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MATEMÁTICAS Y CULTURA

BOLETÍN
30.01.2015 No. 303

COORDINACIÓN DE MATEMÁTICAS

CULTURA CULTURA
LO ÚNICO PERMANENTE ES EL CAMBIO

Acaba de empezar un nuevo año, el 2015. Parece mentira, aún se recuerda todo el bullicio, las
predicciones buenas y malas, las advertencias por los errores informáticos, y un largo etcétera
por el advenimiento del año dos mil. Desde mucho tiempo antes este hecho fue motivo de
inspiración de canciones, poemas, obras de teatro o películas que describían todo lo que la
humanidad iba a experimentar cuando el futuro nos alcanzara y cambiáramos de siglo y de
milenio. Pues ya han transcurrido quince años después de esta tan esperada y algunas veces
temida fecha. Muchas de las predicciones no se cumplieron. Algunas de ellas sí llegaron. Otras
en forma parcial. En fin, que con esto se verifica que tiene una gran dificultad el poder imaginar
el porvenir. Por supuesto que lo que ahora menciono, para muchos de los miembros de nuestra
actual comunidad, resulta sólo una curiosidad pues para ese entonces su edad era muy pequeña
y ese enorme acontecimiento no era más que una plática entre adultos como cualquiera otra.

¿Cuánto ha cambiado el mundo desde entonces? ¿Cómo es ahora la Facultad en comparación


a como era en esas fechas? ¿Los estudiantes son iguales que antes o se tienen diferencias?

La respuesta a estas interrogantes y a muchas otras en este contexto es que en todos los
aspectos se han tenido cambios. De hecho, en todo instante se está cambiando. De allí el título
de estas reflexiones: lo único permanente es el cambio. Pero esto no es privativo a que llegó
un nuevo milenio y otro siglo, desde siempre todo está constantemente modificándose.
Imaginemos que un habitante de nuestro Planeta de la edad media llegara de alguna manera
extraña a unos años posteriores a la revolución industrial gestada en la Gran Bretaña. Todas
esas máquinas, que ahora vemos como auténticas antigüedades, serían para ese personaje
motivo de sorpresa y quizás de temor. Es posible que hasta creyera que se trataba de
intervenciones malignas, vaya “cosa del Diablo”.

No vayamos tan lejos, para quienes por nuestro arribo a este mundo nos permitió presenciar los
inicios de la televisión en nuestro México, nos parecía increíble que pudiéramos ver en el mismo
instante lo que sucedía en la avenida Chapultepec sentados cómodamente en la sala de nuestro
hogar. Y ya no digamos cuando en el año 1966 pudimos presenciar el gol que anotaba Enrique
Borja en Londres al equipo francés durante la Copa del Mundo de Fútbol. Claro que era en
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blanco y negro y se nos informaba que había un retraso en la señal de alrededor de 20 ó 25
segundos pero eso no importaba, podíamos emocionarnos con un juego que se escenificaba en
un lejano lugar del mundo casi instantáneamente.

En esos tan reconocidos y añorados años sesenta la Facultad de Ingeniería ya contaba con una
antigüedad considerable como escuela de ingeniería, desde sus inicios como Colegio de Minas
para luego convertirse en Escuela de Ingenieros y llegar a ser Facultad. También ya contaba
con una decena de años de haberse instalado en Ciudad Universitaria. Por supuesto que en los
comienzos de esa década solamente ocupaba lo que ahora coloquialmente e indebidamente se
conoce como “El Edificio Principal” Y digo indebidamente pues si fuera principal significaría que
los demás edificios actuales son secundarios. Es más, aún entre algunos existe la costumbre
de llamar a ese edificio denominado actualmente con la letra A como “La Facultad”, como si los
otros edificios no formaran parte de esta gloriosa Facultad de Ingeniería. Desde entonces a la
zona donde se ubica la División de Ciencias Básicas, en esa época, la Coodinación de Materias
Propedéuticas, se le llamó “El Anexo”. Así ha sobrevivido ese nombre aunque se ha querido
eliminar pues de nuevo parece como que se trata de una parte ajena a la Facultad; sin embargo,
hasta en los señalamientos de C.U. se informa “Anexo de Ingeniería”. En fin eso se refiere a los
cambios en las instalaciones, en lo que respecta a la actividad académica, por principio de
cuentas, los estudios eran anuales, el plan semestral se inició en el año 1968 de triste y trágica
memoria. La legislación establecía que un estudiante que reprobara tres veces la misma
asignatura o acumulara diez asignaturas reprobadas quedaría fuera de la UNAM. En esa época
sí era muy diferente reprobar a no presentarse pues la regla era un poco más “amable” si no se
presentaba el examen pues solamente si se acumulaba cuatro veces esta situación en una
asignatura se aplicaba la separación. En la actualidad la diferencia entre estas dos opciones es
únicamente estadística pues no influye en otros aspectos. Se piensa que no presentarse
otorgará una ventaja al estudiante en el momento de su reinscripción pero no es así.

Y hablando de las inscripciones, no me referiré al procedimiento actual pues es ampliamente


conocido pero si recordamos cómo era por esa época, por supuesto que no era por línea pues
eso no existía. Debíamos formarnos para que fuéramos atendidos; es decir, no conocíamos ni
existía un número de inscripción. Eso provocaba que fuera necesario formarse en la noche
anterior al inicio de las inscripciones y mantenerse formado durante toda la noche pues
frecuentemente se verificaba que estuviéramos presentes para conservar nuestro turno. Aun
así, no faltaban los abusivos de siempre que llegaban en la mañana intentando apoderarse de
un lugar. Esa situación provocaba, en ocasiones, gritos, desorden y hasta golpes.

Sobre las computadoras o más ampliamente sobre la tecnología, los estudiantes que debíamos
aprender a programar teníamos que registrarnos en el Centro de Cálculo de la UNAM, hoy
IIMAS. Se nos asignaba una clave y para llevar a la práctica los programas que se nos
encomendaban en clase, teníamos que apartar un lugar en dicho Centro para perforar nuestras
tarjetas con unas máquinas especiales similares a las máquinas de escribir que también existían
entonces. Dado que el Centro daba servicio a toda la UNAM, a veces nos tocaba el turno de las
dos y media a las tres de la mañana, por ejemplo, y era indispensable estar puntual pues a las
tres exactas nos levantaban para que quien tuviera el turno siguiente pudiera trabajar. El
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lenguaje que aprendíamos es el todavía vigente (increíble) FORTRAN. Es el viejo que se resiste
a morir. Los profesores para poder proyectar páginas de libros interesantes en el salón de
clases, utilizaban “proyectores de cuerpos opacos”. Se trataba de armatostes pesadísimos que
con un sistema de focos y espejos llevaban la imagen a la pantalla. Se tenía que tener extremo
cuidado pues se generaba una temperatura muy elevada y las hojas podían quemarse.

En los primeros años de la década de los setenta se empezó a brindar el servicio de asesoría,
del cual fue pionera la Facultad. Nunca antes se había tenido la oportunidad de que un profesor
orientara a los estudiantes recibiéndolos en un lugar específico

Un cambio muy notable en la Facultad se vivió en la segunda mitad de los setentas con el
advenimiento de nuevas carreras. Sobre todo con Ingeniería en Computación. La Facultad dejó
de ser “La Isla de los Hombres Solos”. La población femenina se incrementó considerablemente.

En cuanto a las calculadoras, los estudiantes de los sesentas teníamos como recurso en clase
o en los exámenes a la regla de cálculo. Además de su utilidad también nos servía como
distintivo en la calle para que se percataran que éramos orgullosamente miembros de la Facultad
de Ingeniería. Para los cálculos de topografía que requerían una mejor aproximación, la mayoría
de nosotros nos pasábamos horas enteras haciendo operaciones a mano, hasta que
lográbamos “cerrar” las poligonales con la precisión estipulada. Dichoso y privilegiado aquel que
en su casa o en la oficina de su Papá podía tener acceso a una calculadora. Éstas eran de
escritorio y solamente hacían las cuatro operaciones fundamentales: adición, sustracción,
multiplicación y división. Las primeras calculadoras portátiles llegaron a México por la primera
mitad de los años setenta. Pronto se incorporaron las calculadoras científicas. Ahora, además
de poder sumar, restar, multiplicar o dividir, ya era posible efectuar otras operaciones y hasta se
incluían las funciones trigonométricas, logaritmos y exponenciales. La inicial gran bomba
tecnológica se tuvo cuando arribaron las calculadoras programables. Recuerdo las primeras de
ellas. Tenían 25 pasos de programación pero si debía multiplicarse por , si se escribía 3.1416
como su valor, ya se consumían seis pasos pues cada una de las cifras y el punto mismo
contaban como pasos. Además, una vez que se apagaba la calculadora, el programa
desaparecía de su memoria; sin embargo, ya era un progreso formidable. De entonces para acá
podría decir que se aceleró este sorprendente avance imposible de seguir.

En lo que respecta a la labor docente también se han experimentado muchos cambios en la


Facultad. No tengo el dato preciso pero me parece que a principios de los setenta llegaron los
primeros intentos de incorporar profesionales de la pedagogía para apoyar a los profesores de
la Facultad. Lo que más tengo presente es que se formó un grupo de aspirantes a profesor para
que a lo largo de un semestre recibieran capacitación Algunos de los participantes aún prestan
sus servicios entre nosotros. Posteriormente fue creado el Centro de Servicios Educativos de la
Facultad de Ingeniería (CESEFI). Y relativamente reciente, una decena de años, el Centro de
Docencia “Ing. Gilberto Borja Navarrete”, nombre que se le dio en honor de un universitario
notable quien desinteresadamente donó una cantidad importante de dinero para las
instalaciones de este Centro. Es claro que con el advenimiento de tantos recursos informáticos
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y con tantos cambios en los últimos años, la enseñanza de la ingeniería tiene que modificarse.
La interrogante es cuánto. Aquí ha surgido una polémica que parece interminable. Los dos
extremos son por un lado quienes consideran que ningún recurso de este tipo debe ser
incorporado en su actividad docente. Uno de sus argumentos es que “ellos son excelentes
ingenieros” y nunca les enseñaron algo apoyándose en la tecnología puesto que ni existía. En
contraparte están aquellos que apoyan la idea que todo lo tradicional debe eliminarse por
obsoleto y anticuado y absolutamente toda le enseñanza debe ser con base en las nuevas
tecnologías. Mi opinión quizás está sesgada por mi formación profesional de ingeniero pero
pienso que la palabra clave es equilibrio. Para decirlo coloquialmente con un dicho muy
mexicano “Ni tanto que queme al santo ni tan poco que no lo alumbre”. Lo difícil es establecer
ese punto de equilibrio. De cualquier manera los cambios han sido espectaculares. Recuerdo
que por los años noventa un profesor me lucía con presunción un conjunto de acetatos que
contenían en su totalidad las notas del curso que impartía. Designaba al inicio del semestre a
los estudiantes que serían responsables de alistar el retroproyector para cada clase y él
únicamente se encargaba de proyectar las hojas correspondientes y de resolver dudas si se
presentaban. Me enteré que entre la comunidad estudiantil se le conocía como “El Mago de los
Sueños”. Y cómo no, su horario era vespertino casi llegando a nocturno. El cansancio del día,
la penumbra del salón necesaria para la exposición y la lectura de las notas inevitablemente
invitaban al sueño. Hace relativamente poco tiempo lo volví a encontrar y ahora sus notas las
tiene capturadas y las proyecciones son en Power Point. Por lo demás, sus estrategias docentes
no se han modificado.

¿Qué vendrá en el futuro? ¿Cómo seremos en la Facultad? No es sencillo imaginarlo, lo único


que podemos asegurar es que lo inalterable será que el mundo continuará cambiando
constantemente.
ÉRIK CASTAÑEDA DE ISLA PUGA
PROFESOR DE LA FACULTAD DE INGENIERÍA, UNAM

MATEMÁTICAS MATEMÁTICAS
ASÍNTOTAS OBLICUAS
(CONCLUSIÓN)

En el ejemplar anterior del Boletín se dedujo que las dos funciones en estudio tenían las mismas
asíntotas pero aunque se trataba de funciones racionales del mismo tipo, sus gráficas eran
sustancialmente diferentes y aquí se muestra la figura:
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En ambos casos se cumple

sin embargo, por ejemplo cuando , en el primer caso las diferencias son positivas y en el
segundo negativas, es decir, la curva se acerca a la recta por arriba y por abajo respectivamente.
Para averiguar los valores por los cuales la curva se acerca a la asíntota por arriba se resuelve

que para la primera función son

y para la segunda

lo cual concuerda con las gráficas.

De la misma forma, se puede averiguar que las asíntotas función


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son las mismas que en los dos casos anteriores (se sugiere al lector hacerlo), pero la gráfica de
esta última función es

Intuitivamente se puede pensar que las asíntotas oblicuas de una curva son las “rectas
tangentes a la curva en infinito” así que la su pendiente puede calcularse mediante

que para nuestra primera función sería

lo que concuerda con lo obtenido anteriormente (se sugiere al lector repetir lo anterior para las
otras dos funciones).
En número posterior de este Boletín se realizará un mayor estudio de las asíntotas.

JUAN AGUILAR PASCUAL


PROFESOR DE LA FACULTAD DE INGENIERÍA, UNAM

http://dcb.fi-c.unam.mx

erik2306@unam.mx

Por razones de austeridad, el tiraje del Boletín se sigue manteniendo a la mitad de lo que
se acostumbraba.

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