MEDICINA
Secuelas somáticas
de los abusos infantiles
Sobrepeso, diabetes, incluso trastornos autoinmunitarios en la adultez pueden
estar relacionados con experiencias negativas durante la infancia. Los maltratos
y el abandono aumentan el peligro de que el sistema del estrés se altere,
lo que puede causar graves consecuencias para el cuerpo y la psique
HANS JÖRGEN GR ABE Y C AR STEN SPIT ZER
EN SÍNTESIS
Marcas precoces
1 Las personas que duran-
te la infancia sufrieron
abandono y abuso son más
propensas a padecer pato-
logías orgánicas (diabetes o
infarto de miocardio, entre
otras) en la adultez.
2 Estos sujetos presentan
un trastorno en el siste-
ma de estrés del organismo.
Una sobrecarga psíquica
mantenida favorece que el
organismo libere cortisol de
manera permanente; esto
altera el metabolismo y el
equilibrio hormonal.
3 Unos niveles de cortisol
elevados trastornan el
crecimiento y la regenera-
ción de neuronas y conexio-
nes sinápticas en el cerebro.
* Nombres alterados por la redacción.
14
L
os autorreproches la torturan; no tiene
  interés por nada y no se cree capaz de
  enfrentarse más a la vida. Para Berta
  Rot*, de 38 años, todo carece de senti-
  do, se siente abandonada y como si se
encontrara en un callejón sin salida. Desorien­
tada, acude a la consulta de la Clínica Universita-
ria de Greiswald. Allí le diagnosticamos episodios
depresivos de moderados a graves que padece
cada uno o dos años desde su tardía juventud.
Las pesadillas la despiertan del sueño. Le angus-
tian temores que ella misma califica de «malos
recuerdos». Aunque su depresión mejora en las
semanas siguientes del tratamiento, la tensión y
la intranquilidad interior perduran.
En el curso de la terapia con Rot salen a con-
versación cada vez más molestias corporales, en-
tre estas, el sobrepeso. Si bien la paciente explica
que durante los períodos depresivos se adelgaza
hasta 20 kilos, ya que pierde el apetito, nunca se
mantiene en ese peso. Desde hace cuatro años
también padece hipertensión arterial, por lo que
debe medicarse. Además, su médico de cabecera
le ha advertido del riesgo que corre de desarrollar
una diabetes. Según explica esta mujer, aunque
el alcohol nunca la sedujo, no puede dejar los ci-
garrillos.
¿Existe alguna relación entre los trastornos
físicos y psíquicos de la paciente? ¿Podrían com-
partir causas comunes? Recientes estudios apoyan
esta posibilidad: las alteraciones neurobiológicas
por traumas en la temprana infancia elevan la
posibilidad de sufrir trastornos mentales, pero
también orgánicos.
Desde hace tiempo se sabe que numerosas
enfermedades psíquicas (la depresión cróni-
ca, el estrés postraumático, los trastornos de la
personalidad o las adicciones) pueden guardar
relación con vivencias traumatizantes tempra-
nas. No obstante, en la práctica clínica diaria nos
encontramos a menudo con pacientes que junto
a sus síntomas psíquicos padecen alteraciones
orgánicas (sobrepeso o problemas cardiovascu-
lares, entre otros).
Miedo al padre
A lo largo del tratamiento Rot describe las circuns-
tancias estresantes que vivió durante la infancia.
Recuerda a su padre biológico, quien padecía alco-
holismo hereditario, como una persona colérica
e impredecible: su estado de ánimo podía variar
de forma brusca. Cuando «estaba de malas» llo-
vían las reprimendas y palizas. No podía saber
cuándo ella, la hermana pequeña y su madre se
MENTE Y CEREBRO 68 - 2014
 VIVENCIAS NEGATIVAS
La violencia y el estrés
psíquico durante la infan-
THINKSTOCK / GWIMAGES

cia pueden dejar secuelas

corporales y psíquicas
permanentes.

MENTE Y CEREBRO 68 - 2014 15

MEDICINA

Genes de riesgo
Además de los efectos epigenéticos, se han identificado algunos genes de riesgo que contribuyen
a una alteración en la regulación del estrés. Aunque estos genes apenas influyen en la salud de la
persona ante las cargas cotidianas habituales, aumentan la posibilidad de padecer consecuencias
orgánicas a largo plazo en las vivencias traumáticas.
Un candidato sospechoso de actuar de esta forma es el gen FKBP5. La estructura de la proteína que
codifica, modifica junto con otras moléculas proteicas propias del organismo el grado de sensibilidad
con el que los tejidos y órganos reaccionan al cortisol. Según se ha comprobado, determinadas varian-
tes del gen FKBP5 elevan el riesgo de depresiones y de trastornos por sobrecarga postraumática. Una
variante multiplica por ocho el riesgo de depresión si las personas sufrieron experiencias traumáticas
en la primera infancia. Los investigadores sospechan que algunas variantes del gen FKBP5 pueden
condicionar enfermedades orgánicas.
(«Moderation of adult depression by a polymorphism in the FKB5 gene and childhood physical abuse in the general
­population». K. Appel et al. en Neuropsychopharmacology, vol. 36, págs. 1982-1991, 2011)

EN BREVE
Los factores de crecimiento
son unas moléculas proteicas
que transmiten al interior de
la célula señales que estimu-
lan su crecimiento o división.
La regulación genética deter-
mina el grado de actividad de
un gen, es decir, la frecuencia
con que se traduce en su
producto, una proteína.
En las modificaciones epi-
genéticas, unos apéndices
adheridos al ADN influyen en
la frecuencia con que un de-
terminado gen es leído. En la
mayoría de los casos se trata
de grupos metilo, formados
por un átomo de carbono y
tres de hidrógeno.
encontraban a salvo de estas conductas. Los ata-
ques violentos hacia la madre eran cada vez más
amenazadores. De niña, Rot vivió en constante
angustia: sentía miedo del padre a la vez que preo-
cupación por la madre. Esta última desaparecía,
en repetidas ocasiones, durante varios días sin
que nunca aclarara dónde había estado.
Cuando Rot contaba con nueve años de edad,
el padre desapareció de su vida. Se vio a sí mis-
ma desempeñando el papel de cabeza de familia:
atendía a su hermana menor y a su «emocional-
mente congelada» madre. En esa época le invadió
un profundo sentimiento de culpabilidad, el cual
convive con ella desde entonces.
El caso de esta paciente puede calificarse de
«típico»: violencia psíquica y física durante la
infancia, clima familiar de miedo y desamparo
emocional, conducta imprevisible de una persona
de referencia, falta de protección (por parte de la
madre, que se encuentra desamparada ella mis-
ma) y temprana asunción del rol de adulto. Todo
ello dificulta un desarrollo psicosocial saludable.
Con frecuencia, una situación de desesperanza
y sobrecarga suele originar sentimientos de ver-
güenza y culpabilidad.
¿Puede demostrarse una relación entre el mal-
trato infantil y las enfermedades orgánicas en la
adultez? ¿No serán los síntomas físicos más bien
resultantes de un trastorno psíquico previo? El
estudio «Experiencias adversas durante la infan-
cia» (ACE por sus siglas en inglés) ofrece unas
conclusiones claras a la par que sorprendentes.
Esta investigación se inició entre 1995 y 1997 en
San Diego con la participación de más de 17.000
estadounidenses abonados a un seguro médico y
que acudían regularmente a revisiones rutinarias.
Los clientes informaban asimismo de manera de-
tallada sobre experiencias traumáticas que habían
padecido durante la infancia: si habían sufrido
violencia, abusos o abandono, y, de ser así, en qué
medida.
En 1998, Vincent Felitti, por entonces en el de-
partamento de medicina preventiva del grupo
médico Kaiser Permanente, y su equipo consta-
taron que las personas que respondieron afirma-
tivamente más de tres preguntas sobre abuso y
abandono en la infancia presentaban un riesgo
hasta doce veces superior de sufrir alcoholismo
o drogodependencia o de desarrollar una depre-
sión en comparación con las personas que no
habían pasado por estas experiencias. El peligro
de caer en el tabaquismo era elevado, así como la
tendencia a las relaciones sexuales esporádicas,
con el consecuente riesgo de contagio de enfer-
medades de transmisión sexual. Los afectados
también tendían a practicar menos deporte y a
sufrir obesidad.
En 2004, una valoración posterior reveló que las
personas que sufrieron malos tratos durante su
niñez y juventud presentaban con mayor frecuen-
cia cardiopatías coronarias: cuanto más graves
eran los traumas infantiles, mayor era el riesgo
de sufrir enfermedades cardiovasculares. Lo mis-
mo podía decirse de las patologías pulmonares,
del cáncer, de las hepatopatías y de los trastornos
autoinmunitarios.

16 MENTE Y CEREBRO 68 - 2014

 En un estudio llevado a cabo en la Clínica Uni-
versitaria Eppendorf de Hamburgo, uno de los
autores (Spitzer) y sus colaboradores confirmaron
este fenómeno en relación a la esclerosis múltiple.
Un total de 234 pacientes con esta enfermedad
autoinmunitaria y 885 personas sanas informa-
ron sobre sus experiencias durante la infancia. El
abuso emocional y abandono era el doble de veces
más frecuente en los individuos con esclerosis
múltiple que en los probandos de control.
Aunque las estadísticas apunten hacia un cierto
vínculo entre los traumas infantiles y las enfer-
medades corporales, queda en el aire la relación
causal. ¿Qué daña la salud? En un principio, se
contemplan tres modelos. Por un lado, puede
darse una relación directa entre las experien-
cias traumáticas durante la infancia y los pro-
blemas de salud en la adultez (alteraciones en
los mecanismos biológicos que afectan al estado
fisiológico, por ejemplo). Otra opción sería que
los trastornos psíquicos a causa de una infancia
traumática desencadenaran problemas orgáni-
cos determinados (es sabido que las depresiones
y una mantenida frustración suponen factores
de riesgo para la salud cardiaca). Por último, las
experiencias traumáticas en la infancia influyen
en la conducta de adulto, por ejemplo, en una dis-
minución en el disfrute de la actividad física o de
la alimentación sana, lo que repercute en la salud.
Cuarteto fatal
Las patologías metabólicas suponen un peligro
para el sistema cardiovascular. Aquí se incluyen
la adiposidad central o abdominal (sobrepeso en
el que la grasa se acumula sobre todo en la re-
gión del abdomen), las alteraciones en el meta-
bolismo de la glucosa que pueden derivar en una
diabetes mellitus, y las alteraciones de los lípidos
sanguíneos o una hipertensión arterial. Los mé-
dicos reúnen dichos trastornos bajo el concepto
de síndrome metabólico: un cuarteto mortal en
el que cada uno de los componentes potencia a
los demás.
Diversos trabajos confirman que los cuatro
componentes del síndrome metabólico pueden
desencadenarse a partir de experiencias traumáti-
cas en la edad infantil, fenómeno que se constata
sobre todo en la adiposidad abdominal. En 2012, el
estudio de los Países Bajos sobre la depresión y la
ansiedad (NESDA, por sus siglas en inglés) llamó
la atención de los investigadores en la relación
entre los abusos sexuales durante la infancia y
el exceso de grasa en el abdomen.
¿No son precisamente la obesidad y otros pro-
blemas metabólicos los que condicionan la con-
ducta? Una primera respuesta a esta pregunta la
ofrece un sencillo ejemplo matemático. Para las
enfermedades cardiovasculares se conocen facto-
res «tradicionales» de riesgo: fumar, inactividad
física, sobrepeso, diabetes e hipertensión arterial.
A su vez, es lógico pensar que los traumas infanti-
les condicionan cambios de conducta a largo pla-
zo, los cuales favorecen precisamente estos facto-
res de riesgo. Sin embargo, la estadística utiliza un
lenguaje distinto. Los resultados del estudio ACE
del año 2003 indican que el peligro de padecer una
enfermedad cardiovascular coronaria aumenta si
han habido maltratos y abandono; en los casos
extremos, el crecimiento alcanza un 3,6. En cam- DEL MALTRATO
bio, si en el análisis estadístico se consideran los
A LA ENFERMEDAD
Las patologías cardiocircula-
hábitos alimentarios, la actividad física así como
torias en el adulto se originan
la edad y el sexo, y se restan estos de los datos por un complejo intercambio
del estudio, el riesgo desciende al 3,1. Con todo, de factores psíquicos y or-
el trauma infantil sigue encabezando la lista de gánicos. Los maltratos en la
influjos principales. infancia pueden suponer un
El estado depresivo y la frustración (ambos decisivo factor desencade-
factores de riesgo de problemas cardiovascula- nante, aunque la conducta
desempeña asimismo una
res) explican solo una parte de los casos. Si se su-
función importante.

CONSECUENCIAS PSÍQUICAS
• Depresión
• Trastorno por sobrecarga
postraumática
• Hostilidad CONDUCTAS
• Tabaco, drogas, alcohol ENFERMEDADES
MALTRATO INFANTIL • Sedentarismo CARDIOVASCULARES
• Alimentación inadecuada
CONSECUENCIAS ORGÁNICAS
• Activación del eje del estrés
• Inflamaciones crónicas
• Trastornos del metabolismo

MENTE Y CEREBRO 68 - 2014 17

MEDICINA

Trastornos mentales en la adultez por maltrato infantil

El abuso físico o sexual en la infancia conlleva graves consecuencias para la salud que pueden aparecer incluso
en la edad adulta. Pequeñas diferencias genéticas entre individuos pueden explicar, en parte,
por qué algunas víctimas desarrollan psicosis en la adultez

LOURDES FAÑANÁ S SAUR A Y SILVIA ALEM ANY SIERR A

E l maltrato infantil es un factor de riesgo

para el desarrollo de diversos problemas
de salud, entre ellos, los trastornos mentales.
Estas vivencias adversas no resultan inusua-
les en la infancia y sus consecuencias pueden
aparecer años más tarde en la vida adulta.
Nuestra genética desempeña una función
importante en cómo el organismo reacciona
a la exposición temprana al estrés.
No siempre resulta fácil definir las experien-
cias que podemos considerar maltrato infan-
til. Según las definiciones más académicas, el
denominador común de todo maltrato en la
infancia es la presencia de daño y sufrimiento
significativos que comprometen el desarrollo
psicológico y físico del niño. La Organización
Mundial de la Salud considera maltrato a
cualquier trato físico o emocional que resulte
abusivo o negligente y dañe actual o poten-
cialmente la salud, supervivencia, desarrollo
o dignidad del niño en el contexto de una
relación de responsabilidad y confianza. Por
desgracia, en nuestra sociedad estas vivencias
ocurren con mayor frecuencia de lo que cabría
imaginar. En muchos casos, los niños sufren
simultáneamente experiencias de abuso físico,
sexual y psicológico de forma repetida durante
largos períodos de la niñez. En la mayoría de
los casos, estos ocurren en el contexto familiar.
Los efectos negativos de los malos tratos
se extienden mucho más allá de los primeros
años de la vida y contribuyen a un incremen-
to de la mortalidad y morbilidad, no solo en
la infancia, sino también en la etapa adulta.
Asimismo, estas experiencias se asocian al
riesgo de suicidio en la adolescencia, al con-
sumo de drogas, o a conductas sexuales de
riesgo, así como a un comportamiento crimi-
nal y al desarrollo de depresión o de psicosis
durante la vida adulta.
La importancia de la infancia
A pesar de las consecuencias en la salud fí-
sica y mental de las personas, no todas las
víctimas responden de igual manera. En este
punto emergen dos preguntas: ¿por qué el
maltrato durante la infancia deriva en gra-
ves consecuencias sobre la vida y la salud
mental durante la adultez? ¿A qué se debe
que las personas respondan de manera dife-
rente frente a experiencias infantiles de alto
estrés similares?
Para resolver la primera cuestión, debe
recordarse que la infancia constituye un pe-
ríodo muy sensible y prolongado de la vida
en la especie humana. Los humanos somos
los primates que nacemos con una mayor
inmadurez neurológica, lo cual nos convier-
te en altamente dependientes de la madre
y del grupo social al que pertenecemos. La
prolongada duración de esta etapa vital se
halla en estrecha relación con el desarrollo
complejo y lento de nuestro cerebro.
Aunque esa maduración se encuentra en
parte programada en los genes, los estímulos
ambientales resultan cruciales para la evo-
lución óptima de las capacidades cognitivas
y emocionales que permitirán al individuo
una buena adaptación a su entorno social. El
maltrato en etapas tempranas del desarrollo
supone, en el ámbito neurobiológico, la acti-
vación de los sistemas de respuesta al estrés,
como el eje hipotalámico-pituitario-adrenal.
Aunque el organismo humano posee meca-
nismos para recuperar la homeostasis una
vez el estresor desaparece, si este último se
prolonga en el tiempo o resulta demasiado
intenso, los mecanismos pueden desregular-
se o sensibilizarse, de modo que responden
con intensidad y no se adaptan a estresores
futuros menos intensos.

primen estas variables, el riesgo sigue siendo 2,6
veces mayor que en las personas sin antecedentes
traumáticos en la infancia.
Resulta lógico pensar que los traumas infanti-
les alteren de modo permanente los mecanismos
biológicos del organismo: las hormonas del estrés
y los neurotransmisores influyen y dejan huellas a
largo plazo. Se sabe que las sobrecargas psíquicas
inciden en el eje del estrés corporal, es decir, en el
sistema de comunicación entre el hipotálamo, la
hipófisis y la corteza suprarrenal. En situaciones
estresantes, el hipotálamo (importante centro de
control en el cerebro) segrega la hormona libera-
dora de corticotropina (CRH) que estimula la hi-
pófisis. Esta, a su vez, libera al torrente circulatorio
la hormona adrenocorticotropa (ACTH). De esta
forma, la hormona llega a la corteza suprarrenal la
cual, finalmente, libera el glucocorticoide cortisol.
Bajo un constante bombardeo
A través de una retroalimentación al cerebro, las
hormonas regulan la continuidad de la activación
de la cascada y, con ello, su propio nivel en la san-
gre. Si la situación estresante cesa, el organismo

18 MENTE Y CEREBRO 68 - 2014

 Los cambios neurobiológicos y bioquímicos
perturban el adecuado desarrollo del cerebro.
En el plano psicológico, el adulto que ha sido
víctima de abusos durante la niñez presenta
una menor autoestima, una tendencia a des-
confiar de los demás así como dificultades en
sus relaciones sociales.
Síntomas psicóticos
No obstante, numerosas personas son resi-
lientes a los efectos del maltrato infantil, es
decir, poseen la capacidad de manejar y su-
perar la experiencia negativa sin que esta les
deje secuelas. Ello nos conduce a la segunda
cuestión: ¿a qué se deben las diferencias en
la respuesta en la edad adulta al maltrato
CORTESÍA DE SILVIA ALEMANY
secuencia de este gen entre las personas de
una población, la cual implica el cambio de
un solo nucleótido; este, a su vez, origina un
cambio de aminoácido en la posición 66 de
la proteína BDNF. En este caso, un cambio de
metionina (Met) a valina (Val).
xual, físico o emocional), pero no a situacio-
nes de negligencia, se asociaba a una mayor
probabilidad para expresar síntomas psicóti-
cos en la vida adulta. Además, los individuos
portadores del alelo Met del gen BDNF eran
más vulnerables a este efecto del abuso in-
fantil que los homocigotos para la variante
Val. Este tipo de asociación se conoce como
interacción gen-ambiente, puesto que el im-
pacto del factor ambiental (el abuso en la in-
fancia) resulta diferente según los factores
genéticos del individuo.
Tales hallazgos permiten comprender me-
jor los mecanismos neurobiológicos que con-
tribuyen a que las experiencias de maltrato
infantil ejerzan efectos nocivos diferentes

infantil? Nuestro grupo de la Universidad de
Barcelona analizó la asociación entre maltra-
to durante la infancia (diferenciando entre
abuso y negligencia) y el desarrollo de sínto-
mas psicóticos en la adultez. Consideramos
las diferencias individuales en el gen del fac-
tor neurotrófico derivado del cerebro (BDNF,
por sus siglas en inglés) como posible factor
genético modulador de esta relación.
La proteína correspondiente a ese gen
(BDNF), es una neurotrofina que promueve
el crecimiento y la diferenciación de las neu-
ronas en el sistema nervioso; también se en-
cuentra implicada en la supervivencia de las
neuronas en respuesta al estrés. El gen que
la sintetiza contiene un polimorfismo funcio-
nal de un solo nucleótido (SNP, por sus siglas
en inglés), es decir, existe una variación en la
Como todas las personas poseemos dos
copias de cada gen, los individuos pueden
contener un alelo Met y otro Val (heteroci-
gotos) o ser iguales (homocigotos) y conte-
ner dos copias de uno de los alelos. El alelo
Met está asociado a una secreción menor
de BDNF comparado con el alelo Val, lo cual
puede resultar desventajoso en una situación
de gran demanda en el cerebro por presencia
de estrés.
En nuestro estudio, publicado en la revista
The British Journal of Psychiatry, observamos
que la exposición a abuso infantil grave (se-
según la persona. Con todo, proteger a los
niños de los abusos por parte de los adultos
mediante todas las medidas sociales dispo-
nibles sigue siendo un reto que incluso las
sociedades denominadas avanzadas tienen
pendiente.
Lourdes Fañanás Saura y Silvia Alemany Sierra
Instituto de Biomedicina
de la Universidad de Barcelona (IBUB)
y Centro de Investigación en Red de Salud Mental
(CIBERSAM)
Para saber más
Childhood abuse and BDNF-Val66Met poly-
morphism: Evidence for gene-environment
interaction of the development of adult
psychosis-like experiences. S. Alemany et al. en
The British Journal of Psychiatry, vol. 199, n.o 1,
págs. 38-42, 2011.

vuelve de forma rápida al estado hormonal nor-
mal. Esto no sucede cuando existe estrés mante-
nido; en ese caso, el organismo sigue sometido de
manera permanente a unos niveles hormonales
altos, lo que puede generar consecuencias graves
para la salud.
El cortisol rige numerosas funciones orgánicas
que en situaciones agudas de estrés (una amena-
za) resultan importantes desde el punto de vista
fisiológico. De esta forma se provee al cuerpo de
más energía; el azúcar y las grasas sanguíneas
aumentan; se aprovechan las reservas de grasa
y proteínas y, al menos de manera provisional,
las defensas inmunitarias se activan. Todo ello
garantiza una óptima adaptación ante la situación
de estrés.
Sin embargo, unos niveles altos permanentes
de cortisol resultan perjudiciales: el metabolismo
se desestabiliza. Lo mismo ocurre con el sistema
inmunitario. Una desregulación crónica de la acti-
vidad del eje del estrés participa, de forma directa
o indirecta, en otras alteraciones desfavorables. Nu-
merosos estudios revelan que la concentración de
los neurotransmisores adrenalina y serotonina se

MENTE Y CEREBRO 68 - 2014 19

MEDICINA

Experiencia frecuente
El abuso y el abandono de niños están extendidos por doquier. Según publicó en 2009 el Centro de
Salud Mental Infantil del Colegio Universitario de Londres, cada año entre un 4 y un 16 por ciento de
los niños de los países occidentales industrializados sufren malos tratos corporales y uno de cada diez
sufre abandono o es sometido a sobrecargas psíquicas extremas. Además, del 5 al 10 por ciento de las
niñas y un 5 por ciento de los niños son objeto de abusos sexuales durante su infancia.

(«Burden and consequences of child maltreatment in high-income countries».

R. Gilbert et al. en The Lancet, vol. 373, págs. 68-71, 2009)

elevan con rapidez y ponen en marcha la coagula- Freno al crecimiento neuronal

ción de la sangre. Asimismo, parece que se altera
la activación del sistema nervioso vegetativo y dis-
minuyen los niveles de los ácidos grasos «buenos»
omega-3. En definitiva, una situación de estrés per-
manente durante la infancia aumenta el riesgo de
padecer enfermedades cardiovasculares.
Unos niveles elevados de cortisol afectan el
metabolismo cerebral, ya que alteran determi-
nados factores de crecimiento en el cerebro, con
lo que las neuronas y las conexiones sinápticas
dejan de crecer y regenerarse de forma correcta.
En 2011, un equipo de investigadores holande-
ses halló en un estudio con pacientes depresivos
que el BDNF, un importante factor de crecimiento
neuronal, disminuía durante los episodios depre-
sivos; pasada esa fase, volvían a aumentar. Los
probandos que tomaron medicamentos antide-
presivos durante la investigación presentaron
valores de BDNF normales, incluso cuando estos
no surtían efecto. Los científicos sospechan que la
mejoría de los síntomas se debe a una elevación
previa del BDNF.
Se ha demostrado en ratones que la regeneración
de neuronas en el hipocampo resulta decisiva
para la recuperación tras una sobrecarga por
estrés. Jason Snyder, del Instituto Nacional de la
Salud Mental de Bethesda, y su equipo sometieron
a los múridos a una radiación electromagnética, la
cual impedía que se formaran nuevas células en
el hipocampo. A continuación, atemorizaron a los
roedores (los ataron), circunstancia que aumentó
el nivel de colesterol condicionado por el estrés.
La recuperación y la normalización de los nive-
les hormonales se presentó tras una prolongada
demora.
En 2008, investigadores de la Universidad de Ca-
lifornia en Irvine observaron que el estrés mante-
nido influía también en los genes. Jóvenes ratones
que no dispusieron de suficiente material para
fabricarse un cómodo nido presentaron de adul-
tos un aumento en el nivel del glucocorticoide
cortisol. También presentaron una alteración en la
regulación genética: el fragmento del genoma que
codifica la hormona liberadora de corticotropina

FACTOR HEREDITARIO DE: «EPIGENETIC REGULATION OF THE GLUCOCORTICOID RECEPTOR IN HUMAN BRAIN ASSOCIATES
BLOQUEANTE
El gen que codifica el receptor a b
WITH CHILDHOOD ABUSE». P. O. MCGOWAN ET AL. EN NATURE NEUROSCIENCE, VOL. 12,

del cortisol se halla menos

activo en las personas que
del receptor del cortisol

han sufrido abusos durante la

del receptor del cortisol
Actividad del gen

Metilación del gen

infancia (a), según se ha cons-

tatado a partir del estudio
post mórtem del cerebro de
personas suicidas. Una razón
podría ser el grado de metila-
ción del gen: el genoma de los
sujetos que se habían suicida-
do y que habían sufrido malos
PÁGS. 342-348, 2009

Grupo Sin Abusos Grupo Sin Abusos

tratos de niños presentaba de control abusos de control abusos
un mayor número de dichos
apéndices químicos (b).

20 MENTE Y CEREBRO 68 - 2014

 VISITE NUESTRA WEB
rara vez se detectó. Con ello se alteraba un impor- www.investigacionyciencia.es
tante regulador del eje del estrés. Todavía se des-
conocen los detalles de cómo repercute todo ello
sobre la interacción entre los neurotransmisores. FUENTE DE INFORMACIÓN
En los humanos también se ha constatado una DE REFERENCIA
regulación genética alterada de forma permanen- Más de 10.000 artículos elaborados­
te a causa del estrés. Un equipo encabezado por por científicos expertos.
Michael Meaney y Patrik McGowan, de la Univer-
ORGANIZACIÓN TEMÁTICA
sidad McGill, analizó el cerebro de 24 personas Consulte todos los contenidos
que habían intentado suicidarse. Doce de ellos de la página web organizados
habían vivido una infancia normal; el resto había por materias científicas.
sufrido malos tratos y abandono en los primeros
BUSCADOR REFINADO
años de su vida. En este último grupo, el gen que Obtenga resultados más precisos
codifica un receptor del cortisol importante se con los nuevos filtros de búsqueda.
hallaba alterado: contenía más grupos metilos en
HEMEROTECA DIGITAL
comparación con el grupo de control. En otras pa-
Acceda a todas nuestras revistas
labras, presentaban modificaciones epigenéticas digitalizadas en pdf.
del ADN. En concreto, «retazos» moleculares se
adherían como pequeños apéndices al genoma y ARTÍCULOS INDIVIDUALES
determinaban la frecuencia con que el fragmento Adquiera por separado los
­artículos que más le interesen.
afectado era leído.
Por lo común, cuantos más grupos metilo exis- ACTUALIDAD CIENTÍFICA
ten, más inactivo se halla el gen. Eso mismo su- Reseñas de trabajos científicos
cedía en el grupo de sujetos suicidas que habían actuales elaboradas por nuestro
equipo editorial.
vivido experiencias infantiles traumáticas. Según
descubrieron los investigadores a partir del nú- SCILOGS
mero de ARN mensajeros (sustancia intermedia- Nuevas bitácoras de ciencia, diri­
ria en la síntesis proteica), el fragmento de ADN gidas por investigadores expertos.
codificador del receptor de cortisol se encontraba
NUEVAS SUSCRIPCIONES
en estos individuos alrededor de un 40 por cien-
Acceda a todas nuestras
to menos activo. Dicho de otro modo, el eje del publica­ciones en el formato
estrés se había alterado como consecuencia de la que le resulte más cómodo
regulación genética modificada. (papel, digital o a
­ mbos).
En la actualidad se sabe que diversos influjos
BOLETINES TEMÁTICOS
ambientales (venenos, drogas, medicamentos, Reciba gratis selecciones periódi­
alimentación, también factores psicosociales) cas de todos nuestros contenidos
alteran el organismo a través de procesos epige- Para saber más sobre una materia determinada­:
Serum levels of brain-derived medicina y salud, energía y
néticos. No obstante, resta comprender al detalle neurotropic factor in major medioambiente, astronomía...
los mecanismos de esta interacción. depressive disorder: State-
trait issues, clinical features
and pharmacological treat-
REDES SOCIALES
ment. M. Molendijk et al. en Comparta nuestros contenidos
Molecular Psychiatry, vol. 16, en Facebook, Twitter y Google+.
págs. 1088-1095, 2011.
Adult hippocampal neuroge­ SINDICACIÓN
nesis buffers stress responses DE CONTENIDOS
and depressive behaviour. Artículos, noticias, blogs...
J. S. Snyder et al. en Nature,
vol. 476, págs. 458-461, 2011.

Hans Jörgen Grabe es jefe clínico y subdirector de la Síganos también en

Clínica de Psiquiatría y Psicoterapia de la Universidad de En nuestro archivo Facebook y Twitter
Greifswald en el Complejo Hospitalario Helios en Stral- El estrés deja su huella
sund. Carsten Spitzer es director médico de la clínica ­molecular. Eric J. Nestler en
especializada en psiquiatría y psicoterapia Tiefenbrunn MyC n.o 59, 2013.
del Consorcio para la Salud Asklepios, en Rosdorf.

MENTE Y CEREBRO 68 - 2014 21