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Capítulo VII

ENTRE LOS DRUSOS

Los drusos son un pueblo que habitan


juntamente con los maronitas y los Chiitas en
Líbano, Ante—Líbano y el Djabel de Hurán, la
parte Sur de Siria.
No hay documento alguno sobre el origen
preciso de los drusos. Unos creen que son
originarios de Jarzen, y otros por el
contrario, afirman que son de raza árabe.
Su religión fue enseñada en el siglo XI,
por Mohammed ben Ismail Eddarazi enviado por
Hamsa, visir del Kalifa Fatimita El—Hakem—
Biamrillah (996—1021).
Esta religión enseña la reencarnación y la
divinidad del Kalifa, El—Hakem.
Eddarazi fue desaprobado por Hamsa, y le
sustituyó por el Mektana Beha Edin, pero éste
no pudo destruir la obra edificada por su
antecesor.
Los drusos, gracias a su heroísmo y a su
inexpugnabilidad legada por sus montañas,
conservaron su fe y su autonomía hasta
después de la conquista de Siria por los
turcos.
Continuaron independientes, elegían a sus
jefes que los gobernaban según sus antiguas
costumbres, manteniendo su organización
feudal.
La dinastía Maan y después la dinastía
Chehab, ejercieron su autoridad en Líbano.
Hasta 1813, la estrecha alianza que unía a
los maronitas con los drusos aseguraba la
libertad de las poblaciones libanesas; pero
en esta época nacieron los primeros gérmenes
de rivalidad.
Desde. 1840, cuando Mohamed–Alí evacuó la
Siria, se acentuó la lucha entre los
maronitas (católicos de rito oriental) y los
drusos. Los turcos, con el deseo de dominar
esta parte de Siria, que siempre se mostró
rebelde, excitaron a los drusos contra los
maronitas.
Después de sangrientas luchas, vino la
masacre de 1860, año en el que Francia
desembarcó un cuerpo de su armada para
establecer el orden.
A pesar de las medidas tomadas por la
comisión europea en 1861, y de la declaración
de la independencia de Líbano, Turquía
aspiraba siempre a la conquista de los
libaneses, y esperaba la ocasión que se
presentó en 1914.
Dominó al Líbano por el hambre y el terror;
pero no lo consiguió con los drusos del
Djabel, al sur de Siria. Por esto, este lugar
fue siempre refugio de los hambrientos y de
los perseguidos por los turcos.
La religión de los drusos es una mezcla de
varias creencias. Admiten la existencia de un
Dios único, que ya se presentó diez veces a
los hombres bajo la forma humana. Pero ellos
esperan la undécima y ultima vez. El Kalifa
El—Hakem fue la décima encarnación de la
divinidad, bajo el nombre de Albar.
En su religión, Dios tiene bajo sus órdenes
a ocho ministros que son emanaciones directas
y que desempeñan el papel de los buenos
Genios. Están encarnados bajo nombres
diversos y vinieron al mundo en diferentes
épocas. Uno de ellos, Hamsa, es el principal
ministro y representa exactamente al ángel
San Gabriel quien trajo a la tierra el
islamismo y el cristianismo, apareciendo a
Cristo con el nombre de Eleazar (Lázaro) y a
Mahoma bajo el nombre de Selman el Faresi (el
persa).
Al lado de los buenos Genios, existen los
Genios malos que corrompen a los hombres,
pero apenas llegan, acuden los buenos Genios
para restablecer la verdadera fe. Siete
revoluciones de este género fueron
acontecidas.
Para los drusos, no existe ni el paraíso ni
el infierno. Tampoco creen en el pecado
original ni en la redención... El hombre que
muere, vuelve a la vida bajo una forma nueva,
en la que encuentra la recompensa a sus
virtudes de la vida anterior, obteniendo así
una condición espiritual más elevada a la que
le precedió, hasta que por sus
reencarnaciones o peregrinaciones, el alma
llega a un estado de perfección tal, que le
permite confundirse con el Ser Supremo, en la
morada de la luz, y no volverá a reencarnarse
hasta la undécima encarnación de la
divinidad.
Las almas depuradas vuelven a habitar la
tierra y gozarán de todos los bienes
terrestres, mientras que los infieles están
condenados a servirlas.
Antes de llegar al estado de perfección, el
simple fiel o neófito debe llegar a ser Cheik
el Aqqel, maestro, por medio de muchas
privaciones o continencias.
No practican los drusos la circuncisión.
Como los cristianos, comen de todo y beben
vino.
Son monógamos, pero fácilmente pueden
practicar el divorcio, tal como practican el
matrimonio que no es sino una alianza
pasajera. Pero no pueden volver nuevamente a
la mujer que fue repudiada antes.
Sus mujeres tienen mucha libertad. Se
presentan en público con un velo que apenas
les cubre el rostro.
Son los drusos muy valientes y generosos.
Su extremada susceptibilidad les hace andar
armados siempre. Son constantes sus luchas
con los beduinos.
Respecto a la religión drusa, esto es todo
lo que el vulgo y los historiadores conocen.
A su debido tiempo volveremos a hablar de
esta religión, en la parte que nadie ha
penetrado, ni aun soñado.
El pueblo druso tiene costumbres muy
diferentes del resto de Siria y Líbano.
Como en Hurán escasean las fuentes y los
ríos, este pueblo carece de una limpieza
notoria. Cada aldea ha formado un tanque
grande o una laguna artificial en los que se
recoge el agua de la lluvia. Con esto tienen
suficiente para todo el año, y beben de ella
animales y hombres. Las mujeres se asean
cerca de ella.
El pueblo bebe el agua filtrada por una
urna grande trabajada especialmente para éste
objeto. Pero para evitar las enfermedades,
mezclan el agua con alquitrán.
Los drusos son llamados también "Bani
Mahruf". lo que significa "hijos de la
generosidad". Para ellos, el huésped es un
ser sagrado, y puede permanecer
indefinidamente en el "madafe", salón de
huéspedes, comer, y dormir, sin que nadie le
moleste en absoluto, y sin que nadie se
entere de dónde vino ni a dónde va. Estas
preguntas en su criterio, tienen olor a
avaricia y denigran su generosidad.
Por aquella época eran analfabetos. Creían
denigrante el estudio para un hombre rico.
Los únicos obligados a saber leer y escribir
eran los Maestros.
Cuando un huésped penetra en el salón
general, el primer honor que le ofrecen es
una taza de café árabe amargo. Este café es
preparado en el momento y lo sirven en una
taza sin asa. Nunca se llena, sino por el
contrario, debe contener un sólo sorbo. El
huésped, según su categoría, debe servirse
tres o siete sorbos seguidos, y después de
él, todos los presentes un sorbo. Luego se
repite el turno, excepto el recién llegado.
La generosidad de los drusos toma caracteres
de proporción a la hora del almuerzo. Para
cada huésped se degüellan dos o tres
carneros, según las circunstancias. Estos
carneros son cocinados en un recipiente
grande y en el caldo echan una cantidad de
arroz, suficiente para la comida de los
presentes. Cuando éste se ha cocinado, lo
vacían en el "mansef", un recipiente enorme
de metal, y sobre el arroz colocan el carnero
en pedazos. Por último, sobre ambos, vierten
mantequilla derretida.
En cuclillas, se reúnen todos o la mayoría
de los habitantes de la aldea, acompañando al
huésped en su almuerzo o comida. En estas
comidas, no intervienen ninguno de los
cubiertos conocidos, tales como cucharas,
tenedores y cuchillos. La comida la toman con
los dedos, pero con tal maestría, que nunca
manchan sus vestidos.
El que escribe este relato, presenció, en
una ocasión, en casa del Jefe General de los
drusos, una comida durante la cual, el jefe,
subido a una silleta, clavó una lanza de
hierro en el arroz servido. Todos los
presentes comieron, y la lanza permaneció
clavada. Esto puede dar una idea del tamaño
del recipiente y de la cantidad de arroz
preparado... Cuando pregunté a un compañero
qué significaba esta actitud, me respondió
que era el símbolo de la generosidad y de la
abundancia.
La mayor afrenta para un druso es la
cobardía, y el morir en su propio lecho, por
la edad, es una muerte mal vista. Como
guerrero que es, debe morir en el campo de
combate.
Su mayor diversión es la carrera de
caballos y el romper lanzas. Varios días de
la semana se reúnen en sus caballos árabes de
pura sangre, para intervenir en estas
carreras.
Por la noche, su diversión consiste en
escuchar los cantos heroicos que hacen
alusión a sus antepasados y a sus campañas
bélicas.
Muchas veces llega un beduino trovador con
su "rababa" (guzla), y canta ante el Cheik,
elogiándolo. Este le gratifica con "el
puñado", que es la cantidad de monedas que
caben en un puño cerrado, sin contarlas.
La mujer drusa es muy hermosa. Como esposa
es por naturaleza obediente y fiel a su
esposo. Recibe de él el maltrato sin
disgustarse y hasta con placer. Mas, con el
extraño es muy altiva y a veces cruel.
Tal vez la ciega obediencia que guarda al
marido, le induce a ser altanera con los
sirvientes. Pero en el fondo es muy generosa.
Se han dado casos en los que drusos y
cristianos han contraído matrimonio entre
ellos.
Visten los drusos al estilo de los
beduinos. Algunos se dejan crecer los
cabellos y algunos, la barba.
Los drusos y beduinos se hallan en
constante pugna: aquéllos los atacan para
proveerse de caballos y ganado lanar, y éstos
atacan durante la cosecha de trigo para
obtener así comestibles y alimentos.
En aquel bendito pueblo no existen jueces,
ni abogados, ni médicos. Por eso viven sanos
y felices. Cuando se produce algún altercado
o una desavenencia entre dos personas, es el
Cheik quien se encarga de resolverlo, es el
único juez. Pero como él es cual padre de
todos los de la aldea, los juzga con
benevolencia y con amor. A veces gasta de su
propio bolsillo para contener a los
contendores. Y el altercado termina cuando
aquéllos se dan las manos.
Turquía creó un tribunal de justicia en la
montaña de los drusos, pero a los seis meses
tuvo que deshacerlo, pues en ese tiempo no
tuvo un sólo juicio que arreglar.
La familia más noble es la de "El Atrash",
y ellos son los gobernantes de la montaña.
Cada miembro reside en una aldea y es el más
rico y el jefe de la misma. Esta familia se
dice descendiente del rey árabe el Munzer—
ibn—Ennamán.
Los drusos obedecen ciegamente a sus jefes
que los tratan con cariño y justicia.

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