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Otto y Elise Hampel: la resistencia al totalitarismo mediante tarjetas postales


Abr 23, 2013 | Ética, Historia | 2 Comentarios
La resistencia alemana al nazismo fue mayoritariamente pasiva en sus comienzos y sólo hacia 1942
se hizo más activa, en especial del lado militar. El término Resistencia alemana no debe entenderse
en el sentido de un movimiento de resistencia cohesionado en torno a un liderazgo común en Alemania
en cualquier momento durante el período nazi. La resistencia alemana al nazismo se originó de manera
creciente en diversos ámbitos y estamentos civiles y militares de la sociedad alemana, en grupos
pequeños y aislados por lo general que operaron independientemente, y en algunos momentos
conectados entre sí, a los que la Oficina Central de Seguridad del Reich mediante la Gestapo intentaba
desbaratar.
En el ámbito de la resistencia civil independiente destaca un caso peculiar: el del matrimonio Otto y
Elise Hampel. El matrimonio Hampel era una pareja de de clase trabajadora que formó parte de esa
pequeña minoría de alemanes que de manera independiente se opusieron al régimen nazi. Los
Hampel idearon un sencillo método de protesta que duró dos años (de septiembre de 1940 al otoño
de 1942). Escribieron postales contra Hitler y el régimen nazi y las distribuyeron por los lugares
públicos de Berlín. A pesar de que su protesta apenas causó una onda superficial en el régimen nazi
(la mayoría de las postales que se encontraron fueron entregadas inmediatamente a la Gestapo), su
actividad avergonzó a los jefes de la policía secreta, puesto que durante más de dos años no fueron
capaces de detener a los anónimos distribuidores de las tarjetas. Finalmente fueron detenidos por la
Gestapo, juzgados el 22 de enero de 1943 por la Sala Segunda del Tribunal Popular (Volksgerichtshof),
acusados de “socavar la moral militar” (Wehrkraftzersetzung) y de “alta traición“, fueron declarados
culpables y acabaron decapitados en la prisión de Plötzensee de Berlín en abril de 1943.
A simple vista, los Hampel parecían dos personas muy normales de la época. Elise tenía estudios de
educación primaria, perteneció a la Liga de mujeres Nacional Socialistas y trabajó como empleada
doméstica antes de casarse con Otto en 1935. Otto era un veterano de la I Guerra Mundial, seis años
mayor que Elise, que trabajaba como ajustador en una fábrica de cables de Siemens en Berlín. Vivían
modestas vidas anónimas en Berlín y sin duda habría seguido haciéndolo si el hermano de Elise, un
soldado del ejército alemán, no hubiese muerto en combate en Francia en 1940. En junio de
1940, Elise recibió un telegrama diciendo que su hermano, Kurt Lemme, había muerto en combate
contra los tanques británicos. Sin hijos propios, a Kurt siempre lo habían tratado como a un hijo, por
lo que la noticia fue devastadora para el matrimonio Hampel. La muerte del hermano de Elise fue el
catalizador de la trágica, valiente y totalmente ineficaz campaña de resistencia que organizaron
durante dos años los Hampel contra el régimen de Hitler.
Otto y Else compraron un montón de tarjetas postales en blanco y escribieron a mano más de 200
postales y folletos contra del régimen nazi. Las postales exhortaban a la población a no servir en el
ejército alemán, a negarse a donar dinero para las organizaciones nazis, y en general, a hacer todo lo
posible para resistir al gobierno. Lo Hampel distribuyeron las cartas en buzones, en la entrada de las
consultas médicas y en las áreas de recepción de grandes y pequeñas oficinas, en las escaleras de
los portales y otros lugares de todo Berlín. La idea era que la gente encontraría las cartas, las leerían
y la harían circular, permitiendo así que la semilla de la rebelión arraigase. Lo que realmente sucedió
fue que casi todas las cartas fueron entregadas inmediatamente a las autoridades. Nadie quería ser
sorprendido en posesión de palabras tan peligrosas.
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Debido a la gran cantidad de postales y la larga duración de su distribución, la Gestapo en un principio


pensó que se trataba de un grupo mayor de traidores. Tuvo tanto éxito que sus perseguidores estaban
convencidos de que estaban en una vasta conspiración, bien organizado destinado a matar a Hitler. La
Gestapo debió sentirse frustrada con esa gente, que ni siquiera sabía escribir correctamente (las
postales estaban llenos de errores gramaticales y faltas de ortografía) y que pudieron ser capaces de
evitarles durante tanto tiempo.
Un ejemplo de postal escrita por los Hampel y que muestra sus limitaciones es la que podemos ver
en la parte superior. En el centro de la postal hay un sello de correos vigente en ese momento, aparece
Adolf Hitler de perfil. Garabateadas encima del sello aparecen las palabras: “Arbeiter Mörder“: Asesino
de Trabajadores. En la postal aparece escritas las siguientes frases: “¡Libertad de prensa! ¡Fuera con
el moribundo sistema de Hitler! ¡El soldado raso Hitler y su banda nos están hundiendo en el abismo!
¡A esta banda de Hitler Göring Himmler, Goebbels sólo se les debería conceder espacio para morir en
nuestra Alemania! ” Sin embargo, el 20 de octubre 1942 la suerte de la parejacambió cuando un
compañero de trabajo en el que Otto había confiado lo entregó a la Gestapo. Lo detuvieron en el
trabajo antes de asaltar el pequeño apartamento de la pareja situado en el 10 de la calle Amsterdam,
en el corazón del antiguo barrio Comunista de Wedding, en Berlín. Allí encontraron las cartas y la tinta
que habían estado usando. En las agotadoras sesiones de interrogatorio Otto mantuvo su dignidad.
“Morirás por esto y todo habrá sido en vano“, le decía Willy Pueschel, el inspector de la Gestapo que
lo interrogó tres veces. “No es por nada,” contestó Otto, “Yo no fui uno de vosotros.” Otto Hampel
declaró a la policía que le había hecho feliz la idea de protestar contra Hitler y su régimen. Como
hemos comentado anteriormente, fueron juzgados y condenados a pasar por la cuchilla de la guillotina
de la macabra prisión de Plötzensee. No se ha encontrado sus tumbas.
La memoria de esta pareja puede haberse perdido en el olvido como la caída de una hoja durante el
otoño si no hubiera sido por una secuencia extraordinaria de acontecimientos. La historia de esta
extraña pareja llegó a oídos del escritor alemán Hans Fallada – alias de Rudolf Ditzen. Los archivos
de la Gestapo llegaron a manos de Fallada en el otoño de 1945. Johannes Becher (que más tarde se
convirtió en el ministro de Cultura de Alemania Oriental) le confió el archivo de la Gestapo de la pareja
Hempel, y lo animó a escribir una novela basada en su historia. Ditzen asumió el reto de escribir su
historia y lo hizo con la velocidad del rayo (algunos dicen que todo el libro fue escrito en tan sólo 24
días, otros dicen que 47). El libro fue el canto del cisne de Fallada, murió semanas antes de su
publicación en 1947. En alemán se tituló Jeder für sich allein stirbt (Todo hombre muere solo),
traduciéndose al inglés en 2009 bajo el título “Solo en Berlín“. En España lo publicó la editorial Maeva,
con el mismo título que la traducción inglesa (a mí me gusta la original del alemán, sinceramente).
La biografía de Hans Fallada está entrelazada con la historia interior de la Alemania del siglo XX,
Fallada decidió quedarse en Alemania durante el Tercer Reich y durante la guerra. Hans Fallada es
un autor alemán nacido en 1893 en el norte de Alemania. Pertenece a la misma generación que
Johannes R. Becher, Bertolt Brecht, Kurt Tucholsky y Walter Benjamin, autores nacidos en la época
del declive del Imperio Alemán, que conocieron como adultos la caída del imperio con la Primera
Guerra Mundial, y que vivieron sólo 14 años de democracia parlamentaria antes de que los nazis
llegaran al poder y el posterior estallido de la Segunda Guerra Mundial. Murió en 1947 en Berlín,
dejando una veintena de novelas que pasaron a convertirse en lecturas clásicas de las escuelas. Con
la llegada al poder de los nacionalsocialistas, se negó a abandonar Berlín y se vio obligado a moderar
su prosa para evitar la censura del nuevo régimen.
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Hans Fallada es un personaje con una rica biografía, tuvo una adolescencia depresiva, fue
administrador de fincas agrícolas, alcohólico, fue morfinómano y marido infiel, padre enternecedor y
un extraordinario narrador. Sabía cómo trasladar sus experiencias contradictorias, ricas
y traumatizantes a unas novelas que ofrecen un retrato tierno y feroz de una sociedad. El ejército de
gente corriente de Fallada – porque sus personajes son gente común – se debate entre lo cotidiano
de esos años, (quizás reflejo lejano de la actual Alemania pero no tanto respecto a la posición de la
España actual), bajo la amenaza de la crisis, la inflación, el desempleo, alternando siempre entre la
cobardía y la pureza. Los manuales de literatura han intentado encuadrar a Fallada bajo la etiqueta de
la Nueva Objetividad.
Ver más en:
https://www.aryse.org/otto-y-elise-hampel-la-resistencia-al-totalitarismo-mediante-tarjetas-postales/
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El pequeño pueblo alemán que se manifestó solo contra un Hitler recién llegado al poder

El pequeño pueblo alemán que se manifestó solo contra un Hitler recién llegado al poder
Mössingen fue el único municipio que secundó la huelga general convocada por el Partido Comunista
Alemán. Esto tuvo lugar un día después de la llegada al poder de Hitler. Se trata de un pueblo de 4.000
habitantes en el suroeste de Alemania. Un millar de personas salieron aquel día a la calle a protestar
y paralizaron dos fábricas. La policía terminó reprimiendo la protesta, la única que hubo en aquel día
en toda Alemania. Mössingen (a la izda) secundó la huelga general convocada solo un día después
de la llegada de Hitler al poder. Un día después de la llegada de Adolf Hitler al poder (hace ocho
décadas), el Partido Comunista Alemán (KPD), perseguido por el nacionalsocialismo, convocó una
huelga general en todo el país. Sólo un pueblo de 4.000 habitantes en el suroeste de Alemania,
Mössingen, atendió la llamada de la organización y, según los datos de que se disponen, entre 800 y
1.000 personas salieron a la calle y paralizaron dos fábricas que funcionaban en la localidad. La policía,
sin mayores problemas, terminó reprimiendo la protesta, la única que hubo en aquel día en toda
Alemania. Las autoridades de Mössingen, según el historiador Bernd Jürgen Warneken que ha escrito
un libro sobre el tema, han tenido a través de la historia dificultades a la hora de confrontar los hechos
del 31 de enero de 1933. Ya los nazis durante la década y media de su régimen habían sentado las
bases para que la huelga de Mössingen fuera vista como un episodio orquestado por el stalinismo y
por los enemigos de Alemania. Partidos políticos opuestos a conmemorarlo Durante la postguerra, la
visión que habían impuesto los nazis sobre la huelga de Mössingen siguió en buena parte vigente, a
lo que ayudó al dominio que han tenido durante mucho tiempo en esa región fuerzas conservadoras.
Sólo hace 10 años, cuando se cumplió el 70 aniversario, se puso una placa conmemorativa de aquella
protesta, pese a que dentro del ayuntamiento hubo resistencias. Sólo uno de los supervivientes de la
huelga (Jakob Textor, que murió en 2010 con 102 años) pudo estar presente en ese acto. Textor
mismo, sin embargo, que pintó uno de los afiches de la huelga, nunca recibió un homenaje de la ciudad
y el ayuntamiento rechazó una propuesta al respecto cuando él cumplió 100 años. Esta semana, con
motivo del 80 aniversario de la huelga, diversos grupos impulsaron una serie de actos conmemorativos,
ante los que se mostraron reacios los representantes de la Unión Cristianodemócrata (CDU) (el partido
de la canciller Angela Merkel) en el ayuntamiento de Mössingen. El alcalde de localidad, el
independiente Michal Bulander, quiso aprovechar el aniversario para activar un diálogo entre quienes,
como él, consideran la huelga contra Hitler como un acto de resistencia legítimo y aquellos que critican
los disturbios que hubo en el marco de la misma. El libro de Warneken, No pasó nada en ninguna
parte, salvo aquí (Das ist nicht nirgends gewesen, ausser hier) apareció originalmente en 1982, en
Rotbuchverlag, y recientemente ha sido reeditado por Talheimer Verlag, con motivo del aniversario de
la huelga. En el prólogo para la nueva edición, Warneken se ocupa de las dificultades que ha tenido
Mössingen con la memoria de la huelga y ve este problema dentro del marco de la tardanza que tuvo
Alemania en abordar del pasado nazi y en rendir tributo a aquellos que trataron de resistirse al régimen.
Warneken recuerda que la República Federal de Alemania (RFA) se demoró mucho en ver como algo
legítimo la rebelión de los oficiales, encabezados por Stauffenberg, que trataron de dar muerte de
Hitler el 20 de julio de 1944. Si honrar a los rebeldes del 20 de julio (todos ellos de procedencia
conservadora) no era fácil, más difícil aún era rendir tributo a la resistencia obrera, muchas veces
liderada por el KPD, de la que, dice Warneken, casi no se habló en los medios, ni en los libros de
historia durante años, pese a ser la más activa y la que más víctimas puso. "El que los comunistas
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hubieran tenido un liderazgo en los movimientos de oposición ilegales no ayudó a su reputación, sino
perjudicó la reputación de la resistencia", dice Warneken. A ello se agregaba un factor local que era el
que la que había en Mössingen entre los antiguos nazis y los antiguos opositores al régimen, que en
muchos casos eran vecinos o trabajaban en el mismo sitio. Esto hacía temer, según Warneken, que
el recuerdo de la huelga pudiera envenenar la vida social de Mössingen con lo que "el llamado a no
resucitar viejas heridas no sólo estaba determinado ideológicamente". Ahora la situación ha cambiado,
según Warneken, y el fin de la guerra fría hace que aumente la conciencia de que el pasado rojo
también forma parte de la identidad de Mössingen. Otras imágenes

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