Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Generalidades.-
Ya conocemos las diferentes clasificaciones que tradicionalmente se han hecho de las cosas,
tanto en el campo doctrinario como en el legislativo. Sin restarle valor a las múltiples distinciones
es claro que entre ellas descuella la de bienes muebles e inmuebles, llamada no sin razón,
summa divissio rerum, denominación que obedece al hecho de que todos los bienes o son
muebles o son inmuebles, con lo cual se evidencia que las demás clasificaciones quedan en ella
subsumidas, puesto que, por ejemplo, un bien puede ser consumible o inconsumible, divisible o
indivisible, fungible o infungible, etc., pero siempre será mueble o inmueble.
Si admitimos que todos los bienes son necesariamente de naturaleza mobiliaria o inmobiliaria,
es obvia la importancia que hasta el presente ha demostrado la distinción, de ahí que la
clasificación merece un análisis exhaustivo, por los diversos efectos jurídicos que origina.
Precisamente, a este análisis se vuelca nuestro interés en este capítulo.
Reseña histórica.-
Al decir de los romanistas la escisión de los bienes en muebles e inmuebles encuentra su
antecedente más remoto en la primera ley escrita, la Ley de las Doce Tablas, que distinguía los
fundos (fundus) de las demás cosas (cetarae res) en orden a la usucapión, exigiendo para los
fundos dos años de posesión y para las demás cosas, un año.
Siglos más tarde el derecho clásico ofrece como máxima división de las cosas la de res
mancipi y res nec mancipe, incluyendo en las primeras los fundos situados en suelo itálico, los
esclavos, los animales de tiro y carga y las servidumbres de paso y de acueductos; en las
segundas, todos los otros bienes. Esta distinción fue especialmente importante en cuanto a la
forma de enajenarlos. Para la res nec mancipi, la enajenación era simple, representada por la
traditio; para la res mancipi, en cambio, se requería la solemnidad y publicidad, representadas por
la mancipatio y la in iure cessio.
En la época post-clásica esa clasificación fue perdiendo importancia hasta caer en desuso, lo
que indujo a Justiniano a suprimirla, perfilándose entonces la moderna división de bienes muebles
e inmuebles, aunque cuando realmente se emplea esta nomenclatura es en las postrimerías del
Imperio Romano, comprendía solo a las cosas corporales y carecía de trascendencia jurídica. No
obstante, se mantuvo con el correr del tiempo y es en la Edad Media cuando llega a su etapa
floreciente por influjo de la economía feudal imperante, que como es sabido, se fundamentaba
casi exclusivamente en la tierra., inmueble por antonomasia. Por haber sido los inmuebles causa
de atribución de poderes económicos, sociales y políticos, fueron los bienes más importantes y
por tanto, reputados cosas preciosas, mientras que los muebles, a excepción de las joyas y ciertos
objetos valiosos fueron considerados cosas viles, carentes de importancia económico-jurídica.
La relevancia del binomio continúa campeando a través de los siglos, tan es así que el Código
de Napoleón de 1804, baluarte legislativo en el que se han inspirado los modernos ordenamientos
civiles lo conserva, aunque con orientación diferente al decir de algunos comentaristas del
precitado texto legal, pues su fundamento ya no radica en el valor económico de los bienes sino
en el carácter físico de la movilidad o inamovilidad de las cosas.
Actualmente se mantiene la escisión en el derecho positivo de los diferentes países, aunque
como es de suponer con ligeras variantes, las cuales son producto del criterio sustentado al
respecto por cada legislador en particular.
Empero la trayectoria jurídica de esta clasificación, se nota hoy una débil tendencia a restarle
interés, aduciendo que la distinción obedece a estructuras económicas ya superadas, en las que
los inmuebles, dada su importancia fueron rodeados de protección legal especial, pero que con el
desarrollo de la industria y el comercio la situación ha cambiado considerablemente. Existen hoy
en día gran cantidad de bienes muebles cuyo valor socio-económico es igual o superior al de
ciertos bienes inmuebles, lo que al decir de Pascual Marín, reclaman una regulación registral,
mostrándose por ello partidario de suplantar la división de bienes muebles e inmuebles por la de
bienes registrables y no registrables. Por su parte, Castán Tobeñas sostiene que la Ley de
Hipoteca Mobiliaria y Prenda sin Desplazamiento de Posesión priva a la escisión de una de sus
más importantes aplicaciones al admitir la hipoteca sobre determinados bienes muebles y la
prenda sin desplazamiento de posesión sobre ciertos inmuebles.
BIENES INMUEBLES.-
[…] El Código Civil no define a los bienes inmuebles, pero si los clasifica en el artículo 526
en la siguiente forma: inmuebles por su naturaleza, inmuebles por su destinación e inmuebles por
el objeto a que se refieren.
1. Inmuebles por su naturaleza:
Bajo este rubro el legislador menciona en el artículo 527 bienes que por sus cualidades
físicas no pueden cambiar de lugar (suelos, minas), bienes adheridos en forma permanente al
suelo (construcciones) y bienes que por sí mismos pueden movilizarse (rebaños, hatos).
[…] 2. Inmuebles por su destinación:
Para establecer esta clase de inmuebles el legislador recurre nuevamente a una ficción, al
estimar como inmuebles a bienes muebles por su naturaleza destinados por su propietario al
servicio de un inmueble que también le pertenece, con la finalidad de obtener de él un mejor uso y
explotación. Nuestro Código Civil se refiere a esta categoría de bienes inmuebles en los artículos
528 y 529. En el primero señala a título ejemplificativo: los animales destinados a la labranza; los
instrumentos rurales; las simientes; los forrajes y abonos; las prensas; calderas; alambiques;
cubas; toneles y los viveros de animales. En el segundo dispone que “son también inmuebles por
su destinación todos los objetos muebles que el propietario ha destinado a un terreno o edificio
para que permanezcan en él constantemente, o que no se pueden separar sin romperse o
deteriorarse o sin romper o deteriorar la parte del terreno o del edificio a que están sujetos”.
Requisitos:
Para hablar de los inmuebles por su destinación, se exige la conjugación de los siguientes
requsitos:
1. La existencia de un bien mueble y de un inmueble por su naturaleza.
2. Que ambos bienes pertenezcan a la misma persona. De los artículos 528 y 529 del Código
Civil se desprende fácilmente que la destinación de los bienes solo puede efectuarla el
propietario, de ahí que si es otra persona distinta de él (poseedor legítimo, enfiteuta,
usufructuario, etc.,) quien la efectúa, no se produce igual consecuencia jurídica.
3. Que el bien mueble esté destinado objetiva y efectivamente al servicio del bien inmueble,
conforme a su uso normal, es decir, que exista una relación de causalidad entre el servicio que
presta el bien mueble y la función que rinde el bien inmueble, es por eso que los muebles
colocados por el propietario en el inmueble para su uso personal, el de su familia o el de un
tercero o para ser depositado, no son inmuebles por su destinación, pues en nada sirven al
fundo.
4. Que la destinación sea duradera, por ello la separación momentánea que se haga del bien
muebles respecto del fundo no afecta su carácter inmobiliario si existe la intención por parte
del propietario de mantener su destino, como ocurriría si el tractor destinado a labores
agrícolas se separa del fundo con la finalidad de proporcionarle mantenimiento.
Origen y fundamento.-
Colin y Capitant han dicho que el origen de esta categoría de inmuebles se encuentra en los
textos de los jurisconsultos romanos, en donde estudiando los efectos del legado de un bien
inmueble se llegó a la conclusión de que ciertas cosas muebles que se encontraban en el
inmueble debían pertenecerle también al legatario por considerarse accesorios del inmueble y or
cuanto su extracción disminuiría el aprovechamiento económico del fundo.
Esta categoría de bienes inmuebles la consideramos plenamente justificada, porque aunque
los bienes muebles no pierden su individualidad forman un todo con el inmueble, recibiendo
entonces igual tratamiento jurídico, en virtud del principio “lo accesorio sigue la suerte de lo
principal”.
Comienzo y cesación:
La inmovilización comienza exactamente en el momento en que el propietario hace efectivo el
destino del bien mueble, sea o no necesaria la unión material al inmueble, de ahí que no es
suficiente la solo intención del propietario de efectuar la destinación sino que se exige la
materialización del destino.
La cesación de la inmovilización puede producirse por cualquiera de los motivos que siguen:
1. Por voluntad del propietario manifestada bien expresa (cuando, por ejemplo, el propietario
vende el inmueble y se reserva para sí los accesorios del fundo) o tácitamente (cuando el
propietario le imprime una función diferente a cualquiera de los dos bienes en forma tal que
rompa la relación de causalidad).
2. Por perecimiento del bien mueble o del inmueble.
3. Por transformación de la cosa principal (inmueble).
BIENES MUEBLES.-
El artículo 531 del Código Civil distingue también en los bienes muebles tres especies: por su
naturaleza, por el objeto a que se refieren y por determinarlo así la Ley.
1. Muebles por su naturaleza (art. 532 CC): “son muebles por su naturaleza los bienes que
pueden cambiar de lugar, bien pos sí mismos o movidos por una fuerza exterior”.
2. Muebles por el objeto a que se refieren (art. 533 CC). En virtud de lo pautado en este
artículo se reputan muebles por el objeto a que se refieren los derechos y acciones que versan
sobre los muebles.
3. Muebles por determinarlo así la Ley (art. 533 CC).
No obstante la complicada redacción del artículo 533, la cual atribuimos a una traducción
errada por querer el legislador calcar y adoptar normas de distintos idiomas a nuestro
ordenamiento, se vislumbra que los muebles por determinarlo así la Ley, son:
a. Las acciones o cuotas de participación en las sociedades civiles y mercantiles.
b. Las rentas vitalicias o perpetuas.
Es de nuestro interés hacer énfasis, como bien lo hace el codificador, en que aún en el caso
de que las sociedades sean propietarias de bienes inmuebles, dichas acciones o cuotas de
participación se reputan muebles hasta tanto termine la liquidación de la sociedad. Esta
disposición obedece a que una vez liquidada la sociedad, el derecho que el socio tenía por virtud
de la acción o cuota de participación durante la existencia de la misma, se materializa en un bien
determinado (mueble o inmueble), ya que a partir de este momento la sociedad pierde su
personería jurídica adquiriendo entonces los asociados el derecho a la adjudicación conforme a su
acción o cuota de participación.
Al mencionar las rentas, el artículo en cuestión, alude a la prestación periódica que una
persona natural o jurídica debe pagar a otra en dinero o en especie.
Por su duración las rentas son de tres tipos:
1. Temporales, si se establecen para ser pagadas en un tiempo determinado.
2. Vitalicias, si su pago debe efectuarse durante toda la vida de una o varias personas
determinadas.
3. Perpetuas, son las constituidas a perpetuidad, de ahí que se transmiten por vía sucesoral a los
heredero del beneficiario.
La precitada disposición no habla de las rentas temporales, pero por otorgar ellas un derecho
de crédito, pensamos que ese silencio no es obstáculo para reputar a dichas rentas como bienes
muebles.
El último párrafo del mismo artículo deja a “salvo en cuanto a las rentas del estado, las
disposiciones legales sobre Deuda Pública”; lo lógico es que así sea, por cuanto esta materia cae
dentro del Derecho Público y como tal su regulación corresponde a éste.
Actualmente en nuestro derecho carece de interés la discusión doctrinaria que en el pasado
fue motivo de apasionantes controversias sobre la ubicación mobiliaria e inmobiliaria del fondo de
comercio y del derecho de autor sobre las obras del ingenio y la propiedad industrial, debido a que
la Ley de Hipoteca Mobiliaria en los numerales 1º y 5º del artículo 21 los tipifica como bienes
muebles susceptibles de hipoteca […].
Fuente:
Schwârzenberg, H. (1989). Lecciones de Derecho Civil II (Primera Parte). Mérida-Venezuela:
Universidad de Los Andes. Escuela de Derecho. Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas.