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América Latina: el desencanto progresista

Corrupción inocultable y convulsión política en Brasil. Una crisis económica que para muchos
analistas ya llegó al nivel de "catástrofe humanitaria" en Venezuela. Cambio de rumbo político en
Argentina y, si las urnas hoy lo confirman, probablemente en Perú. Tropiezos en Bolivia para el
proyecto de reelección de Evo Morales. La decisión de Rafael Correa de no competir por un nuevo
mandato ante el avance opositor. Caída de la popularidad de Michelle Bachelet en Chile. Con sus
diferencias, parece haber un hilo conductor en la escena política latinoamericana: un cambio de ciclo
que alcanza en particular a los países que estuvieron conducidos en los últimos quince años por
gobiernos denominados progresistas, de izquierda, integrantes del llamado "socialismo del siglo XXI"
o populistas, según quien los mire. Es un clima de época que se derrama al resto del continente y
logra convocar a las calles a multitudes más o menos organizadas que -en un giro que descoloca a
muchos gobiernos progresistas- no sólo reclaman conservar los derechos adquiridos, sino que
también exigen transparencia y eficiencia de gestión. El lenguaje de "la derecha".
Mientras muchos insisten en asimilar estos cambios con el movimiento de un péndulo -que ahora
estaría yendo de izquierda a derecha-, otros recomiendan reconocer matices: un contexto
internacional difícil para las economías latinoamericanas está dejando a los gobiernos con pocos
recursos para financiar las políticas sociales que les dieron apoyo masivo. A esto se suma el cansancio
social con respecto a gobiernos que se extendieron en el tiempo y que, en muchos casos, exageraron la
concentración de poder en la figura de un líder, abusaron de los recursos del Estado o entraron en el
juego de la corrupción contradiciendo todo su discurso de refundación moral. Algunos ven en el
nuevo tiempo la confirmación de que el continente abandona el desvío "populista" y vuelve a la senda
de la racionalidad, otros llaman a la resistencia contra "el golpismo", pero de la propia izquierda en
distintas versiones (indigenista, ecologista, clasista) llegan las críticas más profundas, las que se hacen
con el sabor amargo de una oportunidad perdida o una traición.
¿Sobrevivirá a los cuestionamientos la herencia positiva de estos gobiernos (la inclusión de millones de personas,
el reconocimiento de derechos sociales, la participación creciente de los ciudadanos)? ¿Podrán ahora los
gobiernos, más pragmáticos que ideológicos, enfrentar la ecuación "menos recursos-menos popularidad-más
demandas sociales" Dicho de otro modo, ¿están los gobiernos latinoamericanos a la altura de sus ciudadanos?
"Categorías como la del péndulo ideológico en general remiten a debates que todavía no se han
saldado. ¿Puede decirse que las experiencias de las izquierdas en América Latina en diez años fueron
semejantes? En realidad, hay notables diferencias: populismo convencional, neopopulismo,
socialdemocracia a la latinoamericana, progresismo. El caleidoscopio es muy variado -apunta Juan
Gabriel Tokatlian, director del Departamento de Ciencia Política y Estudios Internacionales de la
Universidad Di Tella-. Uno de los elementos más interesantes es que los países que siguieron un
modelo más heterodoxo y neodesarrollista y los que tuvieron un modelo más ortodoxo y neoliberal
adolecen, al cabo de 15 años, de los mismos defectos y contradicciones: no pudieron desplegar un
nuevo esquema productivo más industrial, ni aprovechar los desarrollos científico-tecnológicos, ni
mejorar las brechas de desigualdad."
El fin del superciclo: Justamente, el hilo conductor que une todas las experiencias políticas
latinoamericanas autoubicadas en la izquierda es el fin del llamado "superciclo commodities", es decir,
los años de bonanza en los precios internacionales que permitieron financiar con generosidad las
políticas sociales, la salida de millones de personas de la pobreza y la consolidación en el poder de
muchos gobiernos. Sin embargo, aun en esta dificultad generalizada hay diferencias. "Sobre este
fenómeno económico de base hay que mirar si los países pueden gestionar la transición desde un modelo de
políticas más activas para sacar provecho de un período de bonanza hacia un momento de menos flujo de
capitales", apunta Gabriel Puricelli, vicepresidente del Laboratorio de Políticas Públicas.
En efecto, "Mientras que Centroamérica crecerá este año en promedio un 4,2%, Chile, Perú y
Colombia lo harán entre el 2 y 3%. América del Sur está complicada por las crisis económicas en
Brasil, Venezuela, Argentina y Ecuador", distingue Daniel Zovatto, director regional para América
Latina y el Caribe de IDEA, y suma un indicador: un informe de la Cepal señala que la reducción de la
pobreza en la región se frenó en 2013 y que, sin políticas sociales activas, podría haber personas que
harían el camino inverso en los próximos años.En este contexto, no es extraño que, como indica el
informe 2015 de Latinobarómetro, la época de los "hiperpresidentes" esté terminada: la aprobación
promedio de los líderes de Estado pasó de 60% en 2009 a 47% el año pasado, con 8 presidentes con
menos de 40% de imagen positiva, a tono con la caída en las expectativas económicas. No hay cheques
en blanco: alta popularidad y mucho dinero, la fórmula de la gobernabilidad, ya no funciona.
Claro que el descontento y el cambio de clima no sólo tienen que ver con condicionamientos externos.
"Entre 2000 y 2015, los diferentes gobiernos progresistas pasaron de ser considerados una 'nueva
izquierda latinoamericana' como expectativa de renovación política a 'populismos del siglo XXI'.
En el pasaje de uno a otro algo importante se perdió, algo que evoca el abandono, la pérdida de la
dimensión emancipatoria de la política y la evolución hacia modelos de dominación de corte
tradicional, basados en el culto al líder y su identificación con el Estado", afirma Maristella Svampa,
socióloga y escritora, en línea con las voces que, desde la izquierda, critican las promesas incumplidas
del progresismo. "En los últimos tiempos se acentuaron las dimensiones menos pluralistas que encierra el
dilema populista, visibles en la concentración de poder en el presidente y la intolerancia hacia las disidencias. No
olvidemos tampoco los hechos de corrupción, que ponen en entredicho el horizonte ético que los gobiernos
progresistas pretendieron encarnar", dice Svampa, que acaba de publicar Debates latinoamericanos.
Indianismo, desarrollo, dependencia, populismo (Edhasa).
De cara a la crisis política en Brasil, surge la pregunta inquietante: ¿la corrupción es inevitable cuando
se llega al poder? "Eso tiene que ver con la debilidad institucional. Hablando de desigualdad e
injusticia, se fue minando el valor de las instituciones, con la idea de hacer cambios radicales pasando
por encima de ellas y de los tiempos que demandan", dice Margarita López Maya, historiadora y
doctora en Ciencias Sociales venezolana. Al desgaste de los gobiernos que acumulan años en el poder
se suma la debilidad de algunas coaliciones, como la de Brasil. "Los ciudadanos brasileños no sólo están
enojados y desencantados con su gobierno, sino también desilusionados con toda la clase política. No está nada
claro que el impeachment de la presidenta Dilma Rousseff termine con las protestas. Los partidos más
importantes están involucrados en el escándalo de corrupción y ninguna figura política se ve como capaz de
arreglar la crisis económica", sintetiza Oliver Stuenkel, profesor en la Fundación Getúlio, en San Pablo.
Democracia densa: Crisis y recesión, negociados oscuros y enriquecimiento de quienes decían
encarnar la renovación moral de la política, conciencia de derechos: la mesa está servida para una
nueva configuración de la opinión pública, con ciudadanos que apoyan los principios de la izquierda
progresista y sus logros sociales, pero rechazan sus modos autoritarios de ejercer el poder.
"En parte por los beneficios económicos de estos años y por haber sacado de la pobreza a un número importante
de personas, la sociedad civil de la región ha ganado autonomía -dice Tokatlian-. Hay una proliferación de
ONG, grupos de presión y movimientos alternativos que le dan más densidad a la democracia. Hay una
máxima exigencia hacia los dirigentes, desencanto con la corrupción y la idea de que puertas adentro se vive
mejor, pero hacia fuera hay problemas de infraestructura, de tránsito, transporte e inseguridad."
Tampoco quienes encienden la alarma: de la movilización a la desilusión hay a veces un paso.
"No dudo de que existe una gran experiencia organizativa acumulada en la sociedad civil -dice
Svampa-. Pero el peligro es que, ante el fracaso de los progresismos gubernamentales y el
desempoderamiento de organizaciones y movimientos sociales vinculados a ellos, se vaya difundiendo
también un gran desencanto." El riesgo de la desilusión es una de las herencias posibles de la
experiencia progresista. Entre tanto, sobre algunos logros no parece haber espacio para la marcha
atrás. "Los ideales de justicia distributiva y asistencia a la pobreza subsistirán, en parte porque la
pobreza subsiste. Los gobiernos que vienen no podrán ni querrán hacer inversión completa de
marcha", apunta Andrés Malamud "No hay un legado común. América Latina está más fragmentada
que nunca y lo estará cada vez más. Los países de la zona sur deberán esforzarse por reducir su
dependencia de China antes de que la crisis en ciernes los hunda. En cuanto a proyectos, a diferencia
del chavismo, que destrozó la infraestructura productiva y el tejido social de Venezuela, Correa plantó
en Ecuador las raíces de un Estado tecnocrático y Morales permitió que Bolivia tuviera, por primera
vez en décadas, un horizonte de progreso material y simbólico."
"En el futuro vamos a tener más pluralismo en la región, pero también más demanda de gestión
eficiente y menos corrupción. Las ideas van a sobrevivir porque dentro de la izquierda neopopulista
hay elementos muy críticos -afirma Andrés Serbin, En la medida en que desaparezca la figura
carismática asociada al cambio y haya una demanda más horizontal de las instituciones, vamos a ir
avanzando." La experiencia de los gobiernos progresistas abrió numerosas heridas en las izquierdas,
en los movimientos y organizaciones sociales, y en el pensamiento crítico latinoamericano."

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