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Transitamos una época en la que la información es sumamente importante y vital.

Por momentos, no
podemos recordar cómo era la vida antes de la llegada de los medios por los que la recibimos y
compartimos. Si bien, ésto ha generado enormes beneficios en diversas áreas del desarrollo humano y las
relaciones interpersonales, también ha producido una sobreestimulación y sobrecarga de mensajes
irrelevantes, innecesarios, y hasta, a veces, falsos. Ante esta avalancha de información efímera y confusa
pareciera que no hay otra alternativa más que balancearse entre el desconcierto y la resignación. Pero, a
diferencia de todos estos contenidos con los que somos constantemente bombardeados, el mensaje que
emana de la Biblia se ha sostenido consistentemente, por miles de años, ofreciendo vida en Cristo Jesús y
otorgando propósito a la existencia humana. La Biblia no es un texto común y corriente con simples historias
o información como cualquier otro que pueda existir. En el antiguo Israel, los maestros y rabinos
comparaban a la Palabra de Dios con el higo, un fruto sumamente apreciado y conocido por las personas de
esa época y de ese lugar. Ellos solían decir que en todos los frutos hay algo que se desecha (la cáscara, el
carozo, la semilla) pero que el higo estaba hecho todo para comer y que lo mismo pasaba con la Palabra de
Dios: no hay nada que sea desechable en ella. En este mes tan especial no celebramos un libro que
meramente nos inspira o informa. Celebramos que Dios se ha revelado a la humanidad por medio de Cristo
Jesús, a quien conocemos y con quién nos encontramos a través de las Sagradas Escrituras. Celebramos que
es a través de la Biblia que escuchamos a Jesús decir que Él ha venido para que tengamos vida, y para que la
tengamos en abundancia (Juan 10:10). Celebramos que por la paciencia y consolación de las Escrituras, hoy
tenemos esperanza (Romanos 15:4). Celebramos que su Palabra es escudo para los que en él esperan
(Proverbios 30:5). Celebramos que su Palabra es lámpara y lumbrera en nuestro camino (Salmos 119:105). Y
celebramos que, sin importar lo que pase, la palabra del Dios nuestro permanece para siempre (Isaías 40:8).
Celebremos juntos y compartamos su Palabra que, por medio del Espíritu, nos da vida.

Septiembre es un mes especial para los cristianos de habla hispana porque celebramos el mes de la Biblia.
En este mes recordamos dos hitos importantes vinculados con la traducción bíblica. Las iglesias evangélicas y
protestantes recuerdan que un día 26 de septiembre de 1569 en Suiza se terminaron de imprimir los
primeros 260 ejemplares de la Biblia en español conocida como la “Biblia del Oso” (llamada así por la
ilustración de su portada). Esta traducción fue hecha por Casiodoro de Reina, y luego sería revisada por
Cipriano de Valera, convirtiéndose en la traducción Reina Valera, la de mayor circulación en el mundo de
habla hispana y la más apreciada por las iglesias protestantes y evangélicas. Por otro lado, el 30 de
septiembre la Iglesia Católica Romana conmemora el día de Jerónimo de Estridón, conocido como San
Jerónimo, quien fue el traductor de la Vulgata Latina. Esta traducción fue durante siglos el texto bíblico
oficial de la Iglesia Católica Romana. El mes de la Biblia es una celebración tanto personal como comunitaria.
La Palabra de Dios que penetra nuestro ser interior trayendo luz y vida también nos desafía a bendecir a
nuestros hermanos y predicarla en todo lugar. La Biblia habla de Cristo, ella contiene el mensaje de
salvación. Es por las Escrituras que nos encontramos con Dios y su hijo Jesucristo, llegamos a la fe y
desarrollamos nuestra vida como hijos de Dios. Durante el mes de la Biblia, desde Sociedad Bíblica Argentina
queremos ofrecer te una variedad de recursos e ideas para difundir y celebrar juntos la obra de Dios a través
de su Palabra.

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