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5.1. El fundido
Figura 5.1. Relaciones de fusión en un basalto seco. A temperaturas y presiones a la izquierda de la línea de
‘solidus’, el basalto es una roca sólida, totalmente cristalina; al interior del campo sombreado se halla
parcialmente fundido, y a la derecha de la línea de ‘liquidus’ se encuentra completamente fundido. Si hay
presencia de agua, las formas de los límites son notablemente distintas, y la fusión comienza a temperaturas
menores.
Las emisiones de humos de olor penetrante son signos certeros de que uno se
aproxima a un conducto volcánico. Lastimosamente, los gases acres y
lacrimosos nos desaniman a aproximarnos a lugares interesantes, así como
pasa en las revueltas callejeras. Incluso si no está en el episodio de erupción, un
volcán puede liberar miles de toneladas de dióxido de azufre cada día,
excediendo largamente las peores fuentes industriales individuales de
contaminación como las fundidoras de cobre. Más allá de los olores
desagradables, los gases juegan un papel predominante en la erupción de los
magmas. La determinación de las cantidades y composiciones de los gases
presentes en el magma es complicada, no solo debido a la dificultad física para
tomar muestras de material caliente en bruto, sino porque algunos gases que
son estables al interior del magma reaccionan químicamente al momento en que
son expuestos al aire.
Debido a que un magma basáltico puede contener menos de uno por ciento en
peso de volátiles, estos pueden parecer accesorios sin importancia. Pero los
pesos moleculares de volátiles como el agua son tan bajos en relación con los
pesos moleculares de los componentes silicatados del magma que realmente
hay un número desproporcionadamente grande de moléculas volátiles en el
magma. Estas cuantiosas moléculas hacen sentir su presencia de muchas
maneras, fuera de toda proporción si se atiende a su pequeña fracción en masa.
5.4. Viscosidad
Figura 5.3. Relaciones entre el esfuerzo cortante y la velocidad de deformación (velocidad de flujo) en los
principales tipos de flujo de fluidos. Los fluidos simples como el agua son newtonianos; se necesita un
esfuerzo nulo para hacerlos fluir. Para que las lavas fluyan, debe aplicarse un esfuerzo mínimo para
sobrepasar el límite de fluencia. En un volcán, este esfuerzo se produce cuando la lava fluye por gravedad a
lo largo de una pendiente que sea suficientemente empinada. (De acuerdo a Wolff, J.A. y J.V. Wright
(1981)).
Los fluidos se vuelven más viscosos a medida que se enfrían –por esta razón los
motores de los automóviles requieren distintos grados de aceite en invierno y en
verano. En los magmas, este efecto es sorprendente –en los fundidos riolíticos,
la viscosidad se incrementa en más de ocho órdenes de magnitud entre los 1300
°C y los 600 °C (Fig. 5.4.) El basalto exhibe una tendencia similar, aunque no
llega tan lejos –los basaltos se hallan predominantemente sólidos por debajo de
los 1000 °C. La Fig. 5.4. ilustra una importante característica adicional: aunque
los fundidos de todas las composiciones se vuelven menos viscosos a mayores
temperaturas, los fundidos silíceos son siempre más viscosos que los basálticos
a la misma temperatura.
Figura 5.4. Relación entre la viscosidad y la temperatura en los principales tipos de lavas. Tomado de
Murase, T. y A.R. McBirney (1973).
El agua disuelta también ejerce un importante efecto sobre la viscosidad del
magma debido a su capacidad, mencionada anteriormente, de volver menos
polimerizado al magma al romper los enlaces sílice-oxígeno. Este efecto se
ilustra en la Fig. 5.5.: a 1000 °C, la viscosidad de un fundido silíceo decrece en
varios órdenes de magnitud cuando se incrementa el contenido de agua disuelta.
El basalto exhibe un decrecimiento de la viscosidad similar pero menos notorio.
Nuevamente, la Fig. 5.5. muestra que los magmas silíceos son más viscosos que
los basálticos a la misma temperatura y considerando el mismo contenido de
agua.
Figura 55.. Efecto del contenido de agua disuelta sobre las viscosidades de los principales tipos de lavas. (a)
es para los fundidos graníticos y (b) es para los fundidos basálticos. Tomado de Murase, T. (1962).
Figura 5.6. Las gotas he hilillos congeladosde lava basáltica al lado de un canal de lava ilustran
convincentemente la baja viscosidad del basalto caliente. Las fuerzas de tensión superficial juegan un
importante rol en el modelamiento de estas formas fluidas. La colada hizo erupción en el Kilauea, Hawaii,
en 1974. Las estalactitas tienen longitudes de unos cuantos centímetros.
Que un fluido fluya de modo turbulento o laminar, con todas las implicaciones
que esto acarrea, depende de la velocidad de flujo de masa y de la viscosidad.
Un físico inglés (Osbourne Reynolds, 1842 – 1912) fue el primero en reconocerlo
en experimentos utilizando un fino rastro de tinte en una tubería llena de agua
en movimiento. El trabajo de Reynolds originó un útil parámetro adimensional, el
número de Reynolds, Re, que relaciona la velocidad de flujo, U, la profundidad,
h, y la viscosidad cinemática, η, de cualquier fluido en movimiento:
Re = Uh/η
Figura 5.8. Vista de perfil de una espina de 50 m de alto que creció en el domo de lava del volcán del monte
St. Augustine en 1986. En este caso, las espinas se hallan típicamente curvadas en un lado y fracturadas en el
otro (cf. Fig. 4.25.). Foto por cortesía de Lee Siebert, Instituto Smithsoniano.
5.6 Vesiculación
Una vez que se han nucleado, el desarrollo de tamaños mayores de las vesículas
está controlado por el contenido de volátiles del magma, la velocidad con que los
volátiles se difunden a través del magma hacia las burbujas y otras variables
intrínsecas como la densidad, la viscosidad y la tensión superficial del magma.
La formación inicial de las vesículas trae un interesante efecto colateral: la
pérdida de agua del magma causa que aumenten su viscosidad y su límite de
fluencia. Próximo a la superficie, en el régimen donde las erupciones explosivas
son posibles, el principal control extrínseco sobre la velocidad de crecimiento de
las burbujas es la velocidad de descompresión de la columna magmática. El
efecto de dichas variables es que las burbujas son propensas a crecer hasta
diámetros de entre 0,1 y 5 cm en las erupciones explosivas basálticas, pero solo
de 0,001 a 0,1 cm en las erupciones riolíticas. (La menor difusividad del agua en
los fundidos silíceos y los mayores ritmos de erupción en estos fundidos, y no la
viscosidad superior del magma, son los responsables capitales del pequeño
tamaño de las burbujas en las pumitas riolíticas, puesto que estas dos
características les dan a las burbujas menos oportunidades para crecer).
Figura 5.9. No se trata de la imagen anatómica de las cámaras tendinosas del corazón humano, sino de una
micrografía electrónica de barrido de un espécimen típico de pumita silícea, en este caso una de Tenerife en
las islas Canarias. La expansión de los gases en exsolución estiró y adelgazó los “tendones” de vidrio, y creó
una “espuma” de roca, ligera pero resistente. Note que los vacíos no son burbujas; son espacios
interconectados, formados cuando el magma se desintegró explosivamente. La fotografía abarca alrededor de
1 mm de largo. Vea también la Fig. 9.23.
Las erupciones explosivas riolíticas son un poco más complejas, ya que se inician
a mayores profundidades. La presión al interior del magma debe incrementarse
hasta que se supere la resistencia de las rocas confinantes, y antes de que se
abra una superficie libre en contacto con la atmósfera, que permita la
propagación de la superficie de desintegración dentro del cuerpo magmático. En
tanto que las rocas son extremadamente resistentes a la compresión, son débiles
frente a la tensión (las resistencias son de unos 1,5 x 10 7 bares). Por esto, la
resistencia de las rocas que cubren un cuerpo magmático en estado de
enfriamiento y de vesiculación se supera con facilidad mucho antes de que el
magma se solidifique. Cuanto esto sucede, se produce una erupción explosiva.
5.7. Resumen
Si pudo servir para algo, este breve capítulo debería haber demostrado que el
magma es una materia complicada. En los siguientes capítulos, veremos las
múltiples formas en que un magma hace erupción. Fundamentalmente, son las
diferencias en la composición y el contenido de volátiles los que son
responsables de todas las variaciones entre los extremos de una tranquila
efusión de lava y una explosión catastrófica. Una cadena de causa y efecto muy
simplificada puede resumirse así: