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2 La analéctica es definida por Dussel como: “el hecho real humano por el que todo hombre, todo grupo o pueblo, se
sitúa siempre “más allá” (anó-) del horizonte de la totalidad (…) el momento analéctico nos abre al ámbito meta-
físico (…) refiriéndose semánticamente al otro” (2011: 238).
“dis$nción” moderna, esto es, deja de concebirse como el patrón de iden$dad desde el cual se
mide -dentro de un horizonte hermenéu$co colonialista, siguiendo como marco omnisciente el
modelo de lo bello y lo sublime- toda experiencia sensible en el universo epistémico moderno.
3 La configuración de lo sensible se sostiene sobre la base de que la sensibilidad es determinante de la forma de vida
del hombre. En Marx se relaciona con la composición y simbiosis entre el hombre y la naturaleza (donde se objetiva
el hombre y se subjetiva la naturaleza).
4Que, en vez de ser la poiesis el dispositivo crucial para la producción del mundo, para la reconfiguración de lo real,
de una realidad nueva (Escobar, 2008: 64), resulta ser, el nivel vinculado con la dimensión aesthesica basal, asociado
a la afirmación de la vida en todas sus manifestaciones esenciales, en las que se entrecruzan la función mesiánica, la
dimensión de inmanencia-trascendencia y el nexo indisoluble entre el ámbito ecológico, económico y político.
5 La idea de “pueblo”, en tanto analogado crítico en la obra de Dussel, implica que: “una comprensión transversal
comienza a construir un proyecto hegemónico donde todos los movimientos van incluyendo sus reivindicaciones (…)
el proyecto sería analógico: asumiendo momentos de semejanza (no de identidad universal unívoca, como en Laclau)
y permitiendo distinciones analógicas particulares de cada movimiento” (2015: 234; cursivas del original). En este
sentido: “lo ‘popular’ y el ‘pueblo’ (…) no son la totalidad de la comunidad política, sino que son un sector de la
población que Giorgio Agamben, en su sugestiva obra El tiempo que resta, denomina semitamente como ‘el
resto’” (235; cursivas del original).
6 Kusch muestra como esa memoria es reprimida por una supuesta razón pulcra, razón occidental aséptica,
ocultando que: “esta actitud mesiánica se encuentra sólo hacia el interior de América, remontando su pasado o
bajando hacia las capas más profundas de su pueblo. Arriba, en cambio, aquella actitud se halla encubierta y
reprimida” (2000a: 18).
7 Se relaciona con aquellos saberes y prácticas, en tanto investigación de las alternativas que conforman el horizonte
de las posibilidades concretas de emancipación social, que llevan a cabo necesariamente una nueva semantización de
las expectativas históricas (Santos, 2007: 104)
Esta dimensión existencial abierta por la noción de “libertad” (Sartre), es asimismo desde
donde se cons$tuye la esté$ca moderna, precisamente como aquel disposi$vo crí$co que mejor
puede “revelar” esa dimensión abismá$ca “fundamental”, consustancial, de la subje$vidad
moderna, en tanto “subje$vidad esté$ca”, y que llega a su mayor consumación en la dimensión
matricial del roman$cismo. En este sen$do, se debe reconocer su importancia a la hora de
enfrentar la tensión que se juega en la conciencia crí$ca frente a los hechos del mundo 9. Sin
embargo, existe otro plano en torno a la categoría de “víc$ma” que no se limita exclusivamente a
la responsabilidad racional o subje$va que podría verse conminada desde la provocación/amenaza
del mundo/cultura dominante. Este nivel se relaciona con un plano más basal vinculado con la
noción de “realidad/naturaleza”10, materializada paradigmá$camente en la figura del hambre e,
igualmente, aunque producto de una relación estrictamente “cultural”, en la imagen del esclavo.
Ambas imágenes, aunque en planos diversos, pues el “hambre” proviene directamente de una
necesidad material ligada con la vida en cuanto tal, esto es, con la reproducción de la vida
biológica, y el “esclavo” con un procedimiento, claramente mediado por la reproducción ideológica
del sistema dominante, de naturalización, cosificación, que en el caso de la experiencia americana
(pero según Wallerstein y Quijano es desde aquí que se hace una experiencia mundial), viene
8 Benjamin estudió pensamiento indígena con Walter Lehman. En 1929 reseña el libro “Bartolomé de las casas
padre de los indios” del francés Marcel Brion. Aquí se muestra su conocimiento del proceso de saqueo y conquista
de los europeos en América. En este contexto afirma que la historia colonial de los pueblos europeos se inicia con el
aterrador hecho de la conquista. Esta convirtió al recién invadido pueblo en una “cámara de tortura”; no se les da
muerte sólo a sangre fría, sino que se les quita la vida lentamente.
9 El pensamiento romántico surge desde la escisión de la conciencia histórica moderna, y desde aquí, se vincula con
la crítica y con la teoría misma como literatura, como absoluto literario, el cual finalmente agrava y radicaliza el
pensamiento de la totalidad y del sujeto (Lacoue-Labarthe, Phillipe-Nancy Jean-Luc, 2012: 40).
10Dussel comprende por naturaleza a la: “la totalidad de entes no-culturales comprendidos en el mundo que, sin dejar
de ser parte del cosmos como cosas reales, tienen por fundamento de su sentido el proyecto histórico del mundo. La
naturaleza es una realidad intra-mundana (…) es el fenómeno del cosmos; es el aparecer del cosmos en el mundo
como totalidad” (2011: 170-171).
11Lo que Kusch designa como “Impermeabilidad” de la cultura occidental frente al pensamiento indígena y popular
(2000b: 474).
12 La categoría proximidad, según Dussel, remite al: “más allá del mundo de la ontología, del ser, anterior al mundo
y su horizonte. Desde la proximidad, más allá de toda proxemia, anterior a la verdad del ser, es que venimos a la ‘luz
del mundo’, cuando nos revelamos, cuando nuestra madre nos pare” (2011: 44-45).
que más que “despoli$zar” al otro resulta ser su “apertura”, el abrirse a una “ecología de saberes”
como la propuesta por Santos (2014: 451).
occidentalocéntrica- del individuo sobre la comunidad, propio del horizonte polí$co liberal, donde
la “iden$dad” se asocia al individuo o, más específicamente, al sujeto de la ciudadanía occidental
(establecido bajo “norma” o contrato social) y la “diferencia” a la masa informe y caó$ca de la
comunidad (Tapia, 2008: 14), estrechamente vinculada al “estado de naturaleza”. Sin embargo,
desde la lógica analéc$ca sustentada en la obra de Dussel lo semejante es la comunidad y la
“dis$nción” es la individualidad presente por ejemplo en la cultura burguesa moderna, pues lo que
siempre preexiste, como muy bien lo saben las culturas ancestrales, es la comunidad o “razón
comunitaria” como la designa Juan José Bau$sta (2005: 21).
tanto moral, o dimensión ón$ca (como una mera norma o regla), pues aquí ya se replica la forma
opera$va de la lógica iden$dad/diferencia, sino una “realidad material”, la “materialidad viviente”,
la “comunidad de vida”, la lógica de la presencia, de la inmanencia, de la con$nuidad, del valor de
uso y del “uso de los cuerpos”. En Dussel, en cambio, la poten6a no es sólo voluntad, sino también
racionalidad é6ca orientada hacia el consenso con el fin de asegurar la vida de la comunidad
(Castro-Gómez, 2015: 343)13 .
13 Esta idea del consenso también está presente en Boaventura de Sousa Santos en tanto ecología de saberes,
hermenéutica diatópica, y en contra del pensamiento moderno-occidental que es por antonomasia “abismal”, esto
es, centrado en torno a la lógica de la diferencia o negatividad: nulificación del otro en tanto inexistente, sin validez o
legitimidad, por tanto, con prohibición de participar como una voz válida, asentada en el reconocimiento del otro
(más que el conocimiento de éste).
potestas (situación que en Negri es concebida como forma de negación ante toda
ins$tucionalización de la poten$a).
las relaciones de alteridad, pues precisamente en la figura del hambre, de la pobreza, del esclavo,
lo que está en juego en primer término es la relación comunitaria, por tanto, se necesita de otra
definición de subje$vidad, una suerte de “subje6vidad analéc6ca” (donde la vida, lo que hay de
vida en el ser humano, en tanto lo común por antonomasia, encarna la semejanza entre el
individuo y la comunidad, fundamentando desde aquí las relaciones de alteridad) en la que, por un
lado se haga frente a la conciencia individual del sujeto moderno, dentro de las imbricadas lógicas
de opresión y explotación capitalistas, pero por otro, no se soslaye, la dimensión “originaria”
comunitaria, fundada sobre la relación de alteridad, por tanto, en las figuras del hambre (vinculada
con lo común), del esclavo y la pobreza, se puede hacer eco y liberar igualmente un poder
comunitario ac$vado desde el “resto”, desde la “subje$vidad analéc$ca” o “mesiánica”15 . En suma,
desde esta perspec$va analéc$ca, la liberación debe necesariamente observarse desde un
universo (trans)ontológico16, y la libertad, llega a ser una posibilidad ón6ca desde su nega6vidad-
hambre-pobreza17, por tanto, siempre desde el horizonte de la lógica de la presencia, de la
“realidad/naturaleza”, se va a emplazar la interpelación del otro, de la alteridad, en relación con las
posibilidades de sobrevivencia18 en una cultura necropolí$ca como la del capitalismo neoliberal, en
la medida en que se manifieste/revele la vida en sí misma, la inmanencia de la vida en general, lo
que de vida en sí misma existe en la “realidad/naturaleza” como “de suyo”, como exterioridad
14En el pensamiento de Boaventura de Sousa Santos, la maquinaria de injusticia que surge de una forma fetichizada
de totalidad occidental, liderada por el emplazamiento del pensamiento ortopédico y la razón indolente, permite
una variada gama de usos metafóricos farmacológicos, pues el malestar y la rabia son “tratados”: “como prótesis
farmacéutica, con la anestesia del consumo o, en la aplastante mayoría de los casos, con la anestesia de la ideología
del consumo sin posibilidad realista de consumir y, finalmente, con toda la fantasía de la industria del
entretenimiento” (2014: 442).
15 Según Dussel: “El meshíakh (…) es todo ser humano que escucha la interpelación de la víctima y obra en
consecuencia hasta la muerte si es necesario” (2014: 171), por estar vinculado con la “referencia” esencial que es la
vida misma, que es la alteridad del prójimo, las fuerzas y energías de la proximidad histórica.
16 Juan José Bautista sostiene que: “Por ello esta ética, antes de la liberación, es una ética de la vida (…) y en primer
lugar de la víctima pobre y dominada, en quien se anuncia y se ve que la vida de todos está en peligro. Por ello esta
ética es transontológica, en el sentido de que trata de la vida aquende como ‘anterioridad siempre presente’, a toda
forma concreta de producir y reproducir la vida, sin la cual es imposible tematizar con sentido siquiera cualquier
problema ontológico y óntico de la vida humana” (2014: 38; cursivas del original).
17 Para Marx: “el hambre nos fija en un objeto aislado de su contexto de producción, por tanto, nos priva de la
relación a lo común implicado en toda actividad productiva”. El hambre es un aislamiento del contexto y horizonte
de (re)producción de la “forma natural” de la reproducción social (Echeverría, 2011), por tanto, no sólo de la energía
física para la afirmación de la vida, sino también la anulación de la fuerza cohesiva simbólica para la convergencia
de la comunidad de vida.
18Agamben dice que en el escenario actual la vida no tiene que ver tanto con la vitalidad o la forma de vida del
individuo sino con la supervivencia (2007: 19).
crí$ca, aunque siempre se encuentra incorporada en la cultura; y que en el caso del pensamiento
de Benjamin se expresa crí$camente en la figura de la “violencia divina” (1991) de los “vencidos de
la historia”. Sin embargo, para el mes6zaje ch’ixi propuesto por Silvia Rivera Cusicanqui (2010: 70)
nunca hay vencidos en la historia, sino sólo horizontes históricos coexistentes, a par$r de una
concepción dis$nta de la temporalidad y de la historia en la que no hay cabida “realmente” para la
derrota -solo ficcionalmente como funcionalización/instrumentalización dentro del sí mismo- y en
este sen$do, también expresa fuertes resonancias con el pensar andino-aymara del pachaku6
como lo muestra Silvia Rivera en varios pasajes de su obra, diferenciándose así del concepto de
“masa”, el cual no permite conceptuar la idea de exterioridad crí$ca existente en el concepto de
“pueblo”, pues se encuentra totalmente “consumido” (in-corporado) dentro de la (totalidad)
cultura híbrida de la industria cultural y sociedad del espectáculo, lo que Kusch designa con la
imagen del “pa$o de los objetos” (2000b: 482) de la cultura occidental y de la ciudadanía
moderna, presente principalmente a nivel de las clases medias de las ciudades la$noamericanas.
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