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Nabal Aragon Eduardo - Miradas de Mujer Realizadoras de Cine Europeo Y Mediterraneo PDF
Nabal Aragon Eduardo - Miradas de Mujer Realizadoras de Cine Europeo Y Mediterraneo PDF
Son mujeres que ven a otras mujeres o que se ven a sí mismas. Pasaron los
tiempos en que la cámara era un atributo del varón, pero estas directoras descubren
que al hablar de sí mismas también tienen que referirse a sus culturas de origen y
llegada, a la herencia cultural que las limita, a su nacionalidad, a cómo se han
convertido en contadoras de historias pese a la herencia histórica y fílmica que
limitaba su capacidad de expresión. Ellas a través de sus trabajos se presentan a sí
mismas. Como señala Claire Johnson, existe la necesidad de “un contra-cine que
rompa la idea fálica de la cámara como dispositivo artístico patriarcal” y la
objetualización de las mujeres en la mirada del espectador tradicional, pero sin
perder de vista la educación fílmica del público en los resortes de la narración ni
los mecanismos de la ficción a los que está acostumbrado el patio de butacas. Los
trabajos de Mulvey y De Lauretis, al igual que algunos trabajos de estas
realizadoras, se nutren de esta idea del “displacer fílmico”, si bien en otras
ocasiones se integran en las formulas narrativas tradicionales (no abandonando la
reflexión acerca del funcionamiento del aparato cinematográfico) y hasta las
fórmulas clásicas o del cine independiente que no da la espalda a los gustos del
público. Unas y otras privilegian, no obstante, la voz de las mujeres y la posibilidad
de “ver y ser vistas” por otras mujeres.
El análisis arranca de tres voces bien distintas: la veterana pero siempre
sorprendente Chantal Akerman, que desde las filas del cine militante y
experimental se preocupó por el cine como constructor de espacios de encierro o
deseo, y las más jóvenes Valeria Bruni-Tedeshi, que de actriz pasa a ser directora
con un filme marcadamente autobiográfico, y la joven e intrépida Marta Balletbó
Coll que se atreve a hablar del amor y la intimidad entre mujeres desde su ópera
prima hasta su segundo y más profundo trabajo. Corsini adopta un punto de vista
femenino sobre una pasión reprimida entre dos amigas de la infancia. Labaki opta
por la ternura para mostrarnos los cambios en los roles sociales de géneros en un
lugar empobrecido del Líbano. Mientras que Angelina Macarrone opta por un
áspero e hiperrealista drama sobre la inmigración, la vida en las fronteras y en los
países de “acogida” y una denuncia sobre la condición de mujeres y lesbianas bajo
el régimen iraní Reunirlas aquí puede parece algo descabellado, siendo tan
distintas, pero las acerca el hecho de que las tres nos hablan de la construcción de la
Europa contemporánea y de la construcción del cuerpo y la mirada femenina en el
séptimo arte.
Laura Mulvey
Dorothy Azner
“Siento que mi estilo está más cerca de Carl Dreyer que de Warhol, Bresson o Snow,
con los que frecuentemente se asocia mi trabajo en el cine. En Dreyer está esa tensión entre
las emociones que puede proyectar un rostro, o las cosas que el espectador cree ver en ese
rostro.
“Cuando era joven mi sueño era convertirme en una gran escritora. Escribí mucho,
pero los grandes escritores me seguían impresionando. Siempre me digo que en algún
momento pararé de hacer películas y me dedicaré de veras a escribir. Aunque parezca tonto y
caprichoso escuchármelo decir, creo que la literatura es el medio que más me interesa.
“En mi obra hay una voluntad de silencio, un deseo de callar para decir más en otra
ocasión. En una de mis películas, Sur, trataba un linchamiento en una ciudad del sur de
EE.UU. La policía había trazado círculos en la calzada para señalar dónde habían quedado
esparcidos los restos del asesinado. Yo los filmé y creo que aquellos círculos resultaban más
elocuentes, más traumáticos, que la visión del cadáver, algo que al fin y al cabo aparece hoy
en cualquier película. Hoy todo se muestra de forma absolutamente literal, las imágenes
bullen, pero nada sucede. Estoy muy de acuerdo con Proust cuando dijo que hacen falta
nuevas estrategias para hablar de lo importante”.
Je, tu, il, elle…
Federica y la infelicidad
En la Rue Renoir, con una rápida panorámica de acompañamiento, arranca
-imaginamos que no casualmente- la opera prima de Valeria Bruni-Tedeschi,
directora-actriz de origen italiano, de familia acomodada y musa de François Ozon
en filmes como “5x2” y “Le temps qui reste” o de Patrice Chereau que la dio a
conocer en el filme “Hôtel de France”. Esta versátil estrella del cine francés actual,
caracterizada por dar vida a personajes complejos de gran densidad psicológica,
debuta en la realización con una comedia dramática brillante y sin complejos: “Il est
plus facile pour un chameau…” En ella es protagonista y realizadora, algo no muy
común en el cine de prestigio (salvo ejemplos ya legendarios como los de Ida
Lupino, Shelia McLughin, Margarite Duras, Agnes Varda, Liv Ulman, Chantal
Akerman o las más recientes Sally Potter, Andrea Arnold y Marta Balletbó Coll,
discípula ésta última de Woody Allen, Pilar Miró, Ventura Pons y la nueva
comedia catalana)
Federica es una joven adinerada, que va a recibir una cuantiosa herencia
pero no es feliz. Acude a ver un sacerdote que, en el confesionario, le recuerda
aquello de que “es más difícil que un rico entre en el reino de los cielos que un camello
entre por el ojo de una aguja”. La vemos cantar a voz en grito” La Internacional”
junto a su novio, un ex revolucionario, mientras él conduce, acudir a su clase de
baile y tratar, inútilmente, de que se estrenen las obras que escribe… Su tiempo
parece ocioso y aparentemente no hay razones en su vida para tanta amargura y,
no obstante, aparece llorando frente a una ventana. Cuando más tarde acude a ver
a su padre enfermo entabla una torpe conversación con su inestable madre y su no
menos neurótica hermana Bianca (la siempre intensa Chiara Mastroiani) que no le
profesa un especial afecto y cuya personalidad choca con la de su hermana
Federica es una joven del silgo XXI en un filme que, al menos en su primera
parte rezuma juventud y vitalismo, pese a la melancolía del personaje a través del
cual contemplamos el mundo. No hay rastros del cautiverio masculino ni de la
reflexión pausada que veíamos “La cautiva” de Akerman. Pero hasta cierto punto
también Federica es presa de sí misma: del autoengaño, de su dependencia del
halago de los otros, de esos sentimientos de culpabilidad que la hacen acudir una y
otra vez al mismo confesor y de su forma de entender y no entender el mundo y su
situación en él.
Valeria Bruni está más cerca del París de Ozon, fotografiado por Jean
Lapoire, operador habitual del cine del director de” Sous le sable”, pero la historia y
el tono son diferentes. El gusto por resaltar lo cómico dentro de lo dramático y de
lo dramático dentro de lo humorístico (a través de las apariencias y la exageración) ,
más contenido en el caso de esta directora, la emparentan asimismo con el
realizador parisino, como también la aproxima a él un toque naif y a la vez
perverso dado al relato o el uso de colores vivos, como ese color rojo que viste en
todo momento la protagonista y que es también el color del globo que se le escapa
siendo niña y que nos remite al clásico de Lamorisse o al mundo a la vez primitivo
y sofisticado de Jaques Demy y a algunos títulos de Godard (“Une femme est une
femme”) o incluso los más recientes Jean-Pierre Jeunet y Josiane Balasko.
Mezcla ensoñación y realidad -incluyendo fantasías en animación y
momentos del filme que sólo ocurren en su mente- pero el tono, las situaciones y
los personajes son siempre realistas, lo que, a pesar de las apariencias, sitúa su
filme en las antípodas de la cursilería de las sobrevaloradas “Amelie”, “Odette, una
comedia sobre la felicidad” u otros títulos franceses sobre la soledad, la pareja, el amor,
la fidelidad o la familia con sus secretos y disputas como las más recientes y
sexualmente desinhibidas, pero igualmente afectadas, planas y frustrantes, “Avril”
o “La cliente” de Josiane Balasko.
Renoir, esa calle desde la que se ha trasladado la insegura Federica, pesa
como un nombre clave en la historia del cine francés para entender esa búsqueda de
la comedia realista, del costumbrismo mágico, de la irrelevancia intensa que
emprende Valeria Bruni-Tedeschi . A diferencia del Paris de Téchiné, el de “Il est
plus facile…” no esconde trampas, violencia, inmigración o paro, sino que muestra
una cara más amable, al menos en apariencia, constituyéndose finalmente en un
canto de amor a sus calles, sus paseos y su cotidianeidad, aunque las gentes que las
pueblan puedan chocar entre sí, habitar en fantasías opuestas y vivir en mundos
paralelos. Tampoco faltan suaves apuntes de crítica social sobre todo en el
personaje del padre, un riquísimo empresario, que huye de Italia a París por
motivos oscuros, ni en su mirada cáustica hacia la alta burguesía o hacia la propia
Federica, que cultiva recuerdos y ensoñaciones y está dividida entre esos dos
hombres casi opuestos, Pierre y Philippe, que se disputan su corazón, pero
tampoco, cada uno a su modo, la tratan con especial consideración. Es en la última
parte del filme, trabajo pleno de toques autobiográficos, y en su cada vez más
sombrío final donde Tedeschi parece homenajear tanto a Ozon como a Patrice
Chereau, con una conclusión irónica, agridulce y que no ofrece respuestas
tranquilizadoras. Su juego de espejos va a alcanzar mayor espesura dramática en su
segundo largometraje “Actrices” ambientado en el mundo del teatro y donde no
elude criticar las políticas de inmigración de un país dirigido por su cuñado,
Nicolas Sarkozy. En su último trabajo “Un chateau en italie” Bruni-Tedeschi se
atreve con sus orígenes pero se centra en la muerte temprana de su hermano
ignorando a la familia “política”.
Es más fácil para un camello…
ACTRICES
“Y mientras tenía lugar un corte de comunicación por aquí y otro por allá, una se
había sumergido de lleno en su vida profesional, que la absorbía por completo, y la otra debía
enfrentarse a un estado de emergencia en el cual –tras una situación de emergencia- llegaba
precisamente la Administración, para echarle una manita. Ella pensaba a menudo, si no
habría sido mejor pedir dinero a la mafia…, si hubiese sabido dónde encontrarla”
Julia está interesada en montar la obra que Marina ha escrito sobre los
aspectos secretos de la vida íntima de Madame de Sevigné y su relación (cargada
de connotaciones “oscuras”) con su hija, Madame de Guignan, una relación a la vez
edípica y llena de ocultaciones de cortesanas, como el mundo de misterios que se
abre ante ella con la aparición de la parlanchina e incombustible Marina. La
literatura de Madame de Sevigné no fue considerada por la mayoría de los críticos
de su época como verdadera literatura, sino tan sólo como cartas privadas, al igual
que el amor entre Marina y Ana no va a ser considerado como un “amor en toda
regla” y la función que quieren montar juntas sobre la vida de esta célebre cortesana
será vista como una empresa quimérica, descabellada o fuera de lugar. La joven
directora se encontrará con la oposición abyecta de su marido, un varonil crítico -al
que da vida un divertido José Maria Pou- quien, llevado por los celos y el temor, no
duda en buscar las más viles artimañas para que esa obra, que es también una
aproximación afectiva y amorosa de su mujer hacia Marina no se lleve a efecto,
poniendo en un principio excusas y finalmente serias trabas. Pero esas dos
mujeres han iniciado su propia función, han empezado a revalorizar un lenguaje
que las excluye y a recorrer diferentes espacios de la geografía catalana que son
también las chispas de una pasión irrefrenable. Han empezado a desarrollar su
relación y exteriorizar un amor íntimo que se salta todos los obstáculos y que
ahora se desarrolla en el campo, lejos del “Teatro Nacional de Catalunya” y su feria
de grandes y pequeñas vanidades, valores caducos, gentes pretenciosas e intereses
creados. Quieren sacar adelante un proyecto vital, creativo y escénico en
desacuerdo con el ambiente teatral del momento, mundillo retratado con cierta
ironía y crueldad en sus oscuros intereses económicos y de prestigio, sus
rivalidades y su varonil omnipresencia.
La obra bebe de la novela corta “Hotel Kempiski” -escrita en colaboración
con Ana Simón Cerezo- pero encuentra una historia distinta, una atmósfera propia
y sobre todo una clara maduración de su estilo narrativo en el campo del lenguaje
cinematográfico, a través de la mezcla de formatos, géneros (melodrama y
comedia) y mundos de expresión artística que se superponen (el cine, la televisión,
el teatro convencional, burgués y populista frente al teatro moderno e intimista , la
cámara de video) Está narrada con una mezcla de vertiginosidad - saltos
temporales, planos congelados, fotografías hermosas de interiores y exteriores y
planos acelerados- y una bella lentitud que enfrenta la palabrería altisonante y
pretenciosa del mundo teatral à la mode con la sensible aproximación entre dos
mujeres aparentemente diferentes que encuentran en un proyecto de trabajo común
el comienzo de una vida juntas, en la que importan más las palabras sinceras y los
silencios expresivos que los discursos altivos de críticos, jóvenes realizadores y
mujeres que se limitan a ser comparsas .
Balletbó, como en “Costa Brava”, cuenta la historia de amor como la
exploración de una mirada de mujer y de lesbiana que, tanto en espacios abiertos
como cerrados -y aquí se subraya la geométrica soledad de Julia perdida en las
grandes superficies-, no quiere ser cómplice de situaciones competitivas ni de la
crispada mirada masculina sobre las relaciones, sean éstas humanas, sentimentales
o sexuales. Pero este descubrimiento resulta para Julia un trayecto difícil desde el
ensimismamiento, las heridas del pasado y las dudas íntimas – con sus cada vez
más violentos choques con la gente de su entorno inmediato- hasta el
enamoramiento y la pasión. Se da cuenta de que descubrirse a sí misma, encarar la
muerte de su hija y su situación marital y descubrir a Marina tiene un alto precio
en el mundo del que ella forma parte como mujer y como prestigiosa directora
teatral.
Cuando acabo de escribir sobre esto recibo un mensaje de Marta que todavía se
acuerda de mí y de nuestro breve encuentro en Burgos y me dice que ha dejado el cine y
ahora es profesora de física y química. Da clases a los niños, y en las horas libres sigue las
andanzas del inspector Maigret, leyendo a Simenon como yo leo a Patricia Highsmith. Y me
gustaría ser mucho más joven para poder asistir a una de sus clases.
NADINE LABAKI
UN CORAZÓN EN BEIRUT
CARAMEL
“El matrimonio es más o menos obligatorio en las familias árabes tradicionales. Los
matrimonios concertados están muy extendidos y los padres suelen decidir el momento y,
también asumen la responsabilidad de encontrar una pareja adecuado. Los hijos e hijos que
no sienten expresamente atraídos por el sexo opuesto pueden intentar retrasarlo durante
una temporales, por los el abanico de excusas plausibles para no casarse es mínimo. Esto les
plantea una alternativas nada envidiable: hacer pública su sexualidad (con todos los
consecuencias por ello puede conllevar) o aceptar que el matrimonio es inevitable e intentan
reprimir sus necesitados homosexuales o buscarlos vías escape fuera del matrimonio”.
“En el Líbano hay hombres que bailan la danza del vientre, cuyas actuaciones son
apreciadas y aplaudidas por un público, aparentemente heterosexual de ambos sexos. En
Marruecos se puede ver a hombres travestidos trabajados en las parques de atracciones”
Brian Whitaker “Amor sin nombre. La vida de gays y
lesbianas en el Islam”
Es el de Nadine Labaki uno de los nombres que más asombro han causado
en el cine contemporáneo ya que ha sorprendido a propios y extraños con su
delicioso debut en el largo “Caramel”, una historia de mujeres de distintas edades
reunidas en el trabajo de una peluquería situada en la parte cristiana de Beirut, un
lugar que se nos presenta como empobrecido pero lleno de vida y amor por las
criaturas diferentes pero unidas por un destino común que lo pueblan.
Labaki no aborda el conflicto que sacude a su país, opta por el intimismo, no
nos habla de la invasión sionista de El Líbano, sólo centra su atención en un grupo
de mujeres que luchan por salir adelante en un lugar degradado, pero lleno de vida
y colores.
ROJO ORIENTAL
de Raja Amari
El vientre de Túnez
pesar de algún exceso de sesión de danza del vientre) y está narrada a base de
largas panorámicas de 360 º tras la plutonista y en interiores, en pequeños
episodios unidos por inesperados fundidos en negro. Comprender a una nueva
generación. Bailar frente al espejo versus bailar frente al público, contra el público,
con el público. Espacio privado versus espacio público, espacio doméstico frente a
espacio sensual, libre y sexualizado.
Hiam Abbass, una de las actrices más importantes no solo del cine oriental
sino del cine mundial- protagonista de “Los limoneros”, “The visitor” o “Zona libre”,
se enfrenta al papel de una viuda tunecina de costumbres tradicionales que
mantiene una relación clásica y algo distante con su única hija. Pero el amor por el
baile, la ropa y la necesidad de salir de su soledad la llevan a las puertas de un
Cabaret cercano donde descubre uno de sus talentos ocultos: la danza del vientre.
La pasión por el mismo hombre, que podría haber sido el detonante de una tragedia
en toda regla, va a ser el detonante de la fusión entre los mundos encontrados de
mujeres que han interiorizado los valores patriarcales y de sus hijas que ya no viven
de la misma forma o con idéntica resignación esos condicionantes culturales
La soledad de la protagonista se reproduce en distintos escenarios y bajo
diferentes parámetros, adoptando formas más suaves, insidiosas, aparentes y
ligeras según se encuentre en la soledad de su hogar de viuda, en compañía de
gente que parece juzgarla o en contacto con un mundo que teme y le fascina casi a
partes iguales, descubriéndose a sí misma en la transición lenta pero implacable de
unos escenarios a otros al tiempo que su posición en el mundo se vuelve más
vital(ista) y abierta.
En pocos planos la directora nos describe la situación de la mujer frente a la
resignación y la viudedad para pasar pronto al espacio del Cabaret, el mercado y
los pisos donde la protagonista trata de mantener una doble vida entre la libertad y
el rol impuesto de viuda sufriente y madre entregada.
El significado de la ropa, la música, las diferentes músicas la feminidad, las
feminidades distintas, la objetualización de la mujer y la necesidad de guardar las
apariencias en pequeñas comunidades vecinales son algunos de los temas que
aborda este musical que oscila entre la comedia de costumbres, el musical y el
drama familiar.
“La desazón que produce la lesbiana, como “no del todo mujer”, aparece ligada en
general a una cierta fascinación. Entra aquí por supuesto “en juego” el “instinto salvador”
(la lesbiana es tan mujer como cualquier otra), pero también está el hecho de que
determinadas lesbianas, al absorber “rasgos masculinos”, de lo enérgico, de la actividad en el
mundo, e incluso una cierta “virilización”, resultan por esto mismo más atractivas para
ciertos hombres, precisamente por su aparente masculinidad, lo que saca a flote un fuerte
elemento de homosexualidad reprimida en estos hombres”
Catherine Sheldon (“Cine y lesbianas: Algunas ideas) en “Cine y
homosexualidad” Richard Dyer (y otros) (1986)
“Tu mejor amiga puede ser tu peor enemiga” rezan las caratulas de los escasos
ejemplares en DVD que se han tirado de “La répétition”, título que nadie se ha
molestado en traducir, lo que es preferible porque podía la traducción podía haber
sido tan ocurrente como el subtítulo de lo que estoy escribiendo o como la
ocurrencia de aquellos que nunca estrenaron “The Bubble” entre nosotros, pero la
titularon para los pre-estrenos “Solos contra el mundo”.
Narra la historia de dos amigas de la adolescencia (doce años) que se
conocen en un momento de sus diferentes vidas, pero vuelven a unirse en una
relación que se presenta como autodestructiva que en realidad no lo es tanto.
Corsini, en su producción franco-canadiense, las presenta cantando una canción de
la época y viajando felices en bicicleta para subrayar el tono sombrío y la
desconfianza (tal vez algo forzada) con que van a relacionarse más adelante. Una
historia de amistad íntima con lejanos ecos la mítica “Julia” de Fred Zinneman
sobre la vida de la dramaturga estadounidense Lillian Hellman, pero sin disfrazar
nunca el componente erótico-lésbico y los aspectos más espinosos de su tensa
relación amorosa, con un aroma plenamente francés y una ambientación
contemporánea .
París, la gran ciudad de muchos directores y sus rincones brillantes o
sórdidos, vuelve a ser un personaje enigmático de la película, como en algunos
filmes de Téchiné u Ozon. Pero en esta ocasión, a pesar de la bella fotografía de
Agnés Godard (colaboradora habitual de Corsini), la frialdad vuelve a impregnar
este viaje circular hacia el reencuentro por unas calles y unos bares observados a la
vez desde cerca y desde lejos, al igual que las dos mujeres que se buscan y se
rehúyen en el espacio y en el tiempo, en la memoria (Resnais) y en las arterias de
espacios que no han podido ser domesticados. Como ese caserón en el que se
refugian que parece salido de una vieja película de terror de serie B más que de una
película lésbica con tintes sadomasoquistas.
Se trata sin duda de la película más conseguida y de mayor fuste de Corsini
aunque no entremos del todo en su juego debido a la extraña -¿buscada?- frialdad
que transmiten, a ratos, las dos actrices protagonistas y algunos elementos de la
puesta en imágenes, si bien la relación acaba adquiriendo ciertas connotaciones
sadomasoquistas y elementos autodestructivos. Ellas se juntan y se separan,
podemos decir que hay cierto antagonismo entre sus diferentes maneras de vivir,
recordar, olvidar, actuar para el teatro y para esa vida llena de encuentros y
desencuentros, pero no podemos decir, como reza la publicidad, que sean sus
“peores enemigas.”
“La répétition” está protagonizada por la actriz fetiche de algunos de los más
personales trabajos de Techiné (Los testigos) y Ozon (Ocho mujeres), también musa de
Chabrol, perteneciente a una familia dedicada al mundo del espectáculo y por la
pálida, pero siempre intensa Pascal Busières, que se dio a conocer como la profesora
de teología recién casada que descubre el verdadero amor en los brazos de una
trapecista de circo, negra y desinhibida en “Cuando cae la noche”, un clásico ya del
cine lésbico de principios de los noventa. Pero el filme de Corsini no pone en primer
término, al menos no todo el tiempo, la reivindicación de la visibilidad lésbica sino
la historia de dos mujeres bien diferentes a las que el destino ha separado y que se
reencuentran en situaciones vitales complejas: una mujer que podríamos llamar
bisexual y una lesbiana atraída por ella que no puede controlar las situaciones de
amor-odio en las que se ven envueltas. No sabemos si la francesa Corsini conoce el
trabajo de la canadiense Rozema o las películas sobre el mundo del teatro más
sombrías de Techiné o Chereau, pero en las secuencias en las que las dos amigas
fingen y se incorporan de diferentes modos a los papeles principales en la famosa y
decadente “Lulú” de Weekendin- sobre el mito de la mujer fatal- encontramos ecos
del cine francés intimista atravesado por corrientes de dolor intimo que salen a
flote, como en algunos filmes de Oliver Assayas, Chantal Akerman o los últimos
coletazos de la nouvelle vague :Resnais, el propio Techiné, algunos trabajos de
Agnes Varda, Valeria Bruni-Tedeschi (Actrices) o, en menor medida, Mattieu
Almaric . La mirada irónica sobre situaciones graves o de clara incomunicación , la
erotización de la amistad íntima y el contraste entre el ansia de libertad y las
servidumbres de vidas familiares y laborales que no satisfacen del todo esas
protagonistas que no pueden vivir “la una sin la otra” pero tampoco “la otra con la
una”.
Corsini usa muy bien la música, el retrato de las vidas de las gentes del teatro
(sin la agudeza y la simpatía de Marta Balletbó Coll) y, sobre todo, trata de explicar
las motivaciones por las que estas dos amigas de la infancia no pueden llegar a
comprenderse a través de casi ningún código. Encontramos ecos suavizados y más
coloristas de “Rendez-vous” de Téchiné y del cine francés reciente realizado por
mujeres. El problema puede ser, para algunas, la ambigüedad del discurso de
Corsini que en ocasiones puede resultar algo afectado, alambicado y hasta
“demodé”, aunque nunca tan “demodé” como la existencia de la protagonista de su
último filme “Partir” cuyo periplo extraconyugal nos parece hoy más cercano a “El
amante de Lady Chatterley” que a la realidad de la burguesía rural/urbana francesa
de hoy.
La realizadora opta finalmente por el misterio, la desazón y la abstracción,
alejándose de algunos apuntes realistas y sociales que caracterizan a los epígonos de
la nouvelle vague. Podría decirse que estamos más cerca de “Eloise” de Jesús Garay,
“Riparo” de Maria de Medeiros o “Una habitación en Roma” de Julio Medem, pero
tamizados por una capa de frialdad, desapego y dolor que apenas encontramos en
éstas.
Hay poco del universo de Marta Balletbó Coll en esta relación donde los
protagonistas nunca se aman del todo, no se entregan más que a medias a sus
personajes al igual que la directora no parece amar demasiado a estas dos mujeres
en apuros sentimentales, laborales y familiares que ven el cielo y, sobre todo, “el
infierno” en la personalidad subyugante de “la otra”.
LA SAL DE ESTE MAR
De Annemarie Jacir
“La sal de este mar” parte de una premisa algo simple y excesivamente
didáctica pero, a través de sus imágenes, logra transmitir algo más. Una mezcla de
desamparo y paz, de miedo y desafío al presente y al futuro. Tal vez los intérpretes
resultan algo fríos y titubeantes pero la se respira a través de ellos la pasión de una
joven realizadora que ha vivido situaciones parecidas y quiere lanzar una proclama
-en forma de cuento adulto- a la sociedad internacional.
Obvia metáfora de la ocupación de unos territorios, “La sal de este mar” nos
presenta una mujer joven que siente que siempre ha pertenecido a un mundo que
les fue arrebatado a sus padres y abuelos y que ella tiene derecho a recuperar.
Kafkianas visitas al banco donde nos damos cuenta de que jamás recuperará el
dinero de sus ancestros al tiempo que algunos apuntes sobre la corrupción y la
burocracia. Su reclamación de “lo que es suyo” parece bordar la demencia pero la
directora sabe mostrarnos con minuciosidad la todavía mayor irracionalidad y
“locura institucionalizada” de esas fuerzas fronterizas que desconfían de ellos
desde el principio al final del filme.
Hay secuencias de humor en “La sal de este mar” como los diálogos entre el
triángulo protagonista, el asalto a un banco en Belén con burka y armas sin
munición o la forma de burlar a los soldados y esquivar a los judíos ortodoxos.
En La sal de este mar se intenta reflejar este mundo hostil y cada vez más
menguante. La cineasta reconoce que el resultado no es exactamente la película que
ella tenía en mente aunque está satisfecha con el mensaje que transmite: "La sal de
este mar es una película sobre la memoria y sobre el sentido de la resistencia".