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El Oficialismo de La Historia de la Independencia de Chile:

Alberto Edwards, Jaime Eyzaguirre y Francisco Encina.

En Chile, la construcción de los textos oficiales del Ministerio de Educación provienen directamente de los procederes
intelectuales más representativos en la historia de la nación; entre ellos analizaremos los textos de Alberto Edwards,
de Jaime Eyzaguirre y de Francisco Encina.

Para Jaime Eyzaguirre (1908 – 1968)[6], en su libro Ideario y ruta de la emancipación chilena, nos presenta una
visión deprimente del pasado chileno: la hostilidad contra la Iglesia Católica, la ignorancia de la población, el
analfabetismo y la dominación española coactiva en América. En su libro se observa destacadas menciones con
respectos a los pueblos incivilizados de América, privilegiando la civilización ibérica; por ello enuncia que no
perdurarán en sus culturas estos pueblos por carecer de historia, sencillamente estarían condenados a no ser parte de
ella, sino que estarían proclives a la dominación y la explotación forastera. Debido a las bases del Derecho, según
Eyzaguirre, estas acciones independentistas sobrepasaron el poder instituido. Por ello estima que el fundamento para
los pueblos de América es el Estado de Derecho, puesto que éste principio eviterna lo más sustantivo para América
Latina como para la emancipación chilena. También destaca este autor, el hecho de que la aristocracia tradicional
estaba dotada de valores como la fidelidad al monarca y el manejo de prácticas oligárquicas similares a las hispanas;
también enfatiza en la idea separatista que principia a observarse en los diferentes reinos que se van alejando del
ideal de gobierno monárquico, como el que había en España.
Ahora bien, ambos autores que estamos tratando (Edwards y Eyzaguirre) identifican claramente los elementos del
proceso independentista. Edwards enfatiza en “los factores ideológicos” que generan la Revolución en 1810. Y
Eyzaguirre ubica los “Factores del Proceso Independentista” centrándose en 1808, en un inesperado alzamiento en
España que trae consigo la disminución del poder hispano, cuando el rey Fernando VII es tomado prisionero por las
fuerzas napoleónicas.

Volviendo a Eyzaguirre, se observa que éste autor destaca la acción jurídica que querían los oligarcas en América
orientada a reasumir la soberanía y constituir así un nuevo gobierno, ante la imposibilidad de gobernar el monarca
español. Por ello, Eyzaguirre destaca que “La proclamación solemne […] nace del cabildo de Santiago, a la que sigue a
principio de 1809, el juramento de fidelidad a la junta central de Sevilla como gobierno legítimo de toda
monarquía.”[7]
Lo anterior, a juicio de Eyzaguirre es la seguridad momentánea que se debe seguir, como un espectro de cálculo
político, la estabilidad jurídica de las colonias. En el caso de Chile, la contingencia histórica dio la ocasión para que
nacieran los derechos políticos de la colonia de Chile, lo que sumado a las nuevas nociones ilustradas, enfatizó la libre
voluntad del pueblo en regir sus destinos. Por eso no es extraño que en el discurso de la Junta Central de Gobierno,
señale: “la indiscutida fidelidad al monarca, la reivindicación de los derechos políticos de la comunidad frente al
absolutismo y la conciencia de que las indias no eran colonias, sino provincias unidas a España en la persona del
monarca…”[8]
Luego Eyzaguirre continúa destacando las actividades del Cabildo Abierto para elegir una junta de gobierno que
asuma el mando mientras el rey se encuentra prisionero. “La lucha entre el bando reformista por el cabildo y el
núcleo absolutista que dirigía la audiencia alcanzó en el mes de Septiembre su punto culminante.”[9]
También destaca Eyzaguirre que en aquellas juntas de gobierno, se incluyan vocales que deberían corresponder a
hombres ilustrados, hombres solemnes del reino y los vecinos más honrados. Sin embargo, en el caso de Chile, el
presidente de la Junta el “Conde de la Conquista” asentó la victoria del renacimiento de la jurisdicción tradicional de la
participación de los representantes del pueblo, creando así un poder regional frente al poder absoluto hispánico. Esto
es una visión de los ilustrados de la época que resguardarían así los derechos del pueblo de Chile para alcanzar un
poder igualitario al de España, en tanto se consolide el legítimo rey Fernando VII. O como lo señala Eyzaguirre: “Sólo
los filósofos se atrevieron a advertir a los hombres que tenían derechos y que únicamente podían ser mandados en
virtud y bajo las condiciones fundamentales de un pacto social.”[10]
Llegar a crear una separación de los poderes ejecutivo, legislativo y judicial sería equivalente a un incremento en la
evolución política del país y una forma de buscar el principio de libertad entre los que mandan y los que obedecen. El
hombre que luego de estos sucesos destacó notoriamente fue don José Miguel Carrera, influenciado por el sacerdote
Fray Camilo Henríquez. Eyzaguirre lo ve en estos términos: “Aristócrata de sangre, había nacido para mandar y no
para obedecer… Ahí estaba Chile, como fruto maduro, esperando la mano resuelta que le desgajara del tronco
mortecino.”[11]
Así, la mano dura de Carrera emergió como la solución en los sucesivos golpes de estado para eliminar la influencia y
el deseo de algunos grupos criollos que aspiraban al diálogo y a resolver los reglamentos constitucionales por la vía
de la paz y de la erradicación paulatina de lealtad ante el rey de la corona española. Por eso Eyzaguirre expresa,
refiriéndose a Carrera: “…y barre asimismo del gobierno el ramificado clan de los Larraínes…”[12]
La posesión del mando, obliga a Carrera a quedar como único “príncipe” en busca de la libertad, sustrayendo el poder
por la vía de la coacción y la fuerza. Llama la atención como en tan corto plazo que va de 1810 a 1813, los sucesos se
abalanzan y se va asentando la aspiración de una total independencia debido a que el rey cautivo aun no volvía a
retomar el lugar del trono. Además, la concupiscencia de la filosofía francesa “tatuada” en los nuevos gobernantes, va
fortaleciendo a Carrera y a sus teóricos. Por eso Eyzaguirre en este libro que comentamos señala: “…el hombre de
acción, y Henríquez, el ideólogo, en los distintos frentes del gobierno y de las letras, conspiraban unidos en el logro
de una meta común.”[13]
Para fortalecer las bases políticas de este nuevo gobierno, el ideólogo de Carrera: Camilo Henríquez, va difundiendo
por todos los medios comunicacionales del período, las ideas de Rousseau, para contribuir tácitamente a un pacto
social, que centre las atribuciones entre “el príncipe” de Maquiavelo – en este caso José Miguel Carrera- y de los
derechos del pueblo. Todo ello, no cabe duda ayudó al desarrollo de esta conciencia libertaria que se fue incoando en
tan breve plazo, como destaca Eyzaguirre.

En este contexto, el virrey del Perú, don José Fernando de Abascal, al ver los acontecimientos que acontecían en la
provincia de Chile y que en tan corto período iba a transformarse en una nación, y posteriormente en un Estado con
un sistema republicano como las antiguas potencias constitucionales (la de Francia y los Estados Unidos de
América);[14] se muestra muy inquieto y ve claramente esto como una amenaza para la jurisdicción soberana
española. Por ello, moviliza inmediatamente tropas para los intelectuales y gobernadores chilenos, sin la búsqueda de
las palabras o los acuerdos, solo intentando revertir dicha situación y cautelando los intereses monárquicos.

Hoy día, es muy frecuente explicar la emancipación nacional como un simple antagonismo entre chilenos y españoles,
enmarcados en una dialéctica simple de dos conceptos políticos opuestos. Por un lado, el absolutismo; y por el otro,
el liberalismo. Tales conceptos representaban ideales distintos que entraban en conflicto; los seguidores del
absolutismo se identificaban con el rey y los chilenos ilustrados se inclinan a favor del liberalismo y de la causa
autonómica patriota.

Por eso es que Eyzaguirre destaca que: “No hay que olvidar, en fin, que la totalidad de las tropas que acompañaron a
Pareja, Gainza y Osorio en sus campañas por el rey, eran de origen chileno, como también el más cruel y audaz
guerrillero monarquista Vicente Benavides.”[15] La cita ilustra por tanto que no todos los chilenos eran proclives a la
Independencia.
La lucha de los chilenos en todo caso en este hito, 1813 por ejemplo, es desacertada y no permite alcanzar los
anhelos de libertad. Por otro lado, Eyzaguirre en su texto enfatiza mucho en los mitos continuos que hablaban de
tropas provenientes del virreinato del Perú que caían como el monzón. El autor lo expresa así: “una defensa
inorgánica… fruto de un comando revolucionario… de la miseria recogida como resultado del abandono de los trabajos
agrícolas y tala de los campos, y de la total paralización del comercio… actuaciones tumultuaria de Carrera y sus
hermanos, de que los chilenos no podían gobernarse por sí mismos; la noticia, en fin, de la retirada napoleónica de
España y de la vuelta al trono Fernando VII, como asimismo del sofocamiento progresivo de los conatos
revolucionarios en los diversos sitios de América, fueron llevando a los patriotas a la certidumbre de que su causa
estaba en esos momentos perdida y que mantener la resistencia sólo significaba acrecentar los males de la
guerra.”[16] O’Higgins por su lado, como lo dice Eyzaguirre, bajo las órdenes de don José Miguel Carrera, “llegó a
ofrecerse de rehén para garantizar sus clausulas…”[17] este acto es interpretado para muchos historiadores como una
tregua, que permitiría a los colonos rehacerse para continuar la lucha.
Por su parte, fueron los chilenos que no querían perder el ejercicio libre de sus derechos, los que se unieron al
llamado en los campos de batallas en contra de los realistas. También fueron los escasos intelectuales de la época, los
que aceptaron la constitución escrita por don Juan Egaña en la “Declaración de los derechos del pueblo de Chile”,
concluida en 1812. Ésta queda por tanto, reformulada en 1813, y en ella se estableció lo siguiente: “Chile reconoce
por su rey constitucional y el más sagrado vínculo de la unión de la nación al señor don Fernando VII y los sucesores
que llamare la Constitución General, libres e independientes.”[18]. En fin, lo que prometía dicha constitución
monárquica es que la colonia chilena enviaría socorro a España en su lucha contra los franceses y que además
mantendría un trato comercial más favorable a tierras hispanoamericanas.
El virrey del Perú, a través de sus armas y capacidades somete incondicionalmente las intenciones de toda causa
independentista desde el 18 de Septiembre de 1810. Imperativamente todo documento referente a estos temas
fueron anulados, y los ilustrados que abrazaron la causa independentista; fueron detenidos, erradicados y expulsados
por la corona española, como parte de una “política implacable y de represión” que durará hasta 1817. Esto es
extensivo tanto a la isla de Juan Fernández como a toda la geografía continental del Chile colonial. Mientras, los
patriotas conservaban lealtad y fidelidad a los postulados de la filosofía política ilustrada emergente, apoyando en
todo momento las innovadoras normas expresadas en las jurisdicciones de los cabildos.

Hasta aquí las principales ideas de Eyzaguirre en el texto que estamos comentando. Por nuestra parte, valoramos que
el punto de vista del Derecho, que privilegia Eyzaguirre, permita una visión distinta de la historia nacional; aunque del
Derecho se han formulado continuamente los procedimientos de la República de Chile, y actualmente es el medio
esencial para todos los procesos jurídicos de la construcción histórica del Derecho nacional.
Por el contrario, Francisco Encina (1874 – 1965)[19], considerado como uno de los historiadores, abogados, políticos
y ensayistas chilenos más relevante del siglo XX, nos ha legado entre otros textos, su libro: “Nuestra Inferioridad
Económica” (1912); el que analizaremos a continuación, para observar su mirada sobre la Independencia, tal como lo
hemos realizado con los anteriores.
Para Encina la historia de la Independencia de Chile, subyace en un esquema de nacionalismo heroico como se
manifiesta en la siguiente cita: “Ruiz Tagle, al transcribir el acuerdo al elegido, cuidó de recalcarle sus facultades: “es
incumbencia de V.S. -le decía- designar el sistema de gobierno que observará: si la dictadura, que es el que más
conviene en estos momentos, o si la república absoluta, todo lo cual deberá comunicarme V.E. para anunciarlo al
pueblo libre y entregar a V.E., a la brevedad posible, la suma del poder con que mis conciudadanos me han investido
interinamente.”[20] La cita ilustra por tanto, el señorío y un cierto nacionalismo heroico de los personajes, que es uno
de los sellos de este historiador.
La responsabilidad que otorga este escritor a los líderes, radica principalmente en mostrarlos como héroes audaces y
capaces de armar una estructura eficaz para el Estado, y para enfrentar los desafíos propios de las constantes luchas
por el poder. Por esta razón, Encina manifiesta además un dejo de corriente o de línea clasista, como lo expone
Palacios. Aunque hoy ya sabemos que el enfoque clasista historiográfico es más representado en Chile por Francisco
Encina en el contenido de la Independencia de Chile. Este último, sostiene que la causa fundamental de la
Independencia fue “la antipatía entre criollos y peninsulares engendrada por la diferenciación de los temperamentos y
los caracteres.”[21]
A su vez, O´Higgins, es presentado por Encina, como un criollo de formación europea, que logra superar y manifestar
su capacidad para aceptar el poder que le ha entregado el pueblo, con perspectivas mesiánicas para derrocar el
sistema español, sin claudicaciones ni volver atrás.

El fundamento de Encina, en este caso, se asienta en admirar los valores que se necesitan para resistir una causa
“perdida” ante las competencias de la cultura política y la cultura armada que tienen los absolutistas españoles. No
obstante, el heroísmo es beneficioso para agrupar a las generaciones de una nación, representando estos valores
como emblemas de todo ciudadano que debe por derecho natural, entregar su vida a costa del nacionalismo, para
terminar con la dominación extranjera.

La preocupación de Encina es de narrar sistemáticamente “la historia de los vencedores”, la que se manifiesta en un
cierto espíritu colectivo de quienes conforman los conglomerados nacionales. Todo lo cual lo reforzará a su vez, el
Himno Nacional y otros Símbolos Patrios[22] y los gritos espirituales de “viva Chile mierda”. Todas estas expresiones
ilustran por tanto, el enfoque de Encina centrado en la idea del roto chileno.
También, para este autor, al escribir sobre O´Higgins lo hace siempre desde la perspectiva del “el padre de la patria”
y es representado como el ejemplo único de seguir; a pesar, de las dificultades de la vida personal del héroe. Es
decir, para Encina lo que vale es instaurar en las conciencias colectivas las acciones trascendentales que hizo aquel
hombre ciudadano. Dicho enfoque de Encina ha recibido sus críticas, por supuesto. Entre éstas: que se centra mucho
en el relato burgués aristócrata, por ejemplo cuando da cuenta de las capitulaciones no conocidas de O´Higgins; por
ejemplo de cómo llegó al poder, quiénes estaban de tras de él, las muertes de los hermanos Carreras, una guerra civil
o la renuncia de un derrotado políticamente por un pueblo educado o subversivo; etc. Empero, el recurso histórico
literario de Encina es frecuente para escudriñar los elementos que estructuran la vida de O`Higgins y otros héroes,
como los populares San Martín, Freire, Las Heras y otros. Así, el estudio personal de O´Higgins en este enfoque, es el
clímax de toda la documentación e investigación de Encina, en aras de mantener el espíritu vivo de los valores de
estos próceres y para cautelar el reconocimiento de éstos en el país. Por ello enfatiza también este autor, en las
Causas de legítimamente constituida. Ello en base a los esfuerzos de tales los héroes, que reconocemos por la
literatura oficialista y que se ha encargado de plasmar el conocimiento y la educación.

Por otro lado, las adversidades que viven estos hombres (héroes) son vistos como hitos de una nación que está en
construcción y que hay que proteger. Entre éstos los elementos psicológicos, económicos y sociales del país. Así, en
un momento Encina enumera casi todos los aspectos existentes en la idiosincrasia de los hombres del país en ese
momento el “(…) análisis de la psicología económica del pueblo chileno, destacando rasgos como la falta de
perseverancia, la obsesión por la fortuna rápida, incapacidad para el trabajo metódico, la debilidad del espíritu de
asociación y cooperación, el derroche del tiempo, etc. (…)”[23] Por lo tanto, aquí Encina, examina el orden ético,
sociológico y formativo educacional, a través de las notas que observa en la mentalidad de los hombres del período y
que serán el sustrato de las actividades de un gobierno autoritario, por la vía de un Director Supremo que protege la
instauración de la soñada y perfecta República. Según los ilustrados, que O`Higgins había estudiado y que ahora
desea aplicar a largo plazo para determinar el buen funcionamiento de la República y legitimar así al pueblo. Todo ello
entonces, gracias a la pericia de los héroes de la patria.
Así, la ética fundamentalista de los ilustrados debía perpetuar las nociones ilustradas con los logros materiales, pero
ahora ya no trabajado desde el campo de batalla como respuesta última, sino como normas para alcanzar el cambio
reflexivo en la oligarquía y en esa idiosincrasia ya comentada. Es decir, que O´Higgins y los líderes son vistos por
Encina como los más virtuosos para gobernar y los cuales tendrían a su vez, las posibilidades para asentar los valores
más nobles para construir la patria, o una nación uniforme en post de la República.

Sin embargo, las fanfarronadas y los actos torpes del pueblo, se siguen cometiendo restando fuerza y tiempo para
lograr pronto la nación unificada o un Estado unitario. Así, al no prevalecer aún el respeto por la diversidad étnica y
por las deferentes razas, no se sustenta el porvenir de un Estado autóctono; luego falta claramente la instrucción
como la que tenían los europeos aristocráticos. El ideal de este tiempo por tanto, es traspasar esos valores a la
oligarquía chilena para asentar debidamente el poder.

Encina en este texto deja claro que los héroes de la independencia de Chile estudiaron y se perfeccionaron siguiendo
cosmovisiones ilustradas, como hemos venido señalando, y que se observó en próceres tales como Carrera, Miranda,
O´Higgins, y Bolívar, entre otros. Todos ellos están imbuidos de las nociones de una civilización europea occidental,
como modelo para los nuevos Estados. Estados que necesitaban filósofos solemnes, por eso no es extraño que
aparezcan criollos como Egaña, Salas y otros que ayudaron a edificar las bases del sistema republicano, aunque con
elementos proto-sociales que se articularon primero en el viejo continente.

Para Encina, por tanto, en este texto, los próceres como los mencionados, son los conductores de Chile que deben
enfrentar a los oligarcas que se oponen a los grupos todavía minoritarios del cambio político, pero que van creciendo
cada día. Por ende, tales hombres, considerados héroes, próceres, insignes, elevados… son el resultado epistémico y
político de una masa crítica en construcción y que va evolucionando frente a los cambios que se están dando en
Europa y en España principalmente. Estos hombres que constituyen la masa crítica, serán a su vez, un foco socio
político para la instauración del cambio y para el abandono de definitivo de la Monarquía en Chile.

Hasta aquí las principales ideas de Encina en el texto que estamos comentando. Por nuestra parte, creemos que este
reconocimiento epopéyico-heroico de los próceres, que hace este autor; es el resultado final de una propuesta
reflexiva frente al contexto político-económico español y en la idea de que los más virtuosos debían construir la
República. Sin embargo, la construcción de la República no la realizaron los líderes militares, sino los intelectuales que
articularon los modos de gobernar mediante los escritos constitucionales.

Por tanto, los textos históricos oficialistas que muestran los eventos de la Independencia nacional, corresponden al
registro más intenso de la búsqueda de la verdad, a pesar de que magnifican las actuaciones de nuestros próceres en
el proceso de construcción de la república. Así, autores como los citados: Edwards, Eyzaguirre y Encina, han
contribuido a esbozar la identidad y el patriotismo, a través de la descripción de las situaciones bélicas, del recuerdo
del fragor de las batallas, del derramamiento de sangre y de las acciones heroicas de muchos otros personajes que
tuvieron la osadía de luchar contra los simpatizantes monárquicos, que representaban el viejo sistema político social y
comercial, centrado en la figura del Rey de España.

Esta colisión de ejércitos, es también un proceso que enfrentó dos culturas, dos realidades y dos mitologías; proceso
que permitió la búsqueda del progreso moderno, de los postulados de las letras ilustradas y la consolidación de la
República de Chile.

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