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Quizá la aspiración colectiva más gaseosa y espiritualmente menos asible sea la de regir
nuestros actos individuales desde el modelo o desde la perspectiva de los valores y de los
principios democráticos (3). Nuestra vida cuotidiana no suele integrarse con modos de
convivencia en los que nuestras decisiones se muevan por la voluntad de vivir como si
creyéramos que es mejor regirnos por pautas de comportamiento democrático, antes que
por instintos de convivencia basados en las necesidades de sobrevivencia del más fuerte,
del más poderoso, o del que más recursos posee bajo su discreción. La vida y cultura de
nuestro pueblo, en general, se caracteriza por bolsones inconexos y espasmódicos de
episodios democráticos. Esa falta de modos efectivos, consistentes y sostenidos de
El examen que se pretende realizar tiene por finalidad, primero, comprender la lógica del
proceso que escaló hasta el agudo debilitamiento y arrinconamiento del gobierno del
presidente Kuczynski, como consecuencia de la disimilitud y oposición de mayorías entre
el gobierno y el Congreso, que resultó de las elecciones generales de 2016; y segundo,
discernir los aprendizajes que dejan los usos del proceso de vacancia presidencia
(colateral y ocasionalmente vinculado al uso constitucional de la gracia del indulto por el
presidente de la república), para determinar formas idóneas y equitativas de su
proposición, administración y gestión en la asamblea de representantes.
Una advertencia relevante antes del desarrollo de estas reflexiones sea la breve
explicación que planteo sobre la relación entre la vacancia y el indulto. Se trabaja la
cuestión de la vacancia presidencial y su relación con el indulto, no porque el segundo
sea ni se haya vinculado en sentido estricto la causa de la primera, sino porque el perfil
del proceso de vacancia y el desenlace de la misma estuvo colateral aunque
decisivamente influenciado o afectado por la decisión relacionada con el indulto.
Tanto el indulto como la vacancia son dos instituciones extremas. En ambas se pone a
prueba actitudes políticas y juicios morales cuya presencia no debe pasar indiscernida.
Hay dos mandatos que no puede dejar de tenerse presentes como principios de la acción
en los asuntos públicos o estatales. Ni el indulto es ajeno a la clemencia, al perdón o a la
misericordia, ni la vacancia puede quedar salpicada por las violencias encubiertas de la
ira, la rabia, la venganza o la cólera. La racionalidad del enfoque jurídico de una y otra
instituciones no opera en el vacío. De ahí que sea preciso plantear explícitamente la
materialidad del aspecto ético y político a partir del cual se formalizan los razonamientos
normativos. Cuando se habla de lo debido, y de lo indebido, en los procesos políticos, el
pronunciamiento no elude sino que presupone la actitud moral y política del sujeto que
razona y elabora dicho pronunciamiento.
4 El primer caso tuvo lugar en noviembre del año 2000, luego que se aceptaran las renuncias
de los vicepresidentes Tudela, y Márquez, y de rechazada la renuncia que mediante fax presentara
desde Tokio el ingeniero Alberto Fujimori, luego que incumpliera el permiso otorgado por el
Congreso para viajar a Brunei.
5 El primero ocurrió al inicio de la república, el año 1823, cuando se vaca al presidente José
Mariano de la Riva Agüero y Sánchez Boquete. El segundo, en 1914, se dirigió contra Guillermo
Enrique Billinghurst Angulo. Al primero por negarse a trasladar la sede del gobierno a Trujillo; al
segundo por pretender disolver el Congreso y realizar una convocatoria plebiscitaria.
planteamientos elaborados por el Tribunal Constitucional en la STC 6-2003-AI/TC, en la que
estableció requisitos para tramitar los pedidos de vacancia.
Muerte
Permanente Aceptación de
incapacidad su renuncia
moral o física
Resolución del
Congreso
Cuando ese vínculo se lesiona el daño es más que una mera sanción personal. El manto
del castigo imprime el estigma del deshonor y de la deshonra a la sociedad entera cuya
representación y gobierno encarna el Presidente de la República... ¡así de grave!. Sólo
una condición patológica de ceguera negaría que expulsar del gobierno al gobernante es
a la vez y simultáneamente un síntoma de las incompetencias políticas del pueblo del que
él es parte, del pueblo que lo elige, y de quienes es, aunque a más de uno nos rebele
pensarlo y más aún admitirlo, copia moralmente representativa.
La vacancia, en efecto, tuvo éxito indirecto con la renuncia voluntaria del Presidente de la
República, luego que advirtiera el riesgo inminente de que quienes con su ausencia
evitaran la consumación de la vacancia expresaran su indignado asombro por haber sido
sorprendidos y por haber sido objeto de engaño. El indulto, en este caso, es un suceso
circunstancial que, en último término, es parte importante de la trama alrededor de la
salida de Pedro Pablo Kuczynski porque activa progresivamente la decisión de renunciar,
pero no tanto porque su concesión fuera el reproche principal que justificara el pedido de
vacancia, sino porque formara parte del cuadro de situaciones en las que se encontraran
indicios de no haber expresado fielmente la verdad y, por lo mismo, que incrementaran la
aceleración del trámite dentro del conjunto de casos que integraran lo que se calificó
como parte de su incapacidad moral permanente.
En este contexto, y dada la presentación que hago del objeto de este estudio, ¿de qué
criterio valernos para delimitar los horizontes del orden frente a su ausencia, de lo
correcto frente a lo abusivo? ¿qué es pues "lo debido", y cómo distinguirlo de "lo
indebido"? Por eso, ¿qué será lo propiamente calificable como políticamente idóneo,
aceptable o razonable, en particular en el caso de la evaluación y enjuiciamiento que se
hizo de la conducta del presidente Pedro Pablo Kuczynski Godard? ¿O no estaremos aún
demasiado próximos a la realidad como para que nuestro juicio no quede contaminado
por afectos o emociones fuertemente marcados por los sucesos que afectaron nuestras
primeras impresiones, percepciones o sentimientos? El intento que emprendemos nos
dará alguna pista y noticia en su momento.
Una primera característica objetiva del juicio político sobre la vacancia presidencial son
los hechos, documentos, declaraciones, o actos en general, verificables, a partir de la
conducta o de las actitudes o gestos que emite un sujeto político para expresar
funcionalmente su opinión, parecer, posición o decisión, o para gestionar las
responsabilidades inherentes al órgano o al cargo que ejerce en el Estado, cuya
observación, revisión o control son competencia del sujeto político que evalúa la
corrección del desempeño constitucional del funcionario evaluado. La segunda
característica objetiva es que el juicio político tenga lugar y sea exigible en sede
parlamentaria. Con esta ultima restricción se excluye de la categoría que definimos como
juicio político todo proceso igualmente político que se desarrolle en sede distinga al
Congreso de la República.
A su vez, la característica subjetiva del juicio político se refiere a la identidad del sujeto
cuyos hechos, documentos, declaraciones o actos políticos son materia de evaluación o
consideración, tanto como a la identidad del sujeto competente para realizar tales
apreciaciones desde sede parlamentaria. El sujeto que toma decisiones políticas a partir
de un puesto que se ocupa por el mandato democrático y popular es evaluado por el
sujeto a quien la Constitución le encomienda el control de regularidad y de
constitucionalidad de sus actos políticos.
Es desde esta perspectiva, procesalmente más general, que se enriquecen los criterios
según los cuales se comprenden usos parlamentarios conforme a pautas y principios
comunes de regularidad política y constitucional. La categoría de juicio político, en sentido
estricto, puede tratarse según las reglas específicas que se reservan para el proceso de
acusación constitucional sobre materias que suponen infracción de la Constitución por
sujetos premunidos de esta prerrogativa. Pero desasir el concepto de juicio político de
dicho uso puntual permite también enriquecer modos de conceptualizar prácticas y
procesos parlamentarios según una visión discrecionalmente más razonable, menos
arbitraria y, por lo tanto, más democrática, de la voluntad política.
Sea como fuese, la prerrogativa presidencial no cubre los casos en los que el Presidente
de la República es civilmente responsable, ni comprende tampoco los relativos a la
comisión de delitos comunes anteriores o posteriores al inicio de su mandato. Sólo
alcanza los delitos de índole funcional. Si vence el plazo de 5 años que establece el
Artículo 99 de la Constitución la única vía disponible es la del proceso común, porque el
fuero constitucional a cargo del Congreso deja de asistirlo. En este supuesto el juez
competente es el de la materia e instancia ordinaria correspondiente. No corresponde
más ya el enjuiciamiento en la sede privilegiada de nivel supremo. La fiscalía suprema y la
corte suprema no pueden avocarse a una causa respecto de quien no está más
premunido del fuero constitucional reservado, por razones excepcionales, a determinados
funcionarios, sobre materia puntualmente establecida, y dentro de plazo cierto y definido.
Luego de la victoria masiva del fujimorismo en las elecciones parlamentarias con el 56 por
ciento de los escaños (73 de 130), la suma de agrupaciones políticas contrarias a Fuerza
Popular dirigieron sus esfuerzos al apoyo de Kuczynski en la segunda vuelta de las
elecciones presidenciales (8). El favor electoral supuso la coincidencia de preferencias
marcada por el antifujimorismo. El efecto de la pluralidad de tendencias contrarias fue
tangible aunque la victoria fue por un margen comparativamente marginal y estrecho.
Kuczynski ganó la elección por 0.242 por ciento de los votos más que la candidata de
Fuerza Popular (8'580,474 a su favor y 8'539,036 votos a favor de Fujimori, con una
diferencia de 41,438 votos).
Al parecer esa victoria tuvo el sabor y la marca ocultas del encono y del despecho detrás
del disimulo. Una señal indicativa fue, en efecto, la ausencia de maneras y modales
elementales en la competencia política, como fue la incomunicación y la falta de
reconocimiento, de saludo o de felicitación al ganador (9). Gesto, además, que se agravó
con recriminaciones respecto a que la victoria habría sido obtenida de modo irregular o
ilegítimo. Estos son datos y señales colaterales que adquieren sentido conforme empieza
6 Un dato previo, que generó malestar antes de las elecciones, fue la controversial
Resolución 11-2016-JEE-LC1/JNE, que recayó sobre la imputación que se hizo a Fuerza Popular
de incumplir la ley electoral en relación con la entrega de dádivas, según lo disponía el Artículo 42
de la Ley 28094, Ley de Organizaciones Políticas, modificada por la Ley 30414. Luego de haberse
aplicado la misma norma para sancionar y excluir del proceso electoral al partido Alianza para el
Progreso, César Acuña, la resolución del Jurado Electoral Especial declara infundada la denuncia y
legaliza el acto de entrega de premios en un acto electoral, en razón a que, no obstante la
naturaleza proselitista del evento, no provinieron del patrimonio del candidato.
7 En primera vuelta ningún candidato alcanzó la mayoría absoluta. Fuerza Popular obtuvo 6
millones 115 mil 73 votos; Peruanos por el Kambio 3 millones 228 mil 661 votos; Frente Amplio 2
millones 874 mil 940 votos; Acción Popular 1 millón 69 mil 360 votos; y Alianza Popular 894 mill
278 votos.
8 La cantidad de votos alcanzados por Fuerza Popular equivalía al 24% de los votos de los
electores que concurrieron a votar; Peruanos por el Cambio 11%; Frente Amplio el 9%; Alianza
para el Progreso 6%; Alianza Popular 5,41%; y Acción Popular 4,68%. Los electores que votaron, y
cuyas preferencias no alcanzaron representación parlamentaria como consecuencia de la valla
electoral y el régimen de representación proporcional, sumaron el 40% de votantes (es decir, 40%
de votantes quedaron sin representación parlamentaria durante el período 2016-2021).
9 Para ningún observador serio del escenario electoral pasó desapercibido que el
fujimorismo careció de madurez suficiente como para respetar hidalgamente la derrota. Por el
contrario, la derrota fue el signo de una herida de difícil proceso de cicatrización. Permaneció
abierta hasta que se inmoló la víctima cuyo sacrificio redimiría el dolor de la pérdida. El duelo no
cumplió su papel reparador hasta que se humilló al responsable del las heridas que resultaron de
la contienda.
el despliegue táctico de decisiones en las relaciones entre el gobierno y el parlamento
entre agosto de 2016 y el 21 de marzo de 2018 cuando renuncia el presidente Kuczynski.
10 La censura fue precedida por la interpelación que tuvo lugar el 7 de diciembre de 2016
(sustentada en la Moción de Orden del Día 1083, presentada el 23 de noviembre, y aprobada el 1
de diciembre). La moción de censura se presentó el 9 de diciembre (Moción de Orden del Día
1308) y se aprobó el 15 de diciembre por 78 votos a favor, ninguno en contra y ninguna
abstención. La renuncia del ministro Saavedra Chanduví se aceptó con Resolución Suprema 315-
2016-PCM, publicada el 18 de diciembre de 2016.
11 La interpelación al Ministro Vizcarra Cornejo se realizó el 18 de mayo de 2017, luego de
aprobada la Moción de Orden del Día 2311, que se presentó el 4 de mayo. Su renuncia fue
aceptada mediante la Resolución Suprema 70-2017-PCM, publicada el 26 de mayo de 2017.
14 El Ministro de Economía y Finanzas Alfredo Thorne Vetter, fue invitado mediante Moción
de Orden del Día 2734, presentada el 15 de junio de 2017. Se presentó en el Congreso el 16 de
junio, luego de lo cual hizo cuestión de confianza de su permanencia en el gabinete. La cuestión de
confianza fue rechazada el 21 de junio, por contar sólo con 11 votos a favor, 88 en contra y 2
abstenciones. Su renuncia fue aceptada mediante Resolución Suprema 91-2017-PCM, publicada
el 24 de junio de 2017.
Es innegable que cada órgano estatal procede según sus competencias; pero la cuestión
es qué competencia se opta por escoger en el contexto de correlación de fuerzas entre el
gobierno y el parlamento. Esa correlación permite estrategias de colaboración tanto como
otras de obstrucción o de bloqueo. El discurso de Fuerza Popular, lejos de admitir las
sombras o el componente bilioso de su estrategia respecto del poder ejecutivo, afirmaba
que nunca había existido mala fe y que su intención era asegurar el cumplimiento de la
Constitución y el ejercicio de las atribuciones que la Constitución le asigna.
En el juego de fuerzas antagónicas entre el parlamento y el gobierno, a fines del año 2017
el Perú observaba atónito y con pasmo dramático una seria crisis política que afectaba a
dos de las más importantes instituciones del Estado. Ante la ambigüedad e indefinición en
que quedaba el especial estatus del Presidente de la República frente al requerimiento de
que comparezca frente a la Comisión Investigadora del caso Lava Jato, la opción de
parapetarse bajo el manto protector de la inimputabilidad generó un costo tan grande que
terminó debilitando traumáticamente la figura del jefe de Estado. Por esta razón es
necesario revisar los hechos reconocer cuál es el marco al que deben ajustarse
democráticamente los actores que en esta compleja y penosa situación protagonizan el
procesamiento de la crisis.
La cuestión de confianza fue debatida en la sesión del 14 de setiembre de 2017, y a los 10 minutos
del día 15 de setiembre se votó. El rechazo de la cuestión de confianza contó con el voto de 77
congresistas. Los votos a favor fueron 22, y las abstenciones 16. Las renuncias del gabinete
Zavala fueron aprobadas mediante sendas resoluciones supremas, publicadas en 18 de setiembre
de 2017.
16 La presentación de este perfil no ignora el relato paralelo que tejió la mayoría parlamentaria
para exhibir una atmósfera de cordial, razonada y objetiva colaboración con el gobierno, como era
la supuesta docilidad con la que otorgó el voto de confianza a los gabinetes Zavala y Aráoz, la
concesión de facultades delegadas, y la buena fe con la que ejercitó la potestad de control de los
decretos legislativos de los que dio cuenta el gobierno.
La narración de la disposición colaborativa de la mayoría parlamentaria hacia el gobierno es
precisamente la superficie o pantalla debajo y detrás de las cuales debe tratar de encontrarse un
sentido menos literal en el discurso de la colaboración. Negar la escalada con que se orquestó una
victoria compensatoria por la derrota electoral requiere, salvo importantes grados de cinismo o de
escepticismo fundamentalista, un grado intenso de crudeza moral debajo de la epidermis política.
El relato de la diligencia mimetiza y enjuaga la estrategia de la confrontación que se tejía material,
concreta y efectivamente bajo el manto de la regularidad procesal y normativa.
Existe la obligación general de comparecer ante una Comisión Investigadora del
Congreso, no menos que existe un necesario y sólido blindaje de inmunidad constitucional
al presidente de la república que, en circunstancias normales, no habría hecho
indispensable invocar el viejo principio de que the king can do no wrong. En efecto, tanto
como se indispensable que no quede ningún ejercicio del poder sin escrutinio público, sea
o no parlamentario, no es menos cierto ni importante que existan garantías suficientes
para que quien tiene la obligación y responsabilidad de conducir el destino del país como
la figura más representativa de la nación, no se vea afectado ni impedido de
desempeñarse con libertad. El impedimento en el ejercicio de la presidencia,
independientemente de la obligación que tiene todo ciudadano de conformar su acción y
vida al orden político y constitucional del Perú, importa una carga que debilita la
capacidad del puesto directivo más relevante e importante en el país.
Se trata de dos bienes constitucionales que deben contrastar los operadores del régimen
político. Ambos bienes son parte de la estructura del Estado: o la indagación y pesquisas
parlamentarias, o la innecesaria indemnidad del Presidente de la República para que
cumpla la función política que le corresponde. Ni el Congreso debe actuar de forma que
afecte o impida el ejercicio competente de las tareas a cargo del Presidente de la
República, ni el presidente debe invocar el estatuto que la Constitución le reconoce para
eludir responsabilidades que afecten la dignidad con la que corresponde desempeñar el
cargo.
Las comisiones investigadoras tienen una misión qué cumplir cuando se abocan a la
indagación sobre hechos o conductas que configuran una situación de interés público.
Esta misión no se realiza independientemente de los medios con los que cabe alcanzar el
fin. La capacidad de citar a quienes dispongan de información o que estén en capacidad
de proveer alcances que ayuden a esclarecer la situación materia de investigación es
restringida por el sujeto o titular de un puesto estatutariamente protegido, así como por la
materia respecto de la cual el sujeto está eximido de los alcances de su estatuto.
Definido el núcleo duro del estatuto presidencial quedan a salvo aspectos desvinculados o
independientes de la protección que la Constitución le confiere. No ocurre que el
Presidente de la República cuente con inmunidad procesal absoluta. La suya no es una
inmunidad susceptible de cubrir o extenderse a todas las esferas de su existencia como
sujeto o como ciudadano. El distingo no lo consigna de modo expreso la Constitución. Se
deduce de mínimos de entendimiento y sensibilidad respecto a la decencia y
honorabilidad con las que se desempeñe la más alta magistratura en el Estado peruano.
Los asuntos que se encuentran en una dimensión incierta serían los vinculados a
presuntas faltas, responsabilidad, o delitos cometidos en el ejercicio de funciones que
tuvieran origen en un período anterior a aquél en el que se cumplen funciones
presidenciales. ¿Es indemne el Presidente de la República, durante su período, respecto
de actos o hechos imputables a su persona que se habrían generado o cumplido antes
del inicio de su período, sean o no actos o hechos realizados en el ejercicio de funciones
públicas o estatales distintas a la presidencial?
La regla general es que ningún ciudadano, sin excepción de cargo, rango o puesto en que
se encuentre u ocupe, es exento de sanción por las faltas que comete contra el orden
constitucional y legal. Para que el orden constitucional y legal se fortalezca, sin embargo,
la propia Constitución fija reglas que, a la vez que amparan la igualdad democrática de
derechos ciudadanos, permiten a la autoridad mantenerse en el puesto para garantizar
niveles razonables de convivencia y de afirmación de esos mismos derechos. El
Presidente de la República ocupa una de esas posiciones críticas dentro del Estado cuya
inmutabilidad es indispensable para que toda la estructura cuente con mínimos
necesarios y básicos de estabilidad y de gobernabilidad (18).
17 La historia privada de una figura pública es una sombra inseparable del personaje que el
pueblo inviste con la personificación de la nación. La irresponsabilidad que la Constitución peruana
reconoce al Presidente de la República tiene como alcance específico la irreprochabilidad de
cualquier acto suyo durante el ejercicio de las funciones que desempeña en el período de su
mandato.
El Presidente no puede ser acusado durante su mandato, es cierto, pero la inimputabilidad del
Presidente no lo exime de comparecer ni de colaborar con el cumplimiento de las legítimas
funciones constitucionales que ejerce el Congreso a través de una de sus comisiones
investigadoras en general, pero en especial si existe algún indicio que amerite la necesidad de
descartar responsabilidades que ensombrezcan la permanencia en el puesto presidencial.
18 La dinámica derecho vs. Estado está en la base de la institucionalidad y de la sociedad
moderna. La igualdad de derechos está presupuesta en la existencia del Estado moderno. Lo que
permite la exigibilidad de los derechos, de todos y de cualquiera, es la existencia de ese Estado
que los reconoce y los salvaguarda. De ahí la ambivalencia que ocasionan situaciones en las que
la maximización de pretensiones por el reconocimiento de los derechos ante el Estado puedan
significar o causar efectos contrarios a la propia sobrevivencia del Estado al que se exige tal
reconocimiento.
5. ¿INCAPACIDAD MORAL?
En primer lugar, mientras exista el espacio abierto para la indagación y para las pesquisas
con las que se tiene el propósito de definir alcances de hechos de interés público, lo
regular es que, primero, se obtenga la información, se la procese, se la evalúe y analice, y
luego se planteen las hipótesis que mejor expliquen los sucesos investigados, antes de
establecer conclusiones o las recomendaciones que del caso sea razonable deducir.
Pasar por alto este importante proceso, en el contexto que se pone y compromete a la
conducción del país, importaría un acto temerario de precipitación.
Por lo tanto, es preciso no adoptar medidas que priven al Estado del espacio indispensable para
que opere efectivamente, sin recortes marginales. Los descuidos que traen como resultado el
debilitamiento del Estado importan a la larga el deterioro y la vulnerabilidad de los derechos
ciudadanos. Por ello se impone una actitud de equilibrio conforme a la cual no se descuiden las
acciones medidas o prerrogativas cuya finalidad es el fortalecimiento del Estado. Sin un Estado
fuerte todo derecho se afirma sobre la base de una debilidad estructural e institucional tan precaria
que termina significando la esterilidad de los derechos supuesta e imaginariamente conquistados.
19 En entrevista televisiva llevada a cabo en el programa Agenda Política, de Canal N, el día
10 de diciembre de 2017, la presidenta de la Comisión Lava Jato señaló que el presidente Pedro
argumentos colaterales, sobre los que se habrían construido las mentiras, tendrían que
hacer con el poco delicado e inadecuado manejo de sus intereses particulares en materia
financiera durante el ejercicio de las responsabilidades públicas que desarrolló en su
trayectoria profesional en puestos estatales y privados.
La dimensión política se caracteriza tanto por el objeto respecto del cual se pronuncia el
juicio, como por el sujeto que lo emite y el sujeto a quien se enjuicia. El Congreso es el
sujeto constitucionalmente habilitado para valorar la conducta política del sujeto cuyo
desempeño o cuya conducta es presuntamente reprensible o calificable como moralmente
incapacitante. A su vez, la dimensión moral de un sujeto que realiza, o que revisa, los
actos políticos no es inmune al ánimo desde el que se enjuician esos actos o conductas
políticas o el desempeño integral, propiamente dicho, del cargo político.
La corrección del juicio moral es indesligable del ánimo político de quien valora los actos
objeto de control. Así como está previsto que la calificación de la conducta del Presidente
de la República sea susceptible de valoración política y no más bien ajena a la posición
indesligablemente política de quien ocupa el papel de árbitro de la incapacidad moral,
también es una exigencia que la valoración o juicio político del árbitro no se cumpla de
modo arbitrario ni inequitativo.
Se trata de juicios morales sobre actos y por sujetos en ejercicio de un puesto político. El
evaluado y su juez, ambos, ejercen un puesto y una actividad ineludiblemente política en
el proceso en que se considera los actos políticos objeto de valoración desde una
dimensión moral. Por lo tanto, no parece factible que la corrección de la conducta a
evaluar tanto como la corrección del uso del juicio del árbitro dejen de ser juicios
políticamente construidos, no obstante que la materia y la conducta objeto de valoración
se aisle y reciba el calificativo desde una supuesta autonomía moral. No hay un campo
aislado en el que el juicio sea única y exclusivamente moral.
Pablo Kuczynski (...) ha omitido información sobre su desempeño laboral y las asesorías que lo
vincularían con la empresa brasilera Odebrecht. En una carta que envía a la comisión (Lava Jato),
textualmente señala en la página 7 de su carta ‘Puedo afirmar que no he tenido relación
profesional ni comercial con las constructoras brasileñas ni con sus consorciadas peruanas’, luego
dice ‘He hecho una consultoría para H2 Olmos’, que es una empresa conformada por dos
empresas del grupo Odebrecht, ¿si eso no es una mentira entonces qué sí es una mentira? (...) Yo
creo que ha mentido en más de una oportunidad. Su periodo de gobierno es relativamente corto y
en este periodo ha dicho varias mentiras y miente de forma personal. Él suscribe una carta en la
que suscribe una mentira (…) entonces no estamos hablando de una mentira, de una omisión, sino
de una conducta que ha venido siendo reiterativa a través del tiempo.
Más allá de los gestos y de la política del espectáculo es necesario precisar (1) qué actos
son a los que se califica como mentirosos en particular o en general como moralmente
reprensibles, descalificantes o incapacitantes en el ejercicio de la presidencia de la
república (23), (2) si las supuestas mentiras (o actos imputables dentro de la categoría de
incapacidad moral) tienen carácter recursivo, sistemático, continuo, en grado tal que
obedezcan a un patrón anómalo o patológico, (3) si no existe mentira alguna (o acto
moralmente reprochable como incapacitante del ejercicio del cargo presidencial), o (4) si
existiera alguna mentira (o conducta moralmente inhabilitante) de naturaleza esporádica,
episódica, eventual o atípica.
Salvo que nos valiéramos de ese tipo de estándares mínimos y apresurados para
expresar juicios fulminantes sobre cualquier acto humano, no resulta claro que haya
intención de mentir, aunque sí es cierto, e incuestionable, que existen obvios vacíos e
23 La mentira como acto inmoral (antes que la sucesión o reiterada de actos que configuraría
la continuidad de un estado) no se produce con la omisión involuntaria. Supone el ánimo
deliberado, la intención, el propósito o la voluntad, de presentar como verdad hechos que no lo
son, de negar los hechos, de ocultarlos o encubrirlos, o de simularlos. El olvido, el descuido, la
ignorancia, el desorden, la confusión o la negligencia, no son en sí mismos asimilables al acto en el
que queda tipificada una mentira.
irresueltas inconsistencias, ninguna de las cuales basta para presumir ánimo inicuo en el
Presidente de la República, ni para descalificar la idoneidad presidencial, a partir de las
dudas que lícitamente despiertan los hechos conocidos, ni para calificar su conducta
como un acto antiético o inmoral de falsear, con pertinacia, la verdad. Existen
inconsistencias en declaraciones formales expresadas por el mismo sujeto, pero la
inconsistencia no equivale a la mentira (24).
A partir de estas primeras impresiones será necesario precisar en mayor detalle qué actos
imputables al Presidente de la República configuran los supuestos de turpitud moral que
prevé el inciso 2 del Artículo 113 de la Constitución. Desde el punto de vista institucional,
existen reglas y procedimientos preestablecidos que contienen pautas centrales sobre
cómo proceder, tanto ante circunstancias frecuentes y ordinarias como excepcionalmente
delicadas, extremas o extraordinarias. La mayor o menor sensibilidad, o empatía, con que
impacten en la dimensión subjetiva de los afectos personales, las situaciones
políticamente infrecuentes deben alinearse a la estructura normativa preexistente. Cuando
un país cuenta con una estructura normativa que rige efectivamente en la vida colectiva,
lo que distingue un Estado de derecho, de un Estado fallido, es el respeto efectivo y el
cumplimiento leal a las normas vigentes.
Bajo la perspectiva institucional, y de conformidad con las reglas y principios del debido
proceso, debe tenerse en cuenta el escenario natural que tienen los principales
24 Si bien para la opinión pública parece no caber duda que existió ánimo de desviar la
atención de las investigaciones mediante comentarios elusivos, incompletos o contradictorios en
las explicaciones que intentó ofrecer el presidente Kuczynski, desde el punto de vista legal esos
comentarios no son calificables como signos de dolo hasta que se corrobore y verifique el ánimo
de engañar ocultando deliberadamente la verdad. Mientras no se obtenga evidencia suficiente rige
la presunción de inocencia y para que dicha presunción pierda su carácter es necesario demostrar
que los hechos la desvirtúan.
protagonistas de la interacción en el proceso de control de moralidad de la presidencia de
la república. El primer escenario se define, decide y configura entre dos extremos según,
por un lado, los dichos, la evidencia y la documentación que alcance al proceso de
vacancia con que cuente la Comisión Investigadora, y los que le suministre el Presidente
de la República en la sesión en que lo reciba para sustentar consistentemente el deslinde
de sus presuntas responsabilidades y explique las que previamente negó tener, a la vez
que, por otro lado, según el ánimo, o la animosidad, que impulse a la mayoría
parlamentaria, nutrida por los elementos sólidos y razonables de convicción en el sentido
que fuere, a partir de las respuestas ofrecidas, exhibidas y valoradas en el proceso
investigatorio.
Desconocer el proceso en curso como parte de la vía natural configura una situación, sin
lugar a mucha duda, de un amañado caso de insuficiente protección, y por lo tanto de
indefensión, de la figura probablemente más representativa de nuestro régimen político.
¿Es éste un ejemplo de cómo se consolida la democracia cuando quienes representan al
pueblo dejan que la pasión tome sumariamente su ánimo y la emprenden sin las garantías
suficientes del debido proceso contra la más alta autoridad nacional? Cabe, cuando
menos, discutirlo antes que llevar a la presidencia al holocausto sin atender ni escuchar,
imparcialmente, cuanta explicación posible exista.
En términos gruesos, bien cabría afirmar que la vacancia del presidente Kuczynski se hizo
efectiva, por adelantado, con la vulneración del debido proceso parlamentario, conforme
al cual se espera que antes de cualquier incriminación se concluya con la investigación en
curso. El extraer del proceso de investigación un documento del que no se llegó a dar
cuenta ante la comisión y, por lo tanto, que no se examinó ni valoró por los miembros de
ella, ni se corroboró sus alcances con las personas que lo entregaron ni con el propio
afectado, es una irregularidad procesalmente cuestionable, no obstante el impacto público
que haya sido capaz de generar el destape con el escándalo público que causó en la
sensibilidad colectiva. Toda vez que el propósito de este análisis es comprender los
alcances de la vacancia como un proceso constitucional, debe continuarse con el examen
de los elementos que integran el caso que se inició en paralelo al desarrollo de la
actividad investigadora de la Comisión Lava Jato.
Según el artículo 89-A del Reglamento del Congreso el instrumento con el que se inicia el
proceso es una Moción de Orden del Día presentada por lo menos por 26 congresistas,
que equivale al 20 por ciento del número legal. La Moción debe motivarse con sustento de
hecho y de derecho, además de la documentación conforme a la cual puede acreditarse
las afirmaciones relevadas en la Moción. Esta Moción tiene preferencia en el debate, lo
cual importa que debe tramitársela antes que cualquier otro asunto pendiente en la
agenda o el orden del día. Considerando que existe una redacción similar en relación con
las mociones de interpelación a los ministros de Estado, cabe entender que por la mayor
gravedad y significado que tiene para la conducción del país, no obstante coexistir un
mismo tipo de provisión para ambas situaciones, la que prevalece en caso de
concurrencia debe ser el tratamiento de la moción relativa a la vacancia de la presidencia.
La vacancia rige, según qué suceso ocurriera en primer lugar, o desde que ésta se
comunica al Presidente que con la toma de conocimiento del instrumento en que ella
consta queda removido, o desde que la resolución de vacancia es publicada en los
medios de comunicación. A la par que opera la remoción, simultáneamente, se genera el
acto de reemplazo del Presidente conforme a la cadena de sucesión según el orden que
prevé la Constitución (25).
25 Desde que tuviera lugar el único suceso en el que el Congreso ha declarado la vacancia de la
Presidencia de la República en el curso de los dos últimos siglos, después de iniciada la vigencia del
Artículo 89-A en Junio del 2004, se ha presentado una iniciativa popular para intentar vacar al
Presidente Ollanta Humala. El 23 de Octubre del 2014 el ex asesor parlamentario del congresista
Daniel Abugattás, Jorge Paredes, y el dirigente de la minería informal Víctor Chanduví, presentaron
en Mesa de Partes del Congreso, como cabezas visibles de un grupo de firmantes, el pedido de
vacancia. Este documento fue considerado improcedente y devuelto a sus firmantes porque,
conforme al Artículo 89-A del Reglamento, se prevé que los titulares de solicitudes de esa
naturaleza sólo pueden serlo no menos del 20 por ciento de congresistas, mediante Moción de
Orden del Día.
Previamente a este caso, la experiencia más notable fue la declaratoria de vacancia del ingeniero
Alberto Fujimori, luego de la crisis de Noviembre del año 2000, a partir de un procedimiento que no
contaba con otra regla qué aplicar que el texto general prescrito en el inciso 2 del Artículo 113 de la
Constitución, que dice que la Presidencia de la República vaca por su permanente incapacidad moral
o física, declarada por el Congreso. El único requisito es la declaratoria aprobada por el Congreso. Sin
mayor especificación o consideración alguna, sin definición ni alcances sobre la caracterización de la
magnitud de la incapacidad, la permanencia o la tipificación o naturaleza moral de la falta, ni detalle
de la mayoría con la que debe aprobarse. Bastó que se debatiera el hecho de la renuncia a la
presidencia mediante fax, luego de hacer abandono de destino en un viaje a Brunei.
La eventualidad de la vacancia a su vez exige la determinación de la sucesión en el
ejercicio presidencial, en particular cuando ocurren situaciones como las acontecidas
durante períodos precedentes cuando uno o ambos vicepresidentes hacen renuncia del
cargo. Lo normal es que cuando uno de los vicepresidentes renuncia corresponde que el
que no renuncia asuman el cargo. En el supuesto de renuncia de los dos vicepresidentes
el único camino constitucional es la asunción temporal de la presidencia de la república
por el Presidente del Congreso, y la convocatoria a elecciones generales para definir su
reemplazo (26).
8. LO DEBIDO DE LA VACANCIA
El primer caso cobra cuerpo precisamente a raíz del contrasentido que llevó a la
presidenta de la Comisión Investigadora Lava Jato a exhibir la información que, a solicitud
de ese grupo de trabajo, le remitió la empresa Odebrecht (27), se comunicó que esta firma
contractual profesional o laboral con las empresas del consorcio o grupo empresarial Odebrecht
que operan o hayan operado en el Perú o en otro país del mundo. En el fundamento 4 los
firmantes de la Moción de Orden del Día señalaban que los documentos enviados a la Comisión
Investigadora Multipartidaria "Lava Jato" por el señor Mauricio Cruz Lopez, ponen en evidencia la
falta de verdad en las declaraciones del Presidente de la República, que constituyen una
incapacidad moral de conformidad con el marco constitucional.
27 Kuczynski crea Westfield Capital el año 1992, en Miami. El objeto social de esa persona
jurídica era prestar servicios en el sector financiero.
29 La referencia indicaba que los pagos a Westfield Capital correspondieron por siete
consultorías realizadas entre noviembre de 2004 y diciembre de 2007, a la vez que los pagos a
First Capital se debieron a asesorías ofrecidas a Odebrecht en el lapso comprendido entre los años
2004 y 2013. Durante el gobierno de Alejandro Toledo, Kuczynski fue Ministro de Economía y
Finanzas entre julio de 2001 y julio del 2002, y entre febrero de 2004 y agosto de 2005, y
Presidente del Consejo de Ministros entre agosto de 2005 y julio de 2006.
Posteriormente se hace de conocimiento público un documento de la Unidad de Inteligencia
Financiera que mostraba transferencias de dinero, entre los años 2005 y 2017, de Westfield Capital
y First Capital a cuentas personales de Kuczynski en montos que ascenderían a 3 millones de
dólares. Nótese que se revelan públicamente datos de carácter reservado, y protegidos
constitucionalmente por el secreto bancario.
Si a estos hechos no se hubieran sucedido otros conexos, de modo singular con las
razones por las que Nuevo Perú decidió abandonar el hemiciclo el 21 de diciembre,
probablemente la suerte de Kuczynski en el cargo presidencial podría haber sido otra. En
especial porque Nuevo Perú, obrando de buena fe, coordinó con miembros de Peruanos
por el Kambio para contar con información en relación con la voluntad, decisión o posición
del presidente Kuczynski sobre la eventualidad del indulto a Alberto Fujimori. Las
coordinaciones realizadas por los congresistas Alberto de Belaunde de Cárdenas y Gino
Costa Santolalla con Mercedes Aráoz Fernández, segunda vicepresidenta de la república,
persuadieron a los integrantes de Nuevo Perú que el presidente Kuczynski honraría la
información que recibieran de miembros de Peruanos por el Kambio. El desenlace que se
registró el 24 de diciembre indignó a este grupo parlamentario, que se sintió traicionado,
engañado y sorprendido en la buena fe con que creyeron en la información transmitida
por los representantes de Peruanos por el Kambio. Este desencuentro puso a Nuevo Perú
en una posición combativa en contra de Kuczynski, porque para ellos era imperdonable
haberle concedido el indulto a Fujimori en una acción que fue calificada como un pacto de
impunidad.
32
Si el indulto es un beneficio, la vacancia es una pena. El indulto genera gratitud en quien se
beneficia. La gratitud, a su vez, importa reciprocidad hacia quien, en ejercicio del poder de gracia
que se le reconoce, lo otorga o concede. La reciprocidad se expresa como una manifestación de
apoyo o de solidaridad hacia las causas o los intereses del beneficiario. En la medida que quepa
inclinar el juicio y favor que tiene el beneficiado sin transgredir principios, valores o virtudes, la
reciprocidad no es reprochable ni censurable. Este es el contexto en el que, según la economía del
principio de parsimonia, se hace efectiva la transacción política entre el grupo de los Avengers y la
oposición a la vacancia del presidente Kuczynski.
33 Precisamente esta fue la razón por la que cambió la perspectiva de la situación por los
integrantes de Nuevo Perú, pero además también la de tres miembros del grupo parlamentario de
Peruanos por el Kambio (Gino Costa Santaolalla, Alberto de Belaunde de Cárdenas, y Vicente
Zeballos Salinas) que renunciaron a dicho grupo, y por añadidura a la del ministro Carlos
Basombrío Iglesias.
34 Es preciso, sin embargo, distinguir entre el aparente engaño que habría motivado su
decisión de no apoyar la vacancia, y la desinformación de la que fueron objeto. El engaño tiene
lugar cuando existe ánimo de ocultar la información. La desinformación ocurre cuando se solicita a
una fuente que se estima tiene a su alcance la información necesaria, y esta fuente, que realiza la
indagación, tampoco tiene dicha información a pesar de los esfuerzos que realiza para tenerla a su
alcance en las circunstancias en que se la necesitó y requirió.
La distinción es relevante para el caso porque el momento en que se pide y ofrece la información
fue en los momentos anteriores a la votación de la vacancia, cuando los congresistas de Belaunde
de Cárdenas, Costa Santaolalla, y Zeballos Salinas, se comunican con la congresista y
vicepresidenta de la república, en ese entonces, además, Presidenta del Consejo de Ministros,
Mercedes Aráoz Fernández, quien afirmó que no existía el propósito de indultar a Fujimori.
Según parece el error en el proceso de formación de la voluntad del grupo Nuevo Perú se basó en
la creencia de que la información disponible a través de sus interlocutores en el grupo de Peruanos
por el Kambio era en sí mismo razonablemente confiable. Los hechos mostraron que la decisión
del presidente Kuczynski no trascendió ni se comunicó. Por lo tanto más se trata de un caso de
una decisión de no apoyar la vacancia por razones de desinformación que de engaño.
En rigor cabría hasta responsabilizar a los agentes de la consulta por no haberse procurado el
acceso a la fuente misma de la decisión (Kuczynski) antes que confiar en que la gestión realizada
era suficiente para creer que se tenía la que bastaba. En el fondo pudiera haberse tratado de una
de mejor calidad porque nunca se dirigió la pregunta a quien debía tomar la decisión. La
cadena de calidad informativa adoleció de una falla de origen cuya valoración se
descuidó, como se pasó por alto igualmente la secuencia de pasos que iban
cumpliéndose luego de la presentación de la solicitud de indulto (35).
A raíz de la concesión del indulto emergen los antecedentes del segundo intento de vacar
al presidente Kuczynski, en la medida que dicho acto representó una situación de división
radical de la opinión pública entre quienes veían positivamente la concesión, y quienes
condenaban la decisión presidencial. Si el indulto, en efecto, es calificado como un exceso
o como un acto carente de justificación, y a su vez, por lo tanto, se considera su
concesión u otorgamiento como una defraudación de la confianza pública, contraria a
valores políticos o constitucionales, su concesión desliga la relación entre beneficiado y
beneficiario, porque la premisa del beneficio, del perdón, de la clemencia o de la
misericordia, no es válida. Por lo contrario, dado que se asume la inviabilidad del indulto,
la sola concesión puede en sí misma constituir una base o sustento para promover y
amparar el pedido de vacancia en vez de su rechazo. La concesión del indulto luego de
rechazada la moción de vacancia en diciembre de 2017, por consiguiente, se convirtió en
la motivación más fuerte para castigar con la represalia la defraudación de quienes no
creyeron que Kuczynski indultaría a Fujimori.
Este precedente genera una ola de reacciones adversas que empieza con la división al
interior de Fuerza Popular, que se supondría que debiera haber celebrado y festejado la
decisión presidencial, y culminará con la difusión de los denominados kenji o
mamanivideos, con los que se añade combustible a la información adicional que llegó
respecto a la participación de Kuczynski en actos de consultoría a Odebrecht sobre los
que aparentemente habría omitido decir la verdad ante la Comisión Lava Jato.
situación de autoengaño en la medida que se querría haber creído que lo que se pensó que iría a
ocurrir era igual a lo que se estimaba que haría el presidente Kuczynski.
35 El episodio de la historia del indulto se inicia el 4 de diciembre del 2017, con e l informe
médico 1-2017-INPE/18-239-S.S en el que se refería que el delicado de salud, con diagnóstico médico
de un cáncer de alto riesgo en la boca, que impedía el desarrollo normal de sus actividades, a lo que se
añadía que recae continuamente en un estado de postración por depresión de la que se recupera de
forma momentánea, por la atención médica y psiquiátrica que recibe.
El 11 de diciembre Alberto Fujimori presenta ante el INPE la solicitud de indulto al presidente Kuczynski.
El 12 de diciembre el Ministerio de Salud designa la Junta Médica encargada de examinar el pedido, y
se presenta el informe de condiciones carcelarias en el que se indica que, en razón a lo avanzado de su
edad, el penal carecía de condiciones para atender la salud de Fujimori. Dos días después de
presentada la moción para vacar al presidente Kuczynski la Junta Médica concurre al penal y emite un
informe en el que refiere las patologías cardiológicas y oncológicas padecidas por Fujimori. El 18 de
diciembre la Comisión de Gracias Presidenciales del Ministerio de Justicia recibe la solicitud de indulto
de Fujimori y solicita información médica adicional al Ministerio de Salud. El 19 de diciembre se amplía
el Acta de la Junta Médica Penitenciaria.
El 22 de diciembre el Ministerio de Salud remite la información adicional solicitada por la Comisión de
Gracias Presidenciales. La comisión recomendó el indulto porque la permanencia en cárcel pondría su
vida en riesgo grave. Finalmente, a las 6 de la tarde del 24 de diciembre Kuczynski anunció el indulto
por razones humanitarias, el 25 se publicó la resolución correspondiente en edición extraordinaria de El
Peruano.
Mientras subsista el texto vigente del inciso 21 del Artículo 118 de la Constitución, el
Presidente de la República cuenta con discreción para indultar, conmutar penas y
conceder gracias en beneficio de los procesados según el límite que ese mismo inciso
indica. Las leyes con las que se acota el uso de esa atribución, no obstante, limitan una
facultad que la Constitución no sujeta a desarrollo legislativo. Aunque quepa calificar
como cuestionable el uso directo y aplicación inmediata de la atribución constitucional
indiferentemente de las reglas fijadas por ley, esa es una opción que mina la legitimidad
en el ejercicio de la presidencia de la república, precisamente porque conforme a la
misma Constitución el presidente está obligado a cumplir y hacer cumplir la Constitución y
las leyes.
36 La ley 28704, de abril del año 2006, indica que no procede la concesión de indulto, la
conmutación de la pena ni el derecho de gracia en los casos de violación de menores ni de
violación de menores seguida de muerte o lesiones graves. Igualmente, la primera disposición
complementaria final del decreto legislativo 1181, de julio de 2015, prohíbe el derecho de gracia, la
amnistía, el indulto y la conmutación de pena por la comisión de los delitos de sicariato, así como
el de conspiración y el ofrecimiento para el delito de sicariato.
37 Hasta julio del año 2006 no había límite para el indulto. Era una facultad presidencial que
el presidente podía ejercer a su sola discreción. Se confiaba que un presidente la utilizaría de
acuerdo a la altura del cargo que ostentaba. Desde 2006 se creyó que esa debía ser una facultad
sujeta a restricciones... lo cual significa que existían síntomas de que era momento de empezar a
desconfiar en quienes ocupaban el cargo presidencial. Transcurría el período 2001-2006 y de la
presidencia de Alejandro Toledo. Luego durante el período 2006-2011 se reglamentó el sistema
para otorgar el indulto creando la famosa Comisión de Gracias Presidenciales en el Ministerio de
Justicia. De esa manera se impostaba un filtro aparente para maquillar lo que quiera que pudiera
justificarse, con el disfraz de magnanimidad. Fue la época en que se involucró a Miguel Facundo
Chinguel, a quien se condenó por cobrar por la conmutación de penas que recomendaba en el
cargo de presidente de la Comisión de Gracias Presidenciales. y así la desconfianza aumentó. Ese
es el régimen que rige hoy. Hasta el indulto humanitario se sujeta a las reglas para darle legalidad
a lo que antes fue únicamente una decisión política que el presidente debía utilizar para casos
excepcionales. Esta es una señal que ni la legalidad está libre de usos públicamente criticables,
mal que nos pese, a pesar de la Comisión de Gracias Presidenciales con las cuales los
presidentes supuestamente disminuyen su responsabilidad al trasladársela a funcionarios y
profesionales. Esta experiencia dejó la lección de que cuando la confianza se pierde, ni la ciencia
nos salva.
República decide indultar porque existió opinión médica (38). En este sentido, al amparo
del dictamen de la comisión y de la opinión médica expedidos la decisión presidencial
queda formal y operativamente sustentada.
Es cierto que el Artículo 2 de la Ley 28760 establece la improcedencia del uso del indulto,
y también el derecho de gracia, a quienes hayan sido condenados por el delito de
secuestro. Si esta norma fuera de aplicación respecto de los hechos delictivos por los que
se condenó a Alberto Fujimori, indudable e inconfundiblemente el Presidente de la
República no podría haber usado de su prerrogativa para indultar a quien fue condenado
por el secuestro de Samuel Dyer y de Gustavo Gorriti.
En esa misma línea de razonamiento, el Artículo 103 de la Constitución, manda que "la
ley, desde su entrada en vigencia, se aplica a las consecuencias de las relaciones y
situaciones jurídicas existentes". La doctrina conoce esta regla como la teoría de los
"hechos cumplidos". Hasta aquí parecería que habría un uso indebido de la facultad de
indulto del Presidente de la República.
La apariencia puede llevar a malos entendidos y, por lo tanto, a mayor confusión, porque
existe un principio elemental en el derecho penal a nivel general, en el Perú y en todo
Estado democrático, que dice que el régimen relativo a la condena por la comisión de un
delito y la aplicación de la pena respectiva, se rigen por la ley vigente al momento en que
el delito se comete, salvo que la ley posterior sobre el mismo delito y pena fueran más
benignas.
38 La decisión presidencial es, en este sentido, tan correcta como correcto haya sido el
diagnóstico y como correcta haya sido la invocación de las condiciones para indultar que aprueba
la Comisión de Gracias Presidenciales. Las dudas o reproches que quepa hacer a la corrección del
proceso, y a los actores involucrados en la evaluación y decisión adoptada sobre el caso, es
contingente, en primer lugar, a la corrección con la que se emite la opinión técnica por los médicos,
y en segundo lugar, a la propiedad de la corrección con la que se asimila la situación diagnosticada
a los supuestos de hecho previstos en la ley para la idónea concesión de la gracia por el
Presidente de la República.
39 Pueden haber varias razones para intentar que se declare improcedente el indulto. Lo que
es relevante indicar es que no puede declarárselo improcedente en relación con el delito de
secuestro, que es el único delito por el que la ley 28760 prevé el impedimento. Lo que resulta
discutible es si las condiciones médicas lo justificaron o no. Respecto del resto de delitos por los
que Alberto Fujimori fue condenado (usurpación de funciones en relación con el allanamiento;
homicidio; peculado; corrupción de funcionarios; o desvío de fondos) sí es procedente el uso de la
prerrogativa del indulto presidencial, excepción hecha, que también resulta discutible, del caso de
homicidio calificado por el caso Barrios Altos y La Cantuta, en el que debido a la insólita aplicación
de la doctrina de la "causa mediata" se condenó al denunciado en razón a la presunción de que
debió conocer los actos de quienes se encontraban en una situación de subordinación a él, y
respecto del cual, además, hay quienes afirman que, no obstante que la sentencia no lo señala, se
trata de un delito de lesa humanidad y, por lo tanto, tiene la condición de imprescriptible a pesar de
haberse cometido con anterioridad a la vigencia del tratado que así lo establece.
El principio, por eso, es que, en materia penal, trátese de quien se trate, la ley se
interpreta, y se aplica, según lo que más favorezca al reo. Vale decir, a quien quiera que
haya recibido una condena por la comisión de un delito, sea el delito que fuera (lo cual
incluye, por cierto, el delito de secuestro). En este contexto es que debe precisarse que la
Ley 28760 rige en el Perú desde el 27 de Junio del año 2006. El delito de secuestro de
Samuel Dyer y de Gustavo Gorriti tuvo lugar el año 1992, cuando, obviamente, no regía la
Ley 28760.
Dado, y siendo así, que el delito por el que se condena a Alberto Fujimori tuvo lugar 14
años antes que empezara la vigencia de la Ley 28760, mal podría exigirse que el
Presidente de la República no pudiera indultar a quien era condenable según un régimen
legal al que no afectaba el impedimento que estableció el Artículo 2 de la Ley 28760. El
Presidente sí se encuentra impedido de indultar a quien quiera que hubiera sido
condenado por delito de secuestro desde y a partir del 27 de Junio del año 2006.
Por lo tanto, si es así que el régimen que corresponde a la condena por secuestro es el
que rigió a la fecha en que se comete el delito, y no la ley posterior, el principio de
legalidad (según el cual a nadie puede condenarse por un delito que hubiera sido
tipificado ni sancionado al momento en que se lo comete) manda que, como no es posible
la aplicación retroactiva de la ley más desfavorable, corresponde la aplicación ultractiva
de la ley anterior. Eso quiere decir que el Presidente de la República no está impedido de
indultar a quien según el régimen penal vigente a la fecha en que se cometió el delito sí
era permitido indultar antes de la vigencia de la Ley 28760 y, por lo tanto, sí es válido el
uso de la prerrogativa que, en relación con el delito de secuestro, ha realizado el
Presidente de la República.
Aunque debiera ser irrelevante que tuviera que decirse, este no es un planteamiento
animado por el propósito de favorecer ni de ablandar la posición del Presidente de la
República, ni la de Alberto Fujimori. Pretende ser una explicar la políticamente delicada y
compleja situación que afecta el estatus del presidente de la república con el objeto de
encontrar algún sentido o razón para juzgar mejor el complicado momento por el que
atravesó la vida política de nuestra patria.
Distintos pueden ser los argumentos que valoran el carácter simbólico del papel por el
que se condenó a Fujimori y la sensibilidad ética o política que despierta la concesión del
indulto. No resulta fácil de vencer el reproche que representa el indulto a quien ha sido
condenado, como presidente de la república, por usurpación de funciones (40), peculado
(41), corrupción (42) y, finalmente, por asesinato (43), a un total nominal de 44 años de
41 El delito de peculado comprendió la autorización que dio Fujimori para que se abone a
Vladimiro Montesinos la cantidad de 15 millones de dólares, por concepto de compensación por
tiempo de servicios. El delito de peculado doloso por apropiación y falsedad ideológica se
materializó a través del Decreto de Urgencia 81 del año 2000, cuyo refrendo estuvo a cargo de los
prisión (44). Cuando es el más alto dignatario de una nación el que resulta condenado por
delitos cometidos en el ejercicio del cargo presidencial surgen dudas y cuestionamientos
particulares, porque la gravedad es tanto mayor en razón de la falta que se comete contra
la confianza que la voluntad popular le entrega en el acto electoral (45).
ministros Federico Salas Guevara Schultz, Carlos Bergamino Cruz, y Carlos Boloña Behr. Por este
delito Fujimori fue sentenciado a 7 años y medio de prisión.
43 Fujimori fue sentenciado a 25 años de prisión por la comisión de homicidio calificado, con
alevosía, a través de la doctrina de la "autoría mediata", en relación con la muerte de 9 estudiantes
y de un profesor de la Universidad La Cantuta, así como con la muerte de 15 personas en Barrios
Altos. Se ha asociado la supuesta autoría en esos dos casos a otros más, en procesos aún no
concluidos, en los que se habría incurrido en desaparición forzada y ejecución extrajudicial en las
localidades de Pativilca; en el distrito de El Santa en Chimbote; la del periodista Pedro Herminio
Yauri Bustamante y la de la familia Ventocilla en Huacho; la de Fortunato Gómez Palomino, en el
distrito de Chorrillos; y la de dos personas más en Ate-Vitarte, inmediaciones de la carretera
central.
45 Es necesario no pasar por alto que la suma de las penas por todos los delitos, menos el
delito de homicidio calificado, llega a 19 años. Su detención se inicia en noviembre de 2005 en
Chile. El total de su condena, exceptuando la que se le impuso por los casos Barrios Altos y La
Cantuta, quedaría cumplida el año 2024. El indulto se produce en diciembre de 2017, cuando se
encontraba 12 años privado de libertad y aún le faltaban 7 años para cumplir el total acumulado de
condenas por los delitos que se probó efectivamente que había cometido. Según la ley 27770 los
delitos de peculado y de corrupción de funcionarios no pueden ser objeto de beneficios penales
como la conversión de la pena privativa de libertad. Sí caben beneficios penitenciarios como la
liberación condicional, siempre que se haya pagado el íntegro de la suma fijada como reparación
civil más la multa respectiva, y que se hayan cumplido tres cuartas partes de la pena.
embargo de que, presionado el Presidente por una respuesta, señalara que él sí
promulgaría la norma con la que el Congreso lo amnistiara?. En tercer lugar, ¿era
compatible con la atribución presidencial de indultar dilatar su otorgamiento hasta haber
ganado la votación contraria a la moción de vacancia en Diciembre de 2017?. Y en cuarto
lugar, ¿se trató de una decisión correcta la de negar información, durante el debate y
votación de la vacancia, sobre el propósito de indultar respecto del proceso en curso
iniciado con anterioridad a la presentación de la moción de vacancia?
En adición a la calificación sobre la pertinencia del indulto por razón del elevado cargo
que desempeñó Fujimori con ocasión de la comisión de los delitos por los que se lo
condenó, existe adicionalmente una línea de objeciones que debe tomarse en
consideración. Son los argumentos que se derivan de la afectación del régimen de los
derechos humanos que se asocian, fundamentalmente, a la comisión del delito de
homicidio calificado. En la medida que la inconducta por la que se condena a Alberto
Fujimori hubiera sido calificada expresamente como un delito contra los derechos
humanos el indulto, en efecto, está sujeto a restricciones cuya inobservancia traería como
consecuencia que el beneficio penitenciario consistente en su liberación a través del
indulto presidencial importaría una forma de impunidad por actos graves contra los
derechos humanos. La cuestión en consecuencia es si alguna de las condenas se decidió
a propósito de actos contrarios o violatorios de los derechos humanos.
El aspecto referido tiene relación singular con la sentencia que recae por el compromiso
de Fujimori como autor mediato en el asesinato de Barrios Altos y La Cantuta. La
sentencia no condena a Fujimori por delito de lesa humanidad, sobre lo cual se debiera
tener presente el tratado de imprescriptibilidad de dicho tipo de delitos, y la condena
propiamente dicha se sustenta en la cuestionable doctrina de la autoría mediata, con la
cual se pasa por alto el principio de legalidad en el derecho penal. No cabe, de acuerdo al
principio de legalidad, sancionar a quien de acuerdo a ley no puede calificarse como autor
o cómplice del acto ilícito. Menos aún si esa doctrina no tiene reconocimiento en el
derecho penal peruano (46) y, además, si su formulación se realiza luego de haberse
cometido el tipo según el cual se debe asumir, o presumir, quién debió estar enterado de
la comisión de actos delictivos en razón del cargo superior que ostenta respecto de quien
ejecuta el delito.
47 Tal como es posible ver en la cuestión entre el indulto y la vacancia un juego de agentes o
de fuerzas interesadas y antagónicas (donde no vacar en la presidencia sería una manera de
ganar impunidad por actos ética y financieramente poco limpios, e indultar significaba pasar la
página del olvido en relación con actos políticamente condenables en Fujimori), también cabe
apreciarlo desde la perspectiva de la confrontación entre la afirmación de los principios y las
ventajas pragmáticas a favor de la estabilidad. Kuczynski cruzó la delicada línea que divide la
inacción de la decisión política. Lejos de cualquier calificación que lo asocie a temperamentos
pusilánimes o apocados Kuczynski tomó una decisión grave en la que, según puede verse ahora,
sus costos personales fueron significativamente más altos que sus beneficios. Apostó por una
fórmula en la que la posibilidad de lograr algún triunfo era mínima si no inexistente. Ese costo
personal constituyó, sin embargo, una apuesta a favor de una visión política en la que, según un
nada desdeñable sector de la sociedad peruana, debían primar las misericordias del perdón sobre
las crueldades de la justicia.
El efecto inmediato de su apuesta supuso ponerse contra la pared en relación con un Congreso
abrumadoramente contrario a su capacidad política (donde el ala fujimorista mayoritaria, en alianza
con las fuerzas minoritarias con las que tendría mayoría suficiente para vacarlo, se unieron para
sacarlo, ¡finalmente!, fuera del poder y de la presidencia de la república para consumar la
venganza por la derrota de junio del 2016).
No había modo de ganar. Aún la no vacancia de diciembre de 2017 importaba su salida de palacio
de gobierno. El suyo fue un sacrificio cuyo único y probable logro podría haber sido la
reivindicación de un Fujimori que, más allá de las desgracias morales y políticas por las que se lo
incriminó y se le sigue reprochando, también tuvo en su haber el mérito de haber resuelto dos
grandes problemas nacionales: sacar al Perú de la condición de paria en el mercado económico, y
alcanzar la pacificación interna derrotando el terrorismo.
Esos dos logros son lo que reconoció y valoró Kuczynski cuando concede el indulto en
agradecimiento por la gestión positiva de Fujimori. Desafortunadamente con el gesto de nobleza
que se le desconoce y, por el contrario, por el que se lo condena, lo puso a merced de quienes
valoraron más la lucha contra la corrupción y contra la impunidad. El precio era alto, y con su
decisión de indultar se puso a sí mismo en manos de una opinión pública voraz e inclemente.
ánimo de los inseguros se inclinó a favor de la vacancia presidencial luego del
desencuentro ocasionado con el indulto (48).
El 8 de marzo se presenta la moción 5295 para vacar al presidente Kuzcynski (49). Los
considerandos abundan en datos y detalles con los que plantean los extremos en los que
existió conflicto de intereses y aprovechamiento de vínculos estatales con fines privados,
respecto de los cuales Kuczynski no habría dicho la verdad sino que la negó de manera
continua y consistente (50). A raíz de la sucesión reiterada de negaciones se configura lo
que la moción llamó una falta de capacidad de reconocimiento de la conducta ética.
En efecto, la gota que derramó el vaso en el proceso lo constituyó el rol que cumplieron
los videos con los que miembros de Fuerza Popular se preocuparon de grabar situaciones
en las que, a partir de conversaciones con integrantes del grupo conocido como los
avengers (Kenji Fujimori Higuchi, Bienvenido Ramírez Tandazo, y Guillermo Bocángel
Weydert), el abogado del presidente Kuczynski (Alberto Borea Odría), y el ministro de
transportes y comunicaciones (Bruno Giuffra), se documentaba escenas que
comprometían el propósito o intención de persuadirlos para apoyar a Kuczynski, a cambio
de supuestas o eventuales ventajas en la realización de obras o designación de
funcionarios en las regiones y localidades por las que fueron elegidos (51).
A partir de estos sucesos, ¿podría decirse que hay suficientes indicios como para crear la
persuasión, o que se genere la creencia, sobre la existencia de una estrategia de crear
pruebas contrarias a la permanencia del presidente de la república, mediante la grabación
de videos que muestran escenas de las que se deduce la aparente disposición de canjear
favores en el gobierno por la disposición favorable a votar en contra de la vacancia?. No
parece haberse tratado de un video casual en el que el azar o la casualidad favorecieron
una sucesión de encuentros a través de los cuales se fueron mostrando lo que parecía
ser la secuela o una cadena de contactos que permitirían llevar al congresista que servía
de anzuelo para acceder a un ministro y al Presidente de la República.
51 La toma de videos tiene lugar los días 15, 19, 20 y 21 de marzo de 2018. El 15 de marzo el
video ocurre en el tercer piso del Palacio Legislativo, luego de concluida la sesión del Pleno del
Congreso, en la que participan los congresistas Moisés Mamani, Kenji Fujimori y Guillermo
Bocángel, además del asesor Alexei Toledo. El 19 tiene lugar la conversación con Alberto Borea,
abogado del presidente Kuczynski. El 20 se realiza la conversación en el tercer piso del edificio
Santos Atahualpa, en la que participan los congresistas Bienvenido Ramírez Tandazo, Moisés
Mamani Colquehuanca, Modesto Figueroa Minaya y Carlos Ticlla Rafael. El 21 de marzo
52 Las Resoluciones Legislativas del Congreso con las que se suspendió a los tres
congresistas fueron las 9, 10 y 11-2017-2018-CR, publicadas el 8 de junio de 2018.
Hubo apoyo técnico de un profesional de la comunicaciones asignado al grupo
parlamentario de Fuerza Popular. No se trató de un video, sino de una sucesión
concatenada de varios orientados a una misma finalidad, objetivo o propósito. Y además
hubo una denuncia corporativa, a cargo del vocero de Fuerza Popular, ante los medios de
comunicación, temporalmente próxima a las ocurrencias y también al proceso de vacancia
que medió entre la presentación de la moción de orden del día, la fecha en que el
presidente Kuczynski debía recibir a la Comisión Lava Jato, y la sesión en que tendría que
realizarse la audiencia, el debate y la votación sobre la vacancia.
¿Es saludable la manera y resultados que ha traído el proceso que concluyó con la
renuncia del presidente Kuczynski? ¿Debemos congratularnos por los efectos
alcanzados, o existen más bien razones para lamentar el desenlace que produjo la
indagación y desmantelamiento de delaciones para limpiar la vida pública de la red de
corrupción en nuestra vida política?
Los hechos presentados y las reflexiones planteadas en este estudio buscaron explicar y
comprender los graves sucesos que afectaron al Perú como resultado del proceso
electoral del año 2016. El propósito fue proveer luces para evitar el juicio emocional o
apresurado sobre acontecimientos insuficientemente evaluados, o respecto de que
podamos habernos convertido en víctimas de la desinformación por las partes en pugna.
Quizá la paradoja más grande que afectó al presidente Kuczynski haya sido haber caído
víctima de su propia victoria. Estos parecen ser casos en los que quien gana no gana sino
pierde. Y pierde porque el perdedor tuvo ventajas en un juego que incentivó un tipo de
retaliación mediante el cual consiguió reducir a escombros una victoria electoral que no se
arrebató a nadie, sino que fue consecuencia del concierto de fuerzas diversas e
incuestionablemente plurales con las que se logró impedir que el poder absoluto quede en
manos de quien mereció las mayorías representativas en el parlamento. El costo del
indulto humanitario, sin embargo, gatilló la división no sólo entre quienes lo prefirieron sino
también entre quienes formaron parte de su propio grupo político. Optar por el indulto
supuso la negación de una declaración política con la que convenció y por la que se
confió en su opción durante el proceso electoral de abril y de junio de 2016.
Las preguntas que sobre la materia del acápite se han abordado en este texto
pretendieron deslindar lo que podría entenderse como una conducta en sí misma inmoral
o impropia de la condición personal que afecta al sujeto para apreciar, enjuiciar o valorar
como moral o inmoral la realidad que lo afecta. ¿Basta la comisión de algún hecho reñido
con la moral, fuera leve o grave, para vacar al presidente de la república? No, no basta.
La experiencia por la que pasó el país durante los primeros dos años del período que
empezó en 2016 dejan como correlato que no se ha comprendido el sentido del concepto
de incapacidad moral que ha venido repitiéndose en nuestro texto constitucional desde el
siglo XIX. Incapacidad moral equivale a incapacidad psíquica para hacerse cargo de la
conducción de la propia existencia y de los procesos personales, públicos o privados, en
los que uno participa en su vida cuotidiana. Sin embargo, la descontextualización del
sentido técnico que tiene el concepto ha sido objeto de aprovechamiento político,
levantándose el sentido común según el cual se entiende que equivale a la comisión de
actos moralmente incorrectos o inaceptables. Esta última debe ser la dimensión del
derecho penal, según la cual en un estado de derecho debe sancionarse la ilicitud que
tenga previsión en la ley. No en el juicio subjetivo de los actores de los procesos políticos.
Además del atropello que significó el salto procesal que originó el desconocimiento de la
existencia de un proceso investigatorio en curso sobre las materias por las que se
53 Esta segunda vía tiene como escollo la pretensión presidencial de limitar las competencias
de una comisión investigadora para citarlo en calidad de investigado, porque colocarlo en el
supuesto de investigado importa no sólo la presunción de que existen actos que comprometan la
regularidad, constitucionalidad o licitud del desempeño presidencial, sino la inminencia de una
posible responsabilización por la comisión de delitos cometidos en el ejercicio de la función, o de
infracción de la Constitución. Este supuesto, sin embargo, incide y afecta la protección del ejercicio
presidencial que prevé el Artículo 117 de la Constitución.
encontraba responsabilidad en el presidente de la república, es igualmente un aspecto
procesalmente cuestionable que se haya extraído de la competencia regular de la
Comisión Lava Jato un documento que fue solicitado y recibido por este órgano
parlamentario para exhibirlo públicamente antes que lo conociera dicha comisión. ¿O
puede considerarse normal que la presidenta de la Comisión Lava Jato revele el
contenido del documento que dirigió a esa comisión el representante de Odebrecht, sin
que haya sido despachado a su destinatario? No ha lugar a muchas dudas que no se trata
de un modo respetuoso, por decir lo menos, con los miembros de la instancia a cargo del
proceso investigatorio, como llama también la atención que el suceso terminara quedando
avalado por los propios integrantes de la comisión.
Quizá una de las más importantes lecciones de esta experiencia haya sido que minimizar
el papel de un adecuado proceso de comunicación tiene costos muy altos en el plano, en
especial, de los operadores de las funciones estatales. Los errores en la elaboración de
los descargos frente a las imputaciones del conflicto de interés que se enrostró al
presidente Kuczynski no fueron desaprovechados en la competencia política que se
libraba desde ambos poderes del Estado.
Tanto como existe espacio suficiente para dudar que quienes estuvieron involucrados en
la pretensión de vacancia hayan sido totalmente transparentes con la rectitud de sus
intenciones, con la verdad de sus motivaciones y con los medios de los que se valieron
para arrinconar a su adversario, igualmente cabe afirmar que existe espacio suficiente
para dudar que el imputado haya comunicado con suficiencia al público y al parlamento lo
que habría tenido que decir para que se conozca a cabalidad la verdad de su vínculo con
la empresa Odebrecht y para aclarar con transparencia y claridad cómo así no existiría
conflicto de intereses en su desempeño público.
Detrás de ambas carencias está la dificultad de ponerse en el lugar del otro a partir de
una posición hipotéticamente hegemónica o de privilegio, sea como mayoría
parlamentaria o como vencedor de una contienda electoral. La corrección de la conducta
política y el ejercicio del control sobre ella exigen grados indispensables de sensibilidad
que no pueden soslayarse. De la integridad en el desempeño de la función pública
dependen los aprendizajes con los que la ciudadanía adquiere modelos para su propia
actuación, o vergonzosas formas de comportamiento que generan el repudio.
¿Cabe condonar los actos que causaron repulsa ética, en nombre de la especialmente
delicada naturaleza del estado físico y anímico de quien no honró el papel político que
desempeñó por cuenta de toda la nación? ¿Es el perdón, o el olvido, un remedio
proporcional y constitucionalmente eficaz para equilibrar los bienes transgredidos en
ejercicio del mandato presidencial, más allá del daño que recayó sobre quienes
irreparablemente quedaron privados de bienes personales, familiares o comunitarios?,
¿era moral o políticamente correcto otorgar el indulto luego que quien lo concede negó
que lo adjudicaría durante la campaña electoral?, ¿se trató de un acto consecuente e
irreprochable que se indultara a Alberto Fujimori, sin embargo de que, presionado el
Presidente por una respuesta, señalara que él sí promulgaría la norma con la que el
Congreso lo amnistiara?, ¿era compatible con la atribución presidencial de indultar dilatar
su otorgamiento hasta haber ganado la votación contraria a la moción de vacancia en
diciembre de 2017?.
Además de la mancha que se destaca con la celeridad con la que se tramitó el indulto, su
otorgamiento representa una incoherencia política que no guarda consistencia con las
medidas que se anunciaron como parte de la campaña. Más allá de la impropia
construcción judicial que condena al reo a partir de una teoría de creación posterior a la
fecha en que se produce el acto delictivo, existe una dosis innegable de pragmatismo
conforme a la cual se entiende que sacrificar la palabra empeñada durante el proceso
electoral, en nombre de la conveniencia de un resultado que resulta de interés para las
partes, es un mecanismo o proceso éticamente útil y, en esa medida, políticamente
razonable y convalidable.
¿En qué queda el respeto a los principios y a la palabra empeñada cuando la relación con
unos y otra tiene carácter fungible? Porque apostar por la integridad ética marca la
diferencia entre un régimen gobernado por la honestidad, y otro de escasa confiabilidad
política y moral, el indulto se encuentra entre aquellos actos que, aparentemente, no
debieron haber tenido lugar, de no ser por la evaluación de la perspectiva humanitaria con
la que cabe actuarse respecto del dolor y de la miseria de la humanidad de un hombre
privado de libertad.
¿Debía el criterio humanitario prevalecer para conceder la gracia del indulto a quien
desde el más alto cargo público fue responsabilizado por el asesinato de 15 personas; por
la obtención injustificada o carente de sustento de recursos monetarios ascendente a 15
millones de dólares; por deshonrar la confianza pública al abandonar la presidencia de la
república y huir del país; por postular a cargos representativos en otro país; o por permitir
la comisión de excesos e irregularidades económicas por gente de su más próximo
entorno en la presidencia de la república?
¿Cuál es el límite del perdón? ¿Se perdona a quien omite admitir sus faltas, o puede
perdonarse aun a quien el orgullo o la impiedad le impiden manifestar alguna forma de
arrepentimiento? ¿Cabe perdonar a quien carece de arrepentimiento por las faltas,
errores o crímenes cometidos? ¿No sería un lujo ético inadmisible amparar la vileza
oportunista de quien no se duele del mal que ha causado a la república? ¿No serían
peores las secuelas y enseñanzas que deje en la comunidad el uso de gracias
inmerecidamente extraordinarias a cambio de la permanencia en el puesto y ejercicio del
mando presidencial?
Difícil será encontrar una respuesta satisfactoria ante situaciones límites e inciertas como
las cubiertas en las numerosas interrogantes planteadas. Según declaración propia, el
criterio que precedió en la decisión del presidente Kuczynski se presentó dentro de la
dimensión del juicio humanitario. El compromiso que existió con el primer intento de
vacarlo en diciembre de 2017, sin embargo, puso el carácter humanitario de la decisión en
una dimensión que no resulta fácil eximirla de un análisis costo-utilidad. El beneficio social
del indulto no es colectivamente apreciable, porque quizá la mitad del país pudiera estar
de acuerdo contra la otra mitad que estuviera en contra. De ahí la soledad y daño efectivo
que se cierna sobre quien asume el riesgo y toma una decisión que no puede dejar de
generar contradicción. Esta era la tragedia que esperaba algún tipo de desenlace. No
hacer nada, como no lo hicieron los presidentes García Pérez ni Humala Tasso, habría
supuesto algún grado de temor reverencial frente a una opinión pública decididamente
dividida. El presidente Kuczynski cruzó el rubicón y luego le tocó pagar el costo con su
descrédito e, incluso para algunos pocos (que por escaso que fuera su número no es de
menor relevancia su trascendencia colectiva), también el de la complicidad y el de la
infamia.
Era razonable que el presidente Kuzynski presente su renuncia en las circunstancias que
escalaron a pasos forzados hasta su arrinconamiento. Los incidentes relativos al conflicto
de interés inadecuada e insuficientemente esclarecidos levantaron sombras imposibles de
disipar. Su renuncia, sin embargo, fue consecuencia de un proceso indebido. Indebido por
la forma incorrecta en que se tramó el derribamiento luego de la derrota en las elecciones
presidenciales de junio de 2016, indebido por la forma incorrecta en que se aportaron
pruebas, e indebido por las faltas en contra de la corrección democrática y las virtudes
con que debe operarse los procesos políticos. Cuando la emoción traiciona a la razón el
riesgo del desborde y de la injusticia se incrementan exponencialmente. El costo de esos
desbordes e injusticia es que el sistema en que vivimos se desequilibra. El desequilibrio
daña por igual el régimen como a los ciudadanos que quedamos como testigos de un
escenario insuficientemente examinado y comprendido.
¿Fueron pues los pedidos de vacancia el medio menos gravoso o intenso en relación con
el papel del presidente de la república en nuestro régimen político, así como con los
propios derechos fundamentales de quien ocupaba dicho cargo? Si bien existe un
proceso ad hoc para revisar la permanencia del presidente de la república en el cargo, su
uso correcto está ajustado a restricciones y acotado por parámetros que pretenden
controlar la arbitrariedad. Una de esas restricciones es que se tipifique adecuadamente
aquello en lo que consista una genuina incapacidad moral. Otra, que no exista otro
proceso más apropiado para tramitar lo que no consista propiamente en una incapacidad
moral.
Porque existe algún grado de resistencia respecto a aceptar la facilidad con la que se usa
el concepto de incapacidad moral, debe entenderse que el proceso de vacancia no se
ajustaba a las exigencias del tipo de proceso que es la vacancia presidencial. Menos aún
si para llevar adelante el proceso de vacancia hubo enajenación de medios probatorios,
sin valorar, de un proceso investigatorio, sin que, además, hubiera debate respecto a esta
irregularidad no obstante alguna protesta minoritaria a la que no se hizo eco. Tanto
menos,igualmente, si como para agravar la situación del presidente se utilizó un
mecanismo de maquinación que provocó pruebas para argumentar una supuesta táctica
de compra de votos de congresistas a cambio de obras en las circunscripciones o
localidades a las que ellos representaban.
Sea como fuese, la sucesión de hechos debilita la integridad del proceso dirigido contra la
permanencia del presidente de la república en el cargo. Y ello se da independientemente
de las eventuales, supuestas o efectivas fallas en el desempeño y en el ejercicio de las
funciones públicas cumplidas por Kuczynski, fuera como ministro de Estado, o como
presidente de la república. Por esta razón es posible sugerir que el fin buscado con la
vacancia pareciera no estar avalado en una intención plenamente lícita. Existe cierto
humor que transmite impresiones algo distintas a las que dejan las conductas privadas de
segundas intenciones. ¿No fue quizá la renuncia de Kuczynski para un importante grupo
de los promotores de la vacancia el trofeo que esperaban alcanzar para compensar la
derrota electoral? ¿No hubo motivación de aniquilamiento político bajo la supuesta
voluntad de limpieza en el ejercicio de la función pública?
Si bien es cierto que dejó qué desear no recibir respuestas transparentes, claras y
contundentes sobre las imputaciones relativas al conflicto de interés, más qué desear
incluso dejó que la verdad se tratara de disimular, maquillar, encubrir, ocultar o
tergiversar. La frivolidad con la que se enfrentaron los cargos liquidó la confianza,
desmoronó las expectativas que trajo su victoria electoral y cubrió con desilusión la
esperanza que se tuvo de un gobierno más auspicioso, sólido y eficaz. Sin embargo esas
faltas contra el orden político correspondía examinarlas en un proceso de acusación
constitucional y no en en la sumariedad fulminante de uno de vacancia presidencial. En
ese caso el proceso de acusación constitucional tendría que haberse ceñido a los
extremos indicados en el Artículo 117 de la Constitución. Esta norma quedó velada e
inutilizada con la anteposición de una estrategia cuyo objetivo pareciera haber sido el
derribamiento, la demolición, el degollamiento y el sepultamiento simbólico del presidente
de la república.