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El Título Preliminar del

Código Procesal Constitucional

Luis Castillo Córdova (∗)

Introducción
La normatividad de todo Título Preliminar de un texto legal está
fuera de discusión, la cual está vinculada con la función de marco que
está llamado a cumplir. El Título Preliminar se presenta tanto como
marco introductorio, así como marco normativo. Como marco introduc-
torio significará que da cuenta, de modo general, de lo que tratará el texto
legal que le sigue(1). Como marco normativo, recoge el conjunto de reglas
y principios que el intérprete ha de tomar en consideración a la hora de
determinar el significado normativo de las distintas disposiciones legales
que conforman el restante cuerpo legal. Por ejemplo, en el caso del Título
Preliminar del Código Procesal Constitucional se recogen reglas como la
que define –de modo general– los órganos jurisdiccionales encargados de
tramitar y resolver los distintos procesos constitucionales; y se recogen
principios como los diversos principios procesales que deberán animar no
solo el iter procesal, sino también la formulación de las correspondientes
decisiones.

(*) Profesor en la Facultad de Derecho de la Universidad de Piura, en el Máster de Derecho Público de la


Universidad de Piura y en la Maestría de Derecho Constitucional de la Pontificia Universidad Católica
del Perú.
(1) Por ejemplo, el Título Preliminar del Código Procesal Constitucional se abre estableciendo cuál será
el objeto de regulación para inmediatamente después indicar que este cuerpo legislativo significa el
desarrollo legal de dos disposiciones constitucionales: el artículo 200 y el artículo 202.3.

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Estudios y jurisprudencia del Código Procesal Constitucional

Aquí no se estudiará el significado de la regla procesal de compe-


tencia recogida en el artículo IV del Código Procesal Constitucional. La
razón principal es que en sí misma, la formulación de los órganos com-
petentes no genera más dificultad que la de conocerla. Así, los procesos
constitucionales de amparo, hábeas corpus, hábeas data y de cumpli-
miento son tramitados en los juzgados y salas del Poder Judicial y, en
última instancia, ante el Tribunal Constitucional. Los procesos constitu-
cionales de inconstitucionalidad y competencial se tramitarán en instan-
cia única ante este tribunal, y el proceso de acción popular solo ante las
salas del Poder Judicial. Lo que sí se estudiará será el resto de exigencias
que, debido a su contenido abierto e indeterminado, permiten márgenes
de cumplimiento, a diferencia de la regla de la competencia que definía
contenidos jurídicos precisos. Estas exigencias se formularán a modo de
principios y serán: el principio teleológico que apunta a los fines de los
procesos constitucionales; el principio de la vinculación de los opera-
dores jurídicos a la jurisprudencia del Tribunal Constitucional; y, final-
mente, los principios procesales propiamente. Las principales fuentes
serán la Constitución peruana (CP), el Código Procesal Constitucional
(CPConst.), la jurisprudencia del Tribunal Constitucional y la doctrina.

I. La finalidad de los procesos constitucionales


El principio teleológico reza de la siguiente manera: “son fines
esenciales de los procesos constitucionales garantizar la primacía de la
Constitución y la vigencia efectiva de los derechos constitucionales”
(artículo II CPConst.). Si se quiere ser riguroso habrá que precisar que
garantizar la primacía de la Constitución es garantizar la vigencia de los
derechos que la Constitución reconoce, ya sea de modo explícito, así
como de manera implícita. De modo que la finalidad esencial de los pro-
cesos constitucionales es una misma: favorecer la efectiva vigencia de la
Constitución, la cual se manifiesta también asegurando la plena vigencia
de las normas iusfundamentales. Así, de los dos fines esenciales a los que
alude el artículo I CPConst., el segundo –la vigencia efectiva de los de-
rechos constitucionales– aparece como una concreción del primero –la
plena vigencia de la Constitución–.

1. La Constitución como norma jurídica


Este principio teleológico es manifestación necesaria de la consideración
de la Constitución como norma y, además, de carácter fundamental. Que la

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El Título Preliminar del Código Procesal Constitucional

Constitución es norma significa que su contenido es normativo, es decir, que


vincula efectivamente (artículos 38 y 45 CP). El tránsito del Estado Legal de
Derecho al Estado Constitucional de Derecho supuso, en palabras del Tribunal
Constitucional, “abandonar la tesis según la cual la Constitución no era más que
una mera norma política, esto es, una norma carente de contenido jurídico vin-
culante y compuesta únicamente por una serie de disposiciones orientadoras de
la labor de los poderes públicos, para consolidar la doctrina conforme a la cual
la Constitución es también una norma jurídica, es decir, una norma con conteni-
do dispositivo”(2). Admitir la fuerza normativa de la Constitución implica admitir
una doble modalidad de normativa. Una normativa o fuerza activa que se define
como “aquella capacidad para innovar el ordenamiento jurídico (…), derogan-
do expresa o implícitamente aquellas normas jurídicas infraconstitucionales
que resulten incompatibles con ella”(3); así como una normatividad o fuerza
pasiva “entendida como aquella capacidad de resistencia frente a normas infra-
constitucionales que pretendan contravenir sus contenidos”(4). Sin embargo, la
normativa de la Constitución en uno y otro caso, no solo es predicable del poder
normativo público, sino también de los actos ejecutivos y judiciales del poder
público, así como de todos los actos –normativos o no– de los privados(5).

El contenido normativo de la Constitución obliga pero no de cual-


quier manera, sino que lo hace como norma suprema (artículo 51 CP)(6).
Más allá del presupuesto de rigidez necesario(7), esto quiere significar,
en primer lugar, que existe jerarquía entre las fuentes normativas(8); y,
en segundo lugar, que el rango supremo corresponde a la Constitución,
y por debajo de ella se colocan tanto las normas emanadas del poder
público (las normas con rango de ley y las normas reglamentarias), así
como las emanadas del poder privado (normas estatutarias o normas
contractuales)(9). De modo que la validez jurídica de unas y otras depende

(2) Exp. N° 5854-2005-PA/TC, del 8 de noviembre de 2005, f. j. 3.


(3) Exp. N° 0005-2007-PI/TC, del 26 de agosto de 2008, f. j. 7.
(4) Ibídem.
(5) Sobre la vinculación del poder público y de los particulares a la Constitución, cfr. CASTILLO CÓR-
DOVA, Luis. Los derechos constitucionales. Elementos de una teoría general. Tercera edición, Palestra,
Lima, 2007, pp.193-200.
(6) El principio de jerarquía constitucional “exige una concepción de la Constitución como norma”. Exp.
N° 2939-2004-AA/TC, del 13 de enero de 2005, f. j. 8.
(7) Al respecto, véase PEREIRA MENAUT, Antonio Carlos. En defensa de la Constitución. Universidad
de Piura, Piura 1997, pp. 116-125.
(8) Exp. N° 00017-2006-PI/TC, del 21 de enero de 2007, f. j. 13.
(9) Exp. N° 03574-2007-PA/TC, del 1 de octubre de 2007, f. j. 39.

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Estudios y jurisprudencia del Código Procesal Constitucional

de su ajustamiento (formal y material) a la Constitución(10). De igual


forma, el paso del Estado Legal de Derecho al Estado Constitucional
de Derecho significó que el principio de soberanía del Parlamento diera
paso al principio de supremacía de la Constitución, “conforme al cual,
una vez expresada la voluntad del poder constituyente con la creación
de la Constitución del Estado, en el orden formal y sustantivo presidi-
do por ella no existen soberanos, poderes absolutos o autarquías. Todo
poder devino entonces en un poder constituido por la Constitución y, por
consiguiente, limitado e informado, siempre y en todos los casos, por su
contenido jurídico-normativo”(11).

2. Mecanismos jurídicos de protección


A la vez que los principios de normatividad y de fundamentalidad
que recoge la Constitución peruana, se han recogido los mecanismos ju-
rídicos (además de los políticos sobre los que aquí no se abundará) que
permitan asegurar lo más posible la vigencia de la Constitución como
norma jurídica fundamental. Bien dice el TC cuando afirma que “es a tra-
vés de los procesos constitucionales que se garantiza jurisdiccionalmen-
te la fuerza normativa de la Constitución”(12). Especial relevancia tiene
el control constitucional de la actividad normativa del poder público, el
cual puede desarrollarse dentro del ámbito dual o paralelo que conforma
el sistema peruano(13), como consecuencia de la falta de tradición peruana
en la defensa del imperio del Derecho(14).

En lo que respecta al control difuso (artículo 138 CP), este se ha


previsto para favorecer la vigencia plena de la Constitución, tanto fren-
te a normas con rango de ley como frente a normas de rango infralegal,
a las que hoy en día se ha de agregar las normas privadas(15). En efecto,
el Constituyente peruano ha establecido el poder-deber del juez(16) de

(10) Exp. Nº 0006-2008-PI/TC, del 11 de junio de 2008, f. j. VII.3.


(11) Exp. N° 5854-2005-PA/TC, citado, f. j. 3.
(12) Exp. N° 0030-2005-PI/TC, del 2 de febrero de 2006, f. j. 46.
(13) GARCÍA BELAUNDE, Domingo. Derecho Procesal Constitucional. Temis, Bogotá, 2001, p. 135.
(14) HAKANSSON, Carlos. La forma de gobierno de la Constitución peruana. Universidad de Piura, Piura
2001, p. 227.
(15) No existe, me parece, ningún inconveniente para extender este control difuso a las normas estatutarias
en un proceso constitucional o en un proceso judicial ordinario, en los que la aplicación del estatuto
convenga al caso.
(16) Exp. N° 1109-2002-AA/TC, del 6 de agosto de 2002, f. j. 22.

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preferir la Constitución a la ley, y de preferir la Constitución al reglamen-


to(17). En lo que respecta al control concentrado, se han recogido dos me-
canismos que apuntan a la preservación de la Constitución como norma
jurídica fundamental. El primero es el proceso de inconstitucionalidad
(artículo 200.4 CP) y se ha destinado a analizar la constitucionalidad de
las normas con rango de ley, a fin de que sí son inconstitucionales así sean
declaradas por el Tribunal Constitucional, con los correspondientes efec-
tos derogatorios (artículo 204 CP)(18). El segundo es el proceso de acción
popular (artículo 200.5 CP), el cual se ha destinado a analizar la constitu-
cionalidad de las normas de rango infralegal por parte del Poder Judicial,
de modo que si son encontradas inconstitucionales sean declaradas como
tales, también con los correspondientes efectos derogatorios(19). En uno y
otro caso, la inconstitucionalidad de la norma –para ser inaplicada o de-
rogada– se define tanto por contravenir la Constitución en la forma o en
el fondo, ya se trate de preceptos que organizan el poder público (normas
orgánicas), o que reconocen derechos y libertades (normas iusfundamen-
tales). En uno y otro caso, también, el control de la constitucionalidad
debería ser posible respecto de normas privadas(20).

Pero el control de la constitucionalidad no solo acontece respecto


del ejercicio del poder público normativo, sino también sobre todo del
acto público o privado no normativo que contravenga la Constitución.
Esto ocurrirá fundamentalmente respecto de las normas iusfundamen-
tales. Se trata de examinar si un acto no normativo, tanto del poder

(17) El Tribunal Constitucional, con base en una argumentación harto criticable, extendió el poder deber
de inaplicación de normas inconstitucionales a la Administración Pública en su sentencia al Exp.
Nº 3741-2004-AA/TC. Sobre las deficiencias de esa argumentación véase CASTILLO CÓRDOVA,
Luis. “Administración Pública y control de la constitucionalidad de las leyes. ¿Otro exceso del TC? En:
CARPIO MARCOS, Edgar; GRÁNDEZ CASTRO, Pedro. La defensa de la Constitución por los tribu-
nales administrativos. Un debate a propósito de la jurisprudencia constitucional. Cuadernos de análisis
y crítica a la jurisprudencia constitucional. N° 1, Palestra, Lima, 2007, pp. 69-99.
(18) Sobre la acción de inconstitucionalidad, cfr. HUERTA GUERRERO, Luis. “El proceso de inconstitucio-
nalidad en el Perú: Reflexiones a partir del Código Procesal Constitucional y la experiencia reciente”.
En: PALOMINO MANCHEGO, José F. (Coordinador). El Derecho Procesal Constitucional peruano.
Estudios en Homenaje a Domingo García Belaunde. Tomo II, Editora Jurídica Grijley, Lima 2005, pp.
839-884.
(19) Sobre el proceso constitucional popular, cfr. MORÓN URBINA, Juan Carlos. “Aportes para el estudio
del nuevo régimen de la acción popular en el Código Procesal Constitucional”. En: PALOMINO MAN-
CHEGO, José F. (Coordinador), El Derecho Procesal Constitucional peruano. Ob. cit., pp. 1091-1106.
(20) MENDOZA ESCALANTE, Mijail. “Las normas privadas y el problema de su control de constituciona-
lidad”. En: CASTAÑEDA OTSU, Susana. Derecho Procesal Constitucional. Tomo I, segunda edición,
Lima 2004, pp. 433-462.

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Estudios y jurisprudencia del Código Procesal Constitucional

público como privado contraviene o no el contenido constitucionalmente


protegido de un derecho fundamental. A través del correspondiente pro-
ceso constitucional de la libertad (amparo, hábeas corpus y hábeas data),
se determinará la ineficacia jurídica del acto por contravenir una norma
iusfundamental.

3. La situación particular de la acción de cumplimiento


En esta lógica de asegurar la vigencia efectiva de la Constitución
como norma jurídica fundamental no encaja del todo el proceso de cum-
plimiento. Y no lo hace porque en definitiva se trata de un proceso consti-
tucionalizado antes que uno constitucional(21), debido a que en su seno no
se resuelve ninguna controversia de relevancia constitucional(22), sino que
está “destinado a controlar la ilegalidad por omisión de la Administración
Pública”(23), lo que ha llevado incluso a la comisión de juristas que re-
dactaron el anteproyecto del Código Procesal Constitucional a manifestar
que “esta institución debería ser eliminada, pues no solo no es clara, sino
que en puridad no es un proceso constitucional”(24). Esto supone que el
proceso de cumplimiento impide ser asemejado a los procesos que sí son
(verdaderos) procesos constitucionales y, por tanto, no se puede intentar
entenderlo y regularlo de la misma manera que se entiende y regulan los
procesos constitucionales(25).

Definida la acción de cumplimiento como aquella que procede contra


toda autoridad o funcionario renuente a acatar una norma legal o un acto
administrativo (artículo 200.6 CP), y asumiendo la categoría de “derecho
fundamental a asegurar y exigir la eficacia de las normas legales y de los
actos administrativos” (26) como esencialmente errónea(27), solo habría una
posibilidad en la que este proceso constitucionalizado sería efectivamente

(21) Exp. N° 0191-2003-AC/TC, del 26 de septiembre de 2003, f. j. 2.


(22) Ídem.
(23) CARPIO MARCOS, Edgar. “La acción de cumplimiento”. En: CASTAÑEDA OTSU, Susana (coordi-
nadora), Derecho Procesal Constitucional. Tomo II, Jurista editores, Lima 2004, p. 963.
(24) AA. VV. Código Procesal Constitucional. Anteproyecto y legislación vigente. Palestra, Lima,
2003, p. 25.
(25) CASTILLO CÓRDOVA, Luis. “El proceso de cumplimiento: a propósito de un desafortunado criterio
jurisprudencial del Tribunal Constitucional”. En: Actualidad Jurídica, Tomo 145, Gaceta Jurídica, di-
ciembre de 2005, pp. 129-136.
(26) Exp. N° 0168-2005-PC/TC, del 29 de septiembre de 2005, f. j. 9.
(27) CASTILLO CÓRDOVA, Luis. “El proceso de cumplimiento…”. Ob. cit., pp. 132-133.

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El Título Preliminar del Código Procesal Constitucional

un proceso constitucional. Y esta es que cuando la renuncia suponga la


vulneración del contenido constitucional de un derecho fundamental,
la agresión iusfundamental pueda ser tramitada a través del proceso de
cumplimiento. Sin embargo, esta única posibilidad ha sido descartada por
el legislador al establecer que la agresión de un derecho fundamental pro-
ducida por la renuencia del funcionario público deberá ser resuelta a tra-
vés del amparo, hábeas corpus o hábeas data según corresponda (artículo
70.3 CPConst.).

II. La jurisprudencia vinculante del Tribunal Constitucional

1. A partir del segundo párrafo del artículo VI del CPConst.:


respecto de los procesos de inconstitucionalidad
A. Vinculación al fallo
El segundo ámbito de estudio que abre el Título Preliminar es el re-
ferido a la vinculación de los operadores jurídicos a la jurisprudencia del
Supremo Intérprete de la Constitución, regulada en los artículos VI y VII
del mencionado Título Preliminar. Tres situaciones son las reguladas en
estos dos preceptos legales. La primera está referida a la jurisprudencia
que se obtiene a través de las sentencias en los procesos de inconstitu-
cionalidad, y se encuentra prevista en el segundo párrafo del artículo VI
CPConst. en el que se dispone la obligación de los jueces de no dejar de
aplicar una norma cuya constitucionalidad haya sido confirmada en un
proceso de inconstitucionalidad o en un proceso de acción popular. Aquí
solo interesa hacer referencia a los procesos de inconstitucionalidad y no
a los procesos de acción popular, porque estos últimos no llegan a ser co-
nocidos por el Supremo Intérprete de la Constitución.

Como se sabe, con la demanda de inconstitucionalidad que se presen-


ta y se resuelve en el seno del Tribunal Constitucional, se solicita a este
que examine en abstracto la constitucionalidad de una norma con rango
de ley. Este tribunal puede resolver declarando la inconstitucionalidad de
los preceptos cuestionados, o por el contrario, puede declarar y confirmar
su constitucionalidad. Si el referido Alto Tribunal declara lo primero, el
precepto legal encontrado inconstitucional queda sin validez jurídica (ar-
tículos 103 y 204 CP), es decir, es expulsado del ordenamiento jurídico y
no podrá ser invocado ni aplicado por ningún operador jurídico en ningún

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Estudios y jurisprudencia del Código Procesal Constitucional

caso. Si, por el contrario, se declara lo segundo, el precepto cuestionado


queda confirmado en su constitucionalidad, de modo que ninguna autori-
dad ni ningún particular podrá dejar de aplicarlo en cualquier caso futuro.
En especial referencia a los jueces del Poder Judicial, en el segundo
párrafo del artículo VI CPConst., se ha previsto que estos no pueden dejar
de aplicar una norma cuya constitucionalidad haya sido confirmada en un
proceso de inconstitucionalidad(28). Consecuentemente, ya sea declarada
fundada o infundada una demanda de inconstitucionalidad, lo cierto es
que la sentencia en los procesos de inconstitucionalidad tienen autoridad
de cosa juzgada y vinculan a todos los poderes públicos y producen efec-
tos generales desde el día siguiente a la fecha de publicación (artículos
204 CP y 82 CPConst.). En palabras del Tribunal Constitucional, estas
sentencias “tienen efectos de: a) fuerza de ley; b) cosa juzgada; y, c) apli-
cación vinculante a los poderes públicos”(29).
Planteado así, este primer producto jurisprudencial del Tribunal Cons-
titucional es claro que está referido al fallo de las sentencias que resuel-
ven los procesos de inconstitucionalidad. En efecto, en el fallo de estas
sentencias se declara fundada o infundada la demanda de inconstitucio-
nalidad, con la consecuente nulidad del precepto legal o, por el contra-
rio, con la consecuente confirmación de su constitucionalidad. Este fallo
tendrá efectos erga omnes, en tanto que el examen de constitucionalidad
del precepto cuestionado se realiza no en función de las circunstancias de
un caso concreto, sino más bien a través de un juicio general y abstracto
de la constitucionalidad propio de la justicia constitucional concentrada.
Esto quiere decir que todos los operadores jurídicos, y en particular los
jueces del Poder Judicial, están vinculados de modo general al fallo de
una sentencia de inconstitucionalidad.
B. Vinculación a los fundamentos jurídicos
Si es incuestionable que los operadores jurídicos, en particular los
jueces del Poder Judicial, están vinculados al fallo en una sentencia de
inconstitucionalidad, la pregunta que conviene formular ahora es si
la vinculación se circunscribe solo al fallo o por el contrario es posible

(28) De esta manera, la imposibilidad de inaplicar una norma confirmada en su constitucionalidad en un


proceso de inconstitucionalidad configura un límite efectivo al ejercicio del llamado control difuso de
la constitucionalidad por parte de los magistrados del Poder Judicial (artículo 103 CP).
(29) Exp. N° 00053-2004-PI/TC, del 16 de mayo de 2005, f. j. V.

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El Título Preliminar del Código Procesal Constitucional

extenderla a otras partes de la sentencia, en particular a la llamada por


el Tribunal Constitucional como interpretaciones que son los fundamen-
tos jurídicos de la misma y que están compuestos –a decir del Tribunal
Constitucional(30)– al menos por los dos siguientes elementos: la ratio de-
cidendi(31), y los obiter dicta(32). Como se sabe, de modo general puede
afirmarse que la actividad de enjuiciamiento que desarrolla el menciona-
do tribunal en una demanda de inconstitucionalidad se desenvuelve, pri-
mero, a través de los argumentos o fundamentos jurídicos; y, segundo, a
través de la emisión del fallo. Argumentación y fallo son dos realidades
necesariamente vinculadas: no existe fallo sin argumentación previa, y la
argumentación solo tiene sentido en la medida en que se arriba a un fallo.

a) Cuando la sentencia declara la inconstitucionalidad de


la ley
Esta estrecha vinculación exige considerar que los operadores jurídi-
cos –en particular los magistrados del Poder Judicial– no solo están vincu-
lados al fallo en una sentencia de inconstitucionalidad, sino también a los
fundamentos jurídicos. De estos fundamentos, la vinculación necesaria re-
caerá sobre las razones suficientes o ratio decidendi, y no sobre las razo-
nes subsidiarias u obiter dicta sobre las que recae una vinculación relati-
va. Las razones suficientes o ratio decidendi y su consecuente vinculación
necesaria jugarán un papel más importante respecto de la confirmación
de la constitucionalidad de un precepto legal, que respecto de su decla-
ratoria de inconstitucionalidad. Así, si un precepto legal ha sido cuestio-
nado a través de una demanda de inconstitucionalidad ante el Tribunal
Constitucional, y este ha fallado que el precepto cuestionado vulnera la
Constitución, ese precepto legal pierde su validez jurídica y es expulsado
del ordenamiento jurídico. Los operadores jurídicos, como regla gene-
ral, no tendrán nada que interpretar para aplicar el fallo(33), sencillamente

(30) Exp. N° 4119-2005-PA/TC, del 29 de agosto de 2005, f. j. 12.


(31) Definida como la base o consideración determinante de la decisión. Ibídem.
(32) Definidos como “aquella parte de la sentencia que ofrece reflexiones, acotaciones o apostillas jurídicas
marginales o aleatorias que, no siendo imprescindibles para fundamentar la decisión adoptada por el
Tribunal Constitucional, se justifican por razones pedagógicas u orientativas, según sea el caso en donde
se formulan”. Ibídem.
(33) Esto no significa obviar casos singulares –y excepcionales– en los que un proceso de inconstitucionalidad
pueda dar por resultado un fallo oscuro, y se tenga que acudir a las argumentaciones para definir lo que
realmente ha quedado invalidado. En estos casos, la necesidad de definir el fallo requerirá necesariamente
acudir a las razones suficientes (ratio decidendi) emitidas en la sentencia de inconstitucionalidad.

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Estudios y jurisprudencia del Código Procesal Constitucional

se han de limitar a no invocar como fundamento de sus decisiones una


norma que ya no tiene validez jurídica. La importancia de las razones su-
ficientes se dirige por otro lado y tiene el siguiente doble significado. El
primero es que esas razones suficientes vinculan la futura actuación nor-
mativa del poder público a una determinada regla. El segundo es que si el
poder público en su actuación normativa futura quebrantase esa regla, los
jueces podrán emplear esas razones suficientes para inaplicar las normas
por ser sustancialmente semejantes a otras ya declaradas inconstituciona-
les. Con un ejemplo se entenderá mejor esta doble significación.
Cuestionada la constitucionalidad de los artículos 38.1(34) y 39(35) de
la Ley N° 27153, ley que regula la explotación de los juegos de casino y
máquinas tragamonedas, el Tribunal Constitucional los declaró inconsti-
tucionales con base en la siguiente justificación: “conforme se desprende
de la regulación conjunta de los artículos 38.1 y 39 de la Ley, la alícuota
del impuesto asciende al 20% (...). Considerando además, que la alícuo-
ta del impuesto parece ser excesiva, que recae sobre una base fijada sin
deducir los gastos realizados para la obtención de las utilidades y que no
es considerado, el monto pagado, como pago a cuenta del Impuesto a la
Renta, debe concluirse que el gravamen presenta una vocación confisca-
toria del capital invertido, prohibida por la Constitución”(36).
Esta justificación que constituiría lo que el Alto Tribunal llama razón
suficiente o ratio decidendi, si bien es el fundamento de la declaración
de inconstitucionalidad de los artículos 38.1 y 38 de la Ley N° 27153, en
realidad es indiferente a la hora de interpretar el significado y el conteni-
do del fallo que –en buena cuenta– es la derogación de los mencionados
preceptos legales. Estos preceptos pierden validez para el ordenamiento
jurídico y, por ello, ningún poder público y ningún particular podrá in-
vocarlos al margen de cual haya sido la razón suficiente que lo justifique.
Sin embargo, el criterio hermenéutico contenido en esta razón suficiente

(34) En este precepto se disponía que “[l]a base imponible del impuesto está constituida por la ganancia
bruta mensual proveniente de la explotación de los juegos de casino y de máquinas tragamonedas, en-
tendiéndose por tal a la diferencia resultante entre el ingreso total percibido en un mes por concepto de
apuestas o dinero destinado al juego y el monto total de los premios otorgados el mismo mes”.
(35) El artículo 39 establecía que “[l]a alícuota del impuesto, tanto para la explotación de juegos de casino
como de máquinas tragamonedas, será el 20% (veinte por ciento) de la base imponible indicada en el
artículo anterior”.
(36) Exp. N° 0009-2001-AI/TC, del 29 de enero de 2002, f. j. 16. La cursiva de la letra es añadida.

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El Título Preliminar del Código Procesal Constitucional

sí servirá –y en este sentido debe interpretarse su vinculatoriedad– para


sujetar la conducta de los poderes públicos frente a situaciones semejan-
tes futuras. Así, en el caso descrito, para el Legislativo es vinculante la
siguiente regla: en el futuro no podrá aprobar un precepto legal con el
contenido igual o sustancialmente igual a los declarados inconstituciona-
les para las empresas que exploten juegos, casinos y máquinas tragamo-
nedas y en general para cualesquiera otras empresas(37); igualmente le es
vinculante que en el futuro no pueda establecer un impuesto cuya base
imponible sea la ganancia bruta mensual sin las deducciones razonables
de los gastos en los que se incurran para generarla(38).
Teóricamente, nada impediría que en el futuro el Parlamento perua-
no aprobase un texto, incluso, igual al declarado inconstitucional por el
Tribunal Constitucional. Sin duda que una nueva demanda de inconstitu-
cionalidad terminaría con la emisión de un fallo del Supremo Intérprete
de la Constitución anulando el nuevo precepto legal. Pero mientras ello
ocurriese –y en virtud de la facultad de control difuso que tienen atribui-
da los jueces– los empresarios que explotasen los juegos, casinos y traga-
monedas podrían interponer demandas constitucionales (de amparo, por
ejemplo) a fin de obtener del juez una declaración de inconstitucionali-
dad al caso concreto con la consiguiente inaplicación del nuevo precepto
legal. De presentarse esta demanda, el juez estaría obligado a inaplicar la
ley posterior que tuviese sustancialmente igual o mismo contenido que
el precepto declarado inconstitucional en un previo proceso de incons-
titucionalidad, y lo hará precisamente con base en las ratio decidendi o
fundamentaciones suficientes dadas por el Tribunal Constitucional.

De igual forma, el juez estaría obligado a inaplicar por inconstitucio-


nales aquellas otras normas que sin tener un contenido igual al precepto
declarado inconstitucional, plantea una situación contraria a lo que sería

(37) Y es que “mientras el legislador puede modificar libremente sus propias normas, no puede, sin em-
bargo, modificar esas normas en un sentido contrario a la jurisprudencia del Tribunal Constitucional”.
BALAGUER CALLEJÓN, Francisco. “Tribunal Constitucional y creación del Derecho”. En: ESPÍN
TEMPLADO, Eduardo; DÍAZ REVORIO, Javier. La justicia constitucional en el Estado democrático.
Tirant lo blanch, Valencia 2000, p. 385.
(38) En esta línea, el legislador peruano en sustitución del artículo 38.1 de la Ley N° 27153, declarado
inconstitucional, aprobó posteriormente el siguiente texto: “La base imponible del impuesto a la explo-
tación de los juegos de casino y máquinas tragamonedas está constituida por la diferencia entre ingreso
neto mensual y los gastos por mantenimiento de las máquinas tragamonedas y medios de juego de
casinos” (artículo 17 de la Ley N° 27796).

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Estudios y jurisprudencia del Código Procesal Constitucional

las razones suficientes en la sentencia de inconstitucionalidad: crear un


tributo confiscatorio o por no permitir deducir gastos en los que se incurre
para obtener una utilidad, o por prever una alícuota de impuesto excesi-
vo. Obviamente, en este último caso, el juez mantiene su plena capacidad
para determinar si se encuentra o no ante un caso semejante al caso que
dio origen a la razón suficiente o ratio decidendi establecida en la senten-
cia de inconstitucionalidad.

Por lo tanto, en las sentencias de inconstitucionalidad declaradas fun-


dadas por el Supremo Intérprete de la Constitución, la vinculación a los
fundamentos del fallo es irrelevante a efectos de no aplicar un dispositivo
legal declarado inconstitucional con efectos derogatorios. Sin embargo,
esa vinculación mantiene su relevancia para condicionar la actividad le-
gislativa del poder público, en particular, para aquellas situaciones en las
que produciéndose una misma o semejante agresión por la aprobación
de un mismo o semejante dispositivo legal al declarado inconstitucional,
los jueces del Poder Judicial se disponen a declarar su inaplicación en un
caso concreto.

b) Cuando la sentencia confirma la constitucionalidad de


la ley
Algo diferente ocurre cuando una demanda de inconstitucionalidad
es declarada infundada y, con ello, queda confirmada la constitucionali-
dad del precepto legal cuestionado. En este caso la ratio decidendi juega
un papel más decisivo a la hora de ejecutar el fallo, porque el precepto
cuestionado no queda invalidado y expulsado del ordenamiento jurídico,
sino que se confirma su constitucionalidad y consecuente vigencia, por lo
que se hace necesario saber con cual significado y alcance la mantiene.

Un primer supuesto está relacionado con las llamadas sentencias in-


terpretativas. Dentro de un proceso de inconstitucionalidad en el que la
demanda ha sido declarada infundada, lo normal sería que el precepto
cuestionado mantenga su vigencia jurídica tan igual como antes de ser in-
terpuesta la demanda. Sin embargo, no siempre ocurre así. Puede ocurrir
que luego de la sentencia que declara infundada la demanda de inconsti-
tucionalidad, el precepto cuestionado varíe también en el significado de
su vigencia. Esto ocurrirá cuando en el fallo se ha establecido que de-
terminado precepto es constitucional, siempre y cuando se le interprete

22
El Título Preliminar del Código Procesal Constitucional

según un criterio hermenéutico previamente establecido en alguno de los


fundamentos jurídicos de la sentencia constitucional.

Se trata de las sentencias interpretativas a través de las cuales se


establece que “determinado sentido interpretativo de una disposición
legislativa resulta contrario a la Constitución, por lo que no debe ser
usado por los jueces en el ejercicio de la función jurisdiccional que les
corresponde”(39). Las sentencias interpretativas, las que en realidad con-
forman un amplio grupo de tipo de sentencias(40), encuentran su legitimi-
dad “en el principio de conservación de la ley y en la exigencia de una
interpretación conforme a la Constitución, a fin de no lesionar el prin-
cipio básico de la primacía constitucional”(41). Y es que debido a que al
Parlamento le asiste “legitimidad democrática directa como representante
de la Nación (artículo 93), el juez tiene el deber de presumir la constitu-
cionalidad de las leyes, de modo tal, que solo pueda inaplicarla (control
difuso) o dejarla sin efecto (control concentrado), cuando su inconstitu-
cionalidad sea manifiesta; es decir, cuando no exista posibilidad alguna
de interpretarla de conformidad con la Constitución”(42).

Así, partiendo del hecho de que “el objeto de la acción de inconsti-


tucionalidad lo constituye la disposición y las normas que forman parte
de una fuente que tiene rango de ley; es decir, el enunciado lingüístico y
los sentidos interpretativos que de él se derivan”(43), la labor del Tribunal
Constitucional ante una demanda de inconstitucionalidad es “analizar la
constitucionalidad de todas aquellas normas que se desprenden de la dis-
posición cuestionada con la finalidad de verificar cuáles se adecuan a la
Constitución y cuáles deben ser expulsadas del ordenamiento jurídico”(44).
De modo que, “no cabe que se declare la inconstitucionalidad de una dis-
posición si, entre sus normas, esto es, los sentidos interpretativos de una
disposición legislativa, es posible hallar una que sea compatible con la
Constitución”(45). Y es que “la declaración de invalidez constitucional

(39) Exp. N° 4853-2004-PA/TC, del 19 de abril de 2007, f. j. 15.


(40) DÍAZ REVORIO, Francisco Javier. Las sentencias interpretativas del Tribunal Constitucional. Lex
Nova, Valladolid, 2001, pp. 60-161.
(41) Exp. N° 0010-2002-AI/TC, del 3 de enero de 2003, f. j. 35.
(42) Exp. N° 0030-2005-PI/TC, del 2 de febrero de 2006, f. j. 53.
(43) Exp. N° 0002-2003-AI/TC, del 27 de junio de 2003, f. j. 7.
(44) Exp. N° 0004-2006-PI/TC, del 29 de marzo de 2006, f. j. 53.
(45) Exp. N° 0002-2003-AI/TC, citado, f. j. 7.

23
Estudios y jurisprudencia del Código Procesal Constitucional

siempre debe ser la última ratio”(46), de modo que siempre que sea posible
se ha de evitar “crear vacíos y lagunas de resultados funestos para el or-
denamiento jurídico”(47).

Pues bien, en estas sentencias, el Tribunal Constitucional declara que


un precepto es constitucional siempre y cuando se le interprete de deter-
minada manera. Esa manera de interpretarlo habrá sido manifestada en
una ratio decidendi, y el operador jurídico necesitará acudir a ella para
saber qué es lo que realmente queda vigente. En estos casos, en buena
cuenta ocurre que “determinados fundamentos –que contengan criterios
interpretativos que sirvan para no declarar la inconstitucionalidad de la
disposición– se anidan en la parte resolutiva de la sentencia”(48).

El segundo supuesto de relevancia de la ratio decidendi en una sen-


tencia que confirma la constitucionalidad de un precepto legal, está re-
ferido a las disposiciones constitucionales empleadas como parámetro
del control de constitucionalidad. Cuando se examina la constituciona-
lidad de un precepto legal a través de una demanda de inconstituciona-
lidad, se examina siempre con referencia a determinados preceptos de la
Constitución, e incluso normalmente el Tribunal Constitucional se limita
a analizar la constitucionalidad de una ley respecto de las disposiciones de
la Constitución invocadas por la parte demandante. Esto significa que si el
referido Alto Tribunal declara que un precepto legal es constitucional, lo que
está declarando es que ese precepto es compatible con el o los preceptos de la
Constitución que han servido para examinar su constitucionalidad; no signifi-
ca necesariamente que el precepto legal sea constitucional siempre y en todo
caso, pues puede perfectamente resultar siendo inconstitucional respecto
de otros preceptos de la Constitución ni invocados ni aplicados como pa-
rámetros de control en el juicio de constitucionalidad. Consecuentemente,
en casos posteriores, el juez del Poder Judicial podrá inaplicar al caso
concreto un precepto legal que habiendo sido declarado constitucional
por el Tribunal Constitucional en una demanda de inconstitucionalidad,
lo ha sido en referencia a dispositivos de la Constitución distintos a los
que sustentan la inaplicación del precepto legal a un caso concreto.

(46) Ídem.
(47) Exp. N° 0010-2002-AI/TC, citado, f. j. 29.
(48) Exp. N° 0002-2003-AI/TC, citado, f. j. 8.

24
El Título Preliminar del Código Procesal Constitucional

Por ejemplo, en la demanda de inconstitucionalidad presentada con-


tra el artículo 5.1(49) de la ya mencionada Ley N° 27153, se argumentaba
que el referido dispositivo legal era inconstitucional porque vulneraba la
autonomía administrativa de los gobiernos locales recogida en el artículo
191 CP(50). El Tribunal Constitucional declaró infundada la demanda en
este punto, y con ello confirmó la constitucionalidad del artículo 5.1, de-
bido a que esta disposición “no tiene por propósito sustituir o alterar los
planes de zonificación que cada gobierno local pueda establecer, sino úni-
camente identificar a los distritos en cuya jurisdicción se puede autorizar
la explotación de los juegos de casinos, quedando a salvo, por lo tanto, la
facultad de los gobiernos locales para establecer sus planes de zonifica-
ción de acuerdo con la ley”(51).

Como se puede apreciar, la confirmación de constitucionali-


dad efectuada sobre el artículo 5.1 de la Ley N° 27153 no ha ocu-
rrido respecto de todas las normas de la Constitución, sino solo
respecto del mencionado artículo 191 CP. Consecuentemente, la con-
firmación de constitucionalidad respecto del precepto legal no sig-
nifica que los magistrados del Poder Judicial tendrán que conside-
rarlo siempre como un precepto constitucional, de modo que queden
imposibilitados de evaluar su constitucionalidad al momento de apli-
carlo a un caso concreto. Podrán inaplicar el referido precepto legal si
su incosntitucionalidad se sustenta con base en otros dispositivos de la
Constitución distintos del artículo 191 CP e incluso, podrá ser inapli-
cado aunque hubiese sido invocado este dispositivo constitucional,
pero por un apartado distinto a la autonomía administrativa de las muni-
cipalidades ahí reconocida.

(49) Se establecía en este precepto legal que “[l]a explotación de juegos de casino solo se puede realizar en
establecimientos ubicados en los distritos autorizados mediante resolución suprema refrendada por el
Ministro de Industria, Turismo, Integración y Negociaciones Comerciales Internacionales, para lo cual
se tomará en cuenta además de la infraestructura turística existente, razones de salud, de moral y de
seguridad pública”.
(50) Se establece en el artículo 191 CP que “[l]as municipalidades provinciales y distritales, y las delegadas
conforme a ley, son los órganos de gobierno local. Tienen autonomía política, económica y administrati-
va en los asuntos de su competencia. Corresponden al concejo las funciones normativas y fiscalizadoras;
y a la alcaldía, las funciones ejecutivas. Los alcaldes y regidores son elegidos por sufragio directo, por
un periodo de cinco años. Pueden ser reelegidos. Su mandato es revocable, pero irrenunciable. Gozan
de las prerrogativas que señala la ley”.
(51) Exp. N° 0009-2001-AI/TC, citado, f. j. 1.

25
Estudios y jurisprudencia del Código Procesal Constitucional

Por lo tanto, en los casos en los que el Tribunal Constitucional de-


clara infundada una demanda de inconstitucionalidad, no basta con saber
que el precepto legal cuestionado ha sido declarado constitucional a tra-
vés de una demanda de inconstitucionalidad. Se requiere también acudir
a la razón suficiente (ratio decidendi) para determinar el alcance y sig-
nificado de la confirmación de constitucionalidad. En la razón suficiente
podrá hallarse, por un lado, el sentido interpretativo que permite mante-
ner la constitucionalidad de un precepto legal; y, por otro, el dispositivo o
los dispositivos constitucionales respecto de los cuales el precepto man-
tiene su constitucionalidad.

2. A partir del artículo VII del CPConst.: los precedentes vincu-


lantes
La segunda situación viene regulada por el artículo VII CPConst. y
está referida al resto de procesos constitucionales que conoce el Supremo
Intérprete de la Constitución, ya sea en instancia única (proceso competen-
cial) o instancia última (amparo, hábeas corpus, hábeas data y de cumpli-
miento). En estos procesos constitucionales, según el mencionado precepto
legal, las sentencias del Tribunal Constitucional que adquieren la autoridad
de cosa juzgada constituyen precedente vinculante cuando así lo exprese
la sentencia, precisando el extremo de su efecto normativo, a través de su
parte resolutiva, tal y como lo ha interpretado el referido tribunal(52).
En estos procesos constitucionales –a diferencia del supuesto ante-
rior–, el Alto Tribunal tiene que resolver una controversia definida por
unas concretas circunstancias. Se trata de procesos en los que se discute
si una determinada actuación pública o privada ha infringido el contenido
constitucionalmente protegido de un derecho fundamental. En este enjui-
ciamiento, el referido tribunal puede fallar declarando fundada o infun-
dada la demanda constitucional según haya encontrado o no violación de
un derecho fundamental. Si bien la decisión resolverá una controversia en
unas circunstancias concretas y, por ello, estará llamada a afectar solo a
las partes del proceso, el Tribunal Constitucional podrá dar valor general

(52) Ha manifestado el Tribunal Constitucional que “resulta importante recordar al órgano jurisdiccional que
por disposición del artículo VII del Título Preliminar del Código Procesal Constitucional, las sentencias
expedidas por este tribunal constituyen precedente vinculante cuando así se exprese resolutivamente”,
Exp. N° 2522-2005-PHC/TC, del 9 de junio de 2005, f. j. 12.

26
El Título Preliminar del Código Procesal Constitucional

(con efectos erga omnes) a los fundamentos de la sentencia siempre que


los formule como precedentes vinculantes.

a) Significado del precedente vinculante


Varias cuestiones se pueden plantear en este punto. La primera de
ellas es determinar cuál es el significado de los precedentes vinculantes. El
Tribunal Constitucional ha reconocido para sí mismo dos funciones básicas:
“por un lado resuelve conflictos, es decir, es un tribunal de casos concretos;
y, por otro, es un tribunal de precedentes, es decir, establece, a través de su
jurisprudencia, la política jurisdiccional para la aplicación del derecho por
parte de los jueces del Poder Judicial y del propio Tribunal Constitucional
en casos futuros”(53). Según esta declaración, la política jurisdiccional
para la aplicación del derecho la formula el Máximo Intérprete de la
Constitución a través de los precedentes vinculantes a los que se refie-
re el artículo VII CPConst. Los precedentes, en este contexto, aparecen
“como una herramienta técnica que facilita la ordenación y la coherencia
de la jurisprudencia; y, por otro, expone el poder normativo del Tribunal
Constitucional dentro del marco de la Constitución, el Código Procesal
Constitucional y la Ley Orgánica del Tribunal Constitucional”(54).

De modo que, se entiende perfectamente que el mismo Tribunal


Constitucional haya definido el precedente vinculante como “aquella
regla jurídica expuesta en un caso particular y concreto que el Tribunal
Constitucional decide establecer como regla general; y, que, por ende, de-
viene en parámetro normativo para la resolución de futuros procesos de
naturaleza homóloga. El precedente constitucional tiene por su condi-
ción de tales efectos similares a una ley”(55). Es decir, continuará di-
ciendo el Tribunal Constitucional que “la regla general externalizada
como precedente a partir de un caso concreto se convierte en una regla
preceptiva común que alcanza a todos los justiciables y que es oponible
frente a los poderes públicos”(56).

(53) Exp. N° 3741-2004-AA/TC, del 14 de noviembre de 2005, f. j. 36.


(54) Exp. N° 0024-2003-AI/TC, del 10 de octubre de 2005, primera consideración previa.
(55) Ídem.
(56) Ídem.

27
Estudios y jurisprudencia del Código Procesal Constitucional

b) Ratio decidendi y precedente vinculante


La segunda cuestión es determinar si cualquiera de los fundamentos pre-
vios al fallo en una sentencia constitucional puede ser constituido como pre-
cedente vinculante por el Tribunal Constitucional o, por el contrario, se ha de
considerar algunas limitaciones. Tal y como viene redactado el artículo VII
CPConst., podría concluirse que el referido tribunal tiene plena libertad para
determinar cuál o cuáles de los criterios interpretativos manifestados en una
sentencia constitucional podrán ser establecidos y declarados como preceden-
tes vinculantes. De modo que, aunque se parta de la distinción entre razones
suficientes o ratio decidendi y razones subsidiarias u obiter dicta, lo cierto
sería que el supremo intérprete de la Constitución tendría plena libertad para,
con base en unos o en otros, formular el precedente vinculante.
Sin embargo, el Tribunal Constitucional parece haberse decantado
por una interpretación más restrictiva, por la cual los precedentes vincu-
lantes solo podrían formularse de las ratio decidendi y no de los obiter
dicta. En referencia a las ratio decidendi tiene dicho, el mencionado tri-
bunal, que se trata “del fundamento directo de la decisión que, por tal,
eventualmente puede manifestar la basa, base o puntal de un precedente
vinculante”(57). De esto, se puede concluir que de las ratio decidendi se
pueden formular precedentes vinculantes.
Adicionalmente, que estos solo pueden ser consecuencia de las ratio
decidendi y no de los obiter dicta queda confirmado cuando el Tribunal
Constitucional afirma que una de las condiciones que sustenta el uso del
precedente vinculante es la existencia de la relación estrecha entre el
caso y el precedente vinculante. Así, la regla que se establece a través
del precedente vinculante “debe ser necesaria para la solución del caso
planteado (…) El Tribunal Constitucional no debe fijar una regla so pre-
texto de solución de un caso, si en realidad esta no se encuentra ligada
directamente con la solución del mismo”(58). De esto, se concluye que los
precedentes vinculantes solo pueden formularse de aquellas razones nece-
saria y directamente ligadas con el fallo, es decir, solo pueden formularse
desde las ratio decidendi. Aquellas otras razones ni necesaria ni direc-
tamente relacionadas con el fallo, –es decir, los obiter dicta– por propia

(57) Ídem, primera consideración previa.


(58) Ídem, la cursiva de la letra es añadida.

28
El Título Preliminar del Código Procesal Constitucional

definición no pueden servir de base para la formulación de un precedente


vinculante tal y como lo ha previsto el artículo VII CP.

Y no puede ser de otra forma cuando el Tribunal Constitucional ha


definido el obiter dicta o razón subsidiaria reconociéndole simplemente
un valor orientativo o persuasivo(59), en la medida en que su finalidad es
“proponer respuestas a los distintos aspectos problemáticos que compren-
de la materia jurídica objeto de examen (…) orientar la labor de los ope-
radores del Derecho mediante la manifestación de criterios que pueden
ser utilizados en la interpretación jurisdiccional que estos realicen en los
procesos a su cargo; amén de contribuir a que los ciudadanos puedan co-
nocer y ejercitar de la manera más óptima sus derechos”(60). No habría
sido posible, no al menos sin incurrir en una grave incoherencia, atribuir
este carácter persuasivo u orientativo a los obiter dicta y a la vez afirmar
que sirven de base para establecer precedentes vinculantes. De modo que,
si una razón considerada subsidiaria o accidental no merece un simple ca-
rácter persuasivo, sino que por el contrario permite –y exige– reconocerle
un carácter vinculante a través de la figura de los precedentes vinculantes
entonces, lo más probable es que la naturaleza de esa razón no sea la de
una razón subsidiaria, sino más bien la de una razón suficiente. Por lo
tanto, los precedentes vinculantes solo podrán ser declarados como tales
desde las ratio decidendi o razones suficientes para el fallo, y no desde
los obiter dicta o razones subsidiarias.

c) La obligatoriedad del precedente vinculante


La tercera cuestión que respecto de los precedentes vinculantes se
puede formular es la referida a su vinculatoriedad. De la solución a las dos
primeras cuestiones puede concluirse que a través del precedente vincu-
lante referido a una norma iusfundamental, el Tribunal Constitucional
formula una determinación o concreción del contenido constitucional-
mente protegido del derecho fundamental, de modo que el juez se vincula
al precedente como si se vinculase a la Constitución misma. Dicho esto,
sin embargo, se ha de agregar inmediatamente que esto no significa que
el operador jurídico, en particular el juez del Poder Judicial, deba aplicar

(59) Ídem.
(60) Ídem.

29
Estudios y jurisprudencia del Código Procesal Constitucional

siempre y en todo supuesto el criterio hermenéutico contenido en el pre-


cedente vinculante. Se hace necesario afirmar el sentido de vinculación
absoluta que se ha de atribuir a la ratio decidendi(61). Esto significa que
al juez se le reconoce la capacidad de examinar las circunstancias de los
casos futuros que deba resolver, a fin de determinar si su configuración
fáctica exige o no la aplicación del criterio hermenéutico dispuesto en la
ratio decidendi. Al juez no se le reconoce la capacidad de modificar el
criterio interpretativo, el cual se mantiene incólume, de modo que siem-
pre que el criterio sea aplicable deberá ser aplicado por el juez en la solu-
ción del caso concreto. En efecto, si el precedente vinculante se formula
respecto de la ratio decidendi, la vinculación que se predique de aquel
será la de esta, de modo que el precedente vinculante no podrá ser re-
formulado en su contenido, sino que permanecerá siempre hasta que el
Tribunal Constitucional resuelva apartándose del precedente, supuesto en
el que deberá “expresar los fundamentos de hecho y de derecho que sus-
tentan la sentencia y las razones por las cuales se aparta del precedente”
(artículo VII CPConst.). Sin embargo, el contenido inmodificable del pre-
cedente podrá no ser aplicado en un caso concreto que no sea sustancial-
mente igual al caso respecto del cual se formuló.
Y no podía ser de otra forma cuando se reconoce que, el precedente
vinculante es una regla preceptiva común(62) y, como tal, viene compuesta
por un supuesto de hecho y por una consecuencia jurídica, de manera que
la consecuencia jurídica que conforma la regla que significa el precedente
vinculante solo podrá ser aplicada en los casos en los que se verifiquen
los elementos que conforman el supuesto de hecho de la referida regla.
El análisis de si el supuesto de hecho que conforma la regla que significa
el precedente vinculante, se verifica o no en el caso concreto que se ha
de resolver, corresponde realizarlo al juez. Es el juez, y no el Tribunal
Constitucional, el que conoce y debe resolver –al menos en primeras
instancias– los casos concretos y, por lo tanto, será él y no el Tribunal
Constitucional, quien decida si en el caso concreto se ha verificado el
supuesto de hecho que haga exigible la aplicación de la consecuencia
jurídica contenida en el precedente vinculante. De modo que, si el juez
decide razonablemente que en el caso que debe resolver no se verifica el

(61) Exp. N° 0012-2005-PI/TC, del 26 de septiembre de 2005, f. j. 4.


(62) Exp. N° 0024-2003-AI/TC, citado, primera consideración previa.

30
El Título Preliminar del Código Procesal Constitucional

supuesto de hecho contenido en el precedente vinculante, podrá y deberá


resolver ese caso al margen del precedente mismo.

d) Razón suficiente declarada precedente vinculante y razón


suficiente no declarada precedente vinculante
Llegado a este punto es posible plantear una cuarta cuestión. Si las
razones suficientes o ratio decidendi tienen, por ser tales, un efecto vincu-
lante, ¿no resulta siendo una inútil redundancia el mecanismo de los
precedentes vinculantes previstos en el artículo VII CPConst.? Es decir,
¿cuál sería la diferencia entre una razón suficiente o ratio decidendi no
declarada como precedente vinculante y una razón suficiente o ratio deci-
dendi sí declarada precedente vinculante en una sentencia constitucional?
Pareciera ser que la previsión del mecanismo de los precedentes
vinculantes es vana, de modo que la situación no cambiaría demasiado
si no hubiese sido prevista. En efecto, pareciera ser que una razón sufi-
ciente vincularía igualmente a los operadores jurídicos por ser una ratio
decidendi y al margen de lo previsto en el artículo VII CPConst. Esto se
vería reforzado, más aún, si se toma en cuenta que frente a la existencia
de un caso semejante a aquel que dio origen tanto a la razón suficiente no
declarada como precedente vinculante como a la razón suficiente decla-
rada como precedente vinculante, el operador jurídico –en particular
los jueces del Poder Judicial– no puede resolver el caso semejante si
no es aplicando la razón suficiente o ratio decidendi, haya o no sido
declarada precedente vinculante.
Sin embargo, es posible argumentar en contra de esta primera impre-
sión. Para ello, es necesario empezar reconociendo que en una senten-
cia constitucional, los fundamentos jurídicos no aparecen agrupados en
fundamentos que son razones suficientes y fundamentos que son razones
subsidiarias. Una vez que el Tribunal Constitucional emite una senten-
cia será el juez quien determine cuáles de las razones que conforman
los fundamentos son razones suficientes o ratio decidendi y cuáles no.
Con base en este reconocimiento es posible argumentar que si una razón
suficiente es declarada por el Tribunal Constitucional como precedente
vinculante en una sentencia constitucional, entonces se generan las dos
siguientes consecuencias que no se generarían de no haberse producido
tal declaración. La primera es que si bien es cierto será el juez (el ope-
rador jurídico en general) quien conoce de un caso semejante al que dio

31
Estudios y jurisprudencia del Código Procesal Constitucional

origen al precedente vinculante, y quien está llamado a determinar cuáles


razones de los fundamentos de la sentencia constitucional son las sufi-
cientes (ratio decidendi) y cuáles son las subsidiarias (obiter dicta), no
podrá dejar de considerar como razón suficiente aquellas que hayan sido
declaradas como precedente vinculante por el Tribunal Constitucional en
un sentencia constitucional. Así, cuando este tribunal establece un criterio
interpretativo como precedente vinculante, lo que está haciendo es dicién-
dole a los operadores jurídicos que los precedentes así declarados no pue-
den dejar de ser considerados como razones suficientes o ratio deciden-
di. Estos operadores podrán encontrar otras razones suficientes, pero no
podrán obviar como tales las declaradas como precedente vinculante. De
esta forma, el mecanismo de los precedentes vinculantes se convierte en
uno que permite al Tribunal Constitucional decidir expresamente cuáles
contenidos hermenéuticos deben ser seguidos según la vinculación propia
de una ratio decidendi.
Correlativamente, y esta es la segunda consecuencia, los efectos de
una razón suficiente declarada como precedente vinculante será necesa-
riamente la de una regla preceptiva común que alcanza a todos los jus-
ticiables y que es oponible frente a los poderes públicos, consecuencia
no necesaria en las razones suficientes no declaradas como precedentes
vinculantes en una sentencia constitucional. En efecto, la regla general
es que en los procesos constitucionales de amparo, hábeas corpus, hábeas
data y de cumplimiento, el fallo y las razones estrechamente vinculadas
a él (las razones suficientes o ratio decidendi) solo vinculan a las partes
en el proceso, de modo que no alcanzan a todos los justiciables(63). Si no
fuese posible declarar algunas razones como precedente vinculante, en-
tonces, no sería posible ir con claridad y seguridad más allá de los efectos
inter partes propios de una sentencia en los mencionados procesos cons-
titucionales. En este sentido, la diferencia entre jurisprudencia constitu-
cional (razones suficientes o ratio decidendi no declaradas precedentes
vinculantes, y razones subsidiarias u obiter dicta) y precedente vinculante
es que el Tribunal Constitucional, “a través del precedente constitucional,
ejerce un poder normativo general, extrayendo una norma a partir de un
caso concreto”(64).

(63) Exp. N° 00053-2004-PI/TC, citado, f. j. V.


(64) Exp. N° 3741-2004-AA/TC, citado, f. j. 43.

32
El Título Preliminar del Código Procesal Constitucional

Por lo tanto, no ha sido una redundancia innecesaria la previsión legal


del artículo VI CPConst., sino que una razón suficiente declarada como pre-
cedente vinculante tiene una doble consecuencia que no tiene la razón su-
ficiente no declarada precedente vinculante: primero, que el juez del Poder
Judicial no podrá dejar de considerarla como ratio decidendi, con los conse-
cuentes efectos vinculantes; y, segundo, que se le habrá atribuido una eficacia
general erga omnes aunque inicialmente tuviese solo una inter partes.

e) Procesos constitucionales y precedente vinculante


La quinta cuestión que puede plantearse es la de determinar en las
sentencias de cuáles procesos constitucionales es posible establecer un cri-
terio interpretativo como precedente vinculante. Tal y como ha sido redac-
tado el artículo VII CPConst., no habría inconveniente en reconocer que el
Tribunal Constitucional tiene la facultad de establecer precedentes vinculan-
tes en cualesquiera de los procesos constitucionales que tuviese que cono-
cer. Ello debido a que el mencionado precepto se refiere a “sentencias del
Tribunal Constitucional”, sin distinguir el proceso constitucional del cual pro-
vengan. Alguna duda, sin embargo, podría plantearse respecto de la sentencia
en un proceso de inconstitucionalidad. Y la duda iría referida no tanto a la
posibilidad o no del mencionado tribunal de establecer una ratio decidendi
como precedente vinculante en un proceso de inconstitucionalidad, que sin
duda la tiene, sino más bien iría referida a cuestionar su utilidad.

Si se tiene en cuenta que el fallo en una sentencia de inconstitucio-


nalidad tiene efectos erga omnes, y que las razones suficientes van estre-
chamente ligadas al fallo, de modo que la virtualidad erga omnes tam-
bién es predicable de ellas, entonces siempre toda razón suficiente o ratio
decidendi en una sentencia de inconstitucionalidad tendrá atribuido el
carácter erga omnes, es decir, el carácter de regla preceptiva común que
alcanza a todos los justiciables y que es oponible frente a los poderes pú-
blicos(65). Y es que, en palabras del Supremo Intérprete de la Constitución,

(65) Incluso el Tribunal Constitucional ha llegado a mencionar respecto de toda una sentencia de incons-
titucionalidad, que toda ella es vinculante –se entiende con efectos generales– y no solo el fallo. Dijo
el referido Tribunal que “[m]ediante la STC Nº 0041-2004-AI/TC este Tribunal se pronunció en un
proceso de inconstitucionalidad sobre diversos temas relacionados con el ejercicio de la potestad tri-
butaria municipal en la creación y determinación de arbitrios, sentando –por la propia naturaleza del
proceso– jurisprudencia vinculante no solo respecto al fallo, sino a la totalidad de su contenido”. Exp.
00053-2004-PI/TC, del 16 de mayo de 2005, F. J. V.

33
Estudios y jurisprudencia del Código Procesal Constitucional

“a diferencia de los procesos constitucionales de la libertad, cuyos efectos


vinculan únicamente a las partes –salvo se establezca el precedente vin-
culante a que hace referencia el artículo VII CPConst.–, la sentencia con
calidad de cosa juzgada en un proceso de inconstitucionalidad resulta de
incuestionable cumplimiento para todos los aplicadores públicos y priva-
dos de las normas jurídicas, en la integridad de sus términos”(66).

De manera que las dos utilidades que se concluían anteriormente de


la diferenciación entre ratio decidendi declarada precedente vinculante
y ratio decidendi no declarada precedente vinculante, la segunda practi-
camente quedaría diluida en la naturaleza general que las razones sufi-
cientes tendrían por el hecho de estar esecialmente vinculadas a un fallo
que tiene carácter erga omnes, permaneciendo la primera, pues no debe
olvidarse que el precedente vinculante obliga a que el operador jurídico
considere necesariamente al menos como ratio decidendi de la sentencia
constitucional al menos aquellas razones suficientes declaradas como pre-
cedentes vinculantes.

Por lo demás, en el tiempo que lleva aplicando este tribunal la figura


del precedente vinculante, este ha sido formulado en procesos de ampa-
ro(67), de hábeas corpus(68) y de cumplimiento(69). Ninguno aún en un pro-
ceso de inconstitucionalidad(70), de conflicto de competencia(71) o de hábeas

(66) Exp. N° 00053-2004-PI/TC, citado, f. j. V.


(67) Cfr, entre otras, Exp. N° 2302-2003-AA/TC, del 13 de abril de 2005; Exp. N° 3361-2004-AA/TC,
del 12 de agosto de 2005; Exp. N° 2802-2005-PA/TC, del 14 de noviembre de 2005; Exp. N° 0206-
2005-PA/TC, del 28 de noviembre de 2005; Exp. N° 1333-2006-PA/TC, del 8 de enero de 2006; Exp.
N° 3075-2006-PA/TC, del 29 de agosto de 2006; Exp. N° 3362-2004-AA/TC, del 29 de agosto de 2006.
(68) Cfr. Exp. N° 1257-2005-PHC/TC, del 13 de abril de 2005; Exp. N° 1805-2005-HC/TC, del 29 de abril
de 2005; Exp. N° 2496-2005-PHC/TC, del 17 de mayo de 2005; Exp. N° 3482-2005-PHC/TC, del 27
de junio del 2005; y, Exp. N° 3771-2004-HC/TC, del 29 de diciembre de 2004.
(69) Cfr. Exp. N° 0168-2005-PC/TC, del 29 de septiembre de 2005 y Exp. N° 2616-2004-AC /TC, del 12 de
setiembre de 2005.
(70) En una sentencia de inconstitucionalidad el Tribunal Constitucional estableció como precedente
vinculante los criterios expuestos en los fundamentos jurídicos de la sentencia al Exp. Nº 0030-2005-PI/
TC del 2 de febrero del 2006. Se trata de criterios referidos a la limitación que tiene el Tribunal Cons-
titucional para realizar su labor interpretativa e integrativa en general, y al dictado de las sentencias
interpretativas en particular. Aunque el Tribunal Constitucional manifestó en el fallo de la mencionada
sentencia que “constituyen precedentes vinculantes para todos los poderes públicos”, lo cierto es que
solo son aplicables y exigibles al Tribunal Constitucional, un claro despropósito.
(71) Una sentencia en un proceso de conflicto de competencia fue empleada, no obstante, para cuestionar la
validez de una serie de resoluciones judiciales. Se trató de la sentencia al Exp. N° 0006-2006-PC/TC,
del 13 de febrero de 2007, en la que el Tribunal Constitucional terminó anulando sentencias emitidas
por jueces del Poder Judicial luego de argumentar que estas no se ajustaron a los precedentes vinculan-
tes por él establecidos.

34
El Título Preliminar del Código Procesal Constitucional

data. Por lo tanto, y como regla general, el Tribunal Constitucional podrá


declarar como precedentes vinculantes las razones suficientes en las sen-
tencias de cualquier tipo de proceso constitucional.

f) Consecuencias de la inobservancia de los precedentes


vinculantes
La cuestión que cabe plantear ahora es la de determinar cuáles son
las consecuencias que acarrea la inobservancia de un precedente vincu-
lante declarado como tal por el Tribunal Constitucional; es decir, la de no
aplicar el criterio hermenéutico contenido en un precedente en un caso
sustancialmente semejante a aquel para el cual fue formulado inicialmen-
te. La respuesta puede construirse en torno a dos bases. La primera de
ellas consiste en recordar que la Constitución siendo la norma suprema
del entero ordenamiento jurídico peruano, sus disposiciones en general
y las referidas a los derechos fundamentales en particular, son disposi-
ciones abiertas que reclaman necesariamente de concreción para poder
ser aplicadas(72). Esta concreción se obtiene a través de la interpretación.
Si la interpretación es “la atribución de sentido o significado a los enun-
ciados jurídicos”(73), interpretar la Constitución significará dar sentido o
significado a los enunciados jurídicos que conforman las distintas dispo-
siciones de la Constitución, de forma tal que la Constitución significa-
ría y valdría lo que la actividad interpretativa diga qué significa y vale la
Constitución(74).

La segunda base parte de reconocer que si bien los preceptos consti-


tucionales pueden ser interpretados por diversos agentes, son el Tribunal

(72) Las normas constitucionales, se ha dicho, “poseen el mayor nivel de abstracción y, por eso, su formu-
lación suele ser considerablemente vaga y usualmente contienen referencias a conceptos valorativos
cuyos contornos de aplicación son por lo demás imprecisos”. ORUNESU, Claudina; PEROT, Pablo M.;
RODRÍGUEZ, Jorge L. Estudios sobre la interpretación. Dinámica de los sistemas constitucionales.
Fontamara, México, 2005, p. 19.
(73) GASCÓN ABELLÁN, Marina; GARCÍA FIGUEROA, Alfonso. La argumentación en el Derecho. Pa-
lestra, segunda edición, Lima, 2005, p. 105.
(74) Y es que “[q]uien consiga convertir en vinculante su interpretación de los derechos fundamentales –esto
es, en la práctica, quien logre que sea la adoptada por el Tribunal Constitucional Federal– habrá alcan-
zado lo inalcanzable a través del procedimiento político usual: en cierto modo habrá convertido en parte
de la Constitución su propia concepción de los asuntos sociales y políticos de la máxima importancia y
los habrá descartado de la agenda política”. ALEXY, Robert. “Los derechos fundamentales en el Estado
Constitucional democrático”. En: CARBONELL, Miguel. Neoconstitucionalismo(s). Trotta, Madrid,
2003, pp. 36-37.

35
Estudios y jurisprudencia del Código Procesal Constitucional

Constitucional y los magistrados del Poder Judicial los llamados a hacer-


lo de modo vinculante, en la medida que se trata, en ambos casos, de co-
misionados del Poder Constituyente(75). Junto a esto, hay que reconocer
inmediatamente la posición privilegiada que ostenta el mencionado tribu-
nal como el Supremo Intérprete de la Constitución o Comisionado mayor
del Poder Constituyente, “no solo porque la Constitución llama expre-
samente controlador de la Constitución solo al Tribunal Constitucional;
sino también –y principalmente–, por los mayores poderes que para el
cumplimiento del encargo tiene este respecto de los jueces ordinarios”(76).
Consecuentemente, si bien hay que reconocer una pluralidad de intérpre-
tes de la Constitución, “también reafirmamos el lugar privilegiado que
ocupa el Tribunal Constitucional para efectuar una interpretación de la
Constitución con carácter jurisdiccional y, sobre todo, vinculante para los
poderes del Estado, órganos constitucionales, entidades públicas, priva-
das y para los ciudadanos”(77).

De esta manera, si interpretar la Constitución significa dar contenido


normativo a sus distintas disposiciones, y el Tribunal Constitucional es
el Supremo Intérprete de la Constitución, entonces, lo que este formule
como interpretación pasará a formar parte de la Constitución misma(78).
En este sentido, las sentencias constitucionales expedidas por el mencio-
nado tribunal son fuente de Derecho Constitucional, es decir, “dado que
constituyen la interpretación de la Constitución del máximo tribunal ju-
risdiccional del país, se estatuyen como fuente de derecho y vinculan a
todos los poderes del Estado”(79).

Llegado a este punto, puede darse ya respuesta a la cuestión arriba


planteada. Si los precedentes constitucionales explicitan el conteni-
do y significado de los preceptos de la Constitución, y lo explicitan con

(75) GARCÍA DE ENTERRÍA, Eduardo. La Constitución como norma y el Tribunal Constitucional. Civi-
tas, Madrid, 1991, pp. 197-205.
(76) CASTILLO CÓRDOVA, Luis. “El carácter normativo fundamental de la Constitución peruana”. En:
Anuario de Derecho Constitucional latinoamericano. Tomo II, Konrad Adenauer Stiftung, Montevideo,
2006, p. 900.
(77) Exp. N° 0004-2004-CC/TC, del 31 de diciembre de 2004, f. j. 19.
(78) Conocida es la afirmación de Smend por la que, “Das Grundgesetz gilt nunmehr praktisch so, wie das
Bundesverfassungsgericht es auslegt” (“En la práctica actual, La Ley Fundamental vale tal como la
interpreta el Tribunal Constitucional”). SMEND, Rudolf, Das Bundesverfassungsgericht. 2ª auf., Karls-
ruhe, 1971, p. 16.
(79) Exp. N° 1333-2006-PA/TC, del 8 de enero de 2006, f. j. 11.

36
El Título Preliminar del Código Procesal Constitucional

carácter vinculante, entonces, toda actuación pública o privada que


contravenga los precedentes constitucionales está viciada de inconsti-
tucionalidad y, consecuentemente, será jurídicamente inválida. Dicho
con otras palabras, los precedentes vinculantes “constituyen paráme-
tros de validez y legitimidad constitucionales”(80). Esto significa que
si, por ejemplo, el Legislativo emitiese una ley, o el Ejecutivo ejecu-
tase un acto administrativo o, en fin, el Judicial emitiese una sentencia
contraviniendo el contenido de un precedente constitucional, tal ley,
tal acto administrativo y tal sentencia estarían viciadas de inconsti-
tucionalidad. En el caso de los jueces del Poder Judicial, aunque la
sentencia judicial haya quedado firme, no se ha podido configurar
respecto de ella la calidad de cosa juzgada, debido a que esta “no es un
principio absoluto y solo llega a configurarse cuando se ha obtenido la
resolución final a través de un debido proceso”(81). Y es que “lo que la
Constitución garantiza, a través de su artículo 139, inciso 2, es la cosa
juzgada constitucional, la que se configura con aquella sentencia que se
pronuncia sobre el fondo de la controversia jurídica, de conformidad con
el orden objetivo de valores, con los principios constitucionales y con los
derechos fundamentales, y de acuerdo con la interpretación que haya rea-
lizado el Tribunal Constitucional”(82).

Por lo tanto, las determinaciones que de las disposiciones abiertas,


vagas e imprecisas realiza el Tribunal Constitucional a través de los pre-
cedentes vinculantes, conforman en sí mismas derecho, y además de
rango constitucional. La sanción de no sujetarse al precedente vinculante
viene a ser la misma que la sanción por no sujetarse a la Constitución:
la invalidez jurídica. Aunque, como se dirá inmediatamente después, esto
no significa considerar al juez como mero autómata que actúa como boca
muerta que repite el contenido del precedente vinculante.

(80) Exp. N° 0006-2006-PC/TC, citado, f. j. 69.


(81) CASTILLO CÓRDOVA, Luis. Comentarios al Código Procesal Constitucional. Tomo I, segunda edi-
ción, Palestra, Lima, 2006, p. 344.
(82) Exp. N° 0006-2006-PC/TC, citado, f. j. 70.

37
Estudios y jurisprudencia del Código Procesal Constitucional

g) Los precedentes vinculantes como normas constitucio-


nales adscritas
Dicho esto, es preciso plantear una cuestión más. Si los preceden-
tes declarados vinculantes en particular (y las ratio decidendi en gene-
ral) contienen interpretaciones de los dispositivos de la Constitución, de
modo que pasan a formar parte de esta, ¿cuál es su categoría jurídica?
Sin duda que el contenido de un precedente vinculante no figura recogido
expresamente en el texto de la Constitución, pero qué duda cabe que es
un contenido que se desprende de él mismo. De esta forma, de las normas
constitucionales directamente estatuidas en los textos constitucionales, y
a partir precisamente de su interpretación, es posible concluir otras nor-
mas que teniendo la misma categoría de normas constitucionales son solo
reconocibles implícitamente. Se hace necesario explicitarlas a través de
la actividad interpretativa, en particular, de la realizada por el Tribunal
Constitucional como Supremo Intérprete de la Constitución. En este con-
texto, es posible afirmar que todas las razones suficientes o ratio deciden-
di en una sentencia constitucional, en particular las que son formuladas
como precedentes vinculantes, son normas constitucionales implícitas o
adscritas a la norma constitucional directamente estatuida, objeto de in-
terpretación y en relación con la cual se ha formulado el precedente vin-
culante. No puede decirse lo mismo de los obiter dicta por su carácter
meramente peruano.

Sirve a nuestro propósito, siempre que se predique de todas las nor-


mas constitucionales y no solo respecto de las normas constitucionales
que reconocen derechos fundamentales, la definición de normas adscri-
tas (Zugeordnete Normen) formulada por Alexy: “[u]na norma adscripta
vale y es una norma de derecho fundamental si para su adscripción a una
norma de derecho fundamental estatuida directamente es posible dar una
fundamentación iusfundamental correcta [eine korrekte grundrechtliche
Begründung möglicht ist]”(83). Para el caso de los precedentes vinculan-
tes, estos serán considerados normas adscritas a una norma constitucio-
nal directamente estatuida en la medida en que el Tribunal Constitucional
justifique el contenido del precedente (el criterio interpretativo, en buena
cuenta). Esto necesariamente obliga al mencionado tribunal a un especial
ejercicio argumentativo cuando se trate de la formulación de precedentes

(83) ALEXY, Robert. Theorie der Grundrechte. 3. Aufl., Suhrkamp, Frankfurt am Main, 1996, p. 61.

38
El Título Preliminar del Código Procesal Constitucional

vinculantes. En esa argumentación deberá quedar manifestada no solo el


o los preceptos constitucionales sobre los cuales el referido Alto Tribunal
formulará el criterio interpretativo vinculante, sino que además quedará
manifiesta la corrección o no del criterio interpretativo en sí mismo.

3. A partir del tercer párrafo del artículo VI del CPConst.: la


interpretación del Tribunal Constitucional
Una tercera situación que es posible distinguir en los criterios inter-
pretativos contenidos en la jurisprudencia del Tribunal Constitucional, es
la referida a la del tercer párrafo del artículo VI CPConst. En este dispo-
sitivo se ha establecido que los jueces del Poder Judicial deberán inter-
pretar y aplicar toda norma con rango de ley y los reglamentos según los
preceptos y principios constitucionales, conforme a la interpretación que
de los mismos haya establecido el Tribunal Constitucional en sus senten-
cias constitucionales(84). Para abordar el estudio de este nuevo producto
jurisprudencial es necesario realizar una breve recapitulación de lo que se
lleva dicho.

Al partir de la consideración de la Constitución como norma ju-


rídica fundamental compuesta de disposiciones abiertas necesitadas
de concretización, y de la consideración del Tribunal Constitucional
como Supremo Intérprete de la Constitución que se pronuncia a tra-
vés de las sentencias constitucionales, se ha llegado a admitir que sus
criterios interpretativos vinculan tanto a los poderes públicos como
a los particulares. Siguiendo a la doctrina mayoritaria, el Tribunal
Constitucional ha decidido establecer que sus sentencias constitu-
cionales, además del fallo, vienen compuestas por fundamentos que
pueden ser razones suficientes (ratio decidendi) o razones subsidiarias
(obiter dicta), en la medida que estén o no vinculadas directamente
al fallo. Consecuentemente, ha decidido el referido tribunal reconocer
una vinculación necesaria a las razones suficientes y solo una vincula-
ción persuasiva u orientativa a las razones subsidiarias.

(84) Lo mismo se ha establecido en la Primera Disposición General de la LOTC, en la cual se ha estable-


cido que “[l]os jueces y tribunales interpretan y aplican las leyes y toda norma con rango de ley y los
reglamentos respectivos según los preceptos y principios constitucionales, conforme a la interpretación
de los mismos que resulte de las resoluciones dictadas por el Tribunal Constitucional en todo tipo de
procesos, bajo responsabilidad”.

39
Estudios y jurisprudencia del Código Procesal Constitucional

De los artículos VI y VII CPConst., se concluye que los productos


interpretativos que pueden descubrirse en la jurisprudencia del Tribunal
Constitucional son al menos tres. El primero está referido al fallo y a los
fundamentos en una sentencia de inconstitucionalidad (segundo párrafo
del artículo VI CPConst.). Al tratarse de un examen general y abstrac-
to de la constitucionalidad de un dispositivo legal, tanto el fallo como
las razones suficientes de la sentencia tienen efectos también generales
(erga omnes), y vinculan por ello a los poderes públicos y a los particu-
lares. El segundo está referido a los precedentes vinculantes (artículo VII
CPConst.) que puede declarar el Supremo Intérprete de la Constitución
en una sentencia constitucional, los cuales si bien se formulan respec-
to de las concretas circunstancias de un caso particular, una vez decla-
rados precedentes vinculantes su referencia y obligatoriedad es general.
Consecuentemente, si bien el juez al que vincula la jurisprudencia del
Tribunal Constitucional es a quien corresponde definir cuáles son las ra-
zones suficientes y cuáles las accidentales en una sentencia constitucio-
nal, una vez establecidos los precedentes vinculantes necesariamente de-
berá asumir estos como razones suficientes o ratio decidendi y, por ello,
vinculantes de modo absoluto y no relativo como ocurre con las razones
subsidiarias u obiter dicta.

En este contexto, la pregunta a responder es cuál es el significado


del tercer producto interpretativo que se recoge en el tercer párrafo del
artículo VI CPConst. Si se tiene en cuenta que las sentencias constitu-
cionales en las que se manifiesta la doctrina jurisprudencial del Tribunal
Constitucional están conformadas por unos fundamentos jurídicos y un
consecuente fallo, siendo vinculante el fallo ya sea con efectos gene-
rales (proceso de inconstitucionalidad) como con efectos inter partes
(demás procesos constitucionales), entonces la interpretación manifesta-
da por el Tribunal Constitucional deberá descubrirse en los fundamentos
jurídicos, es decir, en las razones suficientes (ratio decidendi) y en las
razones subsidiarias (obiter dicta). De este modo, al tercer párrafo del
artículo VI CPConst. se le puede reconocer al menos las siguientes tres
consecuencias.

En primer lugar, confirma la vinculación de los jueces del


Poder Judicial (y de los operadores jurídicos en general) a las razo-
nes suficientes o ratio decidendi que se expresen en una sentencia de

40
El Título Preliminar del Código Procesal Constitucional

inconstitucionalidad, lo cual se concluía anteriormente del segundo párra-


fo del artículo VI CPConst. Efectivamente, y como se recordará, del texto
de este precepto legal solo se podía concluir expresamente la vinculación
al fallo en las sentencias de inconstitucionalidad, ya sea expulsando del
ordenamiento jurídico las normas declaradas inconstitucionales, ya sea
confirmando la constitucionalidad de las mismas. Como nada se afirma
en este dispositivo respecto de la vinculación de las razones suficientes
o ratio decidendi, se hizo necesario presentar argumentos en orden a
concluir que la vinculación también alcanzaba a las mencionadas razo-
nes suficientes. Pues bien, estos razonamientos vienen confirmados por
el tercer párrafo del artículo VI CPConst., al disponer expresamente la
vinculación de los jueces (de los operadores jurídicos en general) a las
interpretaciones del Tribunal Constitucional contenidas en las sentencias
constitucionales, en particular, para definir el alcance de la confirmación
de constitucionalidad de un precepto legal.

En segundo lugar, confirma también la vinculación a las razones su-


ficientes no declaradas como precedentes vinculantes en el resto de los
procesos constitucionales. En efecto, el Tribunal Constitucional puede
decidir que determinadas razones suficientes se conviertan en preceden-
tes vinculantes y, por ello, con efecto erga omnes. Esto no significaba, se
decía entonces, que las razones suficientes no declaradas como preceden-
tes vinculantes perdiesen fuerza vinculante como ratio decidendi. Esto se
ve confirmado ahora con la obligación de los jueces del Poder Judicial
(de los operadores jurídicos en general) de sujetarse a las interpretaciones
del Supremo Intérprete de la Constitución, dispuesta en el tercer párrafo
del artículo VI CPConst., por la que se establece que la vinculación no
solo es a los precedentes, sino también a las razones suficientes o ratio
decidendi no declaradas como precedentes vinculantes.

Y, en tercer lugar, el tercer párrafo del artículo VI CPConst. está dis-


poniendo no solo la vinculación de los jueces (de los operadores jurídicos
en general) a las interpretaciones del Tribunal Constitucional contenidas
en las razones suficientes o ratio decidendi, sino también a las contenidas
en las razones subsidiarias u obiter dicta. En este dispositivo se establece
una vinculación general a las interpretaciones del Tribunal Constitucional
contenidas en sus sentencias y, por lo tanto, a las interpretaciones conte-
nidas tanto en las razones suficientes como en las razones subsidiarias.
En la medida en que el referido tribunal ha reconocido en las razones

41
Estudios y jurisprudencia del Código Procesal Constitucional

subsidiarias u obiter dicta solo una fuerza orientativa o persuasiva, la


vinculación a las interpretaciones ahí contenidas no es absoluta como en
el caso de las razones suficientes, hayan o no sido declaradas como pre-
cedentes vinculantes, sino más bien es una vinculación relativa, es decir,
el juez del Poder Judicial (el operador jurídico en general) podrá des-
marcarse del contenido del criterio hermenéutico recogido en un obiter
dicta si es que ello es posible y presenta una justificación constitucional
suficiente.

De esta manera, queda cerrado completamente el circuito que se abría


con el segundo párrafo del artículo VI CPConst. en referencia expresa al
fallo en los procesos de inconstitucionalidad. Es verdad que toda la ju-
risprudencia del Tribunal Constitucional vincula a los poderes públicos
y a los particulares, pero no vincula siempre de la misma manera y con
los mismos alcances. La manera como vinculan las razones suficientes
o ratio decidendi, provengan de los procesos de inconstitucionalidad o
de los demás procesos constitucionales, es distinta a la manera como
vinculan las razones subsidiarias u obiter dicta. Las primeras vinculan
de modo absoluto, las segundas de modo relativo. Y es que, “a dife-
rencia de los obiter dicta –que pueden ser considerados como criterios
auxiliares o complementarios–, la ratio decidendi constituye, finalmen-
te, la plasmación o concreción de la actividad interpretativa del Tribunal
Constitucional y, dada su estrecha vinculación con el decisum, adquiere
también, al igual que este, fuerza vinculante para los tribunales y jueces
ordinarios, tanto si se declara la inconstitucionalidad de la norma como
si, por el fondo, se la desestima”(85).

En particular, también las razones suficientes vinculan con un alcance


distinto pues habrá las que vinculen con efectos generales propios de una
ley, y las que vinculen siempre en referencia al caso concreto. Las primeras
son las razones suficientes o ratio decidendi que se recogen en una sentencia
de inconstitucionalidad, y son también aquellas que son declaradas prece-
dentes vinculantes en cualquier proceso constitucional; y las segundas
son las demás razones suficientes que no son declaradas como preceden-
tes vinculantes. Como ha dicho el Tribunal Constitucional, “[l]as inter-
pretaciones del tribunal valen acá, ya sean como doctrina jurisprudencial

(85) Exp. N° 0006-2006-PC/TC, citado, f. j. 41.

42
El Título Preliminar del Código Procesal Constitucional

o, llegado el caso y cuando así lo configure el propio tribunal, también


como precedente vinculante para todos los poderes públicos”(86).

4. Espacio para la decisión judicial, en particular respecto de


los precedentes vinculantes
Lo que se acaba de decir acerca de la vinculación de los operadores
jurídicos, en particular de los jueces, hacia la jurisprudencia del Tribunal
Constitucional, permite afirmar que los jueces en ningún momento pier-
den su independencia como órganos de administración de justicia en el
caso concreto. Al contrario de lo que una primera impresión podría hacer
suponer, la jurisprudencia del Supremo Intérprete de la Constitución,
incluso la que se presente como precedente vinculante, no hace inútil o
innecesaria la actividad interpretativa de los jueces cuando deban resol-
ver las cuestiones concretas. Este espacio para la interpretación y para
la decisión no es difícil de encontrar respecto de los obiter dicta en una
sentencia del Tribunal Constitucional. La vinculación a las razones subsi-
diarias u obiter dicta es relativa debido a su carácter orientativo o persua-
sivo. El juez estará vinculado a ellas, mientras no presente una argumen-
tación constitucionalmente válida para formular un contenido distinto al
contenido del obiter dicta. Por lo que no cabe duda de que el juez puede
desmarcarse de un obiter dicta.

Menos sencillo es el caso de las ratio decidendi no declaradas prece-


dente vinculante por el Tribunal Constitucional en una sentencia, aunque
no por ello deja de ser posible argumentar la independencia del juez res-
pecto de estas razones suficientes. Esta independencia se manifiesta en
un doble sentido: en la calificación del criterio hermenéutico como ratio
decidendi o como obiter dicta; y en la aplicación del criterio calificado
como ratio decidendi. En lo que respecta al primer sentido, el juez no
pierde la facultad de analizar las razones o fundamentos que en una sen-
tencia presenta el Tribunal Constitucional, y decidir con base en criterios
objetivos como –en palabras del Tribunal Constitucional español– ser el
“argumento decisivo (…) del fallo”(87), “la causa esencial”(88), la “base

(86) Exp. N° 4119-2005-PA/TC, citado, f. j. 37.


(87) STC 48/1983, del 31 de mayo, f. j. 2.
(88) STC 109/1985, del 8 de octubre, f. j. 8.

43
Estudios y jurisprudencia del Código Procesal Constitucional

determinante”(89), “el soporte único o básico”(90), “los criterios jurídicos


esenciales fundamentadores de la decisión”(91), si una razón determinada
es razón suficiente o ratio decidendi o por el contrario es razón subsi-
diaria u obiter dicta en la sentencia, entendiendo por esta “declaraciones
secundarias o alejadas de la ratio decidendi”(92). “careciendo de relevan-
cia para la fundamentación del fallo”(93), es decir, un razonamiento “sin
trascendencia en el fallo”(94), que “carece de entidad para fundamentar”(95)
una decisión.

De esta manera, una razón que puede parecer ratio decidendi puede
ser considerada –siempre con base en una argumentación válida y sufi-
ciente– como obiter dicta por el juez y, consecuentemente, vincularse
solo relativamente a ella. En lo que respecta al segundo sentido, el juez
puede separarse de la ratio decidendi no declarada como preceden-
te vinculante, cuando argumenta que los hechos del caso no configuran
el supuesto de hecho previsto en la regla jurídica que significa la ratio
decidendi y, consecuentemente, no se justifica la aplicación de la conse-
cuencia jurídica de la referida regla. En este último caso, el juez mantiene
su independencia no para reformular el criterio hermenéutico que trae la
ratio decidendi, sino para decidir –como juez de los casos concretos que
es– si ese criterio hermenéutico es o no aplicable al caso que conoce.

El caso más difícil lo presenta el supuesto de las ratio decidendi de-


claradas como precedente vinculante por el Tribunal Constitucional, y
sobre el cual la vinculación de los operadores jurídicos, en particular de
los jueces, es necesaria. Parecería que una vez formulado un precedente
como vinculante, desaparece la capacidad de juicio de los jueces y con
ella su independencia, de modo que estos tendrían que limitarse a una
aplicación mecánica del contenido de los precedentes vinculantes, como
meros autómatas o bocas muertas que repiten el contenido del preceden-
te. Sin embargo, esta primera impresión no es correcta, sino que es posi-
ble sustentar que el juez mantiene su independencia también respecto de

(89) STC 11/1991, del 17 de enero, f. j. 3.


(90) STC 109/2006, del 3 de abril, f. j. 3.
(91) STC 302/2006, del 23 de octubre, f. j. 3.
(92) STC 76/1990, del 26 de abril, f. j. 8.
(93) STC 172/2004, del 18 de octubre, f. j. 6.
(94) STC 8/2004, del 9 de febrero, f. j. 9.
(95) STC 47/2001, del 15 de febrero, f. j. 6.

44
El Título Preliminar del Código Procesal Constitucional

los precedentes vinculantes. En efecto, es posible sustentar que aun en los


casos de aplicación de un precedente vinculante, el juez tiene necesaria-
mente que llevar a cabo interpretaciones. Esta actividad hermenéutica es
necesaria tanto para determinar si el precedente vinculante se aplica o no
al caso concreto, como para establecer qué es lo que del precedente ha de
aplicar al caso concreto a la hora de resolverlo(96).

No otra cosa se puede concluir desde el juego de las dos siguien-


tes razones. Primera, que los jueces son independientes en el ejerci-
cio de la función de administrar justicia en los casos concretos, de
modo que las concretas soluciones no pueden venir impuestas desde
otros órganos, ni siquiera desde el Tribunal Constitucional, entre otras
cosas, por el hecho de que –y esta es la segunda razón– será el juez
quien conoce las concretas circunstancias que definen los casos con-
cretos presentados en su instancia, y será él quien deba decir la solu-
ción justa en ese caso concreto. Desde el Tribunal Constitucional po-
drán venir principios de solución, pero nunca la solución definitiva e
inamovible al caso concreto. Lo contrario solo sería posible de admitir
si fuese posible admitir también que las circunstancias que definen los
casos concretos son conocidas primero por el Tribunal Constitucional,
el que establecería la solución justa para ese caso, y una vez definida
se la presentaría al juez para que la aplicase. Pero es obvio que esto
último es imposible que ocurra, de modo que es imposible considerar
al juez como boca muerta de los precedentes vinculantes del Tribunal
Constitucional.

Se debe tener especial cuidado en no confundir la jurisprudencia


del supremo intérprete de la Constitución con la solución del caso.
El Tribunal Constitucional cuando establece una interpretación de la
Constitución, no le impone al juez una concreta solución al caso que

(96) Incluso, el Tribunal Constitucional ha abierto las puertas para que los jueces reinterpreten el contenido
mismo del precedente vinculante cuando deban aplicarlo al caso concreto. Esto se da cuando el propio
supremo intérprete de la Constitución ha manifestado que “las decisiones del Tribunal Constitucio-
nal alcanzan el máximo grado de vinculación cuando ofrecen una mejor protección a los derechos
en cuestión, mientras que, si es posible que en un caso concreto la interpretación realizada por el
tribunal puede ser optimizada con la intervención de los jueces del Poder Judicial, el grado de vincu-
lación disminuye a efectos de incorporar la mejor interpretación que objetivamente ponga de manifiesto
la mayor protección que pueda brindar a un bien constitucional determinado”. Exp. N° 4853-2004-PA/TC,
citado, f. j. 16.

45
Estudios y jurisprudencia del Código Procesal Constitucional

conocería en el futuro. Incluso, cuando el referido Alto Tribunal dispone


una ratio decidendi como precedente vinculante, no le está diciendo al
juez cuál ha de ser la concreta solución a las concretas litis que conoz-
ca. No olvidemos que la justicia depende del caso concreto, y el Tribunal
Constitucional no pudo haber conocido todos los casos concretos y, por
ello, no pretende –no debería pretender– imponer a los jueces una deter-
minada manera de solucionar las concretas controversias que conozcan.
Al juez siempre se le ha de reconocer y respetar un espacio propio de in-
terpretación que es amplio respecto del obiter dicta y que se va estrechan-
do respecto de la ratio decidendi (declarada o no precedente vinculante)
pero que en ningún caso desaparece. Incluso habiendo una ratio deciden-
di declarada precedente vinculante, el juez guarda para sí la capacidad de
analizar el nuevo caso y decidir si efectivamente es uno sustancialmente
igual al examinado por el Tribunal Constitucional a fin de decidir apli-
car o no el precedente vinculante. Si no se le reconociese este espacio
de interpretación se estaría concibiendo al juez como un autómata que se
limita a repetir y a aplicar indiscriminadamente la solución encontrada
por el Tribunal Constitucional para otro caso concreto aun sustancialmen-
te igual y aún habiéndose dispuesto la solución con efectos erga omnes.
Y el juez no es ningún autómata.

Ya se intentó en el Estado Legal de Derecho, y con los lamentables


resultados que todos conocemos, convertir al juez en la boca muer-
ta que repetía las palabras de la ley. No cometamos el mismo error
en el Estado Constitucional de Derecho y no pensemos que las in-
terpretaciones del Tribunal Constitucional al ser concreciones de la
Constitución hacen desaparecer todo ámbito de interpretación al juez
o convertir al juez en la boca muerta que repite las palabras de los
criterios jurisprudenciales del Tribunal Constitucional. Bien conce-
bidos los precedentes vinculantes no pueden constituirse en un ins-
trumento de sometimiento de los jueces a una concreta ideología de
una circunstancial mayoría e incluso unanimidad de los miembros del
Tribunal Constitucional, sino que ha de significar un mecanismo efi-
caz de colaboración en la determinación de soluciones justas a las dis-
tintas controversias que pueda surgir entre los ciudadanos de una co-
munidad política, o entre estos y el poder público. Deberá de ser una
colaboración que se funde en el respeto del marco constitucional en
general y, en particular, en el respeto de las facultades y competencias

46
El Título Preliminar del Código Procesal Constitucional

asignadas a los órganos constitucionales, como son los órganos judi-


ciales. Negar que el juez mantiene un espacio para la interpretación y de-
cisión judicial en los casos concretos que tiene que resolver, y obligarle a
una aplicación autómata de la Jurisprudencia del Tribunal Constitucional,
no solo significará una profunda desconfianza en la capacidad (moral y
profesional) de los jueces, sino también una inaceptable contravención de
las exigencias de su independencia a la hora de administrar justicia. Una
y otra cosa es rechazable desde un Estado Democrático y Constitucional
de Derecho como lo es el peruano.

III. Los principios procesales

1. Identificación y definición
En el artículo III CPConst. se han recogido expresamente una serie
de principios que deben animar el desarrollo de cualquiera de los proce-
sos constitucionales que ahí se regulan(97), con lo que se entra al tercer
ámbito de estudio que trae consigo el Título Preliminar. Este conjunto
de principios son los siguientes: el principio de dirección judicial, el
principio de gratuidad, el principio de economía y gratuidad procesal,
el principio de inmediación, el principio de socialización, el princi-
pio de impulso de oficio, el principio de elasticidad, el principio pro
actione, y el principio iura novit curia. A estos principios se han de
agregar los siguientes otros: el principio de la cláusula internacional y
el principio de queja deficiente.

Antes de entrar al estudio de cada uno de ellos conviene manifestar


algo referido a su significación jurídica. Los principios procesales pue-
den definirse como aquellos principios generales del Derecho que “sir-
ven para describir y sustentar la esencia del proceso”(98). La esencia de

(97) La antigua y dispersa legislación sobre procesos constitucionales no llegó a recoger estos principios, por lo
que el mencionado artículo III constituye una verdadera novedad a este respecto. Como han escrito los re-
dactores del anteproyecto que hoy es el Código Procesal Constitucional, otra novedad que trae esta norma
“es haber contemplado expresamente los principios procesales propios de los procesos constitucionales
(artículo III). Se trata con ello de resaltar aquellos que les resultan aplicables y que les permiten cumplir
su finalidad trascendente de velar por la supremacía constitucional y el respeto a los derechos humanos”.
AA. VV. Código Procesal Constitucional. Anteproyecto y legislación vigente. Palestra, Lima 2003, p. 14.
(98) MONROY GÁLVEZ, Juan. Introducción al Proceso Civil. Tomo I, Temis-de Belaunde & Monroy,
Santa Fe de Bogotá, 1996, p. 80.

47
Estudios y jurisprudencia del Código Procesal Constitucional

todo proceso –como el proceso constitucional– es llegar a la solución


justa de las controversias que puedan discutirse a su interior. Así, los
principios procesales son “aquellos que no pueden dejar de informar
la legislación y la realidad procesal”(99), y que aparecen “como pautas
de optimización que inspiran el establecimiento de las reglas procesa-
les y su interpretación”(100). Son principios jurídicos normativos, no son
meras declaraciones de intenciones del legislador, sino que son realidades
jurídicas plenamente vigentes y deben ser invocados y aplicados en el de-
venir de todo proceso concreto. Desconocer la normatividad de los prin-
cipios procesales “equivale a quitar obligatoriedad a su aplicación. Si (...)
el ordenamiento jurídico procesal requiere y busca una particular armonía
interna, ¿puede presumirse su voluntad de rechazar el concurso de tan
eficaces colaboradores para arribar a esa meta? Se diga o no, todo orde-
namiento adjetivo incluye una norma convalidatoria de la imperatividad
de los principios [procesales] que puede conceptualizarse de la siguiente
manera: dado un vacío o conflicto normativo, debe buscarse la solución
dirimente teniendo en cuenta el principio procesal respectivo”(101). En
cualquier caso, se debe insistir con el Tribunal Constitucional que “[e]
n el aseguramiento del ejercicio de las funciones de Supremo Intérprete
de la Constitución, [se debe otorgar] valor normativo a los princi-
pios procesales establecidos en el artículo III del Título Preliminar del
CPConst[itucional]”(102).

2. El principio de dirección judicial


Este principio, que se encuentra también reconocido en el artículo II
del Título Preliminar del Código Procesal Civil (CPC), “implica el tránsi-
to del juez-espectador al juez-director”(103). Supone el convencimiento de
que “el juez no puede conservar la actitud pasiva que tuvo en el proceso
de otros tiempos”(104), debido a que al Estado le interesa que “la justicia

(99) DE LA OLIVA, Andrés; FERNÁNDEZ, Miguel Ángel. Derecho Procesal Civil. Volumen I, tercera
edición, Centro de estudios Ramón Areces, Madrid, 1992, p. 104.
(100) Exp. N° 01317-2008-PHC/TC, del 6 de junio de 2008, f. j. 6.
(101) PEYRANO, Jorge. El Proceso Civil. Astrea, Buenos Aires, 1978, p. 71.
(102) Exp. N° 0048-2004-PI/TC, del 28 de marzo de 2005, f. j. 4.
(103) PEYRANO, Jorge. Ob. cit., p. 73.
(104) CHIOVENDA, José. Principios de Derecho Procesal Civil. Traducción de la tercera edición italiana por
José Casais y Santaló. Tomo II, REUS S. A., Madrid 1977, p. 136.

48
El Título Preliminar del Código Procesal Constitucional

de todos los pleitos se realice lo más rápidamente y lo mejor posible”(105).


No cabe duda que al juez constitucional se le ofrecen una serie de medios
y herramientas con el objetivo de lograr los fines esenciales de los pro-
cesos constitucionales: asegurar la supremacía de la Constitución y ase-
gurar el cumplimiento efectivo de los derechos fundamentales. No cabe
duda, igualmente, no solo que esos medios no serán aprovechados ni las
herramientas debidamente empleadas, sino que la consecución de los
fines mismos quedarán entredichos si no se concibe al juez constitucional
como un juez partícipe, responsable de la debida y oportuna marcha del
proceso(106). Y es que el principio de dirección judicial del proceso predi-
cado del proceso constitucional, se redimensiona, “en la medida en que
la jurisdicción constitucional no es simple pacificadora de intereses de
contenido y alcance subjetivos, sino del orden público constitucional en
conjunto”(107).

Se debe coincidir, entonces, con el Tribunal Constitucional cuando


afirma que “[e]l principio de dirección judicial del proceso sitúa en la fi-
gura del juez constitucional el poder-deber de controlar razonablemente
la actividad de las partes, evitando una conducta procesal obstruccionista
y promoviendo la consecución de los fines del proceso de manera eficaz
y pronta. En tal sentido, corresponde al juez constitucional detectar y
desvirtuar aquella conducta procesal que, intencionalmente o no, pretenda
convertir al proceso en un ritualismo de formas, antes que en un eficiente
cauce para la protección de los derechos fundamentales y el respeto por
la supremacía normativa de la Constitución”(108).

Este principio ha sido invocado por el Tribunal Constitucional para


justificar la intervención del Pleno en una causa que por su competencia
formal debía ser resuelta por una sala(109); para permitir el uso de la pala-
bra a alguien que no siendo parte en el proceso y por “la naturaleza del presente

(105) Ídem.
(106) Haciendo referencia a este principio, quienes estuvieron a cargo de la elaboración del anteproyecto de
lo que hoy es el Código Procesal Constitucional, han manifestado que “[e]n el caso de los procesos
constitucionales, no cabe la menor duda de que los jueces tienen –con razones más trascendentes que
en un proceso civil– el deber de controlar la actuación de las partes, a fin de conseguir que en los plazos
propuestos se dé la respuesta jurisdiccional más idónea”. AA. VV. Código Procesal Constitucional.
Comentarios, exposición de motivos, dictámenes e índice analítico. Palestra, Lima 2004, p. 32.
(107) Exp. N° 0005-2005-CC/TC, del 18 de noviembre de 2005, f. j. 4.
(108) Exp. N° 0048-2004-PI/TC, citado, f. j. 4.
(109) Exp. N° 1317-2008-PHC/TC, citado, f. j. 2.

49
Estudios y jurisprudencia del Código Procesal Constitucional

caso, (…) puede aportar alguna opinión técnica o tesis interpretativa que
coadyuve en la labor de este colegiado, sin que tal autorización implique
su incorporación como ‘parte procesal’ ”(110); para justificar –conjunta-
mente con el principio de iura novit curia, objeto de estudio más ade-
lante– el pronunciamiento sobre el fondo de una demanda constitucional
en la que “la pretensión no resulta clara y evidente, o está planteada de
manera incorrecta, o se ha invocado erróneamente la norma de derecho
aplicable”(111), entre otros casos.

3. El principio de gratuidad
El principio de gratuidad en la actuación del demandante significa que
no debe resultar onerosa ninguna actuación procesal para el que se dice
agraviado en su derecho constitucional o para el que se dice perjudicado
por una norma inconstitucional, ilegal o simplemente por la renuencia
de un funcionario a acatar una norma o cumplir con un acto administra-
tivo firme. Este principio se encuentra igualmente recogido en el Código
Procesal Civil (artículo VIII CPC), y en la norma constitucional (artículo
139.16 CP). El principio de gratuidad en el ámbito judicial se traduce “en
asegurar, a las personas de escasos recursos, el acceso, el planteamiento
y la obtención de un fallo judicial que resuelva sus diferencias dentro de
un proceso judicial gratuito”(112), de modo que a través de la vigencia de
este principio “se haría efectiva la tutela procesal efectiva y el principio
de socialización del derecho”(113). La principal consecuencia de este prin-
cipio es el no pago de las tasas para acceder al aparato judicial, es decir,
de las costas que se puedan establecer por las disposiciones administra-
tivas del Poder Judicial. De otra forma se estarían alentando situaciones
de verdadera injusticia y desigualdad material(114). Sin embargo, y en una

(110) Exp. N° 0006-2006-PI/TC, del 25 de abril de 2006, f. j. 5.


(111) Exp. N° 2302-2003-AA/TC, del 13 de abril de 2005, f. j. 30.
(112) Exp. N° 1607-2002-AA/TC, del 17 de marzo de 2004, f. j. 6.
(113) Exp. N° 10063-2006-PA/TC, del 8 de noviembre de 2007, f. j. 120.
(114) Como bien ha apuntado Espinosa-Saldaña, “si lo que está en juego es evitar la concentración del poder
para así hacer posible un pleno ejercicio de los diferentes derechos fundamentales, se presenta como
algo injusto el obligar a quien se considere perjudicado por acciones u omisiones de otros el no contar
siquiera con la posibilidad de intentar revertir esta situación como consecuencia de su falta de recursos
económicos para impulsar la actuación de la judicatura, independientemente, de si los juzgadores perte-
nezcan al Poder Judicial o nos estemos refiriendo al Tribunal Constitucional”. ESPINOSA-SALDAÑA,
Eloy. “Código Procesal Constitucional: Estudio Introductorio”. En: CASTAÑEDA OTSU, Susana, y
otros. Introducción a los procesos constitucionales. Comentarios al Código Procesal Constitucional,
Jurista editores, Lima 2005, p. 34.

50
El Título Preliminar del Código Procesal Constitucional

suerte de matización del principio, se establece en la parte final del artí-


culo III CPConst., que el principio de gratuidad no obsta el cumplimiento
de la resolución judicial firme que disponga la condena de costas y costos
según los supuestos que prevea el Código Procesal Constitucional para el
demandante (artículos 16, 56 y 97)(115). Este principio se encuentra ple-
namente justificado en el hecho de que es vital que no exista ningún tipo de
elemento que obstruya el acceso a los medios de salvación de los derechos
constitucionales o de los medios que tienden a hacer efectivamente vi-
gente el orden constitucional. Y es que este principio contiene “un man-
dato constitucional que exige la remoción de los obstáculos que impidan
el ejercicio pleno de los derechos fundamentales”(116).

4. El principio de economía y celeridad procesal


El principio de economía procesal surge del convencimiento de que
“[e]l proceso, que es un medio, no puede exigir un dispendio superior
al valor de los bienes que están en debate, que son el fin. Una necesa-
ria proporción entre el fin y los medios debe presidir la economía del
proceso”(117). Este principio está referido especialmente “a tres áreas dis-
tintas: ahorro de tiempo, gasto y esfuerzo”(118). En referencia a los proce-
sos constitucionales, se trata de “aliviar en la mayor medida posible el es-
fuerzo de tiempo y de medios económicos”(119), de modo que corresponde
al juez constitucional “detectar y desvirtuar aquella conducta procesal
que, intencionalmente o no, dilate los procesos ocasionando un gasto
innecesario de tiempo, energía y dinero”(120). El Tribunal Constitucional
ha venido aplicando normalmente este principio(121) para declarar fundada
la demanda remitiendo a los fundamentos de la sentencia que declaraba

(115) De ahí que sea criticable que el Tribunal Constitucional rechace la solicitud el pago de costas y costos
afirmando simplemente que “conforme a lo establecido en el artículo II del Título Preliminar del Códi-
go Procesal Constitucional, los procesos constitucionales se rigen por el principio de gratuidad”. Exp.
N° 7165-2006-PA/TC, del 6 de noviembre de 2007, f. j. 9.
(116) Exp. N° 1607-2002-AA/TC, citado, f. j. 6.
(117) COUTURE, Eduardo. Fundamentos del Derecho Procesal Civil. Tercera edición, decimocuarta reim-
presión, Depalma, Buenos Aires 1988, p. 189.
(118) MONROY GÁLVEZ, Juan. Ob. cit., p. 98.
(119) Exp. N° 10340-2006-AA/TC, del 26 de abril de 2007, f. j. 8.
(120) Exp. N° 00029-2007-PI/TC, del 19 de octubre de 2007, f. j. 9.
(121) Sirvan de ejemplos las sentencias expedidas en Exp. N° 2430-2002-HC/TC, del 4 de noviembre de
2002, f. j. 4; Exp. N° 1480-2003-HD/TC, del 15 de julio de 2003, f. j. 2; Exp. N° 2684-2003-AA/TC, del
28 de junio de 2004, f. j. 4; Exp. N° 3407-2004-AC/TC, del 14 de enero de 2005, f. j. 1, entre otras.

51
Estudios y jurisprudencia del Código Procesal Constitucional

fundada la demanda en otro caso sustancialmente igual(122); así mismo,


para justificar la prohibición de notificar a la dependencia administrativa
a la vez que a su respectivo procurador o para permitir a unos y otros
participar en los distintos actos procesales(123); así como para pronunciar-
se sobre el fondo de una cuestión cuya demanda a pesar de haber sido
rechazada liminarmente en las instancias previas, “existen suficientes ele-
mentos de juicio que permiten un pronunciamiento para evaluar si la pre-
tensión es o no compatible con los derechos constitucionales, y [si] se ha
acreditado fehacientemente la violación de estos”(124), entre otros casos.

El principio de economía procesal no solo apunta a economizar los


costos que pueda suponer el proceso, y “evitar un tránsito innecesario al
recurrente”(125), sino también a hacer del proceso un trámite sumario: “[e]l
principio de economía procesal, como es conocido, intenta enfrentar no
solo el tema de los costos, sino también de la duración y de la cantidad
de actos que deben realizarse en un proceso”(126). Y es que muy vincula-
do a este principio de economía se encuentra el principio de celeridad pro-
cesal, tan vinculados están que una misma acción puede vulnerar uno y
otro principio a la vez(127), o que el Supremo Intérprete de la Constitución
suele nombrarlos de manera conjunta(128). El principio de celeridad pro-
cesal no está reconocido expresamente en el artículo III CPConst.,
(como sí lo está en el artículo V del Título Preliminar CPC), pero
indudablemente debe inspirar el desarrollo de los procesos constitucionales,

(122) Así se tiene el Exp. N° 1172-2002-AA/TC, del 09 de diciembre de 2002, en cuyo fundamento único se
manifestó que “[d]e los actuados fluye que la presente demanda contiene idéntica pretensión respecto
de otros casos resueltos por este Colegiado. En tal sentido, el Tribunal Constitucional considera que los
fundamentos a que se refiere la sentencia recaída en el Expediente N° 1383-2001-AA/TC resultan apli-
cables, en su totalidad, al caso materia de autos, a los que se remite en aras de economía procesal”, para
luego declarar fundada la demanda. Algo parecido se contiene en el fundamento único de la sentencia
que resuelve el Exp. N° 1256-2002-AA/TC, del 29 de enero de 2003.
(123) Exp. N° 2496-2007-PA/TC, del 28 de noviembre de 2007, f. j. 4.
(124) Exp. N° 6382-2005-PA/TC, del 22 de setiembre de 2005, f. j. 2.
(125) Exp. N° 00097-2008-Q/TC, del 18 de julio de 2008, f. j. 8.
(126) AA. VV. Ob. cit., p. 34.
(127) Así, por ejemplo, hubo dicho el Tribunal Constitucional que “resulta lesivo a los principios de econo-
mía y celeridad procesal, vinculados al derecho al debido proceso, que el representante del Ministerio
Público, titular de la acción penal, sostenga una imputación cuando esta se ha extinguido, o que formule
denuncia penal cuando la potestad persecutoria del Estado, por el transcurso del tiempo, se encuentra
extinguida, y que el órgano jurisdiccional abra instrucción en tales supuestos”. Exp. N° 1297-2006-
PHC/TC, del 12 de marzo de 2007, f. j. 3.
(128) Exp. N° 2029-2003-HC/TC, del 7 de octubre de 2003, f. j. 1; Exp. N° 0655-2003-AC/TC, del 9 de febre-
ro de 2004, f. j. 1; Exp. N° 1392-2004-AA/TC, del 20 de mayo de 2004, f. j. 6; Exp. N° 2920-2003-HD/
TC, del 8 de julio de 2004, f. j. 3.

52
El Título Preliminar del Código Procesal Constitucional

más aún cuando algunos de ellos están dirigidos directamente a defen-


der derechos constitucionales, por lo que se requiere de una respuesta
judicial urgente debido a la especial importancia de su objeto de defen-
sa: “[l]os diferentes procesos constitucionales, y sobre todo, los vincu-
lados con la protección de los diversos derechos fundamentales, deben
caracterizarse por buscar una tutela urgente, limitándose en lo posible al
cumplimiento de aquellas pautas y formalidades que realmente resulten
indispensables”(129).

5. El principio de inmediación
El principio de inmediación (que se recoge también en el artículo
V CPC) tiene por finalidad “que el juez –quien en definitiva va a resol-
ver el conflicto de intereses o la incertidumbre con relevancia jurídi-
ca– tenga el mayor contacto posible con todos los elementos subjetivos
(intervinientes) y objetivos (documentos, lugares, etc.) que conforman el
proceso”(130), con la finalidad de “lograr una aproximación más exacta al
mismo”(131). No puede aspirarse a una solución justa al margen del caso
concreto. La justicia en abstracto no existe, lo que existe es la solución
justa de concretas controversias. Nuevamente, será el valor justicia el que
justifique y dé sentido a la aplicación de este principio, pues se trata de
conocer de modo cierto y completo una situación sobre la cual se va a
tomar una decisión. Y, decididamente, no habrá solución justa sin un co-
nocimiento suficiente del caso concreto(132). De modo que, en palabras del
Tribunal Constitucional, “no solo es posible, sino, en determinados casos,
indispensable, que el juez canalice ante sí la mayor cantidad de elementos
que le permitan arribar a una decisión fundada en Derecho, esto es, a concre-
tizar el valor justicia al interior del proceso”(133). Este principio cobra especial
importancia durante el desarrollo de la actividad probatoria, la cual “debe

(129) ESPINOSA-SALDAÑA BARRERA, Eloy. Código Procesal Constitucional. Proceso contencioso ad-
ministrativo y derechos del administrado. Palestra, Lima 2004, p. 33.
(130) MONROY GÁLVEZ, Juan. Ob. cit., p. 94.
(131) Exp. N° 2876-2005-PHC/TC, del 22 de junio de 2005, f. j. 23.
(132) En este sentido Mesía afirma que “[l]a idea es que detrás de cada juicio existe un drama humano y
que la verdad procesal debe acercarse lo mejor posible a la verdad pasada, la de los hechos tal y como
acontecieron. Solo así se garantiza un proceso justo, arreglado a los valores de la Constitución en la
medida que los derechos humanos se hallan insolublemente ligados a las garantías del debido proceso”.
MESÍA, Carlos. Exégesis del Código Procesal Constitucional. Primera edición, segunda reimpresión,
Gaceta Jurídica, Lima, 2005, p. 64.
(133) Exp. N° 0048-2004-PI/TC, citado, f. j. 4.

53
Estudios y jurisprudencia del Código Procesal Constitucional

transcurrir en presencia del juez encargado de pronunciar sentencia, puesto


que solo de esta manera se garantiza que exista un contacto directo entre
el juzgador y los medios de prueba aportados al proceso”(134).

El principio de inmediación, por otro lado, no exige que uno solo sea
el juez que conozca y dirija un proceso, pues pueden haber sido más de
uno sin que ello desacredite este principio. Éste “garantiza que el juez
encargado de sentenciar tenga contacto directo con todas las pruebas, no
resulta afectado cuando más de un juez en la etapa de instrucción conoce del
proceso”(135). Tampoco “significa necesariamente la exigencia de oralidad,
pues entender la oralidad como condición sine qua non para la realización
del principio de inmediación en el proceso constitucional supondría dedu-
cir que cuando no hay informes orales el tribunal no puede resolver”(136).

6. El principio de socialización
El principio de socialización procesal (recogido también en el artículo
VI CPC), exige del juez la capacidad de saber intervenir, a fin de que las
desigualdades materiales que siempre acompañan a los litigantes no en-
torpezcan la labor de llegar a una solución justa. Como bien se ha dicho,
este principio “no solo conduce al juez –director del proceso– por el sen-
dero que hace más asequible la oportunidad de expedir una decisión justa,
sino que lo faculta para impedir que la desigualdad en que las partes concu-
rren al proceso sea un factor determinante para que los actos procesales o
la decisión final tengan una orientación que repugne al valor justicia”(137).

En palabras del Tribunal Constitucional, el principio de socialización


“consiste en el deber del juez de evitar que las desigualdades materiales
existentes entre las partes impidan la consecución de una decisión judicial
que sea reflejo cabal de la objetividad del Derecho. En efecto, el principio
de socialización procesal es una de las manifestaciones del tránsito del
Estado liberal hacia el Estado social, de manera tal que la falacia forma-
lista en virtud de la cual el principio de igualdad solo adquiere plena vi-
gencia con una conducta absolutamente pasiva y contemplativa del Estado,

(134) Exp. N° 6846-2006-PHC/TC, del 25 de setiembre de 2006, f. j. 5.


(135) Exp. N° 1934-2003-HC/TC, del 8 de septiembre de 2003, f. j. 4.
(136) Exp. N° 01317-2008-PHC/TC, citado, f. j. 5.
(137) MONROY GÁLVEZ, Juan. Ob. cit., pp. 101-102.

54
El Título Preliminar del Código Procesal Constitucional

sucumbe ante los principios del constitucionalismo social, según los cuales,
ante los múltiples factores que pueden situar a las partes en una evidente si-
tuación de desigualdad, resulta imperativa la intervención judicial a efectos
de tomar las medidas correctivas que aseguren un proceso justo”(138).

Como se puede advertir, en particular se trata de hacer realidad otro


valor constitucional: el valor igualdad. Se trata de un criterio de inter-
pretación que permite y obliga al juez a pasar de una igualdad formal a
hacer efectiva una igualdad material. Indudablemente, todo debería ter-
minar en una solución justa, pero esta será impensable si se permite que
las desigualdades que traen las partes al proceso logre manifestarse en el
desarrollo del mismo y en la sentencia final. Eso claramente configuraría
una situación de injusticia.

7. Principio de impulso de oficio


Se suele definir el impulso procesal como aquel “fenómeno en virtud
del cual se asegura la continuidad de los actos procesales y su dirección
hacia el fallo definitivo”(139). Mientras que el principio de oficiosidad en el
impulso se define como “la facultad que se concede al juez para conducir
y hacer avanzar autónomamente el proceso –sin necesidad de interven-
ción de las partes– a fin de lograr la consecución de sus fines”(140). Según
esta definición, se entiende perfectamente que vaya muy vinculado al
principio de dirección judicial del proceso, arriba comentado. De hecho,
en el Código Procesal Civil se les recoge en la misma norma del Título
Preliminar (artículo II CPC).

En todo caso, debe tomarse en consideración que los decretos o re-


soluciones que el juez emita en aplicación de este principio no necesitan
ser motivados. Se tratará siempre de resoluciones que no establecen san-
ciones ni resuelve pretensión alguna, sino que sencillamente tienen por
finalidad mover el proceso, se entiende, con la finalidad de –para lo que
ahora importa– afianzar la supremacía de la Constitución y la plena vi-
gencia de los derechos fundamentales. Ya lo ha dispuesto así la norma

(138) Exp. N° 0048-2004-PI/TC, citado, f. j. 4.


(139) COUTURE, Eduardo. Ob. cit., p. 172.
(140) MONROY GÁLVEZ, Juan. Ob. cit., p. 93.

55
Estudios y jurisprudencia del Código Procesal Constitucional

constitucional cuando ha recogido como principio de la administración


de justicia “[l]a motivación escrita de las resoluciones judiciales en todas
las instancias, excepto los decretos de mero trámite” (artículo 139.5 CP).
Es el caso de la resolución en la que se ordena que se notifique a una de
las partes procesales para que concurra al juzgado a fin de que se realice
la audiencia pública de lectura de sentencia. En este caso, dijo el Tribunal
Constitucional que “la citación a una audiencia de lectura de sentencia no
requiere de mayor fundamentación”(141).

8. El principio de elasticidad
Mediante este principio (recogido además en el artículo IX CPC)
se exige que el juez adecue las formalidades que puedan exigirse en el
proceso constitucional a la consecución de los fines de este, y los cua-
les no huelga mencionar nuevamente ahora: asegurar la supremacía de
la Constitución y la vigencia efectiva de los derechos constitucionales.
Una vez más cobra especial relevancia tener en cuenta que el principio
que ahora se comenta (al igual que todos los demás principios proce-
sales), en sí mismo no es más que un medio para alcanzar la solución
justa que involucra la garantía plena de la Constitución y de los derechos
constitucionales.

Este principio impone exigir las formalidades “solo si con ello se


logra una mejor protección de los derechos fundamentales. Por el contra-
rio, si tal exigencia comporta la desprotección de los derechos y, por ende,
su vulneración irreparable, entonces las formalidades deben adecuarse o,
de ser el caso, prescindirse, a fin de que los fines de los procesos cons-
titucionales se realicen debidamente”(142). Por ello, queda justificada la
afirmación según la cual la aplicación de este principio “solo tiene plena
aplicación en aquellos casos en los cuales se estima el ejercicio constitu-
cionalmente legítimo de los derechos fundamentales que la Constitución
del Estado reconoce”(143). Como bien se ha dicho, “dentro de un sistema
publicístico, el juez –director del proceso– está facultado (...) a adecuar
la exigencia de cumplir con las formalidades a los fines del proceso:

(141) Exp. N° 1090-2002-HC/TC, del 20 de junio de 2002, f. j. 3.


(142) Exp. N° 266-2002-AA/TC, del 10 de marzo de 2005, f. j. 7.
(143) Exp. N° 0752-2007-PA/TC, del 15 de noviembre de 2007, f. j. 3.

56
El Título Preliminar del Código Procesal Constitucional

la solución del conflicto de intereses o la eliminación de la incertidumbre


con relevancia jurídica y, en consecuencia, a la paz social en justicia”(144).

Sin embargo, la flexibilidad que supone este principio a favor de la


actuación judicial del juez no significa que el juzgador quede desvincu-
lado del Derecho. Bien dice, el Tribunal Constitucional cuando afirma,
hablando del proceso de inconstitucionalidad –afirmación que debe ha-
cerse extensiva a los demás procesos constitucionales– que “prima facie,
no supone que la especial naturaleza del proceso de inconstitucionalidad,
autorice a este colegiado a desvincularse de los principios procesales ge-
nerales y crear ex novo reglas procesales aplicables a tal tipo de proceso,
sino tan solo preferir los principios procesales del artículo III del Título
Preliminar CPConst., desechando la aplicación de todo criterio procesal
que resulte incompatible con su finalidad. Tal es el sentido del tercer pá-
rrafo del mencionado artículo III [CPC]”(145). Por eso es que la aplicación
del principio de elasticidad demanda una argumentación suficiente por
parte del juez que lo aplica.

9. El principio pro actione


Debido –entre otras razones– a la singular importancia del objeto de
los procesos constitucionales (los derechos constitucionales y la vigencia
efectiva de nuestro ordenamiento constitucional), es que se ha previsto
en el artículo III CPConst. que, de existir duda respecto de si el proceso
constitucional debe declararse concluido o no, el juez, la sala o el mismo
Tribunal Constitucional, debe decantarse por su continuación. Este prin-
cipio suele conocerse con el nombre de principio pro actione o principio
favor processum, considerado “una de las manifestaciones del principio
pro homine en materia de interpretación de los derechos fundamentales
de orden procesal”(146) y, particularmente, útil a la hora de determinar el
contenido constitucionalmente protegido del derecho de acceso a la justi-
cia, declararon fundada dicha excepción”(147).

(144) MONROY GÁLVEZ, Juan. Ob. cit., p. 104.


(145) Exp. N° 0048-2004-PI/TC, citado, f. j. 5.
(146) Exp. N° 1211-2006-AA/TC, del 14 de marzo de 2006, f. j. 7.
(147) Exp. N° 10340-2006-AA/TC, del 26 de abril de 2007, f. j. 22.

57
Estudios y jurisprudencia del Código Procesal Constitucional

Este principio consiste “en la facultad que tiene el juez de decidir


a favor de la admisión de la demanda o de la continuación del proceso,
en aquellos casos en los que tenga una duda razonable respecto de si se
está ante un caso de improcedencia de la demanda o de conclusión del
proceso”(148). En particular referencia al juez constitucional, este principio
“impone que el juez constitucional, en lugar de optar por alternativas que
supongan el estrechamiento del derecho de acceso a la justicia, máxime
a la justicia constitucional, debe acoger aquellas que impliquen, por el
contrario, una optimización o mayor eficacia de este”(149). Es necesario
–así lo exige la efectiva protección de los derechos constitucionales y la
efectiva vigencia de la norma constitucional– que exista la certeza de que
el proceso constitucional no va más para recién poder declarar su con-
clusión. La sospecha de que debe continuar, obliga al juzgador a prose-
guir el proceso. Así que “en caso de duda debe proseguirse con el trámite
del proceso constitucional”(150), dicho con otras palabras, en caso de duda
“debe preferirse aquel dispositivo legal que en menor medida restrinja el
derecho del justiciable al acceso a la justicia”(151).

El principio pro actione ha sido normalmente invocado en la juris-


prudencia del Tribunal Constitucional, a través de la cual se ha permitido
un entendimiento más cabal de este. Mediante este principio, ha dicho el
mencionado Alto Tribunal, “se impone a los juzgadores la exigencia de in-
terpretar los requisitos y presupuestos procesales en el sentido más favorable
a la plena efectividad del Derecho a obtener una resolución válida sobre el
fondo, con lo cual, ante la duda, la decisión debe dirigirse por la continua-
ción del proceso y no por su extinción”(152). De modo que debe interpretarse
“en sentido favorable para posibilitar el acceso a la tutela jurisdiccional
y, consiguientemente, con exclusión de toda opción interpretativa que sea
contraria a ese propósito”(153); es decir, “el operador judicial debe interpretar
las restricciones impuestas a tal derecho del modo que mejor se optimice su
ejercicio”(154). Y es que “el derecho de obtener una sentencia que se pronuncie
sobre una pretensión es una manifestación del derecho a la tutela judicial y,

(148) MONROY GÁLVEZ, Juan. Ob. cit., p. 35.


(149) Exp. N° 00250-2008-PHD/TC, del 31 de enero de 2008, f. j. 5.
(150) Exp. N° 4177-2007-PA/TC, del 15 de noviembre de 2007, f. j. 2.
(151) Exp. N° 04264-2007-HD/TC, del 4 de octubre de 2007, f. j. 3.
(152) Exp. N° 2302-2003-AA/TC, del 13 de abril de 2005, f. j. 3.
(153) Exp. N° 1003-1998-AA/TC, del 6 de agosto de 2002, f. j. 3.c.
(154) Exp. N° 2214-2004-AA/TC, del 26 de octubre de 2004, f. j. 2.

58
El Título Preliminar del Código Procesal Constitucional

como tal, si bien exige que el justiciable previamente satisfaga las condicio-
nes de la acción que la ley establece, no puede perder de vista que esta debe
ser interpretada y aplicada de tal forma que se haga efectivo el ‘derecho de
acción’ o ‘derecho de acceso a la jurisdicción’ (principio pro actione)”(155).
Si no se interpreta de esta manera, se corre el riesgo de anular la na-
turaleza de los procesos constitucionales como medios de protección y
aseguramiento de la Constitución, y con ella de los derechos constitucio-
nales. Ello debido a que erróneamente se convertiría “una duda interpre-
tativa respecto de las formalidades propias del instrumento de tutela en
un elemento determinante para permitir el acceso a la tutela constitucio-
nal de los derechos, cuando, en realidad, es el instrumento procesal el que
debe ser adecuado e interpretado decididamente –siempre y cuando no se
restrinjan los derechos constitucionales de la contraparte– a fin de conso-
lidar una tutela constitucional más eficaz, oportuna y plena”(156).
Con base en este entendimiento del principio de pro actione, el
Tribunal Constitucional ha planteado interesantes reglas hermenéuticas.
Así, lo ha invocado para declarar nulo todo lo actuado en un proceso en
el cual la demanda había sido rechazada (siendo declarada improceden-
te), porque el demandado la había interpuesto ante un juez incompetente
por el territorio. En este caso, ordenó el Tribunal Constitucional que se
repusiera la causa al estado en que sea remitida al juez competente para
tramitarla conforme a ley. Dijo este tribunal que “el principio pro actione
impone que el juez, en lugar de optar por alternativas que supongan el
estrechamiento del derecho de acceso a la justicia, máxime, a la justicia
constitucional, como sería la de declarar improcedente una demanda por
un error del recurrente respecto a la competencia territorial, deba acoger
aquellas que impliquen, por el contrario, una optimización o mayor efi-
cacia del derecho referido”(157). En este caso, por lo tanto, el principio pro
actione no habilita al juez a que rechace la demanda, sino que lo obliga a
remitirla –con prontitud– al juez competente.
Un criterio hermenéutico con base en el principio de pro actione
y en referencia a la vía previa, también ha sido formulado por el Tribunal
Constitucional. En el entendimiento de que la vía previa administrativa no

(155) Exp. N° 0112-2002-AC/TC, del 21 de octubre de 2002, f. j. 3.


(156) Exp. N° 1049-2003-AA/TC, del 30 de enero de 2004, f. j. 5.
(157) Exp. N° 0933-2000-AA/TC, del 12 de junio de 2002, f. j. 2.

59
Estudios y jurisprudencia del Código Procesal Constitucional

puede ser concebida como un privilegio del Estado, sino como una limitación
del derecho constitucional de acceso a la justicia, ha declarado el Tribunal
Constitucional que “[e]sta limitación del derecho de acceso a la justicia debe
entenderse a la luz del principio pro actione y, en ese sentido, el agotamiento
de la vía administrativa solo será exigible si su tránsito se configura como
una vía idónea y eficaz para los fines que se persiguen con su instalación”(158).
En este caso, el Tribunal Constitucional rechaza que el demandante
deba agotar la vía administrativa, debido a que la solución de la cuestión
planteada pasaba por la inaplicación de una ley, lo que no iba a ocurrir en
el caso, pues si “existe jurisprudencia reiterada y constante del Tribunal
Fiscal en el sentido de que, en la medida en que este no posee el rango
de órgano jurisdiccional, no es competente para declarar la inaplicabili-
dad de leyes o normas con rango de ley, pues tal actuación contraven-
dría la Constitución”(159). Por lo tanto, el Tribunal Constitucional termina
considerando que “la exigencia de que debe agotarse nominalmente la vía
administrativa-tributaria, (...) constituye un exceso de ritualismo procedi-
mental manifiesto al que se pretende someter a la demandante que, por ser
ineficaz, dificulta irrazonablemente su derecho de acceso a la justicia”(160).
Referido también de la vía administrativa, el Tribunal Constitucional ha
manifestado que “si el legislador prevé la obligatoriedad del agotamiento
de la vía administrativa, una exigencia derivada del derecho de acceso a la
justicia es que este sea configurado de la manera más breve como sea po-
sible, pues de ese modo se optimiza mejor el principio pro actione”(161). Y
ello, en razón de que “los órganos administrativos no cumplen esas garan-
tías mínimas que debe observar el ente que resuelva el conflicto; es que,
al tiempo de considerarse el agotamiento de la vía administrativa como
un derecho del particular [derecho que se traduce en evitarle el acceso a
la justicia ordinaria si puede resolver su conflicto con la administración
estatal en dicha sede], dicha vía, cuando se fija su agotamiento de manera
obligatoria, debe contemplarse de manera tal que no pueda considerarse
un privilegio del Estado o, acaso, como una medida que, irrazonable y
desproporcionadamente, disuada, imposibilite o impida el acceso del par-
ticular a un tribunal de justicia”(162).

(158) Exp. N° 0499-2002-AA/TC, del 16 de octubre de 2002, f. j. 1.


(159) Ídem.
(160) Ídem.
(161) Exp. N° 0010-2001-AI/TC, del 26 de agosto de 2003, f. j. 3.
(162) Ídem.

60
El Título Preliminar del Código Procesal Constitucional

El principio pro actione le ha servido igualmente al Tribunal Cons-


titucional para fundamentar la necesidad de que se otorgue un plazo razo-
nable para subsanar las deficiencias en que ha incurrido el demandante al
presentar la demanda. Dijo el Tribunal Constitucional que “la necesidad
de conceder un plazo razonable para subsanar las deficiencia, de índole
estrictamente formal en que pudieran incurrir las demandas, los medios
impugnatorios y recursos en general presentados ante la judicatura, debe
considerarse como criterio inherente a todo el orden procesal, en aplica-
ción del principio pro actione y en resguardo de la tutela jurisdiccional
efectiva, a tenor del inciso 3) del artículo 139 de la Constitución”(163).

De la misma manera, este principio fue invocado por el Tribunal


Constitucional para resolver a favor de los demandantes de la violación
–entre otros– del derecho al debido proceso al haberse declarado inadmisi-
ble el recurso de casación que interpusieron e infundada su queja, respecti-
vamente, aduciéndose el supuesto pago insuficiente de la tasa judicial. En
este caso invocó el principio pro actione para no admitir que “tratándose
de varios codemandantes, si solo uno de ellos hubiera pagado la tasa judi-
cial correspondiente, y no así los otros, se tenga que declarar inadmisible
el recurso de casación formulado”(164). Fundado también en el principio
de pro actione, el Tribunal Constitucional ha dispuesto que no puede ser
rechazada una demanda por extemporánea, cuando el cómputo del plazo
para presentarla se han contado los días en los que el Poder Judicial no
estuvo en funcionamiento(165). En este caso, en la “demanda de nulidad
de despido, en el cómputo de dicho plazo de caducidad no cabía que se
comprendiera los días de ‘falta de funcionamiento del Poder Judicial’”(166).
Finalmente, el Tribunal Constitucional declara fundado el amparo y orde-
na la tramitación de la demanda sobre nulidad de despido.

Muy relacionado con el principio pro actione se encuentra el princi-


pio pro homine y pro libertatis. Según estos principios, “ante diferentes

(163) Exp. N° 0503-2002-AA/TC, del 7 de enero de 2003, f. j. 1. También el Exp. N° 0616-2003-AA/TC, del
6 de junio de 2005, f. j. 7.
(164) Exp. N° 0358-2001-AA/TC, del 21 de agosto de 2002, f. j. 2.b. En este asunto, el Tribunal Constitu-
cional luego de declarar fundada la demanda de amparo, ordenó que “cumplidos los demás requisitos
legales exigidos para la interposición del recurso de casación, este se admita y se sustancie con arreglo
a derecho”.
(165) Exp. N° 2070-2003-AA/TC, del 18 de febrero de 2005, f. j. 7.
(166) Ibídem, f. j. 8.

61
Estudios y jurisprudencia del Código Procesal Constitucional

interpretaciones de un dispositivo legal se debe optar por aquella que


conduzca a una mejor protección de los derechos fundamentales, descar-
tando así las que restrinjan o limiten su ejercicio. Vale decir, el principio
pro homine impone que, en lugar de asumirse la interpretación restrictiva
e impedir el derecho a la efectiva tutela jurisdiccional, se opte por aquella
que posibilite a los recurrentes el ejercicio de dicho derecho”(167).

De esta manera, el contenido constitucional de los derechos de acce-


so a la justicia o de tutela judicial efectiva (artículo 139.3 CP) “exige que
los límites establecidos legislativamente deban interpretarse de manera
restrictiva, bajo los alcances del principio pro actione, y no de manera
extensiva. Se exige así del juez o magistrado judicial que las condiciones
y limitaciones del derecho de acceder a la justicia sean comprendidas de
manera tal que, frente a un caso de duda, ya sea por la existencia de dos
disposiciones o, en una disposición, por la existencia de dos formas posi-
bles de ser comprendidas, se opte por aquella disposición o norma que de
mejor forma optimice el ejercicio del derecho fundamental”(168).

10. El principio iura novit curia y el principio de suplencia de


queja deficiente
A diferencia de los anteriores principios que se recogen en el artículo
III CPConst., el principio que ahora se comentará viene recogido en el
artículo VIII CPConst. (igualmente en el artículo VII CPC). Como prin-
cipio procesal, su reconocimiento y aplicación se justifica solo en la me-
dida en que se emplea para alcanzar los fines del proceso constitucional:
la supremacía de la Constitución y, en particular, la plena vigencia de los
derechos ahí reconocidos. Este principio significa “la necesaria libertad
con la que debe contar el sentenciante para subsumir los hechos alegados
y probados por las partes, dentro de las previsiones normativas que rijan
el caso. Libertad que subsiste aún en la hipótesis de que los litigantes hu-
bieran invocado la aplicabilidad de otras disposiciones”(169).

A decir del Tribunal Constitucional, se trata del “poder-deber de iden-


tificar el derecho comprometido en la causa, aun cuando no se encuentre

(167) Exp. N° 0075-2004-AA/TC, del 5 de mayo de 2004, f. j. 6.


(168) Exp. N° 2070-2003-AA/TC, citado, f. j. 6.
(169) PEYRANO, Jorge. Ob. cit., p. 96.

62
El Título Preliminar del Código Procesal Constitucional

expresamente invocado en la demanda. De este modo, el juez, como di-


rector del proceso, dice el derecho antes de emitir sentencia (...), lo que
no implica, en ningún caso, la modificación del objeto de la pretensión o
de los términos de la demanda; es decir, que ello no puede suponer fun-
dar su decisión en hechos diversos de los que han sido alegados por las
partes”(170). Es decir, “la obligación del juzgador de aplicar correctamente
el derecho objetivo involucra, simultáneamente, la correcta adecuación
del derecho subjetivo reconocido en aquel”(171). De manera que “el hecho
de que no se aleguen determinados derechos y, por lo tanto, que el contra-
dictorio constitucional no gire en torno a ellos, no es óbice para que este
tribunal pueda pronunciarse sobre esos y otros derechos”(172).

¿Cuál es la fundamentación de este principio cuando de los proce-


sos constitucionales se trata? La razón debe encontrarse en la naturaleza
jurídica del derecho que no ha sido invocado debiéndose invocar o que
ha sido mal invocado. Se trata de derechos que vinculan al juez consti-
tucional no por haber sido o no invocados, sino por estar recogidos en la
norma constitucional que obliga plenamente por ser plenamente norma-
tiva. Por eso, y con razón, ha recordado que la norma constitucional que
sustenta un derecho subjetivo constitucional “es indisponible para el juez
constitucional y, en consecuencia, aunque no haya sido invocada, debe
aplicarse”(173). De modo que, “más allá de que no hayan sido invocados o
no se hayan identificado correctamente, corresponde decidir al juez de la
constitucionalidad”(174).

Aunque el derecho no haya sido invocado correctamente, el juez está


en la obligación de hacerlo y sentenciar según él. Sin embargo, esto no
significa permitir y dar cobertura constitucional a una actuación arbitraria
del juez, pues esta facultad que le depara el principio de iura novit curia
tiene límites. En efecto, el juez está vinculado también a los hechos y a la
pretensión que plantee el demandante.

(170) Exp. N° 0569-2003-AC/TC, del 5 de abril de 2004, f. j. 6.


(171) Exp. N° 0905-2001-AA/TC, del 14 de agosto de 2002, f. j. 4.
(172) Exp. N° 0256-2003-HC/TC, del 21 de abril de 2005, f. j. 5.
(173) Exp. N° 0905-2001-AA/TC, citado, f. j. 4.
(174) Exp. N° 0256-2003-AA/TC, citado, f. j. 5.

63
Estudios y jurisprudencia del Código Procesal Constitucional

Como ha dicho el Tribunal Constitucional, los límites de la aplica-


ción de este principio “son los hechos alegados por las partes y el peti-
torio, los cuales no pueden ser modificados”(175). De modo que su aplica-
ción “buscará no alterar ni sustituir las pretensiones y los hechos fácticos
que sustentan la demanda y resulten acreditados en el proceso” (176). Y es
que, “[l]os alcances del iura novit curia constitucional no tienen por efec-
to alterar el contradictorio en el seno de un proceso constitucional de la
libertad, toda vez que, (…), en estos procesos se juzga al acto reclamado,
reduciéndose la labor del juez constitucional, esencialmente, a juzgar
sobre su legitimidad o ilegitimidad constitucional”(177).

Esto lejos de verse contradicho, es complementado por el principio


de suplencia de queja deficiente o también llamado suplencia de las defi-
ciencias procesales(178), institución de origen mexicano(179) muy estrecha-
mente relacionada al principio iura novit curia. Aquel principio comple-
menta a este debido a que el iura novit curia se circunscribe al derecho
no invocado o invocado erróneamente, mientras que la queja deficiente se
amplía a otros supuestos, como son la correcta precisión de los actos le-
sivos o del petitorio. Sin duda que se trata de no inventar hechos o de no
sustituir a la parte procesal en su pretensión, pero sí de un modo correcto
calificar jurídicamente los hechos o los intereses de las partes.

Ha manifestado el Supremo Intérprete de la Constitución que “[l]a su-


plencia de las deficiencias procesales comprende la obligación del juez de
subsanar los errores en que pueda incurrir el demandante”(180). Este impera-
tivo de suplencia de queja deficiente constituye “un principio implícito de
nuestro Derecho Procesal Constitucional que se infiere de la finalidad de
los procesos constitucionales”(181), y tiene además la siguiente justificación:
“la finalidad de los procesos constitucionales; (...) el preeminente valor de
los derechos cuya tutela se pretende y (…) el principio pro actione”(182).

(175) Exp. N° 0616-2003-AA/TC, del 6 de junio de 2005, f. j. 5


(176) Exp. N° 0569-2003-AC/TC, citado, f. j. 6.
(177) Exp. N° 0256-2003-AA/TC, citado, f. j. 6.
(178) Exp. N° 024-2005-Q/TC, del 28 de febrero de 2005, f. j. 4.
(179) CARPIO MARCOS, Edgar, “La suplencia de la queja deficiente en el amparo: un análisis compara-
tivo”. En: CASTAÑEDA OTSU, Susana (coordinadora). Derecho Procesal Constitucional. Tomo II,
Jurista editores, Lima 2004, p. 697 y ss.
(180) Exp. N° 0509-2000-AC/TC, del 24 de abril de 2001, f. j. 6.
(181) Exp. N° 00250-2008-PHD/TC, del 31 de enero de 2008, f. j. 5.
(182) Ídem.

64
El Título Preliminar del Código Procesal Constitucional

Los errores que pueden ser objeto de corrección a través del principio de
queja deficiente son los relacionados con la identificación del derecho fun-
damental agredido(183), o con los actos lesivos(184), o con los fundamentos
de derecho de la pretensión(185). De igual forma puede recaer sobre el peti-
torio, cuando “este ha sido erróneamente formulado o expuesto en forma
ambigua u obscura”(186), o sobre “el error o la omisión en la que incurre el
demandante en el planteamiento de sus pretensiones, tanto al inicio del pro-
ceso como en su decurso”(187).

11. Principio de interpretación conforme a la norma interna-


cional sobre derechos humanos
Este principio está recogido en el artículo V del Título Preliminar
CPConst. al igual que en la IV Disposición Final y Transitoria. A través
de este principio se establece que a la hora de determinar el contenido
constitucionalmente protegido de un derecho fundamental, el intérpre-
te tiene la obligación de tomar en consideración la norma internacional
sobre derechos humanos vinculante para el Perú, así como las interpreta-
ciones que de esta normatividad se han recogido en las sentencias de los
tribunales internacionales con jurisdicción sobre el Estado peruano(188).
Esto significa que no se puede establecer lo que cae dentro del contenido
constitucional de un derecho para ser objeto de protección constitucio-
nal, sin tomar en consideración la norma y jurisprudencia internaciona-
les sobre derechos humanos vinculantes para el Perú. Porque en buena
cuenta, lo que ocurre es una suerte de traslación de contenido de la norma
internacional a la norma constitucional peruana. Es decir, que forma parte
del contenido constitucional de un derecho, también lo que sobre ese

(183) Exp. N° 8078-2005-PA/TC, del 25 de agosto de 2006, f. j. 2.


(184) Exp. N° 2397-2003-AA/TC, del 15 de octubre de 2004, f. j. 4.
(185) Exp. N° 0509-2000-AC/TC, del 24 de abril de 2001, f. j. 6.
(186) Exp. N° 4885-2007-PHD/TC, del 18 de agosto de 2008, f. j. 5.
(187) Exp. N° 5637-2006-PA/TC, del 12 de abril de 2007, f. j. 14.
(188) La comisión encargada de la redacción del anteproyecto de Código Procesal Constitucional ha manifes-
tado que “[l]a adecuada interpretación de los derechos constitucionales es un tema que ha preocupado
a la comisión. Por ello, se señala que tales derechos deben interpretarse de conformidad con la Decla-
ración Universal de Derechos Humanos, los tratados sobre derechos humanos, así como las decisiones
jurisdiccionales adoptadas por los tribunales internacionales sobre derechos humanos constituidos se-
gún tratados de los que el Perú es parte (artículo V). De esta manera, por ejemplo, se reconoce que la
jurisprudencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos debe ser aplicada por nuestros jueces”.
AA. VV., Ob. cit., pp. 14-15.

65
Estudios y jurisprudencia del Código Procesal Constitucional

derecho haya dispuesto la norma internacional y el criterio jurispruden-


cial del tribunal internacional(189).

La validez jurídica de la norma internacional sobre derechos huma-


nos vinculante para el Perú le viene del artículo 55 CP(190) y, a decir del
Tribunal Constitucional, este derecho internacional de los derechos hu-
manos “posee fuerza normativa directa o aplicabilidad directa, en tanto
los tratados que lo componen, como cualquier otro, ‘forman parte del
derecho nacional’ (artículo 55 de la Constitución); así como fuerza inter-
pretativa, en cuanto los derechos reconocidos por la Constitución deben
interpretarse ‘de conformidad’ o ‘dentro del contexto general’ (…) de di-
chas fuentes internacionales”(191).

Pero las normas de la Constitución que reconocen derechos no solo


debe interpretarse de conformidad con la norma internacional sobre de-
rechos humanos, sino también “y, en particular, con la jurisprudencia de
los tribunales internacionales de justicia con competencia en materia de
derechos humanos”(192). De esta manera, “[e]l mandato imperativo deri-
vado de la interpretación en derechos humanos implica, entonces, que
toda la actividad pública debe considerar la aplicación directa de nor-
mas consagradas en tratados internacionales de derechos humanos, así
como en la jurisprudencia de las instancias internacionales a las que el
Perú se encuentra suscrito”(193). Por lo tanto, los derechos fundamentales
reconocidos por nuestra Constitución “deben ser obligatoriamente inter-
pretados de conformidad con los tratados y los convenios internacionales
sobre derechos humanos ratificados por el Perú y en concordancia con
las decisiones adoptadas por los tribunales internacionales sobre derechos
humanos constituidos según tratados de los que el Perú es parte”(194). Es
así que este principio se convierte en un principal criterio hermenéutico
para la determinación del contenido constitucionalmente protegido de un

(189) Por eso tiene dicho el Tribunal Constitucional que este principio “exige a los poderes públicos naciona-
les que, a partir del ejercicio hermenéutico, incorporen en el contenido protegido de los derechos consti-
tucionales los ámbitos normativos de los derechos humanos reconocidos en los referidos tratados”. Exp.
N° 2730-2006-PA/TC, del 21 de julio de 2006, f. j. 9.
(190) Exp. N° 1230-2002-HC/TC, de 20 de junio de 2002, f. j. 8.
(191) Exp. N° 1268-2001-HC/TC, del 8 de abril de 2002, f. j. 2.
(192) Exp. N° 2209-2002-AA/TC, del 12 de mayo de 2003, f. j. 5.
(193) Exp. N° 2798-2004-HC/TC, del 9 de diciembre de 2004, f. j. 8.
(194) Exp. N° 5854-2005-PA/TC, del 8 de noviembre de 2005, f. j. 23.

66
El Título Preliminar del Código Procesal Constitucional

derecho fundamental. En palabras del Tribunal Constitucional, “el ejerci-


cio interpretativo que realice todo órgano jurisdiccional del Estado (o que
desempeñe funciones materialmente jurisdiccionales), para determinar el
contenido constitucionalmente protegido de los derechos fundamentales,
debe estar obligatoriamente informado por las disposiciones de los trata-
dos internacionales de derechos humanos y por la interpretación de estas
realizada por los tribunales internacionales sobre derechos humanos a tra-
vés de sus decisiones”(195).

(195) Exp. N° 01458-2007-PA/TC, del 15 de noviembre de 2007, f. j. 3.

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