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PIROT Florent

Revolución y contra-
revolución: Uruguay
y Argentina
El ejemplo de los Tupamaros y de
los Montoneros

I) La llegada de la guerrilla en la Pampa (capitulo de


introducción alargada)

II) Tupamaros y Montoneros, dos métodos diferentes...

III) … Que acaban de la misma manera: Fulminación de las


guerrillas, utilizadas como pretexto para proyectos de contra-
revolución
La llegada al poder de los “barbudos” en Cuba en 1959 gracias a la
derrota de Fulgencio Batista difundió en todo el continente latinoamericano una
onda eléctrica, porque por primera vez, se revelaba posible para habitantes de
países sometidos a una dominación de tipo post-colonial de imaginar escapar a
esta dominación gracias a un movimiento social y político fuerte, alejado de los
instrumentes clásicos de la política (los partidos), o sea la guerrilla. Pese a que
Cuba se había proclamado “socialista” en 1962, alejándose del discurso
“agrarista” del inicio que había permitido la unión de intereses discrepantes
sobre la bandera revolucionaria para obtener el apoyo soviético, a partir de
1962, varios guerrillas se pusieron de pie en la región, todas decididas a
acabar las dominaciones ancianas para ganar poder y reconocimiento
institucional.
Un hecho interesante es que estas guerrillas se han instalado en el patio
trasero de los Estados Unidos, y que por consecuencia, estas insurrecciones,
no importa la amenaza real que representaban, no podían quedarse sin
represión: en tiempos de guerra fría, toda implantación de guerrilleros que
proclamaban ideologías variadas pero globalmente influenciadas por el
marxismo representaba una base avanzada posible de la Unión Soviética, o sea
una amenaza de desequilibrio del condominio que se ponía lentamente de pie
en los anos sesenta, en la lógica de las “guerras periféricas” (pero se puede
decir que lo que se ha desarrollado en la pampa ni siquiera era una guerra sino
simplemente la represión generalizada y quasi-supresión de todo un grupo
social y político). Entoncés, no se puede entender eficazmente lo que va a
desarrollarse sin tener en la cabeza esos dos elementos del inicio, la figura
emancipadora de Ernesto “Che” Guevara y la situación geopolítica del
momento.

Porque eligir estos dos países, Uruguay y Argentina? Lo interesante con


estos países es que teóricamente, se parecen mucho, son dos países de
ganadería y de pampa, pero han conocido en la época moderna destinos
diferentes, y particularmente después de la secunda guerra mundial. Ademas,
han conocido guerrillas con motivos próximos, pero con métodos diferentes,
aunque esta diferencia va a disminuir en los últimos anos de las guerrillas
tratadas. Ademas, el periodo del estudio coincide para los dos países, o sea
que las guerrillas tupamaro y montonero nacen respectivamente en 1968 y
1970, y que la represión se hace generalizada desde 1972 (Uruguay) y 1973
(Argentina) hasta 1980 (fin del operación Cóndor) y 1983/85 (fin de las
dictaduras en Argentina y Uruguay). Otro elemento interesante es que, a pesar
de que se piense frecuentemente que la dictadura la mas dura fue la chilena, la
represión de la dictadura de Bordaberry y de la dictadura de Videla fueron aún
más duras que la de Pinochet.
Entonces, se puede interrogar lo que se desarrollo en estos países, y
particularmente intentar de “explicar” los acontecimientos de modo mejor
gracias a la comparación que vamos a dibujar.
I) La “romanza de la guerrilla urbana” (Matthew Carr)

La practica de la guerrilla urbana conoció precedentes históricos, por


ejemplo en Dublin o Argel, pero es en América latina que este concepto va a
ser teorizado por primera vez, y va a ganar la capacidad de seducción
romántica que el FLN no tenia. Una primera cosa interesante es que para los
guerrilleros cubanos, los que han derrotado a Fulgencio Batista, las ciudades
eran el cementerio de la revolución, o sea que la guerrilla debía desarrollarse
en la sierra, o sea en los lugares en los que se podía obtener el apoyo
campesino y en los que las fuerzas del Estado que se hablaba de enfrentar no
eran muy fuertes y presentes. La guerrilla de Fidel Castro tenía un aspecto
realmente guerrero, hay dos campos mas o menos delimitados con espacios
geográficos proprios, aunque las operaciones de los “barbudos” son
frecuentemente operaciones de sabotaje, toman ciudades enteras y controlan
zonas geográficas en las cuales representan un poder más o menos estable. La
ciudad es el lugar natural del poder que se espera derrotar, pero no el espacio
en el que se le enfrenta. La teoría foquista de Ernesto Guevara consideraba el
campo como el espacio de batalla natural del revolucionario, porque las
colonas móviles pueden comportarse como una vanguardia de ejército. Pero lo
interesante es que todas las guerrillas que intentaron desarrollarse por este
modo, entre 1962 y 1967, fecha de la muerte del Che, fracasaron, destruidas
por ejércitos formados y armados por EEUU. Los primeros acontecimientos de
colonización, por ejemplo en el Imperio colonial francés, habían mostrado que
la guerrilla podía ser tan campesina que urbana, pero cuando se habla de
operar sobre el suelo del Estado mismo y no de una colonia, hay un nivel
cuantitativo que atravesar.
Esto va a ser lo que van a hacer nuevos teorizadores marxistas después
de la muerte de la figura mandarina del Che, considerando la guerrilla urbana
como una estrategia a parte entera. Lo interesante es que esto implica un
cambio de concepción del papel de la ciudad: de cementerio de la revolución,
se transforma en su nuevo foco, porque se considera que es en la ciudad que
se concentran las contradicciones del capitalismo y del imperialismo,
contradicciones bajo las cuales se espera alcanzar el derrumbo del dicho
capitalismo. El papel desempeñado por la guerrilla es entonces llegar a este
derrumbo, apresurando los “puntos sensibles” del capitalismo y de esas
dictaduras, sostenidas por el consenso blando de una población en situación de
servidumbre voluntaria. Esto es la razón por la cual este modo de
enfrentamiento se parece más a una organización revolucionaria y menos a
una organización de guerra. Además, se podrá calificarle más fácilmente de
“terrorista”.

En el caso de América latina, es Carlos Marighela el que va a teorizar la


guerrilla urbana, gracias a su opúsculo, Guía de la guerrilla urbana. En este
manual, este diputado comunista brasileño explicaba que el anonimato y la
alienación de la ciudad moderna podían estar vencidos por nuevos guerrilleros,
luchando por una “causa justa, la causa del pueblo”. Este especie de héroe
debía organizarse en pequeños grupos de acción, y Marighela esperaba que el
pueblo, sufriendo de las calamidades generadas por la acción revolucionaria,
les atribuiría al gobierno y no a los revolucionarios, simple reveladores de las
contradicciones del régimen. Lo interesante es también de ver que después del
fructuoso rapto del embajador estadounidense en Brasil, Charles Elbrick,
Marighela fue tomado en emboscada por policiales disfrazados en obreros del
batimento o en pareja de enamorados: se ve desde ahora que la guerrilla
urbana, nacida en un Argel sometido a la culpa francesa, iba otra vez a
enfrentarse a enemigos usando los mismos instrumentos que ella, añadidos del
poder y de la impunidad estatal de regímenes intocables.
Otro estratego de la guerrilla urbana fue Abraham Guillén, exiliado
español y veterano de la Guerra civil, que se vio de Argentina a Montevideo en
los años sesenta ; en su Estrategia de la guerrilla urbana (1966), afirmó que el
ejército debía elegir la población favorable en vez del terreno favorable. El
objetivo de los insurgidos era de “corromper lentamente el enemigo privándole
de la posibilidad de unificar sus fuerzas”. Esto se realizaba gracias a ataques
rápidas apoyadas sobre la población. Se ocupaba la calle la noche, y el
vencedor de la guerra era él que soportaría la presión, él que sobrevivía el más
largamente. El problema era que en Caracas o Argel, estas estrategias habían
fracasado, los guerrilleros no alcanzando el nivel de invulnerabilidad esperado
por Guillén.
Este discurso podía no obstante atraer a varios estudiantes o jóvenes de
las clases medias, nacidos después de la guerra, muy educados pero no muy
reconocidos por el sistema económico y político, que podían encontrar en estos
movimientos un modo de alcanzar el reconocimiento social, enfrentándose a
las estructuras de regímenes desarrollados, esperando crear, como les pedían
Ernesto Guevara, “dos, tres Vietnam” en las places donde nacieron. Bañaban
en una cultura internacional rebelde, en la liberación sexual, en Jean-Paul
Sartre y en el rock'n'roll. Por un otro punto de vista, tenían ventajas, un capital
cultural y social que no tenían campesinos que no estaban realmente parte de
su movimiento y sobre los cuales no se apoyaban los guerrilleros de la ciudad.
En efecto, vamos a ver que los Tupamaros se apoyaban sobre Montevideo, y
los Montoneros sobre la clase obrera de Córdoba y de Buenos Aires. Había esta
situación de privilegio que les permitía contestar un sistema que no les
reconoció, aunque los campesinos eran demasiado pobres para contestarlo, y
esta diferencia, asumida por un lado a través de la estrategia urbana,
representaba un problema para la viabilidad a largo término de movimientos
que esperaban una victoria gracias a la usura. Miles y miles de jóvenes iban a
echarse en las manos de policías, servicios secretos y otros expertos en
tortura. No obstante, en un país como el Uruguay, en él que la mayor parte de
la población era urbana, la ciudad era el punto de pasaje obligatorio de la
guerrilla de toda manera.
II) Tupamaros y Montoneros, dos métodos diferentes

A) Los Tupamaros: Robin del Bosque in Uruguay

“Como el Uruguay no hay”: esto se dice de una república estable que


disfrutaba de un consenso democrático largo, gracias a las reformas del
presidente del comienzo del siglo veinte, José Battle y Ordóñez, que instaló un
Estado moderno y social, en la vanguardia de los países industrializados.
Pequeño país de ganadería, el Uruguay sufrió de la caída de los precios de la
carne y de la lana en los mercados internacionales, generando inflación (hasta
136% en la fin de los años sesenta) y recesión: la pobreza empezaba a
amenazar las clases medias, y la agitación política se desarrollaba. Las bases
económicas de las clases medias debilitadas, ellas podían acabar de resistir a
la tentación revolucionaria ; el Movimiento de Liberación Nacional, o
Tupamaros (MLN-T), empezó a agregar alrededor de él esas tentaciones. Se
llamaban así en homenaje a Túpac Amaru, jefe rebelde Inca ejecutado por los
Españoles en 1780, él que, dice la leyenda, afirmó que “me matan ahora, pero
volveré y seré millones”, justo antes de morir. Liderados por el carismático
sindicalista Raúl Sendic, los Tupamaros construyeron desde 1968 una habilidad
a la acción revolucionaria impresionante.
Sus primeras operaciones de amplitud real empezaron en 1968, a través
de operaciones que, sin derramamiento de sangre, debilitaban el gobierno e
incrementaban la popularidad del MLN-T. Por ejemplo, los Tupamaros robaron
una oficina de una compañía de préstamos, y, fotocopiando los libros de
cuenta, mostraron una fraude masiva que implicaba ministros y personalidades
del mundo de la finanza. En un otro caso, robaron el equivalente de 50 000 €
en oro en el domicilio de un magnate del tabaco, enviando documentos
probando años de fraude fiscal a un juez. Guerrilleros disfrazados en policías
robaron también 10 000 000 € en un casino de Punta del Este: según una
anécdota, cuando los crupieres se compadecieron de haber perdido sus
propinas en la roba, los Tupamaros le les devolvieron por correo algunos días
después. Lo que es interesante de ver aquí es que la acción de los Tupamaros
es idealista pero pragmática: no se habla de exaltados sino de guerrilleros
inventivos. Esto se ve también acerca de sus operaciones de propaganda: por
ejemplo, sobre los muros de una discoteca muy selectiva, escribieron “o bailan
todos o no baila nadie”, quizás el mejor resumen de su filosofía. La
ingeniosidad extraordinaria de esas operaciones daba la imagen de un
gobierno incompetente, y la popularidad del movimiento incrementó, ganando
3 000 nuevos miembros en algunos meses, estudiantes, profesores, mujeres al
hogar, trabajadores con col blanco, e incluso policías y oficios del ejército.
Empleados de banca cometieron robos durante su pausa de desayuno,
enseñantes guardaban rellenes en su tiempo libre... El movimiento Tupamaro
se integraba de manera excepcional en las exigencias de la cuidad, asegurando
el anonimato de sus miembros y poniendo de pie las infraestructuras
necesarias a la sobrevivía del MLN-T. Tenían escondrijos, cárceles, una
centralita de operaciones, y el “Comando Sanitario” que tenia sus proprias
ambulancias. Se habla de una guerrilla realmente pragmática. Otro elemento
es la operación del 8 de octubre de 1969, cuando los Tupamaros decidieron
ocupar la ciudad de Pando, en los afueras de Montevideo. Se infiltraron en la
ciudad disfrazando en un cortejo funerario, y, el señalo dado, tomaron las
armas escondidas en el ataúd y operaron, robando dos bancas, tomando el
puesto de policía, la caserna de bomberos y la centralita telefónica, y
distribuyendo tractos a la población. Pero saliendo de la ciudad, enfrentados a
un cordón policial, huyendo, tres Tupamaros fueron matados y veinte otros
capturados y torturados. La filosofía de los Tupamaros era de usar de violencia
solo en ultimo medio, pero después de estos acontecimientos, empezaron a
matar oficiales de policía abiertamente crueles, como Moran Chaquero, jefe
antiterrorista de Montevideo, matado en marzo de 1970. Esto demuestra la
radicalización progresiva de una organización de guerrilleros que no era la más
violenta de todos, enfrentada a métodos brutales, y que van a ganar en
brutalidad y organización en el contexto democrático, y después dictatorial. En
comparación, los Montoneros representaban una organización que era más
radical desde el inicio.

B) Los Montoneros, los exaltados de Perón

Se puede encontrar las raices del movimiento Montonero en el integrismo


de las provincias argentinas de Buenos Aires, Santa Fe y Cordoba,
principalmente en las clases obrera y media urbanas. Precisamente, los
Montoneros nacieron en el punto de conjunto entre el activismo revolucionario
de militantes católicos, como el Comando Camilo Torres, quién con el grupo de
José Sabino Navarro puede estar considerado como el fundador de los
Montoneros, vinculados con el movimiento de la teología de la Liberación
(influenciados por el sacerdote Carlos Mugica), y del nacionalismo radical
estudiante, por ejemplo en el movimiento Tacuara. Su ideología era tintada de
marxismo, con elementos de la Teología de la Liberación, unificada sobre la
figura exiliada de Juan Perón. Veían en Perón el medio adaptado para llegar a
una forma de socialismo revolucionario tintado de nacionalismo, y, siguiendo el
camino radical del populismo, adoptaron eslóganes como “Todo o nada” o
“Perón o la muerte”. El nombre de “Montoneros” estaba él de los voluntarios
gauchos del XIX° siglo, que se enfrentaban a la élite liberal del país, sometida
a la influencia del Reino Unido. Contrario al movimiento Tupamaro, que era
relativamente moderado al empiezo, los Montoneros comenzaron a operar
raptando directamente al anciano presidente Pedro Aramburu, él que había
provocado el derrumbo de Perón y su exilio en 1955. Después de un “proceso”,
le ejecutaron, acusándole de “crímenes en contra del peronismo”, e incluso la
muerte de peronistas en el golpe de Estado y el robo del cadáver de Eva Perón.
Esto permite de anotar que adoraban la figura de Eva Perón, acordándole un
verdadero culto de la personalidad póstumo. En oposición, hay que anotar que
desde 1955, los gobiernos prohibían de hablar de Perón en publico, y que por
consecuencia, la emergencia de un vinculo entre la oposición y la figura de
Perón era posible. Ademas, Perón era personalmente interesado por esos
guerrilleros que podrían permitirle regresar al poder, y entonces les sostuvo
desde su exilio madrileño, llamándoles sus “formaciones especiales”, dejando
oír que serán una amenaza para el gobierno si no dejaba las elecciones
generales desarrollarse correctamente. Los Montoneros, con su popularidad
incrementada después de la operación de La Calera y de la ejecución de
Aramburu, ganaban militantes, y pensaban estar la vanguardia revolucionaria
indispensable a Perón para que creara una nueva patria socialista. Pero a partir
de 1972 y de la desaparición de Montoneros que habían sucedido en escapar
de una cárcel en Trelew, lo que no se había visto antes en Argentina (la
desaparición), los nuevos métodos de represión iban a extender de un modo
que estaba inimaginable antes.

III) El tiempo de la represión: cuando se fulminan las guerrillas

Lo interesante con estas guerrillas es que, pese a la amenaza blanda que


representaban, van a ser represadas de un modo muy violento, alcanzando un
umbral que no se conocía antes ; que es esta represión que va a radicalizar
también los guerrilleros ; y que frecuentemente, la lucha “antiterrorista” va a
ser un pretexto para someter violentamente la sociedad.

En el primer caso, el des los Tupamaros, se nota que la guerrilla se


radicaliza y empiece a usar de violencia frecuentemente (“se enterraba Robin
del Bosque”, como dijo Carlos Moreno en su libro El Infierno en 1981) en
contra de representantes del Estado después del tiroteo de Pando. Pero
también, se difundía el uso de la tortura en los puestos de policía del Uruguay,
utilizando golpes, quemaduras de cigarrillo, electricidad (la “picana”). El
régimen brasileño, que estaba aplastando el “problema comunista” en 1969,
entregó a los Uruguayos el material y los profesionales, y profesionales venían
también de E.E. U.U, como Dan Mitrione, que había formado la policía
brasileña en Belo Horizonte para el interrogatorio de presos políticos. Empezó
el mismo tipo de trabajo que en Belo Horizonte, añadiendo innovaciones
“científicas” como electrodos para las encías – se inspiraba mucho del “Kubark
Counterintelligence Interrogation Manual” de la CIA. Dan Mitrione fue raptado
por los Tupamaros el 31 de julio de 1970, pese a que sabían que era
estadounidense pero que no pensaban que estaba un experto en tortura
(quizás esperaban demostrar este facto, no se sabe exactamente). Pidieron
que se soltara 150 presos del MLN-T en cambio del rehén, y el ejército cacheó
totalmente Montevideo para liberar a Mitrione y a dos otros rehenes. El
Uruguay fue en el centro de la atención internacional por la primera vez de su
historia, los Estados Unidos rechazando toda posibilidad de negociación: el
Papa condeno también los Tupamaros. Se encontró el cadáver de Dan Mitrione
en un coche el 10 de agosto. En el funeral de Mitrione, en la presencia de
Richard Nixon, un portavoz de la Casa Blanca dijo que Dan Mitrione “se
quedara un ejemplo para los hombres libros de todo el mundo” ; Frank Sinatra
y Jerry Lewis organizaron un concierto en la memoria del agente del FBI, que
se había presentado como un humilde policía que había intentado llegar
asistencia a un país en vía de desarrollo. No obstante, los Tupamaros, que
habían subestimado el valor del rehén, no habían ganado nada en la operación.
La película de Costa-Gavras, Estado de Sitio, presentó no obstante la situación
de un modo más neutral, condenando el apoyo estadounidense a los
regímenes dictatoriales suramericanos. Costa-Gavras dijo que los Tupamaros
eran “soldados por un idealismo serio y apasionado”.
En el fin de 1971, pese a que consideraban las elecciones democráticas
como una “diversión” del proceso revolucionario, los Tupamaros declararon una
tregua, porque una nueva coalición, el Frente General, se formaba para
participar a las elecciones. Mientras que la derecha hacía reinar la violencia y la
intimidación, el Frente General llegó a un 20% de los votos, fracasando no
obstante en empujar el bipartismo tradicional. Entoncés, el MLN-T decidió de
incrementar las operaciones militares, construyendo túneles como el Vietcong,
en la operación “Armadillo”, pero en abril de 1972, después de un tiroteo
particularmente violento, el entoncés presidente Bordaberry proclamó el
estado de guerra civil, y el ejército condujo centenas de arrestos y
interrogatorios violentos. Las informaciones obtenidas llegaron al
desmantelamiento rápido y en la sangre de la infraestructura de los
Tupamaros, y al aplasto de los guerrilleros. El ejército salido de las casernas se
dio cuenta de que estaba interesante quedarse en las calles, y Bordaberry
disolvió el Parlamento el 27 de junio de 1973, nombrándose presidente del
Consejo Nacional de Seguridad que iba a controlar el país, antes de dirigir
directamente Uruguay con una junta militar a partir de 1976.
Para concluir sobre el caso uruguayo, se puede anotar dos cosas:
primero, el modo de subversión festivo y inventivo de los Tupamaros, que
ridiculizaba el régimen, hubiera podido quizás hacer que la clase dominante del
país cesara de sostener el régimen dominante, y pues pese a intereses
divergentes, apoyara objetivamente la guerrilla, y quizás llegando a que los
Estados Unidos cesaron también de sostener al régimen corrupto. La violencia
radicalizó los Tupamaros, alimentando el régimen en su voluntad de
aplastarlos, pero aparece que fueron sobre todo un pretexto para la
instauración del estado de urgencia, y la transformación de una república
liberal en un laboratorio de torturas fue también elegido de modo proprio por
la clase política, porque el gobierno uruguayo se había dirigido hasta una
dictadura desde los años 1965, después de huelgas y manifestaciones, antes
de las operaciones del MLN-T. El golpe de Estado de 1973 permitió a los
militares de congelar los salarios, de prohibir la huelga y los sindicatos, de
arrestar a sindicalistas y de despedir a miles de trabajadores sindicados. Pese
a que no ejecutaron oponentes en las mismas proporciones que otros
regímenes suramericanos, encarcelaron a miles de personas, tratándoles de un
modo horrible, o sea el aislamiento físico y sensorial durante años, muchos
acabando locos. El Tupamaro Mauricio Rosencof, por ejemplo, vio el sol, sobre
un periodo de once años y medio, ocho horas en total. Amnesty Internacional
denunció en 1976 el Uruguay como el país con la tasa de presos políticos la
más alta del mundo. Fueron liberados solo en 1985, cuando los militares se
retiraron del poder. Pero el tratamiento de los guerrilleros va a ser aún más
peor en Argentina. Otro elemento es que si la llegada al poder de Bordaberry
va a permitirle instaurar reformas de inspiración neoliberal, es también en
Argentina que las tentativas de revolución montonera van a ser el pretexto
para una contra-revolución radical.
Los Montoneros argentinos van a ser reprimidos radicalmente desde
1973. El 20 de junio de este año, en la localidad de Ezeiza, al lado del
aeropuerto internacional en el que Perón debía llegar, una inmensa masa
estimada en el momento a dos millones de personas se había agregado para
esperar a Perón, y entre otras formaciones de izquierda, había colonas de
Montoneros. Durante todo el día, enfrentamientos estallaron entre los
paramilitares encargados de la seguridad del acontecimiento y los Montoneros,
en la multitud, alcanzando según fuentes los 200 muertos. Perón había dado
ordenes claros para que se retire el poder operacional a Esteban Righi, que era
ideológicamente cercano de los Montoneros, y que se le entregue a Jorge
Osinde, mucho más conservador. Este acontecimiento representó la escisión
entre los peronistas de izquierda, como los Montoneros, y los sindicalistas de
derecha & otros conservadores, como el líder José Ignacio Rucci, o el “Rasputín
de la Pampa” y ministro José López Rega, que pertenecía a la logia
“Propaganda Due”, que decidió crear la Alianza Anticomunista Argentina, o
“Triple A”, con el apoyo del presidente, una vez Perón nombrado presidente en
septiembre de 1973. Los asesinatos empezaron a rellenar los fosos y coches
quemadas de cadáveres de “marxistas subversivos”. Los Montoneros
ejecutaron a José Rucci el 25 de septiembre de 1973, y se aliaron con el
Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), una organización non-peronista de
extrema-izquierda. Mientras que el objetivo del asesinato por los Montoneros
de Rucci era de obtener su porción de poder en el gobierno de Perón, el
general consideró esto como una declaración de guerra. Buenos Aires empezó
a rellenarse de Ford Falcon trivializadas.
La “Triple A” empezó a operar, fracasando una tentativa de asesino del
senador Hipólito Yirogoyen el 21 de noviembre de 1973, pues matando a
Carlos Mugica, el amigo de Mario Firmenich. Se dice que entre julio y
septiembre de 1974, la Triple A hizó 220 ataques terroristas, matando a 60
personas y raptando 20 otras. Mientras esto, la fractura entre Perón y los
Montoneros iba creciendo: durante una importante manifestación el 1ro de
mayo de 1974, sobre la Plaza de Mayo, los Montoneros intentaron establecer el
dialogo entre ellos y Perón, vociferando eslóganes a la gloria de Evita y
denunciando a Isabel. Esto provocó la ira de Perón, que trató los Montoneros
de “estúpidos e imberbes”, firmando la ruptura definitiva entre Perón y sus
“legiones”: los Montoneros decidieron de entrar en lucha clandestina, pensando
que eran los únicos representantes del Peronismo auténtico. La consecuencia
fue una explosión de violencia que aumentó aún más después de la muerte de
Perón en julio de 1974. Mientras que oficialmente, es Isabel Perón que tomió el
pueste presidencial, es José Lopez Rega que la influenciaba particularmente. A
partir de ahora, Argentina iba a colaborar con los Estados Unidos el la
Operación Cóndor, aunque no tenemos muchas informaciones acerca del
contenido de la colaboración.
Los Montoneros lanzaron su campaña armada: el 19 de septiembre de
1974, un comando montonero raptó a los hermanos Juan y Jorge Born,
principales accionarios del más importante productor y exportador de cereales
de Argentina, Bunge & Born. En cambio de los rehenes, obtuvieron el increíble
rescate de 60 millones de dólares, o sea un tercio del presupuesto militar
argentino anual. Aparece que una parte del dinero ha sido enviado a Cuba para
ser administrado, pero según diferentes testimonios, el dinero ha sido
confiscado por Fidel Castro, o según otros dados por funcionarios, el dinero ha
sido entregado finalmente a Firmenich, Perdia y Yalguer (otros líderes
montoneros) a través de complejos montajes financieros, después de 1976. No
se sabe ahora todavía adonde este dinero llegó. No obstante, una parte del
dinero fue utilizado directamente para poner de pie operaciones muy
sofisticadas, como el asesino del cruel jefe de la policía de Buenos Aires,
Alberto Villar, en la explosión de su yacht en el que un hombre-rana había
tendido una trampa. Otros submarinistas montoneros hicieron explotar la
primera fregata con capacidad de lanzar misiles, destruyendo su equipamiento
electrónico, el día del aniversario del golpe de Estado de 1955. Otro episodio
fue el 5 de octubre de 1974, cuando los guerrilleros lanzaron un asalte
espectacular sobre el QG del Regimiento de Caballería N° 29, vestidos del
uniforme montonero, mientras que un otro grupo secuestró un avión de
Aerolineas Argentinas, obligándolo a aterrizar acerca de la base militar. Pese a
numerosos muertos en los dos campos, los Montoneros huyeron con el avión
con armas robadas a los militares, aterrizando en el campo, donde camiones
les esperaban. Jamás guerrilla fue más próxima de un enfrentamiento militar
directo, pero aparece que la estrategia montonera de provocar a un
movimiento revolucionar simplemente gracias a sus acciones heroicas se
fundaba sobre una subestimación peligrosa de las fuerzas del Estado
argentino: si haya una cosa que el gobierno de Isabel Perón sabía realizar, eran
los asesinos políticos. Particularmente, después de la desgracia de López Vega
en 1975, la represión cayó directamente en las manos del ejército. Los
guevaristas del ERP habían creado un “foco” en la provincia pobre de Tucumán,
con miserables “soldados” (jóvenes, estudiantes...), y sobre los ordenes del
gobierno, en febrero de 1975, los generales Luciano Menéndez y Acdel Vilas
pusieron de pie un sistema de contra-insurrección directamente inspirado de la
Batalla de Argel (gracias también a la experiencia francesa, según Marie-
Monique Robin: militares y ancianos de la OAS, con el apoyo del gobierno
francés, habían informado los Argentinos sobre los métodos de la contra-
revolución): los militares establecieron el estado de urgencia, acuadrillando la
zona y torturando sistemáticamente a los oponentes para quebrar el moral de
la población y todo apoyo a la guerrilla. Los guerrilleros fueron aplastados. En
marzo, el gobierno organizó un raid en Santa Fe, con 4 000 miembros de las
fuerzas de seguridad, arrestando a 150 militantes y líderes sindicalistas, y en
julio, Italo Luder, presidente por interinidad, Isabel Perón estando
temporalmente enfermada, firmó los decretos de “aniquilación” (con la
aprobación de Isabel Perón), extendiendo el régimen de urgencia de la
provincia de Tucumán a todo el país. La represión se iba extendiéndose de un
modo terrible. A finales de 1975, el ERP intentó tomar el arsenal militar del
Monte Chingolo, utilizando por ejemplo granadas artesanales en botes de
yogur. Pero la caserna había sido informada, y el ERP perdió más de 80
hombres en la operación.
Finalmente, cuando los militares tomaron el poder, el 24 de marzo de
1976, los Montoneros como el ERP habían sido aplastados y casi
desmantelados. Pero la junta militar liderada por Jorge Videla, afirmando que
protegía de modo neutral el país de los “dos demones” (el terrorismo de
extrema izquierda y de extrema derecha (la “Triple A” mató quizás 1 500
personas), pese a que apoyaban claramente los anticomunistas), decidió
operar de modo mucho más radical que antes, decretando el “Proceso de
Reorganización Nacional”, apoyándose sobre los “decretos de aniquilación” de
1975. Se trataba de un procesos que era realmente una contra-revolución, o
sea reconcentrar el poder en las manos de una élite social y política que había
sido contestada y que había debido entregar ingresos y progreso social a la
población: la tasa de pobreza argentina estaba inferior a la tasa francesa o
estadounidense en la época. Se trataba también del “gran destino de la
patria”: el fanatismo católico y nacionalista estaba presente en los discursos de
los militares, y en contra de “terroristas llevando ideas contrarias a la
civilización occidental” (Videla), se necesitaba operaciones quirúrgicas. La
junta, apoyada por las élites argentinas, que veían en ella la oportunidad de la
estabilización social y del desarrollo económico a través de políticas de tipo
neoliberal, empezó sus operaciones, apoyándose sobre campos de
concentraciones y de torturas clandestinos (querían “evitar una campaña
internacional como la que fue lanzada en contra del Chile”, según documentos
desclasificados brasileños). El objetivo era de llegar a un equilibrio entre horror
publica y privada, para que cada uno conocía lo que se operaba pero que se
podía negar totalmente las operaciones si necesario. Por ejemplo, desde los
primeros días, una Ford Falcon llegó en Buenos Aires, al lado del obelisco de 67
metros: agentes vincularon un preso al monumento con cordas y se le ejecutó
adelante de todos. Después, las operaciones fueron más discretas: se
trabajaba con listas pre-establecidas, se rodeaba un barrio de casas, y en la
jornada o en la noche, adelante de los vecinos, se echaba una persona o una
familia completa en unas Ford Falcon. Ninguno estaba protegido: en el cine, en
el lugar de trabajo, en los buses, e incluso una pareja que fue arrestada el día
de su boda, adelante del altar, en una iglesia de Santa Fe llena de mundo.
Después del arresto, se torturaba en uno de los 340 centros de tortura del
país, ciertos en hospitales en actividad o en un anciano club de deportes ; un
otro fue la Escuela Superior de Mecánica de la Armada, con espacios para
aislar sensorialmente a los presos (la capucha), y guarderías para los bebés
robados a las detenidas, que se vendían después a parejas próximas del poder.
En la sola ESMA, 5 000 oponentes a la dictadura “desaparecieron”. Se tomaba
frecuentemente los presos en aviones o helicópteros y se les echaban en el
Atlántico o en el Río de la Plata, muertos o anestesiados. Se podía encontrar
cadáveres en fosas comunes, muy ligeramente disimulados. Otro elemento
interesante es que las operaciones de contra-insurrección, teóricamente
destinadas a enfrentarse a grupos terroristas, se extendían de facto a la clase
obrera y campesina entera, a partir del momento en el que pudieran
representar una amenaza al régimen. Por ejemplo, Graciela Geuna, presa
política del campo de La Perla, explicó que soldados de su campo, enfrentados
a la inminencia de una huelga en una central eléctrica, decidieron de
“montonerisarla”, o sea que los soldados imprimaron tractos que firmaron con
el nombre de “los montoneros”, invitando los obreros a cesar el trabajo:
utilizaron estos documentos como pruebas para arrestar y matar los líderes
sindicalistas del sitio. El “anti-terrorismo” se transforma en un argumento para
aplastar a sindicalistas. Para completar el ejercicio de contra-revolución, la
empresa Ford, también, entre otras empresas, apoyó totalmente la junta: su
fábrica de coches de Buenos Aires fue transformada en un campo armado, con
soldados patrullando en las cadenas de montaje, capturando y haciendo
desfilar a los sindicados en la fábrica, la figura encapuchada. Un campo de
detención había sido instalado en el interior de la fábrica, en él que se
torturaba estos presos con electrodos: aparece que al mínimo 25 líderes fueron
raptados en el periodo en esta fábrica. Otro elemento es que los países del
“Cono Sur” estaban coordinados en la “Operación Cóndor”, y, por ejemplo,
Jorge Zaffaroni y Maria Emilia Islas de Zaffaroni, perteneciendo quizas al
movimiento Tupamaro, fueron capturados en Buenos Aires por el grupo 601,
pues entregados a la policía de Uruguay. Se sabe también que hubo
operaciones comunes entre las policías de Argentina y Uruguay, como la
destrucción del grupo de resistentes Tupamaros llamado “OPR-33”: se lo sabe
gracias a telegramas de la Defense Intelligence Agency estadounidense. El
proyecto contra-revolucionario implicaba la sociedad entera en una forma de
orgía de violencia que “quebraba” a toda la población, lo que hizo que los
Argentinos negaron generalmente saber lo que se desarrollaba: “no sabíamos
lo que nadie podía negar”, dicen los Argentinos acerca de esta época.
Al nivel de los guerrilleros, los Montoneros fueron también “quebrados”
radicalmente: cuando se pedía a los Tupamaros de resistir 24 horas a la
tortura, los líderes Montoneros exigían una resistencia total, sin hablar hasta la
muerte: fracasar era un “problema de firmeza ideológica”: otros se suicidaron,
o murieron en tiroteos, como Vicki Walsch, que se suicidó adelante de soldados
que intentaban capturarla con su familia en su casa de Buenos Aires. Pero
Firmenich intentó no obstante operar un desembarco en la “Ofensiva Copa del
Mundo” de 1978-79, operación mal preparada que acabó con la muerte de casi
todos los Montoneros exiliados que habían intentado participar en la operación.
Firmenich, considerado según testimonios como “psicótico”, nunca manifestó
arrepentimiento, y según el periodista Martin Erwin Andersen, era desde el
inicio de la guerrilla un agente de las fuerzas militares argentinas, afirmando
tener informaciones de un diplomado estadounidense trabajando por los
servicios secretos, en los cuales según él no se dudaba que Firmenich
trabajada por el Ejército argentino. No se puede probar esto claramente, pero
la suspicacia se quedará sobre el liderazgo del movimiento.
A finales de todo, aparece claramente que el “terrorismo montonero” era
un pretexto de la junta para poner de pie su proyecto de contra-revolución:
documentos desclasificados del secretario de Estado de EEUU atestan que, el 7
de octubre de 1976, César Augusto Guzzeti, ministro de Asuntos exteriores de
la junta, informó a Kissinger que “las organizaciones terroristas han sido
desmanteladas”: la “guerra sucia” (pese a que se puede contestar hasta la
expresión, porque no había dos campos definidos, sino a este momento la
guerra de la junta en contra de una parte de su pueblo) continuaba no
obstante. La mayor parte de las 30 000 victimas de la junta no fueron
miembros de grupos armados sino sindicados, obreros, campesinos, profesores
de universidad, economistas, psicólogos, artistas, militantes de izquierda. El
objetivo era la instauración de un orden nuevo, y para esto, se necesitaba
“limpiar una cultura”: la poesía de Pablo Neruda, la teología de la liberación, la
pedagogía de Paulo Freire o el periodismo revolucionario de Eduardo Galeano o
de Rodolfo Walsch: la lucha anti-terrorista era el pretexto para aplastar esto.
En la Universidad del Sur, de Bahía Blanca, se arrestó 17 profesores que
“difundían la sedición”: eran mayoritariamente economistas. Se torturó los
líderes de las ligas agrarias, que amenazaban con sus ideas redistributivas el
orden campesino: los soldados utilizaban las picanas, instrumento tradicional
de la agricultura, en contra de esos campesinos, mientras que las políticas de
la junta enriquecían los grandes propietarios: Martínez de Hoz había
deregulado el mercado de la carne, lo que llegó a un aumento del precio de la
carne de 700%. Su plan económico quería detener la inflación y estimular a los
inversos extranjeros, con la prohibición de la huelga, el congelo de los salarios,
y la devaluación del peso (para proteger los capitales de la inflación). La
población, quebrada, aceptaba este destino en silencio, pese a la hambre o a
las epidemias. La tortura se encargaba de destruir las ultimas raíces de la
solidaridad, fracturando los individuos hasta que aceptaran de defender su
interés proprio, individual, antes de los otros: la victoria ultima era cuando los
torturados aceptaban de dar golpes de picana a otros torturados, o cuando
renunciaban a sus convicciones adelante de las cameras de la televisión. El
proyecto de construcción de una nueva sociedad se aplicaba también al
individuo. Finalmente, los Montoneros eran solamente el pretexto para la
ejecución de un programa político que necesitaba que se aplastara clases
enteras de la sociedad para funcionar. El descubrimiento de un centro de
tortura en los subsuelos de las Galerías Pacífico, un centro comercial lujoso de
Buenos Aires, en 1987, cuatro años después de la dictadura, simboliza quizás
mejor que todo una convergencia entre el anti-terrorismo y la contra-
revolución que sobrepasaba el simple discurso anti-terrorista.

En conclusión, la estrategia de la guerrilla urbana ha fracasado en todos


los países en los que guerrilleros han intentado desarrollarla, demostrando que
los gobiernos sabían mejor que los guerrilleros como utilizar esos espacios y
como manejar la violencia, pero se ha podido anotar una evolución en las
guerrillas, desde Tupamaros inicialmente moderados y al fin más violentos,
hasta Montoneros radicales desde el inicio y que ganaron en exaltamiento,
pese a que su jerarquía había sido contestada a causa de líderes dudosos. Esta
evolución va a ser visible en el terrorismo internacional, que va a ganar en
intensidad, a través de organizaciones como la IRA o la OLP. Después de la
retirada del poder de las juntas en Uruguay y Argentina, algunos líderes de las
juntas han sido arrestados, como Bordaberry, que ha sido encarcelado en
noviembre de 2006, o Isabel Perón (pese a que no se sabe exactamente si
conocía el contenido de las operaciones anti-terroristas), que ha sido arrestada
brevemente por la policía española el 12 de enero de 2007. No obstante, la
mayor parte de los dirigentes se queda sin persecuciones judiciales, y pese a
que los legados políticos de las juntas han sido más o menos evacuados
(elección de Tabaré Vázquez en Uruguay y de Nestor, pues Cristina Fernandéz
de Kirchner en Argentina, ellos tres perteneciendo a movimientos de
izquierda), la reconstrucción de una solidaridad nacional en estos países ha
tomado mucho tiempo, y Argentina, particularmente, ha sufrido de las deudas
legadas por la junta (la deuda externa se elevó de un 7 000 millones de $ a
finalizar de 1975 hasta 45 000 millones de $ a finalizar de 1983): Domingo
Cavallo, el futuro artesano de la Ley de Convertibilidad que iba a echar
Argentina en la crisis económica en 2001, había decidido de “nacionalizar” una
parte de las deudas externas de empresas privadas, parte de ella extranjeras,
que se habían instalado en Argentina, a través de un seguro de cambio en el
Ministerio de la Economia, reduciendo las marginas de acción económica de los
gobiernos siguientes, que aplicaron las medidas económicas propuestas por el
Consenso de Washington. Todo este proceso, del cual se puede encontrar
herencias en la situación en Irak (se puede comparar por ejemplo la Operación
Cóndor al sistema de “restituciones extraordinarias”), hizo que se puede decir
acerca de este proceso de contra-revolución sobre sociedades enteras, que “el
torturador es un funcionario. El dictador es un funcionario. Burócratas
armados, que pierden su empleo si no cumplen con eficiencia su tarea. Eso, y
nada más que eso. No son monstruos extraordinarios. No vamos a regalarles
esa grandeza” (Eduardo Galeano).

Bibliografía:

– Matthew Carr, la Mécanique Infernale, Héloïse d'Ormesson, 2008, 559 p.


– Naomi Klein, La Stratégie du Choc, Leméac / Actes Sud, 2008, 671 p.
– Robert Scheina, Latin America's Wars: The age of the professional
soldier, 1900-2001, Brassey's, 2003, 531 p.
– Marie-Monique Robin, Escadrons de la mort, l'école française, La
Découverte, 2004, 453 p.
– Clausewitz on the Pampas: An Argentine Snapshot as Latin America
Moves Leftward, 2006, http://munism.com/clausewitz_on_t.html

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