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JOAN NOGUÉ

Cátedra de Geografía y Pensamiento Territorial. Universidad de Girona


Director del Observatorio del Paisaje de Cataluña

Territorios sin discurso, paisajes sin imaginario.


Retos y dilemas

RESUMEN tains des défis principaux (conceptuels et méthodologiques) avec ces


que nous opposent: ceux-là de la globalisation, hybridation, éphémè-
El paisaje es cultura y, precisamente por eso, es algo vivo, diná-
ralité, lisibilité, invisibilité et représentation.
mico y en continua transformación. Ahora bien, hoy día determina-
dos paisajes están sometidos a unas transformaciones muy intensas,
bruscas y rápidas, lo que les conduce a una evidente degradación y ABSTRACT
banalización, sobre todo en términos de pérdida de sus valores patri-
Territories without discourse, landscapes without imaginary.
moniales y simbólicos tradicionales. Son a estos paisajes a los que el
Challenges and dilemmas.- Landscape is culture and this is why it is
artículo se referirá, planteando algunos de los principales retos con-
something alive, dynamic and in continuous transformation. Howe-
ceptuales y metodológicos con los que nos enfrentan, en concreto los
ver, nowadays certain landscapes are exposed to intense, sudden and
de la globalización, hibridación, efimeralidad, legibilidad, invisibili-
fast transformations, what leads them to an obvious degradation and
dad y representación.
trivialization, above all in terms of losing heritage and traditional
symbolic values. The article refers to these landscapes, suggesting so-
RÉSUMÉ me of the main conceptual and methodological challenges that they
face up to, specifically: globalization, hybridization, ephemerality, le-
Des territoires sans discours, des paysages sans imaginaire. Dé-
gibility, invisibility and representation.
fis et des dilemmes.- Paysage est culture et c'est pour cette raison que
c'est quelque chose vive, dynamique et dans une transformation con-
tinue. Cependant, maintenant il y a quelques paysages que sont sou- Palabras clave / Mots clé / Key words
mis à des transformations très intenses, brusques et rapides, que les
Paisaje, banalización, legibilidad, invisibilidad, representación.
conduise à une évidente dégradation et banalisation, surtout en termes
de perte de ses valeurs patrimoniaux et symboliques traditionaux. Paysage, banalisation, lisibilité, invisibilité, représentation.
C'est à ces paysages auxquels l'article se rapportera, en projetant cer- Landscape, trivialization, legibility, invisibility, representation.

L A INVESTIGACIÓN sobre el proceso de creación his-


tórica de los valores patrimoniales y simbólicos
que hoy reconocemos en muchos paisajes no sólo es
nística, sino también para una adecuada orientación de
las recientes políticas de protección, gestión y orde-
nación del paisaje que se están dando en el contexto
imprescindible, sino apasionante. Entender los factores europeo. Sin embargo, en el texto que sigue a conti-
que incidieron en este proceso y las modalidades del nuación voy a situarme en otro plano y en otra pers-
mismo se ha revelado como un conocimiento funda- pectiva. Me pregunto qué pasa con aquellos paisajes
mental no sólo en el ámbito de la investigación huma- que han perdido todo su valor simbólico y patrimonial.

Ería, 73-74 (2007), págs. 373-382


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¿Qué hacer, desde el punto de vista simbólico y patri- ciertamente, pero sí algunos de los más significativos.
monial, con los paisajes de los territorios fuertemente Vamos por el primero, el de la globalización.
transformados, de los territorios densos, rotos, sin va-
lores aparentes? Me refiero sobre todo, aunque no só-
lo, a los paisajes de los entornos urbanos y metropoli-
tanos sometidos a fuertes presiones urbanísticas y a los I
paisajes originados por el turismo de masas que se ini- EL PESO DE LA GLOBALIZACIÓN
cia en nuestro país a partir de la década de 1960, por El paisaje ha tenido y sigue teniendo un papel rele-
poner dos ejemplos. Estoy pensando, por tanto, en los vante en el proceso de formación, consolidación y man-
territorios y en los paisajes que han perdido o cambia- tenimiento de identidades territoriales (NOGUÉ, 2005
do radicalmente y en muy poco tiempo su discurso y y 2006). Esta afirmación no se aleja demasiado del
su imaginario. He ahí lo que yo he calificado de terri- mensaje de fondo que filtra la vieja trilogía paisaje-
torios sin discurso y de paisajes sin imaginario. cultura-región, tan presente en los estudios geográficos
La dispersión del espacio construido, la urbaniza- de finales del siglo XIX y principios del siglo XX. En la
ción diseminada sin pautas ni control, el crecimiento tradición geográfica vidaliana el paisaje es la fisonomía
urbanístico desvinculado de los asentamientos urbanos característica que nos revela una porción del espacio
tradicionales, la explosión de la ciudad (es decir, la concreta (una región) y la distingue de otras regiones.
metropolización del territorio), junto con la implan- Es en la región donde cristalizan las relaciones socie-
tación de infraestructuras de todo tipo (algunas de dad-naturaleza y ello otorga a la misma un carácter dis-
ellas muy pesadas, muy duras), han provocado en muy tintivo que la hará única e irrepetible y que se materiali-
poco tiempo una intensa fragmentación territorial y zará y visualizará a través del paisaje. Esta vieja trilogía
una radical transformación paisajística que ha cuestio- paisaje-cultura-región también se hará presente en la
nado en profundidad la identidad de muchos lugares; geografía norteamericana de la primera mitad del siglo
proceso agravado, dicho sea de paso, por una cierta XX, inspirada en la obra de Carl O. Sauer. Y, en el fon-
homogeneización y banalización urbanística y ar- do, también se manifiesta en la geografía fenomenoló-
quitectónica, sobre todo en los espacios suburbanos, gica de las décadas de 1970 y 1980. Las perspectivas
periféricos, de transición, en los que, efectivamente, es fenomenológicas en geografía, también en arquitectura:
inevitable detectar un punto de sordidez, de desorden en la obra, por ejemplo, de Christian NORBERG-SCHULZ
y de desconcierto. (1980) o de Christopher ALEXANDER (1979), profundi-
El diagnóstico es claro y las causas y las conse- zan en esta línea, salvando todas las distancias metodo-
cuencias conocidas, por lo que no incidiré más en ello. lógicas y contextuales que uno quiera. Geógrafos como
Voy a limitarme en las páginas que siguen a señalar David SEAMON (1993) o Edward RELPH (1976) buscan
los retos conceptuales y metodológicos que la situa- la esencia del paisaje, su supuesto carácter, también
ción descrita nos plantea, retos que, a mi entender, son (aunque no sólo) a través de la asociación paisaje-cultu-
nuevos, porque la situación también es nueva: nunca ra-región, expresada ahora con otros términos, como
habíamos sido capaces de consumir tanto territorio en los de paisaje-identidad-lugar.
tan pocos años (en el caso de la región metropolitana Ésta es, grosso modo, la tradición académica e inte-
de Barcelona, en treinta años se ha consumido tanto te- lectual que ha mantenido viva hasta hoy la firme con-
rritorio como en toda la historia precedente); nunca ha- vicción de que el paisaje ha tenido siempre un papel
bíamos transformado el territorio a la velocidad en que relevante en la formación, consolidación y manteni-
lo hemos hecho estos últimos decenios; nunca había- miento de identidades territoriales; tradición que ha te-
mos estado tan interconectados con el resto del mundo nido su correspondiente traducción, su contrapartida,
y, en consecuencia, nunca habíamos recibido y com- en algunos ámbitos intelectuales, e incluso políticos.
partido tantos elementos identitarios. He ahí, en defini- Ahora bien, ¿podemos seguir manteniendo aún hoy la
tiva, una situación nueva, que genera unos territorios y vieja trilogía paisaje-cultura-región en todos los rinco-
unos paisajes insólitos hasta el momento y que nos en- nes del territorio y en un contexto de globalización
frenta a nuevos retos conceptuales y metodológicos. acelerada como el que tenemos encima? Debemos pre-
Seis serán los retos que plantearé a continuación: los guntarnos seriamente si las dinámicas territoriales con-
de la globalización, hibridación, efimeralidad, legibili- temporáneas no ponen en duda y cuestionan el sentido
dad, invisibilidad y representación. No son los únicos, que hasta ahora habíamos dado a conceptos como lu-
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gar y, aún más, a asociaciones como identidad=lu- res, valga la redundancia, así como los valores tradicio-
gar=paisaje. Es lícito y necesario preguntarse cómo y nales de sus paisajes? He aquí el primer reto, en estre-
de qué manera, en un contexto de globalización galo- cha relación con otro: el de la hibridación.
pante, las interconexiones entre las fuerzas globales y
las particularidades locales alteran las relaciones entre
identidad, significado y lugar.
II
Efectivamente, hay que reconocer que los lugares DE LA NITIDEZ A LA HIBRIDACIÓN
(y sus paisajes) han recibido sin duda el impacto de las
telecomunicaciones, de la mayor velocidad de los sis- No hay duda de que la estructura y la morfología de
temas de transporte, de la mundialización de los mer- muchos de los paisajes del país han cambiado radical-
cados, de la estandarización de las modas, de los pro- mente a lo largo de estos últimos años. Hasta hace muy
ductos, de los hábitos de consumo. La identidad de los pocas décadas, los distintos usos del suelo tenían unos
lugares tradicionales, basada en una «cultura territoria- límites relativamente nítidos: sin ir más lejos, se podía
lizada», en un paisaje identitario, se ha visto, en efecto, percibir sin demasiada dificultad dónde terminaba la
trastocada, pero no aniquilada. Con esto quiero decir ciudad y dónde empezaba el campo. Los núcleos urba-
que los lugares (y sus paisajes) no han desaparecido, a nos se presentaban compactos. A su alrededor, el es-
diferencia de lo que creen Marc Augé y otros. Han pacio agrícola ocupaba las tierras fértiles tanto de la
aparecido «no-lugares» (AUGÉ, 1998), pero no se ha llanura más inmediata como de las vertientes de las
perdido el sentido de lugar. A pesar de la creciente ho- montañas más cercanas, donde se conseguía ampliar la
mogeneidad de la producción cultural internacional, superficie cultivable a partir de bancales y muros. En
aún hay muchos y distintos espacios que expresan sen- nuestras latitudes mediterráneas la zonificación rural,
timientos de comunidad, sentimientos de identidad, en bastante compacta, era clara y consistía, partiendo de
definitiva. Las ideas y las imágenes producidas y co- forma bastante concéntrica de los pueblos o de las ca-
mercializadas globalmente son percibidas y utilizadas sas de campo, en una zona de huerta, una zona de seca-
de manera diferente por los seres humanos en diferen- no con cereales, vid y olivos, una zona de prados y de
tes puntos del planeta y al mismo tiempo. No sabemos matorrales donde se practicaba el pastoreo extensivo y,
exactamente porqué esto es así, pero lo cierto es que finalmente, una zona forestal, el bosque propiamente
los seres humanos siguen creando lugares en el espacio dicho.
y los siguen impregnando de significados: las socieda- En la actualidad, la estructura y morfología del pai-
des contemporáneas, a pesar de todo, redescubren, rei- saje de la mayor parte del territorio (también el rural,
vindican, reinventan lugares y paisajes. aunque menos) se caracteriza por una alta fragmenta-
Se hace difícil entender los nuevos territorios, los ción. La zonificación característica del paisaje tradi-
paisajes sometidos a intensas transformaciones a los cional se ha transformado radicalmente y ha derivado
que hace referencia este artículo, si no entendemos an- hacia una gran dispersión de usos y de cubiertas del
tes cómo se han visto afectados por los actuales proce- suelo. La antigua zonificación se ha difuminado, se ha
sos de globalización, en el marco de la inesperada e im- perdido la claridad en la delimitación zonal, la compa-
prevista tensión dialéctica entre lo local y lo global. cidad se ha roto y ha terminado por imponerse un pai-
Entender la globalización desde un punto de vista terri- saje mucho más complejo, un paisaje de transición, un
torial implica entender que los lugares siguen siendo paisaje híbrido, cuya lógica discursiva es de más difícil
lugares, pero no de la misma manera. Éste es el gran aprehensión, hasta el punto de que nos obliga a pregun-
reto que nos plantea la globalización en cualquier parte, tarnos a menudo si el genius loci correspondiente no ha
pero muy especialmente en aquellos territorios que es- huido de él; si no habremos cambiado realmente de lu-
tán reformulando su discurso territorial y su imaginario gar, de país, parafraseando la excelente obra de David
paisajístico. Los modelos de urbanización, las tipolo- LOWENTHAL (1998), The Past is a Foreign Country. De
gías constructivas, los patrones de ocupación del suelo, hecho, cuando se observan con detenimiento los foto-
la estética de estos territorios fuertemente transforma- gramas del famoso «vuelo americano» de 1956, uno
dos, de estos territorios densos y sin valores aparentes, tiene realmente la sensación de estar contemplando
se entienden mucho mejor en el marco de la globaliza- otro territorio, de habernos equivocado de país.
ción. Pero, ¿hasta qué punto esta globalización ha afec- Sea como fuere, he aquí el reto de la hibridación,
tado y transformado el sentido del lugar de estos luga- siempre presente en los paisajes de frontera difusa, co-
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mo son los paisajes de mutación intensa, los paisajes dicas. Por otra parte, la reestructuración de la produc-
de la dispersión, los sprawlscapes, paisajes que ocupan ción, en todos sus ámbitos, ha generado nuevas formas
amplias extensiones de territorio en forma de manchas de trabajo que remiten a lo efímero, lo temporal, lo no
de aceite y que transmiten una nueva concepción del duradero. Se acentúa, en definitiva, la volatilidad y la
espacio y del tiempo. La hibridación propia de las efimeralidad de las modas, de los productos, de las téc-
fronteras territoriales, de los paisajes periféricos a los nicas, de los procesos laborales, pero también de las
cuales aquí hacemos referencia nos obliga a preguntar- ideas, de las ideologías, de los valores, de los símbolos.
nos si podemos seguir concibiendo el lugar como una Se enfatizan las virtudes de la instantaneidad, de la ob-
categoría geográfica (y ontológica) «pura», en el senti- solescencia instantánea. La espacialidad de la efime-
do de contener una supuesta y exclusiva homogenei- ralidad y de la fugacidad se está escribiendo continua-
dad y coherencia internas. ¿La hibridación puede ge- mente y nosotros mismos formamos parte de ella.
nerar lugares? Es probable que, hace medio siglo, la La efimeralidad es una categoría que afecta al con-
respuesta hubiera sido negativa. La tradición académi- junto de espacios contemporáneos, pero muy espe-
ca hegemónica en aquel momento (y en determinados cialmente a los urbanos y, en ellos, sobre todo a los
círculos aún hoy) no habría contemplado esta posibili- periféricos. En efecto, emergen en la ciudad nuevas
dad. Pero es que probablemente la pregunta no se hu- geografías basadas en la efimeralidad (y también en la
biera planteado, no hubiera tenido sentido. Tampoco fugacidad) estructuradas en forma de redes espaciales
nos hubiéramos preguntado hace medio siglo si los lu- extraordinariamente dinámicas y variadas que pocas
gares pueden ser móviles, o si los lugares (y especial- veces tenemos en cuenta. He aquí, por ejemplo, las
mente los paisajes) pueden ser virtuales, y ahora nos lo geografías de los «pizzeros» y de sus recorridos urba-
preguntamos. nos; las geografías de la noche (las del lumpen, las de
Segundo reto, por tanto: la hibridación. Es realmen- las actividades ilegales que precisan de la nocturni-
te un reto entender la lógica de esta hibridación, hasta dad); las geografías de la sexualidad y sus correspon-
qué punto afecta, altera o genera lugar y hasta qué pun- dientes cartografías del deseo (los puntos de prostitu-
to han desaparecido de sus paisajes los valores tradi- ción en zonas públicas, los contactos sexuales fortuitos
cionales. Sea cual sea la respuesta, el hecho es que la en lugares no definidos); las geografías de los mendi-
hibridación incrementa la sensación de efimeralidad, el gos y vagabundos, de los músicos de calle, de los ven-
tercer reto que plantean los paisajes aquí analizados y dedores y de los mercados ambulantes no autorizados;
al que haré referencia a continuación. las geografías de las tribus urbanas, que a menudo de-
limitan sus territorios a través de tags y graffitti; en de-
finitiva, un sinfín de redes espaciales que configuran
otras geografías, a veces incluso con un cierto carácter
III disidente y alternativo y casi siempre heterodoxas, des-
EL RETO DE LA EFIMERALIDAD conocidas y vistas con recelo, por su carácter trasgre-
¿Qué podemos decir sobre la efimeralidad de nues- sor, nómada, de muy difícil localización y delimitación
tras sociedades que no hayan dicho ya filósofos como geográficas y, precisamente por ello, fuera de control.
Ilya Prigogine o sociólogos como Zygmunt Bauman? El saber geográfico ha proporcionado siempre al poder
BAUMAN (2003) califica el mundo actual de «líquido», una información espacial de carácter durable, cartesia-
en el sentido de que todos los ámbitos y rincones de la no, que le ha permitido controlar y gestionar el terri-
vida actual estarían sometidos a un proceso de licue- torio con probada eficacia. Pero este mismo saber
facción, inclusive los vínculos humanos. La geografía geográfico demuestra tener serias dificultades para
como disciplina no ha podido escapar a este proceso, describir y analizar lo nómada, lo efímero, lo fugaz…
ya que el concepto de espacio, que era su objeto más y el poder otras tantas para controlarlo y gestionarlo.
sólido, aferrado a la realidad del mundo físico frente a El tiempo efímero ha penetrado también profunda-
la volatilidad más tradicional del tiempo, también se ha mente en la vida de los espacios urbanos turísticos (a
vuelto, de alguna forma, más «líquido» (H IERNAUX , los que pocas veces podemos calificar de ciudad),
2006). Nuevos procesos están impactando las ciudades creando nuevos paisajes basados en la efimeralidad y
y estos procesos están marcados por la movilidad, la en la fugacidad y complicando muchísimo, junto con
fluidez, la falta de estabilidad y el imperio de lo efíme- la hibridación, su legibilidad, el cuarto reto que quería
ro, sobre todo entre sus manifestaciones estéticas y lú- plantear en este artículo.
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IV orbitales, todos ellos potentes ejes viarios imprescindi-


UNA COMPLEJA LEGIBILIDAD bles para que el nuevo sistema urbano funcione esqui-
vando la continua amenaza del colapso. Estos espacios
La legibilidad semiótica de los paisajes contempo- yermos entre autopistas han servido en muchas ocasio-
ráneos sometidos a intensas transformaciones es com- nes de escenarios más bien tenebrosos y fúnebres para
pleja. No es nada fácil la descodificación de sus sím- el cine de acción y la novela negra. Son el decorado
bolos. La legibilidad de estos nuevos paisajes es más preferido, por ejemplo, de James Graham B ALLARD
complicada que la propia del paisaje urbano compacto, (2000 y 2002), uno de los escritores que más y mejor
aquella que aprendimos de la semiología urbana. En su partido ha sacado de los mismos. Novelas como Crash
ya clásico tratado sobre la imagen de la ciudad, Kevin y La isla del cemento, publicadas en su versión origi-
LYNCH (1960) resaltaba cinco categorías esenciales pa- nal en 1971 y 1973, respectivamente, con acentuadas
ra la lectura del paisaje urbano convencional: señales, dosis de erotismo y violencia, y sirviéndose del auto-
nodos, senderos, umbrales y áreas homogéneas. ¿Qué móvil como metáfora sexual y también como metáfora
categorías, qué claves interpretativas permitirían leer global de la vida del individuo en la sociedad contem-
hoy el paisaje de la dispersión, el sprawlscape? Segura- poránea, son un verdadero canto a uno de los paisajes
mente existen, y más pensadas para ser leídas en coche más desolados e inhóspitos de nuestros entornos me-
que no a pie, pero son, sin duda, más efímeras que las tropolitanos.
propuestas por Kevin Lynch, y de más difícil legibili- Los territorios parecen no poseer discurso y los pai-
dad. No es fácil integrar en una lógica discursiva clara sajes imaginario cuando su legibilidad se vuelve extre-
y comprensible los territorios fracturados y desdibuja- madamente compleja, tan compleja que se acerca a la
dos de los paisajes de frontera, paisajes que a veces pa- invisibilidad, el quinto reto anunciado.
recen itinerantes, nómadas, porque son repetitivos, por-
que son los mismos en todas partes. Son los paisajes
que alternan sin solución de continuidad adosados, te-
rrenos intersticiales yermos y abandonados, polígonos V
industriales o simulacros de polígonos industriales, vi- ¿CÓMO HACER VISIBLE LO INVISIBLE?
viendas dispersas, edificaciones efímeras, vertederos Nuestras geografías cotidianas están llenas de pai-
incontrolados, cementerios de coches, almacenes pre- sajes incógnitos y de territorios ocultos, en buena me-
carios, viveros, paredes medianeras dejadas de la mano dida debido a su compleja legibilidad. Cuando no en-
de Dios, líneas de alta tensión, antenas de telefonía mó- tendemos un paisaje, no lo vemos: lo miramos, pero no
vil, carteles publicitarios (o sus restos), descampados lo vemos. Por eso, aunque no seamos conscientes de
intermitentes…, en fin, un desorden general, que gene- ello, aunque no los veamos ni los miremos, lo cierto es
ra en el ciudadano una desagradable sensación de con- que nos movemos cotidianamente entre paisajes incóg-
fusión, de insensibilidad, de desconcierto. nitos y territorios ocultos, entre geografías invisibles
¿Cómo debemos interpretar estos paisajes? ¿Tienen sólo en apariencia. Las geografías de la invisibilidad
valores? ¿Si no es así, es posible dotarles de valores? (aquellas geografías que están sin estar) marcan nues-
¿Cómo leer estos paisajes, muchos de ellos vacíos, de- tras coordenadas espaciales y temporales, nuestros es-
socupados, aparentemente libres, que parecen tierra de pacios existenciales, puede que no más, pero sí tanto
nadie, territorios sin rumbo ni personalidad aparentes? como las geografías cartesianas, visibles y cartografia-
Son espacios indeterminados, de límites imprecisos, de bles propias de las lógicas territoriales hegemónicas.
usos inciertos, expectantes, en ocasiones una mezcla Muchos de estos paisajes híbridos, periféricos y de
entre lo que han dejado de ser y lo que no se sabe si frontera de los que hablamos se corresponden con es-
serán. Muchos de ellos son terrains vagues, enigmáti- pacios marginales, tanto desde el punto de vista geo-
cos lugares que parecen condenados a un exilio desde gráfico como social. Se trata de las zonas inseguras,
el que contemplan, impasibles, los dinámicos circuitos indeseables, desagradables, fácilmente sorteables y es-
de producción y de consumo de los que han sido apar- camoteables a la mirada y que todos conocemos. Son
tados y a los que algunos (no todos) volverán algún los territorios de la ciudad oculta, que sólo entrarán en
día. Estos espacios intersticiales invisibles, opacos y escena cuando, por diferentes razones, el espacio que
abandonados se multiplican en las periferias urbanas, ocupan se convierta en deseable, bien por procesos de
entre y a los lados de autopistas, autovías y cinturones aburguesamiento (gentrification), bien por otras vías.
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Vemos los paisajes que «deseamos» ver, es decir aque- representación, el último reto que quería plantear en
llos que no cuestionan nuestra idea de paisaje, cons- este artículo y y en el que más me extenderé.
truida socialmente (NOGUÉ, 2007). Dicho de otra for-
ma: buscamos en el paisaje aquellos modelos, aquellos
patrones que se ajustan a los que tenemos en nuestro
inconsciente colectivo, o que más se aproximan a VI
ellos. Y por eso estos paisajes periféricos y fuertemen- LA REALIDAD Y SU REPRESENTACIÓN
te transformados son invisibles a los ojos de determi- Empezaré con un ejemplo anecdótico, pero no por
nados grupos y sectores sociales. ello menos significativo: la proliferación, en los últi-
Definitivamente, las geografías de la invisibilidad y mos tiempos y en las principales vías de entrada de
sus correspondientes paisajes ocultos están aún por des- muchos pueblos y ciudades, de enormes carteles publi-
cribir, por interpretar. Y es posible hacerlo en el marco citarios en los que se anuncia, ni más ni menos, que la
de una ontología de lo visible ya anunciada en su día propia localidad a través de una fotografía de la misma.
por Maurice MERLEAU-PONTY (1975) y basada en el Se trata de una fotografía de dimensiones colosales en
convencimiento de que lo no visible está completamen- la que se muestra la imagen más típica y estereotipada
te entrelazado con lo visible; pero no como un simple de la ciudad o el pueblo en cuestión. Lo curioso del ca-
hueco en la malla de lo visible, sino como la base que so es que estos paneles informativos suelen estar em-
lo sustenta. Se establece entre los dos la misma relación plazados de tal manera que se percibe, a la vez, el pai-
que entre la luz y la oscuridad, que entre el blanco y el saje real y el representado, el original y la copia, hasta
negro (como decía Paul Valéry, accedemos a la secreta el punto de que uno no sabe muy bien qué mirar pri-
negrura de la leche a través de su blancura). Una onto- mero ni cómo mirarlo, puesto que las dos imágenes (la
logía reforzada por las aportaciones de la Gestalt y de real y su correspondiente representación) son la misma,
todas las teorías de la percepción, que inciden una y al menos aparentemente. Me pregunto qué sentido tie-
otra vez en que la realidad está constituida, a la vez, por ne esta estrategia comercial y turística de los lugares y
presencias y ausencias, por elementos que se manifies- de sus paisajes basada en la reiteración, en la redun-
tan y otros que se esconden, pero que siguen estando dancia comunicativa, en un obvio juego de espejos en-
allí. En otras palabras: la realidad no es sólo lo que se tre realidad y ficción.
ve. Lo visible no puede identificarse con lo real, y vice- Desde mi punto de vista estos carteles son una
versa. Nada mejor que el paisaje para aplicar una onto- muestra más de que, efectivamente, nos hallamos ya de
logía de lo visible, porque el paisaje es, a la vez, una lleno en una sociedad de la visualización inducida, en
realidad física y la representación que culturalmente la que la construcción de imágenes y, por descontado,
nos hacemos de ella; la fisonomía externa y visible de de paisajes, ha triunfado. Las imágenes del paisaje son
una determinada porción de la superficie terrestre y la tan extraordinariamente cotidianas en nuestro universo
percepción individual y social que genera; un tangible visual que han llegado a orientar nuestra percepción de
geográfico y su interpretación intangible. Es, a la vez, la realidad. Y así, hoy día, en el proceso de apreciación
el significante y el significado, el continente y el conte- estética del paisaje, lo que se sabe (la información vi-
nido, la realidad y la ficción. sual sobre el paisaje) condiciona y cuestiona lo que se
En el caso de los territorios que han perdido o que experimenta (la propia vivencia del paisaje). La mayo-
están cambiando su discurso, debemos conseguir pene- ría de la gente califica como bello un paisaje cuando
trar en lo invisible a través de lo visible; hacer visible puede reconocer en él un antecedente avalado mediáti-
aquello que miramos, pero no vemos. ¿Cuál es la llave camente y, de hecho, el éxito o el fracaso de la expe-
para aprender a mirar lo que no se ve, para convertirse riencia turística, por poner sólo un ejemplo, dependerá,
en una especie de zahorí del paisaje? Hay que ganar la en buena medida, del nivel de adecuación de los paisa-
batalla de la invisibilidad, profesionalmente y social- jes contemplados «en directo» a aquellas imágenes de
mente. Y es muy probable que ganemos esta batalla a los mismos que previamente se nos indujo a visitar y a
través de la representación. Como afirmábamos hace conocer desde una revista, un documental de televisión
un momento, vemos los paisajes que «deseamos» ver, o una agencia de viajes.
aquéllos que no cuestionan nuestra idea de paisaje, He ahí la definitiva mercantilización de los lugares
construida socialmente; aquéllos que no cuestionan los y de sus paisajes, tan propia de las sociedades y de las
arquetipos paisajísticos predominantes. Es el reto de la economías postmodernas y postindustriales. Una de las
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paradojas fundamentales de la postmodernidad (en el complejo: los arquetipos paisajísticos. Parece demos-
marco de la crisis de la autenticidad) es la clara dife- trado que, a menudo, la contemplación del paisaje real
renciación entre la realidad y su representación y la co- contemporáneo está teñida de un paisaje arquetípico
rrespondiente celebración de la inautenticidad, algo transmitido de generación en generación a través de
muy en línea con la filosofía que inspira los parques te- múltiples vías y caminos (pintura de paisaje, fotografía,
máticos. En su novela Inglaterra, Inglaterra, Julian escuela, medios de comunicación). La falta de legibili-
Barnes (1999) desarrolla con lucidez esta tensión entre dad y la pérdida del imaginario paisajístico de muchos
lo auténtico y lo simulado, entre el original y la copia, paisajes contemporáneos tiene mucho que ver, de he-
sirviéndose para ello de un parque temático. cho, con lo que podríamos calificar de «crisis de repre-
Más allá de los parques temáticos propiamente di- sentación», es decir el abismo cada vez mayor entre el
chos, parece claro que vamos camino de la tema- paisaje arquetípico transmitido de generación en gene-
tización del conjunto del paisaje y es desde esta pers- ración y el paisaje real, cada vez más homogéneo y ba-
pectiva desde la que quizá se interpreten mejor los nal, sobre todo en las periferias urbanas y en las áreas
mencionados carteles. Se nos enseña lo que ya podría- turísticas. Este paisaje arquetípico se habría generado
mos ver por nosotros mismos no por puro citymarke- en el marco de un proceso de «socialización» del paisa-
ting barato, ni porque seamos idiotas, sino porque, de je que tendría lugar en un momento determinado de la
acuerdo con lo dicho hace un momento, el paisaje real, historia y que sería impulsado por una élite cultural, li-
para adquirir más relevancia, deber ser «mediatizado»; teraria y artística procedente de un determinado grupo
debe pasar por el poderoso filtro de la imagen, a ser po- social, que elaboraría una metáfora y la difundiría al
sible estereotipada (y, aún mejor, arquetípica). El con- conjunto de la sociedad.
sumo de los lugares no es completo si antes no hemos Está por ver, claro está, si la imagen seleccionada
consumido visualmente sus imágenes, como ya desa- era la mayoritaria y cuáles se dejaron de lado, porque
rrolló en su día John URRY (1990) al explorar a fondo debemos admitir que todas ellas, en tanto que represen-
lo que él denominaba la «mirada turística», en el marco taciones sociales del paisaje, tienen (tenían) la misma
de una sugerente semiótica de la imagen visual. Sucede legitimidad social. Sea como fuere, lo cierto es que se
con el paisaje algo parecido a lo que, en relación con la produce una socialización de un paisaje arquetípico que
fotografía, ya avanzó en su momento Walter Benjamin nos ha llegado hasta hoy a través de diversas imágenes
y que más tarde desarrolló Kenneth GERGEN en El yo que han creado un imaginario colectivo, compartido y
saturado (1992): socialmente aceptado. El arquetipo paisajístico inglés,
«La cuestión no es saber si las relaciones entabladas a través por ejemplo, sigue siendo muy potente y, en él, el pasa-
de los medios se aproximan en su significación a las normales, do tiene un peso enorme. Es conocida la habilidad típi-
sino más bien si las relaciones normales pueden aproximarse a camente inglesa para saber mirar el paisaje a través de
los poderes del artificio. (…) Las vacaciones dejan de ser reales sus asociaciones con el pasado y para evaluar los lu-
si no las hemos filmado; las bodas se convierten en aconteci-
mientos preparados para la cámara fotográfica y el vídeo; los afi-
gares en función de sus conexiones con la historia. Un
cionados al deporte prefieren ver los encuentros por la televisión paisaje bucólico, pintoresco, ordenado, humanizado,
en lugar de acudir al estadio, ya que lo que ven en la pantalla les verde y con bosques caducifolios conforma el ideal de
parece más próximo a la realidad. Recurrimos cada vez más a los belleza paisajística para la mayoría de los ingleses. El
medios, y no a nuestra percepción sensorial, para que nos digan paisaje es aquí concebido casi como una vieja antigüe-
lo que pasa» (pág. 85).
dad. David MATLESS (1998), en su libro Landscape and
El paisaje real se ve substituido cada vez más por Englishness, va más allá y muestra cómo el paisaje típi-
su imagen, por su simulacro mediático, olvidando que camente inglés es un elemento fundamental de la «an-
los paisajes, en palabras de Eduardo Martínez de Pi- glicidad», es decir la esencia de lo inglés. En Francia,
són, son rostros que revelan formas territoriales y que Yves L UGINBHUL (1989), Augustin B ERQUE (1990 y
su verdadera aprehensión precisa de una sensibilidad 1995), Alain ROGER (1997) y sobre todo Pierre NORA
vivencial y cultural que se genera con mucha más faci- (1984) en el libro colectivo Les Lieux de mémoire, en-
lidad a través de la auténtica percepción sensorial inte- tre muchos otros y cada uno a su manera, también
gral, sólo posible mediante el contacto directo entre el apuntan en la misma dirección.
individuo y su entorno. En Cataluña, los estudiosos del modernismo y del
El caso expuesto a modo de ejemplo de estos carte- denominado noucentisme, han llegado a la misma
les publicitarios nos remite a algo mucho más serio y constatación (MARFANY, 1995). Entre finales del siglo
380 E R Í A

XIX y el primer tercio del siglo XX se establecieron suizo, que se convirtió en eslogan turístico y que, curio-
las bases del pensamiento catalanista contemporáneo. samente, se aplicó a diferentes valles y comarcas (RO-
Estas bases se caracterizan, entre otros aspectos, por MA, 2000). El valle de Camprodon era la «Suiza de los
contener dos raíces hasta cierto punto contradictorias, barceloneses» en palabras de Carles Bosch de la Trin-
también en términos paisajísticos: la del modernismo y xeria, pero Víctor Balaguer la aplicó a la Cerdaña, Jo-
la del noucentisme. La primera responderá a los cáno- sep Pleyan de Porta la utilizó para describir el Valle de
nes del nacionalismo romántico de inspiración germá- Aran, Dolors Moncerdà de Macià se sirvió de la misma
nica; la segunda, a un nacionalismo clasicista lleno de imagen para cantar la belleza del lago de Banyoles y,
referencias a la mediterraneidad y de apariencia más cí- en 1908, mosén Gelabert irá más allá y titulará su cono-
vica y de acción. Las dos perspectivas han tenido una cido itinerario turístico por la comarca de Olot Guia
notable difusión e incidencia desde un punto de vista il·lustrada d'Olot y ses valls. La petita Suissa Catalana.
territorial y paisajístico, aunque demasiado a menudo Los paisajes de referencia que se desprenden del ar-
esta dimensión pase desapercibida. Grosso modo, el quetipo paisajístico mayoritario siguen hoy marcando
modernismo y el noucentisme generaron los dos arque- la pauta, aunque es cierto que algunas acertadas deci-
tipos paisajísticos con los que Cataluña ha convivido a siones tomadas en el ámbito de las políticas territoria-
lo largo del último siglo: el de la Cataluña verde, hú- les y ambientales y también de las estrategias turísticas
meda, pirenaica, de montaña, impulsado por la Renai- han dado su fruto y han permitido incorporar al club de
xença y recogido en buena parte por el modernismo, y los paisajes de referencia estereotipados algunos paisa-
el de la Cataluña mediterránea, marítima, soleada e jes inexistentes hace solamente treinta años. Me refie-
intensamente humanizada generado por el noucentis- ro, por ejemplo, a los paisajes de los humedales (los del
me. Dos arquetipos que se han ido alternando, en algu- Ampurdán y los del Delta del Ebro) o los de la viña
nas ocasiones complementándose y en otras excluyén- (pensemos en la Ruta del Císter y en el Priorato), por
dose. ¿Cuál ha sido el arquetipo predominante? ¿Cuál no hablar de algunos otros ejemplos geográficamente
de los dos discursos paisajísticos ha sido el preferido? más limitados, como el paisaje volcánico de la Garro-
Desde mi punto de vista y si nos situamos en el registro txa, prácticamente olvidado hasta hace tres décadas. La
estrictamente ideológico y político, el primero; hege- famosa escuela de pintura paisajística de Olot no refle-
mónico, creo, aún hoy, porque, de hecho, la recupera- jó de una manera evidente y explícita la dimensión vol-
ción de las instituciones democráticas catalanas a partir cánica de la zona, mientras que ahora es la que atrae a
de 1978 significó no tanto una renovación del discurso los visitantes y la que da sentido y coherencia al primer
ideológico identitario de carácter territorial y paisajísti- parque natural que se declaró en la Cataluña democráti-
co, como una recuperación de aquellas bases generadas ca, el de la zona volcánica. Así, pues, los paisajes de
siete décadas antes y, más concretamente, el enalteci- referencia se han ampliado, incorporando incluso algu-
miento del paisaje arquetípico de la montaña y, por ex- nos núcleos urbanos, como el casco antiguo de Girona,
tensión, de la Cataluña vieja, y en términos de patrimo- entre otros. Eso es cierto y bueno, porque muestra que
nio arquitectónico una absoluta predilección por el arte disponemos de un imaginario colectivo aún relativa-
románico y el gótico y un casi desprecio por el barroco mente permeable, pero no resuelve el reto que tenemos
y el neoclasicismo. delante y que planteaba hace un momento: el abismo
Me atrevería a afirmar, además, que la preeminen- entre el paisaje representado y el paisaje real y la inca-
cia del arquetipo paisajístico ya mencionado ha tenido pacidad de generar nuevos paisajes con los que la gente
efectos geopolíticos internos indeseables, al infravalo- se pueda identificar; nuevos paisajes de referencia, en
rar el paisaje de la Cataluña no asociada al patriotismo, definitiva.
la que no fue escenario de las gestas medievales ni de
sus mitos épicos: la Cataluña seca, los territorios del sur
del país. Se quejaba a menudo de ello el geógrafo Josep
VII
Iglésies, un hombre del sur, al constatar que ni las guías
A MODO DE CONCLUSIÓN
del Centro Excursionista de Cataluña dedicaban la aten-
ción debida a la zona, en contraste con una Cataluña ¿Y qué ocurre en este punto, entrando ya en las
vieja muy bien representada desde este punto de vista. consideraciones finales, en relación con aquellos paisa-
Una Cataluña vieja (sobre todo la pirenaica y prepire- jes que han sufrido intensas y bruscas transformacio-
naica) en la que encajaba bien el estereotipo paisajístico nes, como ya hemos comentado hace un momento?
TERRITORIOS SIN DISCURSO, PAISAJES SIN IMAGINARIO. RETOS Y DILEMAS 381

Sencillamente, en ellos el abismo entre realidad y re- menos conocemos sus consecuencias. Responde, como
presentación crece mucho más y la crisis de represen- es obvio, a las dinámicas propias del capitalismo inmo-
tación del paisaje arquetípico al que estábamos acos- biliario que llevamos demasiado tiempo sufriendo y
tumbrados y que ya no se corresponde con la realidad, que, por sorprendente que pueda parecer, ha recibido el
se hace aún mayor. Si eso es así, debemos admitir que aval intelectual de algunos artistas, arquitectos y urba-
tenemos un gran desafío, por no decir un problema: el nistas envueltos en una supuesta pátina de modernidad,
de ser capaces de dotar de nueva identidad a estos nue- alejada de cualquier compromiso social.
vos paisajes o, lo que es lo mismo, el de generar nue- b) La vía que plantea, pura y simplemente, eliminar
vos paisajes con los que la sociedad pueda identificar- del imaginario colectivo los arquetipos paisajísticos,
se. Algunos nuevos paisajes deben poder ser objeto de los paisajes tradicionales de referencia, que aún tene-
representación social si queremos resolver esta fractura mos y que nos vienen de lejos. Hay quien defiende
actualmente existente entre el paisaje real y el paisaje abiertamente esta opción como única vía para resolver
representado. de una vez esta crisis de representación, pensando que,
Hasta ahora, y más allá de los núcleos urbanos eliminando el referente, eliminada la representación y,
compactos, no hemos sido capaces de dotar de identi- por lo tanto, eliminado el problema. Esta vía, además
dad (la que sea) a unos paisajes caracterizados en su de innecesaria, no resuelve el problema.
mayor parte por su mediocridad y banalidad. Nos he- c) La vía de la intervención pensada y participada,
mos atrevido a proponer intervenciones paisajísticas socialmente consensuada. Ésta es, desde mi punto de
que no han ido mucho más allá de la pura jardinería, vista, la única capaz de revisar (que no aniquilar) los
porque no estaban soportadas por un nuevo discurso te- paisajes tradicionales de referencia, ampliando su aba-
rritorial y, por lo tanto, no nos hemos atrevido a expe- nico e introduciendo elementos identitarios que nos han
rimentar nuevos usos y cánones estéticos. Puede que llegado por la vía de la globalización y que se pueden
haya faltado imaginación, creatividad y sentido del lu- fusionar perfectamente con los autóctonos. Ésta es la
gar, pero lo cierto es que no hemos sido capaces de ge- única manera de generar nuevos paisajes con los que la
nerar nuevos paisajes con los que la gente pueda identi- sociedad pueda identificarse; la única manera de en-
ficarse, nuevos paisajes de referencia; no hemos sido contrar nuevos paisajes que puedan ser objeto de repre-
capaces de reinventar una dramaturgia del paisaje, en sentación social; la única manera, en definitiva, de su-
palabras de Paul Virilio. Existe, sin duda, una clara perar esta fractura actualmente existente entre paisaje
sensación de divorcio, de disociación entre paisaje real real y paisaje representado y de dotar de nuevos valores
y paisaje representado, lo que sugiere la necesidad de al primero.
hacer algo al respeto, sobre todo en estos paisajes tan No deberíamos resignarnos a la emergencia de más
fracturados y banalizados a los que aquí hemos aludi- territorios sin discurso y de más paisajes sin imagina-
do. Mi impresión personal es que en estos momentos rio. La valoración patrimonial y simbólica del paisaje
hay sobre la mesa tres vías, tres opiniones al respecto, no debería referirse sólo al pasado, aunque sea en el pa-
tres alternativas, que se traducen también en tres actitu- sado cuando se elaboran y generan muchos de los valo-
des diferentes: res que apreciamos y añoramos. No es fácil reformular
a) La vía del laissez faire, que ha tenido como re- y ampliar el imaginario paisajístico de una sociedad,
sultado el surgimiento de paisajes banales y mediocres pero no es imposible, si se piensa colectivamente, si se
en unos territorios sin rumbo y sin personalidad, despo- toma una opción socialmente compartida, en línea con
jados como están de su carácter primigenio, de su razón lo que propone el Convenio Europeo del Paisaje cuan-
de ser. Esta vía la conocemos sobradamente; o por lo do habla de los objetivos de calidad paisajística.
382 E R Í A

B I B L I O G R A F Í A

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Recibido: 19 de marzo de 2007


Aceptado: 24 de junio de 2007

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