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Antología Dewey - Zeichner y Liston - Van Manem
Antología Dewey - Zeichner y Liston - Van Manem
del Estado
SAN LUIS POTOSI
ANTOLOGIA DE SEMINARIO DE
ANALISIS DEL TRABAJO DOCENTE II
OCTAVO SEMESTRE
1
INDICE GENERAL
Página
¿Qué es pensar? Dewey, John 3
Raíces históricas de la enseñanza reflexiva Kenneth M. Zeichner y Daniel P 19
Liston
La relación entre la reflexión y la acción Max Van Manem 29
2
INTRODUCCION
3
Qué es pensar
Nadie puede decide a otra persona cómo debe pensar, del mismo modo que
nadie nace instruido en cómo ha de respirar o hacer que circule su sangre. No
obstante, es posible indicar y describir a grandes rasgos las distintas maneras en
que los hombres piensan realmente. Algunas de ellas son mejores que otras y se
pueden enunciar las razones por las cuales son mejores. Quien comprende
cuáles son las mejores maneras de pensar y por qué son mejores puede, si lo
desea, modificar su propia manera de pensar para que resulte más eficaz, es
decir, para realizar mejor el trabajo que el pensamiento es capaz de realizar y
que otras operaciones mentales no pueden llevar a cabo con la misma eficacia.
La mejor manera de pensar que se examinará en este libro se denomina
pensamiento reflexivo; es decir, el tipo de pensamiento que consiste en darle
vueltas a un tema en la cabeza y tomárselo en serio con todas sus
consecuencias. Antes de ocupamos de este tema fundamental, sin embargo,
pasaremos brevemente revista a otros procesos mentales a los que a veces se
da el nombre de pensamiento.
La «corriente de la conciencia»
El segundo significado que se da a «pensar» limita esta actividad a las cosas que
no se perciben directamente a través de los sentidos, es decir, que no se ven, ni
se oyen, ni se tocan, ni se saborean, ni se huelen. Si a una persona que nos
narra una historia le preguntamos si ha visto cómo sucedía algún incidente en
particular, es posible que nos responda: «No, sólo lo pensé». Encontramos aquí
una nota de invención, algo bien distinto del fiel registro de la observación. Lo
más importante en este terreno son las sucesiones más o menos coherentes de
incidentes y episodios imaginativos, unidos sin rupturas de continuidad entre sí,
que, por tanto, están a medio camino entre las fugaces impresiones
caleidoscópicas de la fantasía y las consideraciones deliberadamente utilizadas
para establecer una conclusión. Las narraciones imaginativas que cuentan los
niños abarcan todos los grados de coherencia interna: algunas son caóticas;
otras, articuladas. Cuando guardan conexión interna, tienen la apariencia del
pensamiento reflexivo; en realidad, normalmente tienen lugar en mentes de
capacidad lógica. Estas empresas imaginativas suelen preceder al pensamiento
homogéneo y le preparan el camino. En este sentido, un pensamiento o idea es
una imagen mental de algo que está presente en la realidad, y el hecho de
pensar es la sucesión de tales imágenes.
5
El pensamiento reflexivo apunta a una conclusión
De esta manera, y a modo de contraste, nos vemos otra vez enfrentados al tipo
particular de pensamiento que estudiaremos en este volumen: el pensamiento
reflexivo. En los dos primeros sentidos que hemos mencionado, el pensamiento
puede ser nocivo para la mente, porque distrae la atención del mundo real y
porque puede constituir una pérdida de tiempo. Por otro lado, si nos entregamos
a ellas con sensatez, tales formas de pensamiento pueden proporcionamos
auténtico goce y ser incluso una fuente de necesario recreo. Pero, ni en uno ni en
otro caso, han de aspirar a la verdad; no pueden proponerse como algo que la
mente deba aceptar, afirmar y considerar como base de la acción. Pueden
suponer un tipo de compromiso emotivo, pero nunca compromiso intelectual y
práctico. Las creencias, por otro lado, han de superar justamente ese
compromiso y, más tarde o más temprano, como es lógico, exigir nuestra
investigación para encontrar los fundamentos sobre los que se sostienen. Que
alguien piense en una nube como si fuera una ballena o un camello -en el sentido
de «fantasear»- no obliga a nadie a sacar la conclusión de que la persona que
tiene esa idea querría cabalgar en el camello o extraer aceite de la ballena. Pero
cuando Colón «pensó» que el mundo era redondo, en el sentido de que «creyó
que así era», él y sus seguidores se comprometieron con otra serie de creencias
y acciones: con creencias acerca de las rutas hacia la India, acerca de qué
pasaría si las carabelas viajaban por el Atlántico hacia el Oeste, etcétera,
precisamente de la misma manera en que el hecho de pensar que el mundo era
plano había llevado a quienes sostenían tal cosa a creer en la imposibilidad de la
circunnavegación y en que la tierra terminaba en las regiones de la pequeña
parte civilizada que los europeos ya conocían, etcétera.
Sin embargo, entre las operaciones que se acaban de esbozar no hay líneas
divisorias tajantes. El problema relativo a la adquisición de hábitos de reflexión
correctos sería mucho más sencillo si las diferentes modalidades de pensamiento
no estuvieran imperceptiblemente relacionadas entre sí. Hasta aquí hemos tenido
en cuenta ejemplos más bien extremos de cada clase, a fin de desbrozar el
camino. Invirtamos ahora la operación y consideremos un caso de pensamiento
rudimentario, entre el cuidadoso examen de la evidencia y un mero e
irresponsable flujo de fantasías. Imaginemos un hombre que camina en un día
caluroso. El cielo estaba claro la última vez que él lo había observado; pero ahora
advierte, a pesar de estar más atento a otras cosas, que el aire es más fresco. Se
le ocurre que probablemente llueva; al levantar la vista, ve una nube negra que
está ocultando el sol y a continuación aprieta el paso. ¿A qué se puede llamar
pensamiento en esta situación, si es que hay algo que merezca tal nombre? Ni el
acto de caminar, ni la percepción del frío, son pensamiento. Caminar es una
orientación de la actividad; mirar y percibir son otras modalidades de la actividad.
Sin embargo, la probabilidad de lluvia es algo sugerido. El caminante siente el frío;
primero piensa en las nubes, luego mira y las percibe, y más tarde piensa en algo
que no ve: una tormenta. Esta posibilidad sugerida es la idea, el pensamiento. Si se
cree en ella como en una auténtica posibilidad, estamos en presencia de la clase
de pensamiento que se incluye en el ámbito del conocimiento y que requiere
consideración reflexiva.
Hasta cierto punto, se produce la misma situación cuando alguien que mira una
nube recuerda una cara o una figura humana. En ambos casos -el de la creencia
8
y el de la fantasía- el hecho de pensar implica el de advertir o percibir, seguido de
algo más que no se observa, pero que viene a la mente, sugerido por lo
percibido. Una cosa, como suele decirse, nos lleva a la otra. Sin embargo, junto a
este factor de concordancia, hay en ambos casos de sugerencia un factor de
acusada discrepancia. No creemos en la cara que la nube sugiere, no tenemos en
modo alguno en cuenta la probabilidad de que se trate de un hecho concreto. No
hay pensamiento reflexivo. El peligro de lluvia, por el contrario, se nos presenta
como una auténtica posibilidad, pues es un hecho de la misma naturaleza que el
frío experimentado. Dicho de otra manera, no consideramos que la nube
signifique o indique una cara, sino que, simplemente, la sugiere, mientras que sí
consideramos que el frío puede significar lluvia. En el primer caso, al ver un
objeto, nos limitamos a pensar, como suele decirse, en algo más; en el segundo
caso, consideramos la posibilidad y la naturaleza de la conexión entre el objeto
percibido y el objeto sugerido. La cosa percibid a es considerada en cierto modo
como el fundamento o la base de la creencia en la cosa sugerida; posee la
cualidad de evidencia.
La función de significar
Esta función, por la cual una cosa significa o indica otra y nos conduce así a
considerar hasta qué punto puede concebirse como garantía de la creencia en la
otra, es, pues, el factor capital de todo pensamiento reflexivo o caracterís-
ticamente intelectual. Recordando distintas situaciones en que se aplican
términos como significa e indica, el estudiante puede aprehender por sí mismo
los hechos reales denotados. Son sinónimos de estos términos: «señala», «habla
de», «anuncia», «pronostica», «representa», «simboliza», «implica» 2. También
decimos que una cosa augura otra, presagia otra, o es un síntoma, o bien una
clave de ella, o (si la conexión es muy oscura) que da un indicio, contiene una
insinuación o una sugerencia. La reflexión no se confunde con el mero hecho de
que una cosa indique o signifique otra cosa. La reflexión comienza cuando
comenzamos a preguntamos por la veracidad, por el valor, de una indicación
cualquiera; cuando tratamos de probar su autenticidad y de ver qué garantías hay
de que los datos existentes señalen realmente la idea sugerida, de modo tal que
justifique la aceptación de esta última.
La reflexión, por tanto, implica que se cree en algo (o no se cree en algo), no por
ese algo en .sí mismo, sino a través de otra cosa que sirve de testigo, evidencia,
prueba, aval, garante; esto es, de fundamento de la creencia. En una ocasión, se
siente realmente o se experimenta directamente la lluvia; en otra oportunidad,
inferimos que ha llovido a partir de la apariencia del césped y los árboles, o de
que está a punto de llover, por el aspecto del aire o el estado del barómetro. En
2
El término «implica» se usa más a menudo cuando un principio o verdad general produce la
creencia en alguna otra verdad; las otras expresiones se usan más para denotar los casos en que
un hecho o acontecimiento nos conduce a algún otro hecho o a una ley.
9
una ocasión vemos a un hombre -o suponemos verlo sin ningún hecho que sirva
de intermediario; en otra, no estamos demasiado seguros de lo que vemos y nos
lanzamos a la caza de hechos concomitantes que sirvan como signos,
indicaciones o anuncios de lo que hemos de creer.
Otro ejemplo, también de orden común, aunque no tan trivial, puede reforzar esta
impresión. Supongamos un hombre que viaja por una región que no conoce y se
encuentra con una bifurcación del camino. Como no tiene un conocimiento
seguro sobre el que apoyarse, queda paralizado por la vacilación y la duda.
¿Qué camino es el correcto? ¿Cómo ha de resolver su perplejidad? Hay dos
alternativas: o bien lanzarse a ciegas por alguno de los dos caminos, confiando
en la suerte, o bien descubrir fundamentos que le permitan concluir que uno de
los caminos es el correcto. Todo intento de decidir la cuestión a través del
pensamiento implicará la averiguación de otros hechos, ya acudan a la mente a
través de la memoria, ya mediante la observación, ya a partir de ambas cosas. El
absorto viajero ha de examinar cuidadosamente lo que tiene delante y exprimirse
la memoria. Busca evidencias que puedan apoyar la creencia a favor de uno u
otro de los caminos, evidencias que provoquen una sugerencia. Puede trepar a
un árbol, puede encaminarse primero en una dirección y luego en la otra, en
busca, en cada caso, de signos, señales, indicaciones. Necesita algo así como
un cartel o un mapa, y su reflexión tiende al descubrimiento de hechos que sirvan
a este objetivo.
4. Resumen
Dada una dificultad, el paso siguiente es la sugerencia de algún camino, esto es,
la elaboración de algún plan provisional o proyecto, la adopción de alguna teoría
que explique las peculiaridades en cuestión, la consideración de alguna solución
al problema. Los datos disponibles no pueden proporcionar la solución; sólo
pueden sugerida. Entonces, ¿cuáles son las fuentes de la sugerencia? Sin
ninguna duda, la experiencia anterior y un fondo de conocimiento adecuado a
disposición del sujeto. Si la persona ha conocido situaciones similares, si ha
tratado material del mismo tipo con anterioridad, seguramente surgirán
sugerencias más o menos idóneas y útiles. Pero a menos que haya tenido alguna
experiencia semejante, la confusión no se disipa. Aun cuando un niño -o un
adulto- tenga un problema, es completamente inútil urgirle a pensar cuando no
tiene experiencias anteriores que incluyan algunas de las condiciones presentes.
En apoyo de esta conclusión, descubrí que la vara estaba más baja que la cabina
del piloto, de modo que el timonel podía veda perfectamente. Además, el extremo
era más alto que la base, lo suficiente como para que, desde la posición del
piloto, pareciera proyectarse hacia afuera delante de la embarcación. Además, el
piloto, que estaba cerca de la proa de la embarcación, seguramente necesitaría
esa guía para seguir la dirección adecuada. También los remolcadores
necesitarían varas con ese fin. Esta hipótesis era mucho más probable que las
otras, así que la acepté. Saqué la conclusión de que la vara se había puesto con
el fin de señalar al piloto la dirección en la que la embarcación se movía, y
permitirle su correcta conducción.
Al lavar vasos con agua caliente y jabón y colocados boca abajo en una bandeja,
observé que aparecían burbujas en el exterior de la boca de los vasos y luego se
metían adentro. ¿Por qué? La presencia de burbujas sugiere aire, que, según
advertí, debía proceder del interior del vaso. Noté que el agua jabonosa de la
bandeja impedía escapar el aire, salvo que quedara aprisionado en burbujas.
Pero, ¿por qué salía el aire del vaso? No había sustancia alguna que entrara
para obligarlo a ello. Debía expandirse. El aire se expande por aumento de calor
o de presión, o por ambas cosas al mismo tiempo. ¿Podía haberse calentado el
aire una vez estuviera el vaso fuera del agua caliente? Sin duda, no el aire que
ya estaba mezclado con el agua. Si la causa era el aire calentado, debía haber
entrado aire frío al pasar los vasos del agua a la bandeja. Traté de comprobar si
14
esta conjetura era verdadera sacando varios vasos más. Sacudí algunos para
asegurarme de que cogían aire frío en su interior. Saqué otros boca abajo para
impedir que entrara en ellos aire frío. En todos los del primer grupo aparecieron
burbujas en su parte externa; en el segundo grupo, ninguno. Mi deducción debía
ser correcta. Seguramente el aire del exterior se expandió a causa del calor del
vaso, lo cual explica la aparición de burbujas en el exterior.
Pero, ¿por qué entraban luego? El frío contrae. El vaso se enfriaba y también el
aire que contenía. La tensión desaparecía, y, en consecuencia, las burbujas
aparecían en el interior. Para estar seguro de ello, probé colocando un cubito de
hielo sobre el vaso mientras todavía se formaban burbujas en el exterior. Pronto
se invirtieron.
Estos tres casos han sido seleccionados a propósito para que formen una
serie desde el de reflexión más rudimentaria al más complicado. El primero
ejemplifica el tipo de pensamiento que realiza todo el mundo durante el
quehacer diario, en el cual, ni los datos ni la manera de tratarlo, escapan a
los límites de la experiencia cotidiana. El último ofrece un ejemplo en el que,
ni el problema ni la manera de solucionarlo podían habérsele ocurrido a nadie
que careciera de una cierta formación científica previa. El segundo caso
constituye una transición natural; su material se encuentra dentro de los
límites de la experiencia cotidiana, no especializada; pero el problema, en
lugar de estar directamente relacionado con el quehacer de la persona, surge
indirectamente de lo que hace en ese momento y da lugar a una suerte de
interés teórico e imparcial.
En todos los casos de actividad reflexiva, una persona está ante una situación
dada, actual, a partir de la cual tiene que llegar a, o concluir, algo que no está
presente. Este proceso de llegar a una idea de lo que está ausente sobre la base
de lo que está a mano, es la inferencia. Lo presente lleva o transporta la mente a la
idea y, finalmente, a la aceptación de algo más. De la consideración de los
hechos establecidos de localización y hora del día, la persona del primer ejemplo
realiza una deducción relativa a la mejor manera de viajar a fin de llegar a tiempo
15
a una cita, que es un acontecimiento futuro y, en principio, incierto. A partir de
hechos observados y recordados, la segunda persona infiere el uso probable de
una vara. De la presencia de determinadas condiciones de las burbujas y de un
sólido conocimiento de hechos y principios físicos, la tercera persona deduce la
explicación o causa de un acontecimiento particular, previamente desconocido, a
saber, el movimiento del aire en forma de burbujas desde el exterior del vaso a su
interior.
Probar es verificar
En este sentido no hay nada peculiar en los ejemplos que hemos dado.
Es probable que las causas más frecuentes por las que la escuela no consigue
asegurar el pensamiento auténtico de los estudiantes es que no consigue
asegurar la existencia de una situación vivida y de tal naturaleza que estimule el
pensamiento del modo en que lo estimulan estas situaciones extraescolares. Un
maestro estaba preocupado porque sus alumnos, al tratar problemas aritméticos
de multiplicación con decimales, no acertaban a colocar correctamente la coma.
Los guarismos eran correctos, pero los valores, todos equivocados. Por ejemplo,
un estudiante podía decir 320,16; otro, 32, 016; y un tercero, 3201,60. Este
resultado muestra que, aunque los alumnos podían manejar correctamente las
cifras, no pensaban. Pues si hubieran usado el pensamiento, no habrían
presentado variaciones tan arbitrarias al manipular los valores implicados.
Consecuentemente, envió a los alumnos a una carpintería a comprar tablas para
usar en el taller de trabajo manual, tras haber convenido con el vendedor que
serían los niños quienes calcularían el coste de sus compras. Las operaciones
18
numéricas que debían realizar eran las mismas que las de los problemas del libro
de texto. No hubo ningún error en la colocación de la coma decimal. La situación
los indujo por sí misma a pensar y controlar los valores en cuestión. El contraste
entre el problema del libro de texto y las exigencias de la compra real en la
carpintería suministra un excelente ejemplo de la necesidad de una situación
auténtica a fin de inducir y orientar el pensamiento.
El examen de los tres casos también muestra que cada situación es, en cierto
modo, incierta, desconcertante, preocupante, aunque sólo fuera porque
19
Raíces históricas de la enseñanza reflexiva3
3
"Historical roots of reflective teaching", en Reflective Teaching. An lntroduction, Nueva Jersey,
Lawrence Erlbaum Associates, 1996, pp. 8-18. [Traducción realizada con fines didácticos, no de
lucro, para los alumnos de las escuelas normales.)
4
John Dewey, Cómo pensamos. Nueva exposición de la relación entre pensamiento reflexivo y proceso
educativo, Marco Aurelio Galmarini (trad.), Barcelona, Paidós (Cognición y desarrollo humano),
1989. [How we tl1ink, Lexington, Health and Company, 1933.]
20
decirse, "este es el modo de hacer las cosas en nuestra escuela"). Mientras los
eventos se desenvuelvan sin alguna alteración mayor, esa realidad se percibirá
como no problemática, lo que sirve de barrera para el reconocimiento y la
experimentación de posiciones alternativas.
Para Dewey, los maestros que son irreflexivos sobre su enseñanza con
frecuencia aceptan esta realidad cotidiana sin protestar en sus escuelas y se
dedican a encontrar los medios más efectivos y eficientes para resolver los
problemas que se les plantean a través de este código colectivo. Es frecuente
que estos maestros pierdan de vista el hecho de que su realidad cotidiana es
sólo una de muchas alternativas, una selección dentro de un universo más
grande de posibilidades. Asimismo, es común que pierdan de vista cuáles son los
propósitos y fines que motivan su trabajo, se conviertan en simples agentes de
los otros y se olviden de que hay más de una manera para delimitar cada
problema. Los maestros irreflexivos aprueban automáticamente el punto de vista
comúnmente aceptado sobre algún problema específico en una situación
determinada.
Mente abierta
Puede resultar útil comparar el concepto de mente abierta de Dewey con los
conceptos del sociólogo C. Wright Milis sobre las creencias y los creyentes. Milis
sostenía que hay tres tipos de creyentes: vulgares, sofisticados y críticos (Valli,
1993). Los creyentes vulgares no tienen interés en escuchar argumentos que se
opongan a lo que creen ni en analizar sus propias creencias, y en sus acciones
sólo se distinguen razonamientos prefabricados y estereotipados. Por su parte,
los creyentes sofisticados sí se interesan en conocer otros puntos de vista, pero
con el único fin de refutarlos; no se abren a la posibilidad de que su sistema de
creencias tenga fallas. Sin embargo, los creyentes críticos están dispuestos a
tomar el lugar de sus oponentes porque se dan cuenta de que todos los sistemas
de creencias tienen debilidades que se pueden fortalecer a través de la
confrontación con otras diferentes. El concepto de mente abierta de Dewey es
paralelo a la idea de los creyentes críticos de Milis. Una mente abierta acepta los
puntos fuertes y las limitaciones de las diferentes maneras de ver a los
estudiantes, al aprendizaje y a los métodos de enseñanza. Un individuo que esté
abierto, no intenta ser el portavoz de una y sólo una perspectiva y no se acerca a
otros puntos de vista con afán de argumentar. Por el contrario, este individuo
escucha y acepta las fortalezas y debilidades de sus propias perspectivas y de
las de los demás.
Responsabilidad
Honestidad
[ ... ] nos libera de la actividad meramente impulsiva y rutinaria [ ... ] nos permite
dirigir nuestras acciones con previsión y planear de acuerdo con las metas que
deseamos alcanzar tomando en consideración los propósitos de los cuales
estamos conscientes. Nos permite saber qué queremos lograr cuando actuamos
(Dewey, 1933, p. 17).
23
Hay quienes señalan que la enseñanza es una tarea demasiado rigurosa y
compleja como para exigir a los maestros que sean muy reflexivos sobre su
trabajo. ¿Cuál es su opinión?
El punto principal en esto es: hasta qué grado, si es que así sucede, las
decisiones de los maestros están sobre todo dirigidas por otros, por inercia o por
convenciones, sin llegar a una decisión consciente de cuáles son las cosas
correctas que se deben hacer o, por otro lado, si se están haciendo cosas que se
quieren y se decidieron de forma consciente. Muchos seguidores de las ideas de
Dewey sobre los maestros como profesionales reflexivos, ven a éstos como
líderes educativos que pueden aprender de otros y a veces incluso aceptar su
dirección, pero que no dependen de quienes no están involucrados en el salón de
clases. El difunto Lawrence Stenhouse, del Reino Unido, describió esta tensión
24
entre la dirección externa e interna en la vida de los maestros de forma muy clara
y apoyó el tipo de acciones reflexivas que Dewey promovía:
Según Schon, hay acciones, formas de entender y juicios en relación con los
cuales saber cómo actuar espontáneamente. No tenemos que pensar antes o
durante la acción. Con frecuencia no estamos conscientes de cómo aprendimos
estas cosas. Simplemente las hacemos. Es común que no sepamos explicar este
conocimiento en la acción. Una de las formas en que se puede abordar la
enseñanza reflexiva es pensar en hacer más conscientes algunos de estos
conocimientos tácitos que con frecuencia no expresamos. Al hacerlos salir a la
superficie, los podemos criticar, examinar y mejorar. Un aspecto de la enseñanza
reflexiva y una forma de la teorización educativa es el proceso de articulación de
estos entendimientos tácitos que llevamos con nosotros y someterlos a críticas
26
(Elliot, 1991).
¿Cuáles son algunas de las cosas que usted hace de manera automática, sin
pensarlo, en el salón de clases?
Si se acerca a usted un estudiante que está molesto con otro o que está
llorando y se siente mal sobre algo, ¿cuál es su primera reacción? ¿Qué otras
reacciones podría esperar? ¿Alguna vez ha reaccionado de manera diferente
ante los estudiantes (o sus padres) por razones de género, raza o condición
social?
Además del conocimiento en la acción que los maestros acumulan con el paso
de los años, también crean conocimiento de manera continua al pensar acerca
de la enseñanza y en el momento mismo de enseñar. Las estrategias que los
profesores utilizan en el salón de clases son la expresión de las teorías sobre las
formas de comprender los valores educativos. La práctica de cada maestro es el
resultado de una u otra teoría, reconocida o no. Los docentes están teorizando
todo el tiempo conforme se presentan los problemas en el salón de clases. Con
frecuencia, éstos surgen porque hay una especie de "brecha" entre lo que se
espera de una clase y los resultados reales. En muchos aspectos, la teoría
personal del maestro sobre por qué una tarea de lectura o de matemáticas
funcionó o no como estaba planeada, es tan teoría como las teorías públicas
generadas en las universidades sobre la enseñanza de la lectura.
¿Está usted de acuerdo con este punto de vista de la teoría educativa? ¿Por
qué o por qué no?
¿Qué ejemplo de una teoría educativa acerca de la enseñanza resulta de su
propia experiencia como maestro? ¿Cómo se relaciona con las teorías
públicas sobre este asunto que aparecen en la literatura educativa?
Como parte de este proceso de reinterpretar y redefinir se debe tener una actitud
28
que algunas personas han descrito como una concentración casi zen. 6Según
Robert Tremmel (1993), una de las principales cualidades de la noción de Schon
sobre la práctica reflexiva fue su énfasis en que los maestros deberían
entregarse a la acción del momento e investigar y ser artistas en el laboratorio de
la práctica, el salón de clases. Tremmel trazó paralelismos entre esta intensa
atención a la acción en la cual uno está involucrado y la práctica de budismo zen
de la concentración, que define como la capacidad de "prestar atención al aquí y
al ahora y dedicar nuestra completa conciencia y concentración al momento
presente" (p. 443). Tremmel sostiene que aprender el arte de prestar atención, no
sólo a lo que pasa a nuestro alrededor sino también dentro de uno mismo, es un
elemento necesario de la concentración y una parte importante de la enseñanza
reflexiva. Asimismo, sugiere que la concentración es un elemento esencial para el
procedimiento de plantear y/o redefinir procesos.
6
Se refiere a una variante del pensamiento budista.
29
LA RELACIÓN ENTRE LA REFLEXIÓN Y LA ACCIÓN
Van Manem, Max (1998), “La relación entre la reflexión y la acción”, en El tacto
en la enseñanza. El significado de la sensibilidad pedagógica, Barcelona,
Paidós (Paidós educador), pp. 111-135
Mirar hacia delante y planificar las clases y decidir cómo actuar en las
situaciones pedagógicas es una condición sine qua non para una
34
buena enseñanza. Los profesores que no programen sus clases con
antelación no estarán preparados para enseñar. Mediante la planifica-
ción, la consideración de las cosas con antelación, nos colocamos an-
te los niños en situación de disponibilidad de forma significativa. La
ausencia de planificación no resulta práctica. Pero también tenemos
que ver las curiosas consecuencias que surgen de la planificación
cuando el programa planificado se hace demasiado fijo, demasiado in-
flexible, demasiado prescriptivo para la convivencia con niños. Porque
una programación inflexible puede congelar el grueso del conocimiento
que, de no ser así, sería algo dinámico, vibrante y vivo. 44 Este tipo de
planificación tiende a reducir a un esquema lo que de otra forma sería
una asignatura rica y multifacética.
36
Se ha dicho que el profesional reflexivo es el profesional que reflexiona
en acción mediante la toma de decisiones. En esta toma de decisiones
se le considera guiado por los principios teóricos y prácticos de su
disciplina aunque estos principios pueden estar operando de forma más
o menos tácita. Por consiguiente, algunas de las teorías del profesor
como profesional reflexivo intentan ser sensibles a las características
intuitivas, dinámicas y no racionales del acto de enseñar. Recalcan que
no deberíamos reducir el acto de enseñar a un modelo simple teórico-
práctico de la acción humana. Enseñar no es un proceso de producción
técnico, con inputs, tratamientos v producciones. Sin embargo, la
mayoría de modelos finalmente parecen ofrecer una lógica reconstruida
del momento interactivo de enseñar que parece sorprendentemente
similar al proceso de deliberación racional o de la toma de decisiones.
¿Cómo de precisa es la imagen del profesional reflexivo comparando,
por ejemplo, el médico de cabecera con el profesor de escuela?
8
Véase el capitulo 8. «La estructura del tacto de la acción solícita».
9
Por supuesto, las situaciones son también a menudo normativas (morales). Sin
embargo, la cuestión de realizar una amputación de una pierna gangrenada. por ejem-
plo, es una decisión puramente médica para el especialista, en la medida en que el
especialista debe saber qué procedimientos alternativos existen y qué consecuencias o
posibles riesgos conlleva la decisión de amputar la parte enferma de un miembro. Las
dimensiones normativas o morales de las decisiones médicas. generalmente, tienen
que ver con consideraciones en las que también pueden participar personas no
especialistas en medicina, como, por ejemplo, si merece la pena vivir con un miembro
amputado.
38
nos interesa especialmente la realidad interactiva del momento o de la
situación pedagógica. En realidad, la parte menos comprendida en las
teorías educativas es la actuación inmediata, durante el proceso, en el
flujo constante de los momentos pedagógicos.
Pero cuando entro en la clase intuitivamente capto de dónde vie nen los
alumnos. Sé que algunos de ellos han estado trabajando a tiempo
parcial durante el fin de semana, otros han tenido buenas o malas
experiencias el sábado y el domingo, algunos han trasnochado y no es
que estén precisamente esperando ansiosos la semana escolar. Sin
embargo, todos estos chicos han logrado subirse al autobús y llegar a
la escuela. Han logrado sentarse en sus asientos a las ocho de la
mañana. Justo ahora no les preocupa en absoluto Rilke ni la poesía.
Por lo tanto, cuando entro en la clase estoy de alguna forma
sensibilizado respecto al ambiente ya la dinámica de grupo (aunque no
tengo esta percepción de forma consciente). Se me ocurre fijarme en
Darryl, cuyos movimientos y risotadas dan sabor de alguna forma al
tono general de la clase. Se percata de que lo estoy mirando y me
41
sonríe. Es como si lo interpretase como una invitación a hacer un
comentario sobre mi interés, pero mueve la cabeza con simpatía, y yo
hago un chiste al respecto. Se intercambian otros comentarios
espontáneos, otros chicos empiezan a sintonizar y parece que la clase
empieza a tomar cuerpo. Se trata de charlas superficiales. Pero
tenemos que conectar de alguna forma antes de poder empezar en
serio.
Rilke era una persona que vivió su vida muy intensamente y su poesía
refleja un compromiso increíble de explorar la vida lo más
profundamente posible. Para ganarse la vida, Rilke se puso a trabajar
como secretario del escultor francés Rodin en París, pero, como
trabajaba, estaba frustrado porque no podía escribir. Un día, le confió a
Rodin que no había logrado escribir durante varios meses nada de
poesía. Rodin le dio un consejo que cambió el curso de la obra de Rilke.
Le sugirió que se fuera al zoo, seleccionara un animal y le mirara dentro
de su jaula hasta que pudiera verlo de verdad. «Ve y siéntate delante de
la jaula. Unas semanas no se te harán demasiado largas», le dijo
Rodin.' ¡Imaginaos qué debe de ser mirar a un animal con semejante
42
paciencia y atención! Rilke eligió la pantera y al final escribió el poema
que lleva ese nombre. Después de este poema escribió mucha más
poesía basada en ese tipo de observación cuidadosa. Más tarde los
denominó "Poemas visuales». En cada uno de estos poemas está claro
que Rilke veía mucho más de lo que vemos normalmente cuando mi-
ramos a un animal. En el caso de la pantera, Rilke parece haber captado
algo de su alma salvaje.
He aquí otro ejemplo, esta vez de una situación familiar. Mark está
practicando el violín, pero está agotado, nada inspirado y se mueve casi
como un autómata. El violín suena también como cansado. La abuela
43
que ha venido de visita a casa de Mark se asoma a la habitación y le ve
con su violín medio caído sobre su hombro. La cara de Mark refleja
desánimo. Sin molestar, la abuela se desliza en la habitación y se
sienta en una silla en un rincón. En silencio continúa con su labor de
punto. Pero Mark nota su presencia, pues ha enderezado su postura y
el arco roza las cuerdas con más vigor e imprime un repentino
dinamismo en la forma de tocar. Mark en realidad ya no está
practicando. Está actuando para su abuela. Hay un sentimiento en esta
música. Y la abuela está escuchando evidentemente encantada.
50
Naturalmente, los hábitos y las rutinas pueden convertirse en un
comportamiento ciego, mecánico, que no tenga sentido. Por ejemplo,
algunas escuelas tienen reglamentos disciplinarios que no tienen en
cuenta en absoluto que las escuelas deben ser instituciones pedagógi-
cas y no colonias penales o salas de justicia cuya función principal es
«el mantenimiento del orden social". El mantenimiento de la disciplina
en las escuelas no debería basarse esencialmente en la jurisprudencia
sino en los principios pedagógicos. La pregunta debería ser siempre:
«¿Qué puede aprender este niño y qué puede aprender de esto toda
nuestra comunidad?».
13
Para más comentarios epistemológicos sobre la acción solícita, véase el apartado del
capítulo 8. titulado «La estructura del tacto de la acción solícita».
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