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3º Dolor
La pérdida de Jesús.
Del Santo Evangelio Según San Lucas (2,48-50)
"Cuando le vieron, quedaron sorprendidos, y su madre le dijo: «Hijo, ¿por qué nos
has hecho esto? Mira, tu padre y yo, angustiados, te andábamos buscando.» El les
dijo: «Y ¿por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debía estar en la casa de mi
Padre?» Pero ellos no comprendieron la respuesta que les dio." Palabra del Señor.
Unamos a María: Qué angustioso fue el dolor de María cuando se percató de que
había perdido a su querido Hijo. Llena de preocupación y fatiga, regresó con José a
Jerusalén. Durante tres largos días buscaron a Jesús, hasta que lo encontraron en el
templo. Madre querida, cuando el pecado me lleve a perder a Jesús, ayúdame a
encontrarlo de nuevo a través del Sacramento de la Reconciliación.
Virgen María: por las lágrimas que derramaste y el dolor que sentiste al perder a tu
Hijo; tres días buscándolo angustiada; pensarías qué le habría podido ocurrir en una
edad en que todavía dependía de tu cuidado y de San José; te acompañamos en este
dolor . . . Y, por los méritos del mismo, haz que los jóvenes no se pierdan por malos
caminos.
4º Dolor
El encuentro de Jesús con la cruz a cuestas camino del calvario.
Del Libro de las Lamentaciones (1,12).
¡Oh vosotros cuantos pasáis por el camino: mirad y ved si hay dolor comparable a
mi dolor! Palabra de Dios
En la subida al Calvario Jesús encuentra a su madre. Sus miradas se cruzan. Se
comprenden. María sabe quién es su Hijo. Sabe de dónde viene. Sabe cuál es su
misión. María sabe que es su madre; pero sabe también que ella es hija suya. Lo ve
sufrir, por todos los hombres, de ayer, hoy y mañana. Y sufre también ella.
Me compadezco Señora, de Ti, por el dolor que sentiste cuando encontraste a tu
Hijo con la cruz a cuestas camino del Calvario, con escarnios, injurias y caídas.
Unamos a María: Acércate, querido cristiano, ven y ve si puedes soportar tan triste
escena. Esta Madre, tan dulce y amorosa, se encuentra con su Hijo en medio de
quienes lo arrastran a tan cruel muerte. Consideren el tremendo dolor que sintieron
cuando sus ojos se encontraron – el dolor de la Madre bendita que intentaba dar
apoyo a su Hijo. María, yo también quiero acompañar a Jesús en Su Pasión,
ayúdame a reconocerlo en mis hermanos y hermanas que sufren.
Virgen María: por las lágrimas que derramaste y el dolor que sentiste al ver a tu
Hijo cargado con la cruz, como cargado con nuestras culpas, llevando el instrumento
de su propio suplicio de muerte; Él, que era creador de la vida, aceptó por nosotros
sufrir este desprecio tan grande de ser condenado a muerte y precisamente muerte de
cruz, después de haber sido azotado como si fuera un malhechor y, siendo verdadero
Rey de reyes, coronado de espinas; ni la mejor corona del mundo hubiera sido
suficiente para honrarle y ceñírsela en su frente; en cambio, le dieron lo peor del
mundo clavándole las espinas en la frente y, aunque le ocasionarían un gran dolor
físico, aún mayor sería el dolor espiritual por ser una burla y una humillación tan
grande; sufrió y se humilló hasta lo indecible, para levantarnos a nosotros del
pecado; te acompañamos en este dolor . . . Y, por los méritos del mismo, haz que
seamos dignos vasallos de tan gran Rey y sepamos ser humildes como Él lo fue.
5º Dolor
La crucifixión y la agonía de Jesús.
Del Santo Evangelio Según San Juan (19,17-39)
"Después de esto, sabiendo Jesús que ya todo estaba cumplido, para que se
cumpliera la Escritura, dice: «Tengo sed.» Había allí una vasija llena de vinagre.
Sujetaron a una rama de hisopo una esponja empapada en vinagre y se la
acercaron a la boca. Cuando tomó Jesús el vinagre, dijo: «Todo está cumplido.» E
inclinando la cabeza entregó el espíritu." Palabra del Señor.
Unamos a María: Contempla los dos sacrificios en el Calvario – uno, el cuerpo de
Jesús; el otro, el corazón de María. Triste es el espectáculo de la Madre del Redentor
viendo a su querido Hijo cruelmente clavado en la cruz. Ella permaneció al pie de la
cruz y oyó a su Hijo prometerle el cielo a un ladrón y perdonar a Sus enemigos. Sus
últimas palabras dirigidas a Ella fueron: “Madre, he ahí a tu hijo.” Y a nosotros nos
dijo en Juan: “Hijo, he ahí a tu Madre.” María, yo te acepto como mi Madre y
quiero recordar siempre que Tú nunca le fallas a tus hijos.
Virgen María: por las lágrimas que derramaste y el dolor que sentiste al ver la
crueldad de clavar los clavos en las manos y pies de tu amadísimo Hijo, y luego al
verle agonizando en la cruz; para darnos vida a nosotros, llevó su pasión hasta la
muerte, y éste era el momento cumbre de su pasión; Tú misma también te sentirías
morir de dolor en aquel momento; te acompañamos en este dolor. Y, por los méritos
del mismo, no permitas que jamás muramos por el pecado y haz que podamos
recibir los frutos de la redención.
6º Dolor
La lanzada y el recibir en brazos a Jesús ya muerto.
Del Santo Evangelio Según San Marcos (15, 42-46)
“Al atardecer, como era la parasceve, esto es, la víspera del sábado, vino José de
Arimatea, miembro ilustre del Sanedrín, que esperaba también el reino de Dios; y
con valentía se llegó hasta Pilato y pidió el cuerpo de Jesús. Pilato se sorprendió
de que ya hubiera muerto y, llamando al centurión, le preguntó si ya había
muerto. Al asegurarse por el centurión, entregó el cuerpo a José. Este compró una
sábana; lo bajó y lo envolvió en la sábana, lo puso en un sepulcro que estaba
excavado en la roca y rodó una piedra a la puerta del sepulcro”
Unamos a María: Considera el amargo dolor que sintió el Corazón de María
cuando el cuerpo de su querido Jesús fue bajado de la cruz y colocado en su regazo.
Oh, Madre Dolorosa, nuestros corazones se estremecen al ver tanta aflicción. Haz
que permanezcamos fieles a Jesús hasta el último instante de nuestras vidas.
Virgen María: por las lágrimas que derramaste y el dolor que sentiste al ver la
lanzada que dieron en el corazón de tu Hijo; sentirías como si la hubieran dado en tu
propio corazón; el Corazón Divino, símbolo del gran amor que Jesús tuvo ya no
solamente a Ti como Madre, sino también a nosotros por quienes dio la vida; y Tú,
que habías tenido en tus brazos a tu Hijo sonriente y lleno de bondad, ahora te lo
devolvían muerto, víctima de la maldad de algunos hombres y también víctima de
nuestros pecados; te acompañamos en este dolor . . . Y, por los méritos del mismo,
haz que sepamos amar a Jesús como El nos amo.
7º Dolor
El entierro de Jesús y la soledad de María.
Del Santo Evangelio Según San Juan (19, 38-42)
"Después de esto, José de Arimatea, que era discípulo de Jesús, aunque en secreto
por miedo a los judíos, pidió a Pilato autorización para retirar el cuerpo de Jesús.
Pilato se lo concedió. Fueron, pues, y retiraron su cuerpo. Fue también Nicodemo -
aquel que anteriormente había ido a verle de noche - con una mezcla de mirra y
áloe de unas cien libras. Tomaron el cuerpo de Jesús y lo envolvieron en vendas con
los aromas, conforme a la costumbre judía de sepultar. En el lugar donde había sido
crucificado había un huerto, y en el huerto un sepulcro nuevo, en el que nadie
todavía había sido depositado. Allí, pues, porque era el día de la Preparación de los
judíos y el sepulcro estaba cerca, pusieron a Jesús."
Unamos a María: ¡Oh Madre, tan afligida! Ya que en la persona del apóstol San
Juan nos acogiste como a tus hijos al pie de la cruz y ello a costa de dolores tan
acerbos, intercede por nosotros y alcánzanos las gracias que te pedimos en esta
oración. Alcánzanos, sobre todo, oh Madre tierna y compasiva, la gracia de vivir y
perseverar siempre en el servicio de tu Hijo amadísimo, a fin de que merezcamos
alabarlo eternamente en el cielo.
Virgen María: por las lágrimas que derramaste y el dolor que sentiste al enterrar a
tu Hijo; El, que era creador, dueño y señor de todo el universo, era enterrado en
tierra; llevó su humillación hasta el último momento; y aunque Tú supieras que al
tercer día resucitaría, el trance de la muerte era real; te quitaron a Jesús por la muerte
más injusta que se haya podido dar en todo el mundo en todos los siglos; siendo la
suprema inocencia y la bondad infinita, fue torturado y muerto con la muerte más
ignominiosa; tan caro pagó nuestro rescate por nuestros pecados; y Tú, Madre
nuestra adoptiva y corredentora, le acompañaste en todos sus sufrimientos: y ahora
te quedaste sola, llena de aflicción; te acompañamos en este dolor . . . Y, por los
méritos del mismo, concédenos a cada uno de nosotros la gracia particular que te
pedimos…
Oración final