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La formación histórica de la clase media en Argentina.

Una aproximación bibliográfica1

Enrique Garguin2

El estudio de la formación de la clase media en Argentina presenta, en principio, dos problemas


de considerable magnitud. El primero es de orden conceptual y reside en la escasa precisión y
definición del término. En más de un aspecto, la clase media no constituye una clase en sentido
estricto. Distinta de la clase obrera o de la burguesía que poseen sus propias definiciones –al
menos dentro de la tradición marxista-, en la clase media predomina el sesgo descriptivo, que
incluye una considerable variedad de personas sin posición estructural común –excepto el hecho
de estar en el medio. Pero, ¿en el medio de qué? No siempre resulta claro, y dependiendo de los
analistas y de los casos estudiados puede hacer referencia casi exclusiva a la burguesía –
generalmente, en el caso latinoamericano, a su ausencia, debilidad o fracaso- o, por el contrario,
a los variopintos sectores intermedios entre ésta y el proletariado.3 En definitiva, la clase media
no parece tener ni especificidad estructural ni unidad inherente. Y sin embargo, constituye un
rasgo prácticamente distintivo de las sociedades modernas, incluyendo la Argentina, el que
numerosos grupos lleguen a identificarse a sí mismos (y sean identificados por otros) como
pertenecientes a la clase media y ésta, con todas sus ambigüedades, deviene así en posible
problema historiográfico. ¿Cuándo comenzó tal grupo a identificarse y a ser identificado como

1
Publicado en Apuntes de Investigación del CECYP, año X – No. 11, septiembre de 2006, pp. 228-239.
2
CISH-UNLP y SUNY-SB. El autor desea agradecer a Paul Gootenberg, Ana Julia Ramírez y Aníbal Viguera por
comentarios realizados a versiones previas del presente texto.
3
Esta variabilidad se relaciona con la historia misma del concepto. En la Inglaterra decimonónica que lo vio nacer,
“clase media” hacía referencia principalmente a la burguesía capitalista, acarreando un conjunto de valores a ella
atribuidos. Pero durante el siglo XX, el referente socio-ocupacional ha sido paulatina pero profundamente
modificado, incluyendo primero, para referirse luego casi con exclusividad, a sectores profesionales, empleados de
cuello blanco y pequeños propietarios. Pero aún así hay numerosas variaciones. En contraste con los usos más
frecuentes en América Latina, la historiografía europea tiende a referirse a los trabajadores de cuello blanco, junto
con los pequeños propietarios, como “baja clase media”, distinta de la clase media propiamente dicha (empresarios y
profesionales). Más aún, en Alemania suele especificarse con más detalle, distinguiendo clase media económica (el
empresariado) de clase media cultural (profesionales y empleados jerárquicos). Pero incluso estas líneas constituyen
tan sólo una simplificación de la gran diversidad observable en el uso del concepto. Lo que prácticamente no ha
variado a lo largo del tiempo, es la atribución de ciertas características culturales a la clase media (cualquiera sea el
pretendido referente socioeconómico), constituyéndose así “el mito de la clase media progresista, individualista y
meritocrática” (B. P. Owensby, Intimate Ironies. Modernity and the Making of Middle-Class Lives in Brazil;
Stanford, Stanford University Press, 1999, p.3). Para el proceso de su constitución en Inglaterra, véase D. Wahrman,
Imagining the Middle Class. The Political Representation of Class in Britain, c.1780-1840, Cambridge, Cambridge
University Press, 1995; para los distintos sentidos en Europa, J. Kocka, «The Middle Classes in Europe», The
Journal of Modern History, 67, diciembre 1995, pp. 783-806; y V. Burris, «The Discovery of the New Middle
Class», Theory and Society, 15: 3, mayo 1986, pp. 317-349.

1
de clase media? ¿En base a qué tradiciones construyó su identidad? ¿En el medio de qué o de
quién se sitúa? ¿Qué grupos ocupacionales la constituyen?

Varias de estas preguntas sólo pueden responderse a partir de la investigación empírica;


pero aquí entramos en el segundo problema planteado: a pesar de la centralidad que la idea de
clase media ha tenido en diversos debates tanto académicos como políticos, los estudios
dedicados específicamente al tema son asombrosamente escasos tanto para el caso argentino
como para América Latina en general. El concepto mismo ha sido rara vez problematizado en
diálogo con la investigación empírica, y en la mayor parte de los casos su uso se asemeja al de
una categoría residual en la cual el analista deposita sus esperanzas y/o frustraciones respecto de
los distintos proyectos de modernización. En vez de estudiar la formación histórica concreta de
la clase media, sus experiencias y prácticas sociales han sido más frecuentemente deducidas del
mito moderno de la “clase media progresista” y/o de su posición estructural.

En lo que sigue, y luego de un breve excursus acerca de las que considero las más ricas
perspectivas que se están aplicando al análisis histórico de la clase media en los países centrales,
presentaré un estado de la cuestión referido a América Latina en general y al caso de Argentina
en particular.

Nuevas perspectivas sobre la formación histórica de la clase media

Los estudios más ricos sobre la formación de las clases sociales se han centrado en la clase
obrera y han crecido bajo el impulso de los historiadores marxistas británicos, que abrieron el
territorio a aspectos de la experiencia de los sujetos más allá de las relaciones sociales de
producción en sentido estricto sin por ello abandonar su enraizamiento en la estructura social.
Los escasos –pero crecientes- estudios históricos sobre la clase media no escapan a esta regla
general.4 En años recientes, historiadores influenciados por la noción foucaultiana del
descentramiento del sujeto y el giro lingüístico profundizaron el análisis de las clases sociales
explorando nuevos territorios de la experiencia. Ahora el desafío parece ser conectar clase con
otras esferas de la realidad y fuentes de identificación. Aunque una clase social se refiere por
definición a la posición del sujeto dentro de las relaciones sociales de producción, las clases

4
A. Kidd y D. Nicholls, The Making of the British Middle Class?, Stroud, Sutton Publishing, 1998.

2
sociales concretas se hacen y rehacen en situaciones históricas específicas y, por lo tanto, se
entrelazan con experiencias y discursos heterogéneos que en última instancia conforman también
a la clase.5 En este sentido se han realizado estimulantes investigaciones que entretejen la
formación de las clases con la construcción de discursos políticos,6 las identidades raciales7 y de
género.8 Por otra parte, estas nuevas perspectivas parecen especialmente estimulantes para el
caso de la clase media debido a la dificultad de identificar un lugar claro para la misma en la
estructura socioeconómica.

Esta carencia de una posición estructural clara puede conducir al rechazo de la propia
categoría de clase media. Sin embargo, como decíamos antes, la mera aparición y circulación del
concepto constituye de por sí un problema histórico a indagar. En este punto, resulta muy
sugerente la propuesta de Ira Katznelson en el sentido de que la clase “debe ser pensada como un
concepto con cuatro niveles conexos de teoría e historia: estructura, modos de vida,
disposiciones, y acción colectiva”.9 De hecho, numerosos estudios muestran un grado
considerable de cohesión y homogeneidad en modos de vida y disposiciones específicos de la
clase media.10 Centrándose en diversas prácticas tales como estrategias de reproducción familiar,
trabajo, consumo, o asociaciones voluntarias,11 o enfatizando las maneras por las cuales género
y/o raza coadyuvaron en la formación de las actitudes, normas y valores de la clase media,12
estos estudios revelan aspectos centrales de los procesos de construcción de la clase media en
tanto que sujeto social y actor político. Con resultados igualmente estimulantes, otros
investigadores han analizado el momento en el cual se construye una idea de clase media –

5
E. P. Thompson, La formación de la clase obrera en Inglaterra, Barcelona, Crítica, 1989.
6
G. Stedman Jones, Lenguajes de clase, Madrid, Siglo XXI, 1989; J. Scott, Gender and the Politics of History,
Nueva York, Columbia University Press, 1988; D. James, Resistencia e integración. El Peronismo y la clase
trabajadora argentina, 1946-1976, Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 1988.
7
D. Roediger, The Wages of Whiteness. Race and the Making of the American Working Class, Londres, Verso, 1991.
8
J. Scott, op.cit.; A. Clark, The Struggle for the Breeches. Gender and the Making of the British Working Class,
Berkeley, University of California Press, 1995; T. Klubock, Contested Communities: Class, Gender, and Politics in
Chile’s El Teniente Cooper Mine, 1904-1951, Durham, Duke University Press, 1998.
9
I. Katznelson y A. Zolberg, Working Class Formation. Nineteenth-Century Patterns in Western Europe and the
United States, Princeton, Princeton University Press, 1986, p.14.
10
C. W. Mills, White Collar. The American Middle Classes, Nueva York, Oxford University Press, 1951; M. Ryan,
Cradle of the Middle Class. The Family in Oneida County, New York, 1790-1865, Nueva York, Cambridge
University Press, 1981; S. Blumin, The Emergence of the Middle Class. Social Experience in the American City,
1760-1900, Nueva York, Cambridge University Press, 1989; B. P. Owensby, Intimate Ironies, op. cit..
11
C. W. Mills, op. cit.; M. Ryan, op. cit.; S. Bluming, op. cit.
12
M. Ryan, op. cit.; C. Hall, White, Male and Middle Class: Explorations in Feminist History, Nueva York,
Routledge, 1992; G. Bederman, Manliness and Civilization: A Cultural History of Gender and Race in the US,
1880-1917, Chicago, Chicago University Press, 1995.

3
elemento también central para un estudio que incluya la construcción de una identidad propia
como parte del proceso de génesis de la clase social- focalizando el análisis en las
transformaciones operadas en el mundo de las representaciones dentro del reino de la política -
donde se enfrentan conceptualizaciones contrapuestas de lo social.13

En síntesis, la tendencia parece ser a ensanchar considerablemente el concepto de clase


para capturar la dinámica de formación de la clase media; dinámica que en sus manifestaciones
concretas se realiza en estrecha relación con otros ámbitos de experiencia y se articula por medio
de discursos a los que la investigación empírica debe prestar atención desde una perspectiva
integradora.

Las clases medias en modernidades periféricas: el caso latinoamericano

Hacia mediados del Siglo XX se hallaba ampliamente extendida en América Latina la idea de
que la clase media constituía una fuerza clave del proceso de modernización, entendido
fundamentalmente como desarrollo económico y democratización.14 Esa noción estaba en
consonancia con el mito generalizado a nivel mundial de una siempre ascendente clase media
progresista,15 aunque en el marco Latinoamericano se relacionaba también con los avatares de la
guerra fría y la Alianza para el Progreso.16 En este contexto John Johnson publicó un estudio que
se transformaría rápidamente en “el” clásico sobre el tema –por sus méritos intrínsecos tanto
como por su soledad.17 En su trabajo, Johnson analizó cinco casos (Argentina, Brasil, Chile,
Méjico y Uruguay) con importantes sectores medios a los que representó como agentes
progresivos, impulsores de la educación pública, la industrialización, la intervención de Estado,
el nacionalismo económico, y la democratización. Su objetivo -superar la estereotipada imagen
de América latina como sociedades duales, divididas entre élites oligárquicas y masas pobres- y
marco teórico (la teoría de la modernización), sin embargo, impidieron que su análisis se

13
D. Wahrman, Imagining the Middle Class... op.cit.
14
Unión Panamericana, Materiales para el estudio de la clase media en la America Latina, I, Washington D.C.,
1950; J. Johnson, Political Change in Latin America. The Emergence of the Middle Sectors, Stanford, Stanford
University Press, 1958.
15
B. Owensby, op.cit.
16
M. Jiménez, «The Elision of the Middle Classes and Beyond: History, Politics and Development Studies in Latin
America’s Short Twentieth Century», en J. Adelman (comp.) Colonial Legacies, Nueva York, Routledge, 1999, pp.
207-228.
17
J. Johnson, op.cit.

4
detuviera en las especificidades de sus casos de estudio, cuyas clases medias fueron así
presentadas en sintonía con el modelo universal dominante nacido en Europa un siglo antes.

Durante los años sesenta y setenta, esa imagen optimista de una clase media progresista fue
seriamente dañada por el doble impacto de la revolución cubana y los golpes de Estado y
estancamiento económico que experimentaron los países más desarrollados y con los sectores
medios más numerosos de la región. En algunos casos, aquella imagen fue prácticamente
invertida: lejos de ser históricamente progresista, la clase media fue considerada como la fuerza
conservadora de apoyo a los golpes militares de la época.18 Como muestra Michael Jiménez, la
sociología norteamericana –y los sociólogos por ella influidos- todavía interesada en problemas
del desarrollo, cambió el foco de sus análisis de las clases medias a las élites, los grupos de
interés, o la movilización de recursos y construcción de coaliciones.19 Al mismo tiempo, en los
trabajos influenciados por la teoría de la Dependencia y el Marxismo, las clases medias
latinoamericanas fueron representadas como carentes de todo lo que supuestamente las había
caracterizado previamente: espíritu emprendedor, valores democráticos, y vocación nacional.
Los enfoques dependentistas trataron explícitamente el carácter subordinado de América latina
pero volvieron a centrarse en dicotomías opresor/oprimido, marginando en sus análisis a la clase
media. No obstante lo cual postularon ciertas nociones generales que conectaban las condiciones
periféricas de estos países con una clase media económica, cultural y políticamente
dependiente.20 Más aún, intentaron dar explicación a las discrepancias entre esta nueva imagen y
la optimista anterior. Algunos postularon entonces distintos momentos en la historia de la clase
media: en una primera etapa, de ascenso, la clase media había cumplido un rol democratizador,
aunque sus conflictos con la clase dominante no apuntaban al cambio del sistema sino a una
mejor redistribución; pero en una segunda etapa, de consolidación, la clase media se volvía
reaccionaria, formando bloque con la clase dominante contra las demandas populares.21 Otros

18
El caso más explícito en este sentido es J. Nun, «A Latin American Phenomenon: The Middle Class Military
Coup», en J. Petras y M. Zeitlin (comps.), Latin America: Reform or Revolution?, Nueva York, Fawcett, 1968, pp.
145-185.
19
M. Jiménez, op.cit.
20
L. Ratinoff, «The New Urban Groups: The Middle Classes», en S. M. Lipset y A. Solari, Elites in Latin America,
Nueva York, Oxford University Press, 1967, pp. 61-93; E. Laclau, «Modos de producción, sistemas económicos y
población excedente. Aproximación histórica a los casos argentino y chileno», Revista Latinoamericana de
Sociología, 5: 2, Buenos Aires, 1969, pp. 276-315; D. Rock, El radicalismo argentino.1890-1930, Buenos Aires,
Amorrortu editores, 1977; F. Weffort, El populismo en la política Brasileña, México D.F., Siglo XXI, 1978.
21
Esta noción se encuentra, en verdad, en todos los autores citados en la nota anterior, particularmente en José Nun
y Luis Ratinoff. También en Gino Germani, como veremos luego.

5
señalaron sectores estructuralmente diferenciados: en este caso, la clase media “vieja”,
autónoma, era la portadora del anhelado espíritu de empresa, mientras que la “nueva” clase
media, compuesta por sectores asalariados, permanecía atada al modelo social tradicional,
persiguiendo sólo políticas redistributivas.22

La historiografía de los años setenta y ochenta estuvo marcada por la expansión de la


historia social, que trajo consigo un gran incremento en nuestro conocimiento de las prácticas,
instituciones y modos de vida de distintos sectores pero, concentrada como estuvo de manera
aplastante en las clases subalternas, no produjo estudios específicos sobre la clase media. En
años recientes, sin embargo, su estudio parece ganar nueva fuerza, debido a las posibilidades de
análisis que brindan las nuevas tendencias en los estudios sobre clases sociales y que parecen ser
particularmente aptas para un objeto tan esquivo como la clase media (ver supra). Dos trabajos
recientes revisten particular interés, tanto por centrarse en la clase media como por sus
perspectivas de análisis, que combinan los aportes de la historia social y cultural, sin rechazar las
preocupaciones políticas de antaño.23 David Parker y Brian Owensby analizan los casos de Perú
y Brasil respectivamente, y muestran cómo la clase media se construyó a partir de viejos valores
jerárquicos en conjunción con nuevas e “importadas” ideas de clase en sociedades que
experimentaban rápidos procesos de cambio desde fines del Siglo XIX y comienzos del Siglo
XX. El resultado de ese proceso fue una separación rígida entre trabajo manual y no-manual y la
acentuación de diferenciaciones de base étnica y racial.24

Ambos libros son considerablemente distintos en su concepción y en su objeto de estudio.


Parker acentúa el mundo del trabajo, limitando su análisis a los empleados de comercio -grupo
ocupacional que primero demandó en Perú una identidad de clase media en su búsqueda de
mejores condiciones de trabajo y salariales. Otras ocupaciones de clase media y otras esferas de
su actividad son marginales en su libro. En contraste, Owensby se centra en los "estados de la
mente" y de la vida cotidiana; ofrece así un cuadro más amplio de la clase media (incluyendo
ocupaciones diversas, cuestiones de género y consumo), aunque deja en un segundo plano todo

22
B. Hoselitz, «El desarrollo económico de América Latina», Desarrollo Económico, II: 3, octubre-diciembre 1962,
pp.49-65.
23
D. Parker, The Idea of the Middle Class. White-Collar Workers and Peruvian Society, 1900-1950, University
Park, The Pennsylvania State University Press, 1998; B. Owensby, op.cit..
24
La riqueza fenoménica de estos trabajos excede los límites del presente artículo. Lo que interesa subrayar aquí es
el modo en que ambos encaran sus análisis, ofreciendo –junto con los estudios referidos a los países centrales antes
reseñados- un más que interesante modelo y puntos de comparación pertinentes para indagar el caso argentino.

6
el universo de cuestiones referidas a cuándo, cómo, y por qué esas condiciones sociales llegaron
a ser articuladas alrededor de la idea de clase media. En conjunto, Parker y Owensby abren
nuevas perspectivas para el estudio de las clases medias en “modernidades periféricas”, dentro de
un contexto transnacional, conectando la construcción de una identidad de clase media en
América latina con el mito europeo de la siempre ascendente y progresista clase media. Ni puro
fenómeno local, ni mera imposición externa, la clase media surgiría en la intersección entre
experiencias locales profundamente enraizadas y una circulación transnacional de discursos
universalizantes.

La clase media en Argentina

Si bien los pocos estudios realizados sobre la clase media en Argentina se encuadran bien en el
retrato realizado para toda América Latina, no resulta redundante presentar un panorama de lo
específicamente producido sobre nuestro país a fin de mostrar algunos de los aspectos concretos
y especificidades que necesariamente quedan fuera de toda síntesis excesivamente apretada. De
hecho, el estudio de la clase media en Argentina tuvo un temprano comienzo a principios de la
década de 1940, cuando Gino Germani lanzó un ambicioso programa para su estudio sistemático
en la ciudad de Buenos Aires.25

Germani partía de un concepto complejo de clase social en el que “cierta unidad interna”
se conjugaba con “ciertos contenidos de conciencia […] capaces de manifestarse en
determinados tipos de conducta.”26 Distintos grupos ocupacionales se hallaban unidos, más allá
de sus especificidades, por un “juicio de valor” que ordenaba jerárquicamente a los distintos
grupos, generándose, al interior de una clase, un “nexo jerárquico” entre sus miembros, nexo que
los unificaba entre sí al tiempo que los diferenciaba de los otros. Finalmente, este nexo
jerárquico y aquel juicio de valor no se desprendían directamente de la actividad profesional de
sus partes componentes, sino de su “tipo de existencia” concomitante (educación, costumbres,
valores, nivel de vida). Dada esta definición, ¿quiénes conformaban la clase media en Buenos
Aires? Está claro que sólo manifestaciones explícitas de auto-identificación clasista o bien

25
G. Germani, «La clase media en la ciudad de Buenos Aires. Estudio Preliminar», Boletín del Instituto de
Sociología, 1, Buenos Aires, 1942, pp. 105-126. Cabe aclarar, sin embargo, que el proyecto no estaba inspirado por
la realidad sociopolítica argentina, sino por la postulada relación entre clase media y fascismos europeos.
26
Idem, p.106.

7
estudios concretos acerca de los tipos de existencia podrían haber dilucidado este punto. Ante la
ausencia de ambos elementos, Germani decidió comenzar su estudio por los grupos socio-
ocupacionales que componían la clase media en los países europeos, donde ésta ya había sido
estudiada. De este modo, Germani partía de una “hipótesis de trabajo” que le daba a la clase
media argentina la misma composición que a su contraparte europea.27

Germani dividió entonces a la clase media urbana en dos grupos mayores: por un lado,
las “personas económicamente autónomas” (artesanos, pequeños y medianos empresarios,
profesiones libres), y por el otro, los “dependientes” de un salario pero que, a diferencia de los
obreros, desarrollaban tareas de carácter predominantemente intelectual (empleados,
funcionarios, profesionales y técnicos). En conjunto, calculó que, de acuerdo con los datos
censales, la clase media constituía el 45,9% de la PEA de la ciudad de Buenos Aires en el año
1936, mostrando un importante crecimiento desde el 35% calculado para 1914.28 Y este dato,
ofrecía para él lo más significativo de sus conclusiones, donde remarcaba que el alto grado de
movilidad social ascendente y el escaso tiempo de formación de la clase media debían influir
fuertemente en los aspectos subjetivos de su “tipo de existencia”.

Lamentablemente este proyecto de Germani nunca prosperó. Alcanzó a dar el paso


siguiente, con la planificación de una encuesta acerca de la utilización del tiempo libre por parte
de sujetos de la clase media porteña, pero incluso este trabajo se vio interrumpido sin que sus
conclusiones vieran la luz.29 Hacia fines de la década del cuarenta, sin embargo, la Unión
Panamericana creyó necesario el estudio de las clases medias latinoamericanas inspirada,
significativamente, por las razones opuestas a aquellas que habían guiado a Germani unos años
antes. El interés ya no era por la relación entre las frustraciones de la clase media y el
surgimiento del fascismo, sino por aquella que ligaba los procesos de modernización y

27
Remarco este carácter hipotético porque el mismo será “olvidado” en sus posteriores escritos y, más importante
aún, los grupos incluidos hipotéticamente por Germani dentro de la clase media serán retomados por prácticamente
todos los autores posteriores con fuerza de verdad.
28
En su Estructura social Argentina, Buenos Aires, Raigambre, 1955, Germani calcularía sobre la base del censo de
1947 que para el total del país la clase media representaba el 39,5% de la PEA. Más recientemente, Susana Torrado
ha considerado alta dicha estimación, básicamente por incluir numerosos trabajadores autónomos rurales. Pero en el
sector urbano, las discrepancias son mínimas. Para este último ámbito, Torrado calcula asimismo la evolución
posterior de la clase media, que muestra un constante crecimiento desde el 38,4% en 1947 hasta un 45,2% en 1980;
crecimiento debido al acelerado aumento del sector asalariado, como ya había visto Germani para el período 1914-
1936 (S. Torrado, Estructura Social de la Argentina: 1945-1983, Buenos Aires, Ediciones de la Flor, 1992).
29
Véase Boletín del Instituto de Sociología (sección: «Investigaciones del Instituto de Sociología»), números 2,
1943, pp.203-209, y 3, 1944, pp. 237-240.

8
democratización a la existencia activa de clases medias.30 Gino Germani fue invitado para
escribir sobre el caso argentino, aportando un texto en el que avanzó un poco más sobre sus
pasos previos, incluyendo datos sobre educación y calidad de vida, un análisis más sistemático
acerca del papel jugado en la formación de la clase media por la inmigración, urbanización e
industrialización, y algunas intuiciones acerca de sus rasgos culturales. En sus conclusiones,
Germani respondía al pie de la letra las preguntas formuladas por la Unión Panamericana,
señalando el gran crecimiento de este sector social a lo largo de la primera mitad del Siglo XX y
el efecto benéfico que el mismo había tenido durante las tres primeras décadas, cuando la clase
media “se afirmó como una fuerza progresista que contribuyó no poco a transfomar una
democracia puramente formal en una más efectiva”.31 No obstante lo cual, a partir de 1930 la
creciente complejidad del país y de la propia clase analizada “contribuyeron a hacer incoherente
y contradictorio el significado político de la clase media”. Por ello, dada la reciente reducción de
las diferencias materiales entre las clases media y obrera, y teniendo en cuenta el sentido
“francamente antidemocrático” que había tomado la primera en otros casos, Germani creía difícil
poder asegurar que la clase media siguiera cumpliendo un rol progresista. Sin embargo, Germani
ya no tenía como referente al fascismo europeo sino a otras formas de autoritarismo y, aunque no
podía predecir la conducta de la clase media, se mantenía optimista. Las razones de esto eran
múltiples. Germani explicitaba que la clase media no había perdido demasiado terreno respecto
de la clase obrera, y ponía énfasis en la debilidad de sus tradiciones jerárquicas, debida a su
reciente formación; pero seguramente debió pesar el hecho de que, para él como para tantos otros
intelectuales de la época, el fascismo ya se había materializado con el peronismo.32 Tal vez fuera
ésta también la razón por la que Germani había abandonado su proyecto de estudiar la clase

30
Véase T. Crevenna, «Prefacio», en Unión Panamericana, Materiales... op.cit., pp. iii-xiv.
31
G. Germani, «La clase media en la Argentina con especial referencia a sus sectores urbanos», en Unión
Panamericana, op.cit., pp. 1-33 (la cita se encuentra en la página 32). Cabe notar que el artículo se abría con una
“advertencia” señalando la inexistencia de trabajos de investigación específicos. Además del artículo de Germani,
los Materiales incluyen un trabajo de Sergio Bagú («La clase media en la Argentina», pp. 34-65) que en líneas
generales se repite con el de Germani (rol de la inmigración y concentración urbana; avances en la educación,
consumos, etcétera), aunque su planteo resulta más categórico al señalar la existencia de “una clase media con cierta
conciencia de tal” a fines del Siglo XIX –como lo probaría la revolución de 1890- y sin las ambigüedades que
Germani planteaba para el período post ´30. También para Bagú la crisis señalaba una nueva etapa en su desarrollo,
pero esta aparecería signada por el fortalecimiento de una serie de características que emparentarían más a la clase
media argentina con las burguesías europeas y norteamericana –en este sentido, el contraste resultará marcado
respecto de la literatura sociopolítica producida por la izquierda unos pocos años más tarde (ver infra).
32
Claro que con la peculiaridad de que el peronismo no se apoyaba en la clase media sino en el proletariado o en lo
que Germani llamaría las “masas en disponibilidad”. G. Germani, Política y sociedad en una época de transición.
De la sociedad tradicional a la sociedad de masas, Buenos Aires, Paidós, 1962.

9
media alrededor de los años 1944-45, cuando el apoyo de la clase obrera a Perón hacía quizá
irrelevante el estudio de la clase media y su relación con el fascismo.

Germani no agregará nada sustancial acerca de la formación de la clase media en sus


escritos posteriores.33 La caída de Perón producirá un gran interés por comprender a este esquivo
actor social, aunque ninguna investigación de la envergadura de la planeada por Germani en los
años cuarenta será siquiera propuesta. En su lugar se produjo a partir de 1955 una proliferación
de discursos (en general en forma de ensayos sociopolíticos) en los que la clase media ocupó un
lugar central como actor político y que muestran, ante todo, “la visibilidad pública inédita que
ella ha cobrado como efecto de su movilización”.34

Carlos Altamirano se ha detenido a estudiar la literatura de izquierda del período 1955-


65, descubriendo un conjunto de “enunciados que tipifican su comportamiento político [el de la
clase media o pequeña burguesía] o que describen las ambigüedades de una subjetividad versátil,
o que señalan, cuando no denuncian, a quienes se identifica como sus representantes
intelectuales y políticos.”35 Discurso que se nutría de un doble registro: la paráfrasis de los textos
clásicos (marxistas) sobre las clases medias europeas y algunas consideraciones novedosas y
específicas del caso argentino que, casi en su totalidad, se referían al divorcio producido entre la
clase media y las masas peronistas. “Veleidosa, timorata, moralista, proclive al formalismo y a
todas las ilusiones políticas, instrumento y víctima a la vez de los que oprimen a la nación y a las
clases populares, ´gorila´, fuerza de choque de la movilización civil antiperonista: la pequeña
burguesía.”36 Esta es, en síntesis, la imagen que brindaba este conjunto de enunciados que,
siempre según Altamirano, habría actuado como una “literatura de mortificación y expiación”,
efectiva en la medida en que apeló al mismo componente moral que se criticaba en la clase
media a la que se dirigía.37

33
Las ambigüedades observadas luego de 1930 le servirán, en cambio, para sostener algunas oscilaciones en sus
visiones acerca de la marcha de la modernización. Véase M. Murmis y S. Feldman, «Posibilidades y fracasos de las
clases medias, según Gino Germani», en J. Jorrat y R. Sautu (comps.), Después de Germani, Buenos Aires, Paidós,
1992, pp. 212-228.
34
C. Altamirano, «La pequeña burguesía, una clase en el purgatorio», Prismas, Revista de historia intelectual, nº 1,
1997, pp. 105-123 (la cita es de p. 109).
35
Idem, p.106.
36
Idem, p.120.
37
El punto cúlmine de esta literatura, suerte de alegato final contra la clase media, lo constituyó seguramente el
capítulo que J. J. Sebreli le dedicó en Buenos Aires, Vida cotidiana y alineación, Buenos Aires, Ediciones Siglo
Veinte, 1964.

10
Pero la principal obra escrita en los años sesenta sobre la clase media guarda una relación
problemática con la literatura anterior. En efecto, El medio pelo de Jauretche38 es un formidable
ensayo que busca develar los reiterados fracasos de una burguesía nacional en su “rol histórico”
consistente en “la modernización de las estructuras”, al tiempo que intenta ganar el apoyo de la
clase media para la causa nacional. En esto, así como en el diagnóstico del divorcio entre (parte
de) la clase media y las masas peronistas, El medio pelo se emparenta con la literatura analizada
por Altamirano. Sin embargo, Jauretche no proviene de la izquierda sino del nacionalismo en su
vertiente popular, lo que lo lleva, entre otras cosas, a adoptar el lenguaje clasista de los primeros
con reticencia.39 Asimismo, y sin alejarse del género ensayístico, Jauretche se aproxima con más
respeto a las experiencias y prácticas concretas de los sujetos analizados en su intento por
comprenderlos –y también guiarlos, pero no en tanto que actores ambiguos y problemáticos de la
lucha de clases sino como necesario componente de la lucha nacional.

Jauretche despliega así toda una serie de consideraciones e intuiciones más o menos
fundadas respecto del proceso de formación de la clase media en Argentina: su constitución
desde fines del Siglo XIX a partir de dos vertientes principales, los “primos pobres de la gente
principal” y los provenientes del ascenso social de los inmigrantes y sus hijos; el rol del barrio
como ámbito de sociabilidad en que la clase media se constituyó a sí misma; la escuela pública
como canal de ascenso, el radicalismo como expresión de sus aspiraciones, y ambos como
instrumentos de su nacionalización; el impacto de la crisis del ´30 con su secuela de
pauperización y la posterior apertura de nuevas oportunidades como consecuencia de la
industrialización; el peronismo como multiplicador de estas nuevas oportunidades que, sin
embargo, no ofreció canales orgánicos de participación a la clase media al tiempo que ultrajó
valores éticos y estéticos arraigados; la presencia paralela de un apenas velado racismo a lo largo
de toda la tradición liberal que impregnó particularmente a la “intelligenzia”. Finalmente, y a
partir de estas últimas tensiones, Jauretche plantea la constitución del “medio pelo” como el
verdadero soporte del antiperonismo –antiperonismo que a su vez devino en la “pauta de todas
las pautas” para su caracterización.

38
A. Jauretche, El medio pelo en la sociedad argentina, Buenos Aires, Peña Lillo, 1982 (1a. edición de 1966)
39
Jauretche centraba sus críticas a la izquierda tradicional en la dependencia de ésta de un liberalismo en nada
acorde con el proyecto nacional (la traición de la “intelligentzia”), pero también en la falaz aplicación del análisis
clasista a un país semicolonial y a una sociedad móvil como la argentina. En este sentido, el uso que en los años ´60
hace de un lenguaje clasista aparece más como una concesión a la época que como necesidad argumental.

11
Por otro lado, la asimilación que suele hacerse entre medio pelo y clase media resulta
igualmente problemática. El propio Jauretche rechaza explícitamente tal identificación –
conjuntamente con la que asimila clase media a antiperonismo-: el “medio pelo” constituye sólo
un sector de la clase media –y de la nueva burguesía. Es el sector más acomodado, compuesto
por la “intelligentzia” y la “alta clase media”, el que “se piya” de su clase, anhelando un estatus
que no es el suyo, y que, sin comprender que su bienestar es el de la nación toda, adhiere a las
políticas antipopulares y antinacionales de la “clase alta”.40

Como en Germani, entonces, ciertos imponderables culturales sintetizados en el estatus


cumplen en Jauretche un importante papel en la definición de las clases sociales concretas y ello
le sirve para distinguir dentro de la clase media y la burguesía al sector caracterizado como
medio pelo. Con ello, a su vez, Jauretche entronca su análisis con el de los críticos de la teoría de
la modernización en su caracterización de una clase media (en este caso de un sector de ella) que
no cumple con sus roles históricos, pero a diferencia de los escritos dependentistas y marxistas,
la razón de este extravío no es tanto estructural como de asunción de pautas culturales de
imitación. Y en esto vuelve a entroncarse con la literatura política que Altamirano describió
como de “mortificación y expiación”, puesto que también se dirigió preferentemente a los
sectores medios tocando en ellos un resorte fundamentalmente moral –la diferencia en este punto
radica en que la “estrategia” de Jauretche, si se quiere, intentó también exculpar de
responsabilidades a la mayor parte de la clase media, limitando su acusación al “medio pelo”.

Durante las décadas del setenta y ochenta la clase media abandonó el centro de la escena
aún de la producción ensayística, aunque el proceso sociopolítico abierto con el fin de la
dictadura militar impulsó a algunos a repensar la clase media y exonerarla de los cargos que se le
habían realizado en los años sesenta. Siguiendo un movimiento pendular, se le atribuyó entonces
una “personalidad democrática”, libre e independiente y una política autónoma, valiente y
progresista; o bien se sostuvo su ambigüedad estructural, su falta de acabada conciencia clasista

40
“la posición que se atribuye a la clase media en conjunto pertenece, exclusivamente, a los sectores de la misma
que ya señalé hace diez años[: el medio pelo]” (p.252). Definido como “quien trata de aparentar un status superior al
que en realidad posee” (p.18), el “equívoco” que genera al medio pelo “se produce en el ambiguo perfil de una
burguesía en ascenso y sectores ya desclazados de la alta sociedad” (p.19), y no adquiere relevancia hasta los años
´40. No obstante estas aclaraciones, los propios editores de Jauretche sostienen en la contratapa de la edición de
Peña Lillo, 1982, que El medio pelo es “el libro desmitificador por excelencia de la clase media argentina.” Más aún,
a pesar de las explícitas aclaraciones de Jauretche para mantener la distinción y salvar así al grueso de la clase media
de la condena, el medio pelo tiende a aparecer en su propio análisis como la forma última adoptada por la clase
media, quedando ésta mayormente como un fenómeno del pasado.

12
y sus ambivalentes tomas de posición políticas, pero para afirmar esta vez que “el pluralismo
político para la clase media no es una elección, es una necesidad.”41 Paralelamente, en el campo
de la historiografía, el interés por los procesos de democratización y participación en la sociedad
civil tendió a opacar el anterior interés por la clase obrera y la lucha de clases, aunque para
centrarlo en sujetos poli- o pre-clasistas como los sectores populares. Sin embargo, las
investigaciones así inspiradas acerca de asociaciones barriales y étnicas, bibliotecas populares,
desarrollo de públicos literarios, teatrales, en el mundo de los deportes, el desarrollo urbano y
demás,42 ofrecen elementos indispensables para ser re-pensados en relación con la clase media y
repensar a ésta en relación con ellos.

Finalmente, en años recientes la implementación brutal de políticas neoliberales, con sus


lógicas consecuencias de privatización de la vida social y retracción estatal y sus secuelas de
niveles de pobreza inéditos y desintegración de los precedentes lazos sociales despertaron
nuevamente el interés de los investigadores por la clase media. En un primer momento la figura
de los nuevos pobres acaparó la mayor atención43, de un modo acorde con la sensación
prevaleciente en la opinión pública que creía asistir a la desaparición de la clase media.44 Pronto
se hizo también evidente que, al lado de esos “perdedores” del modelo, se hallaban otros que se
habían beneficiado con las transformaciones estructurales operadas, lo que atrajo la atención

41
J. Mafud, Sociología de la clase media argentina, Buenos Aires, Distal, 1985. Sobre su “personalidad
democrática”, E. Goldar, La clase media en el ´83, Buenos Aires, Plus Ultra, 1994. La dictadura también sirvió para
que Sebreli revisara muchas de sus anteriores tesis, aunque en un sentido ciertamente curioso. En Los deseos
imaginarios del peronismo, Buenos Aires, Legasa, 1983, ya no ve aquel divorcio deplorable entre las masas y la
clase media, sino que importantes sectores de esta última aparecen apoyando activamente al liderazgo de Perón
desde 1944-45. Y este fenómeno, que podría acercarlo aún más que antaño a Jauretche, es sin embargo utilizado por
Sebreli para caracterizar sin pruritos al régimen peronista como fascista.
42
Sin ninguna exaustividad y tan sólo a modo de ejemplos, véase L. Gutiérrez y L. A. Romero, Sectores populares,
cultura y política. Buenos Aires en la entreguerra, Buenos Aires, Sudamericana, 1995; D. Armus, Mundo urbano y
cultura popular, Buenos Aires, Sudamericana, 1990; F. Devoto y E. Míguez, Asociacionismo, Trabajo e Identidad
Étnica, Buenos Aires, CEMLA-CSER-IEHS, 1992; B. Sarlo, El imperio de los sentimientos. Narraciones de
circulación periódica en la Argentina (1917-1927), Buenos Aires, Catálogos, 1985; J. Scobie, Buenos Aires del
centro a los barrios, 1870-1910; Buenos Aires, Solar-Hachette, 1977.
43
A. Minujin y otros, Cuesta abajo. Los nuevos pobres: efectos de la crisis en la sociedad Argentina, Buenos Aires,
UNICEF/Losada, 1992; G. Kessler, «Lazo social, don y principios de justicia: sobre el uso del capital social en
sectores medios empobrecidos», en E. de Ipola (comp.), La crisis del lazo social. Durkheim, cien años después,
Buenos Aires, Eudeba, 1998, pp. 35-47 y «Redefinición del mundo social en tiempos de cambio. Una tipología para
la experiencia de empobrecimiento», en M. Svampa (comp.), Desde abajo. La transformación de las identidades
sociales, Buenos Aires, Biblos, 2000, pp. 25-50; D. Lvovich, «Colgados de la soga. La experiencia del tránsito
desde la clase media a la nueva pobreza en la ciudad de Buenos Aires», en Idem, pp. 51-79.
44
La idea de desaparición de la clase media es recurrente en las representaciones de la misma, no sólo en Argentina.
Pero para atenernos a nuestro caso, señalemos que el discurso de su desaparición no fue una novedad de los ´90.
Véase como ejemplos: J. Mayer, El impuesto a los reditos y la destruccion de la clase media, Buenos Aires, 1962;
S. Varela, «Carta abierta a los señores de la case media», Humor, 92, octubre 1982, pp.79-81.

13
sobre otros sectores de la clase media y sobre aspectos de sus vidas que habían cobrado nueva
significación, como la vida en los barrios privados o los consumos culturales.45

Ciertamente estos trabajos se refieren a las transformaciones sufridas dentro de la clase


media en las últimas décadas y no a su proceso de formación a lo largo del siglo XX, el que, por
contraste con la radical fragmentación actual, tiende a ser presentado como una edad de oro en la
que la clase media se construye a lo largo de un proceso poco conflictivo en medio de una
cultura abierta y en expansión y termina cumpliendo un papel socialmente integrador. Esta
imagen no obedece sólo a la necesidad de contrapunto exigida por cuestiones argumentales, sino
que responde bastante fielmente al mito que terminó construyéndose de la clase media argentina
(y de la Argentina como país de clase media). Mito que, por cierto, no deja de reflejar aspectos
de la realidad social ni de constituir en sí mismo un aspecto de esa realidad. Pero más me
interesaba mencionarlos aquí por el modo en que encaran el estudio de la clase media
contemporánea. En este sentido, aunque ninguno de estos trabajos menosprecia los
determinantes estructurales, van mucho más allá de su señalamiento, y se sumergen en las
condiciones de vida y experiencias concretas de distintos sectores de la clase media actual.
Rompen así con una larga tradición que tendió más a atribuirle experiencias y conductas de
acuerdo a la posición estructural postulada, que a indagar en investigaciones empíricas el modo
en que el nivel estructural se articuló con los modos de vida, experiencias, visiones del mundo y
conductas concretos. En este sentido comparten un estilo que se corresponde con las tendencias
dominantes en la historiografía actual, tendencias que, como decía al comienzo, permitirán
retomar el estudio concreto del proceso de formación de la clase media en Argentina.

***

Desde su “descubrimiento” a mediados del Siglo XX,46 la clase media argentina (y, en
general, de América Latina) ha sido más invocada que evocada. Más frecuentemente se

45
M. Svampa, Los que ganaron. La vida en los countries y barrios privados, Buenos Aires, Biblos, 2001; A.
Wortman (comp.), Pensar las clases medias. Consumos culturales y estilos de vida urbanos en la Argentina de los
noventa, Buenos Aires, La Crujía, 2003.
46
“Descubrimiento” porque en verdad las menciones a la clase media en tanto que clase previas a la irrupción del
peronismo son sumamente escasas, como muestra, en el caso de obras literarias, Patricia Romer («La clase media
urbana en la literatura nacional, 1880-1930», Tesis de Licenciatura en Historia, Facultad de Filosofía y Letras, UBA,
1998). En otro lugar he analizado el surgimiento y/o transformación sufrido por el concepto de clase media con la
irrupción del peronismo en los trabajos de Gino Germani, José Luis Romero y Arturo Jauretche: «The Discovering
of the Middle Class as a Political Agent: Middle Class Intellectuals and Peronism», ponencia presentada a la
Conferencia “Refiguring the Americas: Disciplines, Genres, Histories”, LACC, Stony Brook, 2002.

14
pretendió conocerla a priori –y se intentó transformarla y/o guiarla- que lo que se la estudió para
conocerla en su real y concreta constitución. Su representación mostró así un movimiento
pendular que nos habla más de los proyectos, esperanzas y frustraciones de los autores
consultados que de la clase media a la que pretendieron analizar. Claro que el balance dista
mucho de ser negativo. Y no sólo porque el conjunto de representaciones que hemos revisado
constituye en sí mismo un aspecto de la compleja realidad social en que debió desenvolverse la
clase media; no sólo porque, como diría Pierre Bourdieu, el modo de representar el mundo es un
modo de organizarlo. También porque en cada momento se ha echado luz sobre aspectos de la
clase media que no podrán pasar por alto las investigaciones futuras. Pero el proceso histórico
real de su formación como clase, con toda su riqueza fenoménica, permanece aún prácticamente
inexplorado. No es un excesivo prurito empirista el que lleva a esta conclusión. Si, como
decíamos al comienzo, las clases sociales concretas en tanto que actores sociales y políticos se
construyen a partir de complejas interacciones de los sujetos entre sí y con otros; si en estas
relaciones influyen no sólo las posiciones estructurales ocupadas sino también las
representaciones que de ellas se elaboren; si éstas, a su vez, no están sólo condicionadas por
determinaciones clasistas sino también por otras esferas del quehacer humano; entonces es
mucho lo que aún queda por investigar sobre el proceso de formación de la clase media argentina
y la propia noción de clase media, aplicada para la mayor parte de la historia argentina, no es
mucho más que una categoría residual en la que el sujeto histórico es subsumido por su propio
mito.

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