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La sociedad post-neoliberal será feminista o no será

Gracias a la Ola Feminista impulsada por las estudiantes universitarias estas


últimas semanas, el feminismo se ha hecho un tema de conversación de sobremesa. Las personas
hablan de esto, y se están empezando a involucrar desde sus propios espacios. Frente a esto,
vemos como el presidente Piñera presenta una “Agenda Mujer”, como respuesta a esta
movilización. ¿Es Piñera, y su gobierno, feminista? ¿Es positivo que las demandas del mundo
feminista sean apropiadas por la derecha?
Lo que esta apropiación muestra, en cierta medida, es un punto débil dentro del
discurso de estas movilizaciones. Éstas se han caracterizado, en muchos lugares, como una
movilización que se desarrolla al margen de los partidos políticos, lo cual es entendible, dada la
deuda histórica de los partidos hacía las demandas feministas, que fueron sistemáticamente
desplazadas en pos de otras luchas, como lo era el tema laboral-productivo (masculino), por no
decir el tema del conflicto de clases. El problema es que este anti-partidismo se ha transformado
en un alejamiento de “lo político”, y se pide que “no politicemos la movilización”.
Esto produce que la agenda de género (y también la de diversidad sexual) se
desmarque de las coordenadas políticas de derecha-izquierda; que estas agendas sean un
problema que, aparentemente, se aleja de estos polos, y puede ser asumida por ambos. Esto,
superficialmente, parece favorable al movimiento; parece ser un buen indicio el que hayamos
encontrado una demanda que puede ser transversal a todos los colores políticos, que se
superpone a diferencias del modelo productivo, para realizar cambios reales en la vida cotidiana
de las mujeres.
Pero esto ignora el gran problema de fondo. El patriarcado y el machismo no son
solo, aunque por cierto incluyen, los abusos explícitos de las isapres, la poca inclusividad de la
legislación laboral hacia la maternidad, o la sociedad conyugal. El sistema machista y patriarcal
es un problema estructural, de las bases de nuestra sociedad. ¿Cuál es, concretamente, esa
estructura? La respuesta parece repetitiva, pero es el modelo neoliberal, y la cultura
individualista que este promueve.
En ese sentido, claro que pareciera positivo que cualquier presidente, independiente de su
color político, se haga cargo de las problemáticas feministas; pareciera positivo que el
presidente haya decidido igualar los precios de los planes de salud en las isapres. Pero no lo es.
Esto sólo responde a un análisis superficial de la problemática. La derecha no busca cambiar un
modelo que le favorece, que protege su poder económico en este país.
Así, la estructura patriarcal que la derecha no ataca está fundada en el modelo de
producción neoliberal. La vida se divide en dos esferas: la esfera productiva, donde se halla el
trabajo pagado, la producción de mercancías, la política, la economía, etc. y la esfera privada o
doméstica, que se encarga de la unidad familiar que este gobierno gusta tanto de defender. En la
historia del desarrollo humano, las mujeres hemos sido relegadas a este segundo plano, siendo
excluidas del primero. Y así se forjó un paradigma binario de género, en que las mujeres son
emocionales, maternales, reproductivas, y los hombres son racionales, toscos y productivos.
Cuando las mujeres lograron entrar a la fuerza laboral, creyendo que avanzarían en el camino de
la emancipación de las mujeres, nos vimos expuestas a algo peor: la doble jornada. Ahora,
sufrimos la misma opresión a la que está sujeto un trabajador frente a su empleador, y, además,
tenemos que cargar exclusivamente con la responsabilidad del hogar. Esta estructura productiva
fundamentó el orden social en que vivimos hoy, el patriarcado. La manera de salir es rompiendo
con esta división de esferas; que las mujeres salgamos de una vez por todas al ámbito laboral y
que los hombres vuelvan al hogar, y eso nunca podrá ocurrir en una sociedad neoliberal.
Entonces, las medidas que el presidente presenta en su Agenda Mujer son insuficientes.
Por un lado, que los hombres paguen más por su salud para igualar lo que paga la mujer es
absurdo: es transformar una demanda por igualdad de derechos en un negocio. Por otro lado, el
crear un contrato para el trabajo a distancia o “teletrabajo” (que se hace desde el hogar) devuelve
a las mujeres a la esfera de lo doméstico, reforzando la idea de que la mujer es primero madre,
dedicada principalmente a la familia. Y así sigue la agenda, dirigiendo sus propuestas hacia la
mujer, madre, y de clase media-alta, la empresaria, académica, contratada, e, incluso, militar,
olvidándose de la mujer no contratada o con subcontrato, de la inmigrante, la vendedora
ambulante, la mujer pobre, la que está en FONASA, en fin, las que realmente necesitan un
cambio estructural.
Es verdad que la izquierda ha sido machista. Sin embargo, la izquierda se sustenta en una
base teórica donde se encuentra la noción de dominación y por ende hay espacio para
comprender y asumir el feminismo como parte de su ideología. La oposición de la izquierda a
este modelo neoliberal puede y debe hacer suya la lucha por la sociedad feminista que queremos:
la sociedad post-neoliberal será feminista o no será.
La derecha, por su parte, se rehúsa a seguir el mismo camino, porque, después de todo,
ella existe para defender el mismo orden del cual el patriarcado es una manifestación. Por eso,
ante la demanda feminista, ella reacciona negándola y recurriendo a lo que sea conveniente: la
retórica de la vida contra el aborto, de la familia contra la inclusión laboral, de la espontaneidad
de las expresiones populares frente el acoso callejero, de las pequeñas humillaciones frente el
acoso universitario, y la lista sigue.
Lo que nos queda es desarrollar un discurso con contenido; un contenido que
represente esta incompatibilidad ideológica entre la derecha y el feminismo. Tenemos que
atrevernos a decir con fuerza que sí, el feminismo es un movimiento social, pero también
político, y, si queremos cambiar la cultura machista de este país, lo que debemos hacer es atacar
los fundamentos de esa cultura, su sistema, su estructura. Y la única manera de hacerlo, es
mediante un feminismo antagónico al liberalismo hipster de la derecha. El verdadero feminismo
es el que remueve el orden social, y eso no ocurrirá en un gobierno que busca mantener el
dominio del poderoso sobre el oprimido, o, mejor dicho, la oprimida.

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