Como se menciona en el articulo del Dr. José Luis Ayala Cordero, “Replanteando el papel del Estado en el siglo XXI”, el status quo otorgado al Estado en la Paz de Westfalia, ha sido modificado por la reconfiguración de un nuevo orden mundial en el cual la economía se ha convertido en el catalizador de las transformaciones del nuevo mundo globalizado. Actualmente se cuestiona que la diplomacia haya pasado a segundo término e incluso se ha manifestado una gran preocupación por la posible pérdida de soberanía del Estado, ésto gracias a la facilidad que otorgan los mercados para que se den las negociaciones no solo entre Estados, también entre gobiernos locales. No obstante, la figura del Estado sigue siendo elemental para entender las relaciones internacionales gracias a su grado de influencia en la economía mundial. Lo anterior se refleja en el hecho de que, pese a la incursión en nuevas tecnologías y nuevas formas de interacción entre los diversos entes de la sociedad internacional, los mercados no han logrado posicionarse por completo sobre la figura del Estado. Si bien nuevos actores han sido capaces de insertarse en el escenario global y han influenciado la toma de decisiones, aún persiste el cuestionamiento en torno al estatocentrismo como paradigma central del orden internacional. A manera de reflexión es importante tomar en cuenta que las barreras del espacio geográfico se han quebrantado gracias al avance en las tecnologías de la información y la mejora de infraestructura que facilita la logística comercial internacional, lo cual ha abierto una brecha entre aquellos capaces de realizar bloqueos económicos o incursionar las luchas financieras y aquellos que simplemente siguen la dinámica económica imperante en el sistema internacional. Se ha llegado a un contexto en el cual la diplomacia y la política exterior han invertido sus funciones y han pasado a ser instrumentos de negociación económica, sin embargo, el Estado sigue siendo la forma más efectiva de organización social para preservar la cooperación y la unificación en la toma de decisiones, lo que permite acoger la postura de que “la necesidad de lograr la unidad en la diversidad” es lo que mantiene la preponderancia del Estado en las relaciones internacionales.