Los tapujos en alusión a términos como LGTBI siempre han prevalecido vigentes

en la sociedad, ella es en extremo moralista y censura a aquellos partícipes de

esta comunidad, factores tanto éticos como religiosos han permitido que se
generen concepciones mal establecidas con respecto ella, esto ha favorecido a
situarla en un ambiente de exclusión que irrumpe el desarrollo personal y social
de los individuos.

Dentro de la materia legal del país se precautelan los derechos de personas con
preferencias sexuales distintas y se las alude como un rasgo de su libertad,
empero de lo que allí deviene, en la práctica es en donde se desacreditan estos
principios, en contados casos miembros del sector LGTBI sufren discriminación
laboral o dentro de su área de estudios, se desvanece el respeto que les deben
prestar los otros individuos, ello repercute en su nivel afectivo, se sienten
marginados y rechazados, lo que coarta su integralidad.

(INEC, 2.018) manifiesta que dentro de las ciudades como Quito, Guayaquil,
Portoviejo, Machala, Babahoyo, Ibarra, Santa Elena, Salinas, Libertad y Manta
incide una gran presencia de colectividades LGTBI, así constan: gay 29,2%;
lesbiana 23,6%; bisexual 15,9%; transfemenina 28,5%; transmasculino 1,2%,
transexual; 1,4% y otro, cuál*0,1%.

En nuestro país es vigente la presencia de movimientos LGTBI, socialmente su

inclusión apela a que ellos puedan tener las mismas oportunidades que los
sujetos comunes, sus predilecciones no deberían hacerles blanco de burlas, hay
que alentar a los otros a ampliar sus criterios y hacerles crear una conciencia
positiva sobre la diversidad sexual y equidad de género.

Hay que tomar en cuenta la radical idiosincrasia de toda la colectividad, misma

que al estar acentuada en un régimen patriarcal, rechaza lo que considera
conductas atípicas dentro de su noción de lo que está bien o esta mal, hay que
reivindicar estos conceptos y orientarlos hacia una aceptación considerado de lo
diverso, de la tolerancia a opiniones distintas.