Está en la página 1de 15

5.

Objetivo general y específicos


6. Metodología y fuentes
7. Esquema
PLANTEAMIENTO DEL PROBLEMA

“Sobre el posestructuralismo en la política feminista y una propuesta de


emancipación”.

Tema de la investigación.

El tema de investigación de esta tesina se desarrollará en base a la crítica del feminismo


posestructuralista o feminismo “de identidad”; señalando sus limitaciones en relación a
su propuesta de emancipación. En cuanto a este análisis, se procederá a evaluar si es
consistente una propuesta emancipatoria de la mujer dentro del feminismo en un
contexto actual.

Justificación

En las últimas décadas, el análisis feminista ha experimentado un giro adicional. La


violencia contra las mujeres está a la vanguardia sobre la discusión a favor de la lucha
por sus derechos siendo de un fuerte interés por la toma de conciencia e indignación
social en la actualidad. En un primer momento histórico, muchas teóricas y activistas
feministas coincidieron en defender la idea de libertad e igualdad social, exigiendo su
participación dentro de la sociedad liberal. Para los inicios del siglo XX, “el capitalismo
adaptó la opresión de las mujeres y la división del trabajo entre los sexos a sus propias
características particulares, al mismo tiempo que generaba una diversidad de
movimientos feministas, así como una visión de la liberación de la mujer en el seno del
movimiento socialista”. (Vogel 1972:2). Actualmente, nuevas propuestas feministas con
orientaciones políticas liberales y de respaldo cultural, han levantado una bandera en
defensa de una idea de libertad por fuera de las demandas de justicia social,
denunciando que el movimiento feminista sea visto como netamente economicista, y
material.

Los conceptos en torno al “género”, “discurso” y “representación de identidad”, entre


otros, han sabido atribuir al debate a favor del pensamiento feminista y la discusión
sobre si esta puede corresponder a una real emancipación dentro de los nuevos
contextos de opresión capitalista. La reflexión contemporánea sobre la justicia, dentro
del estadio político y social, debelan las dudas de una viabilidad histórica (o de ideales
socialistas), caracterizada por un paradigma progresista como confiable de un cambio
social, asumiendo nociones, y reclamos políticos, desde un nuevo paradigma de
reconocimiento y diferencia cultural sobre las exigencias de igualdad social, revelando,
la dinámica de un liberalismo político relacionado a un modelo económico enmarcado
de diferencias sociales. La teoría política individualista liberal continúa con la invasión
de la burocracia, encontrando un punto de partida en la teoría política moderna dentro
de las políticas feministas en las décadas de individualización y de libertad individual.

El origen de diversos tipos de movimientos sociales y activismos de orientación


cultural, simbólica y discursiva han sido caracterizados por sostener luchas autónomas
basadas en la emancipación de las minorías étnicas o sexuales. Estas formas de
organización influenciaron a otros grupos, formando de esta manera agrupaciones
similares con tendencia a una unificación en torno a la raza, el género o la sexualidad.
Aquellas consignas fueron ampliamente aceptadas, desatando un amplio debate sobre
cómo caracterizar mejor la totalidad social: o como “patriarcado”; o como un sistema
dual entre “capitalismo” y “patriarcado”, siendo estos sistemas autónomos que se
interconectan de forma contingente. Actualmente, los conflictos de género, que desde
un inicio se concentraban en el trabajo y en la violencia, están enfocados en la identidad
y la representación. “De hecho, esta yuxtaposición de un discurso sobre las necesidades
con los discursos sobre derechos e intereses es una de las marcas específicas de la
cultura política tardo-capitalista”. (Fraser 2013:76).

“[…] Con el contexto político e ideológico del neoliberalismo, […] se desactivaría las
reivindicaciones políticas feministas. Desactivación que pasaría por introducir múltiples
reivindicaciones al mismo nivel que las reivindicaciones feministas, diluyendo esas en una
plétora de formas de desigualdad radicalmente diversas e inarticulables políticamente”.
(Sales 2017:246).

Actualmente el surgimiento de nuevas propuestas feministas que se desencadenaron a


partir del feminismo de la segunda ola, congrega un homólogo discurso de
representación e identidad cultural, aliándose con otros movimientos autónomos de
liberación para abrir el restrictivo imaginario sobre el capitalismo relacionado con una
mala distribución entre clases. La desigualdad entre las esferas de la “política”, la
“economía”, y la “domestica”, se ha visto reflejada como un problema cuya única salida
ha sido el de la representación y la concepción del discurso y la exaltación de la libertad
individual, excluyéndose una representación de estatus social y una distribución
socioeconómica que sugiera el cambio simultáneo de la desigualdad y de una política
identitaria justa.

Se ha otorgado un amplio cuestionamiento sobre si estas nuevas teorizaciones han


podido o pueden representar a un sujeto femenino como agente revolucionario, y se han
presentado algunas tensiones dentro de los estudios feministas. El asunto de la
emancipación se coloca en cuestionamiento, y un capitalismo globalizantes mercantiliza
las relaciones sociales frente las teorías “emancipadoras”: “una escisión generalizada
entre políticas culturales de reconocimiento y las política sociales de redistribución, y el
alejamiento de las pretensiones de igualdad frente a una agresiva mercantilización y un
agudo crecimiento de las desigualdades materiales” (Fraser 1997:7).

El feminismo en nombre de la deconstrucción, del posmodernismo, o del reformismo


parcial (Fraser, 1997) con una visión particular sobre las nociones de sujeto e
identidades femeninas, ha desencadenado una alternativa particularista y meramente
cultural dentro del estudio de las identidades sociales. Así, el discurso del sistema
simbólico ha sido de una fuerte influencia en estos últimos años, dentro de las
conceptualizaciones de la teoría queer y los feminismos postcoloniales, sirviendo como
base para teorizar la construcción discursiva de la subjetividad, una teoría del discurso y
la eliminación del sujeto político para una búsqueda de la “igualdad” dentro de los
parámetros de poder establecidos.

La postura de las nuevas instituciones, -la re-potencia propiedad privada-, entreabre, -en
una época actual-, aún más la separación entre lo público y privado en relación al sujeto
de la mujer, otorgando su supresión y su condenamiento dentro del capitalismo y
modernas instituciones burócratas. Estando frente a un periodo de transición del
capitalismo, los derechos consignados frente a la exigencia de la igualdad, -denota su
inconsistencia-, frente a los grupos oprimidos que reclaman igualdad, o la persistencia
de sus derechos básicos frente un canal de justicia inexistente. “El constitucionalismo
liberal, las grandes codificaciones y las proclamas, se sancionan normativas que
amparan derechos de libertad, igualdad y representación”. (Vegh, 2012:132). “[…]el
derecho a la igualdad existe sin que alcance […] constituirnos en una comunidad
política en base a una igualdad sustantiva, sino que garantiza solamente que todos los
individuos sean tratados como individuos aislados en un plano formal de paridad”
(Vegh 2012:132).

“Lo que ha fracasado entonces, […] no es solamente un conjunto de (arcaicos)


acuerdos institucionales que existieron realmente, sino también la creencia en el
principal ideal que inspiró las luchas por la transformación social durante el último siglo
y medio”. (Fraser 1997:4). Este estado de ánimos escépticos y una amplitud de
sentimientos debelan “el agotamiento de las energías utópicas (de izquierda)”
(Habermas, 1984) y el no surgimiento, -pese a la proliferación de grupos activistas-, de
una nueva visión progresista capaz de reemplazar el socialismo (Fraser, 1997). El plano
económico es dejado de lado, y las exigencias de reconocimiento adquieren una
importancia vislumbrante, opacando la igualdad social dentro de un plano empírico
universal.

En este contexto, resulta necesario formular una teoría feminista que dialogue con una
propuesta socialista en base al reconocimiento y la emancipación, admitiendo como
punto importante el cuestionamiento dentro de las tensiones actuales del feminismo:
¿qué oportunidades y/u obstáculos plantea la discusión sobre las necesidades
materiales a movimientos, como el feminismo, que pretenden alcanzar una
transformación social de gran alcance en la actualidad? Frente a la política
neoliberal hegemónica en nuestros tiempos, la justificación de esta tesina es analizar el
quiebre (y la problemática) dentro del feminismo posestructuralista (y nuevas
concepciones de corte liberales) a partir de una lectura filosófica para generar una
posible respuesta de estructuración entre un ideal de libertad ligada con otra de justicia
social.

Problema de investigación

El encuentro entre poder y emancipación genera una amplia discusión que necesita ser
revisada en base a la teorización sobre el concepto de “género”1, ampliando el necesario

1
Como sabemos, el análisis en del sometimiento de género ha sido de gran importancia en la teoría
feminista en los últimos años, generando nuevas visiones de empoderamiento para las mujeres dentro de
algunos campos de acción y contribución de debates. Aunque ha sumado mucho dentro de las teorías
trans o queer, esta no ofrece necesariamente un análisis explicativo en relación a la dominación de género
dentro de un factor de clase, economía, sexo, o raza. “El modelo foucaultiano de la emancipación de la
de análisis sobre las actuales preocupaciones sociales: la problemática relacionada al
trabajo, las relaciones privadas y públicas, así como también la problemática centrada
en la cultura, -en su carácter político en relación a los movimientos sociales-, vinculadas
con posturas anticapitalistas, cultura e imperialismo. A nuestro juicio, el análisis de los
cambios en los objetivos políticos en las más recientes formulaciones feministas resulta
primordial para sostener un paradigma claro dentro de la crítica feminista con un
carácter distributivo:

“Mientras que la generación de 1968 esperaba, entre otras cosas, re-estructurar la


economía política para abolir la división del trabajo por sexo, las feministas
posteriores formularon otros objetivos menos materiales. Algunas, por ejemplo,
buscaban el reconocimiento de la diferencia sexual, mientras que otras preferían
deconstruir la oposición categorial entre lo masculino y lo femenino” (Fraser
2013:190).

Partiendo de una idea de libertad relacionada con otra de justicia social, el complejo
análisis de dominación que trae consigo nuevas posturas como la teoría queer,
trasnacional o postcolonial, cabe cuestionar su carácter emancipatorio, poniendo en
duda su capacidad de convivir con estructuras de dominación o políticas emancipatorias
puramente liberales constituidas por un ideal de libertad negativa. Una pregunta
preliminar sería: ¿es posible un proyecto feminista con carácter emancipatorio radical, a
partir de las nociones de deconstrucción de sujeto político? ¿La tarea deconstructiva de
la liberación de la mujer, en un sentido de “liberación de toda identidad”, puede ser la
única tarea específica de la teoría feminista actual? ¿En qué afecta la exaltación de la
libertad individual en contexto de modernidad, es este el básico objetivo de igualdad
que tiene como proyecto el feminismo? “Si la liberación de las mujeres […] se entiende
como liberación de toda identidad, por ser esta inherente, opresiva y excluyente,
entonces se privilegia la tarea de deconstrucción como tarea específica para la
elaboración teórica feminista” (Posada 2015:35). Para la norteamericana Nancy Fraser
“esta visión es demasiado unilateral como para satisfacer plenamente las necesidad de
una de una política emancipadora”, añade: “las feministas sí necesitan hacer juicios
normativo y ofrecer alternativas emancipadoras. No estamos a favor del ‘todo vale’”
(Fraser 1997:293).

dominación de género, implícito en su análisis, deja el planteamiento de la modernidad y la subordinación


existente en manos de los imperativos del capitalismo neoliberal sin cuestionamiento” (Allen 2016: 182).
No reconocer el conflicto y las relaciones sociales que se crean a partir del surgimiento
del capitalismo es también no reconocer la raíz del problema de las mujeres: el
desarrollo de la división del trabajo y el surgimiento de la propiedad privada como
causa histórica de la explotación a la que están sometidas, y la injusticia ellas bajo una
diferenciación basada en relaciones de dominación, subyugación y dependencia. Desde
un preámbulo histórico, -como análisis vigente en una sociedad con distinciones
sociales- la tradición marxiana asume, desde sus orígenes, -con los escritos de Karl
Marx y Friedrich Engels-, la lucha por la liberación de la mujer. Ya desde El Manifiesto
Comunista, Marx y Engels argumentaron cómo la clase dominante oprime
consecuentemente a las mujeres, relegándolas a ciudadanas de segunda clase en la
sociedad y dentro de la familia: “el burgués ve en su mujer un mero instrumento de
producción, no sospecha siquiera que el verdadero objetivo que perseguimos [los
comunistas] es el de acabar con esa situación de las mujeres como mero instrumento de
producción”. Este análisis, es previsto, no teóricamente en relación a la cuestión de la
mujer, pero si desde la posición de crítica a postura liberal en condición emancipadora
del sujeto del cual podemos incluir a la mujer en relación a la opresión. Pese a que la
teoría marxiana no plantee una teoría para la condición de la mujer en sí, el análisis
como crítico social, en relación al capitalismo, “[…] fue sin duda, el primero que negó
la pretensión de imparcialidad y universalidad del estado. La escisión entre el ámbito
público de la ciudadanía y el ámbito privado del deseo y la codicia individuales deja
intactas la desigualdad y la competición que se dan en ese ámbito privado”. (Young,
1990:102). Esta separación redacta claramente, como podemos analizar la situación de
la mujer, desde el punto de vista burgués de la sociedad actual: la división moral del
trabajo, los estándares de lo público y lo privado, los impulsos individualistas en un
ámbito particularista, y sobre todo, el paradigma donde “la sexualidad amenaza
constantemente con hacer saltar la unidad de la sociedad bajo […] la razón universal”.
(Young, 1990:103).

Desde, Marx, ha sido necesario estudiar la génesis del capitalismo para dar un paso
obligatorio en la agenda de la humanidad, construyendo una alternativa a la sociedad
capitalista. Marx reconoció la importancia de la relación entre hombres y mujeres en la
historia desde sus primeras obras, denunció la opresión de las mujeres, sobre todo en la
familia capitalista, burguesa. Por ejemplo, en los Manuscritos económicos y filosóficos
de 1844, escribe (evocando en cierto sentido a Fourier) que la relación entre mujeres y
hombres en toda sociedad en todo periodo histórico es la medida de cómo los seres
humanos han sido capaces de humanizar la naturaleza. En La ideología alemana, habla
de la esclavitud latente en la familia, y de cómo los varones se apropian del trabajo de
las mujeres. Hay por tanto cierta presencia de una conciencia feminista, pero son
comentarios ocasionales que no se traducen en una teoría como tal. En el volumen I de
El capital Marx, por ejemplo, analiza el trabajo de las mujeres en el capitalismo, pero
solo analiza el trabajo de las mujeres obreras en la gran industria.

Una de las causas principales del eco obtenido en el tema del reconocimiento en la
Teoría Crítica, debates de la ética, y la filosofía política contemporánea en relación a los
temas sobre feminismo y la clase obrera; ha sido sin duda, la esperanza de superar con
su ayuda las limitaciones de la concepción tradicional de la justicia frente a los patrones
de exclusión en una sociedad capitalista. Mientras el paradigma “moderno” de la
justicia ha parecido orientarse, casi exclusivamente, hacia la cuestión equitativa de los
bienes, -considerando irrelevantes las relaciones de género o de tipo cultural-, el
concepto de reconocimiento, parece articular, teóricamente, las reivindicaciones
mencionadas, pues las interpreta como demandas moralmente justificadas de
aceptación, o de un modo de ser -o una forma de vida- sobre la base de las expectativas
normativas que ofrece el propio modelo intersubjetivo del reconocimiento.
La contraposición, -aquí sugerida entre justicia y reconocimiento-, podía llevar a
imaginar muchas formas de relación de dichos conocimientos, ya sea buscando su
justificación recíproca, o su subordinación de uno a otro. Este debate es, sin duda, en
uno de los más famosos relacionados a una discusión teórica que no concluye en
consenso. El filósofo del reconocimiento, Axel Honneth y la filósofa norteamericana,
Nancy Fraser, discuten sobre el tema ¿Redistribución o reconocimiento?

Fraser, considera que a través de una perspectiva bidimensional de justicia (el de


redistribución y reconocimiento), podemos intervenir a cuestiones de injusticia
relacionados a una redistribución económica (constituidas en el mercado y la
producción) de grupos minoritarios que reclaman reconocerse frente a la sociedad.

Según Fraser -contra Honneth-, “la falta de reconocimiento no consiste al daño de la


subjetividad a causa de un descontento social o menosprecio hacia el otro” (Arrese
2017: 142). Fraser, se distancia de los argumentos de reconocimiento de Honneth, y
agrega que antes de hablar de un mal reconocimiento, sería pertinente cuestionar, ciertos
patrones institucionalizados de valor cultural que niegan el estatus de interlocutores,
impidiendo que estos sujetos puedan participar igualmente en la vida social. A partir de
este giro crítico, Fraser, respalda un reconocimiento desde la óptica de un estatus social,
que permite analizar las normas con las que funcionan estos patrones institucionales.

Dado este concepto, Nancy Fraser, recurre a categorías hibridas o grupos


bidimensionales como ejemplos sociales, donde se pueden acoplar estos problemas
relativos, de redistribución y reconocimiento; dados que son estos principalmente los
encuentran arraigados por una injusta de distribución económica, así como también por
problemas relacionados al reconocimiento u orden de status social. Estos son los casos
de género, raza, sexualidad y clase social, -ejemplos de ámbitos de subordinación-, “de
mala distribución como de reconocimiento erróneo en formas en las que ninguna de las
injusticias es un efecto directo de otra, sino que ambas son primarias y co-originales”.
(Fraser; Honneth 2006: 58). De esta forma, Fraser determina que la norma de paridad
participativa se concibe en términos de una justicia bidimensional, más allá del análisis
psicológico del sufrimiento de sujetos particulares, que propone Honneth. Esta
propuesta, según Fraser, podría trabajar de una manera más óptima en relación a las
reivindicaciones y demandas de los movimientos sociales.

“Esto implicaría una reevaluación dinámica de las identidades denigradas y de los


productos culturales de los grupos difamados. También implicaría reconocer y valorar de
manera positiva la diversidad cultural. Una perspectiva aún más radical precisaría de la
transformación total de los modelos sociales de representación, interpretación y
comunicación de modo que pudiera cambiar el sentido que cada cual tiene de sí mismo.”
(Fraser 1995: 74)

Partiendo desde la revisión crítica de Fraser, ¿cuál sería entonces, -desde una crítica
marxista-, una reconstrucción de un análisis socialista para un mejor señalamiento de
los canales de opresión en las mujeres y los grupos disidentes?, asumiendo que el
“enfoque cultural por parte de la política de izquierdas ha abandonado el proyecto
materialista del marxismo, [y que] no aborda las cuestiones de económicas y
redistribución, tampoco acierta a ubicar la cultura en términos de una comprensión
sistémica de los modos de producción sociales y económicos” (Butler 2011: 256).
Pregunta general y específicas:

Al feminismo de tendencias ligadas al posestructuralismo, preguntamos, nuevamente:


¿le es poco productivo explicar su desarrollo dentro de las prácticas sociales a partir de
las relaciones de producción y trabajo? ; ¿le es difícil reconocer la existencia de un
desarrollo histórico independiente de la conciencia del sujeto, o la materialidad de las
contradicciones sociales provocadas por las relaciones de producción?

Los fundamentos del posestructuralismo y su encuentro con el pensamiento


feminista ha posibilitado la caracterización de las identidades de género como
construcciones meramente performativas y emancipatorias. “La impugnación de la
ficción moderna de un sujeto fuerte y constituyente, y la idea de un sujeto más bien
constituido por el discurso y las prácticas de poder están en el corazón mismo del
pensamiento foucaultiano” (Posada 2015:30). Una nueva concepción del poder posee,
actualmente, nuevas lecturas dentro del feminismo. Para la filósofa Judith Butler -a
través de un concepto foucaltiano de poder- dirá que el sexo está “tan culturalmente
construida como el género, de hecho, quizá fue siempre género, con el resultado de que
la distinción entre sexo y género no existe como tal” (Butler 2007:55). Para Amy Allen,
sin embargo, “estas relaciones de poder basadas en el género y en toda su complejidad,
parece cortar la posibilidad misma de emancipación […]”. (Allen 2016:171).

¿Es posible hablar, entonces, de una política de emancipación para la mujer


dentro de la sociedad? “Muchos escritores que buscan un marco emancipatorio para
someter la discusión de la teoría política individualista liberal así como la continua
invasión de la burocracia en la vida cotidiana, afirman haber encontrado un punto de
partida en los ideales no realizados de la teoría política moderna”. (Youg 1990: 90).

Temas como la búsqueda de una política emancipatoria frente a la tangente de una


política liberal, demanda un inicio de democratización de instituciones modernas,
ligadas, -no solo al reconocimiento de los intereses particulares-, sino de un
replanteamiento de los ideales de igualdad. Asumir la incongruencia entre el ideal
plasmado en la comunidad política y la praxis de la sociedad civil, tal como esclarece
Marx (Sobre la Cuestión Judía, 1844) , constituye un enorme paso en el marco de la
toma de conciencia para sí del colectivo reivindicativo, en tanto se enfrenta con los
límites personalistas y de emancipaciones burguesas.
 La idea es demostrar una lectura comparativa entre la propuesta
foucaltiana, en relación a la noción de poder, de libertad y las nuevas
propuestas posestructuralistas tomadas por las actuales feministas, como
los discursos de identidad simbólica y deconstructiva. Esta lectura
comparativa permitirá establecer un vínculo de diferencia entre el
análisis de libertad –teniendo lugar dentro de un parámetro de poder, y
no fuera de él- que realiza Michel Foucault, y las limitaciones de las
interpretaciones del concepto de libertad embarcadas por las feministas
posestructuralistas; así como también el encuentro de las posibles
discrepancias o similitudes -dentro de una lectura foucaltiana- de la
liberación del sujeto y su posibilidad de establecer un vínculo con la idea
de emancipación.
4. Formular una propuesta de emancipación del feminismo en la actualidad, bajo
una lectura marxista que permita el análisis de las condiciones materiales y una
visión de clase. La línea es formular una propuesta de “feminismo
anticapitalista”.

5.1. Qué conclusiones (o metas) se pretende alcanzar (objetivos generales).

El propósito es entender cómo la política de la identidad y el posestructuralismo son


bastante incompletas al tratar de cumplir su fin, el cual es un análisis más amplio de la
opresión de la mujer dentro de la sociedad capitalista; y, por tanto, su posicionamiento
ideológico tiene ciertas consecuencias políticas desfavorables para acabar con esta en
sus distintas formas de opresión.

5.1. Cómo se pretende argumentar (objetivos específicos).

¿Problema económico o cultural?: feminismo y transformación

 Un objetivo específico de esta propuesta, es sin duda, el análisis del feminismo


liberal basado en una lectura crítica del feminismo posestructuralista, en torno a
la “deconstrucción” de género, la concepción del discurso de las identidades
sociales, el lacanismo, la teoría del discurso feminista y los límites del
estructuralismo. Para ello, tomé en un primer momento, a la filósofa Nancy
Fraser, para tener una lectura comparativa y de propuesta, actual.
 Nancy Fraser en “¿De la redistribución al reconocimiento?: Dilemas de la
injusticia en la época post-socialista” (1995), hace una distinción entre la
redistribución como forma de solucionar la injusticia con respecto a la
explotación de una clase sobre la otra, la cual, demanda una transformación
desde las bases económicas de la sociedad. El reconocimiento visto de una
manera bidimensional, resolvería la injusticia cultural. Descrita por Fraser, la
solución a este problema sería:
“(…) una clase de cambio cultural o simbólico. Esto implicaría una reevaluación
dinámica de las identidades denigradas y de los productos culturales de los
grupos difamados. También implicaría reconocer y valorar de manera positiva la
diversidad cultural. Una perspectiva aún más radical precisaría de la
transformación total de los modelos sociales de representación, interpretación y
comunicación de modo que pudiera cambiar el sentido que cada cual tiene de sí
mismo.” (Fraser 1995: 74)

 Efectivamente, el problema de género, abarca dimensiones económicas y


culturales. Con un tratamiento es complejo, pero no abstracto, se podría
diferenciar o de aislar la emancipación de la mujer como una lucha ajena a un
contexto social mucho más amplio. Podría decir, además, que el “dilema” entre
redistribución o reconocimiento propuesto por Fraser, surge de una polarización
de la relación entre estas mismas esferas -y que las comunidades en general-
basadas en una particularidad.
5.2. Cómo se pretende exponer (objetivos específicos).

A partir del primer cuestionamiento: ¿problema económico o cultural? La respuesta de


al posestructuralismo y las políticas de la identidad parten de la reescritura de lo social
como ampliamente discursiva. Más allá de una enfática propuesta de un feminismo
radical, lo que se pretender es tener los argumentos bases por la cual poner con énfasis a
las nuevas posturas feministas e ideológicas.

6. Metodología (qué autores y obras serán centrales en la investigación).

 Butler, J. (2004), Undoing Gender, Nueva York, Routledge


 Foucault, M. (1986), “Of other spaces: Utopias and heterotopias”,
Diacritics, vol. 16, núm. 1, pp. 22-27.
 Foucault, M. (1977), Discipline and Punish: The Birth of the Prison,
Nueva York, Vintage.
 Foucault, M. (1994), “Critical theory/intellectual history”, en Michael
Kelly (ed.), Critique and Power: Recasting t Foucault/Habermas Debate,
Cambridge, Massachusetts, The MIT Press, pp. 109-138.
 Foucault, M. (1997), “The ethics of the concern for self as a practice of
freedom”, en Paul Rabinow (ed.), Ethics: Subjectivity and Truth:
Essential Works of Foucault, vol. 1, Nueva York, The New Press, pp.
281-301.
 Fraser, N. (1995). “From Redistribution to Recognition? Dilemmas of
Justice in a 'Post-Socialist' Age”. New Left Review, 212 (I), 68 - 93.
Fraser, N. (1997) Iustitia Interrupta. Reflexiones críticas desde la
posición “postsocialista”, Bogotá, Siglo del Hombre Editores.
 Fraser, N. (2009). “Feminism, Capitalism and the Cunning of History”.
New Left Review, 56, pp. 97-117.
 Fraser, N. (2013) Fortunes of Feminism: From State-Managed
Capitalism to Neoliberal Crisis, Londres, Verso.
 Marcuse, H. (1983). Calas en nuestro tiempo. Barcelona: Icaria
Ediciones.
 Marx, K. & Engels, F. (1973). Obras Escogidas. Moscú: Editorial
Progreso.
 Marx, K. (1974). La ideología alemana. Barcelona: Grijalbo.
 Marx, K. (2014). El Capital: El proceso de producción del capital.
Buenos Aires: Siglo XXI.
8. Bibliografía.

 Allen, A. (2016) “Emancipación sin utopía: sometimiento, modernidad y


las reivindicaciones normativas de la teoría crítica feminista”. Signos
Filosóficos, vol XVIII, no. 35, pp. 170-196.
 Butler, J. (2007) “El género en disputa. El feminismo y la subversión de
la identidad, Barcelona, Paidós.
 Fraser, N. (1997) Iustitia Interrupta. Reflexiones críticas desde la
posición “postsocialista”, Bogotá, Siglo del Hombre Editores.
 Fraser, N. (2013) Fortunes of Feminism: From State-Managed
Capitalism to Neoliberal Crisis, Londres, Verso.
 Posada Kubissa, L. (2015) “El “genero”, Foucault y algunas tensiones
feministas”. G. I. Grupo Interdisciplinar de Investigaciones Feministas,
Universidad Complutense de Madrid, pp 29-43.

9. Estado actual de la investigación.

En revisión de las primeras propuestas teóricas de Michel Focault para el análisis de los
siguientes indicios de discursos feministas. Así como también un estudio a la reciente
propuesta de la filósofa norteamericana Nancy Fraser, como crítica a las políticas de
identidad a través de una mirada de justificación (justicia bidimensional) en relación a
los temas de género y clase.

10. Producto del seminario de tesis 1 (qué se entregará al final del semestre).

En un inicio, un primer bosquejo del tema en relación a la problemática actual. El


análisis el feminismo, del cual, pretendo cuestionar, -más adelante-, con solvencia
argumentativa.

El encuentro entre poder y emancipación genera una amplia discusión que necesita ser
revisada en base a la teorización sobre el concepto de “género”2, ampliando el necesario
de análisis sobre las actuales preocupaciones sociales: la problemática relacionada al
trabajo, las relaciones privadas y públicas, así como también la problemática centrada
en la cultura, en su carácter político en relación a los movimientos sociales, si lo
vinculamos con posturas anticapitalistas relacionadas con la idea de clase, cultura e
imperialismo. A nuestro juicio, el análisis de los cambios en los objetivos políticos en

2
Como sabemos, el análisis en del sometimiento de género ha sido de gran importancia en la teoría
feminista en los últimos años, generando nuevas visiones de empoderamiento para las mujeres dentro de
algunos campos de acción y contribución de debates. Aunque ha sumado mucho dentro de las teorías
trans o queer, esta no ofrece necesariamente un análisis explicativo en relación a la dominación de género
dentro de un factor de clase, economía, sexo, o raza. “El modelo foucaultiano de la emancipación de la
dominación de género, implícito en su análisis, deja el planteamiento de la modernidad y la subordinación
existente en manos de los imperativos del capitalismo neoliberal sin cuestionamiento” (Allen 2016: 182).
las más recientes formulaciones feministas resulta primordial para sostener un
paradigma claro dentro de la crítica feminista.

“Mientras que la generación de 1968 esperaba, entre otras cosas, re-estructurar la


economía política para abolir la división del trabajo por sexo, las feministas
posteriores formularon otros objetivos menos materiales. Algunas, por ejemplo,
buscaban el reconocimiento de la diferencia sexual, mientras que otras preferían
deconstruir la oposición categorial entre lo masculino y lo femenino” (Fraser
2013:190).

Partiendo de una idea de libertad relacionada con otra de justicia social, el complejo
análisis de dominación que trae consigo nuevas posturas como la teoría queer,
trasnacional o postcolonial. Respecto de ellas, cabe cuestionar su carácter
emancipatorio, si son capaces de convivir con estructuras de dominación o políticas
emancipatorias puramente liberales constituidas por un ideal de libertad negativa. Una
pregunta preliminar sería: ¿es posible un proyecto feminista con carácter emancipatorio
radical, a partir de las nociones de deconstrucción de sujeto político? ¿La tarea
deconstructiva de la liberación de la mujer, en un sentido de “liberación de toda
identidad”, puede ser la única tarea específica de la teoría feminista actual? ¿En qué
afecta la exaltación de la libertad individual en contexto de modernidad, es este el
básico objetivo de igualdad que tiene como proyecto el feminismo? “Si la liberación de
las mujeres […] se entiende como liberación de toda identidad, por ser esta inherente,
opresiva y excluyente, entonces se privilegia la tarea de deconstrucción como tarea
específica para la elaboración teórica feminista” (Posada 2015:35). Para la
norteamericana Nancy Fraser “esta visión es demasiado unilateral como para satisfacer
plenamente las necesidad de una de una política emancipadora”, añade: “las feministas
sí necesitan hacer juicios normativo y ofrecer alternativas emancipadoras. No estamos a
favor del ‘todo vale’” (Fraser 1997:293).

La respuesta a la política de la identidad parte de la reescritura de lo social como


ampliamente discursiva. El problema, tanto cultural, como de “reconocimiento” ,de las
minorías o grupos oprimidos se encuentra en un espacio “representativo”, y su
liberación ha sido, a lo largo del tiempo, simbólica. Esto nos lleva a pensar que se trata
de una transformación discursiva que busca trasladar las reivindicaciones identitarias
“más allá” de los códigos establecidos dentro de un espacio “utópico” de libertad, a
través de la subversión de los regímenes existentes del discurso y las escalas de
representación. Con ello, se logra incurrir en una política de actos locales,
desarticulados y contingentes, generando vínculos y reglas de juicio para cada situación
particular sin ningún criterio preexistente.

Al feminismo de tendencias ligadas al posestructuralismo le es poco productivo explicar


su desarrollo dentro de las prácticas sociales a partir de las relaciones de producción y
trabajo; también se les difícil reconocer la existencia de un desarrollo histórico
independiente de la conciencia del sujeto, o la materialidad de las contradicciones
sociales provocadas por las relaciones de producción. No reconocer el conflicto y las
relaciones sociales que se crean a partir del surgimiento del capitalismo es también no
reconocer la raíz del problema de las mujeres: el desarrollo de la división del trabajo y
el surgimiento de la propiedad privada como causa histórica de la explotación a la que
están sometidas, y donde la injusticia recae sobre ellas bajo una diferenciación basada
en relaciones de dominación, subyugación y dependencia. Mientras el feminismo
posestructuralista siga abordando la defensa e independencia de las “mujeres”,
derrumbándose en una meditación meramente textual o epistemológica sobre el destino
del signo o de la identidad -o siga el imperativo feminista de la praxis- no podrá hacer
frente a las contradicciones de las condiciones reales de vida de las mujeres.

Ningún compromiso serio con estas condiciones puede desconsiderar la cuestión de la


materialidad de la opresión. El feminismo posestructuralista se ve constantemente
atrapado en un dilema entre argumentos y contraargumentos sobre cuestiones
planteadas por el materialismo o la materialidad de las condiciones de las mujeres y su
desarrollo a través de la historia. Dilema, que, por cierto, ha llevado al feminismo a una
crisis política intolerable: una crisis que es, de hecho, tan aguda que suscita dudas sobre
la viabilidad del feminismo como teoría y práctica. Justamente estas teorías, más allá de
ser un esfuerzo académico en defensa de la libertad individual de las mujeres, son poco
capaces, hasta el momento, de crear una estrategia para contrarrestar esa opresión. Más
aun, su hegemonía dentro de los círculos académicos y en los activismos políticos
feminista está en función de un conjunto de reivindicaciones semióticas e institucionales
que terminan siendo gozadas únicamente por las mujeres de las clases privilegiadas.

También podría gustarte