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Introducción

Los minerales según (Walji, 2003) son compuestos químicos, en los que se
encuentran presentes todos los elementos naturales, y por lo tanto su
manipulación en un yacimiento o en una colección presenta los riesgos
generales inherentes a la manipulación de cualquier producto químico.

Afortunadamente el coleccionismo de minerales se extiende cada día más,


pero también son cada día más las personas, incluidos niños, que están en
contacto con materiales potencialmente peligrosos sin saberlo.

Ya en el siglo XVI, el alquimista Paracels fue el primero que describió un


método para el aislamiento del arsénico, sostenía que en cantidades grandes,
cualquier substancia representa un riesgo.

En (Sharpe, 1996) sostiene que la mayoría de los casos, además de la


toxicidad propia de los elementos químicos constituyentes del mineral, debe
tenerse en cuenta su solubilidad.

Desde el punto de vista del riesgo para los niños hay que tener en cuenta así
mismo el aspecto atractivo del mineral, que tenga colores vivos, o que pueda
confundirse con una golosina, así como la menor dosis necesaria para causar
un efecto peligroso.

Minerales venenosos

(María Isabel Carretero León, 2007) Señala que:

Los minerales de arsénico son los más importantes de entre éstos, tanto por su
abundancia como por su elevada toxicidad, y siempre deben manejarse con
precaución. Todos aquellos que son solubles, como los óxidos y los
arseniatos de metales alcalinos y algunos de los alcalinotérreos son muy
peligrosos, deben manejarse con extremo cuidado y no dejarse nunca al
alcance de niños.

Entre estos minerales están la arsenolita, claudetita (poco más de 100


miligramos de cualquiera de ellos pueden causar la muerte), farmacolita,
picrofarmacolita, weilita, bukowskita, guerinita, haidingerita, rauenthalita,
hoernesita, mcnearita ...
Debe tenerse en cuenta también que (Torre, 2002) Advierte de la presencia de
minerales peligrosos "camuflados". Por ejemplo, la alteración por la acción de
la luz del rejalgar produce óxidos de arsénico, así como la oxidación del
arsénico nativo, y ya hemos dicho que su solubilidad los hace muy peligrosos.

La arsenopirita, al aire libre en las escombreras o expuesta al agua en las


galerías mineras, se altera fácilmente, formando una costra que incluye
arseniatos más o menos solubles. Por lo tanto debe tenerse cuidado
especialmente con los materiales de escombreras que contienen minerales de
arsénico (no sólo filones de sulfuros; el mispíquel abunda también en algunas
pegmatitas), no comiendo ni fumando sin lavarse antes las manos.

Son especialmente peligrosos los antiguos hornos de tostación y sus


chimeneas, conductos, etc., que pueden estar recubiertos de una gruesa capa
de óxidos de arsénico. En algunas escombreras o minas de carbón en las que
se ha producido una combustión espontánea pueden aparecer también óxidos
o sulfuros de arsénico.

El antimonio es un pariente próximo del arsénico. Aunque es menos


venenoso, debe tenerse cuidado especialmente con los minerales
pulverulentos llamados a veces ocres de antimonio, producto de alteración
sobre todo de la estibina. Entre ellos están la cervantita, senarmontita,
estibiconita, bindehimita y otros, que abundan en las escombreras de las minas
de antimonio. Estos minerales representan un riesgo adicional cuando los
ejemplares de antimonita se tratan con ácidos para eliminar la calcita que la
acompaña, y a veces engloba completamente los cristales. En primer lugar se
forman compuestos de antimonio solubles y venenosos. Pero además puede
formarse el hidruro de antimonio, un gas muy tóxico.

Como ya se ha dicho antes, la solubilidad es decisiva en el caso del bario. Los


minerales solubles, como la witherita, alstonita y baritocalcita pueden ser
peligrosos, sobre todo en forma pulverulenta. Lo mismo sucede con los
fluoruros. La villiaumita es muy venenosa, y su color rosa y su exfoliación
hace que un niño pueda confundir ciertos ejemplares con un caramelo. Una
pieza de ese tamaño puede resultarle mortal. La fluorita, en cambio, no
requiere evidentemente ninguna precaución especial en su manejo.

El plomo es el más importante, por su gran difusión, debiendo adoptarse


algunas precauciones en casos de ejemplares pulverulentos, como suelen ser
los de minio, coronadita y algunos de cerusita o anglesita. La anglesita es
relativamente soluble en agua.
El talio es un elemento muy peligroso, por su toxicidad aguda y por los
riesgos a largo plazo, ya que también se acumula en el organismo.

El cadmio es también tóxico, con efectos acumulativos semejantes a los de


otros metales pesados, pero incluso más difícilmente reversibles. El único
mineral relativamente frecuente de este metal es la greenockita, que es
ligeramente soluble en agua y además aparece prácticamente siempre en
forma pulverulenta. Aunque este material, artificial, se utilizó antiguamente
incluso para colorear jabones, los datos de la bioacumulación de cadmio en
los riñones son cada vez más preocupantes, de modo que también es preferible
ser cuidadosos en este caso.

En el caso de la pirolusita, y en general de los óxidos de manganeso, su


peligrosidad no está tanto en su contenido de manganeso como en su acción
oxidante y en la posibilidad de que forme cloro con el ácido clorhidrico del
estómago. Su habitual aparición en forma pulverulenta incrementa también
sus riesgos al aumentar su reactividad.

(Torre, 2002)Nos dice que el mercurio representa un caso especial. Sus


compuestos solubles son muy venenosos, pero extremadamente raros en la
naturaleza. Sin embargo el propio mercurio metálico es un tóxico acumulativo
por inhalación. Aunque no lo parezca, las pequeñas gotitas de mercurio se
evaporan pudiendo pasar a través de los pulmones al sistema nervioso.

El selenio es el elemento en el que la dosis indispensable y la que resulta


tóxica están más próximas, siendo la primera sólo diez veces más grande que
la segunda. En algunas zonas, su presencia en la hierba, que lo capta desde el
suelo, hace que ésta resulte nociva para el ganado. Usualmente, los minerales
de selenio algo solubles no pasan del tamaño de "micromounts", pero no
obstante su toxicidad debe tenerse presente.

Minerales cancerígenos

(María Isabel Carretero León, 2007) Sostiene que:

Afortunadamente son relativamente pocos, uno de ellos, o más bien una


familia, el asbesto, está muy difundido. El más peligroso es el llamado
"asbesto azul" o crocidolita, pero ningún componente de la familia está exento
de riesgos. El peligro está en el paso a los pulmones de fibras diminutas de
estos minerales, producidas en la extracción o limpieza de ejemplares. Cuanto
más pequeñas son las fibras, más peligrosas resultan.
La carcinogenicidad de los silicatos depende en gran parte de las
carecterísticas físicas de las fibras, de tal forma que otros silicatos también
pueden ser peligrosos. La erionita, una zeolita, es también carcinógena por
inhalación, y consecuentemente debe manejarse con cuidado. En algunas
zonas de Turquía se producen muchos casos de mesotelioma por la presencia
de esta zeolita en el suelo, y el uso para el recubrimiento de paredes de
materiales que la contienen. No existen evidencias de que otras zeolitas
fibrosas también lo sean, pero aún así, es razonable tener un poco de cuidado
con ellas. Gran parte de los silicatos fibrosos menos comunes no se han
estudiado en absoluto.

En general (Varela, 2002) dice que:


Respirar polvo de cualquier mineral puede resultar muy nocivo para la salud.
En las minas en activo se toman usualmente las precauciones adecuadas, que
deben extrapolarse a las actividades de recolección de minerales en minas
abandonadas, escombreras, etc., y a la preparación y manipulación de los
ejemplares.
Algunos derivados de metales como el cromo o el níquel se consideran como
factores de riesgo de cáncer en toxicología industrial. Sin embargo, en el caso
de ejemplares mineralógicos, las especies comunes son extremadamente
insolubles o no están en el estado químico necesario, mientras que las que
podrían ser cancerígenas son sumamente raras.

Minerales radiactivos

(María Isabel Carretero León, 2007) Nos dice que:


El uranio es por sí mismo un elemento tóxico, afectando especialmente a los
riñones, lo que debe tenerse presente al manejar sus minerales. Además, tanto
sus minerales como los de torio presentan básicamente tres tipos de riesgos
debidos a la radiactividad. Estos riesgos son la irradiación externa, la
irradiación interna por ingestión y la irradiación interna por inhalación de los
productos de fisión del radón.

El primer riesgo no suele ser excesivamente serio por varias razones. En


primer lugar, una parte importante de la emisión del uranio y torio es en forma
de partículas alfa. Su poder de penetración es muy reducido, deteniéndolas en
su mayor parte una pequeña capa de aire, o una hoja de papel. Por supuesto, el
propio mineral detiene todas las que proceden de su interior.
(Organizacion Mundial de la salud y la Asociacion Internacional para la
Proteccion Contra Radiación, 2003) Dice que la irradiación interna por
ingestión puede evitarse no comiendo ni fumando mientras se manipulan los
minerales, lavándose las manos después, etc. Como en el caso de la toxicidad,
la solubilidad del mineral, y su grado de división, resultarán también
importantes. Afortunadamente, en este caso muchos minerales con tendencia a
aparecer en forma pulverulenta, como la carnotita, son también muy
insolubles.
La emisión de radón según puede ser el mayor riesgo de los minerales
radiactivos. Este gas es un producto de desintegración del radio que a su vez
lo es de la del uranio. En los minerales primarios antiguos, estos elementos
están en equilibrio, mientras que en los secundarios, más modernos en
general, es posible que el contenido de radio y la emisión de radón sean
menor. El torio también emite radón en su desintegración, pero otro isótopo
diferente. El radón es un gas químicamente inerte, con una vida corta. El
riesgo principal aparece cuando se desintegra, dando lugar a isótopos
químicamente muy reactivos y de vida relativamente larga, que se unen a
cualquier partícula presente en el aire y pueden así alcanzar e irradiar los
pulmones. Se considera que esta irradiación es un factor de riesgo importante
en la aparición del cáncer del pulmón. Las medidas de precaución a adoptar
pueden ir desde guardar los minerales radiactivos en lugares ventilados a
hacerlo en recipientes herméticos.

Referencias
María Isabel Carretero León, M. P. (2007). Mineralogía aplicada: salud y medio ambiente.
Madrid-España: Editorial Paraninfo.

Organizacion Mundial de la salud y la Asociacion Internacional para la Proteccion Contra


Radiación. (2003). Criterios de salud ambiental 14. Londres: Organizacion
Panamericana de la Salud.

Sharpe, A. G. (1996). Química inorgánica. Traducido en Madrid por Vicente Iranzo Rubio:
Reverte.

Torre, A. M. (2002). Técnicas y métodos de investigación en nutrición humana. Editorial Glosa,


S.L.

Varela, A. S. (2002). El Cáncer: Etiologia, Epidemiologia, Diagnostico y Prevencion. Elsevier


España.

Walji, H. (2003). Vitaminas y minerales. México D.F: EDAF.

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