, pero
la adquisición de la cuota por parte de este último no es por causa hereditaria, sino
por acto entre vivos.
BIBLIOGRAFÍA
CLARO S., L., Explicaciones de Derecho Civil chileno y comparado, tomo XVII (tomo
V de sucesión), Establecimiento Poligráfico Roma, Santiago, 1944. [ Links ]
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HOFMANN,
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Recibido: 02.09.2004
Aceptado: 18.10.2004
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