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5.

EL MAGMA – LA MATERIA CALIENTE

El magma es la materia prima del vulcanólogo, la materia que finalmente


erupciona en superficie bajo la forma de coladas de lava o columnas eruptivas
de piroclastos. Magma no es sinónimo de lava. Magma es un término huidizo,
difícil de definir de manera sucinta, pero puede tomársele mejor como una roca
fresca, predominantemente fundida, que aún está activada por los volátiles que
adquirió en su fuente.

Muchos cambios afectan la roca fundida durante su transformación desde un


magma subterráneo hasta la efusión superficial. Usualmente se presentan tres
componentes o fases en el magma. Primero, un fundido silicatado viscoso;
segundo, una proporción variable de cristales; y tercero, una fase gaseosa o de
volátiles. Cada una de estas fases influencia el modo en que el magma erupciona
en la superficie. Cuando se halla bajo mecanismos eruptivos ligeramente
distintos, un único magma puede originar productos de erupción marcadamente
diferentes. Hay todo un mundo de diferencia entre la obsidiana –vidrio riolítico
que se deshace en astillas filudas como hojas de navaja al ser golpeado– y la
pumita –roca tan ligera y espumosa que flota sobre el agua. Ambas pueden
haber derivado del mismo magma, y ambas pueden haber erupcionado del
mismo volcán al mismo tiempo. La obsidiana hizo erupción tranquilamente en
lentas coladas de lava, mientras que la pumita se formó cuando la expansión de
gas en el magma causó que se hiciera espumoso hasta tener una consistencia
que recuerda a la del poliestireno cuando se ha expandido.

5.1. El fundido

Este es el componente más complejo. Algunos aspectos físicos de los magmas


todavía son inciertos –después de todo, es imposible adentrarse en la cámara
magmática con instrumentos experimentales. Una roca silicatada fundida es
físicamente distinta del agua líquida que resulta cuando un hielo se funde. El
agua pura consiste solo de moléculas simples de H2O, y por tanto el hielo se
funde (y se congela) a la presión atmosférica a una temperatura única: una
temperatura que está tan bien definida que forma el punto de inicio de la escala
de temperatura de Celsius: 0° C. Por el contrario, un magma fundido es
químicamente complejo, consistiendo en moléculas de silicatos dentro de las que
se ha combinado un amplio rango de elementos. Esta complejidad trae dos
consecuencias para la vulcanología: el fundido no consiste en moléculas libres,
sino que está polimerizado, y no tiene un punto de congelamiento único y bien
establecido.

El término polimerización describe la manera en que las moléculas se agrupan


para formar complejos mayores mediante el encadenamiento repetitivo de los
mismos grupos moleculares, manteniendo una identidad química fundamental.
Es un fenómeno común –hubo una época en que incluso se pensó que las
moléculas de agua podían polimerizarse. Un ejemplo cotidiano de un polímero
es el polietileno, compuesto de moléculas de CH2=CH2 unidas para formar
cadenas inagotables con la estructura general [-CH2-CH2-]n, donde n es un
número elevado. Existen otros ejemplos innumerables de polímeros orgánicos,
que en conjunto han transformado nuestra vida diaria –¿dónde estaríamos hoy
sin todas aquellas bolsas plásticas que usamos? Aunque nos resultan menos
familiares, los polímeros de silicatos son similares. Son importantes en la
vulcanología porque afectan la viscosidad del fundido, y por ende el modo en
que hace erupción. La polimerización en los magmas silicatados se debe a los
fuertes enlaces que existen entre los átomos de silicio y de oxígeno, que forman
redes de tetraedros interconectados. Los magmas silíceos contienen más
tetraedros de silicatos, por lo que están más altamente polimerizados y en
consecuencia son más viscosos que los magmas basálticos.

Para reducir la viscosidad de un fundido silicatado, los enlaces silicio-oxígeno


deben romperse. Una forma de lograrlo es añadiendo agua, que, al generar iones
OH-, rompe los enlaces y causa una despolimerización. Las rocas silíceas
alcalinas también se hallan menos polimerizadas que las demás, pues mientras
las riolitas comunes son extremadamente viscosas, sus contrapartes alcalinas
pueden tener viscosidades notablemente bajas. Recíprocamente, si se añade
dióxido de carbono a un fundido puede contribuirse a su polimerización y por
tanto incrementar su viscosidad.

Tres factores determinantes influencian la temperatura de fusión (y de


congelación) de los materiales silicatados: la composición, la presión y el
contenido de volátiles. Al desplazarse desde las composiciones basálticas hacia
las silíceas, hay un descenso marcado en la temperatura de fusión. A presiones
elevadas, un silicato de una determinada composición se fundirá a temperaturas
mayores que si estuviera a presiones menores. Y un silicato “húmedo” (que
contiene muchos volátiles) se fundirá (y se congelará) a temperaturas menores
que un silicato seco. Todas estas variables, acompañadas de la polimerización,
expresan que cuando se calienta una roca, esta no empieza a fundirse a una
determinada temperatura y continúa su fusión a la misma temperatura, como el
hielo, hasta que toda se ha fundido. En cambio, dado un conjunto de condiciones
(composición, presión y contenido de volátiles), comenzará a ablandarse a cierta
temperatura, y se hará progresivamente más fundida a medida que la
temperatura se incrementa hasta que en algún punto esté completamente
fundida. Estas temperaturas se incrementan con la presión, de manera que en
un gráfico temperatura-presión puede plotearse dos líneas. Una marca el inicio
de la fusión (el solidus) y la otra indica el final de la misma (el liquidus). Este
criterio se aplica exactamente a la inversa cuando un fundido se enfría (Fig. 5.1.).

Afortunadamente, los vulcanólogos solo necesitan considerar los fundidos


situados en la superficie o cerca de ella, de manera que la presión no es una
variable significativa, y los diagramas como los de la Fig. 5.1. pueden dejarse,
sin perjuicio, para los petrólogos. Para la mayoría de temas que se tratará,
podemos asumir que las temperaturas de erupción de las composiciones de lava
comunes son como las mostradas en la Tabla 5.1.

Figura 5.1. Relaciones de fusión en un basalto seco. A temperaturas y presiones a la izquierda de la línea de
‘solidus’, el basalto es una roca sólida, totalmente cristalina; al interior del campo sombreado se halla
parcialmente fundido, y a la derecha de la línea de ‘liquidus’ se encuentra completamente fundido. Si hay
presencia de agua, las formas de los límites son notablemente distintas, y la fusión comienza a temperaturas
menores.

Tabla 4.1. Temperaturas de erupción de tipos de rocas volcánicas comunes


Tipo de roca Temperatura (°C)
Riolita 700 – 900
Andesita 800 – 1100
Dacita 950 – 1200
Basalto 1000 – 1250
5.2. Fenocristales

Hay varios magmas que han iniciado su cristalización mucho antes de


erupcionar. Por consiguiente, las lavas que salieron a la superficie
frecuentemente contienen abundantes fenocristales (Sección 1.4). Típicamente,
son solo de milímetros de ancho, pero excepcionalmente pueden alcanzar a
medir muchos centímetros, formando hermosas rocas ornamentales. Los
minerales que se presentan como fenocristales, por su propia naturaleza,
cristalizan a partir del magma a las temperaturas más altas. Así, en el basalto
normalmente son olivino y piroxeno, mientras que en las rocas silíceas más
comúnmente son feldespato. En las lavas basálticas, los fenocristales son
habitualmente escasos, conformando solo un pequeño porcentaje del volumen
total. Sin embargo, en ocasiones se produce tanta cristalización que los cristales
de olivino se hunden atravesando la masa fundida, acumulándose en los niveles
inferiores para formar rocas donde se ha acumulado el olivino, conocidas como
picritas. Por supuesto, estas lavas poseen composiciones muy diferentes con
respecto a los líquidos originales a partir de los cuales cristalizaron. (Ciertos
meteoritos que provienen de Marte, las nahklitas, pudieron formarse por la
acumulación de cristales en una lava originalmente basáltica.) En las lavas
silíceas, los fenocristales habitualmente son abundantes –en las dacitas a veces
pueden formar más del 40% del volumen total. Obviamente, en tales casos el
magma no es un fundido en estado líquido en un sentido estricto, sino una
mezcla pastosa de cristales.

El estudio de los cristales nos provee de útiles conocimientos vulcanológicos. Los


fenocristales iniciaron su cristalización antes de la erupción, y por ello pueden
tener historias complejas. Los fenocristales de plagioclasa frecuentemente
exhiben una zonación composicional espectacular. Una zonación se describe
como normal cuando la composición cambia desde más cálcica hasta más
sódica conforme avanza hacia el borde del cristal; inversa cuando se observa el
patrón opuesto; y oscilatoria cuando la composición varía erráticamente de un
patrón a otro. Estas variaciones mineralógicas pueden emplearse para seguir la
evolución de las condiciones físicas al interior de la cámara magmática,
revelando que las presiones han cambiado abruptamente por cortos periodos de
tiempo, quizá en respuesta a las erupciones superficiales. Otros fenocristales
tienen composiciones mineralógicas que varían con relación a la composición de
la lava que los contiene, sugiriendo que debieron mezclarse magmas de distintas
composiciones. Los fenocristales que derivan de una fuente extraña se
denominan xenocristales.
5.3. Volátiles

Las emisiones de humos de olor penetrante son signos certeros de que uno se
aproxima a un conducto volcánico. Lastimosamente, los gases acres y
lacrimosos nos desaniman a aproximarnos a lugares interesantes, así como
pasa en las revueltas callejeras. Incluso si no está en el episodio de erupción, un
volcán puede liberar miles de toneladas de dióxido de azufre cada día,
excediendo largamente las peores fuentes industriales individuales de
contaminación como las fundidoras de cobre. Más allá de los olores
desagradables, los gases juegan un papel predominante en la erupción de los
magmas. La determinación de las cantidades y composiciones de los gases
presentes en el magma es complicada, no solo debido a la dificultad física para
tomar muestras de material caliente en bruto, sino porque algunos gases que
son estables al interior del magma reaccionan químicamente al momento en que
son expuestos al aire.

El dióxido de azufre (SO2) es el gas volcánico más fácilmente reconocible, y


como gas lacrimógeno resulta familiar a quienes participan en disturbios, pero el
vapor de agua y el dióxido de carbono son más abundantes. El hidrógeno, el
cloruro de hidrógeno, el fluoruro de hidrógeno, el sulfuro de hidrógeno, el
monóxido de carbono y muchos otros gases también han sido detectados. En las
lavas alcalinas, pueden abundar los cloruros y los fluoruros. El dióxido de
carbono es la especie volátil predominante en las raras lavas carbonatíticas de
África Oriental.

Tres técnicas diferentes se emplean para medir las composiciones y


abundancias de los gases. Algunos científicos, cual caballeros en armadura,
cubiertos en aluminio resplandeciente, lidian con el magma incandescente
usando largos tubos a la manera de lanzas para recolectar muestras de gas en
recipientes evacuados (Fig. 5.2.). Si bien es extremadamente difícil obtener
muestras no contaminadas por el aire atmosférico mediante este método, se ha
reunido muchos datos útiles. Una limitación de esta técnica es que, por
definición, solo fuentes pequeñas, de fácil aproximación, pueden ser
muestreadas, tales como las chimeneas cercanas a la fuente de una lava
basáltica. Los datos sobre los gases a partir de estas fuentes pueden no ser
representativos de las columnas de gas más voluminosas liberadas por los
conductos primarios.
Figura 5.2. Vulcanólogo protegido por un traje de aluminio tomando muestras de una colada de lava activa
en el Monte Etna. Las dificultades y peligros de esta técnica hablan por sí mismas.

Como segunda técnica, frecuentemente, pequeños glóbulos vítreos del fundido


original quedan atrapados al interior de fenocristales que están cristalizando a
partir de un magma. Los análisis de volátiles contenidos en estos vidrios proveen
un modo de estimar el contenido de volátiles del magma original, pero
nuevamente es complicado saber con certeza cuán representativos son.
Finalmente, al otro extremo del espectro de los tamaños, las concentraciones de
algunos gases en una columna eruptiva pueden medirse por técnicas de
detección remota, usando instrumentos como el Espectrómetro de Correlación
(COSPEC). El COSPEC depende de la medida de la absorción de la luz solar
por el dióxido de azufre, haciendo uso del cielo despejado como un estándar de
referencia, y puede localizarse sobre la tierra, o transportarse en un vehículo
aéreo por debajo de la columna. La absorción es proporcional a la concentración
del gas; así, una vez que se ha medido la concentración, es más sencillo medir
las velocidades de expulsión basándose en la velocidad de salida de la columna.
Aunque esta técnica funciona bien para el dióxido de azufre, es mucho más difícil
medir otros gases como el dióxido de carbono o el agua, ya que estos
normalmente son muy abundantes en la atmósfera.

Existe un rango importante en cuanto al contenido de volátiles, desde los


basaltos hasta las riolitas. Los típicos basaltos de dorsal oceánica
frecuentemente contienen menos de 0,5% de agua, en tanto que una riolita
puede contener de 4 a 5%. Así como el dióxido de carbono utilizado para volver
gaseosa la Coca-Cola es más soluble a alta presión que a baja, igualmente los
gases magmáticos son más solubles a altas presiones que a bajas. De este
modo, los gases se exsuelven a partir del magma conforme este se descomprime
al aproximarse a la superficie, con resultados explosivos. Los gases también son
más solubles a bajas temperaturas que a altas, aunque esto tiene un efecto
menos notorio en términos del comportamiento eruptivo.

Debido a que un magma basáltico puede contener menos de uno por ciento en
peso de volátiles, estos pueden parecer accesorios sin importancia. Pero los
pesos moleculares de volátiles como el agua son tan bajos en relación con los
pesos moleculares de los componentes silicatados del magma que realmente
hay un número desproporcionadamente grande de moléculas volátiles en el
magma. Estas cuantiosas moléculas hacen sentir su presencia de muchas
maneras, fuera de toda proporción si se atiende a su pequeña fracción en masa.

Los volátiles se difunden de forma relativamente fácil a través de los magmas y


poseen baja densidad; consecuentemente, se congregan hacia la parte superior
de las cámaras magmáticas, formando cubiertas o cúpulas ricas en volátiles.
Estas capas ricas en volátiles necesariamente son las primeras en hacer
erupción, un hecho que explica por qué las primeras etapas de las erupciones
frecuentemente son más violentamente explosivas que las etapas posteriores.

5.4. Viscosidad

Viscosidad es uno de aquellos conceptos que pueden expresarse útilmente de


forma coloquial, pero que son campos minados de complejidad cuando se les
quiere determinar cuantitativamente. En términos cotidianos, la viscosidad
describe la lentitud de un fluido, su resistencia a ser agitado. Note el uso del
término fluido, en lugar de líquido: el mismo principio se aplica a líquidos, gases,
coladas piroclásticas y aerosoles. La viscosidad es un parámetro crucialmente
importante en muchos procesos volcánicos. Puede definirse como la resistencia
interna a fluir que tiene una sustancia cuando se le aplica un esfuerzo cortante.
Un fluido simple, como el agua, fluye en respuesta al esfuerzo más pequeño;
tiene una viscosidad baja. Cuando se inclina un vaso con agua, el agua responde
instantáneamente fluyendo hasta encontrar su nuevo nivel. La miel es mucho
más viscosa; cuando un frasco se inclina, le toma mucho más tiempo disponerse
en su nuevo nivel. En ambos casos, una vez que ha comenzado el flujo, la
velocidad del flujo (o velocidad de deformación) es directamente proporcional al
esfuerzo aplicado. Dichos fluidos se denominan fluidos newtonianos, en honor
de Sir Isaac, quien fue el primero en describirlos.

Las sustancias más complejas se comportan de manera distinta. A bajos


esfuerzos, no fluyen en absoluto: parece que fueran sólidos. Sin embargo, una
vez que se excede cierto esfuerzo mínimo, empiezan a fluir y a esfuerzos
mayores se comportan como los fluidos newtonianos, con una velocidad de flujo
que varía en proporción directa con el esfuerzo aplicado. El esfuerzo inicial
requerido para lograr que un fluido comience a fluir es su límite de fluencia. Los
fluidos que poseen un límite de fluencia se denominan sustancias de Bingham.
Muchos fluidos muestran un comportamiento intermedio entre el newtoniano y el
de Bingham; no tienen un límite de fluencia definido, y manifiestan una relación
no-lineal entre el esfuerzo cortante y la velocidad de deformación. Estos se
clasifican como pseudo-plásticos (Fig. 5.3.) La pasta dental es un ejemplo de un
fluido complejo (en ocasiones tixotrópico); un chorro de ella retiene su forma en
el cepillo, pero un volumen mayor se deforma por su propio peso. Si bien algunas
pocas lavas basálticas excepcionales se aproximan a un comportamiento
newtoniano, la mayoría tiene cualidades pseudo-plásticos, semejantes a las de
la pasta dental. Pero, para mantener la simplicidad, podemos considerar la
mayoría de lavas como sustancias de Bingham.

Figura 5.3. Relaciones entre el esfuerzo cortante y la velocidad de deformación (velocidad de flujo) en los
principales tipos de flujo de fluidos. Los fluidos simples como el agua son newtonianos; se necesita un
esfuerzo nulo para hacerlos fluir. Para que las lavas fluyan, debe aplicarse un esfuerzo mínimo para
sobrepasar el límite de fluencia. En un volcán, este esfuerzo se produce cuando la lava fluye por gravedad a
lo largo de una pendiente que sea suficientemente empinada. (De acuerdo a Wolff, J.A. y J.V. Wright
(1981)).

Igual que muchos otros parámetros vulcanológicos, es excesivamente


complicado determinar directamente la viscosidad del magma. No obstante, se
ha realizado algunas medidas en lavas gracias a almas valerosas que introducen
instrumentos en ellas. Las lavas basálticas típicas tienen viscosidades entre 102
y 103 Pa·s (pascal segundo; kg·m-1·s-1; 1 Pa·s = 10 poise). Para situar esto en
contexto, el agua pura tiene una viscosidad de unos 10-3 Pa·s, por lo que estos
basaltos son miles de veces más viscosos que el agua. (El aceite de oliva es
unas cien veces más viscoso que el agua.)

5.4.1. Factores que afectan la viscosidad

Los fluidos se vuelven más viscosos a medida que se enfrían –por esta razón los
motores de los automóviles requieren distintos grados de aceite en invierno y en
verano. En los magmas, este efecto es sorprendente –en los fundidos riolíticos,
la viscosidad se incrementa en más de ocho órdenes de magnitud entre los 1300
°C y los 600 °C (Fig. 5.4.) El basalto exhibe una tendencia similar, aunque no
llega tan lejos –los basaltos se hallan predominantemente sólidos por debajo de
los 1000 °C. La Fig. 5.4. ilustra una importante característica adicional: aunque
los fundidos de todas las composiciones se vuelven menos viscosos a mayores
temperaturas, los fundidos silíceos son siempre más viscosos que los basálticos
a la misma temperatura.

Figura 5.4. Relación entre la viscosidad y la temperatura en los principales tipos de lavas. Tomado de
Murase, T. y A.R. McBirney (1973).
El agua disuelta también ejerce un importante efecto sobre la viscosidad del
magma debido a su capacidad, mencionada anteriormente, de volver menos
polimerizado al magma al romper los enlaces sílice-oxígeno. Este efecto se
ilustra en la Fig. 5.5.: a 1000 °C, la viscosidad de un fundido silíceo decrece en
varios órdenes de magnitud cuando se incrementa el contenido de agua disuelta.
El basalto exhibe un decrecimiento de la viscosidad similar pero menos notorio.
Nuevamente, la Fig. 5.5. muestra que los magmas silíceos son más viscosos que
los basálticos a la misma temperatura y considerando el mismo contenido de
agua.

Figura 55.. Efecto del contenido de agua disuelta sobre las viscosidades de los principales tipos de lavas. (a)
es para los fundidos graníticos y (b) es para los fundidos basálticos. Tomado de Murase, T. (1962).

Otras fases presentes en un fluido también afectan su viscosidad. Naturalmente,


los materiales sólidos como los fenocristales incrementan la viscosidad, pero los
efectos son difíciles de cuantificar por causa de los amplios márgenes en
tamaños y formas de los cristales. Las burbujas de gas, los únicos otros
componentes similares, tienen efectos que son todavía más complicados de
discernir, ya que un magma bastante vesiculado es una espuma cuyas
propiedades de flujo están controladas por factores como la tensión superficial y
el espesor de las paredes de las burbujas (Fig. 5.6.)

Figura 5.6. Las gotas he hilillos congeladosde lava basáltica al lado de un canal de lava ilustran
convincentemente la baja viscosidad del basalto caliente. Las fuerzas de tensión superficial juegan un
importante rol en el modelamiento de estas formas fluidas. La colada hizo erupción en el Kilauea, Hawaii,
en 1974. Las estalactitas tienen longitudes de unos cuantos centímetros.

5.5. Reología – flujo turbulento vs. flujo laminar

Buena parte de la vulcanología se ocupa de cómo grandes volúmenes de fluido


erupcionan desde aberturas en la tierra, y luego discurren como flujos durante
un tiempo. La reología, el estudio de los materiales que fluyen, es una disciplina
excepcionalmente compleja, y su tratamiento matemático, la dinámica de fluidos,
implica problemas que permanecen sin resolver incluso en estos días de
supercomputadoras. Por esta razón evitaremos prudentemente estos temas
esotéricos y solo exploraremos uno: el régimen de flujo. Es un hecho percibido
por simple observación que un río que fluye lentamente lo hace de modo
ordenado. Todas las partes de la masa de agua fluyen calmadamente en la
misma dirección y a la misma velocidad, sin remolinos o vórtices, excepto en las
márgenes. Este es un flujo laminar. En el caso de que el rio se encuentre con
una pendiente más fuerte, su comportamiento cambia abruptamente. Se vuelve
una estruendosa masa desorganizada de torbellinos y vórtices arremolinados.
Las líneas de flujo al interior de la masa de agua son caóticos. Este es un flujo
turbulento. Un cigarro que arde lentamente demuestra bien la diferencia entre el
flujo laminar y el flujo turbulento: inicialmente, la pila de humo se eleva desde la
punta del cigarro en una columna delgada y ordenada, pero después de unos
veinte centímetros comienza a oscilar, y luego rápidamente se disgrega en una
nube errática de hilillos y espirales de humo

Que un fluido fluya de modo turbulento o laminar, con todas las implicaciones
que esto acarrea, depende de la velocidad de flujo de masa y de la viscosidad.
Un físico inglés (Osbourne Reynolds, 1842 – 1912) fue el primero en reconocerlo
en experimentos utilizando un fino rastro de tinte en una tubería llena de agua
en movimiento. El trabajo de Reynolds originó un útil parámetro adimensional, el
número de Reynolds, Re, que relaciona la velocidad de flujo, U, la profundidad,
h, y la viscosidad cinemática, η, de cualquier fluido en movimiento:

Re = Uh/η

El propio trabajo experimental de Reynolds, reforzado por innumerables estudios


posteriores, mostró que la transición desde un flujo laminar a uno turbulento
sucede a números de Reynolds mayores que 1000 – 2000 aproximadamente.
Los fundidos silicatados poseen viscosidades relativamente altas, por lo que casi
todas las lavas fluyen de manera laminar, excepto por algunos basaltos de baja
viscosidad, excepcionalmente calientes, como las komatiítas. (En la mayoría de
lavas, U es baja y η es alta en la ecuación.) En ciertas coladas de pirolclastos,
las velocidades pueden ser tan altas y las viscosidades tan bajas que el flujo
puede situarse en el régimen turbulento. Volveremos a este punto en los
Capítulos 10 y 11.

Finalmente, muchos materiales naturales, incluyendo determinadas lavas,


poseen límites de fluencia tan altos que, cuando fluyen, casi todo el esfuerzo
cortante está confinado a sus márgenes: sus centros permanecen casi sin
deformarse, y el material es simplemente empujado en masse hacia adelante.
Esto es lo que ocurre cuando se aprieta la pasta dental contenida en un tubo, y
se denomina flujo taponado. La extrusión de espinas de lava sólida desde un
domo de lava, como aconteció en el monte Pelée en 1902, son ejemplos
extremos de una extrusión como la de la pasta dental (Fig. 4.25.; Figs. 5.7. –
5.8.).
Figura 5.7. La extrusión de lava viscosa formó un domo de laderas empinadas y escarpadas sobre el domo del
monte Pelée en noviembre de 1930, bastante similar al domo que se creó en 1902. En las crestas de estos
domos frecuentemente crecen espinas dentadas, empujadas hacia arriba mediante una extrusión de lava semi-
sólida similar al comportamiento de la pasta dental.

Figura 5.8. Vista de perfil de una espina de 50 m de alto que creció en el domo de lava del volcán del monte
St. Augustine en 1986. En este caso, las espinas se hallan típicamente curvadas en un lado y fracturadas en el
otro (cf. Fig. 4.25.). Foto por cortesía de Lee Siebert, Instituto Smithsoniano.
5.6 Vesiculación

La pumita, la porción de lava silícea llena de burbujas que supuestamente


algunas personas peculiares emplean para lastimar su piel en el baño, es un
ejemplo de una roca volcánica muy vesicular. Las vesículas son pequeñas
burbujas halladas en lavas de todas las composiciones. Frecuentemente son
solo de unos pocos milímetros de ancho y están escasamente esparcidas, pero
ciertas lavas están tan agujereadas por grandes burbujas que recuerdan el
queso suizo; más vacíos que sólido. Las vesículas se forman cuando los gases
disueltos escapan de la solución en que se encontraban en el magma a medida
que este se descomprime; así como escapan cuando se abre una botella de
champagne. Si el gas burbujeante puede escapar libremente, la lava que resulta
será desgasificada o “lisa” y la roca que se forme será esencialmente libre de
burbujas. Si, en cambio, el gas todavía se está exsolviendo cuando el magma
erupciona, las burbujas continuarán creciendo, y se hallarán congeladas en la
lava cuando esta se congela. La capacidad de exsolver gas para que escape
libremente como burbujas, en lugar de desintegrar explosivamente el magma, es
crítica para comprender los mecanismos de erupción volcánica. Dos aspectos
demandan nuestra atención: la formación de vesículas, y su crecimiento.

La formación de vesículas en un magma depende de la cantidad de volátiles


disueltos, como el agua y el dióxido de carbono, y de la presión de vapor que
ejercen con relación a la presión de confinamiento del magma. La exsolución
comenzará cuando la presión de vapor iguala o excede la presión de
confinamiento, justo cuando las burbujas de vapor empiezan a crecer en el agua
en ebullición cuando su presión de vapor compensa la presión del agua. Así, la
formación de vesículas se iniciará a una mayor profundidad (presión) en un
magma rico en volátiles que en uno pobre en volátiles. Entonces, una manera de
suscitar la formación de vesículas es descomprimir un magma, un proceso
físicamente similar al descorchado de una botella de champagne. Este se
designa primera ebullición.

La vesiculación también puede ocurrir como resultado de un segundo fenómeno,


más complejo. Cuando se produce la cristalización en un magma en
enfriamiento, la remoción de cristales del magma concentra los volátiles en el
líquido residual, y así aumenta su presión de vapor. La cristalización de minerales
también libera calor latente de fusión, manteniendo las temperaturas elevadas,
que a su vez causa que las presiones de vapor permanezcan elevadas y, por
último, produciendo la formación de burbujas. Cuando el crecimiento desmedido
de burbujas es desencadenado por la cristalización, el proceso se denomina
segunda ebullición. Puede generarse enormes presiones en el magma por el
consecuente incremento en el volumen, lo que puede venir acompañado de
consecuencias espectaculares. En un magma andesítico que contiene solo 2,8
por ciento en peso de agua, la cristalización y la ebullición pueden generar un
incremento de volumen de casi tanto como el 50 por ciento.
En un estudio para determinar cómo se desarrollan las vesículas en los magmas,
Stephen Sparks sostuvo que la presión de sobresaturación de los volátiles
disueltos en un magma que se requiere para que las vesículas se nucleen es
algo baja, quizá de solo unos cuantos bares, debido a la presencia de especies
moleculares al interior del magma que son tensoactivas y promueven el
crecimiento vesicular. (En los líquidos puros, como el agua destilada, se inhibe
la formación de burbujas, por lo que la ebullición es complicada y frecuentemente
“con sobresaltos”. A menudo se añaden pequeñas piezas de porcelana
específicamente para facilitar sitios de nucleación para las burbujas.) Así, las
vesículas se desarrollan con facilidad en magmas que están solo ligeramente
sobresaturados de volátiles. Debido a las relaciones que hay entre la tensión
superficial del magma, el radio de las burbujas y la presión de sobresaturación,
las vesículas pequeñas no son estables, y en la naturaleza no se encuentra
vesículas menores a unas 5 micras de diámetro.

Una vez que se han nucleado, el desarrollo de tamaños mayores de las vesículas
está controlado por el contenido de volátiles del magma, la velocidad con que los
volátiles se difunden a través del magma hacia las burbujas y otras variables
intrínsecas como la densidad, la viscosidad y la tensión superficial del magma.
La formación inicial de las vesículas trae un interesante efecto colateral: la
pérdida de agua del magma causa que aumenten su viscosidad y su límite de
fluencia. Próximo a la superficie, en el régimen donde las erupciones explosivas
son posibles, el principal control extrínseco sobre la velocidad de crecimiento de
las burbujas es la velocidad de descompresión de la columna magmática. El
efecto de dichas variables es que las burbujas son propensas a crecer hasta
diámetros de entre 0,1 y 5 cm en las erupciones explosivas basálticas, pero solo
de 0,001 a 0,1 cm en las erupciones riolíticas. (La menor difusividad del agua en
los fundidos silíceos y los mayores ritmos de erupción en estos fundidos, y no la
viscosidad superior del magma, son los responsables capitales del pequeño
tamaño de las burbujas en las pumitas riolíticas, puesto que estas dos
características les dan a las burbujas menos oportunidades para crecer).

En un magma que se está vesiculando con mucha actividad, sobreviene un


momento en que las burbujas individuales no pueden considerarse aisladas;
ellas interactúan unas con otras, haciendo al magma más semejante a la espuma
en la superficie de la cerveza que a un fluido simple. Mientras los volátiles
continúen difundiéndose desde el magma, las burbujas seguirán creciendo hasta
que la presión al interior de las burbujas sea la misma que la presión de vapor
de la fase volátil en el magma circundante. Las burbujas no se infiltrarán unas en
otras, puesto que todas se encuentran a presiones similares. Sparks sugiere que
la mayoría de las burbujas dejará de crecer bastante antes de la desintegración
explosiva de espuma magmática, cuando la relación volumétrica de burbujas de
gas con respecto al líquido sea aproximadamente de 4 a 1. En esta etapa, las
burbujas no pueden expandirse más ya que la extracción de volátiles incrementa
la viscosidad del líquido remanente, que debe forzar su posición en películas
delgadas entre las burbujas adyacentes (Fig. 5.9).

Figura 5.9. No se trata de la imagen anatómica de las cámaras tendinosas del corazón humano, sino de una
micrografía electrónica de barrido de un espécimen típico de pumita silícea, en este caso una de Tenerife en
las islas Canarias. La expansión de los gases en exsolución estiró y adelgazó los “tendones” de vidrio, y creó
una “espuma” de roca, ligera pero resistente. Note que los vacíos no son burbujas; son espacios
interconectados, formados cuando el magma se desintegró explosivamente. La fotografía abarca alrededor de
1 mm de largo. Vea también la Fig. 9.23.

En una columna magmática en la garganta de un volcán, el cambio de volumen


propiciado por la formación de burbujas impulsa el magma por el conducto hacia
arriba. Existe un gran volumen de burbujas y una enorme área superficial de
líquido que forma las paredes de las burbujas, de manera que se mantiene el
equilibrio de presiones entre los gases exsueltos contenidos en las burbujas y
aquellos que permanecen en el líquido que los atrapa. Estas presiones pueden
ser de decenas o centenas de veces el valor de la presión atmosférica. En una
columna de magma basáltico, puede haber una superficie libre en contacto con
la atmósfera en la garganta del volcán. Un enorme gradiente de presión se
desarrolla a lo largo de esta superficie. Las burbujas cercanas a la superficie se
hinchan, superando rápidamente la resistencia de las paredes de las burbujas,
hasta que estallan, desintegrando el magma y provocando su eyección. Una
superficie de desintegración, donde ocurre la fragmentación, se desplaza hacia
abajo a través de la columna magmática, a menos que las burbujas y el magma
se eleven de manera suficientemente rápida para que permanezca
aproximadamente al mismo nivel (Fig. 5.10.).
Figura 5.10. Etapas de la vesiculación y fragmentación del magma. En la etapa más temprana (a), ocurre la
nucleación y las burbujas crecen libremente; en (b) el crecimiento continúa y se forman nuevos núcleos;
burbujas mayores interfieren con el crecimiento respectivo de otras; en (c) la espuma magmática está
saturada de burbujas, por lo que cesa el crecimiento de estas; en (d) la superficie de fragmentación se
desplaza hacia abajo, propagándose en esta dirección por el estallido de las burbujas. Tomado de Sparks,
R.S.J. (1978).

Las erupciones explosivas riolíticas son un poco más complejas, ya que se inician
a mayores profundidades. La presión al interior del magma debe incrementarse
hasta que se supere la resistencia de las rocas confinantes, y antes de que se
abra una superficie libre en contacto con la atmósfera, que permita la
propagación de la superficie de desintegración dentro del cuerpo magmático. En
tanto que las rocas son extremadamente resistentes a la compresión, son débiles
frente a la tensión (las resistencias son de unos 1,5 x 10 7 bares). Por esto, la
resistencia de las rocas que cubren un cuerpo magmático en estado de
enfriamiento y de vesiculación se supera con facilidad mucho antes de que el
magma se solidifique. Cuanto esto sucede, se produce una erupción explosiva.

5.7. Resumen

Si pudo servir para algo, este breve capítulo debería haber demostrado que el
magma es una materia complicada. En los siguientes capítulos, veremos las
múltiples formas en que un magma hace erupción. Fundamentalmente, son las
diferencias en la composición y el contenido de volátiles los que son
responsables de todas las variaciones entre los extremos de una tranquila
efusión de lava y una explosión catastrófica. Una cadena de causa y efecto muy
simplificada puede resumirse así:

(1) la composición determina la temperatura de fusión;

(2) la temperatura, el contenido de volátiles y el grado de polimerización


determinan la viscosidad;

(3) la viscosidad y el contenido de volátiles determinan la propensión a la


vesiculación y la desgasificación;

(4) la propensión a la desgasificación determina el potencial explosivo de la


erupción;

(5) la explosividad de la erupción determina si se producirán lavas o piroclastos.

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