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Género y cultura material entre los Gumuz y Dats’in de Etiopia. Una aproximación
etnoarqueológica.
Almudena explicó que tanto los dats’in como los Gumuz se resistían a las innovaciones
tecnológicas, es decir, prefieren seguir un estilo de vida austero. Ellos, aun conociendo
sistemas agrícolas más avanzados, se decantan por el método tradicional con azadas
y palos cavadores. Esto da como resultado que ningún hombre de la comunidad
acumule más riqueza que otro, ya que así no se corrompe el grupo. Por esta razón no
hay ninguna figura humana de poder, ningún jefe, son sociedades igualitarias, pero
solamente entre los hombres.
Teniendo esta percepción tan unida al grupo, una visión más colectiva que individualista,
me sorprende que sometan al sector femenino de la comunidad, que se considere a las
mujeres como seres inferiores ya que son tratadas como simples monedas de cambio,
como objetos. Esto se ve en la manera que se efectúan los matrimonios dado que los
gumuz se casan a través del intercambio de hermanas, es decir, un hombre pide la
mano de una mujer a otro hombre y en recompensa le ofrece a su hermana. En el caso
de los dats’in simplemente se compra a la novia. Ambas formas de matrimonio son
completamente degradantes para el género femenino que como se puede observar no
tiene derecho a decidir ni tan si quiera sobre su propio cuerpo.
Esta dominación sobre las mujeres también se extrapola a la expresión del cuerpo,
siendo ellas las que tienen que pasar por más procesos para tener una apariencia
determinada. Esto se hace sobre todo a través de la ornamentación que puede ser
permanente o no. En la primera categoría encontramos, por ejemplo, las
escarificaciones que son básicamente cicatrices en la piel con algún diseño. Es cierto
que los hombres también se las realizan, pero en mucha menos cantidad que las
mujeres que a medida que van aumentando su edad se hacen más. Esto se puede
relacionar con que la idea de que a cuanto más sufrimiento se someta la mujer más
bella es, igual que sucede en nuestra sociedad, aunque no seamos plenamente
Nerea Navarro Carrasco
Por otro lado, en cuanto a la ornamentación no permanente la más común son las
cuentas de colores sobre todo de color rojo. Las mujeres deben llevarlas durante toda
su vida e incluso después de la muerte porque si no se entierran con ellas creen que no
pueden acceder al paraíso. Únicamente deben quitárselas cuando son repudiadas por
sus maridos, en esa situación se cubren la cabeza con un velo. En el caso de los
hombres solo las deben llevar en la infancia y cuando están enfermos, los momentos en
los que son más débiles y frágiles, porque se tiene la creencia de que las cuentas
protegen a los individuos de la vulnerabilidad, lo cual da a entender que la mujer está
en esta condición de debilidad durante toda su vida, es otro elemento de subordinación.
Me parece que su caso es muy esperanzador porque demuestra que hay personas que
se cuestionan esta forma de vida, que se dan cuenta de las injusticias que están viviendo
e intentan luchar por llevar un estilo de vida más libre. Intenta cambiar esta situación
desfavorable y muestra mucha individualidad para la sociedad oral a la que pertenece.
Según dijo Hernando su caso no tenía un buen pronóstico, es decir, es probable que no
pueda llevar la vida que desea y que merece, pero sin duda es un gran paso para una
comunidad con unas ideas tan cerradas y anticuadas y con su testimonio ayuda a los
que permanecemos ajenos a esta situación a concienciarnos más sobre el tema.