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Delton Santamaría azothk@yahoo.com.

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La Experiencia del Alma

Por Delton Santamaría

Para mis amigos Héctor Guzmán y Jaime Monroy


Con fraternal y profundo cariño

“El hombre sensible parece tener la capacidad de experimentar lo


que como totalidad ocurre en su casa planetaria y probablemente
el desarrollo de esta sensibilidad permita que cada elemento del
todo se responsabilice realmente por la marcha y bienestar del
planeta y del universo, al verse afectado por ellos”.
Jacobo Grinberg-Zylberbaun

Desde hace siempre, en la eternidad del hoy, existe un huésped “infantil” en el


sótano más profundo de nuestra imagen real. Allí adentro permanece alguien-algo
en silencio, callado eterno, atento al menor susurro de nuestra voz exterior. Con
rasgo casi ridículo, como un loco salvaje, le vemos con cierta indiferencia,
desconfianza y lejanía. Esa especie de sombra “olvidada”, aunque parezca difícil
aceptarlo o percibirlo, habita dentro de nosotros. Este nocturno fantasma tiene
unos ojos enormes; puede ver entre la oscuridad el mundo quimérico de nuestras
exterioridades. Está tan despierto a todo, que si una “realidad” externa o
cualquier experiencia de afuera se cruza en nuestros ojos de forma casi
imperceptible, es él quien nos hace señas bajo un zumbido que la Conciencia del
Espíritu despierta. Entonces, vemos lo que nos quiere demostrar, nos observamos
en acto instantáneo, en pensamiento y en acción, cómo actuamos y percibimos la
realidad y los mundos. En ese preciso momento, como un fugaz relámpago, su
imagen se torna tibia, halagadora, cercana, familiar y próxima a nuestra
naturaleza de sueño.
Si ve que nos dormimos, de pronto, como un milagro maravilloso, nos
comunica lo imposible, aquello que creíamos perdido, o que más bien, deviene
parar recuperarnos la memoria esencial. Bajo un sutil calor vibratorio, las barreras
del miedo y la incomprensión de la ignorancia desaparecen. Por un motivo que no
es dado comprender, aquel huésped cavernario, anónimo, se nos muestra no
como una sombra de lo que somos o hemos sido, sino que nos percatamos que él
es nuestro propio Yo, nuestra esencia pura e elemental. En ese instante eterno,

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Delton Santamaría azothk@yahoo.com.mx 04455 19 17 07 62

por fin comprendemos, que todo el sentido de la vida, es no perder de vista al


verdadero contemplador de nuestras historias, de nuestras experiencias y
percepciones de lo que creemos que es el mundo, la realidad o el universo. Pues
es él, quien realmente, nos hace pensar, sentir y actuar en forma natural y
humana; es él quien verdaderamente protagoniza y ejecuta el guión de nuestras
vidas. Es él quien tiene y contiene los verdaderos rasgos más esenciales y vitales
de lo que llamamos “humanidad”. Nos enseña a ver los hilos de nuestro propio
destino en forma cordial. En ese momento milagroso de entendimiento,
vislumbramos su sonrisa infantil, sentimos la electricidad de su poder. Es un gesto
de saludo enigmático y encantador. Pero basta un ligero descuido de la atención
para perderlo de vista.
Cuando presenciamos dentro de nosotros esa amorfología energética como
el único protagonista de toda nuestra historia existencial… --¡Eureka, Eureka!--,
podríamos gritar de entusiasmo y felicidad y salir desnudos a la calle sin mostrar
ninguna vergüenza. “¡Lo he visto, lo he visto! ¡He visto sus ojos y me ha
sonreído!”
Esos instantes eternos sí son imponderables y mágicos. Luego regresamos
a nuestra ordinaria realidad, pero con una experiencia de extraordinaria infinitud.
Entonces comprendemos que hay un cofre de riqueza dentro de nuestro corazón.
Y cuando hacemos una pausa de silencio, sentimos ese cosquilleo coqueto que
nos presiente como el más ardiente deseo por volver a vernos.
En ese momento se aclara la experiencia del tiempo-espacio como algo
inventado por varias culturas en su evolución, y que desde siempre hemos estado
viajando fuera del tiempo-espacio, pero hasta que descubramos cuál es el sentido
de nuestras existencias podremos estar de la “mano” con el alma como el
fundamento que nos afecta a todos, nos interrelaciona y nos conecta a una mega-
red que incluye todas las intenciones anímicas, emocionales y de pensamiento.
Ese mensaje puede ser compartido, cada quien necesita verlo dentro de sí mismo.
Siempre ha existido con nosotros una entidad viviente que nos contempla.
Saludos, a esos ojos infantiles que me miran desde un campo dimensional tan
cercano, como cuando hablo conmigo a solas pensando y soñando en los demás.

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