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Cultura y Patrimonio
Los bienes patrimoniales constituyen una selección de los bienes culturales. De tal manera el
patrimonio está compuesto por los elementos y las expresiones más relevantes y significativas
culturalmente. El patrimonio, entonces, remite a símbolos y representaciones, a los “lugares de
la memoria”, es decir, a la identidad.
Desde este punto de vista el patrimonio posee un valor étnico y simbólico, pues constituye la
expresión de la identidad de un pueblo, sus formas de vida, las señas y los rasgos
identificatorios, que unen al interior del grupo y marcan la diferencia frente al exterior,
configurando el patrimonio.
Los bienes culturales, desde los objetos a las ideas, de lo material a lo intangible, desde lo
histórico-artístico a las formas de vida características y relevantes culturalmente, es
considerado ahora el valor simbólico, es decir la capacidad de representatividad, de los distintos
referentes y elementos patrimoniales, el patrimonio.
Para que el patrimonio se mantenga debemos tambien tomar en cuenta que la tradición es un
factor muy importante ya que no se hereda genéticamente sino se transmite socialmente y
deriva de un proceso de selección cultural.
La parte de la cultura seleccionada en el tiempo con una función de uso en el presente sería la
tradición. El pasado, decantado, es continuamente reincorporado al presente. Desde tal punto
de vista la tradición implica una cierta selección de la realidad social. Y aunque la tradición es
un hecho de permanencia de una parte del pasado en el presente, lo antiguo -la continuidad-
persistente en lo nuevo -el cambio-, no todo el pasado que sobrevive en el presente es o se
convierte mecánicamente en tradición.
Cultura e Identidad
La identidad consiste en la interiorización por un grupo dado de que posee formas de vida
específicas. La identidad, entonces, se construye a partir de la alteridad, en el contraste cultural,
siendo así una construcción social que se fundamenta en la diferencia, en los procesos de
alteridad o de diferenciación simbólica. La identidad refiere un sistema cultural (tradición y
patrimonio) de referencia y apunta a un sentimiento de pertenencia. La identidad cultural: que
alude a todas aquellas características en referencia a una determinada cultura, abarca desde las
creencias, costumbres, comportamientos, tradiciones, valores que posee una cierta comunidad
que permiten que sean identificados del resto
Los tres factores señalados se desarrollan a nivel de comunidad en una interrelación dialéctica
que garantiza entender la identidad cultural como un proceso continuo donde se producen
momentos de negación/asimilación, de renovación y enriquecimiento que dan lugar a la
consolidación del componente cualitativo de la identidad y a la profundización de un
sentimiento de arraigo y pertenencia que es esencial para lograr una participación activa y
consciente de los miembros de la comunidad en los procesos de desarrollo.
Un Estado puede albergar en su seno a varias naciones o pueblos sin que esta pluralidad se
convierta en un antagonismo armado, y la democracia también es un ideal sobre el poder y la
autoridad porque se asienta no sólo sobre una proclama de libertad para todos y todas sino
también sobre un principio de igualdad.
En cambio la nación en muchas democracias, aun en las más avanzadas, las diferencias se han
inscrito en el corazón del Estado y han sido construidas como justificación para que las
instituciones desarrollen un trato desigual ante grupos diferenciados de población. Por ejemplo,
frente al Estado norteamericano, no ha sido lo mismo ser de origen irlandés, ser negro, latino o
mujer que ser hombre y anglosajón; en Francia, las instituciones no tratan de igual manera a un
musulmán o a un bretón que a un católico blanco parisino; en Cuba no es lo mismo ser
heterosexual que ser gay o ser pro que anti-régimen; en Colombia no es lo mismo ser bogotano
que chocoano, ni tampoco ser estrato seis que estrato uno. De esta manera, hay que reconocerlo,
para los Estados hoy, aun para los más avanzados, “todos somos iguales pero unos somos más
iguales que otros”.
UNIVERSIDAD TECNICA DE COTOPAXI
En las últimas décadas del siglo XX y los inicios del siglo XXI, la dimensión consumo ha
cobrado cada vez más relevancia, lejos de conformar la etapa consagrada a la destrucción del
bien o el fin del proceso económico, esta fase se ha revelado como constitutiva de los procesos
de identificación socio-cultural, tanto individuales como colectivos.
Por eso, el abordaje de esta dimensión tampoco puede realizarse separadamente del contexto
social general, la economía y cultura se han entendido comúnmente como campos
inconmensurables (Gudeman, S., 1986). La primera trataría la concreción y la cuantificación;
la segunda, la abstracción y la cualificación. Para ilustrar el modo en que operan estas
dicotomías basta con revisar la concepción que, desde la economía se tiene de las "industrias
culturales" como sectores de la producción que se limitan a una serie de bienes concretos,
finales (vv.aa., 2001).
La economía cultural tiene su origen en la idea de usar los conceptos básicos de las ciencias
económicas para comprender de otro modo los fenómenos culturales: producción, circulación,
capital, valor (de uso, de cambio, de signo), plusvalía, interés, etc. (Baudrillard, J., 1974). De
allí que nociones como "capital cultural" (Bourdieu, P., 2003) hayan ganado espacio en la teoría
y demostrado su utilidad analítica y operativa.
Toda actividad económica se inicia con el proceso de producción de un bien. Esta relación entre
el Hombre y el Medio fue analizada en muchas ocasiones como una operación extractiva, donde
el Hombre explota su entorno físico para lograr una utilidad material. La actividad productiva
ha revelado ser mucho más compleja. Como sostienen algunos autores, el Medio no es un
receptor pasivo de la acción humana, ni tampoco conforma un espacio ahistórico. Por el
contrario, el Medio en el que actúa el hombre representa el resultado de relaciones pasadas
entre individuos, grupos, comunidades y sociedades más amplias que se adaptan y al tiempo
transforman el medio natural en que habitan (Narotzky Molleda, 2003:136)
Estado plurinacional
La idea es dar autodeterminación a los pueblos y hacerlos partícipes de las decisiones del
Estado, así como reconocer las lenguas propias y las tradiciones de cada etnia.
Las innovaciones fundamentales en el campo de los derechos, desde la perspectiva del Buen
Vivir en la nueva Constitución del Ecuador, parten del reconocimiento del Estado como
«constitucional de derechos y justicia» (art. 1), frente a la noción tradicional de Estado social
de derechos. Este cambio implica el establecimiento de garantías constitucionales que permiten
aplicar directa e inmediatamente los derechos, sin necesidad de que exista una legislación
secundaria. La Constitución ecuatoriana amplía además las garantías, sin restringirlas a lo
judicial. Existen tres tipos de garantías: normativas, políticas públicas y jurisdiccionales (Ávila,
2008: 3-4). De este modo, la política pública pasa a garantizar los derechos.
Uno de los elementos claves en la concepción del Buen Vivir es la integralidad, la vida
concebida como un todo indivisible. La noción de integrali-dad se hace efectiva en la nueva
Carta Magna del Ecuador al no establecer jerarquías entre los dere-chos, superando aquella
visión que establecía tipologías en: fundamentales (primera genera-ción), económicos, sociales
y culturales (segunda generación), y colectivos (tercera generación).
son los civiles y políti-cos, y los otros son sólo enunciados, deseos poco realistas. Detrás de
esta concepción está la vieja distinción del liberalismo entre la libertad «nega-tiva» y la
igualdad. Esta libertad tiene prioridad sobre la igualdad. Entonces, existen derechos sus-
tantivos inalienables y derechos adjetivos que podrían pasarse por alto, hasta que se realicen
ple-namente los primeros. Esta arbitraria jerarquía ha sido un obstáculo para que la mayoría de
la humanidad disfrute una vida plena. Esta visión se ha concretado en una defensa de la libertad
nega-tiva (léase ciertos derechos civiles entendidos desde los valores dominantes), en
detrimento de la justicia entendida como igualdad, que fue la médula de la declaración de los
derechos humanos de 1948 (Díaz Polanco, 2005).
La Constitución del Ecuador rompe con esta con-cepción, enfatiza el carácter integral de los
dere-chos, al reconocerlos como interdependientes y de igual jerarquía (art. 11, num. 6), y los
organiza en: derechos del Buen Vivir; derechos de las personas y grupos de atención prioritaria;
derechos de las comunidades, pueblos y nacionalidades; derechos de participación; derechos
de libertad; derechos de la naturaleza y derechos de protección.
Resulta, por tanto, justa la reivindicación y resarci-miento de los derechos históricos de las
nacionali-dades y pueblos indígenas ancestrales, a través de acciones afirmativas y la
construcción del Estado plurinacional e intercultural (art. 1) que permita la inclusión. Se trata
de la inclusión de naciones o nacionalidades culturales, con estructuras de socie-dades
colectivas-comunitarias, asentados en terri-torios ancestrales (Declaración Naciones Unidas
art. 9, Convenio 169 art. 13), que difieren del modelo neoliberal.
En el caso de América Latina y el Caribe las orga-nizaciones indígenas han luchado por el
recono-cimiento político-jurídico de sus Estados. Resultado de ello es la declaración efectuada
en Guatemala en marzo de 2007, en la III Cumbre Continental de Pueblos y Nacionalidades
Indígenas de América Latina, en la que manifies-ta la necesidad de consolidar los procesos
impul-sados para fortalecer la refundación de los Estados plurinacionales y sociedades
interculturales, tomando como instrumentos las Asambleas Constituyentes con representación
directa de los pueblos y nacionalidades. Para los casos de Ecuador y Bolivia, Estados decla-
rados como unitarios, plurinacionales e intercultu-rales la reconstrucción del Estado se vincula
al paradigma del Buen Vivir. El Estado plurinacional reivindica e incluye a todas las
nacionalidades y pueblos diversos existentes en el Ecuador (hispano-hablantes e indígenas),
valorando conjuntamente, todas las diversidades y riquezas culturalesancestra-les y actuales,
como bases de la formación, de la identidad ecuatoriana. De esta manera se entiende a las
culturas como la vivencia que engloba y arti-cula todos los conocimientos dados y practicados
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por las diferentes sociedades (mestiza-indígena, afroecuatoriana y otras), que han intervenido
en la formación del actual Estado ecuatoriano.