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LO DEBIDO Y LO INDEBIDO EN EL JUICIO POLÍTICO.

ENTRE EL INDULTO Y LA VACANCIA (1)

Por César Delgado-Guembes (2)

Sumario: 1. La naturaleza política y constitucionalmente extrema de dos atribuciones


discrecionales 2. Alcances, pertinencia y características del uso de la categoría juicio político
3. El contexto político y los antecedentes estratégicos 4. Los límites de la indagación y de la
indemnidad 5. ¿Incapacidad moral? 6. La vía previa natural y la vacancia presidencial 7. El
proceso de vacancia por incapacidad moral permanente 8. Lo debido de la vacancia 9. Del
indulto a los mamanivideos 10. La renuncia: lecciones aprendidas sobre el juicio de vacancia
10.1 El carácter moral y permanente de la incapacidad psíquica 10.2 El desconocimiento de
las vías previas 10.3 La evidencia preconstituida mediante maquinación interesada del
adversario 10.4 Los límites del indulto en la vida política 10.5 Entre la indebida vacancia y la
renuncia debida

Quizá la aspiración colectiva más gaseosa y espiritualmente menos asible sea la de regir
nuestros actos individuales desde el modelo o desde la perspectiva de los valores y de los
principios democráticos (3). Nuestra vida cuotidiana no suele integrarse con modos de
convivencia en los que nuestras decisiones se muevan por la voluntad de vivir como si
creyéramos que es mejor regirnos por pautas de comportamiento democrático, antes que
por instintos de convivencia basados en las necesidades de sobrevivencia del más fuerte,
del más poderoso, o del que más recursos posee bajo su discreción. La vida y cultura de
nuestro pueblo, en general, se caracteriza por bolsones inconexos y espasmódicos de
episodios democráticos. Esa falta de modos efectivos, consistentes y sostenidos de

1 Este artículo tiene como antecedente y se basa, parcialmente, en el que previamente


publicó el autor en la revista Palestra en el enlace:
http://palestraextramuros.blogspot.com/2017/12/inimputabilidad-y-vacancia-presidencial.html. Por
esta razón se glosa y aprovecha parcialmente las reflexiones adelantadas en la referida
publicación.
2 El autor es profesor de derecho y gestión parlamentaria en la Facultad de Derecho de la
Pontificia Universidad Católica del Perú, y de la Maestría en Derecho Constitucional en la Escuela
de Posgrado de la Universidad San Martín de Porres.

3 Una evidencia de la dificultad en el propósito de coexistir colectivamente según las pautas


inherentes a valores y principios democráticos es la tendencia a perder de vista que las decisiones
en condiciones de convivencia en una comunidad no admiten el abuso ni formas de ejercicio
ilimitado de las posiciones que se ejercen en la vida diaria. Democracia e indiferencia con la
pluralidad son términos antitéticos. Desprenderse del apetito de dominio o imponer la intolerancia
con las diferencias son hábitos y modos de vida contrarios a una civilización democráticamente
constituida.
El artículo que se presenta muestra precisamente cómo formas insensibles de ejercicio del poder
causan ilegitimidad y falta de salud política. Sea porque se prefiere retener el poder en menoscabo
de la verdad, como porque se opta por afirmar ciega y convulsamente el poder de la mayoría para
forzar que el adversario reciba el castigo por haber ganado una elección. Democracia y verdad se
presuponen recíprocamente; no se contradicen como supuestos de una república virtuosa. Por la
misma razón democracia e hidalguía también se complementan, y no se oponen, cuando una
elección popular da como resultado una derrota que debe aceptarse con nobleza y humildad. La
mentira y la soberbia, en este sentido, son enemigos declarados de un Estado democrático de
derecho. Estos son dos de los aspectos que anidan debajo de la discusión periférica de la licitud o
de la moralidad de los comportamientos en los operadores de los procesos estatales.
comportamiento democrático en la cuotidianeidad de nuestra existencia y de nuestras
rutinas diarias impacta notablemente en usos del poder, carentes también de la misma
legitimidad democrática en el ejercicio de la autoridad.

El camino para la afirmación y consolidación de una cultura y de un Estado democráticos


está sembrado de aristas difíciles y retos cuya complejidad no es sencillo comprender, ni
asimilar, tanto en el mundo objetivo de la gobernabilidad que se concreta en la
experiencia, las convicciones y las vivencias personales, como, y no menos, que en la
subterránea dimensión de los afectos y de las percepciones. Uno de los aspectos
característicos de un régimen y sociedad democráticos es la lealtad y el respeto que
compromete los hábitos y decisiones de los actores en las instituciones de conformidad
con las reglas que ordenan y estructuran el mundo de la vida y los actos colectivos y
personales.

En situaciones de crisis es cuando las carencias agudizan la fragilidad de su naturaleza y


desbordan de manera incontenible e irrefrenable los diques del derecho. Tanto más frágil
es la sostenibilidad de las vigas democráticas cuando el sujeto que vive en la cultura y en
el Estado debe valerse más de su juicio, de su criterio, de su discernimiento y de su
discrecionalidad, que de la letra y del texto superyoico de una norma. Es desde ese sujeto
que debe afirmarse y sostenerse la corrección política y moral de un Estado que apuesta
y arriesga su identidad y la operatividad funcional de su rol confiando en quienes razonan
y deciden qué es lo debido, y qué es lo indebido, en lo representativo de nuestra vida
política.

Lo singular del tema que se intenta examinar es la ausencia de parámetros normativos


para el ejercicio democrático del criterio político entre quienes tienen la misión de usarlo
lealmente según los valores y principios propios de un documento que deliberadamente
plantea el uso del poder sin restricciones claras e inconfundibles para definir en qué
consiste una causal de remoción del mandato del Presidente de la República, ni cuáles
son los contenidos válidos y razonables para la causal de incapacidad moral. De la
corrección con que se use ese juicio o criterio político dependen también las
consecuencias del proceso y del acto de clasificación que realiza el operador del proceso
parlamentario. Pero la corrección de esos mismos juicio y criterio es a su vez
consecuencia de buenas o de malas prácticas políticas en el ámbito de la visión
democrática de nuestro proyecto de convivencia en la república de la que somos parte.

En este artículo se plantea la elaboración de preguntas que pretenden perfilar la lógica y


los límites de la vacancia presidencial a propósito de imputaciones basadas en la
incapacidad moral. ¿Es político el juicio que se emite y articula sobre la persona o sobre
los actos del Presidente de la República cuando se califica su conducta como moralmente
reprensible? ¿Es el carácter moral que se evalúa en un proceso de vacancia un aspecto
específicamente ético? ¿Son jurídicamente sostenibles imputaciones de orden moral, a
criterio y discreción de la representación política? ¿Qué limites son factibles de enunciar
para establecer qué comportamiento moral merece la expulsión legal del más alto puesto
público en el Perú?

La pertinencia de preguntas como las mencionadas se sustenta en el desenlace de


acontecimientos que precipitaron la renuncia del Presidente Pedro Pablo Kuczynski
Godard en marzo de 2018, luego de una agónica y sinuosa línea de obstáculos con los
que el Congreso marcó el tablero sobre el que se debilitó la capacidad de acción y de
negociación del gobierno. Se trató de la segunda ocasión en que se procesó, al amparo
de la Constitución de 1993, un pedido de vacancia presidencial por incapacidad moral (4),
y pudo acaso convertirse e el cuarto en la historia del Perú (5).

El examen que se pretende realizar tiene por finalidad, primero, comprender la lógica del
proceso que escaló hasta el agudo debilitamiento y arrinconamiento del gobierno del
presidente Kuczynski, como consecuencia de la disimilitud y oposición de mayorías entre
el gobierno y el Congreso, que resultó de las elecciones generales de 2016; y segundo,
discernir los aprendizajes que dejan los usos del proceso de vacancia presidencia
(colateral y ocasionalmente vinculado al uso constitucional de la gracia del indulto por el
presidente de la república), para determinar formas idóneas y equitativas de su
proposición, administración y gestión en la asamblea de representantes.

Una advertencia relevante antes del desarrollo de estas reflexiones sea la breve
explicación que planteo sobre la relación entre la vacancia y el indulto. Se trabaja la
cuestión de la vacancia presidencial y su relación con el indulto, no porque el segundo
sea ni se haya vinculado en sentido estricto la causa de la primera, sino porque el perfil
del proceso de vacancia y el desenlace de la misma estuvo colateral aunque
decisivamente influenciado o afectado por la decisión relacionada con el indulto.

1. LA NATURALEZA POLÍTICA Y CONSTITUCIONALMENTE EXTREMA DE DOS ATRIBUCIONES


DISCRECIONALES

Tanto el indulto como la vacancia son dos instituciones extremas. En ambas se pone a
prueba actitudes políticas y juicios morales cuya presencia no debe pasar indiscernida.
Hay dos mandatos que no puede dejar de tenerse presentes como principios de la acción
en los asuntos públicos o estatales. Ni el indulto es ajeno a la clemencia, al perdón o a la
misericordia, ni la vacancia puede quedar salpicada por las violencias encubiertas de la
ira, la rabia, la venganza o la cólera. La racionalidad del enfoque jurídico de una y otra
instituciones no opera en el vacío. De ahí que sea preciso plantear explícitamente la
materialidad del aspecto ético y político a partir del cual se formalizan los razonamientos
normativos. Cuando se habla de lo debido, y de lo indebido, en los procesos políticos, el
pronunciamiento no elude sino que presupone la actitud moral y política del sujeto que
razona y elabora dicho pronunciamiento.

En nuestro ordenamiento normativo se prevé la vacancia, remoción o destitución del


Presidente de la República en el Artículo 113 de la Constitución. Los supuestos para la
conclusión del mandato presidencial son cinco, según se advierte en el cuadro que se
presenta a continuación. El Artículo 89-A del Reglamento desarrolla el inciso 2 del Artículo
113, respecto a la vacancia por incapacidad moral, como consecuencia de los

4 El primer caso tuvo lugar en noviembre del año 2000, luego que se aceptaran las renuncias
de los vicepresidentes Tudela, y Márquez, y de rechazada la renuncia que mediante fax presentara
desde Tokio el ingeniero Alberto Fujimori, luego que incumpliera el permiso otorgado por el
Congreso para viajar a Brunei.

5 El primero ocurrió al inicio de la república, el año 1823, cuando se vaca al presidente José
Mariano de la Riva Agüero y Sánchez Boquete. El segundo, en 1914, se dirigió contra Guillermo
Enrique Billinghurst Angulo. Al primero por negarse a trasladar la sede del gobierno a Trujillo; al
segundo por pretender disolver el Congreso y realizar una convocatoria plebiscitaria.
planteamientos elaborados por el Tribunal Constitucional en la STC 6-2003-AI/TC, en la que
estableció requisitos para tramitar los pedidos de vacancia.

Supuestos de declaración de vacancia


de la Presidencia de la República

Muerte
Permanente Aceptación de
incapacidad su renuncia
moral o física

Resolución del
Congreso

Salir del territorio Destitución por


nacional sin infracción del Art.
permiso, o no
117 CP
retornar dentro de
plazo

La remoción de los más altos dignatarios del Estado es un remedio políticamente


extraordinario en el derecho estatal peruano. No es una tarea regular ni cuotidiana. Se
presume que quien asume y ocupa el o los más altos puestos políticos en el país reúne
especiales condiciones de honorabilidad ante la colectividad. El solo hecho de plantear la
interrogante relativa a la posibilidad, o necesidad, de cuestionar la permanencia de los
más altos funcionarios es ya una situación política y éticamente tan bizarra como
dolorosa. Afecta la calidad y confiabilidad del vínculo que liga a la población con sus
gobernantes, representantes o dirigentes. Nos deja ante el ominoso vacío de quien debe
concluir que los supremos mandos del país nos sumen en la vergüenza.

Cuando ese vínculo se lesiona el daño es más que una mera sanción personal. El manto
del castigo imprime el estigma del deshonor y de la deshonra a la sociedad entera cuya
representación y gobierno encarna el Presidente de la República... ¡así de grave!. Sólo
una condición patológica de ceguera negaría que expulsar del gobierno al gobernante es
a la vez y simultáneamente un síntoma de las incompetencias políticas del pueblo del que
él es parte, del pueblo que lo elige, y de quienes es, aunque a más de uno nos rebele
pensarlo y más aún admitirlo, copia moralmente representativa.

La vacancia, en efecto, tuvo éxito indirecto con la renuncia voluntaria del Presidente de la
República, luego que advirtiera el riesgo inminente de que quienes con su ausencia
evitaran la consumación de la vacancia expresaran su indignado asombro por haber sido
sorprendidos y por haber sido objeto de engaño. El indulto, en este caso, es un suceso
circunstancial que, en último término, es parte importante de la trama alrededor de la
salida de Pedro Pablo Kuczynski porque activa progresivamente la decisión de renunciar,
pero no tanto porque su concesión fuera el reproche principal que justificara el pedido de
vacancia, sino porque formara parte del cuadro de situaciones en las que se encontraran
indicios de no haber expresado fielmente la verdad y, por lo mismo, que incrementaran la
aceleración del trámite dentro del conjunto de casos que integraran lo que se calificó
como parte de su incapacidad moral permanente.

2. ALCANCES, PERTINENCIA Y CARACTERÍSTICAS DEL USO DE LA CATEGORÍA JUICIO POLÍTICO


El escrúpulo normativo exige que se reserven significados técnicos de las categorías y
conceptos a la referencia estricta de los fenómenos que regulan. La exquisitez de ese
escrúpulo protestaría por usos más anchos y laxos, incluyendo bajo su paraguas
conceptual realidades no específicamente asumidas en la categoría que la pulcritud
técnica reservaría a otras realidades y casos. Para abordar la cuestión que se pretende
examinar será necesario prescindir del escrúpulo y del melindre mental, recurrir a los
métodos menos pulcros y sofisticados de la civilización legal, asumir los riesgos que trae
consigo la etiqueta de la inescrupulosidad técnica, y ofrecer razones frontalmente más
básicas que las ciertamente más elevadas pretensiones que caracterizan a quienes se
adornan con los rigores y las tiesas rigideces del jurista.

En estas reflexiones se toma la opción procesalmente menos rigurosa y se adopta el


criterio de que el proceso relativo a la vacancia presidencial, como otros procesos
parlamentarios en los que se cuestiona la idoneidad y la conveniencia de remoción de
otros altos funcionarios por el Congreso de la República, son todos formas de
enjuiciamiento político. No se los confunde con el proceso de acusación constitucional
una de cuyas variantes es la formal, expresa, puntual y específica elucidación de las
responsabilidades por infracción de la Constitución que puede concluir con la suspensión,
destitución o inhabilitación del alto funcionario. Este tipo de proceso es calificado y
técnicamente reconocido como juicio político, para distinguirlo del antejuicio político, a
partir de la STC 6-2003, de diciembre del año 2003.

Según la premisa anterior entran en la categoría de juicio político tanto la vacancia


presidencial, como los procesos de censura, o de remoción de los directores del BCR, del
Defensor del Pueblo, del Contralor, del Superintendente de Banca Seguros y AFPs, o de
los miembros del Consejo Nacional de la Magistratura. No lo sería el proceso indagatorio
a cargo de las comisiones investigadoras, y quizá cupiese dudar de la pertinencia de los
procesos de interpelación o de la estación de preguntas, cuyas finalidades, si bien no son
típicamente punitivas, sí pretenden afinar la calificación y corrección de la conducta del
gabinete sobre políticas, declaraciones o comportamientos de los titulares de los diversos
sectores ministeriales.

En la categoría de juicio político que se usa en estos razonamientos se expande el


horizonte cerrado de la categoría, precisamente con el objeto de explorar experiencias
propias de una zona aún insuficientemente estudiada. El objeto de estudio, en este caso,
es cuál es la naturaleza, cuáles son los alcances y cuáles son los límites del juicio político.
Por la misma razón, a la vez, cuál es la naturaleza, cuáles son los alcances y cuáles son
los límites del juicio legal sobre materia política.

En este contexto, y dada la presentación que hago del objeto de este estudio, ¿de qué
criterio valernos para delimitar los horizontes del orden frente a su ausencia, de lo
correcto frente a lo abusivo? ¿qué es pues "lo debido", y cómo distinguirlo de "lo
indebido"? Por eso, ¿qué será lo propiamente calificable como políticamente idóneo,
aceptable o razonable, en particular en el caso de la evaluación y enjuiciamiento que se
hizo de la conducta del presidente Pedro Pablo Kuczynski Godard? ¿O no estaremos aún
demasiado próximos a la realidad como para que nuestro juicio no quede contaminado
por afectos o emociones fuertemente marcados por los sucesos que afectaron nuestras
primeras impresiones, percepciones o sentimientos? El intento que emprendemos nos
dará alguna pista y noticia en su momento.
Una primera característica objetiva del juicio político sobre la vacancia presidencial son
los hechos, documentos, declaraciones, o actos en general, verificables, a partir de la
conducta o de las actitudes o gestos que emite un sujeto político para expresar
funcionalmente su opinión, parecer, posición o decisión, o para gestionar las
responsabilidades inherentes al órgano o al cargo que ejerce en el Estado, cuya
observación, revisión o control son competencia del sujeto político que evalúa la
corrección del desempeño constitucional del funcionario evaluado. La segunda
característica objetiva es que el juicio político tenga lugar y sea exigible en sede
parlamentaria. Con esta ultima restricción se excluye de la categoría que definimos como
juicio político todo proceso igualmente político que se desarrolle en sede distinga al
Congreso de la República.

A su vez, la característica subjetiva del juicio político se refiere a la identidad del sujeto
cuyos hechos, documentos, declaraciones o actos políticos son materia de evaluación o
consideración, tanto como a la identidad del sujeto competente para realizar tales
apreciaciones desde sede parlamentaria. El sujeto que toma decisiones políticas a partir
de un puesto que se ocupa por el mandato democrático y popular es evaluado por el
sujeto a quien la Constitución le encomienda el control de regularidad y de
constitucionalidad de sus actos políticos.

La amplitud de las características señaladas permite integrar de manera genérica los


procesos de censura, o de remoción de los directores del BCR, del Defensor del Pueblo,
del Contralor, del Superintendente de Banca Seguros y AFPs, o de los miembros del
Consejo Nacional de la Magistratura y, eventualmente también el proceso interpelatorio o
la estación de preguntas. Sin embargo, dado que la finalidad de estas reflexiones se
refiere al caso puntual del proceso de vacancia por la declaratoria de incapacidad moral
del Presidente de la República, valga este esfuerzo para dejar apuntadas las nociones
que pueden integrar el concepto de juicio político en su acepción procesalmente más
amplia, contraria, ciertamente, al concepto puntual y específico reservado a una de las
formas que en el derecho constitucional peruano adopta el proceso de acusación
constitucional.

Es desde esta perspectiva, procesalmente más general, que se enriquecen los criterios
según los cuales se comprenden usos parlamentarios conforme a pautas y principios
comunes de regularidad política y constitucional. La categoría de juicio político, en sentido
estricto, puede tratarse según las reglas específicas que se reservan para el proceso de
acusación constitucional sobre materias que suponen infracción de la Constitución por
sujetos premunidos de esta prerrogativa. Pero desasir el concepto de juicio político de
dicho uso puntual permite también enriquecer modos de conceptualizar prácticas y
procesos parlamentarios según una visión discrecionalmente más razonable, menos
arbitraria y, por lo tanto, más democrática, de la voluntad política.

3. EL CONTEXTO POLÍTICO Y LOS ANTECEDENTES ESTRATÉGICOS

La posibilidad de denunciar al Presidente de la República, sin embargo, está sujeta a dos


escenarios. El primero, es el que se refiere al período durante el cual el Presidente de la
República se encuentra en ejercicio del cargo; el segundo es el que se da una vez que el
Presidente de la República concluye su mandato. Durante su mandato el Presidente de la
República no puede ser denunciado por ningún delito ni infracción que no sean los
indicados en el Artículo 117 de la Constitución; es decir, por traición a la patria, por
impedir elecciones nacionales, regionales o locales, por disolver inconstitucionalmente el
Congreso, o por impedir el funcionamiento o sesiones del Congreso, del Jurado Nacional
de Elecciones y de los otros organismos del sistema electoral. Sólo concluido su mandato
procede denunciar al Presidente de la República por cualquier infracción o delito distinto
de los previstos en el Artículo 117 de la Constitución. En buena cuenta, si existiera algún
delito o infracción imputables al Presidente de la República mientras él ocupa el cargo el
proceso no puede iniciársele.

Si acaso ocurriera que, antes del mandato presidencial, el Presidente de la República


hubiera ocupado un puesto estatal distinto, igualmente asistido por la prerrogativa de la
acusación constitucional, y fuera necesario incoar la exigencia de responsabilidad por un
delito o por una infracción constitucional cometidos en período anterior al inicio de su
mandato presidencial, sólo si ya ha transcurrido el plazo de cinco años que prevé el
Artículo 99 de la Constitución (es decir, sólo si la prerrogativa ha prescrito respecto del
antejuicio o caducado la respectiva el juicio político) cabría abrir, o continuar, el proceso
en sede judicial u ordinaria, sin que corresponda el trámite de la prerrogativa de la
acusación constitucional en sede parlamentaria. Si no ha vencido el plazo del Artículo 99,
con el inicio del mandato presidencial no es posible procesar al titular y se interrumpe el
plazo para incoarle cualquier denuncia constitucional mientras el Presidente de la
República continúa en el ejercicio, porque el Artículo 117 no distingue el origen de la
acusación, sea que se deba a algún ilícito penal o a una infracción constitucional, dentro
del período presidencial, o en período no presidencial previo asistido igualmente por la
prerrogativa de la acusación constitucional.

Si bien la finalidad del Artículo 117 de la Constitución es la preservación y cuidado de la


figura y rol de la presidencia de la república en el régimen político, no es menos cierto
que, en un supuesto grave de irregularidades en el desempeño o ejercicio de un puesto
estatal por el primer magistrado de la nación (anterior o corriente), el sistema debe
proveer de una alternativa que facilite la salida de quien, durante el curso de las tareas
que debe realizar, surgen, aparecen, se revelan o manifiestan evidencias que conducen al
descrédito y deshonra del país. Esa salida no puede ser la que regularmente conduciría al
proceso de acusación constitucional, sino la que, en general, prevén los incisos 2, 3 o 4
del Artículo 113 de la Constitución y, de manera singular, el Artículo 89-A del Reglamento
del Congreso relativo a la permanente incapacidad moral del Presidente de la República
según la calificación que a los actos o conducta otorgue el parlamento.

Sea como fuese, la prerrogativa presidencial no cubre los casos en los que el Presidente
de la República es civilmente responsable, ni comprende tampoco los relativos a la
comisión de delitos comunes anteriores o posteriores al inicio de su mandato. Sólo
alcanza los delitos de índole funcional. Si vence el plazo de 5 años que establece el
Artículo 99 de la Constitución la única vía disponible es la del proceso común, porque el
fuero constitucional a cargo del Congreso deja de asistirlo. En este supuesto el juez
competente es el de la materia e instancia ordinaria correspondiente. No corresponde
más ya el enjuiciamiento en la sede privilegiada de nivel supremo. La fiscalía suprema y la
corte suprema no pueden avocarse a una causa respecto de quien no está más
premunido del fuero constitucional reservado, por razones excepcionales, a determinados
funcionarios, sobre materia puntualmente establecida, y dentro de plazo cierto y definido.

Inapropiada e incompleta sería la comprensión del proceso de vacancia que se gestionó


en el Congreso si no se tuviera presente la estrategia conflictiva que se instaló en el
régimen político luego de las elecciones de 2016 (6). El presidente Kuczynski ganó las
elecciones presidenciales en segunda vuelta, con el apoyo de fuerzas disímiles cuyo
objetivo común fue bloquear el acceso a la presidencia de la señora Keiko Fujimori (7). La
presidencia se ganó por un mínimo de votos que sumaron tendencias políticas disímiles
entre sí provisional y ocasionalmente coincidentes en el propósito de que el fujimorismo
no tenga mayoría en ambos órganos estatales, el parlamento y el gobierno.

Luego de la victoria masiva del fujimorismo en las elecciones parlamentarias con el 56 por
ciento de los escaños (73 de 130), la suma de agrupaciones políticas contrarias a Fuerza
Popular dirigieron sus esfuerzos al apoyo de Kuczynski en la segunda vuelta de las
elecciones presidenciales (8). El favor electoral supuso la coincidencia de preferencias
marcada por el antifujimorismo. El efecto de la pluralidad de tendencias contrarias fue
tangible aunque la victoria fue por un margen comparativamente marginal y estrecho.
Kuczynski ganó la elección por 0.242 por ciento de los votos más que la candidata de
Fuerza Popular (8'580,474 a su favor y 8'539,036 votos a favor de Fujimori, con una
diferencia de 41,438 votos).

Al parecer esa victoria tuvo el sabor y la marca ocultas del encono y del despecho detrás
del disimulo. Una señal indicativa fue, en efecto, la ausencia de maneras y modales
elementales en la competencia política, como fue la incomunicación y la falta de
reconocimiento, de saludo o de felicitación al ganador (9). Gesto, además, que se agravó
con recriminaciones respecto a que la victoria habría sido obtenida de modo irregular o
ilegítimo. Estos son datos y señales colaterales que adquieren sentido conforme empieza

6 Un dato previo, que generó malestar antes de las elecciones, fue la controversial
Resolución 11-2016-JEE-LC1/JNE, que recayó sobre la imputación que se hizo a Fuerza Popular
de incumplir la ley electoral en relación con la entrega de dádivas, según lo disponía el Artículo 42
de la Ley 28094, Ley de Organizaciones Políticas, modificada por la Ley 30414. Luego de haberse
aplicado la misma norma para sancionar y excluir del proceso electoral al partido Alianza para el
Progreso, César Acuña, la resolución del Jurado Electoral Especial declara infundada la denuncia y
legaliza el acto de entrega de premios en un acto electoral, en razón a que, no obstante la
naturaleza proselitista del evento, no provinieron del patrimonio del candidato.
7 En primera vuelta ningún candidato alcanzó la mayoría absoluta. Fuerza Popular obtuvo 6
millones 115 mil 73 votos; Peruanos por el Kambio 3 millones 228 mil 661 votos; Frente Amplio 2
millones 874 mil 940 votos; Acción Popular 1 millón 69 mil 360 votos; y Alianza Popular 894 mill
278 votos.
8 La cantidad de votos alcanzados por Fuerza Popular equivalía al 24% de los votos de los
electores que concurrieron a votar; Peruanos por el Cambio 11%; Frente Amplio el 9%; Alianza
para el Progreso 6%; Alianza Popular 5,41%; y Acción Popular 4,68%. Los electores que votaron, y
cuyas preferencias no alcanzaron representación parlamentaria como consecuencia de la valla
electoral y el régimen de representación proporcional, sumaron el 40% de votantes (es decir, 40%
de votantes quedaron sin representación parlamentaria durante el período 2016-2021).

9 Para ningún observador serio del escenario electoral pasó desapercibido que el
fujimorismo careció de madurez suficiente como para respetar hidalgamente la derrota. Por el
contrario, la derrota fue el signo de una herida de difícil proceso de cicatrización. Permaneció
abierta hasta que se inmoló la víctima cuyo sacrificio redimiría el dolor de la pérdida. El duelo no
cumplió su papel reparador hasta que se humilló al responsable del las heridas que resultaron de
la contienda.
el despliegue táctico de decisiones en las relaciones entre el gobierno y el parlamento
entre agosto de 2016 y el 21 de marzo de 2018 cuando renuncia el presidente Kuczynski.

En la historia que antecede al episodio de la vacancia presidencial quizá la muestra que


mejor exprese el síntoma del malestar, del encono, o de la venganza, según como quepa
calificar la animadversión parlamentaria contra el gobierno, sea la censura al ministro de
Educación, Jaime Saavedra, en diciembre de 2016 (10). Pero la censura apenas fue la
primera señal en la elocuencia gestual de la mayoría parlamentaria, porque a ella le
sucedieron las interpelaciones a los ministros de Transportes (11), del Interior (12) y de
Educación (13) (en mayo, junio y setiembre de 2017), así como la invitación al ministro de
Economía y Finanzas (14), además del rechazo del voto de confianza solicitado por el
ministro de Economía (junio de 2017). Luego de la interpelación a la ministra de
Educación se produjo la negación de confianza al gabinete Zavala (15)y el inicio del

10 La censura fue precedida por la interpelación que tuvo lugar el 7 de diciembre de 2016
(sustentada en la Moción de Orden del Día 1083, presentada el 23 de noviembre, y aprobada el 1
de diciembre). La moción de censura se presentó el 9 de diciembre (Moción de Orden del Día
1308) y se aprobó el 15 de diciembre por 78 votos a favor, ninguno en contra y ninguna
abstención. La renuncia del ministro Saavedra Chanduví se aceptó con Resolución Suprema 315-
2016-PCM, publicada el 18 de diciembre de 2016.
11 La interpelación al Ministro Vizcarra Cornejo se realizó el 18 de mayo de 2017, luego de
aprobada la Moción de Orden del Día 2311, que se presentó el 4 de mayo. Su renuncia fue
aceptada mediante la Resolución Suprema 70-2017-PCM, publicada el 26 de mayo de 2017.

12 La interpelación al Ministro Basombrío Iglesias se realizó el 21 de junio de 2017. La Moción


de Orden del Día 2657 fue presentada el 8 de junio de 2017, y se aprobó el 13 de junio. Esta
interpelación no trajo como consecuencia la presentación de una moción de censura.

13 La Ministra de Educación Marilú Martens Cortés fue interpelada el 8 de setiembre de 2017


luego que el 25 de agosto fuera aprobada la Moción de Orden del Día 3288, presentada el 17 de
agosto de 2017.

14 El Ministro de Economía y Finanzas Alfredo Thorne Vetter, fue invitado mediante Moción
de Orden del Día 2734, presentada el 15 de junio de 2017. Se presentó en el Congreso el 16 de
junio, luego de lo cual hizo cuestión de confianza de su permanencia en el gabinete. La cuestión de
confianza fue rechazada el 21 de junio, por contar sólo con 11 votos a favor, 88 en contra y 2
abstenciones. Su renuncia fue aceptada mediante Resolución Suprema 91-2017-PCM, publicada
el 24 de junio de 2017.

15 El Ministro Fernando Zavala Lombardi hizo cuestión de confianza de la permanencia de la


ministra de Educación el 13 de setiembre de 2017. Con el oficio 178-2017-PCM/DPCM comunica
que a lo largo de mi gestión se han presentado situaciones que han dificultado la implementación
de políticas de Estado, afectando la gobernabilidad del país. En este contexto, en las últimas
semanas se ha evidenciado la intención de socavar una política de Estado, esta vez en materia de
Educación, que tiene en la reforma por la calidad de la educación y en la evaluación de docentes
sus principales pilares y respecto de las cuales existe pleno consenso en la sociedad. Sobre ellas
no hemos retrocedido ni retrocederemos. Consideramos que la moción de censura anunciada a la
Ministra de Educación, Marilú Martens Cortés, sumada a la del ministro anterior en la misma
cartera, forma parte de esta conducta de socavar las políticas de Estado que busca implementar
este gobierno en beneficio de todos los peruanos. Por ello, en mi calidad de Presidente del
Consejo de Ministros, planteo, en base al Artículo 133 de la Constitución Política del Perú, la
renovación de confianza al Gabinete que presido.
gabinete Aráoz. La suma de actos y sucesos configura el perfil de un curso de acción
deliberado que se dirigió a desestabilizar si no, además, a obstaculizar, la plenitud de la
capacidad de acción del gobierno (16).

Es innegable que cada órgano estatal procede según sus competencias; pero la cuestión
es qué competencia se opta por escoger en el contexto de correlación de fuerzas entre el
gobierno y el parlamento. Esa correlación permite estrategias de colaboración tanto como
otras de obstrucción o de bloqueo. El discurso de Fuerza Popular, lejos de admitir las
sombras o el componente bilioso de su estrategia respecto del poder ejecutivo, afirmaba
que nunca había existido mala fe y que su intención era asegurar el cumplimiento de la
Constitución y el ejercicio de las atribuciones que la Constitución le asigna.

En el juego de fuerzas antagónicas entre el parlamento y el gobierno, a fines del año 2017
el Perú observaba atónito y con pasmo dramático una seria crisis política que afectaba a
dos de las más importantes instituciones del Estado. Ante la ambigüedad e indefinición en
que quedaba el especial estatus del Presidente de la República frente al requerimiento de
que comparezca frente a la Comisión Investigadora del caso Lava Jato, la opción de
parapetarse bajo el manto protector de la inimputabilidad generó un costo tan grande que
terminó debilitando traumáticamente la figura del jefe de Estado. Por esta razón es
necesario revisar los hechos reconocer cuál es el marco al que deben ajustarse
democráticamente los actores que en esta compleja y penosa situación protagonizan el
procesamiento de la crisis.

Los sucesos que emergen en medio de sospechas inoportuna, inadecuada e


insuficientemente desmentidas, no hicieron sino agravar la institucionalidad presidencial
en el Perú. No obstante, lo que pudo de otro modo constituir un acontecimiento
afortunado, con reflejos tácticos y reflexivos algo tardíos el Presidente tendió lenta e
inseguramente un ramo de olivo al Congreso para cruzar el espinoso puente de la
desavenencia y de la discordia política, en medio, ciertamente, de una multitud implacable
de medias verdades, de malos entendidos, velados subterfugios y disimuladas
recriminaciones accediendo con dudoso e inseguro talante de condescendencia a
comparecer ante la Comisión Investigadora Lava Jato.

La cuestión de confianza fue debatida en la sesión del 14 de setiembre de 2017, y a los 10 minutos
del día 15 de setiembre se votó. El rechazo de la cuestión de confianza contó con el voto de 77
congresistas. Los votos a favor fueron 22, y las abstenciones 16. Las renuncias del gabinete
Zavala fueron aprobadas mediante sendas resoluciones supremas, publicadas en 18 de setiembre
de 2017.

16 La presentación de este perfil no ignora el relato paralelo que tejió la mayoría parlamentaria
para exhibir una atmósfera de cordial, razonada y objetiva colaboración con el gobierno, como era
la supuesta docilidad con la que otorgó el voto de confianza a los gabinetes Zavala y Aráoz, la
concesión de facultades delegadas, y la buena fe con la que ejercitó la potestad de control de los
decretos legislativos de los que dio cuenta el gobierno.
La narración de la disposición colaborativa de la mayoría parlamentaria hacia el gobierno es
precisamente la superficie o pantalla debajo y detrás de las cuales debe tratar de encontrarse un
sentido menos literal en el discurso de la colaboración. Negar la escalada con que se orquestó una
victoria compensatoria por la derrota electoral requiere, salvo importantes grados de cinismo o de
escepticismo fundamentalista, un grado intenso de crudeza moral debajo de la epidermis política.
El relato de la diligencia mimetiza y enjuaga la estrategia de la confrontación que se tejía material,
concreta y efectivamente bajo el manto de la regularidad procesal y normativa.
Existe la obligación general de comparecer ante una Comisión Investigadora del
Congreso, no menos que existe un necesario y sólido blindaje de inmunidad constitucional
al presidente de la república que, en circunstancias normales, no habría hecho
indispensable invocar el viejo principio de que the king can do no wrong. En efecto, tanto
como se indispensable que no quede ningún ejercicio del poder sin escrutinio público, sea
o no parlamentario, no es menos cierto ni importante que existan garantías suficientes
para que quien tiene la obligación y responsabilidad de conducir el destino del país como
la figura más representativa de la nación, no se vea afectado ni impedido de
desempeñarse con libertad. El impedimento en el ejercicio de la presidencia,
independientemente de la obligación que tiene todo ciudadano de conformar su acción y
vida al orden político y constitucional del Perú, importa una carga que debilita la
capacidad del puesto directivo más relevante e importante en el país.

4. LOS LÍMITES DE LA INDAGACIÓN Y DE LA INDEMNIDAD

Se trata de dos bienes constitucionales que deben contrastar los operadores del régimen
político. Ambos bienes son parte de la estructura del Estado: o la indagación y pesquisas
parlamentarias, o la innecesaria indemnidad del Presidente de la República para que
cumpla la función política que le corresponde. Ni el Congreso debe actuar de forma que
afecte o impida el ejercicio competente de las tareas a cargo del Presidente de la
República, ni el presidente debe invocar el estatuto que la Constitución le reconoce para
eludir responsabilidades que afecten la dignidad con la que corresponde desempeñar el
cargo.

Las comisiones investigadoras tienen una misión qué cumplir cuando se abocan a la
indagación sobre hechos o conductas que configuran una situación de interés público.
Esta misión no se realiza independientemente de los medios con los que cabe alcanzar el
fin. La capacidad de citar a quienes dispongan de información o que estén en capacidad
de proveer alcances que ayuden a esclarecer la situación materia de investigación es
restringida por el sujeto o titular de un puesto estatutariamente protegido, así como por la
materia respecto de la cual el sujeto está eximido de los alcances de su estatuto.

En cuanto la afirmación anterior afecta la situación del Presidente de la República debe


atenderse a que su estatuto tampoco le brinda protección ilimitada. No obstante que no
pueda procesárselo a través de una acusación constitucional, esta protección tiene
carácter específico y puntual. Se trata de una excepción respecto del tratamiento de todos
los otros funcionarios que también cuentan con la prerrogativa de la acusación
constitucional. Es decir, una excepción singular dentro de las excepciones generales para
no cuestionar la acción presidencial.

¿Cuál es el alcance de esta excepción de excepciones? Primero, que el Presidente de la


República sólo puede ser denunciado por cualquier materia de las previstas en el Artículo
99 de la Constitución, no durante su mandato presidencial, pero sí una vez concluido este.
Segundo, que además de poder ser procesado por las materias indicadas en el Artículo
117 de la Constitución, también cabría su procesamiento por la comisión de delitos
comunes, o por causas distintas en materia no penal, como la civil o administrativa.

Definido el núcleo duro del estatuto presidencial quedan a salvo aspectos desvinculados o
independientes de la protección que la Constitución le confiere. No ocurre que el
Presidente de la República cuente con inmunidad procesal absoluta. La suya no es una
inmunidad susceptible de cubrir o extenderse a todas las esferas de su existencia como
sujeto o como ciudadano. El distingo no lo consigna de modo expreso la Constitución. Se
deduce de mínimos de entendimiento y sensibilidad respecto a la decencia y
honorabilidad con las que se desempeñe la más alta magistratura en el Estado peruano.

Si la Comisión Investigadora debe citar al Presidente de la República lo hace luego de


valorar el ámbito dentro del cual no incurra ni genere daño en el ejercicio del puesto
presidencial, y asegurándose también que la petición de colaboración que le curse
respecto de la indagación que tiene a su cargo no está cubierta no se encuentra dentro
del núcleo duro de la prerrogativa especial de la que está premunido. Existen materias o
aspectos ajenos a los que la Constitución hace referencia explícita que no premunen ni
eximen al Presidente de la República ni del examen ni de la rendición de cuentas
respectiva. Entre esos aspectos se cuenta la eventual comisión de delitos comunes antes
o durante su período, y las materias de índole civil (17).

Los asuntos que se encuentran en una dimensión incierta serían los vinculados a
presuntas faltas, responsabilidad, o delitos cometidos en el ejercicio de funciones que
tuvieran origen en un período anterior a aquél en el que se cumplen funciones
presidenciales. ¿Es indemne el Presidente de la República, durante su período, respecto
de actos o hechos imputables a su persona que se habrían generado o cumplido antes
del inicio de su período, sean o no actos o hechos realizados en el ejercicio de funciones
públicas o estatales distintas a la presidencial?

La regla general es que ningún ciudadano, sin excepción de cargo, rango o puesto en que
se encuentre u ocupe, es exento de sanción por las faltas que comete contra el orden
constitucional y legal. Para que el orden constitucional y legal se fortalezca, sin embargo,
la propia Constitución fija reglas que, a la vez que amparan la igualdad democrática de
derechos ciudadanos, permiten a la autoridad mantenerse en el puesto para garantizar
niveles razonables de convivencia y de afirmación de esos mismos derechos. El
Presidente de la República ocupa una de esas posiciones críticas dentro del Estado cuya
inmutabilidad es indispensable para que toda la estructura cuente con mínimos
necesarios y básicos de estabilidad y de gobernabilidad (18).

17 La historia privada de una figura pública es una sombra inseparable del personaje que el
pueblo inviste con la personificación de la nación. La irresponsabilidad que la Constitución peruana
reconoce al Presidente de la República tiene como alcance específico la irreprochabilidad de
cualquier acto suyo durante el ejercicio de las funciones que desempeña en el período de su
mandato.
El Presidente no puede ser acusado durante su mandato, es cierto, pero la inimputabilidad del
Presidente no lo exime de comparecer ni de colaborar con el cumplimiento de las legítimas
funciones constitucionales que ejerce el Congreso a través de una de sus comisiones
investigadoras en general, pero en especial si existe algún indicio que amerite la necesidad de
descartar responsabilidades que ensombrezcan la permanencia en el puesto presidencial.
18 La dinámica derecho vs. Estado está en la base de la institucionalidad y de la sociedad
moderna. La igualdad de derechos está presupuesta en la existencia del Estado moderno. Lo que
permite la exigibilidad de los derechos, de todos y de cualquiera, es la existencia de ese Estado
que los reconoce y los salvaguarda. De ahí la ambivalencia que ocasionan situaciones en las que
la maximización de pretensiones por el reconocimiento de los derechos ante el Estado puedan
significar o causar efectos contrarios a la propia sobrevivencia del Estado al que se exige tal
reconocimiento.
5. ¿INCAPACIDAD MORAL?

Es en el marco de los antecedentes y contexto referidos que, con amenazante y sórdida


persistencia, rampaba en el Congreso el pedido de vacancia del presidente Kuczynski por
incapacidad moral permanente... de la mano con la sugerencia de que, para evitarlo, el
destinatario del pedido renunciara voluntariamente al cargo. ¿Qué escenarios se
presentan en esta filosa situación, en un contexto en el que el gobierno carece de mayoría
parlamentaria suficiente para apoyar su gestión, en el que la agrupación oficialista está
insuficientemente cohesionada, y en el que, por último, la mayoría parlamentaria y sus
aliados, bajo la inocultable y animosa sombra de Némesis, hacen uso de los procesos y
se rigen por la violenta disposición de estrategias agresivamente beligerantes?

En primer lugar, mientras exista el espacio abierto para la indagación y para las pesquisas
con las que se tiene el propósito de definir alcances de hechos de interés público, lo
regular es que, primero, se obtenga la información, se la procese, se la evalúe y analice, y
luego se planteen las hipótesis que mejor expliquen los sucesos investigados, antes de
establecer conclusiones o las recomendaciones que del caso sea razonable deducir.
Pasar por alto este importante proceso, en el contexto que se pone y compromete a la
conducción del país, importaría un acto temerario de precipitación.

El planteamiento sumario de la vacancia presidencial, en omisión o carencia del proceso


investigatorio en curso, representa una estrategia histriónica y teatralmente impactante. El
propio presidente decía que se trataba de una vacancia express. Una vez más. Mientras
existe, como en efecto existe, un proceso parlamentario regular, cuyo fin es precisamente
obtener información primero, para luego evaluarla, analizarla, merituarla y llegar a
hipótesis verificables sobre las irregularidades que pudieran encontrarse, ¿cómo
apresurar una vacancia presidencial, por renuncia o por incapacidad moral permanente,
cuando lo política, moral y jurídicamente razonable es que, primero, se obtenga
información, se la clasifique según su pertinencia y relevancia, y se la seleccione según
su capacidad probatoria respecto de los hechos que se investiga?

Descartada la opción constitucionalmente preferente y mejor ponderada, la alternativa de


dar por precluída la investigación y sustrayéndola funcionalmente, en la práctica de la
competencia de la Comisión Lava Jato, como consecuencia de la incoación del proceso
de vacancia, no queda más remedio que examinar la estructura de esta figura
constitucional. Lo que debía probarse era que, según alegaban quienes pedían la
vacancia, existiera incapacidad moral permanente. El principal (y no único) argumento
para calificar como tal la conducta presidencial era que habría mentido, y mentido de
manera reiterada (19). Un congresista incluso calificó al presidente de mitómano (20). Los

Por lo tanto, es preciso no adoptar medidas que priven al Estado del espacio indispensable para
que opere efectivamente, sin recortes marginales. Los descuidos que traen como resultado el
debilitamiento del Estado importan a la larga el deterioro y la vulnerabilidad de los derechos
ciudadanos. Por ello se impone una actitud de equilibrio conforme a la cual no se descuiden las
acciones medidas o prerrogativas cuya finalidad es el fortalecimiento del Estado. Sin un Estado
fuerte todo derecho se afirma sobre la base de una debilidad estructural e institucional tan precaria
que termina significando la esterilidad de los derechos supuesta e imaginariamente conquistados.
19 En entrevista televisiva llevada a cabo en el programa Agenda Política, de Canal N, el día
10 de diciembre de 2017, la presidenta de la Comisión Lava Jato señaló que el presidente Pedro
argumentos colaterales, sobre los que se habrían construido las mentiras, tendrían que
hacer con el poco delicado e inadecuado manejo de sus intereses particulares en materia
financiera durante el ejercicio de las responsabilidades públicas que desarrolló en su
trayectoria profesional en puestos estatales y privados.

Porque el proceso de vacancia se articuló en el parlamento peruano, desde su inicio,


como una imputación relativa a la incapacidad moral del Presidente de la República, no
resulta fácilmente distinguible la dimensión política del juicio que se realiza sobre su
desempeño, sobre su conducta y sobre su persona, de la dimensión moral sobre estos
mismos aspectos.

La dimensión política se caracteriza tanto por el objeto respecto del cual se pronuncia el
juicio, como por el sujeto que lo emite y el sujeto a quien se enjuicia. El Congreso es el
sujeto constitucionalmente habilitado para valorar la conducta política del sujeto cuyo
desempeño o cuya conducta es presuntamente reprensible o calificable como moralmente
incapacitante. A su vez, la dimensión moral de un sujeto que realiza, o que revisa, los
actos políticos no es inmune al ánimo desde el que se enjuician esos actos o conductas
políticas o el desempeño integral, propiamente dicho, del cargo político.

La corrección del juicio moral es indesligable del ánimo político de quien valora los actos
objeto de control. Así como está previsto que la calificación de la conducta del Presidente
de la República sea susceptible de valoración política y no más bien ajena a la posición
indesligablemente política de quien ocupa el papel de árbitro de la incapacidad moral,
también es una exigencia que la valoración o juicio político del árbitro no se cumpla de
modo arbitrario ni inequitativo.

Se trata de juicios morales sobre actos y por sujetos en ejercicio de un puesto político. El
evaluado y su juez, ambos, ejercen un puesto y una actividad ineludiblemente política en
el proceso en que se considera los actos políticos objeto de valoración desde una
dimensión moral. Por lo tanto, no parece factible que la corrección de la conducta a
evaluar tanto como la corrección del uso del juicio del árbitro dejen de ser juicios
políticamente construidos, no obstante que la materia y la conducta objeto de valoración
se aisle y reciba el calificativo desde una supuesta autonomía moral. No hay un campo
aislado en el que el juicio sea única y exclusivamente moral.

Pablo Kuczynski (...) ha omitido información sobre su desempeño laboral y las asesorías que lo
vincularían con la empresa brasilera Odebrecht. En una carta que envía a la comisión (Lava Jato),
textualmente señala en la página 7 de su carta ‘Puedo afirmar que no he tenido relación
profesional ni comercial con las constructoras brasileñas ni con sus consorciadas peruanas’, luego
dice ‘He hecho una consultoría para H2 Olmos’, que es una empresa conformada por dos
empresas del grupo Odebrecht, ¿si eso no es una mentira entonces qué sí es una mentira? (...) Yo
creo que ha mentido en más de una oportunidad. Su periodo de gobierno es relativamente corto y
en este periodo ha dicho varias mentiras y miente de forma personal. Él suscribe una carta en la
que suscribe una mentira (…) entonces no estamos hablando de una mentira, de una omisión, sino
de una conducta que ha venido siendo reiterativa a través del tiempo.

20 La referencia alude a la calificación que hizo el congresista Héctor Becerril en el debate


sobre la moción de vacancia que tuvo lugar en diciembre de 2017.
La incapacidad moral es una categoría afortunada, o infelizmente, consignada en el
elenco de causales por las que el Presidente de la República puede ser removido (21). Si
bien los argumentos recientemente utilizados han sido la relación con la mentira, esta
categoría es igualmente aplicable a la ocurrencia de actos reprensibles o bochornosos,
como pudiera serlo la comisión de ilícitos graves, en particular si se trata de delitos (en
particular si son flagrantes) y ajenos al desempeño o ejercicio de la función (22).

Ahora bien, la finalidad de estas reflexiones incorpora una esfera adicional en la


evaluación de conductas y juicios políticos desde una perspectiva moral. La
bidimensionalidad de la materia de los usos del puesto y del ánimo político en un juicio
sobre la moralidad de la conducta o del desempeño no escapa, simultáneamente, al filtro
de una y otra esferas desde una perspectiva ni política ni moral. El filtro de la legalidad o
de la juridicidad no es excluible en el análisis del escenario en que confluyen la realidad
política de sujetos que deben emitir un juicio sobre la moralidad de quien pertenece o a
una agrupación afín, o a la agrupación de quien con ella compite. Finalmente, la realidad

21 La capacidad moral en sentido clásico se entiende como la facultad de un sujeto de


enjuiciar razonadamente, o formarse juicios, sobre aspectos morales de la realidad. La
incapacidad permanente de enjuiciar razonadamente la realidad moral convierte al sujeto en un
ente psíquica, irremediable y definitivamente impotente para hacerse cargo de sus actos, conducta
o comportamiento, de modo similar al que afectaría a un sujeto física y permanentemente
incapacitado.
Este sentido clásico difiere con el que confusamente se usa, improvisada y espontáneamente, para
dar por moral y permanentemente incapaz a quien se atribuye faltas morales en su conducta
respecto de actos puntuales en el ejercicio de sus atribuciones. Lamentablemente la imprecisión
sobre el sentido que debe darse al concepto conduce a usos impropios con los cuales se generan
daños política y moralmente irreparables en el régimen político.
Si lo que se reprueba es el carácter permanente de la incapacidad moral del presidente de la
República dicha permanencia sólo se encontrará en quien no adolece de una incapacidad relativa,
ocasional ni temporal. Un cuadro de esa naturaleza sólo cabría encontrarlo en quien padece de
una psico o sociopatía. No en quien incurra en alguna falta puntual contra la moralidad.
Lo que parece sancionarse bajo el concepto de incapacidad moral permanente, por lo tanto, más
parece ser una situación en la que el presidente de la república padezca de un grado tal de
debilitamiento de sus facultades mentales, y no físicas, que le impida actuar como si fuera dueño
de sus propios actos o conducta.

22 Delitos comunes como el homicidio, la violación de la libertad personal o sexual, la


extorsión, el contrabando, el tráfico ilícito de drogas, la desaparición forzada, la tortura, o la
falsificación de documentos, son obviamente formas de conducta moralmente reprensible, cuya
comisión cabe invocar como causal para incoar un proceso de vacancia. Lo dificultoso, sin
embargo, es la construcción de un caso delictivo dentro del carácter permanente de la
incapacitación moral que se pretenda.
La inmunidad presidencial acompaña sólo respecto de la naturaleza funcional de las imputaciones
que se realicen. No las que afecten la dimensión privada, particular o personal de su desempeño o
comportamiento. Si procede y se aprobara la declaratoria de vacancia por la comisión de un delito
común, dado que el Presidente de la República no goza de las inmunidades de proceso y de
arresto, luego de su destitución por el delito común calificado como causal de incapacidad moral
permanente el titular debiera quedar sometido a la jurisdicción penal ordinaria. No corresponde el
procesamiento ante la Corte Suprema, porque no se trata de un delito en el ejercicio de la función.
Contrariamente, por lo tanto, cuestiones como la mentira reiterada o sostenida, durante el ejercicio
de la función, son válidamente invocables como sustento para provocar la vacancia presidencial,
sin que, para este efecto, sea exigible el proceso de acusación constitucional.
política en razón de la cual existe una Constitución se rige por pautas que se basan en
parámetros de una racionalidad valorativa que se derivan de la legalidad y que, por lo
tanto, se construyen desde una visión presunta y libidinalmente autónoma de la política y
de la moralidad.

Más allá de los gestos y de la política del espectáculo es necesario precisar (1) qué actos
son a los que se califica como mentirosos en particular o en general como moralmente
reprensibles, descalificantes o incapacitantes en el ejercicio de la presidencia de la
república (23), (2) si las supuestas mentiras (o actos imputables dentro de la categoría de
incapacidad moral) tienen carácter recursivo, sistemático, continuo, en grado tal que
obedezcan a un patrón anómalo o patológico, (3) si no existe mentira alguna (o acto
moralmente reprochable como incapacitante del ejercicio del cargo presidencial), o (4) si
existiera alguna mentira (o conducta moralmente inhabilitante) de naturaleza esporádica,
episódica, eventual o atípica.

El calificativo moral debe quedar respaldado en hechos que se adecúen a la categoría


que consigna la Constitución. El juicio moral del árbitro es tan materia de evaluación,
como lo es la capacidad de enjuiciamiento moral del presidente de la república en
ejercicio y desempeño de sus atribuciones constitucionales. Obviamente, en un contexto
tan inasible como lo es la calificación de un acto como sustentado o carente de moralidad
supone niveles altos de riesgo, porque quienes emitan el juicio moral no tendrán mayor
referente que el de sus propias consciencias y convicciones, desde las cuales elaborarán
la racionalidad y estándares que invocan para calificar, o para descalificar, los hechos y
conductas por los que se imputa inmoralidad al funcionario objeto de cuestionamiento.

Lo que de inmoral exista en el reproche al Presidente de la República es condición de la


incapacidad que se le atribuya para ocupar el puesto. La incapacidad consiste en un
cuadro de tal gravedad que configura la merma en la calidad del ejercicio por quien ocupa
y a quien le corresponde el estatus presidencial.

Si convenimos en que el principio para comprender la conducta ajena es la buena fe, el


cuadro ante el que nos encontramos, al parecer, no es uno de mentiras ni de
simulaciones, sino más bien de negligencia por insuficiente cuidado y pulcritud en el
efecto que tiene el ámbito de los negocios en el estatus que, según nuestra Constitución,
le corresponde a un alto funcionario público, sea ministro o presidente. Puede incluso
tratarse de un caso de grave descuido al minimizar la relevancia y sensibilidad
constitucional sobre el aspecto del ejercicio de la actividad lucrativa y su relación con el
desempeño de la función ministerial. O puede también tratarse de un caso incipiente de
pérdida de la memoria o de la atención.

Salvo que nos valiéramos de ese tipo de estándares mínimos y apresurados para
expresar juicios fulminantes sobre cualquier acto humano, no resulta claro que haya
intención de mentir, aunque sí es cierto, e incuestionable, que existen obvios vacíos e

23 La mentira como acto inmoral (antes que la sucesión o reiterada de actos que configuraría
la continuidad de un estado) no se produce con la omisión involuntaria. Supone el ánimo
deliberado, la intención, el propósito o la voluntad, de presentar como verdad hechos que no lo
son, de negar los hechos, de ocultarlos o encubrirlos, o de simularlos. El olvido, el descuido, la
ignorancia, el desorden, la confusión o la negligencia, no son en sí mismos asimilables al acto en el
que queda tipificada una mentira.
irresueltas inconsistencias, ninguna de las cuales basta para presumir ánimo inicuo en el
Presidente de la República, ni para descalificar la idoneidad presidencial, a partir de las
dudas que lícitamente despiertan los hechos conocidos, ni para calificar su conducta
como un acto antiético o inmoral de falsear, con pertinacia, la verdad. Existen
inconsistencias en declaraciones formales expresadas por el mismo sujeto, pero la
inconsistencia no equivale a la mentira (24).

Si es un indicio de algo puede serlo de varias cosas, y no hay certidumbre ni certeza


sobre qué sea en lo que consista salvo la distracción, la falta de memoria, o incluso la
negligencia, a menos que existieran indicios o datos de un deterioro notable de las
facultades mentales de quien incurre en las inconsistencias anotadas. Podría tratarse de
un caso de incapacidad, pero no moral ni permanente. Y la incapacidad puede ser de tres
tipos: mnemónica, actitudinal, o constitucional, que se agudiza como consecuencia del
sesgo o deformación congénitos de quien tiene la trayectoria y experiencia profesional del
mundo de los negocios y de las finanzas. Para un escéptico, a juzgar por los hechos, no
es apropiado el término inmoral para las conductas o actos públicamente expuestos. La
ligereza de juicio sumado a la ingenuidad pueden combustionar respuestas similares a las
que en su momento caracterizaron a los procesos inquisitoriales de fines de la alta edad
media.

6. LA VÍA PREVIA NATURAL Y LA VACANCIA PRESIDENCIAL

A partir de estas primeras impresiones será necesario precisar en mayor detalle qué actos
imputables al Presidente de la República configuran los supuestos de turpitud moral que
prevé el inciso 2 del Artículo 113 de la Constitución. Desde el punto de vista institucional,
existen reglas y procedimientos preestablecidos que contienen pautas centrales sobre
cómo proceder, tanto ante circunstancias frecuentes y ordinarias como excepcionalmente
delicadas, extremas o extraordinarias. La mayor o menor sensibilidad, o empatía, con que
impacten en la dimensión subjetiva de los afectos personales, las situaciones
políticamente infrecuentes deben alinearse a la estructura normativa preexistente. Cuando
un país cuenta con una estructura normativa que rige efectivamente en la vida colectiva,
lo que distingue un Estado de derecho, de un Estado fallido, es el respeto efectivo y el
cumplimiento leal a las normas vigentes.

En el caso estudiado la vía natural para revisar presuntas irregularidades en el ejercicio


de los más altos funcionarios de la república son las comisiones investigadoras. Su misión
es proveer de insumos que disminuyan el espectro de conjeturas o suposiciones
relacionadas con eventuales inconductas o malos manejos en la gestión o desempeño de
puestos de gobierno en las más altas instancias de nuestro régimen constitucional.

Bajo la perspectiva institucional, y de conformidad con las reglas y principios del debido
proceso, debe tenerse en cuenta el escenario natural que tienen los principales

24 Si bien para la opinión pública parece no caber duda que existió ánimo de desviar la
atención de las investigaciones mediante comentarios elusivos, incompletos o contradictorios en
las explicaciones que intentó ofrecer el presidente Kuczynski, desde el punto de vista legal esos
comentarios no son calificables como signos de dolo hasta que se corrobore y verifique el ánimo
de engañar ocultando deliberadamente la verdad. Mientras no se obtenga evidencia suficiente rige
la presunción de inocencia y para que dicha presunción pierda su carácter es necesario demostrar
que los hechos la desvirtúan.
protagonistas de la interacción en el proceso de control de moralidad de la presidencia de
la república. El primer escenario se define, decide y configura entre dos extremos según,
por un lado, los dichos, la evidencia y la documentación que alcance al proceso de
vacancia con que cuente la Comisión Investigadora, y los que le suministre el Presidente
de la República en la sesión en que lo reciba para sustentar consistentemente el deslinde
de sus presuntas responsabilidades y explique las que previamente negó tener, a la vez
que, por otro lado, según el ánimo, o la animosidad, que impulse a la mayoría
parlamentaria, nutrida por los elementos sólidos y razonables de convicción en el sentido
que fuere, a partir de las respuestas ofrecidas, exhibidas y valoradas en el proceso
investigatorio.

Habiendo de por medio un proceso de investigación parlamentaria, respecto de actos en


los que se involucra al Presidente de la República, ¿procedía iniciar un proceso
sancionatorio, como lo fueron los dos procesos de vacancia, contra el mismo alto
dignatario? La respuesta no es lineal. Debe atenderse a las peculiaridades e
idiosincrasias inherentes al caso y al proceso en los que se revisa la idoneidad del
comportamiento que se reprocha al Presidente de la República. Corresponde deslindar
los extremos de la materia investigada respecto de los hechos por los que se reconviene
o recrimina a dicho alto mandatario.

Mientras la Comisión Lava Jato seguía en funciones lo constitucionalmente regular, y


natural, era que se exigieran exhaustivos, seguros y prolijos elementos de convicción,
evidencia y demostraciones, y que sólo luego se arribara a conclusiones o
recomendaciones sobre la culpabilidad o sobre la inocencia de cualquier persona, sea o
no el más alto funcionario del Estado o el más humilde de nuestros ciudadanos.

Desconocer el proceso en curso como parte de la vía natural configura una situación, sin
lugar a mucha duda, de un amañado caso de insuficiente protección, y por lo tanto de
indefensión, de la figura probablemente más representativa de nuestro régimen político.
¿Es éste un ejemplo de cómo se consolida la democracia cuando quienes representan al
pueblo dejan que la pasión tome sumariamente su ánimo y la emprenden sin las garantías
suficientes del debido proceso contra la más alta autoridad nacional? Cabe, cuando
menos, discutirlo antes que llevar a la presidencia al holocausto sin atender ni escuchar,
imparcialmente, cuanta explicación posible exista.

Si la vía idónea para examinar las eventuales, o presuntas irregularidades en la conducta


del presidente de la República, fuera el desarrollo y conclusión de las actividades
indagatorias en la comisión investigadora Lava Jato, ¿cómo entender que, lejos de
continuar regularmente con las pesquisas en curso se utilizara evidencia suministrada a
dicho órgano parlamentario para incriminar públicamente al presidente en los medios de
comunicación? ¿No riñe con la lógica de la reserva de la investigación que, sin que la
comisión haya tenido ocasión de conocer ni de examinar o contrastar la documentación
recibida, se exponga mediáticamente la integridad moral del presidente? ¿qué respeto
puede guardarse para la comisión investigadora que se usa como catapulta para lapidar
mediáticamente la figura, imagen o persona del presidente de la república, sin haberle
reconocido la oportunidad de expresar su versión ni sus descargos en relación con la
información que se presenta ante la comisión investigadora, y sin hacer conocer además
a los miembros de ésta sobre los datos que se optó por compartir y ventilar ante la
prensa?
Una vez realizada la acción en medio de la precipitación, de la imprudencia y de la escasa
sensibilidad con respecto a valores humanos reconocidos y consagrados en la
Constitución, el daño quedó causado. La opinión pública quedó tallada y cincelada a puño
limpio con el concepto que se impuso sin que el afectado contara con medios oportunos ni
apropiados para exponer su verdad. Medir el daño que ocasiona la divulgación prematura
de información carente de valoración ni merituamiento justo carece de propósito ni
viabilidad. Simplemente más parece un caso de envilecimiento, de lapidación o de
linchamiento público, que un proceso político equitativo para determinar las eventuales, si
acaso, responsabilidades que podría tener el presidente de la república en relación con
los hechos contenidos en la información que se remite a la comisión investigadora.

La incertidumbre que enturbia la recta apreciación de los hechos habría hecho


desaconsejable optar por el súbito y repentino proceso de vacancia. La precipitación de
una declaratoria de vacancia, prescindiendo del curso parlamentariamente natural que
representa la culminación del proceso a cargo de la Comisión Investigadora, importa un
grave error lógico y ético: el que consiste en condenar sumarísimamente a alguien que,
por las razones que fuese, aún no se ha escuchado ni de quien se haya recibido pruebas,
evidencia, documentos ni indicios sobre el compromiso que lo afecte en los sucesos sobre
los que, precisamente, porque aún no se conoce suficientemente el tema, se optó por
investigarlos a través de un proceso parlamentario.

En términos gruesos, bien cabría afirmar que la vacancia del presidente Kuczynski se hizo
efectiva, por adelantado, con la vulneración del debido proceso parlamentario, conforme
al cual se espera que antes de cualquier incriminación se concluya con la investigación en
curso. El extraer del proceso de investigación un documento del que no se llegó a dar
cuenta ante la comisión y, por lo tanto, que no se examinó ni valoró por los miembros de
ella, ni se corroboró sus alcances con las personas que lo entregaron ni con el propio
afectado, es una irregularidad procesalmente cuestionable, no obstante el impacto público
que haya sido capaz de generar el destape con el escándalo público que causó en la
sensibilidad colectiva. Toda vez que el propósito de este análisis es comprender los
alcances de la vacancia como un proceso constitucional, debe continuarse con el examen
de los elementos que integran el caso que se inició en paralelo al desarrollo de la
actividad investigadora de la Comisión Lava Jato.

La contextualización de la revelación de esa información importa un acto de priorización


de métodos. ¿Cómo justificar la extracción de información de un proceso parlamentario en
curso para forzar el respaldo al proceso de vacancia, sin que haya existido opción para
contrastar y para corroborar los alcances de la información recibida antes de exponer el
documento públicamente sin medir el daño que pudiera ocasionar la ausencia de
valoración y de merituamiento del documento que se optó por mostrar al público y a los
medios de comunicación?. Esta anomalía puede tener la categoría de indicio de una
estrategia dirigida a menoscabar y a debilitar a un adversario político, antes que de un
hecho regular en el proceso de investigación del alto funcionario supuestamente
comprometido en los asuntos de interés público sobre el que le encargó indagar el Pleno
del Congreso.

7. EL PROCESO DE VACANCIA POR INCAPACIDAD MORAL PERMANENTE


El proceso de vacancia por incapacidad moral permanente se rige por las reglas y
requisitos que consigna el Artículo 89-A del Reglamento del Congreso. Según dicha
norma cabe distinguir los requisitos procesales según cuatro etapas, la presentación, la
admisión, la aprobación y la vigencia. Dichos requisitos se presentan en el cuadro que se
adjunta a continuación.

REQUISITOS PARA LA VACANCIA PRESIDENCIAL POR INCAPACIDAD FÍSICA O MORAL


(ARTÍCULO 113 INCISO 2 DE LA CP)
Presentación Admisión Aprobación Vigencia
• Moción de Orden del • Remisión de copia al • Pleno acuerda día y • Acuerdo consta en
Día Presidente de la hora para debate y Resolución del
• Firma de 20% del República, a la votación. Congreso.
número legal de brevedad • Sesión no tiene • Resolución se
congresistas (26 • Voto de no menos lugar antes del publica en El
firmas) del 40% de tercer día siguiente Peruano dentro de
• Sustento en congresistas a la votación de la las 24 horas
fundamentos de hábiles admisión de la • La resolución rige
hecho • La votación de moción, ni después desde que se
• Sustento en admisión se realiza del décimo. comunica al vacado,
fundamentos de en la sesión • Cabe plazo menor al Presidente del
derecho siguiente a aquella con acuerdo de 4/5 Consejo de
• Acreditación en la que se da partes del número Ministros o desde la
documental cuenta de la Moción legal de fecha de su
• Señalar dónde se congresistas (104 publicación
encuentran los votos).
documentos que • Acuerdo de
acreditan hechos y vacancia se toma
sustento con no menos de
2/3 del número
legal (87 votos).
Elaboración: propia

Según el artículo 89-A del Reglamento del Congreso el instrumento con el que se inicia el
proceso es una Moción de Orden del Día presentada por lo menos por 26 congresistas,
que equivale al 20 por ciento del número legal. La Moción debe motivarse con sustento de
hecho y de derecho, además de la documentación conforme a la cual puede acreditarse
las afirmaciones relevadas en la Moción. Esta Moción tiene preferencia en el debate, lo
cual importa que debe tramitársela antes que cualquier otro asunto pendiente en la
agenda o el orden del día. Considerando que existe una redacción similar en relación con
las mociones de interpelación a los ministros de Estado, cabe entender que por la mayor
gravedad y significado que tiene para la conducción del país, no obstante coexistir un
mismo tipo de provisión para ambas situaciones, la que prevalece en caso de
concurrencia debe ser el tratamiento de la moción relativa a la vacancia de la presidencia.

El Presidente de la República está asistido de la facultad de recibir el texto de la moción


presentada, y durante el proceso de debate que ocurra en su oportunidad cuenta con
espacio de 60 minutos para realizar su defensa y los descargos correspondientes, por sí
mismo o con asistencia de quien él designe como defensor o letrado.

Luego de presentada la Moción y de correrse traslado al Presidente de la República, el


Reglamento preceptúa que debe consultarse la admisión de dicha Moción. El número de
votos requeridos para admitir la Moción es el que represente una cantidad de
congresistas superior al 20 por ciento de los hábiles. La fecha en que debe votarse la
Moción también tiene una previsión: no puede dejar de consultarse en la sesión siguiente
a aquélla en la que se da cuenta de la Moción.

Si la Moción es admitida el Reglamento establece como siguiente paso el debate y


votación del pedido de vacancia. Como ocurre con las mociones de interpelación y de
censura, las de vacancia del Presidente de la República también cuentan con el
denominado período de enfriamiento, que para este caso consiste en que el debate no
puede iniciarse antes del tercer día ni luego del décimo. Sin embargo este período admite
dispensa de plazo menor, el mismo que puede incluso ocurrir de modo fulminante e
inmediato, mediante el voto de 104 congresistas, que equivale a las cuatro quintas partes
del número legal. Si por inconvenientes relativos a fechas y plazos fuera necesario se
prevé también la posibilidad de que se convoque a una sesión especial con el objeto de
debatir y votar el pedido de vacancia.

Para vacar al Presidente de la República se requieren 87 votos, que es el número mínimo


de congresistas superior a los dos tercios prescrito en el inciso d) del Artículo 89-A. Si
este número se alcanza el Presidente queda vacado. La formalidad exigida luego de la
vacancia es que ésta sea publicada y comunicada. La Resolución del Congreso en que
consta el acuerdo es publicado en el diario oficial dentro de las 24 horas posteriores a la
recepción del instrumento que se transmite para su inclusión o, si el caso lo requiriese,
por orden del Presidente del Congreso se dispone la publicación en un diario de los de
mayor circulación nacional.

La vacancia rige, según qué suceso ocurriera en primer lugar, o desde que ésta se
comunica al Presidente que con la toma de conocimiento del instrumento en que ella
consta queda removido, o desde que la resolución de vacancia es publicada en los
medios de comunicación. A la par que opera la remoción, simultáneamente, se genera el
acto de reemplazo del Presidente conforme a la cadena de sucesión según el orden que
prevé la Constitución (25).

25 Desde que tuviera lugar el único suceso en el que el Congreso ha declarado la vacancia de la
Presidencia de la República en el curso de los dos últimos siglos, después de iniciada la vigencia del
Artículo 89-A en Junio del 2004, se ha presentado una iniciativa popular para intentar vacar al
Presidente Ollanta Humala. El 23 de Octubre del 2014 el ex asesor parlamentario del congresista
Daniel Abugattás, Jorge Paredes, y el dirigente de la minería informal Víctor Chanduví, presentaron
en Mesa de Partes del Congreso, como cabezas visibles de un grupo de firmantes, el pedido de
vacancia. Este documento fue considerado improcedente y devuelto a sus firmantes porque,
conforme al Artículo 89-A del Reglamento, se prevé que los titulares de solicitudes de esa
naturaleza sólo pueden serlo no menos del 20 por ciento de congresistas, mediante Moción de
Orden del Día.
Previamente a este caso, la experiencia más notable fue la declaratoria de vacancia del ingeniero
Alberto Fujimori, luego de la crisis de Noviembre del año 2000, a partir de un procedimiento que no
contaba con otra regla qué aplicar que el texto general prescrito en el inciso 2 del Artículo 113 de la
Constitución, que dice que la Presidencia de la República vaca por su permanente incapacidad moral
o física, declarada por el Congreso. El único requisito es la declaratoria aprobada por el Congreso. Sin
mayor especificación o consideración alguna, sin definición ni alcances sobre la caracterización de la
magnitud de la incapacidad, la permanencia o la tipificación o naturaleza moral de la falta, ni detalle
de la mayoría con la que debe aprobarse. Bastó que se debatiera el hecho de la renuncia a la
presidencia mediante fax, luego de hacer abandono de destino en un viaje a Brunei.
La eventualidad de la vacancia a su vez exige la determinación de la sucesión en el
ejercicio presidencial, en particular cuando ocurren situaciones como las acontecidas
durante períodos precedentes cuando uno o ambos vicepresidentes hacen renuncia del
cargo. Lo normal es que cuando uno de los vicepresidentes renuncia corresponde que el
que no renuncia asuman el cargo. En el supuesto de renuncia de los dos vicepresidentes
el único camino constitucional es la asunción temporal de la presidencia de la república
por el Presidente del Congreso, y la convocatoria a elecciones generales para definir su
reemplazo (26).

8. LO DEBIDO DE LA VACANCIA

Habiendo señalado que, desde el punto de vista procesal, el proceso acelerado de


vacancia iniciado contra el presidente Kuczynski fue un acto precipitado que poca salud
política le añade a nuestro régimen y a nuestra cultura políticos, el análisis de la materia
requiere la valoración de los aspectos que, por su gravedad, podrían justificar la
consideración y valoración de la vacancia. Habida cuenta que son dos los momentos en
que se intentó vacar al presidente Kuczynski, antes y después de la concesión del indulto
a Alberto Fujimori, también es necesario revisar los procesos, separadamente, en dos
momentos. El primero, de acuerdo a las consideraciones y fundamentos referidos en la
moción 4710, presentada el 15 de diciembre de 2017; y el segundo, cuya secuencia
empieza con el otorgamiento del indulto, pasa por la presentación de la moción 5295,
presentada el 8 de marzo de 2018, y concluye con la renuncia del presidente Kuczynski.

El primer caso cobra cuerpo precisamente a raíz del contrasentido que llevó a la
presidenta de la Comisión Investigadora Lava Jato a exhibir la información que, a solicitud
de ese grupo de trabajo, le remitió la empresa Odebrecht (27), se comunicó que esta firma

26 La declaratoria de vacancia de la presidencia de la república no es un acto que se decida


sólo y exclusivamente a partir de la incapacidad permanente del Presidente de la República,
porque existen otros supuestos, como la muerte o la aceptación de su renuncia, los casos de
desacato en relación con los permisos para ausentarse del país o los términos incluidos en dichos
permisos, o por destitución derivada de la sanción por infracción del Artículo 117 de la Constitución
(traición a la patria, impedir elecciones, o disolución no constitucional del Congreso). Pero la opción
de vacar al Presidente de la República debe integrar en el proceso de evaluación el efecto que la
vacancia decide; esto es, el liderazgo en la línea de sucesión a la luz de las competencias y
capacidades de los vicepresidentes, no menos, igualmente, que los efectos de la remoción en la
estabilidad y gobernabilidad nacional y el mensaje que se deja a la comunidad internacional.

27 La documentación recibida en la Comisión Lava Jato fue divulgada el 13 de diciembre de


2017, en pleno proceso de investigación por dicho órgano parlamentario, cuando crecía el ánimo
en contra de la permanencia de Kuczynski en la presidencia de la república. La coincidencia fue un
detonante crítico en el proceso de acumulación de datos a favor de la remoción presidencial.
Conforme lo señalaba el fundamento 3 de hecho contenido en la Moción de Orden del Día 4710,
con la que se proponía la declaración de permanente incapacidad moral del presidente Kuczynski,
con fecha 30 de noviembre del 2017, mediante un Oficio 655-2017-2018/CIM.CR, la presidenta de
la Comisión Investigadora Multipartidaria "Lava Jato", solicitó al señor Mauricio Cruz Lopez,
representante de la empresa Odebrecht para que informe si el señor Pedro Pablo Kuzynski Godard
como persona natural o integrante de una persona jurídica, de manera directa o indirecta, ha
estado vinculado o ha prestado servicios de asesoría, consultoría o cualquier otra modalidad
había realizado abonos a la empresa Westfield Capital, con domicilio en la ciudad de
Miami, de propiedad del presidente Kuczynski (28). Dichos abonos, ascendentes a un
monto superior a los 780 mil dólares, se referían al pago realizado entre los años 2004 y
2007 por diversas consultorías (29). El representante de Odebrecht también informó que,
además, también había abonado alrededor de 4 millones 400 mil dólares a la empresa
First Capital, ubicada en la misma dirección que la firma Westfield Capital (30).

contractual profesional o laboral con las empresas del consorcio o grupo empresarial Odebrecht
que operan o hayan operado en el Perú o en otro país del mundo. En el fundamento 4 los
firmantes de la Moción de Orden del Día señalaban que los documentos enviados a la Comisión
Investigadora Multipartidaria "Lava Jato" por el señor Mauricio Cruz Lopez, ponen en evidencia la
falta de verdad en las declaraciones del Presidente de la República, que constituyen una
incapacidad moral de conformidad con el marco constitucional.

La declaración contenida en la Moción de Orden del Día es una constatación inconfundible de la


desviación del proceso investigatorio, porque se extrae información del proceso regular para
favorecer la vacancia del presidente Kuczynski, incluso antes que la Comisión Lava Jato contara
con esa información. ¿Es válido y regular el recurso del que se vale la presidenta de la Comisión
Lava Jato? ¿Se trata de una acción inocente y desprovista de segunda intención, o puede ser
considerada como parte de una estrategia enderezada para afectar a quien venció electoralmente
al grupo político uno de cuyos voceros desconoce las obligaciones funcionales que le
corresponden como conductor de la comisión investigadora, anteponiendo de este modo el interés
político sobre el cumplimiento de las normas de ordenamiento parlamentario?

27 Kuczynski crea Westfield Capital el año 1992, en Miami. El objeto social de esa persona
jurídica era prestar servicios en el sector financiero.
29 La referencia indicaba que los pagos a Westfield Capital correspondieron por siete
consultorías realizadas entre noviembre de 2004 y diciembre de 2007, a la vez que los pagos a
First Capital se debieron a asesorías ofrecidas a Odebrecht en el lapso comprendido entre los años
2004 y 2013. Durante el gobierno de Alejandro Toledo, Kuczynski fue Ministro de Economía y
Finanzas entre julio de 2001 y julio del 2002, y entre febrero de 2004 y agosto de 2005, y
Presidente del Consejo de Ministros entre agosto de 2005 y julio de 2006.
Posteriormente se hace de conocimiento público un documento de la Unidad de Inteligencia
Financiera que mostraba transferencias de dinero, entre los años 2005 y 2017, de Westfield Capital
y First Capital a cuentas personales de Kuczynski en montos que ascenderían a 3 millones de
dólares. Nótese que se revelan públicamente datos de carácter reservado, y protegidos
constitucionalmente por el secreto bancario.

30 Luego de negar inicialmente que hubiera recibido pagos de Odebrecht, Kuczynski,


reformuló su afirmación señalando que no había recibido ningún pago ilegal, y que sí había
realizado alguna consultoría para esa firma. La referencia obedece a que el título por el que llega el
dinero a su cuenta personal es como consecuencia de dividendos generados en servicios
prestados por Westfield Capital, empresa que, en efecto, prestó servicios financieros, entre otras a
Odebrecht, Las utilidades recibidas por Westfield fueron generadas en la facilitación de la liquidez
financiera que le procuró Westfield a Odebrecht en el proyecto de irrigación Olmos que le había
sido adjudicado, a cambio de la comisión porcentual del valor de la inversión que pactaron. Si bien
existió un vínculo empresarial entre Odebrecht y Westfield Capital, ello ocurrió en el lapso en que
esta última empresa estuvo a cargo del Gerente Gerardo Sepúlveda, mientras Kuczynski era parte
del gabinete de Alejandro Toledo, sin que existiera vínculo entre Wesfield y el Estado peruano y sin
que la gestión haya sido gerenciada o conducida por Kuczynski.
El proceso de vacancia por incapacidad moral se inicia, primero, con la presentación del
pedido en una moción de orden del día que multipartidariamente auspiciaron los grupos
parlamentarios de Frente Amplio, Fuerza Popular, y la Célula Parlamentaria Aprista;
luego, el día 15 de diciembre de 2017, se admite la moción, por 93 votos a favor y 17 en
contra. El siguiente reto de los proponentes es lograr dos tercios del número legal de
votos para vacar al Presidente de la República que, en vista del número de votos
registrado en la votación por la admisión, parecía asegurar el éxito de la posición del
parlamento. El 21 de diciembre la moción no alcanzó los dos tercios de los votos
necesarios para la vacancia. La falla de cálculo de los promotores consistió en no haber
tenido en cuenta la defección de 10 congresistas de Fuerza Popular y el abandono de la
sala de los congresistas de Nuevo Perú (31).

Si a estos hechos no se hubieran sucedido otros conexos, de modo singular con las
razones por las que Nuevo Perú decidió abandonar el hemiciclo el 21 de diciembre,
probablemente la suerte de Kuczynski en el cargo presidencial podría haber sido otra. En
especial porque Nuevo Perú, obrando de buena fe, coordinó con miembros de Peruanos
por el Kambio para contar con información en relación con la voluntad, decisión o posición
del presidente Kuczynski sobre la eventualidad del indulto a Alberto Fujimori. Las
coordinaciones realizadas por los congresistas Alberto de Belaunde de Cárdenas y Gino
Costa Santolalla con Mercedes Aráoz Fernández, segunda vicepresidenta de la república,
persuadieron a los integrantes de Nuevo Perú que el presidente Kuczynski honraría la
información que recibieran de miembros de Peruanos por el Kambio. El desenlace que se
registró el 24 de diciembre indignó a este grupo parlamentario, que se sintió traicionado,
engañado y sorprendido en la buena fe con que creyeron en la información transmitida
por los representantes de Peruanos por el Kambio. Este desencuentro puso a Nuevo Perú
en una posición combativa en contra de Kuczynski, porque para ellos era imperdonable
haberle concedido el indulto a Fujimori en una acción que fue calificada como un pacto de
impunidad.

Independientemente del desencuentro durante el proceso de vacancia, existieron sin


embargo indicios que podrían haber anticipado la posibilidad de que el indulto se
concediera. Primero, porque Kuczynski expresó su voluntad a firmar una eventual
amnistía concedida por el Congreso a reos en situación similar a la que afectaba a
Fujimori; y segundo porque el presidente Kuczynski declaró durante su visita oficial en
Buenos Aires, el 3 de noviembre de 2017 que Alberto Fujimori está en la cárcel y está
enfermo, vamos a ver qué hacemos, eso será noticia en algún momento.

A partir de la concesión del indulto al amparo de la facultad presidencial se teje el


argumento de que la gracia concedida fue el pago por el apoyo recibido en contra de la
moción para vacar a Kuczynski. Este argumento es fundamentalmente intuitivo. Carece
de base empírica, testimonial o documental. No es posible demostrar que se hubiera
negociado para favorecer a Fujimori a cambio del voto en contra de la vacancia. Tampoco
que existiera algún tipo de entendimiento tácito entre una y otra partes en ambos actos,
uno parlamentario y otro presidencial. Externamente son acontecimientos relativamente

31 Para la vacancia se requerían 87 votos. Votaron a favor de la vacancia 79 congresistas.


Durante la consulta abandonó la sala de sesiones el grupo parlamentario Nuevo Perú, integrado
por 10 congresistas, y 10 congresistas de Fuerza Popular liderados por Kenji Fujimori votaron en
contra de la vacancia.
sucesivos, uno del 21 y otro del 24 de diciembre de 2017, pero la relación de causalidad
entre el primero y el segundo no ha sido demostrada. Por la sencillez y simplicidad, el
principio de parsimonia probablemente sea en sí mismo eficaz para explicar el quid por el
quo, aunque la falta de evidencia torne dicha explicación, no obstante su probabilidad, en
falible (32).

La racionalidad de quienes no admitían la relación entre el indulto y la vacancia y, por lo


tanto, para quienes el indulto suponía una inadmisible, inaceptable y condenable
desmesura, entendían que la ausencia de evidencia para vacar al presidente Kuczynski,
era motivo bastante para no aprobar la moción apoyada por el Frente Amplio y Fuerza
Popular. Para este grupo de congresistas deshonrar la información que se les transmitió
de buena fuente les generó una causa más que adecuada, suficiente, para reivindicar el
proceso original y para apoyar la vacancia. Su decisión se tomó en base al engaño del
que se sintieron objeto. Se sintieron utilizados para alcanzar un resultado cuya ocurrencia
rechazaron (33).

Su decisión de no apoyar la vacancia presidencial fue resultado de la desinformación en


que se encontraron luego de la insuficientemente sustentada información que recibieron
cuando la solicitaron (34). El mensajero no estaba en condiciones de proveer información

32
Si el indulto es un beneficio, la vacancia es una pena. El indulto genera gratitud en quien se
beneficia. La gratitud, a su vez, importa reciprocidad hacia quien, en ejercicio del poder de gracia
que se le reconoce, lo otorga o concede. La reciprocidad se expresa como una manifestación de
apoyo o de solidaridad hacia las causas o los intereses del beneficiario. En la medida que quepa
inclinar el juicio y favor que tiene el beneficiado sin transgredir principios, valores o virtudes, la
reciprocidad no es reprochable ni censurable. Este es el contexto en el que, según la economía del
principio de parsimonia, se hace efectiva la transacción política entre el grupo de los Avengers y la
oposición a la vacancia del presidente Kuczynski.

33 Precisamente esta fue la razón por la que cambió la perspectiva de la situación por los
integrantes de Nuevo Perú, pero además también la de tres miembros del grupo parlamentario de
Peruanos por el Kambio (Gino Costa Santaolalla, Alberto de Belaunde de Cárdenas, y Vicente
Zeballos Salinas) que renunciaron a dicho grupo, y por añadidura a la del ministro Carlos
Basombrío Iglesias.

34 Es preciso, sin embargo, distinguir entre el aparente engaño que habría motivado su
decisión de no apoyar la vacancia, y la desinformación de la que fueron objeto. El engaño tiene
lugar cuando existe ánimo de ocultar la información. La desinformación ocurre cuando se solicita a
una fuente que se estima tiene a su alcance la información necesaria, y esta fuente, que realiza la
indagación, tampoco tiene dicha información a pesar de los esfuerzos que realiza para tenerla a su
alcance en las circunstancias en que se la necesitó y requirió.
La distinción es relevante para el caso porque el momento en que se pide y ofrece la información
fue en los momentos anteriores a la votación de la vacancia, cuando los congresistas de Belaunde
de Cárdenas, Costa Santaolalla, y Zeballos Salinas, se comunican con la congresista y
vicepresidenta de la república, en ese entonces, además, Presidenta del Consejo de Ministros,
Mercedes Aráoz Fernández, quien afirmó que no existía el propósito de indultar a Fujimori.
Según parece el error en el proceso de formación de la voluntad del grupo Nuevo Perú se basó en
la creencia de que la información disponible a través de sus interlocutores en el grupo de Peruanos
por el Kambio era en sí mismo razonablemente confiable. Los hechos mostraron que la decisión
del presidente Kuczynski no trascendió ni se comunicó. Por lo tanto más se trata de un caso de
una decisión de no apoyar la vacancia por razones de desinformación que de engaño.
En rigor cabría hasta responsabilizar a los agentes de la consulta por no haberse procurado el
acceso a la fuente misma de la decisión (Kuczynski) antes que confiar en que la gestión realizada
era suficiente para creer que se tenía la que bastaba. En el fondo pudiera haberse tratado de una
de mejor calidad porque nunca se dirigió la pregunta a quien debía tomar la decisión. La
cadena de calidad informativa adoleció de una falla de origen cuya valoración se
descuidó, como se pasó por alto igualmente la secuencia de pasos que iban
cumpliéndose luego de la presentación de la solicitud de indulto (35).

9. DEL INDULTO A LOS MAMANIVIDEOS

A raíz de la concesión del indulto emergen los antecedentes del segundo intento de vacar
al presidente Kuczynski, en la medida que dicho acto representó una situación de división
radical de la opinión pública entre quienes veían positivamente la concesión, y quienes
condenaban la decisión presidencial. Si el indulto, en efecto, es calificado como un exceso
o como un acto carente de justificación, y a su vez, por lo tanto, se considera su
concesión u otorgamiento como una defraudación de la confianza pública, contraria a
valores políticos o constitucionales, su concesión desliga la relación entre beneficiado y
beneficiario, porque la premisa del beneficio, del perdón, de la clemencia o de la
misericordia, no es válida. Por lo contrario, dado que se asume la inviabilidad del indulto,
la sola concesión puede en sí misma constituir una base o sustento para promover y
amparar el pedido de vacancia en vez de su rechazo. La concesión del indulto luego de
rechazada la moción de vacancia en diciembre de 2017, por consiguiente, se convirtió en
la motivación más fuerte para castigar con la represalia la defraudación de quienes no
creyeron que Kuczynski indultaría a Fujimori.

Este precedente genera una ola de reacciones adversas que empieza con la división al
interior de Fuerza Popular, que se supondría que debiera haber celebrado y festejado la
decisión presidencial, y culminará con la difusión de los denominados kenji o
mamanivideos, con los que se añade combustible a la información adicional que llegó
respecto a la participación de Kuczynski en actos de consultoría a Odebrecht sobre los
que aparentemente habría omitido decir la verdad ante la Comisión Lava Jato.

situación de autoengaño en la medida que se querría haber creído que lo que se pensó que iría a
ocurrir era igual a lo que se estimaba que haría el presidente Kuczynski.

35 El episodio de la historia del indulto se inicia el 4 de diciembre del 2017, con e l informe
médico 1-2017-INPE/18-239-S.S en el que se refería que el delicado de salud, con diagnóstico médico
de un cáncer de alto riesgo en la boca, que impedía el desarrollo normal de sus actividades, a lo que se
añadía que recae continuamente en un estado de postración por depresión de la que se recupera de
forma momentánea, por la atención médica y psiquiátrica que recibe.
El 11 de diciembre Alberto Fujimori presenta ante el INPE la solicitud de indulto al presidente Kuczynski.
El 12 de diciembre el Ministerio de Salud designa la Junta Médica encargada de examinar el pedido, y
se presenta el informe de condiciones carcelarias en el que se indica que, en razón a lo avanzado de su
edad, el penal carecía de condiciones para atender la salud de Fujimori. Dos días después de
presentada la moción para vacar al presidente Kuczynski la Junta Médica concurre al penal y emite un
informe en el que refiere las patologías cardiológicas y oncológicas padecidas por Fujimori. El 18 de
diciembre la Comisión de Gracias Presidenciales del Ministerio de Justicia recibe la solicitud de indulto
de Fujimori y solicita información médica adicional al Ministerio de Salud. El 19 de diciembre se amplía
el Acta de la Junta Médica Penitenciaria.
El 22 de diciembre el Ministerio de Salud remite la información adicional solicitada por la Comisión de
Gracias Presidenciales. La comisión recomendó el indulto porque la permanencia en cárcel pondría su
vida en riesgo grave. Finalmente, a las 6 de la tarde del 24 de diciembre Kuczynski anunció el indulto
por razones humanitarias, el 25 se publicó la resolución correspondiente en edición extraordinaria de El
Peruano.
Mientras subsista el texto vigente del inciso 21 del Artículo 118 de la Constitución, el
Presidente de la República cuenta con discreción para indultar, conmutar penas y
conceder gracias en beneficio de los procesados según el límite que ese mismo inciso
indica. Las leyes con las que se acota el uso de esa atribución, no obstante, limitan una
facultad que la Constitución no sujeta a desarrollo legislativo. Aunque quepa calificar
como cuestionable el uso directo y aplicación inmediata de la atribución constitucional
indiferentemente de las reglas fijadas por ley, esa es una opción que mina la legitimidad
en el ejercicio de la presidencia de la república, precisamente porque conforme a la
misma Constitución el presidente está obligado a cumplir y hacer cumplir la Constitución y
las leyes.

La dualidad, sin embargo, existe y en tanto el texto constitucional del inciso 21 no


contenga reenvíos especiales a limitaciones consagradas mediante una ley, el presidente
sigue contando con esa atribución constitucional a su disposición, en la medida que la
norma constitucional no remite ni condiciona expresamente su ejercicio a limitación de
índole legal (36). Las restricciones que la ley prevé son disposiciones establecidas por el
legislador con las que se recorta la amplitud de las facultades que en el régimen político le
son reconocidas, sin límite, al presidente de la república. El uso constitucional de la
atribución de indultar, en este contexto, es normativamente sostenible y argumentable,
tiene carácter de irrevocable y, además, tiene los efectos de la cosa juzgada.

Más allá del aspecto constitucional referido, el sustento de la decisión de indultar se


remitió en último término al informe médico (37). La comisión de gracias presidenciales
informó que la condición del ingeniero Alberto Fujimori ameritaba el indulto porque
padecía de una enfermedad progresiva, degenerativa e incurable. El Presidente de la

36 La ley 28704, de abril del año 2006, indica que no procede la concesión de indulto, la
conmutación de la pena ni el derecho de gracia en los casos de violación de menores ni de
violación de menores seguida de muerte o lesiones graves. Igualmente, la primera disposición
complementaria final del decreto legislativo 1181, de julio de 2015, prohíbe el derecho de gracia, la
amnistía, el indulto y la conmutación de pena por la comisión de los delitos de sicariato, así como
el de conspiración y el ofrecimiento para el delito de sicariato.

37 Hasta julio del año 2006 no había límite para el indulto. Era una facultad presidencial que
el presidente podía ejercer a su sola discreción. Se confiaba que un presidente la utilizaría de
acuerdo a la altura del cargo que ostentaba. Desde 2006 se creyó que esa debía ser una facultad
sujeta a restricciones... lo cual significa que existían síntomas de que era momento de empezar a
desconfiar en quienes ocupaban el cargo presidencial. Transcurría el período 2001-2006 y de la
presidencia de Alejandro Toledo. Luego durante el período 2006-2011 se reglamentó el sistema
para otorgar el indulto creando la famosa Comisión de Gracias Presidenciales en el Ministerio de
Justicia. De esa manera se impostaba un filtro aparente para maquillar lo que quiera que pudiera
justificarse, con el disfraz de magnanimidad. Fue la época en que se involucró a Miguel Facundo
Chinguel, a quien se condenó por cobrar por la conmutación de penas que recomendaba en el
cargo de presidente de la Comisión de Gracias Presidenciales. y así la desconfianza aumentó. Ese
es el régimen que rige hoy. Hasta el indulto humanitario se sujeta a las reglas para darle legalidad
a lo que antes fue únicamente una decisión política que el presidente debía utilizar para casos
excepcionales. Esta es una señal que ni la legalidad está libre de usos públicamente criticables,
mal que nos pese, a pesar de la Comisión de Gracias Presidenciales con las cuales los
presidentes supuestamente disminuyen su responsabilidad al trasladársela a funcionarios y
profesionales. Esta experiencia dejó la lección de que cuando la confianza se pierde, ni la ciencia
nos salva.
República decide indultar porque existió opinión médica (38). En este sentido, al amparo
del dictamen de la comisión y de la opinión médica expedidos la decisión presidencial
queda formal y operativamente sustentada.

Un par de aspectos adicionales relacionados con la materialidad del indulto es menester


referirlos para descartar supuestos que no debe invocarse como aplicables al caso. El
primero es la improcedencia del indulto en caso de delito de secuestro (39), y el segundo
la improcedencia del indulto en caso de los denominados de lesa humanidad.

Es cierto que el Artículo 2 de la Ley 28760 establece la improcedencia del uso del indulto,
y también el derecho de gracia, a quienes hayan sido condenados por el delito de
secuestro. Si esta norma fuera de aplicación respecto de los hechos delictivos por los que
se condenó a Alberto Fujimori, indudable e inconfundiblemente el Presidente de la
República no podría haber usado de su prerrogativa para indultar a quien fue condenado
por el secuestro de Samuel Dyer y de Gustavo Gorriti.

En esa misma línea de razonamiento, el Artículo 103 de la Constitución, manda que "la
ley, desde su entrada en vigencia, se aplica a las consecuencias de las relaciones y
situaciones jurídicas existentes". La doctrina conoce esta regla como la teoría de los
"hechos cumplidos". Hasta aquí parecería que habría un uso indebido de la facultad de
indulto del Presidente de la República.

La apariencia puede llevar a malos entendidos y, por lo tanto, a mayor confusión, porque
existe un principio elemental en el derecho penal a nivel general, en el Perú y en todo
Estado democrático, que dice que el régimen relativo a la condena por la comisión de un
delito y la aplicación de la pena respectiva, se rigen por la ley vigente al momento en que
el delito se comete, salvo que la ley posterior sobre el mismo delito y pena fueran más
benignas.

38 La decisión presidencial es, en este sentido, tan correcta como correcto haya sido el
diagnóstico y como correcta haya sido la invocación de las condiciones para indultar que aprueba
la Comisión de Gracias Presidenciales. Las dudas o reproches que quepa hacer a la corrección del
proceso, y a los actores involucrados en la evaluación y decisión adoptada sobre el caso, es
contingente, en primer lugar, a la corrección con la que se emite la opinión técnica por los médicos,
y en segundo lugar, a la propiedad de la corrección con la que se asimila la situación diagnosticada
a los supuestos de hecho previstos en la ley para la idónea concesión de la gracia por el
Presidente de la República.

39 Pueden haber varias razones para intentar que se declare improcedente el indulto. Lo que
es relevante indicar es que no puede declarárselo improcedente en relación con el delito de
secuestro, que es el único delito por el que la ley 28760 prevé el impedimento. Lo que resulta
discutible es si las condiciones médicas lo justificaron o no. Respecto del resto de delitos por los
que Alberto Fujimori fue condenado (usurpación de funciones en relación con el allanamiento;
homicidio; peculado; corrupción de funcionarios; o desvío de fondos) sí es procedente el uso de la
prerrogativa del indulto presidencial, excepción hecha, que también resulta discutible, del caso de
homicidio calificado por el caso Barrios Altos y La Cantuta, en el que debido a la insólita aplicación
de la doctrina de la "causa mediata" se condenó al denunciado en razón a la presunción de que
debió conocer los actos de quienes se encontraban en una situación de subordinación a él, y
respecto del cual, además, hay quienes afirman que, no obstante que la sentencia no lo señala, se
trata de un delito de lesa humanidad y, por lo tanto, tiene la condición de imprescriptible a pesar de
haberse cometido con anterioridad a la vigencia del tratado que así lo establece.
El principio, por eso, es que, en materia penal, trátese de quien se trate, la ley se
interpreta, y se aplica, según lo que más favorezca al reo. Vale decir, a quien quiera que
haya recibido una condena por la comisión de un delito, sea el delito que fuera (lo cual
incluye, por cierto, el delito de secuestro). En este contexto es que debe precisarse que la
Ley 28760 rige en el Perú desde el 27 de Junio del año 2006. El delito de secuestro de
Samuel Dyer y de Gustavo Gorriti tuvo lugar el año 1992, cuando, obviamente, no regía la
Ley 28760.

Dado, y siendo así, que el delito por el que se condena a Alberto Fujimori tuvo lugar 14
años antes que empezara la vigencia de la Ley 28760, mal podría exigirse que el
Presidente de la República no pudiera indultar a quien era condenable según un régimen
legal al que no afectaba el impedimento que estableció el Artículo 2 de la Ley 28760. El
Presidente sí se encuentra impedido de indultar a quien quiera que hubiera sido
condenado por delito de secuestro desde y a partir del 27 de Junio del año 2006.

Por lo tanto, si es así que el régimen que corresponde a la condena por secuestro es el
que rigió a la fecha en que se comete el delito, y no la ley posterior, el principio de
legalidad (según el cual a nadie puede condenarse por un delito que hubiera sido
tipificado ni sancionado al momento en que se lo comete) manda que, como no es posible
la aplicación retroactiva de la ley más desfavorable, corresponde la aplicación ultractiva
de la ley anterior. Eso quiere decir que el Presidente de la República no está impedido de
indultar a quien según el régimen penal vigente a la fecha en que se cometió el delito sí
era permitido indultar antes de la vigencia de la Ley 28760 y, por lo tanto, sí es válido el
uso de la prerrogativa que, en relación con el delito de secuestro, ha realizado el
Presidente de la República.

Aunque debiera ser irrelevante que tuviera que decirse, este no es un planteamiento
animado por el propósito de favorecer ni de ablandar la posición del Presidente de la
República, ni la de Alberto Fujimori. Pretende ser una explicar la políticamente delicada y
compleja situación que afecta el estatus del presidente de la república con el objeto de
encontrar algún sentido o razón para juzgar mejor el complicado momento por el que
atravesó la vida política de nuestra patria.

Distintos pueden ser los argumentos que valoran el carácter simbólico del papel por el
que se condenó a Fujimori y la sensibilidad ética o política que despierta la concesión del
indulto. No resulta fácil de vencer el reproche que representa el indulto a quien ha sido
condenado, como presidente de la república, por usurpación de funciones (40), peculado
(41), corrupción (42) y, finalmente, por asesinato (43), a un total nominal de 44 años de

40 El delito de usurpación de funciones se originó en la decisión que tomó Fujimori de incautar


las maletas de Vladimiro Montesinos que se encontraban en posesión de su cónyuge, Trinidad
Becerra Ramírez, con el objeto de eliminar presuntas pruebas que lo incriminarían (los llamados
"vladivideos"). En el proceso se sentenció a Manuel Ubillús Tolentino y a Federico Hurtado
Esquerre por participar en la usurpación del rol de fiscal que se atribuyó el primero siguiendo
órdenes de Fujimori. Por este delito Fujimori fue sentenciado a 6 años de cárcel.

41 El delito de peculado comprendió la autorización que dio Fujimori para que se abone a
Vladimiro Montesinos la cantidad de 15 millones de dólares, por concepto de compensación por
tiempo de servicios. El delito de peculado doloso por apropiación y falsedad ideológica se
materializó a través del Decreto de Urgencia 81 del año 2000, cuyo refrendo estuvo a cargo de los
prisión (44). Cuando es el más alto dignatario de una nación el que resulta condenado por
delitos cometidos en el ejercicio del cargo presidencial surgen dudas y cuestionamientos
particulares, porque la gravedad es tanto mayor en razón de la falta que se comete contra
la confianza que la voluntad popular le entrega en el acto electoral (45).

El argumento del indulto se basa en razones fundamentalmente humanitarias. Cuando se


tiene presente, sin embargo, el daño que causa la acción delictiva del presidente de la
república, la concesión del indulto tiene un impacto singular y toma una dimensión que
trasciende la de la sola persona a quien se extiende el beneficio o gracia. ¿Cabe
condonar los actos que causaron repulsa ética, en nombre de la especialmente delicada
naturaleza del estado físico y anímico de quien no honró el papel político que desempeñó
por cuenta de toda la nación? ¿Es el perdón, o el olvido, un remedio proporcional y
constitucionalmente eficaz para equilibrar los bienes transgredidos en ejercicio del
mandato presidencial, más allá del daño que recayó sobre quienes irreparablemente
quedaron privados de bienes personales, familiares o comunitarios?

De otro lado, debe atenderse a preguntas igualmente trascendentes y relevantes. En


primer lugar, ¿era moral o políticamente correcto otorgar el indulto luego que quien lo
concede negó que lo adjudicaría durante la campaña electoral?. En segundo lugar, ¿se
trató de un acto consecuente e irreprochable que se indultara a Alberto Fujimori, sin

ministros Federico Salas Guevara Schultz, Carlos Bergamino Cruz, y Carlos Boloña Behr. Por este
delito Fujimori fue sentenciado a 7 años y medio de prisión.

42 El delito de corrupción de funcionarios por el que se sentenció a Fujimori a 6 años de


prisión se produjo a través del espionaje telefónico, pago a medios de comunicación y por la
llamada "compra" de los congresistas tránsfugas en el período 2000-2001.

43 Fujimori fue sentenciado a 25 años de prisión por la comisión de homicidio calificado, con
alevosía, a través de la doctrina de la "autoría mediata", en relación con la muerte de 9 estudiantes
y de un profesor de la Universidad La Cantuta, así como con la muerte de 15 personas en Barrios
Altos. Se ha asociado la supuesta autoría en esos dos casos a otros más, en procesos aún no
concluidos, en los que se habría incurrido en desaparición forzada y ejecución extrajudicial en las
localidades de Pativilca; en el distrito de El Santa en Chimbote; la del periodista Pedro Herminio
Yauri Bustamante y la de la familia Ventocilla en Huacho; la de Fortunato Gómez Palomino, en el
distrito de Chorrillos; y la de dos personas más en Ate-Vitarte, inmediaciones de la carretera
central.

44 En el sistema penal peruano no existe la acumulación de penas sino cuando el total de


éstas supera el total de 35 años de prisión. Es decir, según los Artículos 48 y 50 del Código Penal,
sí cabe sumar los años de prisión si el total de estos llega hasta 35 años. Si la pena es superior a
los 35 años puede condenarse al sentenciado a la pena más alta, sin acumular las penas
impuestas por otros delitos.

45 Es necesario no pasar por alto que la suma de las penas por todos los delitos, menos el
delito de homicidio calificado, llega a 19 años. Su detención se inicia en noviembre de 2005 en
Chile. El total de su condena, exceptuando la que se le impuso por los casos Barrios Altos y La
Cantuta, quedaría cumplida el año 2024. El indulto se produce en diciembre de 2017, cuando se
encontraba 12 años privado de libertad y aún le faltaban 7 años para cumplir el total acumulado de
condenas por los delitos que se probó efectivamente que había cometido. Según la ley 27770 los
delitos de peculado y de corrupción de funcionarios no pueden ser objeto de beneficios penales
como la conversión de la pena privativa de libertad. Sí caben beneficios penitenciarios como la
liberación condicional, siempre que se haya pagado el íntegro de la suma fijada como reparación
civil más la multa respectiva, y que se hayan cumplido tres cuartas partes de la pena.
embargo de que, presionado el Presidente por una respuesta, señalara que él sí
promulgaría la norma con la que el Congreso lo amnistiara?. En tercer lugar, ¿era
compatible con la atribución presidencial de indultar dilatar su otorgamiento hasta haber
ganado la votación contraria a la moción de vacancia en Diciembre de 2017?. Y en cuarto
lugar, ¿se trató de una decisión correcta la de negar información, durante el debate y
votación de la vacancia, sobre el propósito de indultar respecto del proceso en curso
iniciado con anterioridad a la presentación de la moción de vacancia?

En adición a la calificación sobre la pertinencia del indulto por razón del elevado cargo
que desempeñó Fujimori con ocasión de la comisión de los delitos por los que se lo
condenó, existe adicionalmente una línea de objeciones que debe tomarse en
consideración. Son los argumentos que se derivan de la afectación del régimen de los
derechos humanos que se asocian, fundamentalmente, a la comisión del delito de
homicidio calificado. En la medida que la inconducta por la que se condena a Alberto
Fujimori hubiera sido calificada expresamente como un delito contra los derechos
humanos el indulto, en efecto, está sujeto a restricciones cuya inobservancia traería como
consecuencia que el beneficio penitenciario consistente en su liberación a través del
indulto presidencial importaría una forma de impunidad por actos graves contra los
derechos humanos. La cuestión en consecuencia es si alguna de las condenas se decidió
a propósito de actos contrarios o violatorios de los derechos humanos.

El aspecto referido tiene relación singular con la sentencia que recae por el compromiso
de Fujimori como autor mediato en el asesinato de Barrios Altos y La Cantuta. La
sentencia no condena a Fujimori por delito de lesa humanidad, sobre lo cual se debiera
tener presente el tratado de imprescriptibilidad de dicho tipo de delitos, y la condena
propiamente dicha se sustenta en la cuestionable doctrina de la autoría mediata, con la
cual se pasa por alto el principio de legalidad en el derecho penal. No cabe, de acuerdo al
principio de legalidad, sancionar a quien de acuerdo a ley no puede calificarse como autor
o cómplice del acto ilícito. Menos aún si esa doctrina no tiene reconocimiento en el
derecho penal peruano (46) y, además, si su formulación se realiza luego de haberse
cometido el tipo según el cual se debe asumir, o presumir, quién debió estar enterado de
la comisión de actos delictivos en razón del cargo superior que ostenta respecto de quien
ejecuta el delito.

46 Es esta ausencia de reconocimiento lo que afecta y viola el principio de legalidad, que es


una garantía del derecho penal, porque define elementos que conforman una modalidad de
comisión del delito que no existía antes de que el supuesto delito se cometiera. Nullum crime sine
lege previa dice el precepto romano; es decir, no hay crimen sin ley previa que así lo diga. ¿Por
qué si no hay norma penal que refiera como posibilidad de comisión del delito el supuesto
conocimiento del superior sobre los actos de su subordinado puede imputarse y castigarse
intención o acto delictivo en quien no se puede probar que en efecto conoció lo que hacía quien de
él dependía en la cadena de mando?
Nullum poena sine lege previa, complementa el mismo precepto; por lo tanto, ¿cómo se condena
al denunciado a 25 años de prisión a partir de la inexistente pena por un delito que no pudo
cometer debido a que el componente de ese tipo o modalidad delictiva no se previó en el
ordenamiento legal peruano? ¿Cuál es el límite de la potestad del juez para crear pretorianamente
un tipo delictivo sin tener la facultad legislativa para modificar la ley vigente? Independientemente
de la afinidad o de la antipatía política que se tenga respecto de la persona denunciada, el ejercicio
de la facultad jurisdiccional no ampara procedimientos como el utilizado, que recibe para estos
efectos el aplauso de los enemigos políticos del denunciado.
El suceso relacionado con el indulto sirvió como incentivo y detonante para revertir los
resultados de la pérdida de la votación en la vacancia de Kuczynski. De manera especial
en el grupo Nuevo Perú, que se indignó por la falta de seriedad con que fue inducido a
error y a prestarse a un resultado contrario a su comprensión del contexto; pero además,
en general, en los sectores antagónicos de la opinión pública que discrepaban
frontalmente de la posibilidad de indultar a Fujimori. El indulto consolidó a los grupos y
facciones antifujimoristas, y además tuvo como efecto colateral la oportunidad que creó
en Fuerza Popular para reagrupar sus impulsos con el ánimo de dañar a Kuczynski,
equilibrar el orgullo dañado con la derrota sufrida en las elecciones de junio de 2016, y
tomar represalias contra quienes, desertando de la disciplina y posición orgánica de su
grupo, mellaron y lesionaron el dominio monolítico de su lideresa.

El período entre diciembre de 2017 y marzo de 2018 se dio un proceso de acumulación


de fuerzas y de reformulación de la estrategia para vacar a Kuczynski. El indulto, lejos de
hundir a quienes tramaron la captura del Tribunal Constitucional y del Ministerio Público
como táctica para conseguir la liberación de Fujimori, se convirtió en el agente
propiciatorio que fermentó el segundo intento de vacar a Kuczynski. Lejos de pasar la
página o de encontrar razones para la reconciliación, para compadecerse con el reo, con
su avanzada edad, o con sus dolencias de salud, la decisión del presidente de la
república catapultó un concierto de fuerzas que se agruparon para sacarlo del camino (47).
El argumento que uniría a la pluralidad de disímiles tendencias fue la lucha contra la
corrupción y la red de sujetos vinculados a la empresa Odebrecht. Ante cualquier duda el

47 Tal como es posible ver en la cuestión entre el indulto y la vacancia un juego de agentes o
de fuerzas interesadas y antagónicas (donde no vacar en la presidencia sería una manera de
ganar impunidad por actos ética y financieramente poco limpios, e indultar significaba pasar la
página del olvido en relación con actos políticamente condenables en Fujimori), también cabe
apreciarlo desde la perspectiva de la confrontación entre la afirmación de los principios y las
ventajas pragmáticas a favor de la estabilidad. Kuczynski cruzó la delicada línea que divide la
inacción de la decisión política. Lejos de cualquier calificación que lo asocie a temperamentos
pusilánimes o apocados Kuczynski tomó una decisión grave en la que, según puede verse ahora,
sus costos personales fueron significativamente más altos que sus beneficios. Apostó por una
fórmula en la que la posibilidad de lograr algún triunfo era mínima si no inexistente. Ese costo
personal constituyó, sin embargo, una apuesta a favor de una visión política en la que, según un
nada desdeñable sector de la sociedad peruana, debían primar las misericordias del perdón sobre
las crueldades de la justicia.
El efecto inmediato de su apuesta supuso ponerse contra la pared en relación con un Congreso
abrumadoramente contrario a su capacidad política (donde el ala fujimorista mayoritaria, en alianza
con las fuerzas minoritarias con las que tendría mayoría suficiente para vacarlo, se unieron para
sacarlo, ¡finalmente!, fuera del poder y de la presidencia de la república para consumar la
venganza por la derrota de junio del 2016).
No había modo de ganar. Aún la no vacancia de diciembre de 2017 importaba su salida de palacio
de gobierno. El suyo fue un sacrificio cuyo único y probable logro podría haber sido la
reivindicación de un Fujimori que, más allá de las desgracias morales y políticas por las que se lo
incriminó y se le sigue reprochando, también tuvo en su haber el mérito de haber resuelto dos
grandes problemas nacionales: sacar al Perú de la condición de paria en el mercado económico, y
alcanzar la pacificación interna derrotando el terrorismo.
Esos dos logros son lo que reconoció y valoró Kuczynski cuando concede el indulto en
agradecimiento por la gestión positiva de Fujimori. Desafortunadamente con el gesto de nobleza
que se le desconoce y, por el contrario, por el que se lo condena, lo puso a merced de quienes
valoraron más la lucha contra la corrupción y contra la impunidad. El precio era alto, y con su
decisión de indultar se puso a sí mismo en manos de una opinión pública voraz e inclemente.
ánimo de los inseguros se inclinó a favor de la vacancia presidencial luego del
desencuentro ocasionado con el indulto (48).

El 8 de marzo se presenta la moción 5295 para vacar al presidente Kuzcynski (49). Los
considerandos abundan en datos y detalles con los que plantean los extremos en los que
existió conflicto de intereses y aprovechamiento de vínculos estatales con fines privados,
respecto de los cuales Kuczynski no habría dicho la verdad sino que la negó de manera
continua y consistente (50). A raíz de la sucesión reiterada de negaciones se configura lo
que la moción llamó una falta de capacidad de reconocimiento de la conducta ética.

Siete días después de presentada la segunda moción de vacancia, el 15 de marzo, se


admite la moción con la que se propone la declaratoria de vacancia por permanente
incapacidad moral. El 16 de marzo se realiza la reunión de la Comisión Lava Jato en la
que se interroga al presidente Kuczynski en palacio de gobierno. El 19 de marzo los
congresistas Milagros Salazar y Héctor Becerril, actuando como voceros de Fuerza
Popular, comunican a los medios de comunicación que para evitar la vacancia del
presidente Kuczynski el poder ejecutivo intentaba comprar los votos de congresistas de
Fuerza Popular. El 20 de marzo, en horas de la mañana, el congresista Moisés Mamani
afirmó que se le había ofrecido la realización de obras en su circunscripción (Puno) a
cambio de no votar a favor de la vacancia presidencial, y esa misma tarde, el mismo día,
Fuerza Popular difunde videos y audios con los que suministra evidencia de la supuesta
compra de votos de congresistas de Fuerza Popular, en los que se encontrarían
comprometidos el abogado del presidente Kuczynski (Alberto Borea Odría), el ministro de
transportes y comunicaciones (Bruno Giuffra) e incluso el propio presidente Kuczynski.

En efecto, la gota que derramó el vaso en el proceso lo constituyó el rol que cumplieron
los videos con los que miembros de Fuerza Popular se preocuparon de grabar situaciones
en las que, a partir de conversaciones con integrantes del grupo conocido como los
avengers (Kenji Fujimori Higuchi, Bienvenido Ramírez Tandazo, y Guillermo Bocángel
Weydert), el abogado del presidente Kuczynski (Alberto Borea Odría), y el ministro de
transportes y comunicaciones (Bruno Giuffra), se documentaba escenas que
comprometían el propósito o intención de persuadirlos para apoyar a Kuczynski, a cambio
de supuestas o eventuales ventajas en la realización de obras o designación de
funcionarios en las regiones y localidades por las que fueron elegidos (51).

48 Corrupción e indulto no operaron como banderas contrarias. Fujimori es considerado como


uno de los íconos que simboliza la corrupción en los 90s. Más allá del vínculo que se construye
alrededor de la llamada matanza de Barrios Altos y La Cantuta, a Fujimori también se lo
responsabiliza por actos reñidos contra la legalidad en la gestión de los asuntos estatales. De ahí
la factibilidad de atacar a ambos, Kuczynski y Fujimori, como responsables de actos poco
transparentes y contrarios a la ética pública.
49 La moción fue suscrita por todos los grupos parlamentarios, excepto Peruanos por el
Kambio.

50 El documento presenta la cronología de las fechas y de las ocasiones en las que el


presidente Kuczynski negó vínculos con el grupo Odebrecht, así como las oportunidades en que,
según varios medios de comunicación (Cuarto Poder de América TV, Hildebrandt en sus 13, e IDL-
Reporteros) se corrigió o complementó a sí mismo, y abunda en detalles respecto a los contactos
establecidos entre el presidente Kuczynski o su empresa y Odebrecht, así como al movimiento de
transferencia de dinero o de fondos que Odebrecht realiza en favor de Kuczynski o de su empresa.
El anuncio y la revelación de los audios y videos precipitó la crisis. ¿Se trató de una
celada o emboscada orquestada por Fuerza Popular, a la que se prestaron como actores
principales los congresistas Moisés Mamani Colquehuanca, Modesto Figueroa Minaya y
Carlos Ticlla Rafael, asesorados y apoyados por el periodista asignado a dicho grupo
parlamentario Eduardo García Huamán? Quienes aparecieron como responsables de la
maniobra que se planteó como un acto de "compra" de votos en contra de la vacancia del
presidente Kuczynski negaron que se hubiera hecho una oferta de contratos de obras
públicas o de nombramientos al congresista Mamani para que votara a favor de la
permanencia del mandatario y señalaron que el propósito de la conversación debía
entenderse como gestiones que suelen ser parte de las que realizan los congresistas. Sin
embargo, así como la Fiscalía de la Nación decide asumir competencia para investigar
preliminarmente el contenido de audios y videos, paralelamente se presentó una denuncia
constitucional contra los congresistas Fujimori Higuchi, Ramírez Tandazo y Bocángel
Weydert. La denuncia fue procesada y resuelta con la declaratoria de formación de causa
por la presunta comisión de los delitos de cohecho activo genérico y tráfico de influencias,
previstos en los artículos 397 y 400 del Código Penal (52)

La abrumadora presión pública y la escasez de argumentos convincentes para descargar


las imputaciones que se dirigieron contra el presidente Kuczynski generaron un clima
imposible de sostener. El vínculo con el cargo presidencial se había debilitado
notablemente. La renuncia se tornaba inevitable por la poca transparencia con que se
respondió a la información que circulaba en medios oficiales y mediáticos. Refiriéndose a
los llamados kenjivideos o mamanivideos el presidente Kuczynski señaló en su carta de
renuncia que, debido a que el país se encontraba ante una grave distorsión del proceso
político que lo hacía injustamente aparecer como culpable de actos en los que no he
participado, decidió que lo mejor para el país es que yo renuncie a la presidencia de la
república porque no quiero ser un escollo para que nuestra nación encuentre la senda de
unidad y armonía que tanto necesita y que a mí me negaron. La Resolución Legislativa
del Congreso 8-2017-2018, con la que se acepta la renuncia, se publicó en El Peruano el
24 de marzo de 2018.

A partir de estos sucesos, ¿podría decirse que hay suficientes indicios como para crear la
persuasión, o que se genere la creencia, sobre la existencia de una estrategia de crear
pruebas contrarias a la permanencia del presidente de la república, mediante la grabación
de videos que muestran escenas de las que se deduce la aparente disposición de canjear
favores en el gobierno por la disposición favorable a votar en contra de la vacancia?. No
parece haberse tratado de un video casual en el que el azar o la casualidad favorecieron
una sucesión de encuentros a través de los cuales se fueron mostrando lo que parecía
ser la secuela o una cadena de contactos que permitirían llevar al congresista que servía
de anzuelo para acceder a un ministro y al Presidente de la República.

51 La toma de videos tiene lugar los días 15, 19, 20 y 21 de marzo de 2018. El 15 de marzo el
video ocurre en el tercer piso del Palacio Legislativo, luego de concluida la sesión del Pleno del
Congreso, en la que participan los congresistas Moisés Mamani, Kenji Fujimori y Guillermo
Bocángel, además del asesor Alexei Toledo. El 19 tiene lugar la conversación con Alberto Borea,
abogado del presidente Kuczynski. El 20 se realiza la conversación en el tercer piso del edificio
Santos Atahualpa, en la que participan los congresistas Bienvenido Ramírez Tandazo, Moisés
Mamani Colquehuanca, Modesto Figueroa Minaya y Carlos Ticlla Rafael. El 21 de marzo

52 Las Resoluciones Legislativas del Congreso con las que se suspendió a los tres
congresistas fueron las 9, 10 y 11-2017-2018-CR, publicadas el 8 de junio de 2018.
Hubo apoyo técnico de un profesional de la comunicaciones asignado al grupo
parlamentario de Fuerza Popular. No se trató de un video, sino de una sucesión
concatenada de varios orientados a una misma finalidad, objetivo o propósito. Y además
hubo una denuncia corporativa, a cargo del vocero de Fuerza Popular, ante los medios de
comunicación, temporalmente próxima a las ocurrencias y también al proceso de vacancia
que medió entre la presentación de la moción de orden del día, la fecha en que el
presidente Kuczynski debía recibir a la Comisión Lava Jato, y la sesión en que tendría que
realizarse la audiencia, el debate y la votación sobre la vacancia.

¿O puede ignorarse o minimizarse la maquinación o manipulación de situaciones con las


que se provoca un escenario que, en último término, no termina constituyendo elementos
de convicción bastantes como para decidir por sí mismos la supuesta compra de votos
contrarios a la vacancia presidencial?

10. LA RENUNCIA : LECCIONES APRENDIDAS SOBRE EL JUICIO DE VACANCIA

¿Es saludable la manera y resultados que ha traído el proceso que concluyó con la
renuncia del presidente Kuczynski? ¿Debemos congratularnos por los efectos
alcanzados, o existen más bien razones para lamentar el desenlace que produjo la
indagación y desmantelamiento de delaciones para limpiar la vida pública de la red de
corrupción en nuestra vida política?

Los hechos presentados y las reflexiones planteadas en este estudio buscaron explicar y
comprender los graves sucesos que afectaron al Perú como resultado del proceso
electoral del año 2016. El propósito fue proveer luces para evitar el juicio emocional o
apresurado sobre acontecimientos insuficientemente evaluados, o respecto de que
podamos habernos convertido en víctimas de la desinformación por las partes en pugna.

Si cabe resumir el proceso simplemente, aunque ello traicione ineludiblemente, el


complicado entramado de sucesos y de encausamientos, la renuncia del presidente
Kuczynski parece ser más parte del reconocimiento de formas de conflicto de interés que
no pudo levantarse ni explicarse públicamente con argumentos convincentes en su debido
momento. De otro lado, también parece existir indicios que permiten entender que, no
obstante la cercanía inmediata entre ambos hechos, el indulto que el presidente
Kuczynski concedió a Fujimori se basó más en una convicción humanitaria que en una
recompensa o pago por un beneficio recibido.

A pesar de la aparente contradicción, parece que en el hombre público que es el


presidente de la república coexisten la lógica del aprovechamiento de ventajas
económicas dentro del sistema capitalista, según la cual la dimensión empresarial en la
que opera como consultor o agente financiero mantiene un espacio aislado e inconexo
(escindido dirían quienes conocen más de cerca la psiquis humana), con la lógica del
servicio y de la agregación de valor público en el uso de sus talentos, competencias y
destrezas personales en el puesto políticamente más importante de nuestro régimen
político. Lamentablemente el acceso signficativo a datos que se cruzan digitalmente
expone de modo transparentemente cruel la realidad al ojo del investigador.

Quizá la paradoja más grande que afectó al presidente Kuczynski haya sido haber caído
víctima de su propia victoria. Estos parecen ser casos en los que quien gana no gana sino
pierde. Y pierde porque el perdedor tuvo ventajas en un juego que incentivó un tipo de
retaliación mediante el cual consiguió reducir a escombros una victoria electoral que no se
arrebató a nadie, sino que fue consecuencia del concierto de fuerzas diversas e
incuestionablemente plurales con las que se logró impedir que el poder absoluto quede en
manos de quien mereció las mayorías representativas en el parlamento. El costo del
indulto humanitario, sin embargo, gatilló la división no sólo entre quienes lo prefirieron sino
también entre quienes formaron parte de su propio grupo político. Optar por el indulto
supuso la negación de una declaración política con la que convenció y por la que se
confió en su opción durante el proceso electoral de abril y de junio de 2016.

Para empezar con la revaloración de la renuncia del presidente Kuczynski, el proceso de


su vacancia tuvo un giro contrario al que concluyó con la vacancia del presidente Fujimori.
Fujimori renunció y su renuncia no fue aceptada sino que, por el contrario, rechazada se
lo vacó por incapacidad moral permanente. Kuczynski pasó por dos procesos de vacancia
por incapacidad moral permanente, y su renuncia reemplazó el proceso de vacancia
iniciado en el Congreso por el de vacancia por aceptación de la renuncia que formuló ante
el Presidente del Congreso. En tanto que a Fujimori se le aplicó la sanción de la vacancia,
Kuczynski renunció para evitar indirectamente su vacancia. Más allá de esta notable
diferencia, repasemos y examinemos los alcances objeto de estas reflexiones.

10.1 El carácter moral y permanente de la incapacidad psíquica

Las preguntas que sobre la materia del acápite se han abordado en este texto
pretendieron deslindar lo que podría entenderse como una conducta en sí misma inmoral
o impropia de la condición personal que afecta al sujeto para apreciar, enjuiciar o valorar
como moral o inmoral la realidad que lo afecta. ¿Basta la comisión de algún hecho reñido
con la moral, fuera leve o grave, para vacar al presidente de la república? No, no basta.

¿Qué causa o motivación es válida para vacar a un presidente de la república por


incapacidad moral? ¿Seguimos regidos por el concepto de incapacidad mental o
psíquica? ¿Qué concepto de incapacidad es aplicable para catalogar la inmoralidad
presidencial? ¿Puede más el derecho objetivo y escrito, independiente de su sentido
histórico, y por lo tanto es la incapacidad moral equivalente a su dimensión ético-política?

La experiencia por la que pasó el país durante los primeros dos años del período que
empezó en 2016 dejan como correlato que no se ha comprendido el sentido del concepto
de incapacidad moral que ha venido repitiéndose en nuestro texto constitucional desde el
siglo XIX. Incapacidad moral equivale a incapacidad psíquica para hacerse cargo de la
conducción de la propia existencia y de los procesos personales, públicos o privados, en
los que uno participa en su vida cuotidiana. Sin embargo, la descontextualización del
sentido técnico que tiene el concepto ha sido objeto de aprovechamiento político,
levantándose el sentido común según el cual se entiende que equivale a la comisión de
actos moralmente incorrectos o inaceptables. Esta última debe ser la dimensión del
derecho penal, según la cual en un estado de derecho debe sancionarse la ilicitud que
tenga previsión en la ley. No en el juicio subjetivo de los actores de los procesos políticos.

10.2 El desconocimiento de las vías previas


Por la razón anterior debe quedar claro que existió disposición para colaborar con el
propósito indagatorio de la Comisión Lava Jato, no obstante la ambigüedad del rol que
tiene para demandar o exigir la presencia de quien goza, no de impunidad, sino de
inmunidad durante el período de su mandato presidencial. Este extremo del debido
proceso quedó hecho trizas con el aprovechamiento del concepto de incapacidad moral al
que se aferraron quienes advirtieron el aparente conflicto de interés que afectó el
desempeño de las funciones públicas desempeñadas por el presidente Kuczynski.

Si lo exigible era el examen de conductas ilícitas el procedimiento correcto era agotar


antes el proceso investigatorio previo. Extraer del proceso de investigación información
insuficientemente corroborada, valorada o merituada al momento en que se ventila como
escándalo en los medios de comunicación, sin reserva ninguna, deja como lección que la
labor parlamentaria sí cuenta con normas de conducta que cuando se las desconoce más
es el daño que ocasionan que el efímero beneficio político que proporcionan a quienes
violan las reglas del juego.

Negar la vía de la investigación parlamentaria como preliminar y anterior al proceso de


vacancia importa el recalentamiento del régimen constitucional con mecanismos que
desprotegen no solamente a la persona que desempeña el puesto presidencial, sino
además representa el debilitamiento de la institución presidencial propiamente dicha
mediante la acción entre súbita y furtiva. Si se opta por investigar no se excluye el
proceso de vacancia presidencial sino, por lo contrario, se favorece un mecanismo
reflexivo de evaluación de conductas impropias en los más altos mandos en el Estado.

Atropellar el proceso de investigación parlamentaria con la sumariedad fulminante del


proceso de vacancia parece ser una alternativa inadecuada para resolver dudas que
atañen al desempeño de la figura más representativa en la dirección del Estado peruano.
Su uso, sin que quepa mayor duda, nos ubica en una situación contraria a la presidencia
de la república. Es la vía sumaria y perentoria que consiste en que se mantenga la actitud
abiertamente confrontacional y dicotómica: vacancia por renuncia voluntaria, o vacancia
por declaratoria de incapacidad moral permanente.

En la vía de la investigación anterior o como requisito anterior a la vacancia la situación es


más dilatada, benévola y contemplativa. Es la vía basada en la lógica del juez natural y
del debido proceso, según la cual no cabría vacar al Presidente de la República sin
previamente valorar los dichos, los documentos, la evidencia, y las pruebas, para lo cual
sería indeseable precipitar la acción o decisión parlamentaria para la remoción del
Presidente hasta que no haya sido posible tener, antes, una convicción fundada en el
proceso investigatorio, como consecuencia del cual debe producirse un informe final que
habrá de ser debatido y votado regular y oportunamente en el Pleno del Congreso (53).

Además del atropello que significó el salto procesal que originó el desconocimiento de la
existencia de un proceso investigatorio en curso sobre las materias por las que se

53 Esta segunda vía tiene como escollo la pretensión presidencial de limitar las competencias
de una comisión investigadora para citarlo en calidad de investigado, porque colocarlo en el
supuesto de investigado importa no sólo la presunción de que existen actos que comprometan la
regularidad, constitucionalidad o licitud del desempeño presidencial, sino la inminencia de una
posible responsabilización por la comisión de delitos cometidos en el ejercicio de la función, o de
infracción de la Constitución. Este supuesto, sin embargo, incide y afecta la protección del ejercicio
presidencial que prevé el Artículo 117 de la Constitución.
encontraba responsabilidad en el presidente de la república, es igualmente un aspecto
procesalmente cuestionable que se haya extraído de la competencia regular de la
Comisión Lava Jato un documento que fue solicitado y recibido por este órgano
parlamentario para exhibirlo públicamente antes que lo conociera dicha comisión. ¿O
puede considerarse normal que la presidenta de la Comisión Lava Jato revele el
contenido del documento que dirigió a esa comisión el representante de Odebrecht, sin
que haya sido despachado a su destinatario? No ha lugar a muchas dudas que no se trata
de un modo respetuoso, por decir lo menos, con los miembros de la instancia a cargo del
proceso investigatorio, como llama también la atención que el suceso terminara quedando
avalado por los propios integrantes de la comisión.

10.3 La evidencia preconstituida mediante maquinación interesada del adversario

Quizá una de las más importantes lecciones de esta experiencia haya sido que minimizar
el papel de un adecuado proceso de comunicación tiene costos muy altos en el plano, en
especial, de los operadores de las funciones estatales. Los errores en la elaboración de
los descargos frente a las imputaciones del conflicto de interés que se enrostró al
presidente Kuczynski no fueron desaprovechados en la competencia política que se
libraba desde ambos poderes del Estado.

Tanto como existe espacio suficiente para dudar que quienes estuvieron involucrados en
la pretensión de vacancia hayan sido totalmente transparentes con la rectitud de sus
intenciones, con la verdad de sus motivaciones y con los medios de los que se valieron
para arrinconar a su adversario, igualmente cabe afirmar que existe espacio suficiente
para dudar que el imputado haya comunicado con suficiencia al público y al parlamento lo
que habría tenido que decir para que se conozca a cabalidad la verdad de su vínculo con
la empresa Odebrecht y para aclarar con transparencia y claridad cómo así no existiría
conflicto de intereses en su desempeño público.

Detrás de ambas carencias está la dificultad de ponerse en el lugar del otro a partir de
una posición hipotéticamente hegemónica o de privilegio, sea como mayoría
parlamentaria o como vencedor de una contienda electoral. La corrección de la conducta
política y el ejercicio del control sobre ella exigen grados indispensables de sensibilidad
que no pueden soslayarse. De la integridad en el desempeño de la función pública
dependen los aprendizajes con los que la ciudadanía adquiere modelos para su propia
actuación, o vergonzosas formas de comportamiento que generan el repudio.

¿Qué tan sano o saludable es para la afirmación de modos democráticos el recurso a


modos éticamente dudosos de enfrentar al rival político? ¿O acaso no le hace daño a la
incipiente cultura democrática de nuestro país que no se valore ni mida el tipo de medios
con los cuales se rivaliza? Tan importante como dignificar, transparentar, limpiar y
deslindar los usos propios frente a los otros impropios en el ejercicio del poder, quien
pretende y se empeña en la asepsia e higiene política no está exento de obligaciones y
responsabilidades en su empresa sanitaria. De ahí que los métodos no puedan usarse
como guillotina, independientemente de su razonabilidad y pertinencia respecto del fin
que se pretende alcanzar. La guerra sucia actúa como una maniobra de sabotaje y de
demolición de las virtudes éticas que supone y que exige el estilo democrático en la
ciudadanía y en la autoridad.
No es irreprochable el método con el que se denuncia o se obtiene evidencia
incriminatoria si el uso que se da al método, a la denuncia y a la evidencia están dirigidos
por intenciones malsanas. No cualquier modo es idóneo para ganar ni para vencer en las
contiendas. Si mal hace quien no explica bien las imputaciones de conflicto de interés que
se le enrostra, ningún mal menor es el que caracteriza al que procede con trucos, con
trampa, con atajos o con coartadas. Proceder sin honor trae como consecuencia la duda
sobre la falta de que se acusa al adversario. Es como el pillo que grita que hay que
atrapar al ladrón para que no se sepa de qué actos es cómplice. Esta es la situación que
caracterizó, tanto la desnaturalización del proceso investigatorio, como el calculado y
ladino uso de grabaciones para reivindicarse con quienes ejercieron su libre arbitrio con el
objeto de oponerse a la vacancia presidencial.

10.4 Los límites del indulto en la vida política

¿Cabe condonar los actos que causaron repulsa ética, en nombre de la especialmente
delicada naturaleza del estado físico y anímico de quien no honró el papel político que
desempeñó por cuenta de toda la nación? ¿Es el perdón, o el olvido, un remedio
proporcional y constitucionalmente eficaz para equilibrar los bienes transgredidos en
ejercicio del mandato presidencial, más allá del daño que recayó sobre quienes
irreparablemente quedaron privados de bienes personales, familiares o comunitarios?,
¿era moral o políticamente correcto otorgar el indulto luego que quien lo concede negó
que lo adjudicaría durante la campaña electoral?, ¿se trató de un acto consecuente e
irreprochable que se indultara a Alberto Fujimori, sin embargo de que, presionado el
Presidente por una respuesta, señalara que él sí promulgaría la norma con la que el
Congreso lo amnistiara?, ¿era compatible con la atribución presidencial de indultar dilatar
su otorgamiento hasta haber ganado la votación contraria a la moción de vacancia en
diciembre de 2017?.

El indulto se gestionó sumariamente. Este es un aspecto que afecta la regularidad y el


respeto a las normas y a los principios de convivencia colectiva. Asociado al proceso de
vacancia debilita la apariencia de corrección y por lo mismo la razonabilidad de la medida.
No obstante la antelación con la que se inició el proceso de indulto respecto del inicio del
proceso de vacancia, en diciembre de 2017, no cabe duda que se trató de un proceso
acelerado que recalentó los plazos precisamente luego del incidente de la vacancia
presidencial. Si debe o no debe indultarse a quien cometió delitos especialmente graves
por el rango y jerarquía que ostentó en nuestra república, lo que empaña la concesión del
indulto es la ligereza y el carácter sospechosa y tangiblemente nocturno, brusco y
precipitado con el que se tramitó.

Además de la mancha que se destaca con la celeridad con la que se tramitó el indulto, su
otorgamiento representa una incoherencia política que no guarda consistencia con las
medidas que se anunciaron como parte de la campaña. Más allá de la impropia
construcción judicial que condena al reo a partir de una teoría de creación posterior a la
fecha en que se produce el acto delictivo, existe una dosis innegable de pragmatismo
conforme a la cual se entiende que sacrificar la palabra empeñada durante el proceso
electoral, en nombre de la conveniencia de un resultado que resulta de interés para las
partes, es un mecanismo o proceso éticamente útil y, en esa medida, políticamente
razonable y convalidable.
¿En qué queda el respeto a los principios y a la palabra empeñada cuando la relación con
unos y otra tiene carácter fungible? Porque apostar por la integridad ética marca la
diferencia entre un régimen gobernado por la honestidad, y otro de escasa confiabilidad
política y moral, el indulto se encuentra entre aquellos actos que, aparentemente, no
debieron haber tenido lugar, de no ser por la evaluación de la perspectiva humanitaria con
la que cabe actuarse respecto del dolor y de la miseria de la humanidad de un hombre
privado de libertad.

¿Cuál es el lugar para el perdón, para la clemencia, o para la misericordia, en el sistema y


en la vida política de una república? ¿Puede el indulto limpiar la escoria y desintoxicar los
residuos nocturnos del alma pública de un país? ¿O será que lo que limpia y desintoxica
es el castigo limpio, puro y duro de las culpas y del daño que se impuso a la sociedad
durante el gobierno?

¿Debía el criterio humanitario prevalecer para conceder la gracia del indulto a quien
desde el más alto cargo público fue responsabilizado por el asesinato de 15 personas; por
la obtención injustificada o carente de sustento de recursos monetarios ascendente a 15
millones de dólares; por deshonrar la confianza pública al abandonar la presidencia de la
república y huir del país; por postular a cargos representativos en otro país; o por permitir
la comisión de excesos e irregularidades económicas por gente de su más próximo
entorno en la presidencia de la república?

¿Cuál es el límite del perdón? ¿Se perdona a quien omite admitir sus faltas, o puede
perdonarse aun a quien el orgullo o la impiedad le impiden manifestar alguna forma de
arrepentimiento? ¿Cabe perdonar a quien carece de arrepentimiento por las faltas,
errores o crímenes cometidos? ¿No sería un lujo ético inadmisible amparar la vileza
oportunista de quien no se duele del mal que ha causado a la república? ¿No serían
peores las secuelas y enseñanzas que deje en la comunidad el uso de gracias
inmerecidamente extraordinarias a cambio de la permanencia en el puesto y ejercicio del
mando presidencial?

Difícil será encontrar una respuesta satisfactoria ante situaciones límites e inciertas como
las cubiertas en las numerosas interrogantes planteadas. Según declaración propia, el
criterio que precedió en la decisión del presidente Kuczynski se presentó dentro de la
dimensión del juicio humanitario. El compromiso que existió con el primer intento de
vacarlo en diciembre de 2017, sin embargo, puso el carácter humanitario de la decisión en
una dimensión que no resulta fácil eximirla de un análisis costo-utilidad. El beneficio social
del indulto no es colectivamente apreciable, porque quizá la mitad del país pudiera estar
de acuerdo contra la otra mitad que estuviera en contra. De ahí la soledad y daño efectivo
que se cierna sobre quien asume el riesgo y toma una decisión que no puede dejar de
generar contradicción. Esta era la tragedia que esperaba algún tipo de desenlace. No
hacer nada, como no lo hicieron los presidentes García Pérez ni Humala Tasso, habría
supuesto algún grado de temor reverencial frente a una opinión pública decididamente
dividida. El presidente Kuczynski cruzó el rubicón y luego le tocó pagar el costo con su
descrédito e, incluso para algunos pocos (que por escaso que fuera su número no es de
menor relevancia su trascendencia colectiva), también el de la complicidad y el de la
infamia.

10.5 Entre la indebida vacancia y la renuncia debida


Detrás de la aparente observancia de los rituales formales del debido proceso y del
derecho a la defensa, no pareció variar mayormente la inclinación del juicio del verdugo.
¿O es que puede afirmarse que el Congreso se comportó de manera imparcial en el
examen y valoración del caso, de los argumentos y de las pruebas en las que se sustentó
la acusación? ¿quedó asegurada la imparcialidad o neutralidad en el juicio político, o
existe evidencia del uso políticamente dirigido contra un adversario político?

Es cierto que no es un fenómeno deseable ni frecuente que valores política y


constitucionalmente apreciados sufran remezones tan eclosivos o dramáticos como los
que terminan en la conclusión prematura del mandato del jefe del Estado. No se espera ni
desea que la pesadilla de la corrupción mancille a la más alta autoridad representativa de
ningún país. Se pensó que lo peor que pudo habernos ocurrido no se repetiría, que ya
quedaría como cosa del pasado con la crisis del año 2000, y que no nos acosaría una vez
más el fantasma del parricidio o del degollamiento simbólicos del presidente de la
república. Esa misma experiencia, la del año 2000, permitió advertir que era posible la
reconstrucción política del país, levantarnos de la sima moral en que naufragamos, según
el orden y reglas preexistentes, y no mediante su quiebre ni transgresión. Dieciocho años
después tiemblan y contorsionan nuevamente las bases de nuestra estructura política.

¿Eran los pedidos de vacancia presidencial el medio proporcionalmente más útil y


equilibrado para corregir las trangresiones e conductas por las que se denunció al
presidente Kuczynski,? ¿Era la vacancia el método constitucionalmente idóneo, más
eficiente y proporcional para remediar las imputaciones que se le hacía? La transgresión y
las imputaciones estaban todas referidas al conflicto de interés y a la mentira. La
transgresión e imputaciones se ampararon en la acepción de incapacidad moral
sustentada, fundamentalmente, en una situación de conflicto de intereses. ¿Era
compatible esta acepción con el concepto de inhabilitación psíquica que pusiera al
presidente de la república en una situación de incompetencia para cumplir funcionalmente
las tareas que la Constitución le asigna? Si el sustento fueron las supuestas mentiras y el
conflicto de interés, ¿eran base suficiente para definir que la capacidad psíquica del
presidente lo ponía en una condición de funcionalmente incompetente para desempeñar
el cargo de presidente de la república? ¿No habría sido necesario conducir esas faltas,
transgresiones o vulneraciones a través de un proceso distinto, como habría sido la
acusación constitucional? Y si el proceso constitucionalmente idóneo era la acusación
constitucional, ¿por qué se optó por un proceso artificial e impropio para alcanzar la
finalidad procesalmente pretendida?

Era razonable que el presidente Kuzynski presente su renuncia en las circunstancias que
escalaron a pasos forzados hasta su arrinconamiento. Los incidentes relativos al conflicto
de interés inadecuada e insuficientemente esclarecidos levantaron sombras imposibles de
disipar. Su renuncia, sin embargo, fue consecuencia de un proceso indebido. Indebido por
la forma incorrecta en que se tramó el derribamiento luego de la derrota en las elecciones
presidenciales de junio de 2016, indebido por la forma incorrecta en que se aportaron
pruebas, e indebido por las faltas en contra de la corrección democrática y las virtudes
con que debe operarse los procesos políticos. Cuando la emoción traiciona a la razón el
riesgo del desborde y de la injusticia se incrementan exponencialmente. El costo de esos
desbordes e injusticia es que el sistema en que vivimos se desequilibra. El desequilibrio
daña por igual el régimen como a los ciudadanos que quedamos como testigos de un
escenario insuficientemente examinado y comprendido.

¿Fueron pues los pedidos de vacancia el medio menos gravoso o intenso en relación con
el papel del presidente de la república en nuestro régimen político, así como con los
propios derechos fundamentales de quien ocupaba dicho cargo? Si bien existe un
proceso ad hoc para revisar la permanencia del presidente de la república en el cargo, su
uso correcto está ajustado a restricciones y acotado por parámetros que pretenden
controlar la arbitrariedad. Una de esas restricciones es que se tipifique adecuadamente
aquello en lo que consista una genuina incapacidad moral. Otra, que no exista otro
proceso más apropiado para tramitar lo que no consista propiamente en una incapacidad
moral.

Porque existe algún grado de resistencia respecto a aceptar la facilidad con la que se usa
el concepto de incapacidad moral, debe entenderse que el proceso de vacancia no se
ajustaba a las exigencias del tipo de proceso que es la vacancia presidencial. Menos aún
si para llevar adelante el proceso de vacancia hubo enajenación de medios probatorios,
sin valorar, de un proceso investigatorio, sin que, además, hubiera debate respecto a esta
irregularidad no obstante alguna protesta minoritaria a la que no se hizo eco. Tanto
menos,igualmente, si como para agravar la situación del presidente se utilizó un
mecanismo de maquinación que provocó pruebas para argumentar una supuesta táctica
de compra de votos de congresistas a cambio de obras en las circunscripciones o
localidades a las que ellos representaban.

¿Qué valor tiene, en efecto, la extracción de medios probatorios no conocidos,


corroborados ni merituados en la comisión investigadora para la delación pública, cuando
los procesos investigatorios en curso aún no habían concluido? ¿Y qué valor tienen los
videos agenciados mediante la maquinación deliberada para urdir una treta que beneficia
al partido que se declara enemigo y que aspira a tomar venganza contra los
denunciados? Además, ¿Es posible admitir como válida la prueba de los mamanivideos si
la pericia determina que hubo manipulación y que los videos no están completos?

Sea como fuese, la sucesión de hechos debilita la integridad del proceso dirigido contra la
permanencia del presidente de la república en el cargo. Y ello se da independientemente
de las eventuales, supuestas o efectivas fallas en el desempeño y en el ejercicio de las
funciones públicas cumplidas por Kuczynski, fuera como ministro de Estado, o como
presidente de la república. Por esta razón es posible sugerir que el fin buscado con la
vacancia pareciera no estar avalado en una intención plenamente lícita. Existe cierto
humor que transmite impresiones algo distintas a las que dejan las conductas privadas de
segundas intenciones. ¿No fue quizá la renuncia de Kuczynski para un importante grupo
de los promotores de la vacancia el trofeo que esperaban alcanzar para compensar la
derrota electoral? ¿No hubo motivación de aniquilamiento político bajo la supuesta
voluntad de limpieza en el ejercicio de la función pública?

Si bien es cierto que dejó qué desear no recibir respuestas transparentes, claras y
contundentes sobre las imputaciones relativas al conflicto de interés, más qué desear
incluso dejó que la verdad se tratara de disimular, maquillar, encubrir, ocultar o
tergiversar. La frivolidad con la que se enfrentaron los cargos liquidó la confianza,
desmoronó las expectativas que trajo su victoria electoral y cubrió con desilusión la
esperanza que se tuvo de un gobierno más auspicioso, sólido y eficaz. Sin embargo esas
faltas contra el orden político correspondía examinarlas en un proceso de acusación
constitucional y no en en la sumariedad fulminante de uno de vacancia presidencial. En
ese caso el proceso de acusación constitucional tendría que haberse ceñido a los
extremos indicados en el Artículo 117 de la Constitución. Esta norma quedó velada e
inutilizada con la anteposición de una estrategia cuyo objetivo pareciera haber sido el
derribamiento, la demolición, el degollamiento y el sepultamiento simbólico del presidente
de la república.

La irregularidad y la ilicitud no son compatibles con las exigencias éticas de un régimen


democrático, pero la rendición de cuentas y la exigencia de responsabilidad suponen la
corrección y no el apresuramiento ni el abuso de la posición dominante en el sistema
político. Si bien la renuncia alivió el turbio y espeso panorama político, no debe
desatenderse que el logro aparente en la supuesta conquista de la moralidad pública fue
también resultado de una treta encubierta bajo el relato de la limpieza política que más
bien maquilló el calculado propósito de aniquilar al adversario. El proceso de vacancia, en
este particular sentido, parece más haber sido parte de una estrategia para alcanzar la
canibalización del rival ante el escollo constitucional que representaba el régimen de
inmunidad presidencial previsto en el Artículo 177 de la Constitución. La calidad ética y
política del resultado, por esta razón, deja qué desear y no fortalece sino que merma la
calidad de la vida y de los procesos democráticos en el Perú.

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