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infobae.com 23/9/2018
Cultura
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Vigencia de Sigmund Freud, hoy
Padre del Psicoanálisis. Así, con ambas palabras en mayúscula, se lo conoce a Sigmund
Freud. Es más que una definición; se trata, también, de un modo de situarlo en la historia
del pensamiento: el origen de esta práctica y teoría, de esta terapia y filosofía. ¿Qué queda
de todo eso hoy?
Mucho. Del Psicoanálisis queda muchísimo. Pero empecemos por el principio. El germen
de esta disciplina aparece en las sesiones que Freud mantenía con sus pacientes por casos
de histeria. Corría el año 1892, hacía diez que se había graduado de médico. El estudio de
la mente humana lo estaba llevando a lugares jamás explorados.
Parece simple, pero realmente no lo es. Porque, mediante el lenguaje, Freud tajea el manto
que envuelve al paciente permitiéndole conocer su propio dolor, sus síntomas, para que
intente comprenderlo aprendiendo a la vez a convivir con ello. Aparece aquí, entonces, el
concepto de inconsciente: un lugar psíquico en la mente humana donde se alojan los
contenidos reprimidos, que pujan por salir. ¿Cómo convivir con aquello que está dentro
nuestro, que desconocemos y cuando somos incapaces de manejar las formas en que se
manifiesta? Freud, en este sentido, modifica la forma de pensar al hombre.
Sigmund Freud junto a otros psicoanalistas, entre ellos Jung, en la Universidad de Clark en
1909
"La noción de síntoma que hay en Freud es novedosa, inédita y no está en otro lugar, en
otro discurso, salvo en el marxismo", agrega Alexandra Kohan. "Junto a la noción de
síntoma —continúa la psicoanalista— se produce una novedosa noción de sujeto: con
Freud el sujeto ya no puede gobernarse a sí mismo ni pensarse de manera directa, sin
mediaciones, sin opacidades. Sería imposible el 'conócete a ti mismo'. El inconsciente hace
de ese sujeto alguien extraño para sí mismo. Freud descentra el lugar de la conciencia
cuando corre la razón hacia el inconsciente y produce lo que él mismo llama 'una herida
narcisista'. Una más en la serie de Copérnico y de Darwin. No somos transparentes a
nosotros mismos, no somos sujetos de la voluntad y, siendo un poco radical, diría que la
única voluntad es la de la pulsión que, además, no es gobernada por el Yo. De modo tal que
síntoma, sujeto y pulsión configuran un cuerpo nuevo que nos pone de frente a una
opacidad ineluctable. Resumiría todo el descubrimiento freudiano en ese cuerpo nuevo y en
una nueva manera de leer y de leernos".
"El psicoanálisis fue resistido en todas las épocas", comenta Kohan. "Hoy es corrido por
derecha por las neurociencias y por izquierda por ciertos estudios de género… algunos. Lo
que creo es que el psicoanálisis está vivo en la medida en que somos muchísimos los que
seguimos produciendo lecturas y no repitiéndolo como un dogma. Cuando Lacan produjo
su 'retorno a Freud' llevó adelante una operación de lectura que sacó al texto freudiano de la
letra muerta y la degradación de la que había sido objeto por parte de los post freudianos.
Nuevamente, de lo que se trata es de leer, que es lo opuesto a dogmatizar", agrega y cita a
Juan Bautista Ritvo, otro psicoanalista argentino: "Un dogma es un dogma porque está
prohibido leerlo".
"El psicoanálisis atraviesa siempre momentos turbulentos. Como es una práctica que no es
funcional al mercado, suele caer bajo sospecha —dice Luciano Lutereau—. Puede
ponerse de moda eventualmente, pero dura sólo un ratito: el psicoanálisis incomoda, es
algo que comprueba cualquier paciente después de algunas sesiones, cuando descubre
que el análisis no lo victimiza, sino que interroga su complicidad con aquello de lo que
sufre. El psicoanalista, en cambio, quizá ya no incomoda tanto; en particular hay una
versión contemporánea del analista erudito, que sabe mucho de psicoanálisis, pero habla
poco de su práctica y, por ejemplo, es un especialista capaz de decir lo que el psicoanálisis
debe ser. Su alter ego es el psicoanalista que se considera el heredero del intelectual faro y
le baja línea a la sociedad respecto de cómo vivir, tomar decisiones políticas, etc. Este es un
síntoma compartido entre psicoanálisis y feminismo: así como un problema del feminismo
suelen ser les feministas, el principal problema del psicoanálisis somos los psicoanalistas
cuando queremos hacer mucho más que dedicarnos a nuestra tarea (analizar) y nos
convertimos en educadores".
La más emblemática foto de Sigmund Freud, coloreada posteriormente
Por último, Alexandra Kohan concluye que, en definitiva, el psicoanálisis se conjuga
leyendo el presente: "Los síntomas de cada época no están por fuera del malestar
contemporáneo. Así como para Freud hubo una moral victoriana, cada época dicta la moral
sexual y prescribe conductas sexuales, cada época tiene su erótica. Pero sería un lugar
común creer que como vivimos en una época en la que casi todo está permitido, entonces
no tendría porqué haber síntomas: la liberación sexual pudo haber traído algún alivio pero
no la eliminación de la represión y el retorno de lo reprimido. Me parece que en la época de
los discursos que subrayan la virtud de la transparencia, en la época de la fetichización del
Yo, en la época en la que se pretende vivir sin pathos y en la que hay un empuje
permanente a ser libres, a disfrutar de cualquier modo, a gozar sin límites; en la época del
imperativo a no aburrirse, a no angustiarse, el psicoanálisis sigue incomodando ahí
donde dice que hay un cuerpo que no es mío, un pathos ineliminable, una opacidad
imposible de atravesar. Pero sigue incomodando, sobre todo, porque no promete la
felicidad. Y es justamente ahí mismo donde yo leo el alivio que puede traernos el
psicoanálisis. No el psicoanálisis en tanto teoría sino en tanto el encuentro contingente con
un analista".
"Hay un rasgo que siempre admiré de Freud —concluye Lutereau—; que cuando le
preguntaban sobre ciertos temas (muchos de ellos inquietantes) respondía como varón,
como padre, como judío, etc. Admiro, entonces, que respondía con sus particularidades,
cuando se trataba de una pregunta que excedía el dispositivo. Hablaba desde sus
particularidades, llevándolas hacia una posición singular. No fue un profeta, tampoco un
indiferente. Era un hombre comprometido, como varón, padre, judío y muchas cosas más.
Que lo personal sea político no quiere decir que lo personal sea universalizado. Hablar en
nombre del psicoanálisis, para opinar sobre ciertos temas (no vinculados a la práctica del
psicoanálisis), es la infatuación mayor, de la que Freud siempre se cuidó. Porque Freud era
varón, padre y judío, pero al menos no estaba tan loco como para creerse Freud".