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AMA A TU PRÓJIMO COMO A TI MISMO:

Una invitación a reflexionar

Introducción:
Estamos viviendo en un mundo difícil, la violencia está por las nubes, la
destrucción de los ecosistemas disparado, la delincuencia ni se diga; en
cualquiera de las grandes metrópolis del mundo la violencia y la delincuencia
alcanzan niveles inimaginables. La pobreza está excesivamente elevada a
nivel mundial, la desigualdad es evidente, el desplazamiento forzado por
violencia y hambre se da en la gran mayoría de los países que existen, en
pocas palabras, vivimos en un escenario complicado. Lo triste es que todos
somos conscientes de la realidad pero no hacemos nada para mejorarla, para
cambiarla, para transformar la sociedad. Las noticias nos saturan de
reportajes crueles, inhumanos, los seres humanos no se tratan como tales, por
decirlo de otra manera, estamos deshumanizando a la humanidad, puede
sonar triste pero es lo evidente. De alguna forma todos participamos de este
desastre, precisamente porque todos vivimos en este planeta, hermoso aún,
llamado tierra, así que todos somos conscientes de lo que acontece, toleramos
lo cruel y ya no nos inmuta tanta violencia en el mundo.

En lo que respecta a lo económico, vivimos atropellándonos en aras de


conseguir aquello que según el mercado “nos da felicidad”, nos hemos
convertido en números en la gran cadena de producción mundial. Estamos
dejando de ser humanos para ser convertidos por el mercado en máquinas de
consumo y producción, la hermosura de la vida cada día se distorsiona,
llegando al límite de pensar que sólo en las posesiones está la síntesis de la
vida. Hoy vivimos en un mundo dominado por el Capital; las grandes
multinacionales atropellan con su filosofía de producción, donde el empleado
produce más de lo que gana, así que la balanza siempre se inclina
desfavorablemente para el trabajador y no hay control del Estado ante eso,
filosofía y ejecución del modelo neoliberal. Esta desigualdad lleva a que la
pobreza cada día sea más evidente, pues a mayor riqueza de aquellos que
tienen el capital, mayor pobreza. Tristemente el poco dinero que tiene el
ciudadano común es absorbido por las diferentes técnicas de captación del
modelo económico, que cada día presenta a la humanidad mayores
necesidades que requieren uso del capital, de la moneda, lo que quiere decir
que el dinero siempre tendrá un destino, las manos de los poderosos.
La pobreza es el resultado de la injusticia social, una sociedad egoísta que no
comprende que somos parte de un  todo y no el todo, el centro (posición
egocentrista del ser humano). Las riquezas van a manos de un pequeño
grupo selecto, mientras que una gran parte de la población muere de hambre
y sed. Este egoísmo humano lleva a la corrupción, a ella no le importa el
bienestar del otro. Las condiciones de trabajo digno disminuyen.

Esto origina grandes grupos de pobreza que suelen habitar en las periferias
de las grandes ciudades. La falta de empleo es motivo de delincuencia, ya
que las condiciones para acceder a la educación se hacen menos favorables
para quienes tienen que trabajar desde niños para llevar sustento a los
hogares. Muchos de estos niños terminan en pandillas, donde ven que
pueden obtener mejores ganancias en el mundo de la delincuencia.

Jesús y su prójimo

Jesús nace en Palestina y vive su niñez en Nazareth, un lugar bastante pobre,


no se tenía en cuenta. Flavio Josefo no da referencia del lugar cuando cita 45
pueblos en Galilea, tampoco aparece en el Talmud, que menciona 65
poblaciones.   Sus amiguitos eran muy pobres, muchos de ellos murieron
niños, algo muy triste para él, lo experimentó, vivió el sufrimiento de
muchos. Jesús experimenta de niño el dolor de la madre que ve a su hijo
morir de hambre o de alguna enfermedad imposible de tratar porque los
médicos son muy costosos.

Jesús nace en un contexto opresivo. Roma dominaba Palestina en el siglo I


d.c., la cual atravesaba por una gran crisis económica, y eran muy comunes
las migraciones en busca de trabajo y Nazareth era muy pequeña, había que
salir a buscar el sustento. Encontramos dos ciudades a las que muchos
constructores (Tekton) como el padre de Jesús, José, iban a trabajar. Estas
ciudades eran Séforis y Tiberíades, dos localidades importantes en las que
vivía la elite.

Así que Jesús empieza a observar una marcada desigualdad marcada por los
que tenían mucho y  vivían en casas lujosas viviendo del trabajo de la gran
mayoría de la población que eran pobres, los cuales tenían que vivir en
condiciones precarias, inhumanas e injustas. Eso ve Jesús, así que nos lo
encontramos preocupado por la gente, por los pobres.
Son ellos los que están cercanos a Dios y su acción gira en torno a ellos. Jesús
también observa la crueldad de Roma, su “pax romana”, principio impuesto
por Augusto, es una extraña paz y una seguridad que se mantienen gracias a
la violencia con la que Roma trataba a sus enemigos. Para Plutarco y Tácito
esta “paz romana” estaba llena de  “Sangre y Cadaveres”. Otro aspecto que
observa Jesús es la forma tan deshumanizante en la que son tratados los
enfermos, olvidados y apartados por una sociedad que veía cualquier
enfermedad de la piel como lepra, como castigo del creador, lo que lo hacía
ceremonialmente impuro, es decir, retirado de lo sagrado, de Dios mismo.
Jesús se da cuenta de la forma tan deshumanizante con la que es tratada la
mujer. Esto es lo que observó Jesús en su contexto.

Todo lo anterior nos lleva a comprender las palabras pronunciadas por Jesús
en medio de su predicación, de su ministerio itinerante “Ama a tu prójimo
como a ti mismo (Marcos 12,31; Lucas 10,27; Mateo 19,19)”, es un grito
desgarrador de Dios hacia los hombres y mujeres de su época, es el deseo del
Creador de que cada ser humano entienda que no es el centro de la creación,
es una parte del todo y que por lo tanto de su respeto, de su amor al prójimo
dependerá su existencia.

¿Quién es mi prójimo?

Para Jesús es claro que el prójimo es todo aquel que no soy yo, y desde esa
perspectiva le ayudo, siento compasión de él, no tengo en cuenta su
condición social, raza, religión o sexo (Lucas 10,25-37). Veo en el prójimo la
manifestación visible de Dios, su obra perfecta. Jesús empieza a enseñar esto
a sus discípulos, a recrear en ellos la antigua alianza, donde todos eran
iguales entre sí y donde las pirámides sociales no existían. Ente ellos no debe
repetirse el modelo social imperante, piramidal, jamás. De hecho el mayor no
es al que le sirven, sino el que sirve; todo un mensaje revolucionario para su
época. El maestro enseña con el ejemplo. Recuerden a la mujer que estuvo a
punto de ser apedreada; una ley sentenciaba su ejecución, pero él pone por
delante la ley superior, la mayor de todas, el amor. Así que sus palabras,
“Ama a tu prójimo como a ti mismo”, no son solo una expresión de un
hombre amoroso, sino de alguien que comprende que este principio va en
contra de todo el orden social, económico y político, orden por cierto tiránico,
excluyente, pues solo piensa desde la individualidad y no desde la
colectividad.
Para Jesús, este mensaje breve pero profundo es una invitación a comprender
el Reino de Dios, es decir a comprender que la justicia, la igualdad, el amor, el
respeto, la tolerancia, son principios del reino, “Yo deseo que tengan vida y la
tengan en abundancia (Juan 10,10)”.

Un grito, una invitación a reflexionar

En la actualidad el mensaje de Jesús se ignora en muchas comunidades de fe,


las cuales se han convertido en cueva de ladrones, negociando la fe,
aprovechándose del dolor del creyente, del sufrimiento de aquellos que
consideran que en Dios encontrarán descanso. Pastores sin escrúpulos que
aprovechan su condición para hacer creer a los fieles que a Dios se le compra
con dinero.

El neoliberalismo tocó las iglesias, las corrompió; el individualismo queda


reflejado cuando me congrego pero no conozco a mi hermano que se sienta a
mi lado, no conozco su nombre. Sólo me interesa mi salvación, mi encuentro
con Dios, algo personal, nada comunitario tal y como se refleja en el ejemplo
de unidad en el que vivían los discípulos de Jesús. El Pastor es al que le
sirven y ya no está para servir, es una figura que está por encima de la grey.
Ama a tu prójimo como a ti mismo es la invitación de Jesús para volver a las
raíces del cristianismo. Ama a tu prójimo como a ti mismo es la invitación de
un hombre humilde del siglo I d.c. que hoy grita el mensaje de unidad, de
amor entre todos los seres humanos.

En medio del dolor humano, de la desigualdad, del desplazamiento por la


violencia, en medio del hambre y sed de justicia en una sociedad que se
deteriora por la falta de valores, que se hunde en medio del orgullo
tecnológico, de su economía “blindada” salvadora, Jesús nos invita a
reflexionar, a comprender que debemos amarnos, que debemos valorarnos;
reflexionar sobre nuestro verdadero papel en el universo; dejar de ser
instrumentos, máquinas de producción; dejar de entrar en la dinámica
consumista que vuelve esclavas a las personas.

Amar al prójimo es comprender que mi prójimo no solo es humano, sino


también universal, mi prójimo también es todo lo creado, la tierra, el agua, la
selva, los animales, todo cuanto existe, que comparte este planeta. Todos
somos uno en Cristo.
En esa comprensión dejo de creer ser el rey del universo y empiezo a
comprender que soy parte del cosmos, de ese universo inmenso, complejo,
fantástico.

Jesús nos invita a la reflexión en este mundo tan caótico. Jesús no habla, nos
sigue diciendo: “Ama a tu prójimo como a ti mismo”.

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