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MATEMÁTICAS Y CULTURA

BOLETÍN
23.08.2018 No. 331

COORDINACIÓN DE MATEMÁTICAS

CULTURA CULTURA

BIENVENIDOS
Dentro de los refranes y proverbios populares existe uno que dice “No hay fecha que no se
llegue ni plazo que no se cumpla”. La voz del pueblo es muy sabia y lo aquí afirmado es muy
cierto. En ocasiones quisiéramos adelantar el tiempo para alcanzar una meta y en otras
desearíamos que nunca llegara un día en particular. Sabemos que modificar al tiempo es, para
nosotros, absolutamente imposible. También se dice “Dios sí perdona, el tiempo no”. Por
supuesto haciendo alusión a este mismo aspecto de la imposibilidad de alterar el tiempo. Pues
bien, es el inicio de un nuevo período lectivo. Para miles de estudiantes al fin ha llegado el muy
deseado momento de ingresar a esta, la mejor escuela de Ingeniería de Latinoamérica. Por fin,
pisan sus pasillos y pueden instalarse en sus salones para empezar su formación en nuestra
Facultad de Ingeniería de la Universidad Nacional Autónoma de México. Desde que surgió
en algunos la intención de estudiar alguna carrera de ingeniería se imaginaban en este recinto.
Ese instante es muy variable, quizás para muchos esa chispa se encendió cuando se cursaba
el bachillerato; es posible que para otros esto se haya desencadenado desde maternal o jardín
de niños. En fin, ya están aquí y eso es motivo de regocijo. Muchos de ellos engrosarán las filas
de los ilustres egresados de esta prestigiada institución, una vez que se llegue otra fecha muy
esperada, su titulación. Y en ese acontecimiento se encuentra otra parte de la población de la
Facultad. Nuevamente se trata de algo muy anhelado.

Para muchos otros, de hecho la mayor parte, la fecha que llegó es la del final de sus vacaciones
intersemestrales. Se trata de subir un escalón más

Por supuesto no olvidemos a los profesores para quienes también llega una fecha importante.
De nuevo estarán frente a sus grupos con la enorme, pero increíble, responsabilidad de facilitar
el aprendizaje de los jóvenes que confían en ellos para atravesar los terrenos de la ciencia y la
experiencia que deben transmitirles.

En fin, un nuevo semestre ha llegado y debemos dedicarnos con todo ahínco a cumplir con
nuestra misión, sin quitar de nuestra mira el objetivo de continuar formando a los mejores
ingenieros del País.
COORDINACIÓN DE MATEMÁTICAS
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LA BUENA INFORMACIÓN, LAS “FAKE NEWS” Y OTRAS REFLEXIONES

Todos los días de nuestra vida, desde nuestro nacimiento, recibimos información. En un principio
solamente es visual, auditiva, por contacto o, por cualquiera de nuestros sentidos. Cuando
estamos en ese período de nuestra vida, no tenemos la capacidad de discernir si la información
que recibimos es veraz. Confiamos plenamente en que nuestros padres nos alientan o nos
reprueban nuestras acciones y aceptamos o rechazamos sus observaciones solamente
guiándonos por gustos o caprichos. Igualmente aprendemos que la lumbre quema, que en un
escalón puedo caer y lastimarme, etc.

Al iniciar nuestros estudios elementales, también los profesores nos transmiten sus enseñanzas
sin dejarnos margen para el cuestionamiento; sin embargo, el bombardeo actual de información
comienza a ser abrumador. Antiguamente se enteraba uno solamente por la radio, la televisión
y los periódicos. Las noticias nos llegaban con un retraso considerable y filtradas, de manera
que nos enterábamos de lo que las autoridades nos permitían o consideraban “adecuado “. Es
así como, por ejemplo, durante el “movimiento del 68”, quienes éramos estudiantes y
participábamos en él, veíamos con desesperación cómo nos era imposible informar al grueso
de la población lo que en verdad ocurría. Escuchaba hará unos diez años una emisión del
comunicador Juan Calderón (qepd) que refería su vivencia del dos de octubre, cuando
colaboraba con la empresa televisiva de Puerto Rico, para presentar a la cantante cubana
radicada en México, también fallecida, Olga Guillot. A ellos llegó la noticia de la matanza de
Tlatelolco informando sobre la gran cantidad de muertos durante esa trágica tarde. Para su
sorpresa, cuando regresaron a nuestro País, casi nadie estaba enterado de la magnitud del
acontecimiento.

La situación ha cambiado radicalmente. El surgimiento de internet, los teléfonos inteligentes, las


redes sociales, entre muchas otras maravillas; actualmente permite tener información casi
instantánea y de cualquier rincón del mundo, por apartado que esté. Cuando tuve la fortuna de
estudiar mi posgrado en Francia, para poder comunicarme con mis seres queridos, tenía que
recurrir al correo tradicional. Enviaba una carta y debía esperar, si tenía suerte, alrededor de
tres semanas para recibir su respuesta. Si recurría al teléfono, lo exiguo de la beca podía
consumirse en una llamada. ¡Resultaba carísimo! Había teléfonos públicos en casi cada esquina
de las calles de París, tenían en su frente unas micas que dejaban ver en donde se depositaban
las monedas para después caer a la alcancía del aparato, una vez que el tiempo terminaba.
Como se trataba de llamadas de “larga distancia”, solamente se podía establecer comunicación
con México si se depositaban monedas de, al menos, cinco francos (no existía el euro). No
miento diciendo que me tardaba más en depositar monedas que en lo que caían a la alcancía.
De manera que solamente utilizaba ese recurso para una llamada por una urgencia o alguna
emergencia. Pienso la comunicación que hubiera podido tener si en ese entonces hubiese
existido, ya no digamos whatsApp o Messenger, sino al menos el correo electrónico.
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Igualmente, otra enorme diferencia entre esos tiempos añejos y los actuales, hablando del
aspecto escolar, se tiene en la búsqueda de información sobre asuntos académicos. Cuando
requeríamos información para la realización de un trabajo, era indispensable asistir a una
biblioteca. Si corríamos con suerte y encontrábamos la publicación en la biblioteca de la escuela
ya era ventaja, pero en muchas ocasiones debíamos acudir a varias bibliotecas, algunas de ellas
distantes, o en donde teníamos que obtener el registro, aún para consulta en el lugar. Por
ejemplo, yo tuve que llevar una carta de responsabilidad firmada por mi Papá para tener acceso
a una biblioteca que formaba parte de la Embajada de los Estados Unidos, la Benjamín Franklin
(ignoro si aún existe). Nuevamente, imagino cómo hubiera sido mi vida estudiantil si hubiera
contado con las poderosas herramientas existentes.

Estas reflexiones hacen parecer que hoy día todo es mejor y más sencillo. Claro que se opone
a esta idea otro dicho “Todo tiempo pasado fue mejor”. En mi opinión ninguna de estas dos
aseveraciones es absolutamente correcta. En esta nuestra vida no existe todo negro o todo
blanco. Tengo muy claro que mi vida de estudiante hubiese sido más sencilla si yo hubiera
contado con los recursos informáticos actuales; por el contrario, estoy convencido que las
publicaciones que consultábamos en las bibliotecas eran casi en su totalidad de calidad
reconocida y totalmente confiable. Es decir, había cosas mejores, pero también peores.

Reflexionemos un poco en cómo es posible obtener información confiable. La falsedad en la


información es tan antigua como la humanidad. El hecho de que aparente ser algo de nuestros
tiempos se debe, creo yo, al aumento considerable de los medios por los que ahora se puede
obtener y la rapidez de su obtención. Se habla de que durante las cruzadas, sobre todo en las
primeras hacia el siglo XI, los resultados no eran muy favorables para los “defensores de la fe”;
sin embargo, los enviados a Europa informaban todo lo contario, que se estaba a punto de
alcanzar la victoria; así mismo, en las incursiones del ejercito francés comandado por Napoleón
Bonaparte en Egipto, sucedió lo mismo, a pesar de que sufrieron estrepitosos descalabros.

¿Por qué se difunden noticias falsas o información equivocada? Hay diversas razones. Puede
haber intención de obtener algún beneficio económico, político, de alguna otra índole; aunque
también, a veces, resulta incomprensible o hasta de manera involuntaria. Por ejemplo, existe un
acontecimiento registrado en la historia que causó una conmoción en Nueva York, en los
Estados Unidos. George Orson Wells (1915-1985), fue un actor, director, productor
norteamericano, quien originalmente se desempeñó como locutor de radio y pasó a ser una
leyenda con una cinta que casi en todas las listas de las mejores producciones cinematográficas
está incluida “El Ciudadano Kane”. La noche del 30 de octubre de 1938, Orson Wells se iniciaba
como conductor de un programa de radio a sus 23 años. Con entusiasmo juvenil hizo una reseña
de un libro del escritor británico Herbert George Wells (1866-1946), conocido como H.G. Wells.
El libro en cuestión tiene por título en castellano “La Guerra de los Mundos”. El detalle que
desencadenó la reacción de los radioescuchas es que el novel locutor no mencionó que se
trataba de la descripción del contenido de una obra literaria sino hasta el final de la emisión y
una considerable cantidad de quienes lo escuchaban se volcaron despavoridos a la calle
creyendo que se había iniciado una invasión de extraterrestres en nuestro planeta.
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La anécdota quedó en eso, pero muestra lo riesgoso que puede ser la difusión de una noticia
falsa, aunque en este caso ni era la intención de engañar al público ni se trataba de generar
pavor.

Y hablando de ciencia ficción y de qué tanto puede confundirse la realidad con la fantasía,
menciono y recomiendo ampliamente el libro “La Amenaza de Andrómeda”, del novelista
Michaei Crichton (1942-2008), también estadounidense [1]. El libro está presentado empleando
términos matemáticos y técnicos muy bien sustentados y que bien pueden hacer creer al lector
de que relata un caso real, incluyendo al final de la obra referencias o reportes científicos
aparentemente presentados por los personajes de la novela. Un ejemplo de lo interesante que
puede resultar la lectura de esta obra se tiene en una de sus partes: el tema abordado por el
autor narra sobre un proyecto con secreto máximo del Gobierno de los Estados Unidos para el
cual se forma un equipo con una selección muy estricta. Dado que se trata de una situación
ultrasecreta, la forma de contacto entre los integrantes del equipo, en caso de presentarse la
ocasión, deberá ser telefónicamente. Para ello se le distribuye a cada miembro del equipo una
tarjeta en donde se dice que “en caso de emergencia” marque el número 222. El autor explica
que este número, que debe mantenerse confidencial, está expresado en sistema decimal pero
debe convertirse al sistema binario, de manera que el número real, adonde deberán
comunicarse es el 11011110. Por supuesto que en el libro se explica la forma en la que puede
convertirse del sistema decimal al binario. La obra fue llevada a la pantalla en 1971 por el
director Robert Wise pero, como suele suceder, la película no alcanza ni la mitad de lo excelente
que es el libro.

Ya en nuestra vida cotidiana actual, se ha tenido una proliferación de noticias falsas. Esto se
debe, como mencioné, a que se cuenta ahora con recursos tecnológicos con los que se puede
difundir lo que sea en el momento y a cualquier lugar del Planeta. El término “fake news” es de
creación bastante reciente. O, cuando menos, se convirtió de uso frecuente en 2017 cuando
Donald Trump asumió el cargo de presidente de los Estados Unidos pues en un ataque directo
en contra de algunos medios de información de ese país, se negaba a darles entrevistas o
atenderlos por considerar que publicaban “fake news”, es decir falseaban la verdad. Hace mucho
tiempo a una noticia falsa, periodística, radial o televisiva se le llamaba “un borrego”. No sé
cuántas veces mataron a Agustín Lara.

De acuerdo con un estudio realizado por el Massachusetts Instutute of Technology (MIT)


denominado The spread of true and false news, [2] una noticia false tiene 70% más probabilidad
de ser compartida que una verdadera.

Ejemplos recientes y en nuestro entorno se tienen en algunas noticias difundidas durante, o


después, del terrible período de tragedia que vivimos ocasionado por los sismos de septiembre
pasado. Una de esas noticias o pedido de ayuda se tuvo por WhatsApp informando que se había
colapsado un edificio en la esquina de División del Norte y América, además de esa afirmación
se señalaba que había gente atrapada y que no había quién ayudara. Yo estaba cerca del lugar
y, de inmediato, hacia allá me dirigí.
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Cerca del lugar citado había edificios dañados, pero ninguno derribado; esa falsedad lo que
logró fue un caos vial, que de por sí existía, y muchas personas que como yo nos aproximamos
allí a pie. Varios vehículos de emergencias médicas y, en general caos. Ignoro y no consigo
imaginarme cuál fue el interés de publicar ese mensaje. No encuentro que eso pudiera
proporcionar algún beneficio a alguien, ya sea económico, de notoriedad política o yo no sé qué
más; sin embargo, sí puedo mencionar que muchas personas que queríamos ayudar a alguien
en esos momentos aciagos fuimos alejadas de algún lugar en donde sí podríamos haber
apoyado.

En ese tiempo y considerando que, con mucha razón estábamos temerosos de la repetición de
alguna actividad sísmica como la que sufrimos, en Facebook alguien subió una supuesta
publicación del Servicio Sismológico Nacional, con el logo de esta institución y el de la UNAM,
puesto que este Servicio es dependiente de nuestra Universidad. En dicha publicación se
afirmaba, con fecha y hora que se iba a presentar un sismo de “10 grados Fahrenheit”. Puedo
suponer que esto lo hizo algún bromista, vaya si no fuera algo tan desagradable, hasta risa
puede proporcionar pues cómo puede medirse la magnitud de un sismo con una escala de
temperaturas; sin embargo, el hecho de haberlo preparado con la apariencia de ser una
publicación oficial del Sismológico pudo ocasionar pánico. Hay que considerar que nosotros
tenemos conocimientos de las unidades de medición, pero seguro hubo personas que o
desconocen esto o no se fijaron por el estado de nerviosismo en el que se encontraban. Es claro
que también hay otro aspecto que nosotros conocemos y que permitía saber que se trataba de
una falacia y es que los sismos no pueden predecirse. Insisto, es posible que se haya tratado
de una broma que a mi juicio sería una broma estúpida.

Pero vayamos ahora al ámbito escolar. Ya mencioné las fuentes que podíamos consultar en las
bibliotecas, a comparación de la infinidad de lugares que ahora están a la mano. Es claro que
esto puede considerarse simplemente fabuloso; sin embargo, debemos estar plenamente
conscientes que todo tiene ventajas y desventajas. Hoy día resulta sumamente difícil saber si la
información obtenida es confiable o no. Basta con que escribamos en alguno cualquiera de los
buscadores una palabra o una frase y de inmediato se presentará ante nuestros ojos una lista
considerable de páginas en donde se trata ese tema. ¿Cómo saber cuál o cuáles de ellos nos
proporcionará información valiosa y confiable?

Lo primero que debemos considerar es que no todo lo que encontramos publicado en la red es
confiable. Esto también se nos decía y, con mucha razón, en aquellos tiempos en los que los
libros eran nuestra principal vía de información. No debíamos creer ciegamente y sin reflexionar
en lo que estaba escrito allí. Se nos afirmaba y era cierto, los libros los escribimos los seres
humanos y todos cometemos errores. Es más, en la “época de las vacas gordas”, algunas
empresas editoriales obsequiaban un libro a aquel profesor o estudiante que les hacía ver o les
demostraba que existía un error en alguna de sus publicaciones. Nuestros profesores nos decían
que debíamos desconfiar de todo, incluso de ellos mismos pues también eran seres humanos
sujetos a equivocarse. “En lo único que deben confiar es en su trabajo bien hecho”
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Una anécdota que hasta mueve a reír la escribió en un artículo publicado por el diario Reforma,
el controvertido escritor y diplomático mexicano Sealtiel Alatriste. En dicho artículo relata que
durante la época de muchos cambios en la geografía del continente africano, por la
independencia de algunos países, golpes de estado o por alguna otra razón, surgían
frecuentemente nuevos países. De ese diario le encomendaron la escritura de un artículo sobre
un nuevo país. Dado que se trataba de un hecho recientemente ocurrido y que en ese tiempo
no se contaba con todos los recursos ya mencionados, él quería referirse a dicho país señalando
su localización; es decir, si estaba en el norte, en el sur o dónde. Continúa con su relato diciendo
que recurrió a llamar a su madre, considerando que se trataba de una persona culta y bien
informada. Para su mala fortuna, su madre le responde que ignoraba la localización de esa
nación pero que iba a intentar investigar. Dada la urgencia en la entrega del artículo, el señor
Alatriste deduce que debe tratarse de un lugar sureño y así entrega su trabajo. Pasan dos días
y recibe una llamada de su madre que le comenta que ya le puede asegurar que ese país es del
sur de África. Sealtiel respira con alivio y le pregunta a su madre dónde obtuvo esa información.
Para su desencanto escucha que le dice “lo leí en el periódico”

Para terminar con estas reflexiones mencionaré de nuevo la importancia de mantenernos


atentos de analizar las fuentes de información. Matemáticamente hablando, existe una
diferencia entre los conceptos de sucesión y de serie. Sucesión es un conjunto ordenado
formado a partir de una función cuyo dominio es el conjunto de los números naturales. Serie es
una expresión de la forma 𝑎1 + 𝑎2 + 𝑎3 + ⋯ + 𝑎𝑛 + ⋯. Estas definiciones están tomadas del libro
de la maestra Leda Speziale, [3] mencionado en las referencias. El amable lector puede
constatar que si buscan en cualquier buscador “serie de Fibonacci” van a encontrar varios
lugares que así lo presentan y no se trata de una serie sino de una sucesión.

En fin, disfrutemos y aprovechemos los modernos recursos de información pero estemos atentos
en nuestras consultas y no ayudemos a difundir “fake news”
ÉRIK CASTAÑEDA DE ISLA PUGA
PROFESOR DE LA FACULTAD DE INGENIERÍA, UNAM
REFERENCIAS:
[1] La amenaza de Andrómeda. Michael Crichton. Editorial Bruguera. Barcelona, España.1978.
[2] Valor. Revista citybanamex. Fake news, así se convirtió internet en un paraíso del engaño.
Alejandro Maciel. Páginas 30-39. Número 51. Junio/julio 2018. México.
[3] Álgebra 1. Eduardo Solar González. Leda Speziale de Guzmán. Limusa Noriega Editores.
México 1985.
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Por razones de austeridad, el tiraje del Boletín se sigue manteniendo a la mitad de lo que se
acostumbraba.

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