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Antropología y Fotografía Recorrido Por La Ant Visual
Antropología y Fotografía Recorrido Por La Ant Visual
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Ese trabajo es un primer intento de dar forma escrita a las reflexiones, que de modo flotante,
nos inquietan desde hace algunos años.
Fue de motivación para emprender este trabajo el compartir con compañer@s de Antropología y
de la facultad de humanidades estas inquietudes. Así fue que la concreción del taller de
antropología visual, resultado del trabajo colectivo para hacer converger inquietudes, iniciativas y
producciones visuales o sobre lo visual, significa un primer logro y muchos nuevos desafíos en la
apertura de puntas de investigación e interrogación que se dirijan en este sentido.
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de acceder a un propio retrato hasta generalizarse en las capas medias de la
sociedad.
No es casual, nos dirá Freund, que en 1839 el estado francés, por iniciativa de
un grupo de diputados, adquiriera la patente del invento y lo hiciese público
como un legado para la humanidad. Estos diputados, que apoyaban la idea de
popularizar la fotografía, formaban parte de estas nuevas capas medias que
emergían en el marco de las transformaciones sociales provocadas en Francia
con el avance del capitalismo.
A mediados del siglo XIX fotografiar ya no es una actividad restringida a un
“científico”, sabio o artista, ni patrimonio exclusivo de la burguesía, se vuelve
entonces accesible a cualquier persona que disponga de una suma de dinero y de
mínimos conocimientos técnicos. Ese impulso de “popularización” se acentuó con
la difusión de imágenes a través de las publicaciones en periódicos y libros, en
forma de ilustración o grabado.
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ciudades, nativos, de los territorios coloniales. La colección fotográfica Pueblos
de la India (Watson y Kaye), que data de 1868, es un ejemplo al respecto. Al
igual que el trabajo realizado por el fotógrafo inglés John Thomson quien realiza
un viaje por China, capturando impactantes escenas de monumentos históricos,
familias y personajes. Ello da lugar a la publicación denominada Ilustrations of
China and its people.
Entre 1873-76 se edita en Hamburgo un libro titulado Razas de la Humanidad,
recopilación que contenía unas 600 fotos de varios autores. Obra que Brisset
(1999) define como fundamental para entender el encuentro entre antropología
y fotografía.
La fotografía científica.
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daguerrotipo, de los cráneos que había recogido y de los moldes de bustos de diferentes
poblaciones encontradas. Estas reproducciones sirvieron de base para realizar las
litografías del Atlas de Voyages au póle Sud et dans l´Oceanie sur les corvettes
L’Astrolabe et la Zélée, publicado en 1844. En ese mismo año, E. Thiesson llevó a cabo
una serie de daguerrotipos de indios botocudos (Brasil), y Etienne-Renaud-Agustin Serres
(director de la cátedra de anatomía e historia natural del hombre en el Museo del Jardin
des Plantes de París) se basó en ellos para escribir su texto Anthropologie comparée.
Observations sur l’application de la photographie à l’étude des races humaines.
E.
La fotografía y el registro de las guerras
Las primeras fotos de guerra fueron las del conflicto entre Texas y México, en
1846, donde Charles Betts tomó daguerrotipos a los soldados. Más adelante,
estas iniciativas tomaron forma de proyectos, en los cuales no sólo se intentó
documentar, sino que también asumían un carácter claramente comercial. Las
imágenes de la guerra se ofrecían para la venta, en forma de postales o libros, a
un público que se mantenía expectante ante el curso de los conflictos. Se
registran de esta manera las guerras de Crimea y, entre otros, estuvieron allí
presentes Roger Fenton y William Simpson, periodista éste que participó como
corresponsal del periódico Illustrated London News. La guerra de la Secesión en
EEUU fue documentada por Mathew Brady, Alexander Gardner y Timothy
O`Sullivan. Y la guerra del Paraguay fue cubierta por Georges Bates. Entre los
otros conflictos bélicos fotografiados se encuentran la guerra de Italia y la guerra
franco-prusiana.
Riis fue uno de los primeros fotógrafos en usar un tipo de flash a explosión de
polvo de magnesio, como fuente de luz artificial, a través de la cual hizo conocer
como vivían y dormían los inmigrantes, descubriendo los personajes de las
oscuras calles y pasajes de los suburbios. Uno de sus logros, estima Amar
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(2000), habría sido el demostrar a la opinión pública que “es la miseria la que
conduce a la delincuencia y no a la inversa”. Sus imágenes no tenían demasiado
acabado estético, ni se evidencia preocupación alguna por la relación entablada
entre el fotógrafo y los fotografiados, lo cual, en parte, resultó en imágenes
crudas e impactantes.
Lewis Hine, que era profesor de sociología, abandona su profesión en 1904 para
volcarse de lleno a la fotografía. Contribuye con sus imágenes al desarrollo de
una mirada crítica sobre el trabajo infantil, en tanto su difusión y publicación
pretende generar la revisión de las legislaciones respecto a la temática. Freund
(1993) valora el compromiso de Hine y lo define como quien: “…fotografiará
niños tanto durante su trabajo de doce horas por día en campos y fábricas como
en las insalubres viviendas…”.
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“Hasta en las circunstancias más difíciles, dedicó su tiempo a aprender sus nombres y a
conocer sus condiciones de vida, ocupaciones, edades y cualquier otra información
pertinente, datos que aparecían con frecuencia en los artículos en que se utilizaban sus
fotografías” (Rosler, 2007).
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Entre los fotógrafos que trabajaron para la FSA se encuentran Arthur Rothstein,
Dorotea Lange, Walter Evans, Russel Lee y Ben Shahn, quienes produjeron
270.000 imágenes que se conservan en la Biblioteca del Congreso 2 .
La fotografía etnológica
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La difusión de la imágenes fue objeto de polémica puesto que los fotógrafos, por contrato, no
podían disponer de su trabajo libremente sino que estaba fuerte y dudosamente controlada por
Stryker, quién distribuía las imágenes a los medios de prensa
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Este fotógrafo se propone dar cuenta de cómo es la sociedad alemana, sus grupos étnicos,
atendiendo a los oficios y trabajos realizados por los distintos grupos sociales. Durante el
régimen nazi fue perseguido y tuvo que dedicarse a la fotografía de paisajes. Su visión de la
sociedad alemana reflejaba la pluralidad social y étnica, que indudablemente chocaba con las
representaciones sobre Alemania que el régimen nazi trataba de imponer.
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el de Edouard Curtis, quién trabaja con tribus de norte de EEUU entre 1900 y
1930, su obra se compone de 40.000 imágenes de 80 grupos, condensó su
trabajo en una publicación, The North Americans Indians.
La fotografía en la antropología
“No hay un sujeto emplazado que mira, o bien se postula la homogeneidad tanto del que
mira como del que es mirado. A la representación sin mediación corresponderán los
primeros anhelos de la Antropología Visual en su proceso fundacional” (Guigou 2001:125,
subrayado nuestro).
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terreno, ya que las condiciones de producción de las imágenes están bajo el seno
de las relaciones coloniales de dominación. Las imágenes son, además,
utilizadas políticamente. En tanto permitirán organizar a las sociedades y
culturas en tipologías y manipular tales clasificaciones como argumentos de una
supuesta superioridad racial en la cual justificaban su poder los colonizadores.
Volviendo al eje de lo técnico, Sel entiende que esta primera valoración de la
imagen se debe al compromiso entablado con “…la recolección de datos
confiables y el vislumbrar neutro de la realidad como cosa externa dada” (2004-
2005:164). Añade esta autora, el dato es tomado como externo e inmutable, en
una relación de correspondencia entre lo registrado y el objeto equiparado a lo
real, sin considerar la implicancia de los procesos sociales y sus
transformaciones.
La cámara se torna entonces en un dispositivo, al que Lemos Souza (1998 en Sel
2004-2005) vincula con una vista imparcial, la cual registra todo sin seleccionar.
Este desplazamiento hacía la dimensión puramente técnica, incidirá,
fuertemente, generando falta de reflexión sobre la metodología y derivando ello
en un pragmatismo instrumental de lo visual.
Un ilustrativo ejemplo, de la reducción instrumental de la imagen, nos remonta
al Manual de Etnografía de Mauss, publicado por primera vez en 1947, que reúne
trabajos realizados a partir de 1926. Para este autor el método fotográfico
constituye uno de los métodos de observación; junto al morfológico,
cartográfico, fonográfico, filológico y sociológico. A modo de instructivo de uso
expresa:
“Todos los objetos deben ser fotografiados, preferentemente sin poses. La telefotografía
permitirá obtener conjuntos considerables. No usar los mismos aparatos en países cálidos
y países fríos, ni las mismas películas: y, en principio, actuar lo más rápido posible. Jamás
se tomarán demasiadas fotos, a condición de que sean todas comentadas y exactamente
situadas: hora, lugar, distancia” (Mauss 2006:36).
Plantea Sel que Boas fue otro antropólogo precursor en el uso de la fotografía,
concretando una colección sistematizada de su estudio etnográfico, realizado en
1897 sobre los indios Kwakiutl, en el Norte de Vancouver (Canadá). Sin
embargo, su valoración de la fotografía no es como una herramienta para el
trabajo de campo.
“…el archivo visual rescataba el evento, deificado, en algún sentido, recuperando un
comportamiento capturado y preservado fotográfica y filmicamente, se proponía salvar los
datos en un gran archivo de culturas en desaparición” (Sel 2004-2005:166).
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Levi Strauss Brasil
Levi Strauss, es otro caso para recorrer la fotografía en esta acepción, ya que le
otorga el lugar de técnica de registro. Este antropólogo, entre 1935 y 1939,
realizó trabajo de campo en Brasil durante el cual tomó 3000 fotografías. Sólo 64
fueron incluidas en su obra Tristes trópicos (1955) y las restantes, en el año
1994, fueron publicadas bajo el nombre “Saudades do Brasil”. Hemos escogido
aquí solo dos de ellas, que no pretenden ser representativas. Diversos puntos de
interés se sugieren en tal registro fotográfico, desde las viviendas típicas de los
indígenas que habitaban en el Mato Grosso brasileño, hasta los tatuajes
corporales.
Retoma Achutti expresiones de Levi Strauss:
“Yo vivía en mis expediciones una experiencia totalmente nueva. Era una cuestión que me
encantaba, de la cual era necesario guardar los vestigios. La foto se imponía entonces
como una evidencia. De manera general, en el plano etnográfico, la fotografía constituye
una reserva de documentos, permite conservar las cosas que no se pueden volver a ver”
(2004: 105, la traducción es nuestra).
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Se toma como punto de origen la definición como tal que diera Margaret Mead en instancia de
participar del Congreso de Ciencias antropológicas y etnológicas en Chicago 1973 (citado en Sel
2004).
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fotografías y 25.000 negativos, dan cuenta del trabajo de campo de más de seis
años en Bali, donde se habrían propuesto realizar un análisis a través de las
fotografías. La secuencia fotográfica se presenta a través de planchas que se
asemejan, en parte, a una narración desde imágenes. Estas se hayan agrupadas
en combinación con iconografías y representaciones pictóricas balinesas, las que
así componen imágenes de sobresaliente carácter descriptivo.
Se abre con este trabajo la polémica respecto al lugar de lo visual, y de la
fotografía particularmente, en la antropología. Achutti opina que, a excepción de
la obra de Bateson y Mead, los antropólogos nunca trataron a la fotografía como
una forma narrativa indispensable a la presentación de sus investigaciones
(2004:105 la traducción nuestra). Para Sel, aunque fue ese constituye un
innovador proyecto, no consiguió legitimar los métodos de investigación visual.
“Las películas editadas que surgieron del proyecto son implacablemente didácticas, con la
voz de Mead como guía constante…carácter balines finalmente queda entre dos
concepciones acerca de la fotografía, como extensión de la mente y como extensión de la
visión“(Sel 2004-2005:166).
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que para Roca (2005), el uso de la fotografía, a los fines de garantizar su
adecuado tratamiento como dato primario de la investigación, requiere atender a
cinco aspectos: 1- Análisis detallado de las evidencias internas y comparación de
la fotografía con otras imágenes. 2- Conocimiento de la historia de esa
fotografía, inclusive sus características técnicas. 3- Estudio de las intenciones y
de los propósitos del fotógrafo y la manera en la que las imágenes fueron usadas
por su creador. 4- El estudio de los objetos etnográficos. 5- Revisión de las
evidencias históricas relacionadas, incluyendo otros usos previos de las mismas
imágenes.
En el mismo sentido, reafirmando su potencialidad como fuente, Roca (2005)
entiende a las fotografías como construcciones –y no copias o reproducciones de
lo “real”- que significan, expresan, comunican y deben ser sometidas, por tanto,
a un trabajo interpretativo. Para su utilización es fundamental conocer quién fue
el autor de la fotografía, tener información de sus diversos soportes de
circulación y significación y no perder de vista su contexto de producción.
Desde el uso documental se enfatiza su valor como testimonio de aspectos de la
vida social, los que frecuentemente pueden ser descuidados por otro tipo de
registro. La riqueza y potencialidad de las imágenes tendría que ver, entonces,
con reflejar a la sociedad que las produce, manifestar sus maneras de ver y las
formas en las que ésta quiere ser vista (Roca, 2005:15).
A modo de ilustración, respecto a este tipo de tratamiento, tomamos dos
trabajos contemporáneos realizados en el ámbito nacional. Uno de ellos sobre
postales de Indios, que tiene por autor a Carlos Masotta (2007) y otro sobre los
murales en un comunidad indígena de Etnia tapiete de la provincia de Salta,
realizado por Silvia Hirsh (2008). En estos casos, aunque el tratamiento y los
interrogantes de abordaje son diferentes, se comparte la perspectiva
interpretativa, de clave antropológica, como aproximación a la imagen. En cada
uno de los trabajos la lectura de las imágenes y su problematización se inscribe
en un contexto sociohistórico específico. Cada material analizado; postales por
un lado y murales por el otro, remiten a específicas condiciones de producción y
a productores diferentes, por un lado fotógrafos profesionales y por el otro
integrantes de la comunidad indígena tapiete. Los murales son contemporáneos,
mientras que las postales de indígenas se remontan hacía fines de siglo XIX y
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principios del siglo XX. Unas y otras imágenes permiten construir, sin embargo,
conocimiento respecto a las representaciones sociales de un espacio-tiempo, a
las identidades culturales y su inscripción en relaciones históricas de poder.
El tratamiento de las imágenes ingresa por su dimensión visible, lo evidente que
de ellas puede leerse, para luego ir introduciéndose hacía los aspectos ausentes
o silenciados. Para ello la reconstrucción del contexto de producción y utilización
es fundamental y, en parte, opera como la clave que factibiliza la interpretación
antropológica.
Silvia Hirsh. Mural Tapiete, imágenes Híbridas. Carlos Masotta. Postales de Indios
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de las imágenes en situaciones de investigación que pretenden romper con el
modo instituido en la disciplina. Orientan el tratamiento de las imágenes y el
diálogo antropológico desde ángulos y hacía espacios distintos.
El primer caso, a modo ilustrativo, presenta a la fotografía como situada dentro
del proceso de negociación del ingreso del investigador a su terreno de trabajo,
dentro de la “apertura del campo”, en el acercamiento a los “nativos”. En ese
sentido reflexiona Duarte Travassos (1996), desde su propia experiencia.
Retoma las nociones de don y contradon, de M. Mauss, para explicar el lugar que
ocupa la fotografía dentro de las relaciones de intercambio entre el antropólogo y
los grupos con los que investiga.
Esta antropóloga reconstruye el modo de ingreso y aproximación a una plaza en
la ciudad de Río de Janeiro, espacio donde realizó su investigación etnográfica. A
través de la escritura fluyen sus impresiones como rememoraciones:
“Somente naquele momento percebi que havia algo de fascinante na fotografía. Ela
produzia muito mais do que imagens a salvo de la inexorabilidade do tempo, ela
provocaba o riso, a empatía e a comunicação entre nós (1996:104).
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Ver Tedlock (1985)
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Plantea Goldolphin la similitud entre esta perspectiva y la de Rouch (1979) quien propone para
el cinema etnográfico la anthropologie partagée (1995:167).
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Duarte Travassos problematizó su proceso en términos de relaciones de
intercambio, observando que la foto quedaba inmersa en el circuito del
establecimiento de las obligaciones de dar, recibir y devolver. Concluye diciendo
que no le caben dudas del poder de la fotografía, en cuanto estrategia de
aproximación y de acercamiento con los informantes (1996:105). Dado que la
foto puede ocupar el lugar de “ese algo” que instaura una relación y la hace
posible, como objeto que se devuelve en función de lo recibido, de parte del
grupo con quien se trabaja y que genera de ese modo la obligación de la
reciprocidad y, con ello, del lazo social.
El segundo caso aquí reseñado es el proyecto llevado a cabo por Gallois, desde el
año 1992, con videos en las aldeas indígenas de Brasil. Esta antropóloga
reflexiona, a partir de su experiencia, sobre el lenguaje visual y, particularmente,
acerca del cine como medio de construcción del diálogo intercultural.
“Lo que yo intento en la imagen y en la comunicación con ó sin antropólogos, es más una
antropología de la comunicación que una antropología visual, es hacer tanto un texto
como un filme para la divulgación de cuestiones antropológicas, para el público no
especialista y no retroalimentar la investigación antropológica hablando sobre sí misma”
(Gallois, 2001:12).
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En el caso de Bolivia, en 1996 se crea el Centro de Formación y Realización cinematográfica
(CEFREC), a partir del cual se da lugar al Plan Nacional Originario de Comunicación Audiovisual,
y a la Coordinadora Audiovisual Indígena-Originaria de Bolivia (CAIB).
En el caso de México se crea luego del año 1986 el Consejo Latinoamericano de Cine y
Comunicación de los Pueblos Indígenas.
En Brasil el Centro de Trabajo Indigenista (CTI) patrocina y promueve el proyecto de “videos en
las Aldeas”, del cual Dominique Gallois participa desde el año 1992. Esta información respecto al
cine indígena en Latinoamérica se puede consultar en:
http://www.antropologiavisual.cl/amalia_cordova.htm
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pueden construir las imágenes de sí mismos que quieren mostrar a los demás.
Bajo estas nuevas condiciones ellos ya no serán vistos desde los ojos de la
sociedad blanca, sino a través de los suyos propios. Las realizaciones visuales
son proyectadas en las aldeas y sometidas a re-lecturas y críticas, para
posteriormente difundirse en escuelas o por medio de canales televisivos.
De esa forma el uso del lenguaje visual, como medio de comunicación, es a los
fines de fomentar un intercambio que viabilice el proceso de construcción de otro
tipo de relaciones interculturales. La difusión de imágenes indígenas busca
aportar a la deconstrucción de los prejuicios y estereotipos, enraizados en el
sentido común de la sociedad blanca. Preparando así un nuevo campo de
diálogo, desde donde puede ser posible la comunicación en la diferencia cultural.
Gallois lanzó una provocativa e implacable sentencia: “O la antropología visual
gana como instrumento político o se vuelve autofágica”.
Continúa Da Rocha (1995) con este planteo y postula que la construcción del
conocimiento humano opera con el mismo dinamismo intrínseco que el lenguaje
visual en la narrativa etnográfica. En la misma dirección se dirigen los
argumentos de Cardoso de Oliveira (2004), en torno a la importancia de la
mirada y del mirar como acto cognitivo, en la antropología en particular y en las
ciencias sociales o humanas en general. Sí a partir de ellos se construye el saber,
sin percepción ni pensamiento ¿cómo conocemos?, se pregunta el antropólogo
brasilero retomando a Leibnitz (2004).
El mirar, junto al escuchar y escribir, serían para este autor una forma de
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La palabra utilizada por la autora es portugués es assimilação subjetiva, sin embargo asimilación
en español no sugiere el sentido activo del proceso y la acción transformadora que se implica en
los mecanismos de elaboración subjetiva, de los cuales la autora intenta dar cuenta.
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Es en relación a ello que Carvalho da Rocha entiende que antes de repensar el lenguaje visual
en la antropología, es necesario que se ensaye, desde el punto de vista de un rigor filosófico, un
entendimiento más amplio del dominio complejo de la significación simbólica de la imagen en la
construcción del pensamiento científico (1995:111).
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aprehensión de los fenómenos sociales. La observación lleva a un innegable acto
cognitivo puesto que la comprensión, que a ello subyace, capta un excedente de
sentido que lleva a considerar la observación como descripción analítica.
Entonces, podremos entender a la imagen como texto etnográfico en tanto
reconozcamos que la mirada está domesticada teóricamente, que la teoría
sensibiliza la mirada, la pre-estructura y sofistica la capacidad de observación.
En consecuencia con los argumentos de Cardoso (2004) podemos preguntarnos,
sí el esquema conceptual funciona como una especie de prisma por medio del
cual la realidad observada sufre un proceso de refracción, ¿cómo podría negarse
el valor analítico, epistemológico y cognoscitivo de la imagen?.
Con anclaje en algunos de estos planteos reseñaremos a continuación dos
propuestas contemporáneas, centradas en la antropología visual, las cuales
delinean formas posibles de construcción de una narrativa antropológica desde la
utilización de la fotografía.
En las dos variantes posteriormente tratadas: la fotoetnografía y el fotomontaje,
la fotografía es asumida como lenguaje que se complementa con otros,
potenciando así su construcción de sentido.
Posicionado desde la Antropología visual, Goldolphin (1995) entiende que la
fotografía en la antropología ocupa el lugar, o cumple la función, de captar una
situación etnográfica o sociológica. La cual debe comunicar, con la mayor
claridad posible, la interpretación específica que el autor propone (1995:174). Se
reconoce, entonces, a la fotografía como un lenguaje que posee sus propias
características, como una forma de escritura 10 , que puede describir
etnográficamente y realizar análisis conceptuales, siendo por tanto un medio de
interpretación del mundo.
Achutti (2004) define a la fotografía, además, como un acto intencional y
arbitrario, ya que el fotógrafo interpreta y es esa interpretación la que escribe en
un texto-imagen. Donde el trabajo de interpretación no sucedería después, sino
durante el acto de tomar la foto y realizar las elecciones. En ese mismo
momento, durante la observación, sucede la síntesis que se traduce
fotográficamente. Y dado que cada imagen finalmente será parte de un texto, el
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lenguaje fotográfico alberga la posibilidad de retroalimentarse con los textos
escritos.
Fotoetnografía
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Achutti (2004) reconoce a Leroi-Gurham el mérito de haber sido el primero en atribuirle al
lenguaje filmográfico el mismo valor que a la escritura, allá por 1948, en el primer congreso de
filme etnológico.
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visualmente una situación específica en su relación con la realidad.
La narrativa fotoetnográfica debe ser valorada en toda su especificidad, por ello
y a los fines de explotar su potencial, no requiere de texto que la acompañe.
Achutti fundamenta que lo ideal es que cada tipo de escritura sea ofrecido al
lector por separado. Dado que el lenguaje escrito y el lenguaje visual son
lenguajes que ofrecen informaciones diferentes y exigen, del lector, operaciones
mentales también específicas.
Fotomontaje
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cual hace posible reproducir mayores situaciones narrativas, contraponiendo y
encadenando imágenes de acuerdo a la necesidad.
Este autor reflexiona sobre la producción etnográfica, sobre las características
que sumen estos textos y la forma en que se presentar los argumentos para dar
cuenta de las realidades. Y en relación a ello encuentra similitudes respecto al
proceso de montaje, el cual estaría compuesto y operaría con los mismos
mecanismos que la producción de un texto escrito. Concluye sosteniendo que
aunque el montaje es garante de una cierta autonomía de la imagen, en la
construcción del significado, cuando ésta es montada de una forma audio-texto-
visual deja de ser un dato disperso y forma un discurso, estructurado e
inteligible, sobre la realidad estudiada (1995:183).
Comentarios finales
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de la revisión antropológica sobre sí misma, el llamado giro reflexivo y un mayor
cuestionamiento a la frontera que separa a los campos de conocimiento.
En ese contexto transcurren las variaciones en las formas de entender la
fotografía en particular, y las imágenes en general, dentro de la antropología.
Posibilitándose así su reconocimiento como lenguaje, con especiales
potencialidades, que contribuirá al enriquecimiento de las interpretaciones
antropológicas y los textos etnográficos. Resta a futuro, entonces, el desafío de
ensayar nuestras propias etnografías en la exploración del interjuego de
lenguajes y textualidades.
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• Jacob Riis, Biblioteca de Harvard, “Como vive la otra mitad”
http://pds.lib.harvard.edu/pds/view/4137257/
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