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Policarpa Salavarrieta

Hasta hoy, no existe unanimidad de criterios respecto al lugar de nacimiento de María Policarpa Salavarrieta Ríos,
conocida como La Pola. La gran mayoría de los historiadores ubican el natalicio en la población cundinamarquesa de
San Miguel de Guaduas, otros en el barrio Santa Bárbara de Bogotá y otros en Mariquita, Tolima.1 El hecho cierto es
que la familia Salavarrieta Ríos estuvo avecindada en Guaduas, villa en la que el padre, Joaquín Salavarrieta, y la madre,
Mariana Ríos, poseían una regular fortuna conseguida gracias a la agricultura y el comercio. Actividad, esta última,
en la que no era difícil desempeñarse en Guaduas, pues la villa quedaba en la ruta que de Santafé conducía hacia el
principalísimo puerto fluvial de Honda. Policarpa fue la quinta de siete hermanos.
Según parece, Joaquín Salavarrieta era oriundo del Socorro y había participado en la revolución de los Comuneros
de 1781. Había acompañado a José Antonio Galán cuando éste emprendió la campaña por la hoya del río Magdale-
na y conoció Guaduas cuando pasaron por allí, el 4 de junio de 1781, vía Mariquita. Al enterarse, el 16 de junio, que
se había firmado la paz y que cada uno debía volver a su casa, don Joaquín retornó al Socorro. Sin embargo, como
después de la firma de las Capitulaciones se había desatado una implacable persecución contra los participantes en
la rebelión, resolvió huir con su esposa, la moniquireña Mariana Ríos.
En 1798 la familia Salavarrieta se trasladó a Santafé de Bogotá, a la parroquia de Santa Bárbara. El padre, la madre y dos
hermanos (María Ignacia, la mayor, y Eduardo, el menor) murieron entre agosto y septiembre de 1802, a consecuencia
de la epidemia de viruela negra que se extendió por la capital virreinal. Los afligidos hijos y hermanos tuvieron que
cerrar la casa, pues estaba infectada, y buscar la forma de sobrevivir: José María y Manuel ingresaron a la comunidad
agustina; Ramón y Francisco Antonio se emplearon como peones en una finca ubicada en Tena; la hermana mayor,
Catarina, se hizo cargo de los dos menores, Policarpa y Bibiano, y en 1804 se residenciaron nuevamente en Guaduas,
en la casa de Margarita Beltrán, hermana de Manuela Beltrán y madrina de Catarina.2 Al cabo de un tiempo, la mayor
de los Salavarrieta contrajo matrimonio con Domingo García y sus dos hermanos fueron a vivir con ella.3

Retrato de Policarpa Retrato de La


Salavarrieta, Pola, elaborado
elaborado por José por José María
María Espinoza, 1855. Espinoza, siglo XIX.

1 Las fechas más posibles para su nacimiento son los años 1793, 1794 o 1795. Si escogemos el último año, la Pola tendría 22 años cuando marchó al patíbulo.
Las dudas sobre el lugar y fecha de su nacimiento, obedecen a que no hay ningún documento que pruebe la verdad de estos datos; su partida de bautizo
hasta ahora no se ha encontrado. Tampoco hay claridad sobre su nombre completo y preciso y al respecto existen varias fuentes: su padre la llamó Polonia
al otorgar el poder de heredar, y con ese mismo nombre la hizo figurar el presbítero Salvador Contreras al formalizar el testamento, el 13 de diciembre de
1802; sin embargo, su hermano Bibiano, el más cercano en afectos, compañero suyo en Santafé, la llamaba Polica; también la llamaba Policarpa doña Andrea
Ricaurte de Lozano, en cuya casa vivió y en cuya compañía se hallaba en el momento de ser reducida a prisión; Policarpa la llamó Ambrosio Almeyda, quien
conspiró con ella y recibió su protección; en su falso pasaporte, expedido en 1817, se le denominó Gregoria Apolinaria; contemporáneos suyos, como el
mismo Almeyda, José María Caballero, José Hilario López ó Francisco Mariano Fernández, la llamaron simplemente la Pola. No obstante, el nombre con el
que es más conocida y como posteriormente se le ha denominado en todos los homenajes póstumos, es Policarpa Salavarrieta.
2 Aunque no son muy claras las anotaciones que se hacen en los archivos sobre Catarina, puede deducirse que era una mujer altiva, racista y clasista. A pesar
de su notable racismo, terminó enamorándose de Juliano, un negro esclavo de su esposo.
3 Domingo García era el mejor amigo del padre de Policarpa. Era Noble, comerciante, machista, religioso y abusivo con sus esclavos. Estaba muy enamorado
de Catarina.
A los nueve años llegó La Pola a Guaduas. Margarita Beltrán procuró su ingreso a la escuela del Convento de La Sole-
dad. Allí aprendió a leer y escribir, estudió la doctrina y la historia española y aprendió a tocar la guitarra y a cantar.4 En
la modesta casa del matrimonio García-Salavarrieta era común que se alojaran ocasionales viajeros en tránsito hacia
Santafé o hacia Honda, por lo que existía una constante información sobre los sucesos de España y del virreinato. Mu-
chas familias tenían a Guaduas como lugar de veraneo y mantenían relaciones cordiales con los familiares de La Pola,
en especial con la del futuro general Joaquín Acosta y Pérez de Guzmán.
Ya adolescente, Policarpa Salavarrieta se dedicó a la modistería, y poco a poco se enteró e involucró en las actividades
independentistas: hacia 1809, o quizás antes, conoció a los hermanos Leandro y Alejo Sabaraín, hijos de la criolla María
Teresa Ramos y de Joaquín Sabaraín, residente en Mariquita, donde ejercía el cargo de factor de las Reales Minas o
recaudador de impuestos. Joaquín Sabaraín, como español de entonces, era racista y ambicioso.
Desde un comienzo, entre Alejo y Policarpa surgió el amor y rápidamente pensaron en contraer nupcias en 1810, para
lo cual Policarpa comenzó a ahorrar algunos sueldos de lo que ganaba con sus costuras. Pero los acontecimientos
revolucionarios les obligaron a aplazar el matrimonio.5
El domingo 22 de julio se conoció en Guaduas la noticia del grito de Independencia y de los acontecimientos que
lo suscitaron y precedieron. Ante el llamado de alistamiento hecho en los pueblos para formar las milicias, tanto el
cuñado de Policarpa, como su hermano Bibiano, se incorporaron al ejército en formación.6 Desde un comienzo Alejo
Sabaraín se vinculó a las actividades de la Junta de Gobierno que se formó en Mariquita, ingresó al batallón que allí se
organizó y, a principios de 1811, participó en el conflicto civil armado entre Honda y Ambalema.
El obligado alejamiento de Alejo Sabaraín impulsó a Policarpa a trasladarse a Santafé, donde fue recibida como niñera
y dama de aguja, en enero de 1812, en la casa de doña María Matea Martínez de Zaldúa. Sus hermanos José María y

Pintura al óleo de
Policarpa Salavarrieta
asistiendo a la iglesia.
Elaborada por José María Pintura de Policarpa
Espinoza, 1857 aprox. Salavarrieta.

4 Cuando Policarpa escribe su nombre por primera vez, conoce la historia de su apellido: se entera que Salabarrieta proviene de Solabarrieto, apellido vizcaíno
que significa de la nueva heredad, conocido en Santafé en el siglo XVII por don Juan Martínez de Solabarrieta, cuyos descendientes se establecieron en Vélez y
el Socorro, Santander, de donde era originario su padre. Mucho tiempo después se cambia la b larga por v y es por eso que hoy en día su apellido es Salavarrieta.
5 Antes de que Alejo y Policarpa se conocieran, Alejo Sabaraín estaba comprometido con María Ignacia Valencia, una mujer 100% blanca, tradicional y religiosa.
6 Dos días después de los sucesos ocurridos el 20 de julio de 1810, empezaron a llegar a Guaduas los españoles escapados de Santafé rumbo a Cartagena. Días
después llegaron los Virreyes Amar y Borbón y su esposa. Se hospedaron en casa de los Salavarrieta. A la virreina le cayó en gracia la joven guadueña. La Pola
había oído del mal carácter de la virreina y quien era ella la que daba las órdenes al marido. Esta mujer era poco querida por el pueblo santafereño. Aprovechó
esta circunstancia y el hecho de que ya estaban de regreso a su patria para expresar todo su pensamiento frente a la causa independentista y la necesidad de
que los pueblos se gobernaran por ellos mismos. La Virreina la escuchó admirada por la inteligencia de la joven y antes de irse le auguró, sin siquiera sospe-
charlo, su destino: “Cuídate mucho, Polonia, eres muy joven y bella; los tiempos son difíciles”.
Manuel pertenecían a la comunidad agustina, eran republicanos centralistas partidarios de Nariño y a través de ellos
y de las esporádicas cartas de Alejo abrazó la causa del centralismo.7
Gracias a su habilidad para la costura, visitaba frecuentemente las más encopetadas casas de la capital, lo que le sirvió
para aclarar en su mente las diferencias existentes en la sociedad estamental de la época. Además conoció muy bien
la ciudad, recorriendo sus barrios y parroquias.
Mientras tanto, su novio se había unido a las milicias de Cartagena, preparándose para atacar Santa Marta, en donde
los refugiados españoles y criollos realistas se preparaban para reconquistar el Nuevo Reino. Hacia noviembre de
1812, en plena efervescencia de las luchas intestinas entre el Congreso y el gobierno de Nariño, apareció en la Gaceta
Republicana la noticia de que “en la parte oficial se recomienda a los hermanos cadetes Leandro y Alejo Sabaraín por
su valor y heroísmo”. Esa noticia muy seguramente la llenó de orgullo y la impulsó a colaborar y participar en los pla-
nes de defensa de la capital, ante el inminente sitio de los ejércitos de la Federación, todo ello con el beneplácito de
sus hermanos curas, pues los padres agustinos eran los más entusiastas promotores del reclutamiento de una legión
formada por jóvenes de los distintos estamentos, a cuya cabeza espiritual estaba su prefecto y capellán, fray Vicente
Echeverry. El Precursor Nariño supo estimular a los agustinos: en solemne ceremonia, nombró generalísimo de las
tropas a la imagen del Nazareno que se venera en su iglesia.
El sitio de Santafé fue motivo de agitación y estímulo de la imaginación popular, pues Baraya difundía rumores alar-
mantes (como que “todos los santafereños serían pasados por las armas” o que “había resuelto ahorcarlos en la Plaza
Mayor”), para que la población desistiera de los planes de defensa; pero el pueblo de Santafé no se dejó amilanar y
compuso décimas y canciones burlándose de los comandantes federalistas.8

7 A diferencia de otros países, en la Nueva Granada los diferentes estados en lugar de luchar por la independencia, lo hicieron por la autonomía. Es así como
la primera provincia en declarar su independencia autónoma fue Cartagena, el 11 de noviembre de 1811. El 16 de julio de 1813 siguió su ejemplo Cundina-
marca y posteriormente Antioquia, Neiva y Tunja. Las independencias de estas provincias dieron inicio al primer periodo de vida independiente de la Nueva
Granada, llamado Primera República, pero también conocido como Patria Boba. El origen de este nombre se debe a las dificultades que enfrentaron los
criollos para lograr el gobierno del territorio y que desembocaron en una guerra civil.
El día que Antonio Nariño llegó a Guaduas, Polonia se unió a quienes salieron jubilosos a recibirlo con cohetes y vivas. Escuchó su discurso sobre la necesidad
de unirse para salvar la revolución.
8 Después del grito de independencia lo que siguió fue una especie de anarquía producida por los enfrentamientos de las provincias y las aspiraciones de
cada una de volverse república independiente y muchas como Cartagena, Panamá y Girón no reconocían la Junta de Santafé. Se generó una especie de
guerra civil de dos bandos, uno liderado por Nariño quien defendía el centralismo y el otro, liderado por Camilo Torres quien defendía el federalismo. Estos
bandos tomaron el nombre de pateadores (centralistas) y carracos (federalistas). El origen popular de estos nombres se debió a que un día don José María
Carbonell, fusilado después por los españoles, arrancó de las manos de un federalista un periódico titulado El Carraco que se burlaba de la derrota que los
centralistas sabían sufrido en Paloblanco. Lo arrugó y lo tiró por tierra, pisoteándolo de tal forma que se formó corrillo en la Calle Real y la gente empezó a
reírse y a aplaudir. Desde aquel día quedaron bautizados los dos bandos. Incluso hubo un cuerpo de tropas que tomó el nombre de “Pateadores”. Los fede-
ralistas Baraya y Ricaurte y el congreso de Tunja le declararon la guerra a Nariño, quien mandaba en Cundinamarca. Nariño se puso en marcha hacia Tunja a
la cabeza del ejército que tenía en Santafé, el 26 de noviembre de 1812. Se enfrentan los dos ejércitos en Ventaquemada siendo derrotado Nariño quien se
ve obligado a regresar al día siguiente a Santafé con los pocos hombres que le quedaban.
Baraya, después de la batalla de Ventaquemada, se dirigió a Santafé con cinco mil hombres. Mientras tanto Nariño tuvo tiempo de organizar de nuevo sus
tropas y de fortificarse. El 24 de diciembre Baraya logró poner sitio a la ciudad extendiendo sus fuerzas desde Usaquén, por la sabana, hasta Tunjuelo. Nariño
logró apoyo decidido del clero lo que daba fuerza moral a sus tropas. Contaba además con gran parte del apoyo popular por su carisma. El manejo que
Nariño le dio a esta campaña fue decisivo. Contrastaba el buen trato que le daba a sus tropas y la presencia de ánimo que mantuvo, con la crueldad y el
maltrato de Baraya. Nariño, queriendo evitar más derramamiento de sangre propuso negociar con Baraya, pero éste no aceptó. La Pola tuvo la oportunidad
de enterarse en detalle de todo lo que estaba pasando, debido a que Nariño contaba con el apoyo incondicional de los padres agustinos. Las visitas a sus
dos hermanos declarados patriotas, amigos del centralismo y admiradores de Nariño, la mantenían al tanto de los movimientos de las tropas que estaban
defendiendo la ciudad. Le conmovió enterarse que el padre Rosas, capellán de la cofradía de Jesús Nazareno, quien tenía su iglesia en el convento de los
Agustinos, había nombrado a Jesús Nazareno, como el generalísimo de las tropas de Nariño. La Pola asistió en varias ocasiones a las rogativas que hacían en
el convento a favor de las tropas de Nariño, y ayudó a sus hermanos y a otros frailes de San Agustín a repartir a las tropas escarapelas con el nombre de JHC.
Muchos pusieron el nombre de Jesús en el sombrero y lo escribieron hasta en los cañones. Para algunos esto ya era el colmo del fanatismo religioso. Para
otros este fanatismo ayudó en gran parte a mantener en alto la moral de las tropas y a tener fe en el triunfo.
Durante este período la joven costurera estuvo más atareada que nunca cociendo casacas y capas de uniformes para los soldados de Nariño, elaborando
correajes para las bestias y ayudando a la preparación de las comidas junto con otras mujeres del pueblo, quienes contribuyeron a mantener alta la moral de
los combatientes durante la resistencia al cerco de Baraya. Acompañó a sus hermanos a visitar las tropas llevándoles ropa y comida y dándoles ánimo. Los
partidarios del federalismo convivían con los defensores del centralismo. Esto era inevitable y el país entero, en lugar de unirse para enfrentar a los realistas,
se fragmentaba cada vez más. Las mismas familias estaban divididas. La gente estaba confundida y asustada, pues se rumoraba que Baraya amenazaba con
pasar a todos los santafereños centralistas por las armas o ahorcados en la Plaza Mayor.
También las mujeres fueron un factor importante para mantener en alto la moral de los santafereños, pues colabora-
ron activamente en la elaboración de casacas y capas de uniformes, correajes para las bestias, limpieza de las armas y
preparación de la comida. Recorrían las trincheras con alimentos, recados y ánimo alentador. En todas esas actividades
estuvo involucrada Policarpa Salavarrieta. Al final del asedio, el 8 y 9 de enero, los santafereños resultaron triunfantes.
Hacia mediados de febrero de 1813, Alejo Sabaraín llegó, como subteniente del Ejército Republicano, a Santafé de Bo-
gotá y se reencontró con Policarpa. Había contraído el tabartillo9 y esperaba que en los cuarteles de la capital pudieran
curarlo. Junto con otros militares, tenía la misión de informar al gobierno de Nariño sobre el movimiento de tropas
desde España, al mando del general Morillo, para reconquistar Cartagena y luego el resto del Nuevo Reino de Granada.
Por un tiempo, La Pola se dedicó a comprarle medicinas a Alejo y a enviárselas por intermedio de su amigo, el negro
Domingo, esclavo de confianza de don José Miguel Pey. En el convento de los agustinos se enteraba del desarrollo de
la brillante campaña que el coronel venezolano Simón Bolívar cumplía en el bajo Magdalena.
En marzo de 1813, La Pola conoció a los hermanos Almeida, quienes le ayudaron a gestionar un mejor bienestar para
su novio. Durante un mes estuvo trabajando con doña Bárbara Romero, destilando clandestinamente aguardiente,
procedimiento que conocía desde su estadía en Guaduas, donde se producía el mejor anisado de la región. En junio
de ese año Sabaraín ya estaba recuperado y participó activamente en el adiestramiento de nuevos milicianos que
irían a participar en la campaña del Sur, la cual se inició el 23 de septiembre y en la que participaron Sabaraín, Bibiano
Salavarrieta y su cuñado Domingo García, el cual fue dado de baja en la batalla del Bajo Palacé.
A finales de 1813, Policarpa volvió a Guaduas junto con la familia Zaldúa y allí permaneció al lado de su hermana y,
según parece, dedicada a la enseñanza. En 1815, Guaduas fue tomada por los españoles. Mantuvo entonces La Pola
una peligrosa posición de rechazo y continuó colaborando, en lo que podía, con la causa patriota. En mayo de 1816,
el general español Pablo Morillo llegó a Santafé y comenzó la cruel ejecución de los criollos que habían participado
en la primera República.
Los montes de Guaduas se convirtieron en un importante lugar de refugio de los republicanos que escapaban del
“régimen del terror”, especialmente hacia los Llanos Orientales, en donde se sabía que un numeroso contingente de
guerreros se adiestraba y preparaba entre “la niebla”. Así se llamaba un grupo del que pronto recibieron órdenes los
guadueros y del que formó parte Policarpa Salavarrieta, que en la clandestinidad fue una de las más entusiastas cola-
boradoras de los fugitivos.
Desde 1813, pocas noticias había recibido de Alejo Sabaraín, y por los días de la derrota de los patriotas en la cuchilla
del Tambo, en las cercanías de Popayán, el silencio del novio fue total. Sólo en noviembre de 1816 recibió una carta
en la que Sabaraín le comunicaba que estaba vivo y cautivo en Santafé, en el presidio correccional. Había caído preso
junto con José Hilario López y otros oficiales, y corrió la misma suerte del futuro reformador liberal; en el último mo-
mento, cuando ya iban a ser ejecutados en el patíbulo, se les conmutó la pena de muerte por ser de baja graduación
militar. En su misiva, Sabaraín le pidió a La Pola que se le uniera en la capital.
En diciembre de 1816, se presentó en la casa de Policarpa, en Guaduas, el coronel patriota José Ignacio Rodríguez, de
alias “El Mosca”, quien dijo ser enviado de los Almeidas y le propuso, a nombre de los antiguos amigos, un trabajo para
la patria: actuar en Santafé como espía y enlace de los grupos patriotas.
Rodríguez le entregó un salvoconducto y pasaporte falso y claras instrucciones de lo que debía hacer en la capital: se
alojaría en casa de Andrea Ricaurte de Lozano, a quien serviría como empleada del servicio; ésa era la pantalla. Debía
conocer el estado de las tropas españolas y poco a poco hacerse amigos y enterarse de quiénes deseaban huir a los
Llanos para unirse a las guerrillas del padre Ignacio Mariño. Además, debía obtener las listas de los patriotas buscados
por insurgentes.
Rodríguez, además, le comunicó a La Pola que pronto recibiría la visita de Bibiano, que para ese momento era prácti-
camente un héroe. El hermano pequeño llegó y, según comprobaron las hermanas Salavarrieta, había sufrido mucho
en las campañas militares. La visita de Rodríguez y de Bibiano a la casa de Catarina despertó gran sospecha entre los
realistas que vivían en Guaduas y precipitó el desplazamiento de Policarpa a la capital.

9 El término “tabartillo” era utilizado por los campesinos antioqueños para decir que una persona tenía la enfermedad del Tifo, por tanto, Alejo Sabaraín,
padecía fiebres altas y continuas, alteraciones nerviosas y sanguíneas y erupciones que cubrían su cuerpo.
En enero de 1817, llegó La Pola a Santafé acompañada de su hermano Bibiano. Por intermedio de sus hermanos curas,
logró un salvoconducto para visitar todas las semanas a su novio Alejo Sabaraín. En cada entrevista, Policarpa le comu-
nicaba noticias, órdenes y toda clase de mensajes enviados por los comandos revolucionarios.
Las labores de inteligencia las cumplió con precisión y efectividad, pues, como era conocida en la ciudad, podía salir
con libertad e introducirse en los costureros de las señoras españolas donde recogía informes útiles sobre los movi-
mientos de las tropas españolas. Sin embargo, la casa de doña Andrea Ricaurte era un centro de subversión bastan-
te peligroso: allí se celebraban frecuentes reuniones clandestinas a las que asistían varios militares criollos que por
diferentes causas habían tenido que vincularse al ejército realista, pero que esperaban la ocasión de reincorporarse
a las fuerzas patriotas acantonadas en los llanos; en el grupo participaban otras mujeres que, al igual que Policarpa,
cumplían labores de inteligencia. Para esconder los mensajes enviados se usaban naranjas ahuecadas en las que se
introducían las misivas, y el santo y seña era “¡Vencer o morir!”.
El 1 de julio de 1817, Alejo Sabaraín y todos los presos de las cárceles de Santafé fueron puestos en libertad. En ese
momento, la red de personas que participaban en el movimiento revolucionario era bastante grande e involucraba a
hacendados de diferentes parroquias, en las que se alojaban los soldados desertores en tránsito hacia los Llanos.
El novio participó en todo el engranaje y planeaba también viajar a los llanos para unirse a las guerrillas de José Nonato
Pérez, con el fin de adelantar con la mayor rapidez posible la toma de Santafé. Alejo partió con Rafael Cuervo, Francisco
Arellano y otros más a principios de agosto de 1817. La ruta escogida fue por los cerros de Monserrate para llegar al
Guavio, luego a Gachetá y, de allí, seguir a los Llanos.
Por entonces los sistemas de información de los realistas se habían afinado al máximo y se pagaban muy buenas re-
compensas a quien delatara cualquier movimiento sospechoso; un infiltrado venezolano, Facundo Tovar, delató que
en el seno del batallón de granaderos de Numancia se reclutaban soldados para la causa patriota. La misma noche, se
enteró Policarpa Salavarrieta de la detención de algunos de los miembros de la red de espionaje y apoyo a los ejércitos
patriotas. En vez de esconderse, siguió haciendo vida normal, arriesgándose a llevar recados y dineros a los presos.

Policarpa marchando
hacia el suplicio. Óleo
sobre tela, 1825.
El 3 de septiembre fue detenido Alejo Sabaraín y sus compañeros de huida. Ante la peligrosa situación, La Pola y los
pocos miembros que aún quedaban libres procedieron a ocultarse en una casucha ubicada en el barrio Egipto, en la
calle del Calvario con la carrera de San Bruno, al pie del cerro. Tanto los hermanos de Policarpa como el coronel Rodrí-
guez le insistieron para que se fuera a Guaduas, pero ella se negó: quería permanecer cerca de su novio.
El encargado de policía, un oficial de apellido Iglesias, tenía conocimiento de las acciones de Policarpa, lo mismo que
el virrey.10 Iglesias pudo seguirle la pista, pues le bastó vigilar a Bibiano para ubicar a La Pola. Fue detenida en la noche
del 10 de noviembre, recluida en el Colegio Mayor del Rosario y ajusticiada, el 14 de noviembre de 1817, junto con su
amado Alejo y otros patriotas.
Durante el acto de ejecución, la Pola marchó con dos sacerdotes a los lados. Se resistió un momento a marchar, para
poder expresar sus pensamientos a los ministros que la acompañaban. Prosiguió con paso firme hasta el suplicio, y en
vez de repetir lo que decían los religiosos, no hacía sino maldecir a los españoles. Al subirla al banquillo, se le ordenó
ponerse de espaldas porque así deberían morir los traidores; ella solicitó permiso para ponerse de rodillas, por consi-
derar que ésta era una posición más digna de una mujer y así murió mostrando gran parte de su espalda.
En el patíbulo, la Pola pronunció estas palabras: “¡Pueblo indolente! ¡Cuán distinta sería hoy vuestra suerte si conocie-
rais el precio de la libertad! Pero no es tarde. Ved que, mujer y joven, me sobra valor para sufrir la muerte y mil muertes
más. ¡No olvidéis este ejemplo!”. En la cárcel su compatriota Joaquín Monsalve redactó el famoso anagrama que la
identifica como epitafio: “Yace por salvar la patria”.11
El cuerpo de Policarpa no fue expuesto en las calles de Bogotá como los de sus compañeros fusilados con ella, por ser
un cuerpo femenino. Sus hermanos sacerdotes lo reclamaron y lo guardaron en la iglesia de San Agustín. Actualmente
sus restos se encuentran en el panteón de los héroes de la independencia en la Iglesia de la Veracruz en Bogotá.

Dibujo de la escena
de la ejecución de Policarpa.

10 El sargento Iglesias, el principal agente español en la ciudad, fue comisionado para encontrarla y arrestarla.
11 El 9 de noviembre de 1967, en virtud de la Ley 44 del Congreso de la República y firmada por el Presidente Carlos Lleras Restrepo, declaró en su segundo
artículo el día 14 de noviembre “Día de la mujer colombiana” en honor del aniversario de la muerte de “Nuestra heroína, Policarpa Salavarrieta”.
La imatológicas como la justicia, la libertad, una indígena nativa americana anónima, y más recientemente, María, un personaje de la novela de Jorge Isaacs).
El aporte de las mujeres patriota
Las mujeres organizaron redes de espionaje para man-
tener al tanto a los soldados patriotas de los movimien-
tos de la monarquía. Desde 1813, los ejércitos realistas
comenzaron su cruel campaña de persecución contra
cualquier colaborador de sus enemigos. Se ha calcula-
do que por lo menos 59 mujeres murieron ejecutadas
en patíbulos públicos, ubicados en las plazas públicas
a manera de amedrentamiento contra la población. Los
realistas ajusticiaron a mujeres de todos los sectores de
la sociedad y en todas las regiones del país.

Melchora Nieto
Para el 20 de julio de 1810, Melchora Nieto era propie-
taria de un almacén en la Calle Real de Santa Fe. Años
antes ya se identificaba con las ideas patrióticas y no
dudaba en difundirlas entre sus clientes. El 20 de julio
lideró a los asistentes a la revuelta frente a la Plaza y, años
después, en 1813, se unió a la defensa del presidente
Nariño, junto a su hijo Diego Pinzón Nieto.

Francisca Guerra
Manuela Sáenz de Santamaría forjo la idea de las
Francisca Guerra era una reconocida mujer del pueblo mujeres libres y con derechos al igual que los hombres.
santafereño. Su pulpería era visitada por comerciantes y
campesinos, y su casa en el barrio Belén era un refugio
para las personas más pobres de la ciudad. El 20 de ju-
lio de 1810 propagó la voz del levantamiento y lideró el
ataque contra la caballería del ejército virreinal. Por ha-
cer parte de las revueltas fue desterrada a Ubaté.

Manuela Sáenz de Santamaría


Doña Manuela Sáenz de Santamaría abrió las puertas de
su casa para la Tertulia del Buen Gusto. En ella se cruza-
ron el gusto por la literatura, la botánica, la ciencia natu-
ral, las lenguas antiguas y los intereses revolucionarios
de varios escritores y dramaturgos de la época. Además,
Doña Manuela ofrecía bebidas de arroz, vinos tintos de Un dato más
Castilla y chocolate santafereño. Sus hijos desarrollaron
el gusto por la escritura a partir de las discusiones y La tertulia literaria o reunión ilustrada, fue uno de los me-
canismos más importantes para la libre expresión de las
los encuentros literarios. Además, estudiosos y viajeros
mujeres a finales del siglo XVIII. Muchas de estas reunio-
como Alexander von Humboldt se acercaron a su gabi- nes, terminaron siendo el principal elemento para com-
nete de historia natural. partir ideas sobre temas políticos, económicos, sociales y
culturales, y un impulso por conocer diversos temas de
La personalidad de Manuela Sáenz motivó a muchas mujeres
Europa y la influencia del imperio español. Muchas mu-
a apoyar a soldados, dirigentes y seguidores de los procesos
jeres ayudaron a consolidar el espacio de controversia, li-
revolucionarios o presentes en la campaña libertadora de Bo-
bre del machismo y la presencia de autoridades, entre las
lívar. A través de escritos de prensa y panfletos, expresó me-
que se destacaron, Francisca Prieto Ricaurte, María Do-
diante un espíritu crítico, los problemas de la administración
lores Roche, Andrea Ricaurte Lozano, María del Carmen
española, sin llegar a temer represalias o señalamientos por su
Rodríguez, entre otras.
actividad política y capacidad de liderazgo.
Doña María Thadea González Manrique
Doña María Thadea nació en Cádiz, España en 1736 y se trasladó al
virreinato después de 1747, cuando se casó con don Jorge Miguel
Lozano de Peralta y Varaes. En el matrimonio dio a luz a nueve hijos,
entre los cuales resaltó el prócer de la independencia Jorge Tadeo
Lozano. El matrimonio compró el título de marques y marquesa de
San Jorge en Santafé, luego de un proceso de limpieza de sangre.
Su retrato más famoso fue encargado al famoso pintor Joaquín Gu-
tiérrez y fue realizado junto al retrato de su esposo. En él, su figura
resalta por el uso abundante de joyas e indumentaria lujosa con
esmeraldas y un elegante vestido de origen francés.
La marquesa hizo parte del grupo de damas de la clase alta colonial
que organizaron el movimiento de rescate de la virreina encarce-
lada.

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