Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Hans Fallada es un personaje con una rica biografía, tuvo una adolescencia depresiva, fue
administrador de fincas agrícolas, alcohólico, fue morfinómano y marido infiel, padre enternecedor y
un extraordinario narrador. Sabía cómo trasladar sus experiencias contradictorias, ricas
y traumatizantes a unas novelas que ofrecen un retrato tierno y feroz de una sociedad. El ejército de
gente corriente de Fallada – porque sus personajes son gente común – se debate entre lo cotidiano
de esos años, (quizás reflejo lejano de la actual Alemania pero no tanto respecto a la posición de la
España actual), bajo la amenaza de la crisis, la inflación, el desempleo, alternando siempre entre la
cobardía y la pureza. Los manuales de literatura han intentado encuadrar a Fallada bajo la etiqueta de
la Nueva Objetividad.
Ver más en:
https://www.aryse.org/otto-y-elise-hampel-la-resistencia-al-totalitarismo-mediante-tarjetas-postales/
4
El pequeño pueblo alemán que se manifestó solo contra un Hitler recién llegado al poder
El pequeño pueblo alemán que se manifestó solo contra un Hitler recién llegado al poder
Mössingen fue el único municipio que secundó la huelga general convocada por el Partido Comunista
Alemán. Esto tuvo lugar un día después de la llegada al poder de Hitler. Se trata de un pueblo de 4.000
habitantes en el suroeste de Alemania. Un millar de personas salieron aquel día a la calle a protestar
y paralizaron dos fábricas. La policía terminó reprimiendo la protesta, la única que hubo en aquel día
en toda Alemania. Mössingen (a la izda) secundó la huelga general convocada solo un día después
de la llegada de Hitler al poder. Un día después de la llegada de Adolf Hitler al poder (hace ocho
décadas), el Partido Comunista Alemán (KPD), perseguido por el nacionalsocialismo, convocó una
huelga general en todo el país. Sólo un pueblo de 4.000 habitantes en el suroeste de Alemania,
Mössingen, atendió la llamada de la organización y, según los datos de que se disponen, entre 800 y
1.000 personas salieron a la calle y paralizaron dos fábricas que funcionaban en la localidad. La policía,
sin mayores problemas, terminó reprimiendo la protesta, la única que hubo en aquel día en toda
Alemania. Las autoridades de Mössingen, según el historiador Bernd Jürgen Warneken que ha escrito
un libro sobre el tema, han tenido a través de la historia dificultades a la hora de confrontar los hechos
del 31 de enero de 1933. Ya los nazis durante la década y media de su régimen habían sentado las
bases para que la huelga de Mössingen fuera vista como un episodio orquestado por el stalinismo y
por los enemigos de Alemania. Partidos políticos opuestos a conmemorarlo Durante la postguerra, la
visión que habían impuesto los nazis sobre la huelga de Mössingen siguió en buena parte vigente, a
lo que ayudó al dominio que han tenido durante mucho tiempo en esa región fuerzas conservadoras.
Sólo hace 10 años, cuando se cumplió el 70 aniversario, se puso una placa conmemorativa de aquella
protesta, pese a que dentro del ayuntamiento hubo resistencias. Sólo uno de los supervivientes de la
huelga (Jakob Textor, que murió en 2010 con 102 años) pudo estar presente en ese acto. Textor
mismo, sin embargo, que pintó uno de los afiches de la huelga, nunca recibió un homenaje de la ciudad
y el ayuntamiento rechazó una propuesta al respecto cuando él cumplió 100 años. Esta semana, con
motivo del 80 aniversario de la huelga, diversos grupos impulsaron una serie de actos conmemorativos,
ante los que se mostraron reacios los representantes de la Unión Cristianodemócrata (CDU) (el partido
de la canciller Angela Merkel) en el ayuntamiento de Mössingen. El alcalde de localidad, el
independiente Michal Bulander, quiso aprovechar el aniversario para activar un diálogo entre quienes,
como él, consideran la huelga contra Hitler como un acto de resistencia legítimo y aquellos que critican
los disturbios que hubo en el marco de la misma. El libro de Warneken, No pasó nada en ninguna
parte, salvo aquí (Das ist nicht nirgends gewesen, ausser hier) apareció originalmente en 1982, en
Rotbuchverlag, y recientemente ha sido reeditado por Talheimer Verlag, con motivo del aniversario de
la huelga. En el prólogo para la nueva edición, Warneken se ocupa de las dificultades que ha tenido
Mössingen con la memoria de la huelga y ve este problema dentro del marco de la tardanza que tuvo
Alemania en abordar del pasado nazi y en rendir tributo a aquellos que trataron de resistirse al régimen.
Warneken recuerda que la República Federal de Alemania (RFA) se demoró mucho en ver como algo
legítimo la rebelión de los oficiales, encabezados por Stauffenberg, que trataron de dar muerte de
Hitler el 20 de julio de 1944. Si honrar a los rebeldes del 20 de julio (todos ellos de procedencia
conservadora) no era fácil, más difícil aún era rendir tributo a la resistencia obrera, muchas veces
liderada por el KPD, de la que, dice Warneken, casi no se habló en los medios, ni en los libros de
historia durante años, pese a ser la más activa y la que más víctimas puso. "El que los comunistas
5
hubieran tenido un liderazgo en los movimientos de oposición ilegales no ayudó a su reputación, sino
perjudicó la reputación de la resistencia", dice Warneken. A ello se agregaba un factor local que era el
que la que había en Mössingen entre los antiguos nazis y los antiguos opositores al régimen, que en
muchos casos eran vecinos o trabajaban en el mismo sitio. Esto hacía temer, según Warneken, que
el recuerdo de la huelga pudiera envenenar la vida social de Mössingen con lo que "el llamado a no
resucitar viejas heridas no sólo estaba determinado ideológicamente". Ahora la situación ha cambiado,
según Warneken, y el fin de la guerra fría hace que aumente la conciencia de que el pasado rojo
también forma parte de la identidad de Mössingen. Otras imágenes