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En la balanza de pagos se registran las transacciones que hace una economía con el resto del
mundo. Estas transacciones se catalogan como ingresos o egresos. Se consideran ingresos, las
transacciones que generan divisas al país; por ejemplo, las exportaciones de mercancías. Se
consideran egresos los pagos que implican salidas de divisas; por ejemplo, las importaciones.
Los saldos vienen dados por la diferencia entre ingresos y pagos.
La balanza de pagos al ser un documento contable tiene un saldo final igual a cero, lo que
significa que los saldos de sus cuentas se equilibran; lo que concuerda con la relación existente
entre la cuenta corriente y el endeudamiento externo que se mencionó anteriormente. Puesto
que la suma de los saldos por cuenta corriente y por cuenta de capital representa la variación
total de la riqueza exterior de un país esa suma debe ser igual, a la diferencia entre las
importaciones de activos de un país y sus exportaciones de activos, es decir, el saldo de la
cuenta financiera precedido de un signo negativo. Sin embargo, en ocasiones no sucede de
esta forma.
Esto sucede porque la balanza, al realizar un registro estadístico de las transacciones pierde
cierto grado de precisión y exactitud, así pues, para subsanar este problema posee una cuenta,
llamada cuenta de errores y omisiones, para que su saldo sea cero. Según Krugman (2006),
esta característica de la balanza de pagos se la considera como su identidad fundamental y se
muestra a continuación.
La balanza de pagos se divide en 4 cuentas que son: la cuenta corriente, la cuenta de capital, la
cuenta financiera y la cuenta de errores y omisiones. Estas a su vez agrupan otras subcuentas
de importante connotación económica, que se analizarán más adelante.