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Entre los aforismos 71 y 77, Bacon hablará de los cinco signos o síntomas por los
cuales se constata o podemos darnos cuenta de que las ciencias de entonces
son defectuosas e inútiles.
El primer signo (Aforismos 71 y 72) está dado por la época, el lugar y la gente:
las ciencias vigentes nacen en la época antigua en Grecia, bajo la guía de
personas limitadas por lo que respecta al conocimiento geográfico necesario
para ampliar el conocimiento de la historia natural, de modo que los rasgos de
la filosofía y la ciencia griegas son los mismos rasgos de su civilización,
esto es, los rasgos de la infancia. Poco es lo que romanos, árabes o modernos
han añadido al supuesto saber griego, que siempre permanece como su
fundamento. Además la ciencia de los griegos es autoritaria y magistral, proclive
a las discusiones. Por eso, este signo decanta en observar el verbalismo, el
carácter profesoral y disputativo de las filosofías antiguas, ricas en
palabras y estériles en obras. Aquí Bacon aclara entonces porqué situó a
Aristóteles anteriormente (en el aforismo 64 entre los sofistas).
En cuanto al contenido del saber, el signo es el de la limitación: el
conocimiento de la historia se remontaba a unos mil años y eran más bien
fábulas y rumores sobre la antigüedad. Escaso era también el conocimiento
geográfico, por el cual creían inhabitadas regiones en las que vivían indefinidos
pueblos.
El cuarto signo (aforismo 75), y hasta podría decirse, testimonio del carácter
defectuoso de las ciencias vigentes es la confesión de impotencia de los
propios filósofos tradicionales.
Por otra parte, la empresa tiene el aval de las Escrituras, especialmente está
avalada por la profecía de Daniel (12,4) que sirve de lema a la Instauratio
Magna: “Muchos pasarán y la ciencia se multiplicará” (Multi pertransibunt et
augebitur scientia). La interpretación baconiana de la profecía es que muchos
pasarán lo que antes estaba sancionado como la prohibición del non plus ultra,
del no ir más allá de los que se suponían los confines de la Tierra, en las
llamadas Columnas de Hércules, donde los navegantes no podían sino
desaparecer en el vacío. Por tanto, la profecía indica que está determinado por
el destino y la providencia que la exploración del mundo y el progreso de las
ciencias se producirán en la misma época, ésta la moderna de las navegaciones
lejanas.
Los nuevos instrumentos con los que ahora se cuenta abren al noveno
fundamento de esperanza (aforismo 101). Se trata de la ayuda de la escritura
y el apoyo de la experiencia letrada. Ni la sola meditación, ni la precariedad
de la mera memoria han llevado hasta el momento muy lejos.
1 A partir del decimosexto motivo, según Bacon, se tienen en cuenta otros fundamentos de
esperanza, más allá de la rectificación y abandono de los errores humanos del pasado, sin
embargo, algunos de ellos parecen mantenerse en la misma senda de la depuración de ciertas
humanas tendencias, aunque tal vez más excusables.
Con base en todos estos motivos de esperanza, Bacon evalúa que no intentar la
empresa de la ciencia es un riesgo mayor que intentarla y no conseguirla
Primero, se podría objetar (aforismo 116) que se pretende fundar una secta
nueva de filosofía. A ello Bacon responde que no es su intención ocuparse de
cosas opinables y al mismo tiempo inútiles, como aquellas que han dado hasta
ahora lugar a las sectas. Además, aunque está convencido de poseer resultados
más verdaderos y provechosos de los alcanzados hasta el momento por alguien,
no propone ninguna teoría universal y completa, ni pretende lograrla antes de su
muerte. Sin embargo, cree también necesario y útil esparcir una semilla de
verdad para las generaciones futuras.
Segundo, se podría objetar (aforismo 117) que, como Bacon se cree pródigo en
promesas de obras particulares, tendría que presentar efectivamente algunas, y
no lo hace. Sin embargo, eso es así, porque a él le han preocupado más el
descubrimiento de los axiomas y las causas que rigen a las cosas. Deja pues al
público interesado que los utilice en la implementación de experimentos y en la
producción de inventos.
Quinto, se objeta (aforismo 122-123) que se deje de lado todas las ciencias y
autores antiguos y que se cuente exclusivamente con las propias fuerzas. La
cuestión es que, por un lado, Bacon no ha pretendido adjudicarse linaje alguno o
apoyo en celebradas genealogías. Por otro, la única ayuda que reclama es la del
método que echa por tierra toda jactancia individual. Por el contrario, el método
es lo que casi permite igualar todos los ingenios. No obstante es también lo que
permite decir (aforismo 123) que con la propuesta de Bacon se sustituye un licor
crudo como agua por un vino finamente destilado, que hace que ya no pueda
encontrarse goce en lo saboreado por antiguos e iniciales modernos.
Noveno, más que como objeción puede surgir como pregunta (aforismo 127) si
aquí se habla sólo de conducir metódicamente la historia natural o también las
otras ciencias lógicas, éticas y políticas. A lo que hay que responder que las
ciencias forman una unidad y un todo, de manera que la inducción rige sin
excepción para cualquiera de ellas.
Décimo, más que como objeción no debe caber duda (aforismo 128) de que
Bacon no desea destruir y echar abajo la filosofía, las artes y las ciencias
actualmente en uso. Ellas pueden circular como la moneda, por consenso, servir
a los menesteres de las cátedras y a las conveniencias de la vida civil.
Paralelamente se puede entender que, en especial, el vulgo no esté capacitado
todavía para sustituirlas por el instrumento nuevo. No obstante, también se ha de
advertir, como se lo ha hecho, que por los métodos en uso no pueden lograrse
grandes progresos ni conducir a las ciencias a resultados de importancia.