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Es decir, todo lo que es razonable, por el hecho de serlo, existe, aunque idealmente. Y
toda la realidad, por el hecho de que ella es o exista es razonablemente cognoscible.
Es la unidad entre la razón y la realidad.
Fichte proclamó el ‘‘sujeto absoluto’’ como ‘‘yo’’ y Schelling, el ‘‘objeto absoluto’’ como
‘‘Naturaleza’’, en donde lo subjetivo y objetivo se identifican. Pero Hegel fue aún más
lejos: consideró el ‘‘Absoluto’’ como idea y la identificó con el pensamiento. ‘‘La idea es
la razón en el sentido filosófico; es el sujeto-objeto, la unidad de lo ideal y de lo real, de
lo finito e infinito, del alma y del cuerpo…’’ Y posteriormente afirmará: ‘‘Esta Idea
Absoluta es la unidad de la idea teórica y de la idea práctica, de la vida y del
conocimiento’’ y viene a identificarse con el pensamiento que se piensa a sí mismo.
Hegel capta la realidad del Universo como un puro ‘‘devenir’’, en donde este juego
dialéctico juega un papel preponderante y dice que ese ‘‘devenir’’ es lo que está en
medio del ser y la nada: ‘‘El ser y la nada, en cuanto no forman mas que una cosa con
el ‘‘devenir’’, desaparecen. El devenir, a consecuencia de la oposición del ser y la nada
que en el se contiene, llega a la unidad, en que los contrarios se encuentran
suprimidos, y el resultado de este tránsito es la ‘‘existencia’’, o más propiamente, el ser
determinado (Dasein)’.
Por lo tanto, el Absoluto retornará a sí cuando haya cumplido este juego dialéctico: el
‘‘en sí’’ (an sich) como subjetivo; el ‘‘por sí’’ (in sich), como objetivo y el ‘‘en y por sí’’
(bei sich) como Espíritu Absoluto.
Hegel puso en marcha a muchas mentes privilegiadas, entre ellos Karl Marx con sus
famosas teorías del materialismo dialéctico e histórico. Pero este tema es para otro
escrito.