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El Dueño de la luz es un cuento Warao (grupo aborigen oriundo del Delta del

Orinoco) que relata cómo se originó el día y la noche, antes de esto la gente vivía

en la oscuridad y lo único con lo que se alumbraban era la candela que sacaban

de la madera, hasta que un hombre, con dos hijas, supo que existía un joven

dueño de la luz. Al saber esto, envió a su hija mayor a donde se encontraba el

dueño de la luz y le dijo que se la llevara, esta se perdió en el camino y regreso

con su padre y luego envió a su hija menor quien si lo encontró. Luego de que el

dueño de la luz le obsequiara el torotoro donde estaba contenida, regresó con su

padre y le entrego la luz, este la colgó en un tronco que sostenía su palafito.

Cuando se supo en el Delta del Orinoco que existía una familia que tenía la luz,

comenzó a dirigirse gran cantidad de personas hacia ellos para conocerla.

Cuando ya no podían soportar más gente dentro del palafito, el padre cansado

decidió soltarla con fuerza al cielo para que todos pudieran disfrutar de ella. El

cuerpo de la luz voló hacia el Este y el torotoro hacia el Oeste, entonces del

cuerpo de la luz se hizo el sol y de la caja la luna. Gracias a la fuerza con la que lo

soltó al cielo mantenían una gran velocidad, debido a esto el día y la noche

duraban muy poco; el padre le pidió a su hija menor un morrocoy que lanzo y

regalo al sol, diciéndole que lo esperara y lo cuidara. Desde entonces el sol va tan

lento como el morrocoy y alumbra hasta que llega la noche.

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