La muerte de Osama Bin Laden puede interpretarse –y
de hecho lo es– como un triunfo político y militar de EEUU en la batalla abierta hace 10 años contra el terrorismo islamista. Y seguramente para la mayoría de las miles de víctimas inocentes de Al Qaeda y sus familiares –ya sea el 11-S en Nueva York, el 11-M en Madrid, el 7-J en Londres, y las miles de personas asesinadas indiscriminadamente en Irak, Afganistán, el Magreb, Indonesia, etcétera– es una buena noticia. De hecho, así lo celebraron miles de ciudadanos estadounidenses, y así lo valoraron casi unánimemente los líderes internacionales al felicitar al presidente Obama. Pero la ejecución sumarial de Bin Laden sigue dejando importantes dudas sin despejar. La primera, el alcance real del poder y del papel del personaje en el entramado del terrorismo internacional organizado alrededor del ideario religioso musulmán en el mundo, porque no se puede olvidar que antes que enemigo número uno fue, al igual que Sadam Husein, amigo número uno de EEUU. Y por derivación, de la realidad objetiva de ese mismo terrorismo, de cuyas consecuencias inhumanas hay testimonios casi diarios, pero sobre cuyos entresijos organizativos sigue pendiente un amplio manto de oscuridad y desinformación, comenzando por la implicación de los servicios secretos de Pakistán, país en teoría aliado de EEUU y la OTAN en la guerra de Afganistán. Igualmente, la muerte del líder de Al Qaeda no parece que vaya a afectar a la capacidad terrorista de la organización –aunque evidencie que antes o después el final del terrorismo es la muerte y la derrota–, más fuerte económica, política y militarmente que hace una década, según los servicios de inteligencia de EEUU. Ni mucho menos que vaya a poner fin a las causas sociales, económicas, culturales y religiosas que han alimentado ese fanatismo terrorista. Al Qaeda se ha extendido y ramificado y su capacidad de violencia abarca cada vez a más zonas y personas. Por último, es cierto que el propio Bin Laden presumía de participar en una guerra contra la explotación e imposición occidentales, lo que le presupone la posibilidad de morir en una acción militar, pero ello no oculta que su muerte, que posiblemente reavivará la popularidad de Obama y sus posibilidades de reelección, en una acción de comandos especiales ha sido un asesinato selectivo, un ojo por ojo de respuesta al horror originado sin juicio garantista y democrático previo. 2. Una joya ROSA MONTERO 23/03/2010
El protagonista de Avatar es un soldado paralizado
de cintura para abajo. En su mundo futurista esa parálisis tiene arreglo, pero sólo si eres rico; el soldado no lo es y está condenado a la silla de ruedas. Yo creo que con la salud y el conocimiento no se juega: hay un derecho inalienable a recibir educación y a ser curado. Que alguien pueda ser privado de un tratamiento médico esencial sólo por ser pobre es una barbaridad inadmisible. Y, sin embargo, en países como Estados Unidos es algo normal. Allí la gente vive aterrada por los costes de la enfermedad y trabaja para pagarse el seguro médico. No todos los seguros permiten todos los tratamientos y hay 40 millones de personas sin cobertura. Contra todo esto lucha Obama, sólo para conseguir una mejora que quedará lejos de lo que tenemos en España. Porque nuestro sistema de salud es bueno. Bastante barato (un 11% del PIB frente al 17% de Estados Unidos) y con unos resultados médicos que lo sitúan entre los 10 primeros del mundo (EE UU está entre el 40 y el 50). Pese a sus fallos, la sanidad pública española es un logro monumental, y ahora están intentando desmantelarla. Y la ofensiva se apoya en la desvalorización de lo que tenemos. Un amigo médico lamentaba el reportaje de EL PAÍS sobre el vasco que se compró un hígado en China: "Parecía como si la sanidad española no te diera lo que necesitas y tuvieras que pagarlo fuera". Cuando lo cierto es que, como también apuntaba el texto, somos una potencia mundial en trasplantes; que se le negó un hígado por razones obvias (enfermedad tumoral muy avanzada); que los trasplantes en China se hacen sin garantías médicas (luego tuvo que ser internado aquí en estado crítico) y que este comercio favorece el asesinato y otros horrores. Entiendo al vasco: ante la muerte haces lo que sea. Pero recordemos que la sanidad pública es la joya de nuestra corona social. Y defendámosla. 3. Esplendor de las ciudades. Antonio Muñoz Molina
5-marzo-2011
[…] Junto a los ventanales del café del nuevo
edificio de Moneo miro el tráfico de la calle y el desfile plural de la gente por la acera y leo un libro que me hace más consciente de la complejidad y el valor de lo que estoy viviendo: Triumph of the City, de Edward Glaeser, un economista de Harvard que ha adquirido su erudición leyendo al parecer todo lo que se ha escrito sobre todas las ciudades y paseando por todas ellas, por Nueva York y Mumbai, por París, por Barcelona, por Kinsasha, por Detroit. Glaeser dice que la ciudad es la más importante creación humana: que fomenta la inventiva, el talento individual, la tolerancia, la prosperidad, la cooperación. Las ciudades no hacen pobre a la gente: atraen a gente pobre que quiere dejar de serlo. Las grandes ciudades son más respetuosas con el medio ambiente que las célebres arcadias ecologistas, porque la gente tiende a moverse por ellas caminando o en transportes públicos: los habitantes de Nueva York gastan como media un 40% menos de energía que los de las zonas residenciales o rurales del país. La ingeniería necesaria para suministrar agua saludable a las ciudades y retirar de ellas la basura es una proeza épica contada por Edmund Glaeser. Vivir entre la densa población de una ciudad es más seguro que hacerlo en una casa aislada en el campo. También, estadísticamente, es más saludable. Para no convertirse en boutiques monumentales en las que solo puedan habitar los ricos y los turistas las ciudades históricas necesitan renovarse con inteligencia y audacia y levantar edificios altos con una oferta de vivienda suficiente para que los precios no sean abusivos. A pesar de la pobreza y la violencia la esperanza de vida es más alta en una favela de Río de Janeiro que en los pueblos del interior del país. Leer a Edward Glaeser le da a uno el mismo ímpetu para caminar y fijarse en todo que las Hojas de hierba de Whitman o el Fervor de Buenos Aires de Borges. 4.
Actividades: - Tesis.
Textos 1,2,3: - Argumentos. Relación con el receptor.
- Situación comunicativa: tipo de texto,
presencia del emisor y del receptor. - Intención del emisor.
- Formular Tema y Tesis.
- Apartados de contenido del texto. Justificar
estructura.
Texto 4.
- Tipo de texto. - Situación comunicativa: emisor, intención, receptor. Presencia de ambos.