1) Concepto de supremacía constitucional, el principio y la fuente inmediata en
EEUU los casos emblemáticos. Todas las normas que se sancionen en virtud de la constitución están subordinadas a ella, y ninguna de tales normas puede estar por encima de la constitución a menos que ella disponga lo contrario con referencia al ejercicio del poder constituyente derivado. El principio de la supremacía de la constitución impone a gobernantes y gobernados la obligación de adecuar sus comportamientos a las reglas contenidas en la Ley Fundamental, cuya jerarquía jurídica está por encima de las normas que puedan emanar de aquéllos. La fuente inmediata que condujo a la formulación del principio de la supremacía constitucional la encontramos en el período colonial de los Estados Unidos de América. Fue decisiva para ello la influencia del pensamiento de Coke, así como también las disposiciones contenidas en los documentos británicos, ya citados, de 1647 y 1653. También las ideas expuestas por John Locke, y especialmente por Montesquieu, quien manifestó su admiración por la creación de Locke. Tengamos en cuenta que El espíritu de las leyes de Montesquieu fue un modelo para Jefferson así como las citas del pensador francés que efectuara Madison en El Federalista . Judicialmente, la doctrina de la supremacía constitucional fue expuesta por el juez John Marshall en el célebre caso "Marbury v. Madison". Entre otros conceptos expresó "Que el pueblo tiene un derecho a establecer para su gobierno futuro aquellos principios que en su opinión deban conducirlo a su propia felicidad, es la base sobre la cual toda la fábrica norteamericana ha sido erigida. En esta sentencia, que data de 1803, no solamente se formuló judicialmente la doctrina de la supremacía constitucional, sino también otros principios fundamentales como el control judicial de la constitucionalidad de las normas jurídicas por parte del Poder Judicial. En otra sentencia, anterior a la sanción de nuestra Constitución, la Corte de los Estados Unidos reiteró la vigencia judicial de la doctrina de la supremacía constitucional. En el caso "Martin v. Hunter" de 1816, el juez Story manifestó: "Los tribunales de los Estados Unidos pueden, sin duda, revisar los actos de las autoridades ejecutivas y legislativas de los Estados, y si encuentran que son contrarios a la Constitución, pueden declararlos sin ninguna validez legal". La formulación positiva del principio, con las características que presenta actualmente, fue efectuada por la Constitución de los Estados Unidos, que en su art. VI, párrafo segundo, establece: "Esta Constitución, las leyes de los Estados Unidos que en su consecuencia se dicten, y todos los tratados celebrados o a celebrarse bajo la autoridad de los Estados Unidos serán la ley suprema del país, y los jueces en cada Estado estarán sujetos a ella, no obstante cualquier disposición en contrario contenida en la Constitución o en las leyes de cualquier Estado". Esta norma es la fuente del art. 31 de nuestra Constitución Nacional. 2) Que principios plantea la técnica de la supremacía de la constitución. La técnica de la supremacía de la constitución se sintetiza en los principios siguientes: 1) La constitución es una ley superior y fundamental, determinante de la validez sustancial y formal de las restantes normas jurídicas. 2) Un acto legislativo recibe el nombre de "constitucional" de ley si está de acuerdo con la norma fundamental. 3) Si un acto legislativo está en conflicto con la constitución, no es ley por carecer de validez jurídica. 4) Los jueces o la autoridad competente solamente están habilitados para aplicar aquellos actos que son leyes por estar de acuerdo con la constitución. 5) Los jueces o la autoridad competente deben abstenerse de aplicar aquellos actos legislativos que no reúnen las condiciones, sustanciales o formales, que permitan calificarlos como leyes.
3) El principio de la supremacía constitucional y el artículo 31 de la CN
explicación, citación de artículos. El principio de la supremacía constitucional está expresamente establecido por la Constitución Nacional en su art. 31. Esa norma establece: "Esta Constitución, las leyes de la Nación que en su consecuencia se dicten por el Congreso y los tratados con las potencias extranjeras, son la ley suprema de la Nación, y las autoridades de cada provincia están obligadas a conformarse a ella, no obstante cualquier disposición en contrario que contengan las leyes o Constituciones provinciales, salvo para la provincia de Buenos Aires, los tratados ratificados después del pacto del 11 de noviembre de 1859". El principio expuesto en el art. 31 también está contenido en otras cláusulas de la Constitución.
El art. 27 dispone que el gobierno federal tiene el deber de afianzar las
relaciones de paz y comercio con los estados extranjeros, "por medio de tratados que estén en conformidad con los principios de derecho público establecidos en esta Constitución". El art. 28 prescribe que las leyes reglamentarias no pueden alterar los principios, garantías y derechos reconocidos por la Ley Fundamental. El art. 36 ordena que "Esta Constitución mantendrá su imperio aun cuando se interrumpiere su observancia por actos de fuerza contra el orden institucional y el sistema democrático. Estos actos serán insanablemente nulos". Otro tanto resulta de la interpretación del Preámbulo de la Constitución. El art. 30 establece un mecanismo rígido para la reforma constitucional, conduce a la conclusión de que toda modificación al texto de la Ley Fundamental solamente puede concretarse conforme al procedimiento por ella establecido en ese artículo. De modo que es inviable reformar la Constitución mediante el procedimiento previsto por el art. 75, inc. 22, para la aprobación o denuncia de los tratados internacionales sobre derechos humanos. El art. 43, faculta a los jueces para declarar la inconstitucionalidad de las normas en el juicio de amparo, está proclamando la supremacía de la Constitución.
4) La supremacía de las leyes antes y después de la reforma de 1994.
Antes de la reforma constitucional de 1994, se entendía que las leyes y los tratados internacionales estaban en un plano de igualdad. Ni las leyes estaban subordinadas a los tratados, ni los tratados a las leyes. Al decidir el célebre caso "Martín && Cía. c. Administración General de Puertos", la Corte Suprema de Justicia entendió que las normas constitucionales, particularmente el art. 31, no "atribuyen prelación o superioridad a los tratados con las potencias extranjeras respecto de las leyes válidamente dictadas por el Congreso de la Nación. Ambos, leyes y tratados, son igualmente calificados como ley suprema de la Nación, y no existe fundamento normativo para acordar prioridad de rango a ninguno". Conforme a esta doctrina, todo tratado anterior puede ser modificado o derogado, expresa o tácitamente, por una ley posterior, y asimismo un tratado también prevalece sobre una ley anterior. Después de la reforma de 1994, la Constitución establece expresamente que los tratados internacionales disfrutan de una jerarquía superior a la correspondiente para las leyes nacionales (art. 75, inc. 22). Sin embargo, consideramos que este principio no es absoluto cuando se trata de acuerdos internacionales aprobados por simple mayoría en las cámaras del Congreso.
5) La supremacía de los tratados, explicación y citación de los casos de mayor
importancia en argentina. El art. 31 de la Constitución hace referencia a los tratados celebrados con los Estados extranjeros en su carácter de ley suprema de la Nación. Ellos, conforme al art. 75, inc. 22, tienen jerarquía superior a la de las leyes del Congreso. Al igual que en el caso de las leyes nacionales, la validez constitucional de un tratado está supeditada a su adecuación a la Ley Fundamental mediante el cumplimiento de dos requisitos esenciales. En primer lugar, y en cuanto a la forma, es necesario que los tratados sean concluidos y firmados por el Poder Ejecutivo (art. 99, inc. 11), para luego ser aprobados por una ley del Congreso (art. 75, incs. 22 y 24), ya que en este aspecto la Ley Fundamental se aparta del mecanismo previsto por la Constitución de los Estados Unidos, que requiere solamente la aprobación del Senado con el voto de dos tercios de sus miembros (art. II, sección II, parágrafo 2). Una vez aprobado, el tratado debe ser objeto de ratificación por parte del Poder Ejecutivo para integrar el derecho internacional, lo cual constituye un requisito para que pase a integrar el derecho interno. La ratificación, o en su caso la adhesión a un convenio internacional aprobado por ley del Congreso, es un acto discrecional, pues no hay forma de obligar al titular del órgano ejecutivo para concretar tal acto. Por otra parte, la ratificación carece de validez si, antes de ser efectuada, el Congreso sanciona una ley derogando aquella que aprobó el documento internacional. El Poder Ejecutivo, en el acto de celebración del tratado o de adhesión a una convención internacional, puede formular reservas a algunas de sus cláusulas que serán inaplicables en el orden interno. Otro tanto puede hacer el Congreso al aprobar el documento internacional. El principio de la supremacía constitucional subordina la validez de los tratados a su adecuación formal y sustancial al texto de la Ley Fundamental. De modo que la validez constitucional de un tratado no depende solamente de su sanción conforme al procedimiento establecido por la Ley Fundamental, sino también de su conformidad con los principios de la Constitución, que puede reglamentar pero no alterar. En el caso "Ekmekdjián c. Sofovich", resuelto el 7/7/1992, la Corte sostuvo que el art. 27 de la Convención de Viena, aprobada por la ley 19.865, establece que los Estados no pueden invocar las disposiciones de su derecho interno para justificar el incumplimiento de un tratado. Ello impone al Estado la obligación de asignar primacía al tratado ante un eventual conflicto con cualquier norma del derecho interno que resulte contraria. Sin embargo, no existe fundamento constitucional alguno para sostener que los tratados son una especie de "súper ley" a la cual está subordinada la propia Constitución. El criterio seguido por la Corte fue reiterado en el caso "Fibraca" del 7/7/1993 . Destacó el Alto Tribunal que, por aplicación del art. 27 de la Convención de Viena, corresponde asignar primacía a los tratados internacionales ante un eventual conflicto con cualquier norma interna contraria, siempre que aparezcan asegurados los principios del derecho público constitucional.
6) La jerarquía de los tratados internacionales, la reforma de 1994 el art 75 inc
22 y 24 de la CN. Una de las reformas más importantes incorporadas por la Convención Reformadora de 1994 en la Constitución Nacional consistió en la modificación de la interpretación acordada a su art. 31. Antes de la reforma, se entendía que los tratados internacionales se encontraban en igual ubicación jerárquica que las leyes de la Nación, sin perjuicio de la corriente doctrinaria y jurisprudencial citadas en el punto anterior que le asignaban un rango superior a los primeros. Tal situación ha variado sustancialmente a raíz de las disposiciones contenidas en los incs. 22 y 24 del art. 75 de la Constitución. 22. Aprobar o desechar tratados concluidos con las demás naciones y con las organizaciones internacionales y los concordatos con la Santa Sede. Los tratados y concordatos tienen jerarquía superior a las leyes.
La Declaración Americana de los Derechos y Deberes del Hombre; la Declaración
Universal de Derechos Humanos; la Convención Americana sobre Derechos Humanos; el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales; el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos y su Protocolo Facultativo; la Convención sobre la Prevención y la Sanción del Delito de Genocidio; la Convención Internacional sobre la Eliminación de todas las Formas de Discriminación Racial; la Convención sobre la Eliminación de todas las Formas de Discriminación contra la Mujer; la Convención contra la Tortura y otros Tratos o Penas Crueles, Inhumanos o Degradantes; la Convención sobre los Derechos del Niño; en las condiciones de su vigencia, tienen jerarquía constitucional, no derogan artículo alguno de la primera parte de esta Constitución y deben entenderse complementarios de los derechos y garantías por ella reconocidos. Sólo podrán ser denunciados, en su caso, por el Poder Ejecutivo Nacional, previa aprobación de las dos terceras partes de la totalidad de los miembros de cada Cámara. Los demás tratados y convenciones sobre derechos humanos, luego de ser aprobados por el Congreso, requerirán del voto de las dos terceras partes de la totalidad de los miembros de cada Cámara para gozar de la jerarquía constitucional.
24. Aprobar tratados de integración que deleguen competencias y jurisdicción a
organizaciones supraestatales en condiciones de reciprocidad e igualdad, y que respeten el orden democrático y los derechos humanos. Las normas dictadas en su consecuencia tienen jerarquía superior a las leyes.
La aprobación de estos tratados con Estados de Latinoamérica requerirá la mayoría
absoluta de la totalidad de los miembros de cada Cámara. En el caso de tratados con otros Estados, el Congreso de la Nación, con la mayoría absoluta de los miembros presentes de cada Cámara, declarará la conveniencia de la aprobación del tratado y sólo podrá ser aprobado con el voto de la mayoría absoluta de la totalidad de los miembros de cada Cámara, después de ciento veinte días del acto declarativo.
La denuncia de los tratados referidos a este inciso, exigirá la previa aprobación de la
mayoría absoluta de la totalidad da los miembros de cada Cámara.
7) El análisis de éstas disposiciones, de los 4 puntos de desarrollo y a su vez las 5
categorías de tratados internacionales de el último punto. El análisis de estas disposiciones revela que: 1) El manejo de las relaciones internacionales corresponde conjuntamente al Poder Ejecutivo (art. 99, inc. 11, CN) y al Congreso. 2) La aprobación de los tratados internacionales es facultad privativa del Congreso, que puede rechazarlos o aprobarlos. La aprobación de los tratados se formaliza mediante una ley sujeta al procedimiento contemplado en los arts. 77 a 84 de la Constitución. 3) Todos los tratados internacionales aprobados por el Congreso, cualquiera sea su contenido, tienen jerarquía superior a las leyes. Un tratado deroga, expresa o implícitamente, a toda ley y norma de inferior jerarquía que se oponga a sus contenidos. En cambio, una ley posterior no deroga a un tratado. 4) Existen cinco categorías de tratados internacionales, cada una de ellas sujeta a un régimen constitucional diferente: A) El primer grupo de tratados y convenciones previstos en el primer párrafo del inc. 22 son aquellos que no versan sobre derechos humanos ni son documentos de integración, y son aprobados por la mayoría de los miembros presentes de cada Cámara del Congreso de acuerdo al quórum establecido por el art. 64 de la Constitución. Tienen jerarquía superior a las leyes y su aprobación por el Congreso no requiere mayorías diferentes a las establecidas para la sanción de una ley. Otro tanto acontece con su denuncia. B) El segundo grupo está integrado por las declaraciones, pactos y convenciones que menciona expresamente el segundo párrafo del inc. 22 y que tratan sobre derechos humanos. Tienen una jerarquía constitucional limitada y disfrutan de un rango superior, no solamente respecto de las leyes, sino también de los tratados de integración y de los citados en el punto anterior. De modo que, ante un eventual conflicto entre ellos, tendrán preferencia los tratados sobre derechos humanos que enumera la Constitución. Es posible que las disposiciones contenidas en esta categoría de tratados resulten contradictorias. En tal caso, y por aplicación de la regla interpretativa finalista, se deberá dar preferencia a la cláusula que, de manera armónica, brinde una mejor tutela a la libertad y dignidad del hombre. La denuncia de estos tratados por el Poder Ejecutivo requiere previamente una ley del Congreso sancionada por el voto de las dos terceras partes de la totalidad de los miembros de cada Cámara. C) El tercer grupo de tratados, incluidos en el último párrafo del inc. 22, son aquellos que sean aprobados en el futuro por el Congreso y que regulen derechos humanos. Este tercer grupo es pasible de una división:
1) Aquellos tratados que sean aprobados por el Congreso mediante el voto de
las dos terceras partes de la totalidad de los miembros de cada Cámara, tendrán jerarquía constitucional limitada y se hallarán en igual situación que los documentos internacionales citados en el punto 4.2. En esta categoría se encuentran la Convención Interamericana sobre Desaparición Forzada de Personas, aprobada por la ley 24.556 (1995) y con jerarquía constitucional por la ley 24.820 (1997), y la Convención sobre Imprescriptibilidad de los Crímenes de Guerra y de los Crímenes de Lesa Humanidad, aprobada por la ley 24.584 (1995) y con jerarquía constitucional por la ley 25.778 (2003). 2) Aquellos tratados que, regulando derechos humanos, sean aprobados por el Congreso aunque sin las mayorías mencionadas en el punto anterior. Bastará con que la aprobación sea realizada por la mayoría absoluta de los miembros presentes de cada Cámara y con respeto del quórum establecido por el art. 64 de la Constitución. Estos tratados carecerían de jerarquía constitucional limitada y estarían en un plano de igualdad con los descriptos en el punto 4.1. y de inferioridad ante los citados en el punto 4.3.1. D) El cuarto grupo de tratados, previstos en el inc. 24 del art. 75, es el de los convenios de integración que se celebren con Estados latinoamericanos. Su aprobación requiere la mayoría absoluta de la totalidad de los miembros de cada Cámara del Congreso, y una mayoría similar se impone para su denuncia. Estos tratados carecen de jerarquía constitucional, aunque las normas que dicten las organizaciones supraestatales respectivas tienen jerarquía superior a las leyes. E) El quinto grupo de tratados, también previstos en el inc. 24 del art. 75, está conformado por los convenios de integración que se celebren con Estados que no merezcan la calificación de latinoamericanos. El procedimiento para su aprobación difiere del contemplado para los restantes tratados y prevé dos etapas.
En la primera, el Congreso debe expresar la conveniencia de aprobar el tratado
por el voto de la mayoría absoluta de los miembros presentes de cada Cámara y respetando el quórum del art. 64 de la Constitución. La segunda etapa se desarrolla una vez transcurridos ciento veinte días de expresada aquella conveniencia, y la aprobación definitiva debe ser efectuada por el Congreso con el voto de la mayoría absoluta de la totalidad de los miembros de cada Cámara. Estos tratados y las normas que dicten las organizaciones supraestatales, que como consecuencia de ellos integre la Nación, tienen un rango superior al de las leyes. La denuncia de estos tratados, a igual que los que se celebren con Estados latinoamericanos, requiere la aprobación del acto por la mayoría absoluta de la totalidad de los miembros de cada Cámara. La validez de los tratados de integración, con los cuales se delegan competencias y jurisdicción a las organizaciones supraestatales, está condicionada a que: 1) La delegación se realice en condiciones de reciprocidad e igualdad. 2) se respete el orden democrático; 3) se respeten los derechos humanos. El incumplimiento de tales recaudos posibilitará su descalificación constitucional por la vía judicial pertinente.