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Universidad Nacional de Colombia

Departamento de filosofía
Centro de Investigación en Lógica y Epistemología Contemporánea (CILEC)
Francisco Martinez
Cristian Ruiz
Andrés Misnaza

Algunos filósofos de la percepción consideran que una teoría de la percepción adecuada debería dar cuenta
de dos aspectos fundamentales. El primero de ellos es el carácter fenoménico de la experiencia perceptual;
esta, después de todo, no es una exigencia desconcertante si tenemos en cuenta que el asunto que nos
interesa es la percepción. Dicha teoría debería estar capacitada para describir, de manera adecuada, los
aspectos relevantes de lo que fenoménicamente implican las experiencias perceptuales. El segundo aspecto
está relacionado con una creencia predominante en el sentido común. Según esta creencia, nuestras
experiencias perceptuales son nuestro primer contacto con el mundo y, por ende, son una base
fundamental en la justificación de nuestro conocimiento empírico.

La conexión que existe entre ambos aspectos no es del todo clara. No obstante, de manera muy general, se
podría afirmar que nuestras experiencias perceptuales son experiencias conscientes que nos brindan
información acerca del entorno circundante. Si uno acepta esto tendría que enfrentarse a dos cuestiones
que surgen de inmediato. La primera de ellas indagaría por el estatus ontológico de los objetos de los cuales
somos conscientes en la percepción. La segunda de ellas indagaría por el tipo de relación que conservamos
con el mundo a través de la percepción mostrando cómo podemos lograr el fundamento de nuestras
creencias empíricas.

Una tendencia del sentido común consiste en aceptar que la relación que tenemos con el mundo es directa,
pues percibimos los objetos tal cual son y, por ende, los objetos de los que somos conscientes en nuestras
experiencias perceptuales son los objetos que de hecho están en el mundo1. Es así como, desde esta
perspectiva, el fundamento de nuestras creencias empíricas no representa ningún problema para esta
perspectiva, pues la información que obtenemos acerca del mundo gracias a la percepción es acertada. No
obstante, han surgido argumentos en contra de esta tendencia. Tal vez el más conocido es el argumento de
la ilusión, el cual podría formularse de manera esquemática como sigue:

I En una ilusión uno percibe que un objeto tiene una propiedad F que el objeto realmente no tiene.

II Si uno es consciente en su percepción de que algo tiene la propiedad F, entonces hay algo de lo cual uno
es consciente que tiene la propiedad F.

III En una ilusión el objeto del cual uno es directamente consciente que tiene la propiedad F no es entonces
el objeto físico.

IV En términos fenomenológicos las ilusiones son subjetivamente indistinguibles de las percepciones


verídicas.

V Si dos percepciones son subjetivamente indistinguibles para el perceptor, entonces son percepciones de
la misma naturaleza.

1
Esta sería una muy breve caracterización del realismo ingenuo.
VI Las ilusiones y las percepciones verídicas son de la misma naturaleza.

VII Si las ilusiones y las percepciones verídicas son de la misma naturaleza, entonces en las percepciones
verídicas los objetos directos de percepción tampoco son objetos físicos.

Por lo tanto, VIII No percibimos directamente los objetos físicos del entorno (cf. Ávila 4)

Dicho argumento muestra que existe una fuerte tensión entre la idea del sentido común y la existencia de
ilusiones, pues, si aceptamos cada paso del argumento, llegaremos a la conclusión de que no percibimos
directamente los objetos físicos del entorno. La existencia de ilusiones nos mete en un gran aprieto por el
carácter negativo de su conclusión. Si aceptamos que somos conscientes de algo cuando percibimos, pero
si no percibimos directamente los objetos físicos del entorno ¿qué es, entonces, aquello de lo que somos
conscientes cuándo percibimos? Luego podríamos preguntarnos, atendiendo al aspecto epistemológico
¿qué relación existe entre aquello de lo que somos conscientes en la percepción y el conocimiento que
tenemos acerca del mundo? ¿Tenemos siquiera conocimiento acerca del mundo?

En la literatura filosófica podemos encontrar también un argumento similar: el argumento de la


alucinación. Tomemos la formulación de István Aranyosi, según la cual

I Hallucinations that are subjectively indistinguishable from veridical perceptions are possible.

II If two subjective states are indistinguishable, then they have a common nature.

III The contents of hallucinations are mental images, not concrete external objects.

IV Therefore, the contents of veridical perceptions are mental images rather than concrete external objects.
(255)

Una diferencia importante entre ambos argumentos radica en el hecho de que en el caso de la ilusión es
posible sostener que conservamos un contacto con el mundo, solamente tendríamos que aceptar que este
no es directo; por el contrario, en el caso de la alucinación parece que, por la naturaleza misma de las
alucinaciones, perdemos el contacto con el mundo y nos volvemos conscientes de imágenes mentales2. La
conclusión de este segundo argumento, a diferencia del primero, es positiva en tanto que nos brinda una
idea de la naturaleza de los objetos de los que somos conscientes, pero nos aleja mucho más de la creencia
del sentido común en relación con la fundamentación de nuestras creencias.

Ambos argumentos coinciden en un punto importante y es el siguiente: los objetos de los que somos
conscientes cuando percibimos no son los objetos físicos. Aceptar esto parece inaceptable, pues la
postulación de una alucinación que sea fenoménicamente indistinguible de una percepción verídica y la
postulación de una ilusión fenoménicamente indistinguible de una percepción verídica parece poco
plausible. Algunos filósofos se han esforzado en mostrar que, de hecho, podemos distinguir
fenoménicamente ilusiones, alucinaciones y percepciones verídicas; uno de ellos es J. L. Austin. De manera
breve, la propuesta de Austin es una invitación a considerar la percepción en un sentido más abarcante.

2
Esto puede verse mejor si atendemos a la definición de alucinación. Los manuales DSM (Diagnostic and Statistical
Manual of Mental Disorders) definen las alucinaciones como episodios que se asemejan a la percepción sensitiva con
la diferencia de que estos carecen de un estímulo externo (cf. American Psychiatric Association 2013 87).
Mientras que el argumento de la ilusión y el argumento de la alucinación atienden a aspectos fenoménicos
como el color rosa del elefante dentro de una experiencia visual, Austin llama la atención sobre el hecho
de que cuando tenemos una experiencia perceptual no solo percibimos estas cualidades, sino que
percibimos algunas condiciones fácticas que nos permiten trazar la distinción entre estos tres tipos de
experiencias visuales. Lo más interesante del análisis de Austin es que sugiere que la percepción no es un
proceso que se dé de manera aislada, sino que se da junto con otros procesos cognitivos; por esto, un
análisis fenoménico no puede restringirse a un ámbito tan estrecho como la consideración de el carácter
rosa de la experiencia del elefante. Pero la dificultad que esto supone es evidente, pues la percepción -
podría decirse- se encuentra relacionada con muchos otros procesos cognitivos y no es claro por cuáles nos
estamos preguntando en este punto.

La primera parte de nuestra investigación estaría orientada a aclarar si el examen fenomenológico de la


experiencia perceptual debe restringirse a los aspectos más básicos de la percepción (colores, brillos y
sombras) o si por el contrario debe trascender estas barreras (cuestionables) atendiendo a la percepción
como un proceso que no se da aislado, sino que se involucra con otros procesos cognitivos. Este examen se
realizaría desde un análisis a propósito de la posibilidad de postular una alucinación perfecta (aquella que
es fenoménicamente indistinguible de las percepciones verídicas)3. Si los resultados de este análisis ponen
en evidencia que la percepción no es restrictiva y que involucra procesos cognitivos, entonces, tendríamos
que encargarnos de examinar cuáles son estos procesos. Esto implica que dilucidemos cuáles son los
criterios que nos permitirían llevar a cabo este discernimiento entre aquellos procesos cognitivos que son
o no son relevantes en este análisis. Commented [ia1]: Me parece que el proyecto cruza dos
discusiones que, al menos a primera vista, son diferentes y
su vínculo inmediato no es evidente.

3
Esto se deba a que la alucinación perfecta pondría en evidencia todos los aspectos fenoménicos relevantes, dentro
de las experiencias visuales, que la hacen indistinguible de la percepción verídica.

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