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U. A. E. M.

Licenciatura en filosofía
Problemas de estética
Aldair Acevedo Ocampo

9GAG o la experiencia estética electrónica

La verdadera ventaja de mi solución es que


hace de la muerte el requisito y la garantía
de la eterna contemplación de Faustine.
Bioy Casares, La invención de Morel.

Decía Walter Benjamin que la obra de arte ha sido siempre reproducible, que tal
cualidad le ha hecho transitar la Historia desde el ritual arcaico hasta la exhibición
moderna, trascendiendo su carácter apenas mimético para consagrarse como procedimiento
artístico. Ese momento es detectado en los albores del XX, cuando aparecen la fotografía y
el cine. Se trata de nuevas obras que se generan y reproducen técnicamente, y que hacen al
arte gozar de alcance masivo por primera vez. En esa transición se inscribe La obra de arte
en la época de su reproductibilidad técnica, pensando la nueva naturaleza del arte y sus
posibilidades democráticas para las masas. El presente ensayo busca confirmar la tesis de
Benjamin en nuestros días mostrando la misma pauta de creación y reproducción técnicas
en medios electrónicos e internet aunque alterada por el sistema económico capitalista que
la permite; valora también si los objetos analizados suponen una experiencia estética
genuina.

Al resultar imposible cubrir aquí la mayoría de casos presentes en internet, se ha


seleccionado el sitio 9GAG como ejemplo que reúne atributos más o menos extensibles a
todos ellos. Se trata de un website que tiene por contenido imagen y video generados sólo
por usuarios. Su propósito es humorístico por lo regular, o de cualquier otro tipo capaz de
captar la atención de inmediato. Participar es sencillo, sólo hace falta subir un archivo para
someterlo a votación. Aunque es difícil determinar si el material es original o sólo
encontrado y compartido, los más atractivos consiguen ser presentados en la página
principal del sitio. Al mismo tiempo, cada publicación cuenta con un espacio de
comentarios al pie. Sin embargo, el elemento que se observa con mayor frecuencia es el
meme. El meme que aquí encontramos es un fenómeno exclusivo de internet que se
presenta en forma de imagen o frase recogiendo una situación divertida o popular. El uso de
un meme para componer un chiste no requiere de gran esfuerzo, dado que su comprensión
es casi inmediata gracias al poder comunicativo que brinda la imagen –condición que a
veces supera la determinación idiosincrática local involucrada en su gestación–, y que su
modificación sólo supone asignar un nuevo texto a la imagen –con algún editor disponible
en línea– respetando su asociación implícita.

En lo que respecta a Benjamin, en función de su análisis puede plantearse el tema.


Por ejemplo, el formato del meme no tiene autenticidad. Mientras el celuloide provocaba
gran interés por ser testimonio del primer arte que tenía lugar sólo desde la técnica –un
soporte neutro diferenciado de formas aún cercanas al aura comprometidas con cierta
materialidad–, los componentes electrónicos que generan el entorno virtual, hacen de la
imagen electrónica un formato permeado de técnica por completo, pero altamente
reproducible también. Hace falta echar mano de respaldos materiales para plasmar la obra,
sí, pero en mucha menor medida: uno puede copiar cuantas veces quiera cualquier archivo
mientras así lo permita la memoria del dispositivo y sin demorarse más que algunos
segundos –con la salvedad de que el almacenamiento electrónico es reutilizable, a
diferencia del celuloide–, y entonces ponerlo a disposición pública en internet, o descargar
una copia con el mismo proceso de copiado.

Al igual que con el cine, entre el autor y su público media un sistema de aparatos 1 –
aquí media 9GAG como plataforma virtual–, sólo que ahora, en lugar de anular el aura
residual alrededor del intérprete, se anula todo tiempo y distancia de distribución. El
entorno virtual no cuenta, evidentemente, con el aquí y ahora del aura, pero es el medio
técnico más reciente y que vuelve más versátil la ya vista nueva naturaleza del arte. Se diría
que el esfuerzo requerido para la creación estética puede medirse tan sólo en tiempo
invertido y clicks. Además, la inexistencia de piezas físicas involucradas directamente en la
confección de la obra no contradice a Benjamin, pues, así sean pixeles, caracteres o bits,
este tipo de obra es también susceptible de adoptar otra configuración –aunque con mayor

1
Walter Benjamin, La obra de arte…, p. 70.

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facilidad gracias a la cómoda manipulación virtual– es, pues, mejorable2. Pero tal
posibilidad no está restringida al autor; cualquiera puede introducir modificaciones a
discreción con apenas elementales conocimientos informáticos y/o de edición. Así, se
desdibuja la dicotomía entre artista y público: en la medida en que se puede apreciar una
obra, se la puede, con idéntica facilidad, cambiar de cualquier forma3. Al respecto 9GAG
resulta significativo, las re-uploads son de lo más frecuente: si alguien juzga que la
publicación no ha cumplido su propósito, puede, además de retroalimentar, modificarla y
subirla nuevamente.

Con todo, puede objetarse la autenticidad de este tipo de obra. Ocurre que resulta
peculiar a los ojos del arte tradicional, con el que guarda diferencias notables en el grado de
complejidad y la dificultad al acceso. El arte al que asistimos es familiar y de consumo
inmediato, no es necesario estudiar contexto original alguno para acceder sin extrañeza ni
tampoco demorarse en su apreciación. Pero es esa propiedad la que ha favorecido una
atmósfera negativa en su contra en ámbitos –mayormente académicos– destinados a la
recepción y crítica de material artístico, y siempre velando por la superioridad del arte
antiguo. Se ha reprochado, pues, futilidad, monotonía, trivialidad e imitación en lugar de
pretendidos rasgos cultos como trascendencia, enriquecimiento espiritual, innovación y
originalidad, al punto de restringir al arte de masas la propia denominación “arte”. Se
lamenta la pérdida del esplendor estético, la magnánima nobleza trocada en disparates
chabacanos. Pero la queja sólo puede tener lugar a condición de aplicar criterios incorrectos
al fenómeno. Por la presencia del desinterés atribuido al arte, el problema puede rastrearse
hasta Kant. Como la teoría estética –en su sentido literal de “percepción”– del juicio ha sido
tomada por una teoría del arte, se ha creído, por el ánimo desinteresado requerido al
formular un juicio, que la esfera artística es autónoma, ajena a contingencias prácticas4, lo
cual supone al arte como esencia objetiva realizable parcialmente a lo largo de varios
tiempos históricos, cuando son más bien éstos lo que condiciona al tipo de arte en cuestión.
Aquí encuentra punto de apoyo el enfoque materialista. Una elevada reproductibilidad del

2
Ibid, p. 61.
3
Ibid, pp. 75, 76: “todo hombre de hoy tiene derecho a ser filmado”; “la distinción entre autor y público se
encuentra apunto de perder su carácter fundamental”.
4
Carroll, N., Una filosofía del arte de masas, pp. 89-104.

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arte termina por destruir el aura dando paso a otra experiencia estética, sustituyendo el
recogimiento por la distracción. El rechazo tampoco puede defender la ya desdibujada
frontera de autor y receptor. Entonces parece no haber motivos para descalificar la genuina
experiencia estética del arte masas. Dada la carencia de fundamento la reacción se revela
destinada a la preservación de ciertas instituciones, nombres, etc., propósito no tan
extrínseco en realidad.

Benjamin observó que el fascismo vicia la finalidad del arte. Mediante la


estetización de la política se aglutinan las masas pero sólo para reafirmar la distribución
propietaria de los medios técnicos, no para modificar las relaciones enajenantes de
producción. Aunque ahora la guerra y el culto casi metafísico a un líder no resultan tan
cercanos, puede hacerse abstracción de esas consecuencias que derivan de un problema que
también es el nuestro: acumulación de capital. Mientras el arte culto se retira al claustro de
la academia especializada, en su melancolía reverbera el nuevo compromiso del original
aurático como concentrador de riqueza en tanto que valor de cambio. El arte sale del ritual
metafísico sólo para caer en el ritual de venta. Por muy democrático que sea el acceso al
arte hoy día, sigue reportando ganancias al propietario del sistema de aparatos que media
entre artista y público. A nivel de técnica, no hay diferencia sustancial entre un meme y una
obra firmada con un nombre propio, no sufren distintos procedimientos en su fabricación ni
cuentan con original alguno que ampare algún supuesto valor, pero su cotización es
distinta. 9GAG –así como cualquier red social– puede dar fe de la libertad y sencillez
actuales para involucrarse activamente en la creación artística, pero apenas supone un
simulacro del propósito artístico verdadero. La facilidad de consumo es traducida en
facilidad de cambio, cuya protección se confía al copyright, medida tomada en respuesta a
la veloz reproducción técnica, aunque tan virtual como el objeto de su custodia.

Bibliografía

● Walter Benjamin, La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica, Ítaca, 1a ed.,


México, D.F., 2003.
● Noël Carroll, Una filosofía del arte de masas, A. Machado Libros, Madrid, 2002.
● Bolívar Echeverría, “La religión de los modernos” en Vuelta de siglo, Era, México, D.F., 2006.

Aldair Acevedo Ocampo

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