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El factor tierra hace referencia al conjunto de recursos naturales que son utilizados en
el proceso de producción, que constituyeron un objetivo prioritario para los estudios
geoeconómicos desde sus orígenes al establecer una relación directa entre la sociedad y
la naturaleza. Suele señalarse que la existencia de recursos abundantes, de calidad y a
bajo precio constituye un primer factor para impulsar el crecimiento económico de
cualquier territorio, afirmación genérica que puede constatarse en determinados países y
regiones. No obstante, deben incorporarse, al menos, tres tipos de matizaciones. Por un
lado, esos recursos no son inmutables, pues las condiciones técnicas y de mercado
pueden hacer rentables recursos que antes no lo eran, o reducir el valor de otros, y
ejemplos como el antes mencionado de determinadas cuencas carboníferas, o la ruina de
ciertas regiones tropicales que a principios de siglo basaron su auge en la explotación
del caucho a partir de las plantaciones de hevea, desaparecidas cuando se inventó el
caucho sintético, son dos de los más mencionados. Por otro, también ha sido frecuente
que la dominación ejercida por grandes compañías de procedencia exterior sobre los
recursos naturales de determinadas áreas del mundo, que pagan unos precios muy bajos
y obtienen así grandes beneficios repartidos y reinvertidos en los países de origen, no
solo no permitió el crecimiento económico y el bienestar social en las áreas de
extracción, sino que las sometió a relaciones de dependencia, que en su momento
pudieron revestir un carácter colonial, por lo que la propiedad de los recursos nunca
puede considerarse al margen de su calidad o cantidad. Finalmente, en algunas áreas la
sobreexplotación de unos recursos no renovables, o que exigen largos períodos para su
recuperación, ha provocado una degradación progresiva de las condiciones
medioambientales al superarse los márgenes de tolerancia, con efectos negativos a largo
plazo.
Un último factor, ignorado durante bastante tiempo, pero que en los últimos años ha
adquirido un protagonismo creciente, es la tecnología, que puede definirse de forma
genérica como el conjunto de conocimientos y métodos incorporados al proceso
productivo para mejorar su eficiencia y rentabilidad, tanto si se incorporan a los
procesos, elevando su rapidez y precisión, reduciendo sus costes, etc., como a los
productos, mejorando su calidad y diferenciación. La tecnología se constituye en un
factor de primera importancia para elevar hoy la capacidad competitiva, tanto de las
empresas individuales como de los territorios donde se generan y/o aplican esas
innovaciones, si bien a costa de originar también nuevos problemas a resolver
(destrucción de puestos de trabajo, exclusión de quienes no pueden incorporarse al
rápido cambio tecnológico, etc.).
PRODUCTIVOS (NACIONALES/REGIONALES/URBANOS)
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Tal como acaba de afirmarse, analizar la estructura interna del sistema y las tendencias
que marcan su evolución resulta claramente insuficiente si no se incorpora una
referencia explícita a los objetivos que guían la actuación de los diversos agentes,
privados y públicos, que participan en la actividad económica, los mecanismos de
actuación que ponen en práctica para alcanzarlos, así como los principales resultados
observables en el plano económico-espacial. En tal sentido, la organización espacial de
la actividad económica contemporánea depende, en lo esencial, de las características del
sistema capitalista, que en sus cinco siglos de existencia ha mantenido invariables una
serie de principios básicos que lo identifican entre los sistemas económicos que se han
sucedido en la Historia. Estos rasgos, que definen la esencia del capitalismo, pueden
resumirse con fines didácticos en cinco fundamentales:
e) División técnica, social y espacial del trabajo, como mecanismo para lograr
su rentabilidad máxima, lo que favorece la segmentación socio-laboral y la
creciente especialización de los territorios.
En cada una de esas etapas, aunque la lógica general del sistema se mantenga, tienen
lugar rápidas y profundas modificaciones que afectan a cuatro dimensiones básicas de la
realidad económico-espacial (véase Fig. 1):