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Universidad de San Carlos

Facultad de Ciencias Médicas


Fase I, Área de Salud Pública I

IDEALISMO Y MATERIALISMO FILOSOFICO


Autor: Carlos Augusto Velásquez Rodríguez

SÌNSTESIS.
Tradicionalmente se distinguen dos grandes corrientes filosóficas, de las cuales se generan
las demás: El idealismo plantea la preeminencia de las ideas (el alma, Dios, el pensamiento)
sobre la realidad material. Es decir, antes que la materia existió y existe el mundo de las ideas
o una idea suprema que creó el mundo material. El materialismo, en cambio, plantea que las
ideas son producto de la materia más altamente evolucionada: el cerebro humano. Para el
materialismo, la materia no tiene principio ni tendrá fin, sin embargo, está en constante
evolución. Como producto de ello, de la existencia de seres sin vida surgieron los seres vivos,
cuya máxima evolución es representada por el ser humano.

IDEALISMO
Antes de explicar esta postura filosófica se debe aclarara que a nuestra disciplina no le
interesa directamente el idealismo moral. Este consiste en consagrarse en un ideal sin ningún
interés material o económico. Por ejemplo, El Che Guevara, que se consagró al “ideal” de la
revolución; el Hermano Pedro, que se consagró a un “ideal” religiosos y caritativo, etc. Este tipo
de idealismo no interesa a la filosofía.

El otro idealismo, el filosófico, sí nos compete. Es el que afirma la preeminencia de la


conciencia sobre la materia. A este idealismo nos referiremos en adelante. Su postulado
básico es que el mundo material que pretendemos conocer es solo una creación del mundo
ideal. Algunos opinan que ese universo existe con independencia del mundo material.
Pensadores como Platón señalan que existe realmente. Otros como Kant, son más
moderados y, en todo caso, afirman que el mundo material es imposible de conocerse tal cual
es. Existen muchas formas de idealismo filosófico. Sin embargo, para efectos didácticos
reconoceremos dos grandes grupos: el objetivo y el subjetivo.

Para alguien que cree en Dios es fácil comprender los planteamientos del idealismo
objetivo. Se llama así porque, en primer lugar, plantea que la idea, pensamiento o espíritu
existe con anterioridad y con mayor importancia que la materia. Es decir, que la materia surge
de la idea. Se dice que es “objetivo” porque pregona que la idea tiene una existencia objetiva,
como la materia misma. Es decir, su existencia no depende del sujeto que la piensa, sino de sí
misma. El concepto de Dios sería el mejor ejemplo para comprender este pensamiento: según
quienes creen en Él, su existencia es objetiva pero inmaterial, anterior o independiente de la
materia.

Platón pertenece a este grupo de idealistas. Según él, existe un mundo poblado por ideas
llamado topus uranus. Ese es el verdadero, el real. El mundo material, en donde habita
nuestro cuerpo, es solo una representación de aquel. El cuerpo puede morir porque la materia
es cambiante y obedece, más o menos, a las leyes que la ciencia descubre. Los seres vivos
nacen, crecen, se alimentan, mueren. En cambio, el mundo de las ideas es inmóvil y eterno.
La realidad que captan los sentidos del ser humano es solo la materia. Sin embargo, por medio
de la actividad filosófica, de la razón, se puede llegar a conocer el mundo de las ideas. Esto se
logra cuando se descubre la esencia que hay en cada ser. La esencia es, precisamente, lo que
no cambia las cosas, lo que permanece inmutable.

Por ejemplo, si vemos un bosque decimos que está poblado por árboles. Si nos atuviéramos
a la información de los sentidos, veríamos que cada uno de los seres que llamamos “árbol” es
diferente. Incluso, algunos no se parecen con otros. Sin embargo, nuestra mente lo “conoce”,
gracias a que tiene una “idea” de todos ellos. Esa idea contiene la esencia de lo que es un
árbol, nuestra mente “recuerda” la idea de “árbol” que existe en el topus uranus. Al percibir un
objeto material que refleja dicha idea, lo que reconoce como tal. Lo mismo se puede decir de
las personas. Cada se humano es diferente; sin embargo, como todos reflejan la idea de
“humano” que habita en el topus uranos, no nos es difícil reconocerlo.

El idealismo objetivo de Platón empata muy bien con el concepto cristiano de “alma”. De
hecho, durante gran parte de la Edad Media, los filósofos del cristianismo se dieron a la tarea
de hacer coincidir sus teorías con los dogmas cristianos. El mundo del “topus uranus”
podría asimilarse como “el cielo” o el infierno, lugares en donde moran las almas que hay
pasado por la Tierra perfeccionándose o corrompiéndose, según sea el caso.

Hegel es otro de los filósofos asociados con el idealismo objetivo (dentro de las teorías
filosóficas, su doctrina se conoce como “idealismo absoluto”). Este pensador señala que en
un principio existió una idea absoluta, cuya existencia fue anterior y al margen de la naturaleza
y del ser humano (esta podría relacionarse con el Dios que conciben las diferentes religiones).
Se trata de un pensamiento puro, sin materia, que, por una dinànamica propia, dialéctica, sufre
una metamorfosis y se transforma en su opuesto, la materia, la naturaleza, el mundo material,
se transforma constantemente en la búsqueda de su perfeccionamiento. Este se logra cuando
la materia ha evolucionado hasta convertirse nuevamente en el espíritu absoluto. Estos
planteamientos filosóficos, si bien forman parte del idealismo, influyeron notablemente en el
materialismo dialéctico, al considerar los cambios como producto de la esencia misma de las
cosas.

El idealismo subjetivo, por su parte, plantea que el conocimiento y la verdad los construye el
sujeto que las enuncia. Auque no niega ni afirma la existencia del mundo material, sí asevera
que el conocimiento es independiente de él. Toma como punto de partida lo que puede
llamarse como “yo”, “sujeto”, “idea” o “conciencia”. Auque existen diferentes tipos de
idealismos subjetivos, todos tienen en común que niegan la existencia objetiva de la realidad o,
en todo caso, la posibilidad de su conocimiento, fuera de la conciencia, por el sujeto. Muchos
idealistas no niegan la existencia del mundo exterior, solo ponen de relieve que ese mundo no
es solo un “dato” del cual se parte, sino una construcción que de él se hace en la conciencia.
Por ejemplo, algunos filósofos del lenguaje afirman que el conocimiento que tenemos del
mundo depende del lenguaje que manejamos. De esa cuenta, los ingleses ven el mundo de
forma distinta porque su lengua es diferente a la nuestras.

Otros idealistas señalan que no es posible conocer el mundo externo tal cual es. Cualquier
conocimiento que de él tengamos es solo una representación y, por lo tanto nuestra actividad
pensante condiciona la percepción que tengamos del mundo. Analicemos este texto de Kant, a
cuya doctrina se le conoce como “idealismo trascendental”. Este filósofo explica el
pensamiento del idealismo subjetivo así:

El idealismo consiste en la afirmación de que no hay otros seres que no sean los seres
pensantes; las otras cosas que nosotros creemos percibir en la intuición serian solo
representaciones en los seres pensantes, ah los que no correspondería, de hecho,
ningún objeto existente fuera de estos. En cambio, yo digo: nos son dadas cosas como
objetos de nuestros sentidos y existentes fuera de nosotros, pero no sabemos nada de
lo que puedan ser en si mismas; nosotros no conocemos nada más que los fenómenos,
es decir, las representaciones que producen en nosotros cuando afectan nuestros
sentidos. Según esto, confieso, pues que hay cuerpos fuera de nosotros, es decir,
cosas que, a pesar de sernos enteramente desconocidos lo que puedan ser en sì
mismas, conoceos a través de las representaciones que nos proporciona su acción
sobre nuestra sensibilidad, y a la que damos la denominación de cuerpos.

En el texto anterior Kant plantea que, aunque existe el mundo exterior al sujeto pensante, solo
se puede conocer de él lo que afecte nuestros sentidos; es decir, lo que interese al sujeto
mismo. Por lo tanto, no se pueden conocer los objetos externos en sí mismos, sino solo a
partir de los datos (fenómenos) que nos aportan los sentidos.

El idealismo es la base filosófica de la mayoría de religiones. En todas ellas se afirma la


existencia de uno o varios dioses cuya existencia es anterior o in dependiente del mundo
material que habitamos. Las religiones plantean que los actos de las personas deben estar
encaminadas a hacer el bien, el cual debe corresponder con la naturaleza divina. También
afirman que la razón de ser de las personas aquí en la tierra es la lucha por conquistar un lugar
allá en el cielo, a la par de las almas buenas.

El idealismo también es el sistema filosófico que ha sustentado la mayoría de sistemas de


sociedades basadas en clases sociales. Durante muchos siglos, fue la base para legitimar el
poder de los señores feudales y de la iglesia católica. El sistema capitalista que actualmente
impera en nuestra sociedad también se legitima en el idealismo ya que, al plantear que lo que
importa es el mundo extraterreno y no el actual, manda a las personas a aceptar la realidad tal
cual es y no preocuparse por transformarla. Los pobres lo son por mandato divino y no por la
forma en que esté organizada la sociedad. Veamos en la idiosincrasia popular que muchas
personas justifican cualquier problema que tengan como un designio de Dios o delegan a este
ser metafísico como la causa de lo que ocurre: “será lo que Dios quiera” es una frase muy
común.

Algunas personas se valen del idealismo de los demás para fines materiales. Por ejemplo por
medio de campañas multimillonarias se pide “ofrendas” a los “hermanos cristianos” para
construir un Mega negocio con fines de lucro personal. Sin embargo, se repite hasta la
saciedad de que cada ofrenda servirá para ganarse el cielo o para ser salvado por Jesús;
cuando en realidad, servirá para construir un gran negocio cuyas ganancias serán propiedad de
unos cuantos.

MATERIALISMO
Los filósofos materialistas sostienen que la materia es anterior y más importante que la
conciencia. Por ello, niegan la existencia de cualquier realidad diferente a la materia (la cual
incluye también a la realidad racional propia del cerebro humano). El pensamiento, la
conciencia, la idea de Dios, etc. son producto de la materia y su evolución: puede existir
materia sin pensamiento así como hay materia que no necesita de ser pensada para existir
(como las arenas del desierto, que existen, están allí, aunque ningún ser humano piense en
ellas); en cambio, no puede existir pensamiento sin materia: para que alguien piense, necesita
previamente existir como persona, con su cuerpo. Si el cuerpo deja de existir, muere con él el
cerebro y con ambos las ideas.

Aunque los materialistas aceptan que los sentidos pueden equivocarse y que el pensamiento
también puede estar errado, plantean que es posible conocer objetivamente el mundo a partir
de los datos que él nos ofrece. Para lograr un conocimiento verdadero y objetivo el ser
humano ha desarrollado las ciencias, su método, sus instrumentos, etc. En esencia, se pueden
resumir los planteamientos materialistas en tres principios:

a) La materia produce al espíritu. No existe espíritu sin materia, pero sí a la inversa.


Por ejemplo, de la materia orgánica que constituye el cuerpo humano, surge el cerebro y de
este todas las ideas.

b) La materia existe fuera de todo espíritu y no necesita de él para existir.


Seguramente existen muchas rocas que han estado miles de años en uno de los
montes Cuchumatanes, incluso desde antes de que existiera un ser humano que
pudiera pensar en ellas. Ahora continúan existiendo sin necesitar de una persona
que piense en ellas para existir.

c) El cerebro humano puede conocer a través de la razón y auxiliándose en


instrumentos por él creados. Por medio de los sentidos se envían datos al
cerebro. Este los ordena y sistematiza para elaborar conceptos con sus
respectivas definiciones.

Dentro del materialismo también existen diferentes concepciones o matices. Sin embargo,
podemos distinguir dos grandes grupos de visiones materialistas: la mecanicista y la dialéctica.

El materialismo mecanicista es una corriente que tuvo vigencia por muchos años, pero que
actualmente ha sido superado por el dialéctico. Sostenía que los fenómenos naturales ocurren
por fuerzas mecánicas que los gobiernan. Señalaba que el movimiento es producto del
desplazamiento de los cuerpos por el universo. Sin embargo, no tomaba en cuenta elementos
ideológicos o condicionamientos históricos. La evolución, Según estas teorías, es producto
mecánico de las fuerzas de la naturaleza.

Se dice que este materialismo es mecanicista porque concibe el movimiento y el cambio


como algo que ocurre mecánica e irremediablemente. No concebía la voluntad humana como
transformadora de la realidad, ni a los factores históricos como condicionantes en la dilección
que puedan tomar los cambios que sufre la materia.

Después del mecanicista, hacia el siglo XIX, se presentó el materialismo dialéctico, el cual
adiciona a las tesis materialistas la teoría de la evolución perenne como producto de las fuerzas
intrínsecas que los objetos tienen en sí mismos. Esta teoría se inspira en las ciencias y
también es asumida por estas debido a que se nutre de ellas, a la vez que las nutre. De
acuerdo con el materialismo dialéctico, el universo vive un cambio incesante, el cual no surge
de la nada. Por el contrario, es producto de las contradicciones internas que poseen todas las
cosas. Por ejemplo, un ser vivo lleva implícita la posibilidad de estar muerto. Por ello, todos
los cambios que le ocurren significan la victoria de uno u otro de los opuestos que conviven
simultáneamente.

De esa cuenta, todo cuanto es, tiene existencia física. Todo se origina en la materia y la
energía. De la evolución de la materia inerte, surgió la materia orgánica y de esta, la materia
viva. La más alta evolución de la materia viva es el cerebro humano, aunque no se niega la
posibilidad de que otros cerebros animales puedan evolucionar y adquirir igual o superior
capacidad a la humana. En todo caso, el cerebro humano, como la materia mas altamente
evolucionada, tiene la capacidad de crear realidades virtuales, como la misma idea de Dios.
También puede conocer la realidad gracias a su capacidad racional y lógica. Sin embargo,
puede equivocarse y construir pensamientos falsos o irreales.

El materialismo dialéctico niega la existencia de cualquier realidad metafísica como Dios, el


destino, el alma, el cielo. Plantea que el ser humano crea estas realidades debido a sus
propias carencias. Por ejemplo, cuando la ciencia no puede dar una explicación racional de
algún fenómeno, se crea una explicación mágica o religiosa del mismo. Pero en la medida en
que la ciencia descubre las causas objetivas, las explicaciones mágicas o religiosas van
desapareciendo. Esta tesis se ha visto confirmada a lo largo de la historia. En un principio, la
mayoría de los fenómenos de la naturaleza eran explicados como productos de las fuerzas
divinas: los rayos, la lluvia, la muerte, etc. No hace mucho se creía que el Sol giraba alrededor
de la tierra, que Dios había creado al hombre a su imagen y semejanza…

Todas esas creencias han ido cediendo una a una, gracias al avance de la ciencia. La religión
ha ido evolucionando también y ha debido ajustar sus doctrinas. De esa cuenta, por ejemplo,
la Iglesia católica tuvo que reconocer que es la Tierra la que gira alrededor del Sol; que el ser
humano es producto de la evolución desde estadios biológicos inferiores, etc.

El materialismo dialéctico plantea que el ser humano es producto de las circunstancias


sociales, políticas, económicas, culturales que le tocó vivir. Sin embargo, no está preso en
ellas, pues tiene la capacidad de transformarlas para su beneficio (o perjuicio).

El materialismo marxista, aunque heredero también de corrientes materialistas anteriores,


tiene la novedad de usar el método de la dialéctica para explicar la historia y la realidad: la
realidad es natural, pero también histórica, producto de la acción activo-productiva que el
hombre mantiene con la naturaleza y con los demás hombres. De ahí que el materialismo
marxista se halla denominado materialismo histórico, aunque historia y naturaleza estén
íntimamente relacionadas a través de la praxis.

BIBLIOGRAFIA:

Velázquez Rodríguez, Carlos Augusto. 20 LECCIONES DE FILOSOFIA. ECO Ediciones.


Guatemala. 2005

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