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seducir al Consumidor.
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¿Se han vuelto locos los responsables de los centros comerciales en cuestión?
¿Puede ponerse límites al delicioso olor que sale de una barra de pan recién
horneada o de los crepes que preparan en tiempo real en el bar de la esquina? Lo
cierto es que la normativa, aunque sorprendente, tiene cierta explicación y una muy
sólida. Las marcas, los establecimientos, han dejado de confiar en los olores que
generan de forma, por así decirlo, natural y han empezado a establecer su propia
huella olfativa. Ni la barra de pan ha sido recién horneada (o no la ha sido de forma
tan casual) ni el acogedor olor a vainilla de la tienda de ropa de la esquina es una
buena elección de los encargados de la tienda. Todo está pensando para tener el
mejor efecto en el consumidor.
Es lo que se conoce ya como marketing olfativo: las marcas se han dado cuenta de
que los olores tienen un efecto directo en el consumidor y sobre todo uno poco
controlable y han decidido contar con ello. El marketing olfativo afecta a un nivel
que va más allá de lo consciente.
Las investigaciones científicas han demostrado que el olfato es el sentido más
emocional de todos los que posee el ser humano y que, por tanto, se asocia de forma
más fuerte a las emociones de lo que podrían asociarse otros estímulos. Por ello,
como explican en un informe de Zenith Optimedia en el que incluyen al marketing
olfativo entre las grandes tendencias en crecimiento en marketing durante este año,
el consumidor no procesa de forma racional el olor, sino que genera de forma
automática una respuesta emocional al mismo.
Los consumidores perciben las fragancias a un nivel subconsciente y estas
desencadenan una respuesta emocional que impacta en las decisiones de compra que
van a realizar. Esta es la razón de que todos los supermercados parezcan haberse
puesto de acuerdo para abrir 'hornos de pan' en una de las esquinas del
establecimiento, por ejemplo. El olor a pan recién hecho abre, por así decirlo, el
apetito y se asocia a ciertos valores, como lo artesano o lo fresco, que tienen un
impacto en las decisiones de compra.
A los consumidores les fascina la idea. Por existir, existe hasta un dispositivo que
permite compartir olores a través del smartphone, el oPhone, que logró colarse en
todos los medios de comunicación cuando llegó al mercado. Los consumidores solo
tienen que hacer una foto del producto del que quieren enviar el olor y escoger
después las notas olfativas, con detalles tan subjetivos como pueden ser los toques
de 'atardecer parisino'.
Las marcas están ya también jugando con los olores para crear experiencias
memorables. La ciudad de York, por ejemplo, ofrece visitas turísticas asociadas al
olfato. El consumidor puede recorrer ciertos lugares y percibir olores asociados al
lugar o a épocas históricas pasadas, para así lograr un mayor impacto sensorial. Los
responsables de turismo han conseguido así, además, que la experiencia de visitar la
ciudad sea mucho más memorable de lo que podría haber sido de otra manera.