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Christina H.

Sommers: "La tercera


ola del feminismo se
construye con
mentiras"
https://www.elmundo.es/cronica/2016/09/17/57d79cb1268e3e94358
b4638.html

Esta académica y filósofa se ha empeñado en los últimos años en


explicar por qué el feminismo se ha convertido en una palabra que
disgusta a muchas mujeres, cuando en principio todas deberían estar a
favor de un movimiento que nació para conseguir la igualdad de
derechos y oportunidades para ellas. Después de formarse en algunos
de los centros académicos más progresistas del país, ahora critica el
pensamiento único que existe en los departamentos de estudios de
género en los campus universitarios por lo que se ha convertido en
persona non grata en muchos de ellos. A principio de siglo, empezó a
preocuparse por el fracaso académico de los niños varones, sobre todo
en las barriadas más pobres de EEUU.
De un artículo en el Atlantic, acabó saliendo un libro, La Guerra
contra los niños, que ya le posicionó enfrente de muchas feministas
y al lado de Camille Paglia, crítica cultural que, con Sommers,
mantiene que es una ficción negar las diferencias biológicas entre
géneros. En Quién robó el feminismo, la autora cree que el discurso de
las académicas del género está muy desconectado del día a día de
miles de mujeres de EEUU. Si hay algo que le saca de quicio es
la expansión del victimismo y la asociación permanente entre
cierto feminismo y la izquierda radical. Ella se considera una
librepensadora que no cabe en la corrección política que se hizo con el
poder en la universidad de EEUU.
Ahora investiga en el American Enterprise Institute, uno de los
think tanks liberales más señeros de Washington, donde mantiene un
videoblog, La Feminista Factual, en el que aporta datos para aprobar o
rebatir algunas afirmaciones sobre la situación de las mujeres.
El otro día, en las redes, tuvieron que sacar una etiqueta,
#porquésoyfeminista, algo impensable hace 30 años. ¿Por qué muchas
mujeres ahora se niegan a identificarse con esa palabra?
Porque el término se asocia ahora con el enfado, la falta de humor y
el ánimo de venganza contra los hombres. ¿Está justificado? Pues
no creo. Hay muchos estilos de feminismo y no todos implican esa
actitud de revancha hacia los hombres, esa acritud.
Desgraciadamente, ese estilo de feminismo feroz es muy poderoso
en los medios y en las universidades. Tiene mucha atención pública
pero, en realidad, no es bueno si lo que pretenden es ganar adeptas
a la causa.
¿Cómo y cuándo empieza ese sentimiento antihombres?
Siempre ha habido cierta fobia a los hombres en algunas mujeres
del movimiento, eso es innegable. Pero eran marginales. Pero hoy,
al menos en las universidades, están siendo las protagonistas del
debate. La masculinidad se trata de manera rutinaria como una
patología que necesita una cura. Casi todos los libros de los estudios
de género culpan de la mayoría de los males de la sociedad a los
hombres y al patriarcado.
El hecho de que casi todas las mujeres tengan un padre más o menos
presente y muchas tengan hermanos e hijos, ¿juega un papel en ese
distanciamiento hacia un feminismo que se autoafirma en una guerra de
sexos?
Es parte de la explicación. Muchas hoy están agradecidas por lo que
el feminismo ha conseguido: el voto femenino, la oportunidad de
tener una carrera de éxito y una familia... pero esas mujeres
difícilmente se pueden identificar con un movimiento que trata a
sus hermanos, hijos o parejas como el enemigo. Y hacen bien: la
vida no es una lucha maniquea entre Venus y Marte.
¿Cuándo pasó el feminismo de luchar por la igualdad de derechos y
libertades a pensar que las mujeres casi nacen todas como víctimas
potenciales de los hombres?
El feminismo de hoy es de lamento. Se empezó a forjar en los 90. La
causa noble de la emancipación de la mujer se transformó en
victimismo. ¿Cómo pasó? Le echo mucho la culpa a una mezcla
desafortunada de teorías de la conspiración sobre un patriarcado
fantasma y la propaganda. Desde hace años, he mirado con cuidado
estadísticas sobre mujeres y violencia, depresión, desórdenes
alimenticios, igualdad salarial y educación. Lo que he encontrado es
información engañosa. La tercera ola del feminismo se construye
con mentiras e hipérboles. Por ejemplo, la desigualdad salarial. Sí,
las mujeres ganan menos que los hombres pero es porque estudian
distintas carreras, trabajan en distintos campos y menos horas.
Cuando controlas todos estos factores, la diferencia casi desaparece.
Pero eso no se dice en los libros de los estudios de género.
¿Aún hay asuntos por los que merece la pena seguir luchando?
El trabajo serio del feminismo en el siglo XXI tiene que ser global,
por todo el mundo. En vez de retirarnos a lugares seguros y
centrarnos en nuestra opresión imaginada, las feministas
americanas y europeas deberían estar en contacto con grupos de
mujeres del mundo en desarrollo. Afortunadamente, feministas
como Ayaan Hirsi Ali reconocen ese reto moral. Ella ha animado a
las mujeres privilegiadas occidentales a apoyar a mujeres que están
luchando contra las muertes por honor, las ablaciones genitales, los
matrimonios forzados, los ataques con ácido y los castigos con
látigo. Por supuesto que las feministas de las universidades se
sienten mal por lo que les pasa a las mujeres en Yemen pero
también piensan que comparten un destino común. Y pueden citar
una letanía de estadísticas de víctimas de sus clases de estudios de
género para sostener su punto de vista. Alguien les tiene que decir
que esas estadísticas son engañosas y que, aunque la amenaza de
daño es constante, ellas están entre las más liberadas y
privilegiadas, por seguras, del planeta.
Hay feministas en campus de EEUU que protestan cuando Hirsi Ali
quiere hablar allí. Consideran que tiene puntos de vista ofensivos con el
Islam, y apenas se conocen iniciativas globales para apoyar a mujeres en
Irán o Arabia Saudí...
En EEUU, muchas mujeres de talento y privilegiadas creen ellas
mismas que están siendo víctimas de una opresión sistemática. Y
no lo son. Ven injusticias por todas partes. Si un conferenciante va a
sus universidades y no está de acuerdo con sus queridas creencias,
lo ven como violencia psíquica. En la universidad de Brown, unas
estudiantes se retiraron a un cuarto seguro con cuentos de colorear
y videos de cachorritos. ¿Por qué? Porque venía un conferenciante
controvertido. Pensaron que les podía causar un trauma. Cuando
hablé en Oberlin, una universidad de élite en Ohio, 30 estudiantes y
un perro de terapia huyeron a un espacio seguro. Me sentí mal por
haber causado eso en un pobre perro. Cada vez más, los estudiantes
activistas en EEUU se centran en su ombligo y en esa situación de
opresión muy a menudo imaginada. Mientras, las mujeres de
muchos sitios del planeta de verdad que están luchando por su
libertad con sus vidas.
Como alguien que se denomina una feminista «objetiva», ¿en qué cree
hay más diferencia entre los hechos y la opinión pública?
Los chicos occidentales de entornos desfavorecidos se están
quedando atrás académicamente. Y no hay consciencia de esta
situación. Los avances recientes de las niñas y de las mujeres en
educación tienen que causar una profunda satisfacción, este año ha
habido récord de mujeres universitarias en EEUU. Pero no nos
puede hacer dejar de ver a los cada vez más numerosos chicos con
fracaso escolar, chicos que se van a perder en nuestra economía
basada en el conocimiento.
¿Qué es el feminismo de género, explicado a lectores no iniciados?
Es una escuela de feminismo de línea dura que ve a las mujeres,
incluso en Occidente, como cautivas de un sistema de injusticia y de
opresión. Según esta teoría, cada logro humano en realidad lleva el
sello del patriarcado: literatura, filosofía, ciencia, música o
lenguaje. No es suficiente con cambiar leyes o tradiciones. El
sistema entero tiene que ser desmantelado. El feminismo de género
salió de la política radical de los 60 y estuvo marcado por la filosofía
marxista y la de Marcuse, Frantz Fanon y Michel Foucault. Yo, sin
embargo, me considero una propagadora del «feminismo de
igualdad» que lucha por la igualdad moral, social, legal de hombres
y mujeres, por la libertad de mujeres y hombres para emplear su
estatus de igualdad en intentar ser felices como ellos quieran. Su
origen es la Ilustración. Dicho claro, el feminismo de la libertad
quiere para las mujeres lo que para todos: dignidad, oportunidad y
libertad personal. No está en guerra con feminidad y masculinidad
y no ve a los hombres y a las mujeres como tribus opuestas. No está
en sus tablas sagradas las teorías de la opresión universal del
patriarcado y los males inherentes al capitalismo.
¿Y el feminismo interseccional?
Nació en los 70, con mujeres negras que acusaban a las feministas
blancas de no tenerlas en cuenta. Quieren que se tome en
consideración la clase, la raza, el sexo o si hay discapacidad. Por
ejemplo, una mujer blanca está discriminada por mujer pero
privilegiada por su raza. Un hombre negro tendría ventaja como
hombre y desventaja por su raza. Patricia Hill Collins, que fue la
presidenta de la Academia de Sociología, es la artífice de este
pensamiento y autora de un libro que retrata EEUU como tierra de
opresión, un sistema rígido de privilegio y dominación. Collins y
sus colegas advierten que, aunque la mayoría no lo vea así, es
porque está escondido a la sociedad. El conocimiento dicen que se
ha construido con las experiencias de los poderosos. Dicen que la
idea de la objetividad basada en el conocimiento es una manera de
pensar muy masculina y occidental... Tengo problemas con cómo se
enseña en las universidades porque es una teoría de la
conspiración, si la cuestionas eres una opresora y nunca publican
textos de escépticos... Y ser víctima es el modo de tener autoridad
moral. Es difícil mantener una discusión racional. He visto
congresos acabar con rituales y cantos. O el bullying a hombres
blancos, los opresores, en los campus. Estas víctimas tienen
permiso para tratarles mal.
Alguna vez usted ha dicho que las quejas de algunas feministas parecen
hasta una parodia, como aquella que decía que había que cambiar el
nombre al Big Bang...
Es que cada vez es más difícil apreciar la diferencia entre la realidad
y la parodia. Algunos filósofos, incluido uno del MIT, han descrito
las palabras «rigor» y «seminal» como opresoras masculinas. Pero
si es que hay artículos académicos sobre la glaciología femenina....
La autora mira los desequilibrios de poder en las relaciones
hombre-hielo. Si hasta hay toda una temática sobre la contabilidad
femenina. No tengo ni idea de lo que es eso, en realidad no creo que
lo sepa nadie pero hay universidades pagando a profesores para que
lo enseñen. Pueden parecer ejemplos extremos. Lo son. Pero es que
lo extremo hoy en algunos sitios académicos es la norma.
¿Cómo compatibiliza el movimiento que se hable de «las mujeres» todo el
rato y no lo hagamos de «los hombres»? ¿Cree que esa negación de la
individualidad de las mujeres las está alejando de ellas precisamente?
Y es que hay situaciones muy distintas. Ahora mismo, en EEUU y
en Europa es difícil saber quién está mejor. La vida moderna es una
mezcla complicada de cargas y bendiciones, para cada sexo. Las
mujeres es verdad que ganan menos y luchan con techos de cristal,
pero los trabajos más penosos, más peligrosamente mortales,
siguen siendo de los hombres. Podemos aliviar algunas de estas
cargas con políticas sensatas, pero ahora mismo el lobby feminista
parte de una lógica perversa: si algunos hombres están mejor que
las mujeres, eso es una injusticia. Si a las mujeres le va mejor, eso
es la vida.
Y, al final, como conseguimos un femenismo «más calmado y fácil de
usar», como usted ha defendido que a veces que hace falta.
Mi consejo hoy para las mujeres jóvenes es que reformen el
feminismo. Que corrijan sus errores. Que apoyen un feminismo
cuyo objetivo sea dar a todas las mujeres -incluso a las muy
moderadas y conservadoras- una voz distinta, más que una que
pida para todas las mujeres lo mismo. Sobre todo, que hagan causa
común con las mujeres que, alrededor del mundo, están luchando
por libertades básicas. Apoyar a las mujeres que de verdad están
oprimidas le daría al feminismo occidental algo de lo que ha
carecido durante muchos años: un propósito contemporáneo digno
de su pasado ilustre, prestigio.
A veces ha sido crítica con Hillary Clinton, pero ¿le gustaría que llegara a
la Casa Blanca?
No estoy siempre de acuerdo con ella, pero claro que será
emocionante ver a una mujer prestar juramento como presidente
por primera vez en la historia de EEUU.

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