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Los glaciares tropicales son considerados excelentes indicadores de la evolución del clima.
Diversos estudios han demostrado que en los últimos decenios muchos de estos glaciares se
han reducido considerablemente, lo que implica la disminución del recurso hídrico en diversas
cuencas, así como el in- cremento de la formación de glaciares colgantes, debido a la fragilidad
de la masa glaciar provocada por su retroceso y su tendencia al desprendimiento
(Portocarrero, 1995). El 71 % de los glaciares tropicales1 del mundo se encuentran en el Perú,
los cuales, en un periodo de 27 años, han registrado la pérdida de 446 Km2 , afectando
numerosas cordilleras tales como las de Huagoruncho, Huaytapallana, Raura, Cordillera
Central, entre otras (ver cuadro Nº1).
De mantenerse las
condiciones climáticas
actuales, los glaciares
ubicados por debajo de
los 5,500 m/s/n/m
desaparecerán antes del
año 2015. (M. Zapata,
2007) El abastecimiento
del recurso hídrico en
muchas ciudades de la
costa peruana podría ser
un problema a futuro, ya
que la disminución de la
masa glaciar repercute
directamente en la
disponibilidad del agua,
que es usada en diversas
actividades económicas,
ocasionando incluso,
una serie de conflictos
entre regiones por la
disposición del recurso.
Al
sur del Perú, diversos nevados reducen progresivamente su masa glaciar. Por ejemplo, el
Coropuna en los últimos 50 años ha perdido el 54 %, nevados volcánicos como el Pichu Pichu y
el Misti han reducido su masa glaciar, provocando en las últimas décadas la pérdida
aproximada de 2.000 Ha de terrenos fértiles por falta de agua. (El Comercio 2005) 1.2. Evento
El Niño En 1991, la relación entre El Niño y la evolución de los glaciares fue estudiada por el
Instituto Nacional de Meteorología e Hidrología del Ecuador y por el Instituto de Hidráulica e
Hidrología de Bolivia (países fronterizos del norte y sur del Perú respectivamente),
concluyendo que la diferencia entre la acumulación de hielo y su desaparición está
directamente relacionada al evento.
El
Niño: en sus fases calientes los glaciares pierden anualmente un grosor de 600 a 1.200
milímetros. Los episodios ocurridos en los años 1982, 1983, 1997-19983 en Perú se consideran
como eventos de gran magnitud (presentaron anomalías en la temperatura y en las
precipitaciones); sus diversos impactos han generado mayores costos en actividades
económicas tales como la agricultura, la pesca y actividades de servicios como el transporte,
salud, la generación de electricidad, educación, y abastecimiento de agua potable y
saneamiento. Las pérdidas estimadas para el total de daños han ascendido a US. $ 2500
millones, el 80 % de los cuales corresponde a infraestructura.
Los efectos de El Niño afectan
negativamente los procesos de desarrollo de
los cultivos4 , ya que el incremento de la
temperatura impacta en el desarrollo
vegetativo y la productividad de los mismos
Los impactos por el incremento de la
temperatura media anual en 2º C, se
presentarán en diversas regiones del Perú;
por ejemplo, los cultivos de algodón
ubicados en la costa se verán afectados
debido a la aparición de plagas, asimismo,
las plantaciones de Mango se verán
afectadas en el norte del país; de igual modo con los animales de la zona alto andinas.
Actualmente, en algunos lugares del sur del país las alpacas sufren de diversas enfermedades
debido a que estas beben agua estancada en lugar de beberla de arroyos. Entre agosto de
1997 a marzo de 1998, las pérdidas del área agrícola ascendieron a 204,000 Ha. Debido
principalmente a la mayor ocurrencia de períodos de sequías, heladas, friajes e inundaciones
en muchas regiones del Perú, siendo los cultivos más afectados la papa, habas, arbejas, maíz y
cebada. En casos como en el valle del Mantaro, se han producido sucesos con temperaturas
por debajo de los 1º C (como el ocurrido el 17 de Febrero de 2007), lo que generó una pérdida
de más de S/.65 millones y 43 mil 720 familias damnificadas (Fuente: La República 22.02.2007).
Los grandes desafíos ambientales de América Latina y el Caribe deben ser atendidos con
prontitud para el beneficio de la presente y futuras generaciones.
Una mayor cooperación y coordinación regional pudiera contribuir a la solución de muchos de
estos problemas, en la que los países con mayor experiencia y resultados aporten sus
conocimientos a otras naciones, enfocándose en la búsqueda de la sustentabilidad
compartida.
La naturaleza no conoce de límites o fronteras políticas. De allí que en la medida que la salud
ambiental de un país se incremente, sin duda tendrá consecuencias positivas en otras
naciones.
Sin embargo el mundo ha conocido, en la primera década del siglo XXI, complejos desafíos y
una crisis multidimensional cada vez más profunda, que han puesto en serio
cuestionamiento esta idea.
Las reservas de terreno cultivable más grandes del mundo se concentran en América Latina y
el Caribe, con 576 millones de hectáreas, cifra que equivale, aproximadamente, al 30% de su
territorio. El 47% de la superficie regional está cubierta de bosques. El 92% del bosque regional
se encuentra en Sudamérica, principalmente en Brasil y Perú. Estos dos países junto con
Colombia, Ecuador, México y Venezuela albergan entre un 60 y un 70% de todas las formas de
vida del planeta.
La tercera parte de los recursos hídricos renovables del mundo se encuentra en la región
latinoamericana. Sin embargo, tres de sus principales zonas hidrográficas – las cuencas del
Golfo de México, el Atlántico sur brasileño y Paraná y el Plata -, concentran un 40% de la
población regional en un 25% del territorio, con sólo un 10% de los recursos hídricos
totales. Muchas áreas en Mesoamérica, los Andes, el noreste brasileño y el Caribe, sufren
carencia recurrente o crónica de agua. La circulación atmosférica y las corrientes oceánicas
causan la existencia de extensos desiertos en el norte de México, Perú, Bolivia y Argentina.
Los estudios de vulnerabilidad, ante el aumento del nivel del mar producido por el
derretimiento, de los hielos sugieren que los países del Istmo Centroamericano, Venezuela y
Uruguay podrían sufrir pérdidas de tierras costeras y biodiversidad, intrusión de agua salada y
daños en las infraestructuras costeras.
El aumento de los desastres climáticos en América Latina, que representan 70% de sus
emergencias, impulsa un debate socio ambiental en la región que busca profundizar sobre las
causas y respuestas ante estos eventos extremos. La advertencia de la ONU es que la
variabilidad climática incrementará la frecuencia y magnitud de los eventos extremos.
Casi la cuarta parte de las pérdidas y daños causados por desastres de mediana y alta
intensidad en países del Sur en desarrollo afectaron al sector agrícola, lo que toma especial
significación porque nuestra región es una gran productora de alimentos, un sector del que
depende el 33% de la población activa.
La FAO y la Oficina de la ONU para la Reducción del Riesgo de Desastres ayudan a desarrollar
una Estrategia Regional de Gestión del Riesgo de Desastres en el sector agrícola y la seguridad
alimentaria y nutricional, a solicitud de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños
(Celac).
Gabriela Merlinsky, de la Universidad de Buenos Aires, indicó que “la relación sociedad-
naturaleza es la que está definiendo este proceso de aceleración en la tasa de extracción de los
recursos naturales y de formas de uso de los recursos y del suelo, que implican mayores
riesgos ambientales. (…) El aspecto peligroso de esto es que se vuelva un discurso globalizante
por el cual echemos la culpa de todos los males al cambio climático y no tomemos en cuenta
aquellos elementos estructurales de nuestra sociedad que hacen por ejemplo, que nos
inundemos más”, puntualizó.
Señaló que hay es una intensificación del monocultivo, en particular la producción sojera que
absorbe mucho menos agua que otro cultivo. El agua queda retenida en el suelo y hay un
elevamiento de los niveles de las cuencas hidrológicas lo que son las napas freáticas, lo que
aumenta la exposición a las inundaciones. “Lo que está detrás de esos problemas es la vieja
cuestión del capitalismo y del avance despiadado sobre los recursos naturales y los serios
problemas de regulación de parte del Estado, indicó.
Para Toro ese “modelo de desarrollo depredador extractivo” corre el grave peligro de
ampliarse, ahora que concluyó el conflicto armado entre el gobierno y las Fuerzas Armadas
Revolucionarias de Colombia (FARC) y es posible penetrar y explotar territorios de gran valor
ecológico, antes vedados por la guerra.
Walter Vergara, uno de los autores del estudio del Programa de Naciones Unidas para el
Medio Ambiente (PNUMA), proyectó que para 2050 las consecuencias financieras de los
impactos climáticos para la región serían de unos 100.000 millones de dólares anuales.
En los últimos años, el problema del cambio climático ha captado un nivel de atención sin
precedentes y ello se tradujo en una movilización internacional para concertar acciones
destinadas a mitigarlo, en un dinamismo en materia de innovación tecnológica para contar con
las herramientas que permitan paliar sus causas y en una preocupación creciente por sus
posibles consecuencias negativas sobre el desarrollo de los países.
El cambio climático es una barrera para el desarrollo en términos de los recursos que se
perderán o que deberán reasignarse para adaptarse a sus efectos negativos. Sin embargo,
también representa una oportunidad para buscar un desarrollo de mejor calidad, con más
inversiones en tecnologías que puedan mitigar algunas externalidades ambientales negativas
del proceso de desarrollo.
Los dos grandes océanos que rodean el continente, el Pacífico y el Atlántico, se están
calentando y acidificando a medida que aumenta el nivel del mar.
Los cambios en el clima y los fenómenos meteorológicos extremos han afectado severamente
a América Latina. Eventos como tifones y huracanes, tormentas eléctricas, granizadas,
tornados, tormentas de nieve, fuertes nevadas, aludes, marejadas, inundaciones incluyendo
inundaciones repentinas, sequías, olas de calor y olas de frío, son cada vez más frecuentes y
severos. Todo esto ha provocado el desplazamiento de personas, numerosas muertes e
importantes pérdidas económicas.
Las tormentas tropicales originadas tanto en el Atlántico como en el Pacífico han devastado
algunas áreas de México, Centro América y el Caribe. Más allá de los daños causados por las
tormentas en las zonas costeras, las lluvias torrenciales en el interior han causado muchos
mayores daños. En 1998, tan sólo el huracán Mitch afectó a 600,000 personas – en gran parte
debido a las inundaciones y deslizamientos de tierra causados por las fuertes lluvias.
Sequías
Entre las sequías recientes que afectaron el Amazonas destacan las de 2005 y 2010. Asimismo,
las actuales condiciones de sequía en México, Centro América y el Caribe intensificadas debido
al fuerte fenómeno de El Niño, que está ocurriendo en un contexto de temperaturas más altas
asociadas con el calentamiento global.
A mediados de 2015, tras cuatro años con lluvias inferiores a lo normal, São Paulo, en Brasil,
estaba atravesando por la peor sequía en más de 80 años. El principal sistema de agua de la
ciudad, la reserva Cantareira, abastece las necesidades de agua de 5.3 millones de personas,
cuando antes de la sequía llego a abastecer hasta 9 millones de personas. En agosto de 2015,
los funcionarios declararon que la situación de agua de la ciudad era “crítica”: Sao Paulo tenía
almacenada agua solo para aproximadamente cinco meses de suministro.
Esta situación ilustra la vulnerabilidad de algunas ciudades latinoamericanas ante la sequía,
mientras que el cambio climático altera la frecuencia y/o severidad de las sequías en la región.
Al calentarse, los océanos se expanden y se elevan aún más al recibir grandes cantidades de
agua dulce debido al derretimiento de los glaciares y las capas de hielo. El nivel del mar
continuará aumentando a un ritmo acelerado en el futuro. Para 2100, el nivel del mar podría
aumentar de uno a cuatro pies más.
El aumento del nivel del mar amenaza a la población latinoamericana – gran parte de la cual
vive en zonas costeras – debido a la contaminación de los acuíferos, la erosión de las costas,
las inundaciones en zonas bajas y el aumento del riesgo de marejadas.
América Latina y el Caribe han tomado medidas importantes para responder al cambio
climático. Países como Brasil, México, Perú y Colombia han hecho importantes compromisos
para reducir sus emisiones de carbono. Entre 1990 y 2012 la deforestación en algunos países
como Brasil y México ha disminuido, reduciendo por lo tanto la contribución relativa del sector
forestal a las emisiones generales de la región.
Otros países como Costa Rica, Uruguay, Nicaragua y Chile están aprovechando el potencial de
la energía renovable y reduciendo gradualmente el aporte de los combustibles fósiles a su red
energética. En el período 2006-2013, la capacidad total de energía renovable en Latinoamérica
creció más del 270%, lo que demuestra el apetito de la región por nuevas tecnologías de
energía renovable.
Cada vez más, los países latinoamericanos están evaluando los impactos actuales y las
proyecciones del cambio climático en todos los sectores críticos de la economía, como la
agricultura, la pesca, la energía y la infraestructura. El objetivo de Latinoamérica es preparar a
su población y a los sectores productivos clave ante la creciente variabilidad climática y los
cambios a largo plazo que ya estamos percibiendo.
Bolivia
Colombia
Costa Rica
El país incrementó su cobertura forestal de 24% en 1985 a casi 52% en 2012, aumentando la
cantidad de carbono removido de la atmósfera y almacenado en la vegetación y los suelos.
Costa Rica ha reafirmado su compromiso de ser neutral en términos de carbono para 2021 y se
ha comprometido a reducir las emisiones de gases de efecto invernadero en un 44% por
debajo de lo que serían en 2030. Esto equivale a reducir las emisiones en un 25% por debajo
de los niveles de 2012. También se ha comprometido a elaborar un plan nacional de
adaptación al cambio climático para 2018, centrándose en particular en los temas de
biodiversidad, agricultura, agua, zonas costeras, pesca, salud, infraestructura, energía, turismo
y ciudades
Ecuador
El Programa Socio Bosque, lanzado en 2008, puso en marcha un programa voluntario, basado
en incentivos para frenar la deforestación y promover la recuperación del ecosistema
(incluyendo reforestación). Ha conservado 1.4 millones de hectáreas de bosque.
El país planea obtener 93% de su electricidad a partir de energía hidroeléctrica (en 2012, el
50% de la energía se produjo así) y desarrollar la energía solar, geotérmica y de biomasa.
Guatemala
Guatemala implementó una nueva política energética con la meta de generar el 80% de su
electricidad a partir de energía renovable para el 2030. Guatemala cuenta ya con una de las
mayores plantas solares de Centro América.
México
México fue el primer país en desarrollo que formuló una ley integral para hacer frente al
cambio climático en 2012 e introdujo un impuesto al carbono en 2014 de 3.50 dólares por
tonelada de CO2, para diversos combustibles fósiles excluyendo el gas natural.
Perú
Perú se ha comprometido a reducir las emisiones de gases de efecto invernadero del país en
un 20% por debajo de lo que serían en 2030 y también con medidas de adaptación para
prepararse a las alteraciones climáticas, centradas en el agua, la agricultura, la pesca, el sector
forestal y la salud.
Entre los años 1985 y 2017, la minería ilegal ha ocasionado la pérdida de casi 100 000
hectáreas de bosques en la región de Madre de Dios —cifra que corresponde a la tercera parte
de extensión de Lima Metropolitana, la capital de Perú— y que ha sido posible conocer luego
de una investigación que realizó durante dos años el Centro de Innovación Científica
Amazónica (CINCIA), organización científica creada en el 2016 y en la que participan expertos
de la Universidad de Wake Forest (EE.UU.)
Estos datos del trabajo científico impactan más cuando vemos las imágenes escalofriantes
captadas por el Centro de Vigilancia Amazónico y Nacional (CEVAN) de la Fuerza Aérea del
Perú en un operativo realizado recientemente en la misma región. Las fotos y videos
registrados por aviones con sensores y drones última generación muestran como la minería
ilegal está causando la destrucción de la Amazonía peruana.
El uso del mercurio usado en la extracción del oro por la minería ilegal es la principal causa de
esta destrucción. Un estudio elaborado por una organización canadiense que trabaja para
promover una minería responsable revela que los niveles de esta sustancia que se emiten al
ambiente en esta región llegarían a 181 toneladas anuales, cifra excesivamente alta según los
expertos, que contamina no solo bosques, sino también a personas.
Deforestación por minería de oro en madre de dios es la más alta en los últimos 32 años
Desde el aire, el panorama de la deforestación causada por la minería ilegal en Madre de Dios
es devastador. Solo en La Pampa, lugar que concentra la minería de oro en esa región, la
destrucción del bosque se extiende por 20 kilómetros de largo y cinco de ancho, según el
Centro de Innovación Científica Amazónica (CINCIA)
Esta zona, situada entre los kilómetros 98 y 115 de la Carretera Interoceánica, corresponde al
área de amortiguamiento de la Reserva Nacional Tambopata, territorio en el que CINCIA lleva
más de dos años estudiando la deforestación causada por la minería aurífera y el impacto de la
contaminación de mercurio en peces.
Los primeros resultados de esta investigación indican que la minería aurífera ha deforestado
95 750 hectáreas en los últimos 32 años, es decir, entre los años 1985 y 2017. Hablamos de un
espacio equivalente a un tercio de Lima Metropolitana.
Imágenes impactantes que muestran con detalle cómo se está destruyendo la Amazonía en
Madre de Dios han sido captadas por aviones con sensores y drones de la Fuerza Aérea del
Perú (FAP) en una operación que registró más de 20 000 fotos y videos en alta resolución,
durante tres días de vuelos sobre 327 puntos de las provincias Tambopata y Manu.
Esta acción militar denominada Operación Harpía, se realizó para monitorear exhaustivamente
el impacto de la minería ilegal y la tala ilegal en esta parte importante de la Amazonía peruana.
Sin embargo, ese no fue el único fin. Durante el tercer día de sobrevuelos también se
coordinaron, en tiempo real, dos operativos de interdicción a cargo de la Fiscalía Especializada
en Materia Ambiental (FEMA), la Capitanía de Puertos, la Policía Nacional y la FAP.
En diciembre del año pasado, un estudio elaborado por expertos del Artisanal Gold Council,
una ONG canadiense que trabaja para promover una minería más responsable en más de 80
países del mundo, emitió el ‘Reporte de inventario: estimaciones del uso y consumo de
mercurio en la minería de oro artesanal y de pequeña escala en el Perú’. Uno de sus resultados
es alarmante: anualmente, se arrojan al ambiente de Madre de Dios 181 toneladas de
mercurio.
De acuerdo con las cifras del Observatorio Mundial de Mercurio, 150 toneladas anuales ya es
preocupante. Madre de Dios está altamente rebasado desde hace décadas. El estudio de
Artisanal Gold Council también señala que cada año, en Perú se extraen 110 toneladas de oro
no registrado, o sea clandestino. Más de la mitad, el 57,4 %, provendría de La Pampa, el gran
emporio de la minería ilegal en esta región.
“El problema es la intoxicación crónica, no la aguda”, afirma Martín Arana, exasesor del
viceministerio de gestión ambiental de Perú, que hoy trabaja para el Artisanal Gold Council.
Explica, además, que esta no se siente y por eso las personas que, por años, van acumulando
mercurio en el organismo no acuden al médico, aun cuando el efecto puede no quedarse en
una dermatitis, sino incluir varios tipos de cáncer, alteraciones genéticas, retardo mental,
lesiones en el feto, y hasta en casos sumamente graves la muerte.
“El último estudio de la ANA (autoridad nacional del agua) data de 1989, donde se obtuvo el
dato histórico de la pérdida de cobertura glaciar de un 22%. Dicha pérdida de recursos hídricos
generará más de un problema en las zonas costeras del Perú, generando cambios sustanciales,
en producciones agrícolas y ganaderas. La contaminación del agua es un grave problema, y se
contamina por residuos tóxicos de las diferentes empresas industriales y mineras, también por
la mala disposición de los residuos sólidos en las ciudades. El deterioro de las cuencas de los
ríos por actividades antrópicas.
LA INDUSTRIA
La Industria pesquera, es grave por el vertimiento de aguas de cola, de bombeo y soda cáustica
directamente al mar, por lo que se produce la alteración de las aguas y la mortandad de las
especies.
Parque automotor, usan combustibles de mala calidad en las ciudades, en la industria minera y
pesquera, ya que el contenido de azufre en el diesel supera las 5 000 partes por millón (ppm),
cuando debería estar en menos de 500 ppm. Es ampliamente conocida la contaminación que
generan las refinerías de Ilo y La Oroya, que está en proceso de solución definitiva; y las
industrias de transformación de pescado (harina y aceite) en Chimbote y otras zonas del litoral.
Es ampliamente conocida la contaminación que generan las refinerías de Ilo y La Oroya, que
está en proceso de solución definitiva; y las industrias de transformación de pescado (harina y
aceite) en Chimbote y otras zonas del litoral.
DISMINUCIÓN DE BOSQUES
pérdida de los suelos agrícolas por erosión, salinización y pérdida de la fertilidad El deterioro
de los suelos afecta la productividad agrícola y ganadera, las causas muchas veces son
naturales(huaycos, lluvias intensas, aluviones y erosión fluvial) y humanas (exceso de pastoreo,
deforestación, malas prácticas de riego y cultivo), como efecto, contrae la economía de las
poblaciones rurales. No existe en el país ninguna institución dedicada directamente al manejo
de los escasos suelos agrícolas.